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De la seguridad en uno mismo, el pasado y del futuro, de lo imaginario a lo real

Comienza un nuevo año, con un efecto casi hipnótico sumado a la presión social en donde todo debe de ser bueno comenzamos a plantearnos nuevos escenarios en nuestras vidas para este nuevo ciclo.

La vida es siempre más sencilla en el pasado o en el futuro, lo que ya pasó no podemos cambiarlo pero sí podemos elegir recordar lo mejor o lo peor, según nuestra conveniencia, lo mismo con el futuro, tiene un efecto muy reconfortante imaginarnos a nosotros mismos rodeados de cosas, personas y experiencias que pensamos que nos harán felices, siempre vamos persiguiendo algo que aún no existe y no sabremos si será así, pues no todo depende de nosotros.

Para bien y para mal el mundo y la existencia no es estática, depende de cómo queramos verlo, si pensamos sólo en lo malo que nos pueda suceder entonces viviremos angustiados, podemos llevarnos una gran decepción si algo no nos sale como lo planteamos en el pasado. No tomamos en cuenta que cuando decidimos planear nuestro futuro, que ahora es nuestro presente, éramos personas distintas a las que somos ahora, teníamos necesidades distintas, miedos, ilusiones y es posible que estuviéramos planeando bajo la presión de nuestro entorno y que este no fuera el más favorable. No es como planear un viaje en donde vas a un punto A, luego al punto B, luego al C y así sucesivamente, en donde sabemos que nuestro vuelo sale a una hora y regresamos a otra ya establecida, y a menos que ocurra algo externo que cambie nuestros planes, todo gira en torno a un itinerario.

Nuestra vida es un viaje distinto, no hay rutas establecidas, no hay horarios para saber cuándo partiremos, cuándo van a cambiar los planes, cuándo regresaremos. Esto puede causar ansiedad, más aún si somos inflexibles y si somos personas que quieren controlarlo todo. Debemos recordar que no podemos cambiarlo todo, es algo que se dice mucho pero se atiende poco, y si esperamos que todo salga como nosotros queremos entonces estamos olvidando que somos sólo una parte de toda la existencia, que nosotros somos efímeros, que cuando nosotros nacimos y llegamos a este mundo, este mundo era no muy distinto al de ahora, incluso cuando nuestra civilización hace muchas generaciones estableció las reglas del juego, el mundo ya era, con su propio ritmo, su propio tiempo y sus propios ciclos. 

La cultura pop actual nos enseña que nosotros podemos ser lo que queramos, que podemos lograr lo que nos propongamos si trabajamos duro y si hacemos sacrificios para lograrlo. Se nos dice que el mundo es nuestro, se nos dice a cada uno de nosotros lo mismo y entonces vivimos en un mundo en donde todos lo podemos todo, en donde todos somos dueños de todo, en donde podemos controlarlo todo. No se nos enseña a ser parte de algo, se nos enseña que somos únicos y eso es cierto, pero somos únicos en el sentido de que somos una pieza minúscula dentro de la maquinaria de la existencia, ni más ni menos importante que otras.

Vivimos inevitablemente comparándonos con los demás. Las redes sociales son una olla de competitividad, tanto a nivel “personal” como a nivel empresarial, tanto los humanos como las empresas queremos ser más, deseamos recibir mayor atención y somos capaces de lo que sea para lograrlo. Vivir en una constante comparativa resulta tedioso, hacer las cosas solo para recibir atención y “likes” es absurdo, pues nos encontramos que muchas veces aunque de manera inconsciente posteamos para recibir la aceptación de los demás, entonces no estamos viviendo nuestras propias vidas, estamos viviendo para los demás y los demás para los demás y así sucesivamente, al final terminamos viviendo para nadie.

No estoy diciendo que debamos dejar de usar las redes sociales, pues son herramientas muy poderosas, pero al final, herramientas. Debemos de estar preparados como humanidad para verlas como lo que no son: no son personas, no sienten, no disciernen, no tienen un alma.

¿Quién no ha planeado hacer algo solo para postearlo en redes sociales? Tal vez un viaje o una actividad que sabremos que disfrutaremos, pero a veces parece que nada de eso vale si no está en nuestros perfiles, si no recibe likes de extraños y conocidos. No estoy diciendo que sea malo planear en torno a cierto objetivo, trabajar para ello y disfrutarlo, lo malo es pensar que necesitamos la aceptación de los demás para disfrutarlo y que necesita salir exactamente como lo planteamos en nuestras mentes.

Así como en cualquier viaje ocurren imprevistos, contratiempos y dificultades, no debemos dejar de ver que también ocurren cosas inesperadas que son increíbles y que nos cambian la vida. Si nos ponemos a pensar y nos preguntamos ¿Cuántas experiencias, personas y cosas han llegado a nuestras vidas sin esperarlas que nos han cambiado la vida de manera positiva? No estoy hablando sólo de experiencias buenas, también estoy hablando de esos momentos difíciles en donde tal vez no entendíamos lo que ocurría a nuestro alrededor, y cuando esos momentos pasaron entonces nos encontramos más nutridos, más fuertes, más comprensivos y más abiertos ante el mundo y sus circunstancias.

Esto debería de ser suficiente para aprender a confiar en el mundo y en la existencia. Es difícil, lo digo a título personal, cuando uno está acostumbrado a querer controlarlo todo y a no dejar que la vida fluya, sufrimos al ver que nada está ocurriendo como lo planeamos, sin darnos cuenta de que también dentro de esos sucesos no planeados hay momentos increíbles que tampoco planeamos. Se nos dice que “vivamos el momento” pero no se nos enseña cómo, ahí la tarea de descubrirnos a nosotros mismos y eso implica también descubrir lo que nos rodea, pues no estamos separado del todo, descubrir en el sentido de dejar que pase lo que tenga que pasar y observarlo, aprender, reflexionar pero sobre todo ser agradecidos ante lo bueno y ante la adversidad. 

A veces nuestra mente sólo se enfoca en planear a futuro como si la vida se tratara de una ida al súper mercado, como si la vida se tratara de sólo cumplir ciertos objetivos y que estos deben de ser exactamente como los planeamos. A pesar de que nuestra mente es maravillosa, no es capaz a veces de imaginarse cómo será la realidad, para bien o para mal, no es capaz de entender lo misterioso de la existencia.

Por: Eduardo Valencia