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Como ser humano soy una especie de antología de contradicciones, de gaffes, de errores, pero tengo sentido ético. Esto no quiere decir que yo obre mejor que otros, sino simplemente que trato de obrar bien y no espero castigo ni recompensa. Que soy, digamos, insignificante, es decir, indigno de dos cosas; el cielo y el infierno me quedan muy grandes. Facebook Twitter Instagram Foursquare
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Estar enamorado
Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo a la vida. Es dar al fin con las palabras que para hacer frente a la muerte se precisa. Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva. Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba. Es respirar el ancho viento que por encima de la carne respira. Es contemplar, desde la cumbre de la persona, la razón de las heridas. Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira. Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida. Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía. Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida. Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma. Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama. Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia. Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas. Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas. Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada. Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta. Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama. Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia. Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa. Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días. Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída. Es recordar a Garcilazo cuando se siente la canción de una herrería. Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas. Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina. Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas. Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia. Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría. Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna. Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita. Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura. Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas. Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas. Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras. Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia. Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura. Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna. Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura. Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca. Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.
Francisco Luis Bernárdez
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Considerando en frío, imparcialmente
Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre es triste, tose y, sin embargo, se complace en su pecho colorado; que lo único que hace es componerse de días; que es lóbrego mamífero y se peina... Considerando que el hombre procede suavemente del trabajo y repercute jefe, suena subordinado; que el diagrama del tiempo es constante diorama en sus medallas y, a medio abrir, sus ojos estudiaron, desde lejanos tiempos, su fórmula famélica de masa... Comprendiendo sin esfuerzo que el hombre se queda, a veces, pensando, como queriendo llorar, y, sujeto a tenderse como objeto, se hace buen carpintero, suda, mata y luego canta, almuerza, se abotona... Considerando también que el hombre es en verdad un animal y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza... Examinando, en fin, sus encontradas piezas, su retrete, su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo... Comprendiendo que él sabe que le quiero, que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente... Considerando sus documentos generales y mirando con lentes aquel certificado que prueba que nació muy pequeñito... le hago una seña, viene, y le doy un abrazo, emocionado. ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...
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Dicen que lo mejor de la música es que uno puede adaptar sus impresiones musicales a cualquier sensación. Una persona alegre encontrará en las notas alegría; una triste, tristeza.
F. Dostoievski - La mujer ajena y el marido debajo de la cama. (via hoja-latas)
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Sábado 21 de noviembre (1964) de 'Diarios' - Alejandra Pizarnik.-
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“El despertar” (A León Ostrov), Alejandra Pizarnik
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Qué triste son las personas egoístas del corazón. Buscan un abrigo, pero no están dispuestas a abrigar.
Ericarmen RH (via nemracire)
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Escribir, obviamente, es lo mismo que leer, y en ciertos momentos se parece bastante a viajar, e incluso, en ocasiones privilegiadas, también se parece al acto de follar, y todo ello, dice Rimbaud, es un espejismo, sólo existe el desierto y de vez en cuando las luces lejanas de los oasis que nos envilecen.
Roberto Bolaño - Literatura + enfermedad = enfermedad. (via hoja-latas)
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Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto. De allí que ese afuera contemplado desde el adentro melancólico resulte absurdo e irreal y constituya “la farsa que todos tenemos que representar
Alejandra Pizarnik. (via cantardelcid)
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Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un “saber volver”. No lo querré acaso.
“En extrañas cosas moro”, Alejandra Pizarnik (via porro-s)
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