archiewalkerus - Tumblr blog

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Archie cerró la puerta tras él cuando ambos salieron del apartamento de la señora. El joven cartero se llevó una mano al pecho intentando relajarse, intentando apartar las memorias pasadas. La voz del pelirrojo lo distrajo por un instante y dudó en un principio. No tenía más encargos para esa mañana, y... ¡qué demonios!: -Claro, cuenta conmigo. Necesito quitarme de la cabeza la imagen de la señora Gaellis tirada en el suelo -reconoció suspirando levemente.

— Eso casi que te lo puedo asegurar  —admitió, con un tono en el que no se distinguía una inocente broma de la cruda realidad. Luego de un no muy extenso interrogatorio, y después de tanta presión aplicada sobre ambos masculinos, la partida de los especialistas los dejó solos en la casa ajena.  — Yo diría que sí… No me siento muy cómodo siguiendo en este lugar  —comentó en un tono sincero, dedicando a la sala una mirada un tanto nerviosa mientras se disponía a salir del lugar.   — ¿Sabes? Después de esto ambos nos merecemos ir a tomar algo. ¿Gustas?  — inquirió volviéndose, mientras cruzaba el umbral, invitando al menor. Y aunque su respuesta fuese negativa, Adrian, por su parte, terminaría con una bebida entre sus manos sin la compañía ajena.

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-Eh... Oxford -respondió ante la pregunta del hombre. No le iba a preguntar cómo sabía que venía de Inglaterra, porque si tenía un poco de oído para los acentos, era muy fácil reconocer el de Archie-. Tuve que ir de ese sitio, tanto intelectual me ponía enfermo -bromeó abiertamente sobre el motivo de su estancia en Bellevue, aunque no sería el primero que le tuviera que preguntar directamente al joven por el motivo verdadero-. Yo creo que lo ha hecho todo mucho más complicado. Además que... no me llama la idea de modelizar la forma de pensar de una persona supuestamente sana. Seguro que hay miles de excepciones o en la mayoría de los casos... Bueno, ya sabes lo que dicen, ni siquiera nosotros al 100% sabemos con certeza qué estamos pensando -Archie no era conocido por ser un tipo culto, solamente tenía el graduado escolar obligatorio y jamás se había interesado por otra cosa que no fuera el manga; pero sí recordaba las muchas conversaciones que había mantenido con su abuelo Hugh-. ¿Estoy siendo sujeto de estudio ahora mismo?

         El ojiazul tan sólo asintió, no le pareció expresar algo más al respecto, pues de por sí le resultaba un poco incómodo. Entonces se mantuvo atento a las palabras provenientes del muchacho, que si su sentido auditivo no le engañaba, tenía una pronunciación clara y extranjera. “¿De qué ciudad de Inglaterra vienes?” Interrumpió con osadía, pues el detalle le resultaba curioso al hombre. ¿Por qué varios extranjeros decidían quedarse en Bellevue? No era gran cosa, sólo un poblado supuestamente tranquilo, cercano a la naturaleza. Achicó la mirada y asintió, como si estuviera comprendiendo el punto del más joven. “La Psicología existe para humanizar a la Medicina, que en este caso es la Psiquiatría. Sé que suena extraño pero… gracias a esta ciencia hemos logrado estar un poquito más cerca de nosotros mismos.” En la Academia le habían enseñado sobre Psicología Criminal, era normal que Joel creyera en ella. “Entiendo que te cause ruido, a nadie le gusta sentirse sujeto de estudio.” Concluyó, riéndose bajito.

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-Supongo que es tranquila dependiendo del punto de vista. Yo vengo de una ciudad mucho más tranquila y el ritmo de aquí me parece ajetreado -comentó calmado y satisfecho al comprobar en primera mano que el asiático lo había confundido con una chica. Su plan comenzaba a tener éxito-. Por casualidad... ¿No será japonés, verdad? Lo pregunto por su acento, nada más.

-Esto…pues, no he podido evitar darme cuenta de lo tranquila que es esta ciudad, al menos si la comparas de donde yo vengo, ahí el estrés es lo más normal. De todos modos, lamento muchísimo haberla asustado.

Educado como era, no podía evitar ser un caballero y preocuparse por las mujeres, su padre cuando no estaba trabajando le había enseñado a tratarlas y a cuidar de ellas.

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-Me llegan cartas llenas de pétalos de rosa en su interior. Espero que sean tuya porque entonces... empezaré a asustarme -dijo siguiendo la broma, viendo que al policía apenas le habían importa sus palabras. Se rascó la nuca sin saber muy bien qué añadir a lo siguiente, después, no tardó en reír-. Luego soy yo al que llaman cotilla, pero veo que los policías estáis hechos de la misma pasta que los carteros. Es una chica sí, un tanto peculiar en el modo de ver de este país por los padres que tiene. ¡Y no quiero dar más información! Que seguro que me encuentro contigo patrullando cerca nuestra.

Julian fingió no escuchar la pregunta del muchacho, esperando vislumbrar algún atisbo de arrepentimiento. Sin embargo, debía de admitir que le había hecho gracia. “Claro ¿te han llegado mis cartas?” Repuso al fin, con una leve sonrisa, siguiéndole la corriente. “Sé que aprecias mis palabras, muchacho, ya que si no lo hicieras, estarías muerto.” Aseguró bromeando, con una sonrisa condescendiente. “Oh, veo que tienes a alguien en la mira. ¿Quién es la afortunada?” preguntó, con un leve gesto que denotaba sorpresa.

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-Y tanto, y tanto -dijo asintiendo varias veces con la cabeza y dándole la razón. No saldría muy bien parado económicamente si empezara a regalar gatos como si nada-. De normal paso toda la mañana fuera y algunas horas de la tarde, pero los gatos se las apañan bien. ¿No ves que son animales solitarios y muy recelosos? -y bien que lo sabía Archie. En Oxford se había encontrado todo tipo de gatos callejeros que sus compañeros del orfanato y él se habían dedicado a cuidar en secreto, y fue casi como una misión imposible. No sentía empatía alguna por los gatos, por lo que seguía preguntándose por qué había accedido a quedarse con el gato de un desconocido-. Sí, por tu vida. Ya sabes... Si te matan, te mueres y no puedes revivir de ninguna manera. Hasta que no inventen a los zombies, claro -explicó bastante seguro mientras tomaba en sus brazos al gato, el cual se permitió bostezar-. ¿Me vas a pagar por cuidar al gato? Una parte de mí le gustaría decir que sí, pero otra no se quiere aprovechar de ti. No me sobra el dinero, pero tampoco me falta. Aunque parece que a ti sí.

Pestañeó un par de veces, buscando una pinta de educación en su interior, necesitaba un hogar para el felino y no permitiría que ese metro noventa de soberbia se apoderara de su lengua— De hacerlo, creo que sería un negocio terrible. —articuló, frunciendo tenuemente su ceño, pero manejando una sonrisa precisa en sus facciones— De hecho… —pausó un instante, examinando al desconocido con una pizca de desconfianza— ¿Pasarías muchas horas fuera? Porque, uh, ya sabes cómo son los gatos. —encogió uno de sus hombros, buscando quitarle hierro al asunto, tampoco quería sonar como un genuino animalista— ¿Por mi vida? —sin pensarlo demasiado, le entregó el felino al más joven, quejándose cuando el pelaje del minino rozó su mano herida, posiblemente fracturada— Hm, podrías darme tus datos o algo, puedo hacerte una transferencia para asegurarme el cuidado del gato. —evadió el tema, pues no quería evidenciar sus verdaderos sentimientos con respecto al asesinato ocurrido días atrás.

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-Entonces si confiesas que no ibas atento, aceptaré sus disculpas -soltó con una sonrisa “encantadora”. Tenía sobre sus hombros toda la información recopilada que había visto en los animes, junto con todo lo aprendido en su época del orfanato-. No, no... Solamente ha sido un leve empujón y ha sido más el susto que otra cosa -bueno, Archie tenía que ponerse manos a la obra. No le sonaba la cara del hombre que tenía delante, así que decidió atacar-. ¿Y puedo preguntar qué era lo que ocupaba tus pensamientos?

-No es que no iba muy atento…-se disculpa.

Observó  a la chica que tenía delante, le parecía al menos que era chica por si voz y vestimenta, era la clase de personas que te hacían dudar de tu sexualidad porque no sabias su género, en su país las había, pero estaba seguro de que tenía delante a una joven.

-No le he hecho daño, ¿verdad?

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-Glup... ¿Detective de homicidios? -en parte no le extrañaba la presencia del hombre en la ciudad, una ciudad que guardaba demasiados secretos. Le habría gustado preguntarle sobre muchísimas cosas en torno a su trabajo, sin embargo (por primera vez en mucho tiempo) decidió guardarse sus dudas-. Oh, fui repartidor de pizza en mi ciudad natal. Un trabajo demasiado duro para lo poco remunerado que está -se permitió bromear entonces. Cabeceó lentamente ante las palabras del moreno-. Sí. Cada mente es un mundo y me extraña que haya gente que se dedique a la psicología.

           “Soy policía, detective de homicidios.” No le era cómodo alardear al respecto, le disgustaba prestarse a mal interpretaciones, pero no podía negarse que estaba orgulloso de llegar a ese nivel en su campo laboral, pues había sido arduo el esfuerzo. “Por un instante creí que eras repartidor de pizzas.” Se permitió bromear con el muchacho y sacudió la cabeza, con una sonrisa ladina. “Ujum… Es que un círculo vicioso, si recordamos que su miserabilidad inicial lo llevó a la bebida.” Mucha de esa gente había sido abandonada por sus propios familiares, y también, en otros casos, la mala suerte de sus pasos los había arrastrado a ese destino. A algunos les gustaba apostar y lo perdían todo. “Cada mente es un mundo.” Se encogió de hombros y asintió en conclusión.

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Al fin Archie había puesto comienzo a su plan/estudio social. Por casualidades del destino, había conseguido de gratis el sujetador de una chica y luego por otro lado, le había pedido consejo a Clementine sobre cómo maquillarse de forma sencilla. El resto sería completamente sencillo: se compró una falda y una camisa sin mangas, que se los pondría junto a sus zapatillas usuales. Se peinó lo mejor que pudo su cabello oscuro y se colocó un ganchito con forma de lazo. Cuando se miró al espejo, se dio la aprobación. Con eso de que tenía aún cara de niño, alguien que no conociese a Archie no podría decir si era un chico o una chica. Y sin demasiada vergüenza, salió a la calle, paseando, vigilando sus alrededores hasta que... ¡qué suerte! ¡Había tropezado con un absoluto desconocido!: -¡Ah! No pasa nada. Aunque creo que puedo decir que eres un poco torpe, ¿no? -utilizó un tono de voz algo agudo, pero sin resultar demasiado cantoso.

Había pasado un día agotador entrevistando a gente que podía servirle como personal de su restaurante, aun quedaban un par de semanas para abrir pero quería se selecto con sus trabajadores, por experiencia sabia que un mal camarero o un mal ayudante de cocina podía salirte muy caro,  y aunque tenía claro que buscaba no pintaba como una tarea sencilla.

Pero agradecía tener la mente ocupada, el anuncio en las noticias del asesinato de un hombre en un banco le había traído amargos recuerdos que había deseado olvidar inmediatamente. Ahora que el día había acabado y tendría que buscar otro modo de distraerse. Al terminar de cerrar decidió ir a tomar algo a un bar, no le parecía mala idea

conocer la zona pero lo único que escuchó fueron comentarios asustados por aquel asesino, Tetsuya no tenía miedo, había visto cosas peores, cosas que harían estremecer a cualquier ser humano.

Una vez salió no pudo evitar observa la vida que había por la calle, mucho más calmada que en su ciudad que siempre estaba lleno de gente y nunca se podía caminar en paz. Aquí la gente no tenía prisa, y eso le gustaba.

Estaba tan absorto en observar la calle que tropezó con la raíz de un árbol que no había logrado ver, chocándose con una persona desconocida que estaba parada delante.

-¡Lo siento! Yo…lo siento -se disculpó al instante.

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-Me gusta estar en todo -confesó sin mayor problema el moreno asintiendo varias veces. La verdad es que le gustaba saber sobre las vidas de otras personas ajenas a él porque era básicamente un cotilla-. Pues por ejemplo... Me gustaría viajar a Japón, quiero estar varios días sin dormir, hacerlo en una playa... ¿Quieres que siga? -preguntó entonces, enfrentando su mirada clara con la oscura de la chica, fijándose en la diferencia de matices-. Pero creo que para nuestra cita no podremos hacer nada parecido, ¿o sí?

“Te digo que estás en todo” comentó victoriosa la morena, la verdad era que ella también estaba enterada de la persona de la cual hablaba el chico pero le parecía divertido haber tenido razón en cierto modo sobre lo que pensaba del trabajo del chico. “No recuerdo el nombre” se encogió de hombros tratando de restarle importancia. Rió al escuchar al contrario y negó con la cabeza “No puede ser tan malo” le daba curiosidad lo que tuviera para decir el ojiazul, era de esas pocas veces que en verdad le importaba los intereses y pensamientos de algunas personas. “De ser así sería una lástima, ¿sabes?” depositó sus orbes cafés directamente en los azules del joven frente a ella. “Nos perderíamos de una posible gran cita” se quería mantener positiva con su futura salida con él, no tenía demasiada suerte con ello.

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-Prometo leerlos si consigo acordarme de dichos títulos -dijo alzando un brazo como si estuviera haciendo un juramento en pleno juicio-. ¡Eh! ¿Quién te ha nombrado mi maestra? ¡Yo no tengo maestros -soltó bromeando mientras se cruzaba de brazos. Ya había tenido bastante con los modelos a seguir que consiguió el orfanato, como para buscar otro-. ¡Soy adulto! -aseguró mientras encadenaba la bicicleta a una farola para después sorprenderse cuando Leif le tomó de la mano-. ¿La cita de dos personas adultas empieza ahora? -preguntó realmente divertido y para nada avergonzado. Entraron al lugar iluminado por luces rosas, dándole un toque misterioso, y para desgracia de Archie... la música del lugar no era muy de su agrado. Algunos le echaron ciertas miradas, pero al estar en compañía de la sueca, decidieron callarse-. Anda, ese es el profesor de Historia de un instituto de aquí... Suelo entregarle el correo personalmente. Creía que estaba casado, ¡ja! 

“¿Cita entre dos personas adultas?” alzó una ceja riendo y asintió varias veces. “Vale, vale, uh pues deberías leer el relato de Casa tomada y después El rastro de tu sangre en la nieve, este último de García Márquez.” propuso con una sonrisa, estando segura de que disfrutaría de ambos. “Las apariencias engañan, querido padawan.” se limitó a decir, pues lo cierto es que a pesar de su aspecto desarreglado y el estilo de vida que optó llevar, siempre fue criada con los mejores lujos y todo a su alcance. “Se supone que eres adulto, ¿no?” le dio un suave codazo en el brazo y continuó riendo. “Ya verás como te encontrarás a más de uno.” negó un par de veces con la cabeza y esperó a que Archie dejase su bicicleta para tomarlo de la mano y entrar en el local como si fuese una pareja.

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Arrugó la nariz cuando se le acercó un tipo con un gato entre los brazos, era la típica escena de la presentación del villano ante el héroe, pero Archie no se sentía de esa manera. Simplemente no se fiaba del joven que tenía delante suya: -¿Qué? ¿Te dedicas a regalar gatos por la ciudad o cómo funciona la cosa? -cuestionó abiertamente porque todo aquello era sumamente extraño. Iba a negarse en rotundo hasta que escuchó que el felino acabaría solo si nadie se ocupaba de él. Si bien Archie no conocía a nadie que pudiese encargarse de él... el joven inglés tenía un apartamento pequeño, y el casero nunca le había prohibido la entrada de mascotas. Era como si hubiese abierto su corazón ante los abandonados, tal y como se sintió Archie cuando su abuelo falleció-. Ugh... Está bien. Tengo hueco en mi casa y probablemente no vaya a echarme de menos cuando tenga que ir a trabajar -soltó haciéndose el duro mientras se rascaba la nuca-. De todas maneras, no creo que ese supuesto asesino “en serio” vaya a ir a por un pobre gato. Deberías temer más por tu vida, ¿no crees?

Dentro de esa gruesa armadura invisible que al alemán le fascinaba presumir, existía un ser humano capaz de sentir empatía por otro, así como también sentir cariño y compasión por determinadas personas o, en este caso, un animal. Entre sus brazos yacía un pequeño minino aparentemente malherido y demasiado delgado para el gusto de cualquiera; sin embargo, se aproximó a la primera persona que vio con el único objetivo de buscarle un buen hogar al felino— Hey. —saludó, fijando sus ojos en el gato— Uh, me encontré este gato hace un par de días. No puedo tenerlo en mi casa por… Cuestiones personales. ¿De casualidad no lo quieres? O si conoces a alguien que lo quiera también sirve. —expresó, ahora trasladando su mirada hasta la contraria— Después de los últimos eventos… —que, en realidad, no les tomó demasiada importancia— no quiero dejarlo por ahí solo. —humedeció sus labios, admitiendo implícitamente que su preocupación radicaba más en el animal que en el recién fallecido.

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No quería darle la razón a la chica, más que nada por el amor propio que se tenía. Pero al final... sí, estaba de acuerdo con ella. Era como en un manga que se estaba leyendo, Tegami Bachi, que trataba sobre un cartero en un mundo completamente nevado. Las similitudes entre el protagonista y el propio Archie eran muy importantes, pero bueno... eso nadie lo sabía: -¿Tus padres unos asesinos? No lo creo... Aquí el único que puede ser un asesino es el tipo este del que algunos cuchichean. ¿Cómo lo llamaban? Ugh no me acuerdo -se cruzó de brazos cuando Día se atrevió a lanzarle aquella pregunta-. ¿Quieres saberlo en serio? Luego te vas a horrorizar y no vas a querer volver a saber nada de mí -soltó para probar su “voluntad”.

“Bueno, quizás a más de un par” admitió y soltó una ligera risa después de su comentario “¿Ves? Conoces mejor a las personas después de repartirles cartas y paquetes” confirmó nuevamente su teoría orgullosa. Le entusiasmaba la idea de poder acompañarlo en su labor diaria, aunque no viera el contenido de los paquetes sabía que podía conocer a más de un par bastante peculiar. “Uno nunca sabe” se encogió de hombros y rió posteriormente al escuchar las palabras del contrario. Era ya sabido por Día que sus padres no le dirían nada, quizás hasta la felicitarían por no dar una respuesta negativa al ojiazul. Era bastante extraña la forma en que los Bradford se manejaban, incitaban a Día para que saliera con sus amigos y le daban permisos para casi todo, no les gustaba ver a su hija encerrada todo el tiempo únicamente con la compañía de su tocadiscos. “Igual y mis padres son asesinos y yo no tengo idea, hay que andarnos con cuidado entonces” bromeó y tomó un mechón de su larga cabellera y lo depositó detrás de su oreja. “¿Qué clase de cosas?” enarcó una ceja mirando al contrario con curiosidad.

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-¿Eres mi admirador secreto? -se atrevió a preguntar y cómo no, había vuelto a pasarse de la raya. Toqueteó un poco la moto, algo inquieto al ver al policía leer por encima sus papeles (seguramente buscando algo que estuviera mal)-. Gracias, señor agente. Aprecio sus palabras -dijo entonces bastante educado. No le había hecho gracia que lo hubiera llamado “chico”, pero por otro lado agradecía que dijese tan abiertamente cuánto se esforzaba por tener su vida en la ciudad. Sonrió en cuanto dijo lo último-. Que no te sorprenda porque ese día está al caer, te lo aseguro -Archie tenía un especial brillo en los ojos.

.Julian levantó ambas cejas por la sorpresa. Al chico, desde que se volvió el cartero de la comisaría, siempre lo había encontrado un crío. Sin embargo, tenía que reconocer que se hacía respetar y buscaba ser tratado como un hombre. Algo valorable en un chiquillo de su edad. “No será necesario.” contestó, tomando los papeles para leerlos. “Sé como te llamas.” Afirmó, mientras leía los documentos. Tardó menos de un minuto. “Eres un chico responsable Archie. Me agrada eso.” Comentó, mientras le devolvía los papeles de la Vespa. “No me sorprendería verte con una chica andando en esa cosa uno de estos días” agregó, conteniendo una sonrisa. Sabía que al muchacho no le agradaría su broma, pero no era algo que le importara del todo.

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Se cruzó de brazos realmente planteándose lo que le acababa de proponer la chica: -Si puedes darme alguna recomendación en formato "cita entre dos personas adultas", estaré completamente dispuesto a compartir mis conocimientos contigo -soltó entonces con una simpática sonrisa que pocas veces mostraba (de normal era la sarcástica porque la gente le solía sacar de quicio)-. Si es una universidad importante esa tal Yale, probablemente habrían muchos pijos y... tú no tienes pinta de pija -sopesó mirándola de pies a cabeza. ¡Si incluso le había regalado su sujetador! Aunque ese no era el momento para ponerse a pensar qué iba a hacer con él. Hinchó bastante sus mofletes ante la risa de Leif, si bien Archie padecía de miopía y a veces cuando no iba con las gafas, no sabía distinguir entre conocido y desconocido... en esos momentos no tenía esa excusa-. ¿Y me van a dejar entrar? -comentó entonces arrugando la nariz. Le llamaba bastante la idea de poder ver a chicas en pelotas por ahí danzando, pero no quería ser "acosado" por un guardia de seguridad o algo así. Por suerte, cuando llegaron, no había ninguno-. Como me encuentre a algún ciudadano decente al que le reparto cartas usualmente aquí... Me voy a echar unas buenas risas -comentó riendo levemente dejando que Leif entrase primero por si las moscas.

“Si en algún momento quieres alguna recomendación de literatura no europea, estaré más que encantada de dártela.” aseguró con una sonrisa. “De hecho, creo que te gustaría la hispanoamericana, ¿nunca has leído algún relato de Cortázar o Borges? Son muy interesantes.” comentó mirándole de reojo. “Y yo estaré encantada de que me recomiendes algo de manga para leer.” añadió sobre el tema, asintiendo ante su pregunta. “Suele pasar, sobre todo si el profesor te indica como interpretarlo.” suspiró, apretando los labios al escuchar hablar de su universidad. “Sí, sí, pero digamos que el mundo del derecho y la gente que había ahí no eran lo mío, por eso preferí dejarlo y echarme a caminar.” dijo con sencillez, sin tener ganas de contar la historia completa pues el apellido de su padre contaba con fama mundial, al igual que el caso que estaba investigando la policía. “Hey, ahora lo has pronunciado bien.” rió, dándole un suave golpe en el brazo. “Bueno, quizá estés en lo cierto, no son tantos.” bromeó rodando los ojos y volvió a prestarle atención. “Poco a poco, las cosas buenas de la vida no ocurren de un lado para otro.” al observar el bar que le había indicado, arrugó la nariz y aguantó la risa durante unos instantes. “Archie…es un prostíbulo.” se mordió el labio y tras pensarlo unos segundos, sacudió la cabeza. “Pero bah, venden cerveza igualmente, vamos.”

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-Sí... Por muy buena literatura que tengamos los ingleses, también es importante conocer la del resto de Europa y... del mundo supongo, aunque solamente he dado la de Europa y muy por encima -y tan por encima que Archie apenas se acordaba de los numerosos autores que habría dado en el instituto. Y pensar que se había graduado tan solo unos cuantos meses a atrás-. No estuvo mal, aunque nunca disfruto de un libro que me obligan a leer -respondió sincero mientras cambiaba de calle, viendo que en la que estaban no había ningún bar-. ¿Yale es una universidad importante, no? Lo digo porque lo mencionan en muchas películas y cosas así -y de nuevo, la ignorancia de Archibald salió a la luz (y qué poco le importaba aquello)-. Podría decir lo mismo de ti, Leif -intentó pronunciar bien su nombre-. Que tampoco nos llevamos tantos años -uy, el pique. Notó cierto cambio en la actitud de la muchacha, pero decidió dejarlo pasar-. Pero esto es solamente el comienzo. Apenas he vivido aventuras de verdad... -le restaba importancia a todo lo que había vivido-. Hey, ¿esas luces de ahí...? ¿Es un bar?

“Vaya, no tenía ni idea de que en Inglaterra lo pusiesen como lectura obligatoria.” comentó con cierta sorpresa, pues pensaba que allí se limitarían a leer sus propios clásicos. “¿Y te gustó?” preguntó, alzando una ceja para después echarse a reír ante el calificativo del joven que, en cierto modo, no era la primera vez que lo escuchaba. “Algo así, aunque la verdad nunca estudié nada relacionado con ello, comencé derecho en Yale pero terminé por dejarla y eso.” encogió los hombros, sabiendo que el resto ya era drama que no valía la pena contar. “Vaya, a pesar de tu juventud se ve que eres muy maduro.” un pequeño nudo en su garganta se formó ante aquello, pues la gente así solía ser la que había sufrido más y al conocer su historia, se quedó ciertamente compungida, pues ahora todo tenía sentido. “Uh, entonces seguro que tú también tienes cientos de cosas que contarme, al fin y al cabo, como has dicho, emprendiste tu propia aventura.”

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