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Recuerda que hay muchas maneras de escribir una novela. Pero no hay muchas maneras que una novela agrade.

Por ahí te parece común el tipo de novela en el que cada escena alimenta la trama y prepara al lector para el nudo y desenlace. Todo dato innecesario añadido le otorga menos poder a la novela.

Reconoces otro tipo de novela donde los detalles no importan demasiado. Los lectores encuentran satisfacción a la par de los hechos y la forma en que son narrados.

Y el tipo de novela al que más me apego excusado mi desorden al escribir, es aquella en la que el lector (se supone) disfruta en absoluto de la narración, ya que los hechos son muy pocos. Este tipo es más reflexivo y complejo.

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Todo lo que voy a decirte en las páginas siguientes no son más que repeticiones de que repeticiones de ese único consejo una y otra vez: ten confianza. No en mi, claro, ni en ningún sabio aunque sea de los de verdad, ni en alcaldes, curas ni policías. No en dioses ni diablos, ni en máquinas ni en banderas. Ten confianza en ti mismo. En la inteligencia que te permitirá ser mejor de lo que ya eres y en el instinto de tu amor, que te abrirá a merecer la buena compañía.

Ética para Amador, Fernando Savater

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-Nunca nos quisimos-le dijo besándola en el pelo. -No hablés por mí-dijo la Maga cerrando los ojos-. Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber. -¿Tan ciego me creés? -Al contrario, te haría tanto bien quedarte un poco ciego.

Rayuela, Julio Cortazar

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-No tiene nada que ver-repitió la Maga-. ¿Por qué me haces sufrir, bobo? Ya se que estás cansado, que no me querés más. Nunca me quisiste, era otra cosa, una manera de soñar. Andate, Horacio, no tenés por qué quedarte. A mí ya me ha pasado tantas veces.

Rayuela, Julio Cortazar

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"Tenga cuidado", dijo Delaura. "A veces atribuimos al demonio ciertas cosas que no entendemos, sin pensar que pueden ser cosas que no entendemos de Dios" .

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez

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Ella le preguntó por esos días si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo. "Es verdad", le contestó él, "pero harás bien en no creerlo"

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez

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"La señora marquesa morirá a más tardar el 15 de septiembre, si es que antes no se cuelga de una viga". El marqués, inalterable, dijo: "Lo único malo es que el 15 de septiembre esté tan lejos".

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez

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Dominga de Adviento, jubilosa, cantó: "¡Será santa!". El marqués, que la conoció ya lavada y vestida, fue menos clarividente. "Será puta", dijo. "Si Dios le da vida y salud".

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez

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No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez

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Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.

Rayuela, Julio Cortazar

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A Oliveira lo fascinaba las sinrazones de la Maga, su continuo desprecio por los cálculos más elementales. Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad. "¿Y si no me hubieras encontrado?", le preguntaba. "No sé, ya ves que estas aquí...".

Rayuela

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-¿Están jugando al paraíso, verdad, hermana?-preguntó a la monja, una mujer pequeña y menuda, medio perdida en el hábito de grandes pliegues.

-Un lugar donde usted nunca entrará- le repuso la monjita, haciéndole una especie de exorcismo con su pequeño puño-Váyase, no se acerque a estas niñas, se lo ruego.

El Paraíso en la otra esquina

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Le hizo muchas preguntas. Hablaba impecable francés y pidió permiso a Flora para volver la semana siguiente trayendo a un amigo alemán, joven filósofo y también refugiado, llamado Carl Marx

El Paraíso en la otra esquina

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...y que nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.

Rayuela

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-Ya entiendo, ya. ¿De verdad no te acostaste con ella? Debe ser curioso para una mujer como vos.

-¿Vos te acostaste con un hombre, Horacio?

-Claro. La experiencia, entendés.

Rayuela

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Ingenuidad

Hace unos días me resigné, más que aceptar, la compañía de una araña en mi habitación.

No le puse nombre porque me parecía ridículo, más ridículo que aceptar su telaraña.

Me convencí de no desalojarla cuando descubrí que era una excelente compañera. Era una presencia protectora casi imperceptible.

Nunca me había sentido tan traicionado como el momento en que descubrí dos picaduras perfectamente planeadas.

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Los hombres son naturalmente indiferentes entre sí; las mujeres son enemigas por naturaleza.

Arthur Schopenhauer