Tumgik
cc5generic-blog · 8 years
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Título pendiente
Cuando de niño le preguntaron ¿qué quieres ser de grande? Él respondió: Torero. El espanto que ocasionó en el salón de clases fue tal, que la profesora mandó a llamar a los padres del infante en cuestión. Éstos dijeron que en su casa no se veía ni se asistían a corridas de toros, que probablemente fuera el abuelo quien le habría hablado de tal profesión, pero que corregirían al niño, el incidente no volverá a suceder, dijeron. Pasaron los años y el niño se volvió uno de los toreros, por no decir el más, celebres de España. Cualquier plaza era pequeña para el talento que desbordaba y era tan usual verlo salir en hombros como lo es salir el sol cada mañana. Pasaron unos años, aunque se encontraba en los últimos años de carrera, el retiro cada vez estaba más cerca, todavía sus faenas eran un deleite a la vista. Sin embargo, las plazas cada vez estaba más solas ¿por qué? Uno pudiera suponer que se debía al hecho de que había nuevas figuras en la tauromaquia, empero la realidad era que la gente se sentía cada vez más culpable de observar tal fiesta. 
La crueldad a la que se le sometían a los toros. El arte es cultura, no tortura. El arte no derrama sangre. Y otras expresiones de personas y grupos pro-animales y pro-vida hicieron que las personas dejaran de asistir. El torero quiso enfrentar a sus detractores. Sin embargo, haciendo gala de sus pocos años de estudio, su argumento fue: ¡Qué me vienen a joder ustedes a mí si comen carne!. A lo que al unisono respondieron: ¡Claro que no! ¡Somos veganos y solo consumimos lo que nos da directamente la tierra!. Él quedó perplejo. Sabía que era tiempo de colgar la espada y la capota, era tiempo de una vida más sana. Se dedicó a criar a sus caballos; a su ganado: a sus hijos. La vida en el campo era otra, aunque con nostalgia imaginaba esas plazas a reventar.
Un día, para su cumpleaños número 43, su familia le organizó una cena. La entrada fue un crema de brócoli, como detalle especial al chef se le ocurrió colocar, en el centro y flotando, un brócoli hervido, que al ser injerido por el ahora ex-torero, quedó atorado en su garganta y tras unos segundos murió.
Ironía: Situación o hecho que resulta ser totalmente contrario a lo que se esperaba o que marca un fuerte contraste con ello. Quién pensaría que un torero, “arrepentido” de su vida, encontraría la muerte en un brócoli hervido y no de una cornada en una de sus tantas presentaciones. Pero la vida es así. Llena de ironías por doquier. Y si bien uno trata de ser congruente entre sus pensamientos (moral, ética, creencias, gustos, etcétera) y sus acciones. Muchas veces estos se van a contradecir, ya sea de manera consiente o inconsciente o por el cruel y caprichoso dedo del “destino”.
Entre charlas con mi abuela ha salido, no pocas veces, el tema de la genealogía de mi familia, que no suele ser muy larga ya que mi bisabuela solo se limitó a decir que su familia se había asentado en Tabasco y que se fugó con mi bisabuelo durante la revolución, siendo él “capitán” de un pequeño grupo de hombres. Mi abuela dice que su papá era zapoteco, que la madre y padre de éste, según palabras de mi bisabuelo, eran indígenas (en toda la extensión de la palabra) y que no hablaban español. Todo este recorrido en los ayeres de mi familia me ha dejado claro que parte del linaje de los García viene de una parte zapoteca. Pero realmente eso nunca se ha significado nada realmente. Me es un tanto indiferente, a sabiendas de que la gran parte de los mexicanos tenemos un pasado indígena, pero que se prefieren enaltecer la sangre europea por encima de la propia. Pero a lo que voy es que, de tiempo para acá, quizás desde más pero con la llegada del Internet y yo a este meta-universo, me he dado cuenta que varios grupos de personas toman partido del lado de los indígenas. Un amor a la tierra. Un sentido de vida más natural (lo que sea que eso signifique) y el ser uno con la tierra. -Ignoremos el hecho de que nunca han entablado una conversación directa con un indígena, que creen que cargar a un niño en un reboso es parte de nuestra cultura (siendo que es símbolo de pobreza al no poder adquirir una carriola), que su experiencia más natural es fumar cualquier tipo de hierba o planta en un bosque o playa para luego regresar a la ciudad.-
Y bajo esa premisa me he encontrado en no pocas conversaciones de bares situaciones en las que se ataca a la industria y se defiende al indígena.
¿Dónde encontramos la ironía en esto? Que la mayoría, un 85% me atrevo a decir, son con personas que consumen marihuana.
Y ustedes dirán: Pero Ernesto, nuestros antepasados hacían uso de la marihuana, hongos y otras tantas plantas alucinógenas. Inclusive los Beatles fueron a un encuentro con Maria Sabina. ¿Cómo puedes decir que el defender a los indígenas y fumar marihuana es una ironía? ¿Acaso estás en contra de su utilización?
Y yo les responderé: Tienen razón en lo que nuestros antepasados hacían uso de tales sustancias. Lo de los Beatles no me consta y no he tenido tiempo de averiguarlo, además de que me tiene sin cuidado. Y no estoy en contra de su utilización y de su legalización. No soy usuario de ella, pero los datos han demostrado que tiene muchos usos y beneficios al ser humano, más que muchas medicinas legales, o que causan menos daños que otros productos legales. Sin embargo al ser ilegal en México: la marihuana está manchada de sangre indígena.
Entre los meses de abril y noviembre se da el clima idóneo para la producción de marihuana y amapola. Y sí bien es cierto que los diversos carteles tienen a su gente que hace trabajo de campo, éstos no se dan abastado. Recurren, ya de manera normal, a los campos agrícolas y una de dos: Les ofrecen un trabajo “temporal” a cambio de una remuneración económica. O los secuestran y bajo amenazas los obligan a trabajar la tierra. Y, sorpresa sorpresa, muchos de ellos son indígenas, viajando desde el sur de México, a los campos de cultivo donde son recibidos por tan bellas personas. Y dentro de la población indígena hay otro sector. Los que viven en comunidades alejadas y son el narco quienes los invitan a trabajar sus cultivos ¿cómo negarse? Si por cosechar tomate su sueldo no haciende de 4 dólares por jornada, mientras que al cosechar marihuana pudiesen hacerse con la maravillosa, y nada despreciable, cantidad de 37 dólares y alimento. Que si son explotados, torturados o inclusive asesinados durante la cosecha, bueno, ese es un punto y aparte, la invitación es muy clara.
Pero a ellos son los que les va bien. Los que pueden desplazarse de sus poblados a los centros de cultivo. Tristemente hay más. Indígenas que rentan sus tierras al narcotráfico y que ellos mismos vigilan la siembra de marihuana. Esto representa un peligro y una explotación aún mayor. El indígena o la indígena, tiene que ver por sus propios medios como acarrea el agua para el cultivo, ya que no se posee agua entubada. Y todo para qué, todo para que se les pague $100 pesos por el kilo de marihuana, siendo que en las ciudades puede llegar a costar $3000. Dependiendo la calidad. Empero eso no es lo peor. Lo peor radica en el hecho de que son carne de cañón. Los militares tienen bien sabido este modo de operar y ya tienen su ruta trazada hacía la destrucción de los plantíos. Imaginen la impotencia que debe sentir una indígena o un indígena que ve todo su esfuerzo y dedicación, su única entrada de dinero, destruida bajo la fuerza de un grupo del ejército, aparte de que en éstos no radica el poder de interpretar la situación y obrar según los hechos, los soldados solo obedecen y la orden debe cumplirse. Inclusive hay ciudades, Durango la más celebre, donde las mujeres intentan defender sus tierras, pero los militares, al no entenderlas, ya que no hablan español, las ignoran y siguen con su labor. Sin importar a quién arrestan o a quién hieren. Y si la situación no fuese lo suficientemente grotesca: hay comunidades donde esposos ofrecen a sus mujeres, o ellas mismas se ofrecen como voluntarias para satisfacer los deseos sexuales de los soldados, con el fin de que éstos no destruyan sus plantíos. A veces funciona, casi siempre no. Recapitulando: Indígenas explotados. Tierras destruidas. Peligro ante el narco y peligro ante el ejército. Mujeres obligadas a prostituirse. Asesinatos a quienes tratan de defenderse. ¿Acaso hace falta algo para encontrar la ironía entre quienes fuman marihuana y defienden a los indígenas?
Sé que pueden decir: “Pues que se consigan un trabajo de verdad”. “El que quiere trabajar de manera honesta no encuentra peros, el que no puras excusas”. “Que busquen mejores opciones, que se eduquen y crezcan como personas”. Y otras tantas frases que bien pueden ser ciertas...para personas que vivimos en la ciudad y que hemos crecido toda la vida en ellas. ¿Cuando fue la última vez que un empleado del banco lucía como un indígena? Ya ni siquiera digamos que lo sea. Y así otros tantos empleados. Los únicos indígenas que he visto en la ciudad, Tijuana, son los mismos que bailan en los semáforos, que cargan a sus bebés en el rebozo y piden limosna, o los que muy raras veces se presentan en ciertos parques a representar sus danzas típicas. Fuera de ahí, nada. Inclusive la palabra naco se usa como insulto, siendo es sinónimo de indio (de los pueblos indígenas). Sin embargo, haciendo uso de los mexicanismos, se define como: algo o alguien que se percibe como vulgar, de mal gusto; sin urbanidad o civismo; de origen indígena, o de bajos recursos. Inclusive Carlos Monsiváis en su libro Días de Guardar expone lo siguiente: “Es probablemente una abreviación o que deriva de la palabra totonaco, un pueblo indígena proveniente de Veracruz, y que posiblemente se comenzó a usar en la época colonial para describir de forma despectiva lo que el mestizaje no disipa: los rasgos de origen indígena, el signo de la raza de bronce”. Nos encontramos quizás son la misma situación que la palabra Puto al ser gritada en los eventos deportivos. No hay una inclusión real. El gobierno no se preocupa por ellos, la educación muchas veces no les llega y si van a clases los niños, tienen que desplazarse largas distancias, muchas veces mal comidos o sin comer. Padres y madres que no tienen la suficiente solvencia económica porque viven alejados de cualquier fuente legal de trabajo. -Antes de que suena el argumento “¿Pues quién los manda a tener hijos” digamos que, si en las ciudades no hay una educación sexual optima, mucho menos en las montañas y comunidades indígenas.- Si llegan a una ciudad se les trata de manera despectiva y solo pueden dedicarse a las actividades de indígenas, como lo señalo recientemente una diputada.
No digo que no consuman marihuana. O que vayan a darle trabajo a un indígena, aunque no estaría mal. Lo que trató de exponer es la ironía que atañe a todos los bandos. Porque la gran mayoría de los pro-animales anti-taurinos consumen marihuana con fines recreativos y se manifiestan y gritan contra las injusticias cometidas hacía los indígenas. Siendo ellos también culpables.
¿Hay una solución? Creo que la única es la legalización y regulación como tal del producto. En muchos países esto a representado ganancias económicas y en comunidades de Sudamérica son los indígenas quienes cosechan y venden la marihuana, de manera legal obviamente, representado así más ganancia y con mucho menos riesgo. Solo queda esperar a que México decida legalizarla. Mientras el costo sigue siendo muy alto y aprovechado por gente sin escrúpulos que pone en peligro a una comunidad de por si ya muy marginada.
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