25 de Noviembre de 2015
...Bety me preguntó qué era «eso» que estaba en mi cuaderno, «un dibujo» le respondí, radiante según Marina. «Sí, ya sé, pero qué representa?». Buena pregunta. No tengo la más mínima idea.
***
Verte dibujar. Tomás el lápiz negro, lo sujetás con firmeza y a su vez con liviandad.
Bases establecidas. Imagen. Formas hechas, remarcadas. Pulso perfecto.
Detalles, minuciosos, concentración, gusto.
Tomaste nuevamente el lápiz. Observación. Borrás, escribís, volvés a borrar, dejás el lápiz.
Remarcás con profundidad, más detalles. Queda hermoso.
Lo dejás, lo observas, proseguís, volves a agarrar el lápiz, lo observás, dejas el lápiz. Conste que no anoto todo tal cual.
Puteas: “No! ¿Qué carajo estoy haciendo?”
Después: “Ahí está”
Luego suspirás y observás.
Se nota a kilómetros que te gusta (estás siento el principal motivo de mi inspiración).
Te colocás sobre el dibujo. Dejás la pseudo-microfibra, para agarrar otra más gruesa. Más detalles. Cuidadosa al máximo.
Textual: “Ay, pero qué pulso de mierda”.
-Chau recreo, hola inglés.
Te detienes. Prosigues.
Líneas y más líneas. Tenés una visión, una perspectiva de la puta madre. Cómo te amo.
Remarcás el agujero de la paleta. Lo detallás, ¿lo vas a pintar?
Decís: “Mmm…”
Hacés sombras a mi humilde entender.
Sí, son sombras.
Lo mirás, lo recorrés un poco con la yema de tus dedos. Te fijás que no manche.
Lo mirás, tu mirada me puede.
No voy a escribir lo que dijiste, “ay pero qué ...!”
Borrás.
“Estoy renegando sola.”
-Papelito volador: “No reniegues, corazón”
Decís “no me gusta” tres veces. Suspiro de por medio.
No sé. A mí me encanta.
Lo mirás, mirada punzante. Los detalles del pincel son asombrosos.
Volvés a mirarlo con detenimiento. Lo mirás de costado, lo mirás nuevamente. Buscás algo, estás pensante, ¿qué será?
El interior de la paleta no te está gustando.
Ya lo decidiste, lo marcaste.
Me gusta verte hacer tu arte, me fascina, es una expresión de tu ser, una extensión.
Es hermoso, te pones la cara en las manos, observás con detenimiento. Agarrás el lápiz. Manchas de pintura. Siete manchas, primer color: violeta.
Adoro los detalles. Te acordaste de ayer y de la dulzura de Pancha.
“¡Ay!, tengo una p*ta idea”
…
HERMOSO! ME ENCANTÓ!
Es hermoso, muy hermoso, encantador. Luna, estrellas. Pintura magnífica.
Te quedás pensando, agarrás la lapicera blanca con la que firmaste de la manera más hermosa atrás de tu cuaderno.
HERMOSO.
Lo mirás.
En las manchas de pintura, veo tus ojos.
[...]
Me pediste uno de los atardeceres que más atesoro.
Te veo pronunciar y susurrar la letra de Green Eyes.
Casi se te cae un lápiz. Tu reflejo lo salvó de la caída.
Pintás, concentrada en ello, con gusto, con dedicación.
Lapicera blanca nuevamente, detalles hermosos.
Qué lindo verte dibujar, y verte pintar.
Es un espectáculo sin par.
Elegiste para una mancha de pintura, celeste, el que más te gusta y verde.
¿Somos nosotros dos?
Me miras, te miro, me encantas. Te encanto (?)
Te detuviste, observaste y me miraste, proseguiste.
¿Y el sol?
Pensás, mirás los demás, estás usando el negro.
¿Noche? ¿El sol es tu luna?
Sigo observándote y cada vez que deslizás tu mano por el papel, creás una belleza inmensa.
-¿Qué le falta?
[Otra persona] y yo atónitos con tu obra de arte: -¡NADA!
Seguís, seguís, seguís haciendo el arte más hermoso del mundo.
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La mayoría de las personas esperan que la vida vaya descubriéndoles por sí misma sus secretos; pero a los menos, a los elegidos, los misterios de la vida les son revelados antes de que el velo sea descorrido. A veces, por efecto del arte, y principalmente del arte de la literatura, que está en relación más inmediata con las pasiones y el entendimiento. Pero, de vez en cuando, alguna personalidad compleja hacía las veces y asumía el oficio del arte siendo realmente, a su modo, una verdadera obra de arte, porque la vida tenía también sus obras maestras, lo mismo que la poesía, la escultura o la pintura.
Oscar Wilde en El Retrato de Dorian Grey.
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Es un suplicio característico de los aspirantes a escritor. El tema es bueno, las frases también, los personajes son tan reales que prácticamente requieren partidas de nacimiento. Ya tienes el esquema de un argumento magnífico, sencillo y apasionante. Has investigado a fondo y tienes los hechos históricos, sociales, climáticos y culinarios necesarios para darle a tu historia un aire auténtico. Los diálogos son ágiles y crujen de tensión. Las descripciones están repletas de color, contraste y detalles reveladores. En realidad, a tu novela no le queda más remedio que triunfar. Sin embargo, todos estos factores quedan reducidos a la nada. Por muy prometedora y brillante que parezca, llega el momento en que te das cuenta de que ese susurro interior que te ha estado molestando desde el principio te está diciendo la verdad pura y dura: no funcionará. Le falta un elemento, esa chispa que hace cobrar vida a toda buena historia. Los hechos históricos y culinarios son lo de menos. Tu historia está emocionalmente muerta, ahí está el quid. Semejante revelación puede destrozarte el alma, os lo aseguro, y te deja con un ansia muy dolorosa.
Yann Martel en La vida de Pi
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