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by Lautaro Garcia Esta imagen data de Abril de 2012, fue durante un periplo por la costa del litoral uruguayo, en los departamentos de Colonia, Rio Negro y Soriano, esta imagen fue tomada precisamente en Dolores, Dpto. de Soriano, Uruguay, durante una madrugada tormentosa de regreso a Buenos Aires, debido a esa tormenta y por cuestiones de seguridad decidimos entre los tres que viajábamos hacer una parada en ese pueblo (Dolores), yo no tenía sueño, ya no podía estar encerrado y me fui, ellos se quedaron durmiendo en el auto, era bastante tarde, ya no había gente en la calle y estaba en el aire esa cosa inexplicable que siempre busco cuando saco fotos de madrugada. En este momento aún sacaba fotos con trípode, iba caminando por el medio de la calle como de costumbre para ver que puedo encontrar de interesante en ambos márgenes de la calle, y me topé con este chalecito Art-Decó hermoso, con un ornamento bastante afortunado para la ocasión, arriba de la entrada, que era una antena de radiocomunicaciones que se encontraba en la manzana siguiente, planté el trípode en el medio de la calle y quedo esto, todo lo que vi en el momento quedó por suerte bastante bien representado en la imagen. / This image dates from April 2012, it was during a tour in the Uruguayan coast, in the departments of Colonia, Rio Negro and Soriano, this image was taken precisely in Dolores, Departament of Soriano, Uruguay, during a stormy early morning in return to Buenos Aires, due to that storm and for security reasons we decided between the three that were traveling to make a stop in that town (Dolores), I was not sleepy, I could not be locked in anymore and I left, they stayed sleeping in the car, it was quite late, there were no people in the street already and in the air there was that inexplicable thing that I always look for when I take pictures at dawn. At that time I still took pictures with tripod, I was walking through the middle of the street as usual to see what I could find interesting on both sides of the street, and I came across this beautiful Art-Deco chalet, with a pretty lucky ornament for the occasion, above the entrance, which was a radiocommunication antenna located in the next block, I planted the tripod in the middle of the street and this is what was left, everything I saw at that moment was luckily well represented in the image.

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Hercules by Ansilta Grizas 

27 de febrero de 2012. Basea Aerea Argentina, Río Gallegos, Santa Cruz. 7.40 AM. Hace doce días que estamos conviviendo con militares de diferentes fuerzas y científicos en una base aerea en Río Gallegos. Llegamos un jueves a la mañana con el plan de salir en dos días, que se convirtieron en doce. Las inclemencias del clima, un motor roto del Hércules y las -ahí me entero- burocracias y falencias de un sistema como son las Fuerzas Armadas. Tanto poder y estructura y al final tienen los mismos problemas que cualquier empresa en este país.

El viento patagónico me dejó una otítis infecciosa y un día antes del vuelo el médico me dijo que sí podía volar, un viaje esperado desde hace tanto tiempo no podía frustarse estando en la puerta de salida a la Antártida desde Argentina.

Nunca había pensado que sería posible llegar a la Antártida, siempre me había parecido cosa de otro planeta, pero ahí estabamos esperando embarcarnos hacia lo más desconocido y extraordinario -en el sentido más literal- que me pasó en la vida. Salíamos de Gallegos en un avión militar Hércules, hacia la Base chilena Frei, en Antártida, el punto en que nos subiríamos a un barco que luego de navegar por varios días nos dejaría a cada uno en sus bases argentinas en elcontinente más helado del mundo.

El ruido de los motores era ensordecedor, peor sería una vez que estemos adentro de la cabina, volando. Había mucha gente haciendo cosas importantes, yo no paraba de disparar fotos. Un grupo de la Armada se formó frente al avión, todos con sus camperas amarillas brillantes, y se sacaron una foto. Todos les sacamos fotos, yo que hasta ese momento no era más que una intrusa ahí, después compartiría 40 días con estos tipos que llegaron, muchos de ellos, a ser

amigos y ahí dejaron de ser “militares de distintas fuerzas”, ahora tienen nombre y apellido y familias a las que no ven por un montón de tiempo por irse a hacer patria al culo del mundo. No sé porqué le saqué una foto al chico que está parado en el ala del avión. Todo me parecía, en ese momento, de cuento de ficción y aventura y un poco lo fue, ese viaje, la Antártida, el paisaje, los ruidos. El tiempo corría como una historia fantástica.

/ February 27th, 2012. Argentine Air Base, Río Gallegos, Santa Cruz. 7:40 AM. It’s been twelve days since we are living with military of different forces and scientists in an air base in Río Gallegos. We arrived on a Thursday morning with the plan of leaving in two days, which became twelve. The inclement weather, a broken Hercules’s motor and the -there I find out- bureaucracies and shortcomings of a system such as the Armed Forces. So much power and structure and in the end they have the same problems that any company in this country. The Patagonian wind left me with an infectious otitis and one day before the flight the doctor told me that I could fly, an expected journey for so long couldn’t be thwarted being at the exit door to Antarctica from Argentina.

I had never thought that it would be possible to reach Antarctica, it had always seemed like something from another planet to me, but there we were waiting to embark towards the most unknown and extraordinary thing –in the most literal sense- that ever happened to me in my life. We went out from Gallegos on a Hercules military airplane, towards the Chilean base Frei, in Antarctica, the spot where we will board a ship that after sailing for several days would leave each one of us at its argentine bases at the most frozen continent in the world.

The noise of the engines was deafening, it was going to be worse once we were inside the cabin, flying. There were a lot of people doing important stuff, I kept shooting photos. A group of the Navy lined in front of the plane, all of them with their bright yellow jackets, and they took a picture. We all took them pictures, me who up until that moment was nothing but an intruder there, later I would share 40 days with these guys who, many of them, came to be friends and there they stopped being “military of different forces”, now they have a name and surname and families that they haven’t seen in a very long time because of leaving to be patriotic in the otherside of the world. I don’t know why I took a picture of the boy standing on the wing of the plane. It all seemed to me, at that moment, a tale of fiction and adventure and it kind of was, that trip, the Antarctica, the landscape, the noises. The time was running like a fantastic story.