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A veces me gustaría tener un hombro en el cual llorar sin vergüenza, porque cuando me siento triste, a la vez me siento tan sola y desprotegida.

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Si hubiese nacido en otra época probablemente estaría muerta. A mis 9 años me habría muerto de peritonitis, pero nadie sabría la causa y solamente habría pasado como un dolor de estómago mal cuidado.

O quizá seguiría viva, pero me habrían obligado a casarme con un hombre que me dobla la edad por ser joven, fértil y medianamente atractiva. Si tengo suerte ese hombre sería bondadoso y medianamente trataría decente, criaría a mis hijos y viviría como ama de casa.

Si voy aún más atrás, quizá me ahorcarían por interesarme la herbolaria, por ser en extremo curiosa o porque un hombre no pudo poseerme ni hacerme “su mujer”.

Si retrocedo más, el destino no sería más favorable, en alguna treta entre pueblos sería una esclava y habría sido abusada por mis captores hasta que se hastiaran.

Mientras más lo pienso, más creo que debía nacer en esta época. Si me hubiesen dejado elegir, sería granjera, alejada de todos y todo, cuidaría a mis animales y viviría una vejez corta, porque le tengo miedo a no poder usar ni mis manos ni pies, le tengo miedo a que mi mente comience a fallar también. Me hubiese encantado traer una niña al mundo, y tejerle sus chombitas de lana, cocinar queques y ver películas juntas mientras la estufa está encendida.

Si me hubiesen dejado elegir, pasaría mi vida junto a mi compañero de vida, quien habría estado en todos mis procesos, acompañándome, amándome, aconsejándome, cuidándome. Me vería como un alma libre y entre tanta libertad volvería a él como una golondrina vuelve a su nido, deseosa de volver a mi hogar. Apoyada de su brazo vería como nuestras manos agrietadas y tronadoras ya no tienen la misma vitalidad que hace algunos años atrás, sin embargo, mantienen la misma calidez que la vez que nos conocimos.

Eso haría, si me hubiesen dejado elegir.

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Quiero un abrazo fuerte que me dé calor, me haga sentir en casa. Un abrazo que me haga sentir querida, notada, apreciada, necesitada. Un abrazo que me sostenga en la vida y que me demuestre que aún hay amor en este mundo tan vacío.

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Se me eriza la piel por el frío, por las caricias, por la rabia, por sentir. Y si siento estoy viva, aunque me sienta muerta.

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Si me lo preguntas, te diré que no. Pero por favor, insísteme, porque harás que mi corazón salte y te gritaré que sí, que aún te amo, que tengo miedo y que necesito escapar de todas las heridas que llevo marcadas en la piel, por ti, por nosotros.

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Elephants at Sunset, Kenya by Jim Zuckerman

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A place like this HAS to be full of faries. 🌱

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– Tiempo de naranjas!

– Sí, el invierno tiene las mejores cosas-. Tombo procede a dar el primer mordisco-. Qué ácida!

– Sí, verdad? Perfectas para comerlas con sal.

– Qué? Con sal? Jamás había oído de eso.

– jajaj entonces no has vivido, ven, prueba.

A los días mi celular suena y en él una notificación que decía “Tombo💞 te ha enviado un mensaje” al abrir el mensaje sólo hay una imagen sin contexto:

Naranjas con sal, junto con un “gracias por mostrarme esta combinación, Dani💚”

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Me rodeo de cuerpos que no llenan mi alma, nadie lo podrá hacer. La respuesta siempre estuvo dentro de mi, pero aún no puedo leerla con claridad.

Siento como si encontrara un papel escrito con tinta y yo misma por derramara el vaso de agua encima de él, luego de eso (consciente de que nada es legible) me obligara a leerlo.

A veces pensamientos me invaden la mente. Lo veo acostado en mi cama después de dos años, diciéndome “Hace frío Dani! Ven a acostarte conmigo”, en un pestañeo su imagen desaparece y me encuentro sola en mi habitación. Mis recuerdos me duelen, me atormentan, me lastiman.

¿Canción te remueve el alma? Yo tengo una lista con ellas, la escucho en los días grises, para ponerme aún más triste y luego poder resurgir. A veces me cuesta salir de ese hoyo que me consume lentamente y me cala en lo profundo de mi ser. Tengo muy claro que esa ruptura en mi interior se abre y chorrea sangre por todo mi presente, ahí es cuando no me queda más remedio que volver a limpiar, así hasta que cicatrice.

Amar es muy complicado. Te ciega, te hace hacer locuras por amor, puede sacar tu mejor versión o convertirte en un monstruo, si me lo preguntas yo fui ambas en su momento. Dios sabe que lo fui, lo que fui.

Me siento en un estado emocional frío, mi corazón se encuentra entumecido, no hay alma ni cuerpo que lo vuelva a hacer saltar de alegría. No me apuro, no le apresuro porque esas cosas simplemente llegan.

Por ahora la tranquilidad de mi habitación, de los paseos con mi cachorra, los momentos donde solamente disfruto la vida sola y en paz, son lo único que necesito.

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No puedo creer que el tiempo pase tan rápido, aunque “eso es relativo” como me podría decir alguien.

Y claro que lo es, mi memoria es muy frágil, por eso no tiendo a recordar lo lento que se me pasó el tiempo en estas mismas fechas el año pasado. Cuando lo amaba aún a él.

No he vuelto a amar como lo amé a él, y de vez en cuando, su recuerdo ataca mi mente y lo envuelve en lo que fue una relación huracanada, con más bajos que altos, que nos destruyó el alma y a la vez sentíamos que nos curaba en lo profundo del corazón.

Por ahora vago por el mundo en soledad, buscando cierta estabilidad en un mundo voluble. Corro sin dirección intentando sobrevivir a esta vida que pasa veloz y no se detiene a darme un respiro por más cansada que me encuentre. A veces quiero parar el tiempo, porque estoy triste, agotada, deshecha. Sin embargo, el universo está ahí, siempre ahí, para decirme con pequeños actos que no me esperará: el Sol vuelve a salir, los pájaros cantan aún más fuerte, el viento golpea mi ventana, mis vecinos ponen la música a todo volumen y me dan a entender que la noche ya acabó.

Lo que más disfruto de la vida es cuando hago “nada”: que es estar acostada en el pasto mirando el cielo, escuchando música instrumental, sin palabras, sin voces, sólo notas. Mi parte menos preferida de la vida es cuando debo seguir con ella, cuando me paro del pasto y veo a las personas con las que debo lidiar para parecer normal, para poder generar dinero para mis necesidades básicas, para “vivir”.

Por eso me gusta el campo, la soledad y los animales. Los animales sólo son, poco les importa si a ti te gusta sus acciones, simplemente hacen lo que les nace y los amamos por lo que son. Con ellos puedo simplemente ser, no hablar y no me dirán “¡qué tímida!” Sólo aceptarán que no quiero hablar y el silencio será cómodo.

El cemento me agobia y el verano me da calor. Mi abuela siempre me ha dicho que cuando me sienta mal abrace un árbol, la primera vez que lo hice conscientemente fue a los 17: estaba de vacaciones con mi mamá en el sur, me sentía ansiosa y a punto de tener una crisis, vi un árbol grande, lo abracé y lloré en su tronco. Sentí alivio, como si un abuelo cariñoso rodeara mi cuerpo y me brindara paz.

La gente suele preguntarme si me siento mal por no tener muchas amistades o no hablar con casi nadie, la verdad, es que a veces sí me afecta. Pero luego lo intento, intento hablar con más gente, intento rodearme de personas y me canso mucho, termino agotada y mal genio.

Creo que cuando he sido más feliz, es cuando yo misma me he aceptado.

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Nacer de un mal hombre es complicado.

Yo crecí viendo como él llegaba y se iba de mi vida cada que le placía, promesas no cumplidas, muchas disculpas sin cambios, muchas palabras sin peso. Mucho de todo, menos de amor y estabilidad.

Ese hombre nunca me dijo “te quiero, hija” pero me decían que me quería por el simple hecho de ser “sangre de su sangre”. Perdoné, abría mi corazón en ese entonces inocente y volvía a creerle porque “después de todo, siempre será tu papá”. Crecí.

Crecí viendo como mi madre lloraba por él, como jugaba con sus sentimientos y cuando era una adulta, mi madre se disculpó por no darme la familia que merecía. Pero ella no es la culpable, él fue el que eligió ser un mal hombre.

Pero yo, aún así, tengo miedo de creer y terminar igual: enamorada de un idiota. Ya no creo en nadie, soy esquiva, saboteadora de mis propias relaciones y felicidad, me pongo una coraza ante el amor porque el amor te nubla el juicio, no te permite ver el panorama completo.

¿Llegaré a formar una familia? Y si es así ¿algún día podré confiar en esa persona? En cada pareja, veo una característica de mi peor fantasma: mi padre.

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Hace un año atrás, en este mismo mes, estaba llorando, hace dos años atrás estaba enamorada, hace tres años estaba buscando estabilidad.

El tiempo pasa tan rápido, pero lo que más me impresiona es lo pasajera que se ha vuelto la gente últimamente. En mi corazón siempre me ha costado soltar, amistades, viejos amores, familia, pero me he visto estos años obligada a practicar el desapego con gente que yo creía amar.

“Creía” amar, ¿las amaba realmente? O eran un capricho fugaz de sentir amor. ¿Me amaban realmente? O éramos solo almas buscando cariños vacíos en otros seres hasta encontrar a alguien que realmente nos llenara, nunca lo sabré.

Me he vuelto pasajera, fugaz, inestable. Un alma rota, que intenta todos los días volver a unirse y deshacerse, como si de un rompecabezas se tratase.

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Nature

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Lo sentí como un despertar. Sentada en mi habitación, figuraba platicando con él por chat cuando como si de un puzzle se tratase me di cuenta de la calidad de persona que era.

Bastaba con recordar otros momentos en los cuales dentro de conversaciones casuales él tiraba bromas de dudosa moral, y como bien dice el dicho: entre broma y broma la verdad se asoma.

No puedo fingir que no estoy sorprendida con lo que leo, porque la imagen que quizás yo misma me había formado en mi mente sobre esta persona se había terminado de derrumbar.

Me sentí vacía, triste, cansada, como si me hubiesen drenado la energía y pura desconfianza de hubiese sembrado en mi ser.

“Tienes que estar alerta” me repetía en mi mente como si un disco rallado estuviese reproduciéndose sin cesar en mi cabeza. “Me cansa estar siempre en estado de alerta” me respondía.

Lo mejor es alejarse, pero Dios ¿cuándo tendré la fuerza para irme a tiempo?