cebizzotto - Tumblr blog

cebizzotto · 4 years

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Mina

Este sábado se cumple un mes desde que se fue mi abuela. La Mina, Magdalena o Magda, tenía 87 años y llevó durante mucho tiempo una mochila muy pesada. Afortunadamente, en los últimos años logró soltarla y liberarse de todas esas cargas que la acompañaron gran parte de su vida.

La Mina no tenía filtros, nunca los tuvo. Desde niña recuerdo a mi mamá retandonos porque se refería de una u otra manera a alguna vecina y le daba vergüenza -con razón- que nos escucharan.

Anduvo todo lo que pudo, bailó y viajó hasta que el cuerpo no se lo permitió más. Nos amó con todas sus fuerzas. Crió nietos y también sobrinos. A todos nos trató de la misma manera y, sobre todo, con la misma paciencia.

No tuvo una vida fácil, fue víctima de violencia de género, cuando eso ni siquiera existía, cuando lo que correspondía era quedarte al lado de tu marido, aunque significara golpes, humillaciones y hasta tu propia vida. Con la ayuda de su familia logró salir de ese infierno y acarreó sus consecuencias: una depresión que iban a seguirla durante mucho tiempo.

Crió una hija, como pudo, siempre con la ayuda de sus padres y hermanos. Lo logró, esa hija se convirtió en mujer, la hizo abuela y ahí arrancó de nuevo con nosotros.

No era la persona más positiva del planeta, pero era fácil hacerla reír. Mi hermano era especialista en eso.

Durante buena parte de nuestra niñez -y adolescencia- los viernes eran “su” día. Nos íbamos a dormir con ella. Pobre, la volvíamos loca… en esos cientos de viernes aprendí a querer a Isabel Pantoja y a los Pimpinela, no me quedaba otra.

Nos llevaba el apunte en todo. Los sábados pasábamos a buscar el “diezmo” antes de ir a bailar. Golpeabamos la ventana y ella salía a darnos algún billete para que “no nos faltara” en el boliche.

Fue cómplice, compinche y se preocupó siempre por nuestro futuro.

También te las hacía pasar… una vez insinuó en la mesa familiar que era lesbiana porque no tenía novio y vivía con una amiga. “NOOOOO abuela”, gritó -mientras reía- mi hermano.

Cada vez que me peleaba con un novio preguntaba: “¿Qué le hiciste Cecilia?”. Tenía miedo de que me quedara sola. Después entendió que sola podía, lo aprendí de ella.

Con el correr de los años, le empezó a costar caminar. En un primer momento vivió en casa, después fue al hogar. Ese lugar le cambió la vida, encontró un nuevo objetivo y pasó los últimos 6 años ahí: ayudando, tomando sol, esperándonos para los mates. Todo el que llegaba se frenaba, la saludaba y charlaba un rato con ella. Gorda chusma.

Tuvimos la suerte de que conociera a su bisnieto. Esa era su última meta. Lo único que quería eran fotos y saber cómo estaba el bebé. Joaco, tremenda bisabuela clavaste.

La pandemia cambió la vida de muchos, las nuestras inclusive. Abuela, no te hacen justicia estas palabras, pero no se me ocurre otra forma de recordarte y de inmortalizarte.

Hasta pronto gorda de mi vida. Espero que ya no te duela nada, estés bien y que, de una vez por todas, seas realmente feliz.

Te pido una sola cosa, cuando nos volvamos a encontrar, no me preguntes si tengo novio. La respuesta ya la sabés. Te amo.

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cebizzotto · 5 years

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Mi tío Carmelo

Carmelo Juan Panella, ´Don Carmelo´, ´Don Panella´ o simplemente ´Carmelo´ fue mi tío abuelo. Este miércoles 15 de enero cerró los ojos a sus 85 años.

Nació en Barrancas, fue hijo de María y Domingo, esposo de Teresa, padre de Fabián y Marita e hincha del “glorioso” Deportivo Maipú. Es imposible hablar de Carmelo sin relacionarlo con su gran amor: el vino.

Enólogo de profesión y amante del mundo vitivinícola, dedicó gran parte de su vida a su pasión. Sus inicios fueron en Baudrón y desde ahí pasó casi 50 años con la familia López. “El histórico enólogo de López”, lo llamaron en reiteradas oportunidades en los medios de comunicación.

Reticente a jubilarse, cuando le llegó el momento siguió yendo a la bodega como asesor. Cuando ya no pudo, alguna que otra muestra llegaba a su casa para que la analizara y se entretuviera.

A muchos puede gustarles su trabajo y a otros, no tanto… Sin embargo, no se puede discutir su dedicación y amor por el vino.

Carmelo fue un gran profesional, pero más allá de eso, fue una excelente persona. Dedicado, cariñoso, humilde, atento y dispuesto a tender una mano siempre.

Escribo estas líneas y se me hace un nudo en la garganta, pero merece la pena que se lo recuerde como lo que realmente era: un apasionado por el vino, un loco por la bodega, pero más aún por su familia.

Desde niña lo veía salir rumbo al trabajo, volver al mediodía y partir nuevamente a la tarde. Cansado, preocupado por la cosecha o después de un día tranquilo, siempre regresaba con el mismo semblante, dispuesto a escuchar y a disfrutar de los suyos.

Mi tío a veces estaba tan cansado que, en ocasiones, se quedaba dormido en la mesa mientras cenábamos, a veces me pasa lo mismo y creo que lo heredé de él. “Carmelo!”, le decía mi tía cuando se daba cuenta de que había cerrado los ojos. Ahí nomás reaccionaba y seguía como si nada. Me causaba tanta gracia verlo… tanto cariño.

Cuando era chica lo veía salir en el jeep camino a la finca, siempre custodiado por Lucas, la mascota de la familia. Nadie podía acercarse, el perro no lo permitía, sólo Carmelo. Juntos se iban a pasar el día, a ver cómo estaba todo y a vivir sus aventuras.

Su casa estaba a media cuadra de la mía y quedaba de camino a la de mi abuela. Cuando mamá me llamaba para volver a comer, siempre me perdía en el camino, porque me metía en su casa, donde mi tía me esperaba, mis primos estudiaban y él me recibía.

De Carmelo aprendí que la humildad es un estandarte, nunca lo escuché maltratar ni tirar por tierra el argumento de otro, aunque él supiera que no era así. Sabía escuchar y siempre tenía algo para aportar. No peleaba, debatía y cuando se daba cuenta de que del otro lado había una tapia, directamente pasaba a otra cosa y dejaba de perder el tiempo.

Era sociable, siempre encontraba algún amigo por ahí con quien charlar. Ni hablar de las noches de truco, de las que mi primo fue testigo.

Durante las reuniones familiares no faltaba el vino ni las anécdotas, siempre había algo para agregar y, en cada una de ellas, escuchabas su típica carcajada. Una mesa de tanos, a los gritos, pero sin pelearnos: aportando, reflexionando y divirtiéndonos. Recuerdos de su juventud, de sus padres, amigos, trabajo y vivencias.

Su orgullo eran sus hijos, e hizo todo lo que estuvo a su alcance por verlos felices, siempre. Teresa fue su gran compañera y la dinámica entre ellos, al día de hoy me parece única.

Supo aconsejar y ayudar al que lo necesitó en silencio, sin esperar nada a cambio. Pero también era capaz de dejarse aconsejar y permitirse ser ayudado. Sabía escuchar.

Mi mamá no tuvo papá, pero sé que no le hizo falta, porque sus tíos siempre la acompañaron.

Estoy segura de que con mis palabras no le hago justicia, y que muchos otros tendrán mil anécdotas para agregar y enriquecer el relato.

Hoy te despido tío, sé que te subiste al Jeep y te fuiste a la finca con Lucas. La Nona está amasando, te espera con los fideos caseros, tus hermanos te reciben, te quieren dar un abrazo, y el Nono está ansioso de verte, ni bien llegues te va a pedir que lo acompañes a visitar a algún amigo o pariente.

Hoy abrazo al cielo. Esta despedida me duele, pero sé que es un simple hasta pronto.

Te quiero Carmelo.

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cebizzotto · 7 years

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