RPG | Actor tailandés. Temática: Idol & Jugador de voleibol
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Capítulo: "Palabras entre risas y suspiros"
Cooper y Poy estaban solos en el departamento del primero, una noche que parecía como cualquier otra pero que, para ambos, estaba cargada de una tensión diferente. Cooper, decidido a tomar la iniciativa, cerró las cortinas y se giró hacia Poy, quien estaba sentado en el sofá, jugueteando con el borde de su camiseta, nervioso.
— Poy, quiero hablar contigo sobre algo importante. —La voz de Cooper era suave pero firme, con ese tono que hacía que el corazón de Poy latiera más rápido.
— ¿Eh? Claro, dime. —Poy sonrió torpemente, aunque ya podía adivinar hacia dónde iba todo. Su instinto alfa le decía que algo grande estaba por suceder, y no estaba seguro de si estaba más emocionado o aterrorizado.
Cooper caminó hacia él, deteniéndose justo frente al sofá. Con una mirada directa, se inclinó un poco, dejando que sus manos descansaran en los hombros de Poy.
— Quiero que esta noche sea especial. Quiero... que sea contigo. —Cooper bajó la mirada por un momento antes de volver a fijarla en los ojos de Poy, esta vez con una mezcla de vulnerabilidad y determinación.
Poy tragó saliva audiblemente. — ¿C-conmigo? ¡Por supuesto, conmigo! Quiero decir... ¿quién más? ¡Claro que soy yo!
Cooper no pudo evitar reír suavemente ante la reacción nerviosa de Poy. — Relájate, no es un examen.
— ¡Lo sé! Pero es que... esto es grande. Tú eres grande. Quiero decir, en todos los sentidos. Bueno, no tan grande, pero... espera, eso sonó mal. —Poy cerró los ojos y se cubrió la cara con las manos.
Cooper arqueó una ceja, divertido. — ¿Estoy "grande", eh? ¿Así me ves?
— ¡No, digo que estás perfecto! —Poy retiró las manos rápidamente, mirándolo con un rubor que cubría hasta sus orejas. — Tu... todo tú. Tus piernas, tus brazos, tu... eh... bueno, tu trasero, ya sabes, es... ¡es arte, Cooper! Y yo... soy solo un principiante intentando no arruinar la pintura.
Cooper dejó escapar una carcajada y se sentó en las piernas de Poy, rodeándolo con sus brazos. — Eres un desastre, ¿lo sabías?
— Pero un desastre enamorado. —Poy sonrió torpemente, relajándose un poco cuando sintió el calor del cuerpo de Cooper contra el suyo.
El omega inclinó la cabeza, acariciando la mejilla de Poy con suavidad. — No tienes que ser perfecto. Solo quiero que seas tú.
Poy asintió, pero aún no podía evitar que las palabras salieran atropelladas. — Yo... haré todo lo que pueda. Quiero decir, ¡mírate! Eres como una escultura viviente. ¿Cómo no voy a estar nervioso cuando tengo que tocar eso?
Cooper sacudió la cabeza, claramente disfrutando de las divagaciones de Poy. — Bueno, si eso es lo que piensas, ¿qué tal si dejas de hablar y empiezas a actuar?
— ¡Sí, claro! —Poy se enderezó como si acabara de recibir una orden militar, lo que solo provocó que Cooper se riera más.
La noche continuó entre risas, caricias y momentos torpes que ambos supieron transformar en algo único. Para Cooper, esa combinación de adoración y nerviosismo en Poy lo hacía sentir especial; y para Poy, tener a Cooper en sus brazos, riendo con él y guiándolo, era un sueño hecho realidad.
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Capítulo: "La lección más importante"
Poy estaba sentado en la parte delantera del aula, rodeado de compañeros atentos mientras el profesor escribía en el tablero blanco: "Evolución en el embarazo omega: comportamientos durante el celo y la formación del nido". Aunque intentaba concentrarse, las palabras del tema resonaban en su mente con un significado completamente diferente. La idea de un omega formando un nido, rodeado de aromas reconfortantes, le trajo una imagen clara: Cooper, rodeado de prendas que olían a él.
El profesor continuaba explicando: — Durante el celo, los omegas suelen entrar en un estado instintivo que los lleva a buscar comodidad y protección. Una característica común es la creación de un nido, hecho con telas o prendas que lleven el aroma de su pareja o de alguien en quien confían. Es un proceso ligado a la seguridad emocional y física...
Poy sintió un calor en sus mejillas mientras la idea lo abrumaba. Cooper, su Cooper, construyendo un nido con su chaqueta, sus camisetas, quizás hasta con la bufanda que había olvidado en su cuarto alguna vez. Era una imagen tan tierna como apasionada, y él quería ser parte de ese ritual. Pero, ¿cómo lograr que Cooper aceptara algo tan íntimo?
— También es importante mencionar —añadió el profesor— que un alfa debe saber interpretar las señales y estar disponible para asistir al omega durante este periodo. Su presencia puede ser crucial, no solo físicamente, sino emocionalmente.
"Emocionalmente disponible", pensó Poy, mordiéndose el labio. Eso era justo lo que quería ser para Cooper. No solo un chico persistente o un alfa insistente, sino alguien que él realmente pudiera necesitar.
Cuando la clase terminó, Poy tenía un plan. Sabía que Cooper estaría en el taller de confección, como siempre, y decidió pasar "casualmente". Esta vez llevaba su chaqueta favorita, una que sabía que Cooper siempre miraba de reojo pero nunca mencionaba.
Al llegar, Cooper estaba concentrado, inclinado sobre su mesa de trabajo. Parecía tan absorto que Poy se permitió unos segundos para observarlo. La línea de su mandíbula, la forma en que sus dedos se movían con precisión sobre la tela... Todo de él lo atraía.
— ¿Otra vez tú? —dijo Cooper sin levantar la vista, notando la presencia de Poy antes de que dijera algo.
— ¿Y qué si sí? —respondió Poy con una sonrisa, acercándose con la chaqueta colgada en el brazo.
Cooper levantó la vista finalmente, frunciendo el ceño. — ¿Qué traes ahora?
Poy, sin responder, extendió la chaqueta hacia él. — Tómala.
— ¿Por qué? —preguntó Cooper, entre desconcertado y divertido.
— Porque hace frío —mintió descaradamente Poy, aunque la calefacción del taller funcionaba perfectamente. — Y porque quiero que la uses.
Cooper lo miró, evaluándolo, antes de tomar la chaqueta con una mezcla de curiosidad y escepticismo. — ¿Qué trama tu pequeña mente alfa ahora?
Poy se encogió de hombros, tratando de no parecer demasiado evidente. — Nada. Solo pensé que te verías bien con ella.
Cooper se la puso de mala gana, y Poy sintió una especie de triunfo al ver su chaqueta cubriendo el torso del omega. Pero lo que no esperaba era el leve rubor que apareció en las mejillas de Cooper al acomodarse la prenda, como si de repente entendiera lo íntimo del gesto.
— Esto... huele mucho a ti —murmuró Cooper, su tono más suave.
Poy sonrió. — ¿Es un problema?
Cooper negó con la cabeza, aunque su expresión traicionaba cierta incomodidad. — Supongo que no. Pero no empieces a creer que puedes darme órdenes solo porque soy un omega.
— ¿Órdenes? —se burló Poy, inclinándose para acercarse a su oído. — Solo estoy dejando mi aroma contigo, por si acaso. Nunca sabes cuándo podrías necesitar algo reconfortante.
Cooper lo miró fijamente, pero no dijo nada. No podía negar que el aroma de Poy, mezclado con la suavidad de la chaqueta, era extrañamente agradable. Y aunque no lo admitiera en voz alta, una parte de él pensó que, tal vez, no era tan mala idea mantenerla cerca.
Mientras Poy salía del taller, no pudo evitar sonreír. Su plan estaba en marcha. Ahora solo quedaba esperar que Cooper entendiera lo que realmente significaba.
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Capítulo: "Entre risas y suspiros"
Cooper revisaba su reflejo en el espejo, aún dudando si la camiseta ajustada que llevaba era demasiado. Había sido idea de Poy invitarlo a su departamento para una noche de juegos, películas y, según el alfa, "ver quién ganaba en Mario Kart". Sin embargo, después de las últimas salidas y sus constantes acercamientos, Cooper sabía que esa invitación traería consigo algo más que videojuegos.
Tocó la puerta y, en cuestión de segundos, Poy apareció con su característica sonrisa traviesa. Llevaba un pantalón de pijama suelto y una camiseta que dejaba entrever su cuello largo y definido. Cooper tragó saliva, tratando de no notar lo relajadamente atractivo que estaba.
— Llegas tarde. ¿Miedo de perder? —bromeó Poy mientras lo hacía pasar.
— Miedo de aburrirme contigo, más bien —respondió Cooper, levantando una ceja. Pero la sonrisa en sus labios delataba que no era del todo honesto.
Ambos se acomodaron en el sofá. Entre risas y empujones amistosos, Poy tomó la delantera en el juego, pero Cooper, como siempre, no se quedaba atrás. Después de varias partidas, Poy, frustrado por perder la última carrera, lanzó el control al sofá y se giró hacia Cooper.
— Acepto mi derrota, pero quiero una revancha... en algo más justo. —La mirada de Poy tenía ese brillo característico que mezclaba desafío con un toque de picardía.
— ¿Algo más justo? ¿Como qué? —preguntó Cooper, sin poder evitar sentirse intrigado.
Poy se inclinó un poco, apoyando su codo en el respaldo del sofá. — Como esto. —Y antes de que Cooper pudiera reaccionar, el alfa plantó un beso suave en la comisura de sus labios. No fue tan directo como su primer beso, pero sí lo suficientemente audaz como para que Cooper se quedara sin palabras.
El omega, sin embargo, no era de los que se quedaban atrás. Tomó la cara de Poy con ambas manos y lo besó de vuelta, esta vez con más intención. Sus labios se movían con una mezcla de ternura y urgencia, y cada roce parecía encender una chispa entre ellos. Poy, sorprendido por la intensidad, dejó escapar un leve suspiro, y su mano bajó instintivamente para descansar sobre la cintura de Cooper.
El croptop que Cooper había llevado esa noche no ayudaba. La mano de Poy apenas rozaba la piel expuesta de su cintura, pero el contacto era suficiente para que ambos sintieran un calor que iba más allá de lo físico.
— ¿Esto cuenta como revancha? —murmuró Cooper entre risas, separándose apenas unos milímetros.
— Definitivamente estoy ganando esta vez. —Poy respondió, acercándose de nuevo, pero esta vez dejó que sus labios rozaran los de Cooper con una lentitud que hacía que el omega cerrara los ojos y se perdiera en el momento.
El roce accidental de sus cuerpos, la suavidad de sus respiraciones mezclándose, y el aroma único de cada uno llenaban el ambiente. Cooper sintió cómo las manos de Poy subían tímidamente por su espalda, y aunque no cruzaron ningún límite, la conexión era evidente.
Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron con sonrisas cómplices.
— Deberías saber que no soy bueno perdiendo, así que me tomaré esto como una victoria. —dijo Poy, apoyando su frente contra la de Cooper.
— Ya veremos quién gana al final. —Cooper se levantó del sofá, acomodándose el croptop mientras intentaba ignorar el rubor en sus mejillas.
La noche continuó con más bromas, más juegos, y quizás uno que otro beso robado. Ambos sabían que estaban jugando con fuego, pero ninguno parecía dispuesto a detenerse.
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Capítulo: "Entre risas y suspiros"
Cooper revisaba su reflejo en el espejo, aún dudando si la camiseta ajustada que llevaba era demasiado. Había sido idea de Poy invitarlo a su departamento para una noche de juegos, películas y, según el alfa, "ver quién ganaba en Mario Kart". Sin embargo, después de las últimas salidas y sus constantes acercamientos, Cooper sabía que esa invitación traería consigo algo más que videojuegos.
Tocó la puerta y, en cuestión de segundos, Poy apareció con su característica sonrisa traviesa. Llevaba un pantalón de pijama suelto y una camiseta que dejaba entrever su cuello largo y definido. Cooper tragó saliva, tratando de no notar lo relajadamente atractivo que estaba.
— Llegas tarde. ¿Miedo de perder? —bromeó Poy mientras lo hacía pasar.
— Miedo de aburrirme contigo, más bien —respondió Cooper, levantando una ceja. Pero la sonrisa en sus labios delataba que no era del todo honesto.
Ambos se acomodaron en el sofá. Entre risas y empujones amistosos, Poy tomó la delantera en el juego, pero Cooper, como siempre, no se quedaba atrás. Después de varias partidas, Poy, frustrado por perder la última carrera, lanzó el control al sofá y se giró hacia Cooper.
— Acepto mi derrota, pero quiero una revancha... en algo más justo. —La mirada de Poy tenía ese brillo característico que mezclaba desafío con un toque de picardía.
— ¿Algo más justo? ¿Como qué? —preguntó Cooper, sin poder evitar sentirse intrigado.
Poy se inclinó un poco, apoyando su codo en el respaldo del sofá. — Como esto. —Y antes de que Cooper pudiera reaccionar, el alfa plantó un beso suave en la comisura de sus labios. No fue tan directo como su primer beso, pero sí lo suficientemente audaz como para que Cooper se quedara sin palabras.
El omega, sin embargo, no era de los que se quedaban atrás. Tomó la cara de Poy con ambas manos y lo besó de vuelta, esta vez con más intención. Sus labios se movían con una mezcla de ternura y urgencia, y cada roce parecía encender una chispa entre ellos. Poy, sorprendido por la intensidad, dejó escapar un leve suspiro, y su mano bajó instintivamente para descansar sobre la cintura de Cooper.
El croptop que Cooper había llevado esa noche no ayudaba. La mano de Poy apenas rozaba la piel expuesta de su cintura, pero el contacto era suficiente para que ambos sintieran un calor que iba más allá de lo físico.
— ¿Esto cuenta como revancha? —murmuró Cooper entre risas, separándose apenas unos milímetros.
— Definitivamente estoy ganando esta vez. —Poy respondió, acercándose de nuevo, pero esta vez dejó que sus labios rozaran los de Cooper con una lentitud que hacía que el omega cerrara los ojos y se perdiera en el momento.
El roce accidental de sus cuerpos, la suavidad de sus respiraciones mezclándose, y el aroma único de cada uno llenaban el ambiente. Cooper sintió cómo las manos de Poy subían tímidamente por su espalda, y aunque no cruzaron ningún límite, la conexión era evidente.
Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron con sonrisas cómplices.
— Deberías saber que no soy bueno perdiendo, así que me tomaré esto como una victoria. —dijo Poy, apoyando su frente contra la de Cooper.
— Ya veremos quién gana al final. —Cooper se levantó del sofá, acomodándose el croptop mientras intentaba ignorar el rubor en sus mejillas.
La noche continuó con más bromas, más juegos, y quizás uno que otro beso robado. Ambos sabían que estaban jugando con fuego, pero ninguno parecía dispuesto a detenerse.
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Capítulo: "Compatibilidad entre Bestias"
La tarde se había alargado, y el campus universitario estaba mucho más tranquilo cuando Poy y Cooper decidieron tomar un pequeño desvío en su rutina habitual. En lugar de la cafetería, el gimnasio o las bibliotecas, ambos se dirigían a un lugar más peculiar: una pequeña tienda en el borde del campus, famosa por sus rumores de ofrecer "consejos esotéricos" y ayudar a las parejas a descubrir más sobre su compatibilidad.
Poy había escuchado a algunos compañeros hablar sobre una bruja que residía allí, alguien con una extraña habilidad para percibir las energías y los animales interiores de las personas. Un susurro entre los estudiantes decía que podía revelar cómo las bestias interiores de los omegas y alfas se combinaban, y cómo eso podía influir en sus relaciones.
—Vamos, Cooper —dijo Poy con una sonrisa juguetona—, ¿te atreves a averiguar si nuestra compatibilidad es tan fuerte como parece?
Cooper, aunque algo escéptico, no podía negar la curiosidad que sentía. Se ajustó su chaqueta y, con una pequeña sonrisa, asintió.
—Está bien. Pero solo por diversión —respondió, sin poder ocultar la pequeña chispa de intriga en sus ojos.
La tienda era pequeña, llena de hierbas secas, velas y extraños cristales que brillaban en el rincón. En la esquina, una anciana de ojos penetrantes y una sonrisa enigmática los observaba. La bruja, con su voz suave y sus manos arrugadas, los invitó a acercarse.
—Así que, los dos vienen a conocer sus destinos —dijo la bruja, mirando con atención a Poy y luego a Cooper. Sus ojos brillaron con una intensidad peculiar—. ¿Les interesa saber cómo sus bestias se conectan? Les ayudaré a entender la compatibilidad entre ustedes y sus animales interiores.
Cooper levantó una ceja, pero Poy ya estaba completamente entregado a la idea. Cooper se sintió algo fuera de lugar, pero también entretenido por la expresión decidida de Poy.
—Sí, eso sería interesante —dijo Poy, acercándose a la mesa donde la bruja había colocado un pequeño cuenco con agua clara.
La bruja los observó por un momento antes de empezar a hablar en un tono misterioso.
—Bien. Cooper, eres un omega, pero no un omega común. Tienes el alma de un oso. Un ser fuerte, protector, de corazón cálido pero también feroz cuando se ve amenazado. Tu instinto es cuidar a los demás, pero a veces tu necesidad de proteger puede ser abrumadora. Eres paciente, pero también tienes tu lado gruñón. Y, aunque prefieres no mostrarlo, tu lealtad es inquebrantable.
Cooper, sorprendido, miró a Poy con una expresión de incredulidad.
—¿Oso? ¿Eso es lo que soy? —dijo Cooper entre risas nerviosas, mientras sentía una mezcla de vergüenza y curiosidad.
La bruja asintió, sin perder la compostura.
—Sí. Y tu compañero… —dijo mientras giraba su mirada hacia Poy—. Poy, eres un alfa, pero no un alfa dominante como otros. Tienes el alma de un cachorro, un ser juguetón, curioso y lleno de energía. Tu instinto es el de proteger, pero a tu manera. Eres sensible y empático, a veces parece que no sabes lo que es no preocuparte por los demás. Tu lealtad también es fuerte, pero tu naturaleza es más tierna, y eso te permite crear lazos profundamente afectivos.
Poy se echó a reír, sintiendo cómo las palabras de la bruja le encajaban a la perfección. Al mismo tiempo, le parecía divertido pensar que su animal interior fuera tan tierno como un cachorro. Sin embargo, no podía negar lo mucho que se identificaba con esa descripción.
—Entonces, ¿un oso y un cachorro? —dijo Poy, con una sonrisa amplia, mirando a Cooper—. Eso suena interesante.
La bruja asintió lentamente.
—Sí. La compatibilidad entre un oso y un cachorro es única, y su relación puede ser muy poderosa. El oso, con su necesidad de protección y su naturaleza feroz, encuentra en el cachorro un ser que lo calma, que lo entiende y lo suaviza. Y el cachorro, aunque pueda parecer más vulnerable o ingenuo, aporta una dosis de alegría y energía que puede iluminar la oscuridad en el corazón de un oso. Juntos, pueden balancearse de una manera que otros no entienden. El cachorro no le teme al oso, y el oso aprende a ser más tierno y protector gracias al cachorro.
Cooper no pudo evitar sonrojarse ligeramente. La descripción de su relación con Poy, aunque un tanto poética, le parecía bastante precisa. Se dio cuenta de que, en muchos aspectos, eso era exactamente lo que sucedía entre ellos.
—¿Entonces, cómo sería nuestra relación, según eso? —preguntó Cooper, aún con algo de duda.
La bruja sonrió con ternura y miró a ambos jóvenes con profundidad.
—Serían una combinación balanceada de ternura y fortaleza. El oso se encargará de proteger y cuidar al cachorro, pero también aprenderá a ser vulnerable a su lado. El cachorro, por su parte, nunca dejará de ofrecer su apoyo incondicional y su alegría, incluso cuando el oso sea más gruñón o reservado. Habrá momentos de calma, pero también de pasión y complicidad. Ustedes se complementarán el uno al otro de una manera que ambos encontrarán reconfortante.
Poy miró a Cooper, cuyos ojos reflejaban una mezcla de emoción y sorpresa. El cachorro alfa había buscado protección en su oso, y el oso había encontrado ternura en el cachorro. Quizás no eran tan diferentes, después de todo.
—¿Eso es todo? —preguntó Cooper, de manera ligera, tratando de disimular la emoción que sentía al escuchar cómo su relación con Poy era descrita con tal precisión.
La bruja asintió, sonriendo dulcemente.
—Eso es todo, jóvenes. Ahora, pueden seguir su camino con más claridad. Los animales dentro de ustedes ya han hablado, y todo lo que queda es que confíen en lo que sienten.
Cooper se levantó lentamente del banco, mirando a Poy con una sonrisa.
—Así que soy un oso, ¿eh? —dijo, mientras se acercaba a él y le tocaba el brazo suavemente.
Poy, con su característica energía juguetona, sonrió ampliamente.
—Sí, y yo soy tu cachorro. ¿Qué vamos a hacer con todo eso? —preguntó Poy, burlándose con dulzura mientras se acercaba aún más.
Cooper no pudo evitar reírse, pero lo hizo con una sensación de bienestar, de certeza de que había algo más grande que los unía, algo profundo y fundamental, como las bestias que habitaban dentro de ellos.
—Tal vez sea hora de que el oso cuide un poco más de su cachorro —dijo Cooper con una sonrisa traviesa, mientras tomaba la mano de Poy.
Poy le devolvió la sonrisa, sabiendo que, a pesar de lo juguetones que eran, había algo muy serio detrás de todo esto. El cachorro y el oso eran más que compatibilidad. Eran un equipo, algo que se complementaba perfectamente, sin importar qué desafíos vinieran en el futuro. Y eso era lo que más le importaba.
—Y yo siempre estaré aquí para ti, oso —respondió Poy con una sonrisa brillante, mientras los dos salían juntos de la tienda, con el corazón ligero y el futuro frente a ellos.
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Capítulo: "Descubrimiento y chocolates"
La tarde se deslizaba tranquila en el apartamento de Cooper, con la luz cálida del sol colándose por las ventanas y tiñendo la habitación de tonos dorados. Cooper estaba sentado en su sofá, distraído con sus pensamientos, cuando un leve malestar comenzó a recorrerle el cuerpo. Era algo que no podía explicar del todo, pero sabía que algo estaba cambiando. Los ciclos de los omegas no siempre eran fáciles de manejar, y él no era la excepción.
Poy había llegado justo antes, como siempre, con su energía alegre y despreocupada. Se acomodó a su lado en el sofá, observándolo con una sonrisa en su rostro, pero algo en la forma en que Cooper se frotaba el cuello le hizo sospechar que algo no estaba bien.
—¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó Poy con una sonrisa algo tímida, acercándose a Cooper con cuidado. Su instinto de cachorro alfa le decía que algo en su omega no estaba del todo normal.
Cooper, intentando disimular el malestar, levantó una mano para restarle importancia.
—Sí, solo es que me siento un poco raro, eso es todo —respondió Cooper, intentando sonar despreocupado, aunque su tono revelaba su incomodidad.
Poy frunció el ceño, observando cada gesto de Cooper con atención. Había algo en el aire que le hacía sentir que el ciclo de celo de Cooper estaba cerca, y su instinto de cachorro, siempre sensible a las fluctuaciones del omega, lo alertaba. Pero no quería presionar a Cooper. Sabía que a veces era mejor dejar que las cosas fluyeran, pero al mismo tiempo, algo en su interior le decía que debía actuar.
—Cooper, creo que tu celo está a punto de llegar —dijo Poy con voz suave, tratando de no hacer que la situación fuera más incómoda de lo que ya era.
Cooper lo miró rápidamente, con una expresión de sorpresa que rápidamente intentó esconder, pero la verdad era que sabía lo que eso implicaba. Su cuerpo comenzaba a reaccionar de una manera que no podía controlar, y el simple hecho de estar cerca de Poy le estaba comenzando a afectar de maneras que no podía evitar.
—¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —preguntó Cooper, levantando una ceja, sin poder evitar una ligera incomodidad. No estaba seguro de si le gustaba que Poy pudiera detectar tan fácilmente su estado.
Poy sonrió de manera cómplice, con una mezcla de diversión y ternura.
—Soy un cachorro, ¿recuerdas? Tengo el olfato y los instintos bien afinados —dijo Poy, sin poder evitar hacer una pequeña mueca como si estuviera jugando con la idea de lo que su instinto de cachorro podía captar.
Cooper lo miró, entre confundido y algo avergonzado, mientras sentía que la incomodidad en su interior crecía. No era que no quisiera que Poy se diera cuenta, pero esa situación siempre lo hacía sentirse vulnerable.
Poy no parecía tener ninguna intención de alejarse, y al contrario, parecía más determinado a acercarse. Se levantó del sofá y fue a la pequeña cocina, regresando poco después con una caja de chocolates.
—Sabes, los chocolates siempre ayudan a calmar un poco las tensiones —comentó Poy con una sonrisa de complicidad mientras dejaba la caja de chocolates sobre la mesa.
Cooper lo miró, y no pudo evitar reírse nerviosamente.
—¿Chocolates? ¿En serio? ¿Eso crees que me va a calmar? —preguntó Cooper, aunque aceptó un bombón, sabiendo que no podía rechazar el gesto de Poy, aunque fuera algo tonto.
Poy se acomodó de nuevo a su lado, sonriendo con diversión.
—Sí, porque además de chocolates, tengo unas observaciones sobre ti que seguro te interesarán —dijo Poy, mirando a Cooper con una expresión divertida.
Cooper frunció el ceño, intrigado, pero también un poco preocupado por lo que Poy pudiera decir. Sin embargo, la idea de escuchar a Poy siempre lo relajaba de alguna manera, así que se preparó para lo que viniera.
Poy comenzó a enumerar de manera juguetona:
—Primero, los osos son conocidos por ser increíblemente protectores. Y como eres un oso, eso significa que tienes un instinto natural de proteger a los que te importan. No es sorpresa que cuando alguien te moleste o te vea vulnerable, tu primer instinto sea gruñirles. Y créeme, ¡lo he notado! —dijo Poy, levantando las cejas y sonriendo de manera traviesa.
Cooper lo miró con una expresión de incredulidad.
—¿En serio? ¿Me comparas con un oso gruñón? —dijo Cooper, aunque no pudo evitar que una ligera sonrisa apareciera en sus labios al escuchar la comparación. Había algo tierno en eso, incluso si no era algo que normalmente quisiera admitir.
Poy asintió, completamente convencido de su observación.
—Sí, pero no solo eso. También eres un oso increíblemente tierno. Los osos, aunque a veces pueden parecer intimidantes, en realidad son muy suaves y protectores con los suyos. Y sé que eres todo eso, aunque te cueste mostrarlo —Poy dejó caer la caja de chocolates en la mesa y se acercó a Cooper, quien parecía desconcertado por el comentario.
Cooper, sintiendo que el calor subía a sus mejillas, no sabía cómo responder. Por un lado, sus instintos lo estaban haciendo sentirse más cercano a Poy, pero al mismo tiempo, la idea de su animal interior—el oso—lo hacía sentir algo vulnerable.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Cooper, intentando desviar la atención de sí mismo. —¿Qué eres tú, un cachorro?
Poy sonrió con dulzura, sin la menor vacilación.
—Exactamente. Soy un cachorro, siempre buscando compañía, siempre buscando un lugar seguro donde descansar. Y eso es lo que más me gusta de ti, Cooper. Eres como mi refugio, mi lugar seguro —dijo Poy con sinceridad, mientras se acercaba a él, tocando su brazo con suavidad.
Cooper sintió una oleada de ternura en su pecho, pero también una mezcla extraña de emociones. Era como si el instinto de su animal interior y el de Poy se estuvieran entrelazando de una manera más profunda de lo que imaginaba.
De repente, Poy extendió su mano hacia la caja de chocolates, y comenzó a darle más bombones a Cooper, como si la dulzura de los chocolates fuera el símbolo de su apoyo incondicional.
—Así que, aunque seas un oso gruñón y protector, yo siempre estaré aquí para ti. Solo asegúrate de no morderme, ¿vale? —bromeó Poy, y a pesar de la incomodidad de la situación, Cooper no pudo evitar soltar una risa.
—Tienes suerte de que me gustes —dijo Cooper con una sonrisa, mientras tomaba otro chocolate de la caja.
Poy se recostó contra el sofá, acercándose a él de una manera que era tanto juguetona como protectora.
—No me importa que seas un oso gruñón. Me gustan los osos —respondió Poy con una sonrisa traviesa.
Cooper lo miró, disfrutando de ese momento extraño pero reconfortante. Su ciclo de celo no había desaparecido, pero al menos, por ese momento, se sentía comprendido. Entre los chocolates y las bromas, Poy había logrado calmarlo de una manera que solo él podía.
En ese instante, Cooper se dio cuenta de que, aunque su animal interior fuera un oso y él tuviera su lado protector y gruñón, siempre habría un pequeño cachorro alfa dispuesto a cuidarlo, y eso, de alguna manera, lo hacía sentir más seguro.
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Capítulo: Entre risas y confesiones
La noche estaba en su apogeo, y el ambiente del campamento universitario era una mezcla de risas, música y conversaciones que se desvanecían entre las fogatas. Cooper y Poy, después de un día agotador lleno de actividades, habían decidido apartarse del grupo para compartir un momento más tranquilo.
—¿Quién hubiera dicho que eres tan pésimo en los deportes, cachorro? —bromeó Cooper mientras se recostaba sobre el césped, sosteniendo una botella de vino barato que algún compañero había conseguido.
Poy, sentado a su lado, frunció el ceño, pero no podía evitar sonreír.
—No todos podemos ser perfectos como tú, señor tercer año —replicó, dándole un leve empujón en el hombro.
Cooper rió, dejando que su cuerpo se relajara mientras tomaba un sorbo de la botella antes de pasársela a Poy.
—Perfecto, dice. Si supieras lo lejos que estoy de eso… —murmuró, su tono más suave ahora.
Poy lo observó por un momento, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y algo más profundo. No estaba acostumbrado a ver a Cooper en ese estado: más relajado, casi vulnerable. Tomó la botella, pero apenas bebió un sorbo antes de devolverla.
—Siempre haces eso —dijo Cooper, alzando una ceja.
—¿Qué cosa?
—Te contienes. Bebes como si fueras un niño al que le acaban de dar una copa por primera vez.
Poy se sonrojó un poco, desviando la mirada.
—No es eso… solo que no estoy acostumbrado.
Cooper soltó una risa baja, y el sonido hizo que el pecho de Poy se calentara.
—Eres más inocente de lo que pensé, cachorro. Y eso ya es decir mucho.
—¡Oye! —protestó Poy, aunque no podía evitar reírse también—. No soy tan inocente.
Cooper se incorporó ligeramente, apoyándose en un codo mientras lo miraba fijamente.
—¿Ah, no? Entonces dime… —empezó, su voz cargada de un tono provocador que hizo que Poy se tensara ligeramente—. ¿Qué es lo más atrevido que has hecho con alguien?
Poy abrió la boca para responder, pero las palabras parecían atascarse en su garganta. Cooper alzó una ceja, claramente disfrutando de su incomodidad.
—¿En serio, nada? ¿Ni un beso que haya terminado en algo más?
—¡Claro que sí! —respondió Poy, su rostro ahora completamente rojo—. Solo… no es algo que vaya por ahí contando.
—Mm, qué conveniente —respondió Cooper, inclinándose un poco más cerca.
El aroma de Cooper se hizo más evidente, una mezcla cálida y reconfortante que, combinada con el alcohol y la cercanía, hizo que Poy se sintiera extrañamente mareado.
—¿Y tú? —preguntó Poy, en un intento desesperado por cambiar el enfoque de la conversación.
—¿Yo qué?
—¿Qué es lo más atrevido que has hecho?
Cooper se tomó un momento, llevándose un dedo a los labios como si estuviera pensando.
—Digamos que mi historial es… más interesante que el tuyo, cachorro.
Poy rodó los ojos, pero antes de que pudiera responder, Cooper se inclinó un poco más, sus rostros ahora a solo centímetros de distancia.
—¿Por qué estás tan nervioso? —susurró Cooper, su tono suave pero provocador.
—No estoy nervioso —mintió Poy, aunque su voz lo traicionaba.
Cooper sonrió, satisfecho. Sus dedos se movieron lentamente hacia el borde de la chaqueta de Poy, fingiendo acomodarla, pero dejando que sus manos rozaran ligeramente su cuello.
—Sabes, podrías ser más convincente si tu aroma no me delatara.
El comentario hizo que Poy se tensara aún más. Sin querer, había liberado un poco de su aroma, una mezcla dulce y terrosa que se intensificaba cada vez que Cooper estaba cerca.
—No es mi culpa… —murmuró Poy, apartando la mirada.
Cooper rió suavemente, su aliento rozando la piel de Poy.
—No, claro que no —respondió, aunque el brillo en sus ojos decía lo contrario.
La tensión entre ellos era palpable, y aunque Poy intentaba mantener la compostura, cada movimiento de Cooper lo desarmaba. El omega no hacía más que provocarlo, inclinándose ligeramente para rozar su hombro contra el de Poy, dejando que su aroma lo envolviera aún más.
—¿Sabes? —dijo Poy de repente, su voz más firme de lo que esperaba—. A veces pienso que haces esto solo para molestarme.
Cooper se detuvo, fingiendo sorpresa.
—¿Yo? ¿Molestarte? Jamás.
—Sí, claro —replicó Poy, mirándolo directamente a los ojos por primera vez esa noche.
El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Era un tira y afloja, un juego que ambos disfrutaban, aunque ninguno lo admitiera en voz alta. Finalmente, fue Cooper quien rompió el momento, apoyándose de nuevo en el césped y suspirando.
—Eres divertido, cachorro. Inocente, pero divertido.
Poy se quedó observándolo, su corazón latiendo más rápido de lo normal. No sabía si era el alcohol, el aroma de Cooper o simplemente el hecho de que estaba ahí, tan cerca, pero en ese momento, deseó que el juego nunca terminara.
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Capítulo: La imagen que no puedo sacar de mi cabeza
El aula de confección estaba inmersa en un ambiente de concentración. Cooper trabajaba junto a sus compañeros en un proyecto que requería más creatividad y sensibilidad que de costumbre: diseñar ropa cómoda y funcional para omegas embarazados. Para captar mejor las necesidades de sus futuros clientes, debían probarse una panza de embarazo falsa que imitaba el peso y el tamaño de una gestación avanzada.
Cooper, después de varios minutos de resistencia, finalmente cedió ante las insistencias de su instructor. Con una mueca de fastidio y el arnés ajustado en su cintura, lucía la panza de espuma mientras ayudaba a ajustar una blusa diseñada por uno de sus compañeros.
—¿Así está bien? —preguntó Cooper, alzando los brazos para que su compañero pudiera medir las costuras.
—Perfecto. Quédate así un momento —respondió el otro estudiante, concentrado.
Mientras tanto, Poy había terminado sus clases temprano y, como de costumbre, decidió ir a buscar a Cooper. Sabía que el omega probablemente lo rechazaría con alguna de sus respuestas mordaces, pero eso no le importaba. Cualquier excusa para verlo era suficiente.
Cuando llegó al aula, encontró la puerta ligeramente abierta. Curioso, se asomó y lo que vio hizo que su corazón diera un vuelco.
Allí estaba Cooper, con una panza redonda y prominente bajo una blusa en proceso de confección. Su postura, normalmente despreocupada, había cambiado ligeramente debido al peso añadido. Cooper se veía extraño, pero de alguna manera… tierno.
Sin poder evitarlo, Poy se imaginó una escena diferente: Cooper en casa, acariciando su vientre con esa misma panza, pero esta vez real. En su visión, Cooper lo miraba con esa mezcla de afecto y burla que siempre lo caracterizaba, mientras él, Poy, se inclinaba para besar la curva de su abdomen.
“¿Qué demonios estás pensando?” se reprendió a sí mismo, apartándose de la puerta para recomponerse. Pero la imagen ya estaba grabada en su mente.
Unos minutos después, Cooper salió del aula, ya sin la panza, pero con una ligera marca en su camisa del arnés que había usado. Al verlo, Poy se acercó rápidamente, con una expresión que a Cooper le resultó inusualmente seria.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Cooper, arqueando una ceja—. ¿Por qué esa cara?
—Nada, solo… ¿estás bien? —preguntó Poy, sus ojos vagando hacia el abdomen de Cooper como si aún estuviera allí la panza falsa.
—¿Estoy bien? —repitió Cooper, confundido—. Claro que estoy bien. ¿Por qué no estaría bien?
—No lo sé… Parecías un poco… cansado. Tal vez deberías descansar.
Cooper lo miró, sospechando que algo raro estaba pasando.
—Poy, si esto es otra de tus estrategias para parecer un alfa protector, ahórratelo. Estoy perfectamente.
Pero Poy no podía dejar de mirarlo. Aunque sabía que todo había sido un ejercicio, la idea de Cooper embarazado seguía rondando su mente. No solo por lo que había visto, sino por lo que sentía: una mezcla de deseo, ternura y algo que se acercaba peligrosamente al anhelo.
—¿Por qué me miras así? —insistió Cooper, cruzándose de brazos—. Estás actuando raro, cachorro.
Poy desvió la mirada por un momento, rascándose la nuca en un intento de disimular.
—No es nada, solo… te veía diferente ahí dentro.
—¿Diferente cómo?
El alfa vaciló antes de responder, pero finalmente decidió decir la verdad, aunque de forma un poco velada.
—Parecías… más vulnerable. Como si necesitaras que alguien cuidara de ti.
Cooper soltó una risa seca.
—Por favor, lo último que necesito es un alfa actuando como si fuera mi niñera. Y menos tú.
—No es eso —respondió Poy rápidamente, sus ojos brillando con una intensidad que sorprendió a Cooper—. Solo pensé… Bueno, ¿alguna vez te has imaginado cómo sería?
—¿Cómo sería qué? —preguntó Cooper, aunque su tono indicaba que ya sospechaba la respuesta.
—Tener un bebé —dijo Poy, en voz baja pero firme—. Verte embarazado.
Cooper se quedó en silencio, sorprendido por la franqueza de Poy. Por un instante, sus habituales burlas y sarcasmos se quedaron atrás.
—No —respondió finalmente, cruzando los brazos—. Nunca me lo he imaginado. Y no creo que sea algo que pase pronto, si es que llega a pasar.
Poy asintió, pero había algo en su mirada que no podía ocultar.
—Bueno, si alguna vez lo haces, estoy seguro de que serías increíble.
Cooper sintió cómo su rostro se calentaba ligeramente, aunque intentó disimularlo con una sonrisa socarrona.
—¿Increíble? Por favor, cachorro, apenas puedo soportarte. ¿Qué me hace pensar que podría soportar a un cachorro real?
Poy rió suavemente, aunque sus palabras no habían sido una broma. Mientras ambos caminaban juntos por el pasillo, Cooper no pudo evitar sentir una ligera incomodidad en el pecho, como si las palabras de Poy hubieran plantado una semilla de algo que no estaba listo para enfrentar.
Y Poy, aunque sabía que Cooper nunca admitiría que sus palabras lo habían afectado, se permitió sonreír. Porque, por primera vez, había sentido que estaba un poco más cerca de ese futuro que tanto deseaba.
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Capítulo: El pasado que no conocías
Poy caminaba por los pasillos del campus con una sensación incómoda en el pecho. Era extraño para él, un alfa siempre confiado y seguro, sentir esa punzada de inseguridad que lo había estado molestando desde la tarde. Todo comenzó cuando vio a Cooper en el comedor, riendo y hablando con ese hombre, su supuesto “sugar daddy”.
El hombre, Damien, era todo lo que Poy no era: sofisticado, mayor, y con un aire de experiencia que hacía que su sola presencia destacara. Y, para empeorar las cosas, Damien le había dado a Cooper algo que parecía un regalo caro antes de que ambos se despidieran con un abrazo demasiado cómodo para el gusto de Poy.
Poy no era el tipo de alfa que se dejaba llevar por rumores, pero al escuchar los comentarios de otros estudiantes, algo se quebró en él.
—¿Sabías que ese tipo lo mantiene? —susurraba alguien—. Es obvio, mira la ropa que usa Cooper, y siempre tiene lo último en gadgets.
—Y ni hablar de que siempre está comiendo en los mejores lugares —añadió otro.
Poy trató de ignorarlos, pero las palabras seguían resonando en su mente mientras se dirigía al taller de confección, donde sabía que encontraría a Cooper.
Cuando llegó, Cooper estaba solo, trabajando en una prenda en la que había estado concentrado toda la semana. Poy se apoyó en el marco de la puerta, observándolo en silencio por un momento. Cooper se veía diferente cuando estaba inmerso en su trabajo: más relajado, casi sereno. Pero cuando levantó la mirada y lo vio, su expresión cambió.
—¿Qué haces aquí, cachorro? —preguntó Cooper con una sonrisa burlona, aunque al notar la seriedad en el rostro de Poy, dejó sus herramientas a un lado—. ¿Qué pasa?
—Te estaba buscando —respondió Poy, entrando al taller. Pero no sabía por dónde empezar, así que optó por lo más directo—. ¿Qué relación tienes con ese tipo?
Cooper lo miró, visiblemente confundido.
—¿Qué tipo?
—Damien, tu… amigo —dijo Poy, intentando no sonar celoso, aunque su tono lo traicionaba.
La reacción de Cooper fue inmediata. Soltó una carcajada que resonó en la habitación, dejando a Poy aún más desconcertado.
—¿Es en serio? —preguntó Cooper, limpiándose una lágrima imaginaria—. ¿Acaso creíste esos rumores estúpidos?
Poy se cruzó de brazos, mirando a Cooper con el ceño fruncido.
—No dije que los creyera, pero vi cómo te trataba. No puedes culparme por preguntarme…
Cooper suspiró, sentándose en una de las mesas y haciéndole un gesto a Poy para que se acercara.
—Mira, cachorro, te voy a contar algo, pero solo porque pareces a punto de explotar.
Poy se acercó, apoyándose contra la mesa frente a él.
—Damien es mi mejor amigo. Nos conocemos desde que éramos adolescentes. Sí, en un tiempo, fue algo así como mi sugar daddy, pero no en el sentido que estás imaginando —dijo, con una sonrisa burlona al ver la expresión de Poy—.
—Explícate —pidió Poy, tratando de ocultar el alivio que sentía al escuchar la palabra "amigo".
—Cuando era más joven, mis padres me echaron de casa. No tenían idea de cómo manejar a un omega que no encajaba en sus expectativas. Damien me encontró en uno de mis peores momentos y, bueno, me ayudó. Me dio un lugar donde quedarme, comida, y sí, algo de dinero para empezar a estudiar. Pero nuestra relación nunca fue lo que todos creen.
Poy lo miró, esperando más.
—En esa época, yo no sabía nada de nada. Ni siquiera había tenido una relación seria. Damien era mayor y... bueno, atractivo. Hubo una vez en la que las cosas se pusieron algo íntimas. Nada muy serio, pero suficiente para que ambos nos diéramos cuenta de que no funcionábamos de esa manera.
—¿Qué significa "algo íntimas"? —preguntó Poy, sintiendo que no quería saber la respuesta, pero necesitándola de todas formas.
Cooper sonrió, divertido por la incomodidad del alfa.
—Fue mi primera experiencia. Nos besamos, nos acariciamos un poco, pero ahí quedó. Ambos entendimos que lo nuestro era una amistad, no una relación romántica.
Poy bajó la mirada, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Por un lado, estaba aliviado de saber que Damien no era una amenaza real, pero por otro, la idea de alguien más tocando a Cooper lo hacía sentir... extraño.
—Entonces, no hay nada entre ustedes ahora —dijo, más como una afirmación que una pregunta.
—Nada —respondió Cooper con firmeza—. Damien es como un hermano mayor para mí. Sí, me ayuda de vez en cuando, pero eso es todo. Y para que quede claro, cachorro, si algo te molesta, puedes preguntármelo directamente en lugar de hacer esa cara de cachorro herido.
Poy no pudo evitar sonreír un poco ante el comentario, aunque todavía había algo que quería decir.
—Es que… no soporto la idea de que alguien más te tenga.
Cooper lo miró, sorprendido por la confesión. Por primera vez, el alfa parecía vulnerable, y eso lo desarmó un poco.
—¿Así que ahora me "tienes", eh? —dijo Cooper, intentando aligerar el ambiente.
Poy se acercó un poco más, su tono volviéndose más suave.
—Quizá no todavía, pero quiero tenerte. Quiero que quede claro que eres mío, y que no hay nadie más, ni Damien ni nadie, que pueda cambiar eso.
Cooper sintió un escalofrío recorrerle la espalda ante la intensidad de las palabras de Poy. Aunque trató de mantener su actitud indiferente, no pudo evitar el leve rubor que subió a sus mejillas.
—Eres un cachorro muy territorial, ¿sabes? —respondió, desviando la mirada.
—Y tú eres un omega que me está volviendo loco.
El silencio que siguió fue cargado, pero antes de que la tensión pudiera escalar, Cooper se levantó de la mesa y tomó su bolso.
—Vamos, cachorro. Si vas a declararte, hazlo después de que terminemos este proyecto —dijo, caminando hacia la puerta.
Poy lo siguió, sonriendo mientras pensaba que, aunque Cooper seguía siendo difícil, sabía que poco a poco estaba logrando acercarse más a él.
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Capítulo: Una noche compartida
El viaje había comenzado con una mezcla de entusiasmo y resignación para Cooper. Las actividades interfacultades no eran precisamente su idea de diversión, pero no podía negar que necesitaba un descanso de la rutina. Además, la idea de estar lejos del campus por unos días no sonaba tan mal… al menos hasta que llegó la noche y descubrió la pequeña broma que le habían jugado sus compañeros.
—¿Qué significa esto? —preguntó Cooper, cruzándose de brazos mientras miraba a los organizadores con una mezcla de irritación y sospecha.
—Pues… que te tocó compartir habitación con Poy —respondió uno de ellos, tratando de no reírse en voz alta.
—¡¿Qué?! —exclamaron al unísono, tanto Cooper como el alfa que estaba a su lado.
Poy, sin embargo, recuperó la compostura rápidamente, con esa sonrisa traviesa que siempre usaba para irritar a Cooper.
—Bueno, parece que el destino quiere que pasemos más tiempo juntos, ¿no crees, Cooper?
El omega rodó los ojos, tomando su maleta con un bufido y dirigiéndose a la habitación asignada.
Cuando entraron, la habitación era tan pequeña como incómoda: dos camas individuales separadas por apenas un metro. Cooper lanzó su mochila a una de ellas, tratando de ignorar el hecho de que Poy parecía demasiado feliz con la situación.
—No te emociones, cachorro. Esto no significa nada —dijo Cooper, mientras empezaba a desempacar.
—¿Quién dijo que me estoy emocionando? —replicó Poy con tono inocente, aunque la sonrisa en sus labios decía lo contrario.
Más tarde, cuando ambos se prepararon para dormir, Cooper no pudo evitar quedarse paralizado al ver a Poy salir del baño. El alfa llevaba solo una camiseta ajustada y ropa interior. Aunque Poy no era tan corpulento como otros alfas, su cuerpo tenía una tonificación natural que Cooper no pudo evitar notar, especialmente las líneas que se marcaban en su abdomen y caderas.
—¿Qué demonios es eso? —soltó Cooper, señalando con el dedo mientras intentaba sonar indignado—. ¿Esa es tu idea de ropa de dormir?
Poy se encogió de hombros, aparentemente despreocupado.
—¿Qué tiene de malo? Hace calor. Además, es mi habitación también, ¿recuerdas?
Cooper resopló, sacudiendo la cabeza mientras se metía en la cama con su propio conjunto: un pantalón largo suelto y una camiseta. Pero a medida que la noche avanzaba, se dio cuenta de que dormir no iba a ser tan fácil.
Primero, estaba el calor. Cooper se destapó, pero a los pocos minutos se dio cuenta de que tenía frío y volvió a arroparse, repitiendo el ciclo varias veces mientras Poy observaba desde su cama, tratando de contener una risa.
—¿Siempre eres así de inquieto al dormir? —preguntó finalmente el alfa.
—¿Qué te importa? —respondió Cooper, girándose de espaldas a él—. Duerme y déjame en paz.
Pero Poy no podía dejarlo pasar.
—Si tienes frío, podemos compartir la manta. O, si tienes calor, puedes dejar de usar tanta ropa. Aunque no estoy seguro de que sea tu estilo... ¿o sí?
Cooper se giró para lanzarle una mirada asesina, pero sus ojos bajaron, casi sin querer, hacia las piernas de Poy. El pantalón inexistente dejaba demasiado a la vista, y aunque trató de desviar la mirada rápidamente, fue suficiente para que el alfa notara su breve vacilación.
—¿Estás mirando, Cooper? —preguntó Poy con una sonrisa pícara.
—¡¿Mirar qué?! Por favor, no tienes nada interesante que mostrar —respondió Cooper, intentando sonar despreocupado.
—¿Nada interesante? —replicó Poy, incorporándose un poco en su cama—. Vamos, admítelo. Sabes que tengo más que ofrecer que muchos de esos alfas corpulentos que tanto desprecias.
—Oh, claro, el "pequeño elefante" debe estar muy orgulloso —dijo Cooper, con una sonrisa burlona mientras señalaba disimuladamente.
Poy se echó a reír, pero la respuesta no le molestó; al contrario, lo disfrutaba.
—Si tanto te molesta, puedo cubrirme —dijo Poy, aunque no hizo ningún movimiento para hacerlo. En cambio, sus ojos vagaron hacia Cooper, notando cómo la camiseta del omega se levantaba ligeramente al moverse, dejando ver una franja de piel suave y una curva de su cadera.
La habitación quedó en silencio por un momento, salvo por el sonido de sus respiraciones. Ninguno de los dos dijo nada, pero ambos se dieron cuenta de que sus miradas se habían detenido en lugares donde no deberían.
Finalmente, Cooper suspiró, tirando de la manta para cubrirse por completo.
—Solo duerme, cachorro. No tengo tiempo para tus tonterías.
Poy sonrió, recostándose de nuevo en su cama.
—Buenas noches, Cooper. Y tranquilo, no te comeré… esta noche.
Cooper gruñó, enterrando la cara en la almohada mientras sentía que su rostro se calentaba. Pero, a pesar de todo, no podía ignorar el extraño cosquilleo que sentía cada vez que Poy lo miraba de esa manera.
Esa noche, entre las mantas que iban y venían y las miradas furtivas que compartían, ambos sabían que habían cruzado una línea. Una línea que, aunque ninguno estaba dispuesto a admitirlo en voz alta, estaban ansiosos por cruzar de nuevo.
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Capítulo: El aroma del alfa
El día comenzó como cualquier otro en la universidad, salvo por un pequeño detalle que hacía que Cooper quisiera desaparecer en el acto: llevaba puesta la chaqueta de Poy. Era parte de un reto estúpido que había aceptado el fin de semana anterior, bajo la insistencia y la sonrisa provocadora del alfa. "Si pierdes, tienes que llevar mi chaqueta toda la mañana en la facultad", había dicho Poy con esa mirada traviesa que siempre lograba sacar a Cooper de sus casillas.
Ahora, caminaba por los pasillos con la chaqueta gris oscuro, adornada con el nombre "Poy", junto con la inscripción "1er Año - Ingeniería Mecatrónica", bordada en la parte delantera. Para cualquier persona que lo viera, la prenda parecía decir: "Pertenezco a alguien, y ese alguien es un alfa de primer año".
El aroma de Poy impregnaba la tela, cálido, ligeramente cítrico y con un toque amaderado que parecía envolver a Cooper por completo. Cada vez que la brisa acariciaba su rostro, el omega sentía como si Poy estuviera cerca, hablando en su oído, lanzando alguna de sus burlas o incluso... abrazándolo por detrás.
"Ridículo," pensó Cooper, sacudiendo la cabeza mientras trataba de concentrarse en sus clases. Pero no podía ignorar cómo la chaqueta parecía pesar más de lo normal, como si la presencia de Poy se hubiera materializado en su piel.
Durante el almuerzo, algunos compañeros le lanzaron miradas curiosas y cuchichearon entre ellos. Un omega como él, usando algo que claramente pertenecía a un alfa, era suficiente para desatar especulaciones.
—¿Es eso de tu novio, Cooper? —preguntó una chica con una sonrisa burlona.
Cooper levantó una ceja, con su habitual calma.
—Claro, si mi novio es un cachorro insoportable que no sabe cuándo dejar de molestarme.
El comentario provocó algunas risas, pero Cooper no podía negar que había algo íntimo en usar esa chaqueta. El aroma se intensificaba con cada minuto que pasaba, envolviendo su cuerpo, llenando sus sentidos. Durante una clase particularmente aburrida, su mente comenzó a divagar, imaginando a Poy detrás de él, deslizando las manos por sus hombros mientras susurraba algo irritantemente encantador.
"Demonios, esto no debería afectarme tanto," pensó, pero su cuerpo le decía otra cosa. Sentía el calor subiendo por su cuello, y agradeció que la chaqueta fuera lo suficientemente grande como para ocultarlo.
Cuando finalmente terminaron sus clases, Cooper salió al patio, ansioso por librarse de la prenda antes de que su día empeorara. Pero, como si el universo estuviera en su contra, Poy estaba esperándolo, apoyado contra un árbol con una sonrisa que lo hacía ver aún más juvenil y confiado.
—¿Disfrutaste tu día, Cooper? —preguntó el alfa, claramente divertido al ver a su omega con su chaqueta.
—Si llamas "disfrutar" a cargar con esta cosa todo el día, entonces sí, me divertí muchísimo —respondió Cooper con sarcasmo, mientras se acercaba para devolverle la prenda.
Sin embargo, cuando trató de quitársela, Poy lo detuvo con una mano suave sobre su brazo.
—Espera —dijo, inclinándose un poco hacia él. Su nariz se acercó al cuello de Cooper, inhalando profundamente. La expresión en su rostro se suavizó, transformándose en algo más intenso y satisfecho—. Vaya, Cooper… estás cubierto de mi aroma.
Cooper sintió un escalofrío recorrerle la columna.
—¿Y qué con eso? —preguntó, fingiendo indiferencia, aunque el leve rubor en sus mejillas lo delataba.
—Nada, solo que me gusta cómo se siente —respondió Poy, con una sonrisa que revelaba lo bien que había salido su plan.
Poy sabía que ese pequeño reto era la excusa perfecta para marcar a Cooper, al menos de forma temporal. Verlo caminar por la universidad con su chaqueta, mostrando sin darse cuenta que era suyo, había sido un placer difícil de describir.
—Sabes, podrías quedártela si quisieras. Te queda bien —dijo Poy con tono casual, aunque sus ojos reflejaban algo mucho más profundo.
Cooper lo miró con una mezcla de burla y desafío.
—¿Y dejar que sigas con tu fantasía de marcarme como si fuera tuyo? Ni en sueños, cachorro.
Pero antes de que pudiera quitarse la chaqueta por completo, Poy se acercó aún más, sus manos descansando en los hombros de Cooper mientras lo miraba directamente a los ojos.
—No es una fantasía, Cooper. Es algo que quiero hacer realidad.
El omega se quedó en silencio, su corazón latiendo con fuerza mientras trataba de descifrar el significado detrás de esas palabras. Finalmente, suspiró, quitándose la chaqueta y empujándola contra el pecho de Poy.
—Sigue soñando, alfa —dijo con una sonrisa que no podía ocultar del todo su propio nerviosismo.
Mientras se alejaba, Poy observó cómo la figura de Cooper desaparecía entre los pasillos del campus. Con la chaqueta en las manos, el aroma del omega ahora mezclado con el suyo, Poy sonrió para sí mismo.
"Un día, Cooper," pensó, apretando la prenda contra su pecho, "haré que llevar mi aroma no sea solo parte de un juego."
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Capítulo: Entre provocaciones y límites
El campus estaba tranquilo esa tarde, el bullicio habitual de los estudiantes reducido a un murmullo lejano. Cooper caminaba hacia la biblioteca, con su mochila colgando de un hombro y un aire de aparente indiferencia. Últimamente, se había dado cuenta de que Poy lo buscaba con más insistencia, y aunque en público intentaba mantener cierta distancia, en privado había empezado a disfrutar de sus intentos por llamar su atención.
Al llegar a una sala de estudio vacía, Cooper sintió una presencia conocida detrás de él antes de que siquiera escuchara la voz de Poy.
—Cooper —dijo el alfa con su característico tono, mezcla de determinación y vulnerabilidad—. ¿Por qué sigues escapando de mí?
El omega se giró lentamente, cruzándose de brazos mientras una pequeña sonrisa juguetona se formaba en sus labios.
—No estoy escapando, Poy. Simplemente tengo cosas más importantes que hacer que lidiar con un cachorro alfa en su primer año —respondió, su tono burlón pero no malintencionado.
Poy frunció el ceño, aunque su postura permanecía relajada. Era más alto que Cooper, pero su figura menuda y su rostro juvenil le daban un aire menos intimidante que otros alfas. Aun así, su mirada intensa tenía una forma particular de desarmar al omega, algo que Cooper prefería no admitir.
—¿Cachorro? —repitió Poy, dando un paso al frente—. Puede que sea joven, pero sabes perfectamente que no soy un niño, Cooper.
El omega levantó una ceja, manteniendo la calma a pesar de la proximidad. Poy estaba cerca, demasiado cerca, pero en lugar de retroceder, Cooper inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos brillando con algo que Poy no pudo descifrar de inmediato.
—¿Ah, sí? —preguntó Cooper con un tono desafiante—. ¿Y qué haría un alfa maduro en este caso?
Poy tragó saliva. Había algo en la voz grave y ligeramente burlona de Cooper que siempre lograba ponerlo nervioso. Sin embargo, decidió no retroceder. Se inclinó un poco más, sus ojos clavados en los de Cooper.
—Primero —dijo en un susurro—, me aseguraría de que no puedas provocarme de esa manera.
El corazón de Cooper dio un pequeño vuelco, aunque se obligó a mantener la compostura. Para disimular, soltó una risa baja y se apoyó en la mesa detrás de él, adoptando una postura más relajada.
—¿Provocarte? Yo no hago eso, Poy. Eres tú quien siempre me sigue. Quizá deberías aprender a controlarte, cachorro.
El alfa dio otro paso, quedando lo suficientemente cerca como para que el aroma de ambos comenzara a mezclarse. El suave olor a madera y cítricos de Poy contrastaba con la esencia cálida y especiada de Cooper, creando una tensión palpable en el aire.
—¿Controlarme? —repitió Poy, su voz más baja, casi un gruñido—. Tal vez no quiero hacerlo cuando estoy contigo.
Cooper sintió un ligero calor en su rostro, aunque lo disimuló con un movimiento rápido, empujando ligeramente a Poy con dos dedos sobre su pecho.
—Cuidado, cachorro —advirtió con una sonrisa que pretendía ser despreocupada, aunque su mirada traicionaba un destello de diversión—. Podrías meterte en problemas si sigues acercándote tanto.
Poy, en lugar de retroceder, atrapó la muñeca de Cooper con suavidad, sin apretar, pero suficiente para hacer que el omega lo mirara directamente.
—El único problema que tengo es que sigues actuando como si no sintieras nada, cuando sé que te gusta que te busque.
Por un momento, el silencio llenó la habitación. Cooper podía sentir el pulso firme de Poy contra su propia piel, y aunque quería replicar con algo sarcástico, su mente se quedó en blanco. Finalmente, suspiró y ladeó la cabeza.
—Eres insistente, lo admito —murmuró, retirando su mano con suavidad—. Pero no creas que vas a ganar tan fácil.
Poy sonrió, esta vez con una mezcla de confianza y ternura.
—No necesito ganar, Cooper. Solo quiero que me dejes estar a tu lado.
El omega no respondió de inmediato. En cambio, tomó su mochila y se dirigió a la puerta, aunque antes de salir se detuvo y miró por encima del hombro.
—Tal vez deberías esforzarte un poco más, cachorro. Quién sabe… quizá me convenzas.
La risa suave de Cooper resonó en la sala mientras cerraba la puerta detrás de él, dejando a Poy de pie, todavía sintiendo el calor del breve contacto. A pesar del rechazo juguetón, el alfa sabía que había algo diferente en la actitud de Cooper últimamente. Tal vez, después de todo, estaba logrando acercarse más a ese omega único que tanto le fascinaba.
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Capítulo: Un gesto inesperado
El sol de la tarde bañaba el campus con su cálida luz, y el viento soplaba suavemente, cargando el aroma de las flores del jardín. Cooper cruzó el patio con calma, los libros bajo el brazo, mirando de reojo hacia el rincón donde siempre solía encontrarse con Poy. A pesar de su apariencia masculina y corpulenta, sus movimientos eran suaves, reflejo de su carácter tranquilo. Su cabello castaño revoloteaba con la brisa mientras su mente repasaba las últimas clases.
Al llegar, lo vio. Poy estaba allí, esperando, con las manos entrelazadas y una pequeña flor en ellas. El joven alfa, alto y de complexión delgada, parecía una mezcla de emoción y nerviosismo, mordiéndose ligeramente el labio mientras observaba a Cooper acercarse. Su uniforme de primer año apenas ocultaba su inquietud; el borde de su chaqueta ondeaba con el viento, delatando el leve temblor de sus manos.
—Cooper —dijo Poy en cuanto el omega estuvo lo suficientemente cerca, su voz firme pero teñida de vulnerabilidad—. Quería verte hoy… porque hay algo importante que quiero decirte.
Cooper levantó una ceja, curioso, pero su mirada se suavizó al ver la flor que Poy sostenía. Era una margarita blanca, sencilla pero significativa, y su fragancia dulce se mezcló con el aire del patio.
—¿Para mí? —preguntó Cooper, un pequeño destello de sorpresa en sus ojos. Extendió una mano, y cuando la tomó, la observó con cuidado, casi como si sostuviera algo muy frágil. Sus labios esbozaron una ligera sonrisa—. Es hermosa.
Poy respiró hondo, sus mejillas encendidas. Sabía que este era su momento. No podía retroceder.
—Es un símbolo —empezó, apretando los puños para evitar que su nerviosismo lo controlara—. Quiero que sepas que… mis sentimientos por ti son sinceros, Cooper. No quiero que pienses que esto es solo un capricho o una confusión. Sé que soy joven, pero… quiero estar contigo. Puedo amarte. Quiero hacerlo.
Cooper alzó la vista, sus ojos encontrándose con los de Poy. La honestidad en las palabras del alfa resonó en él como pocas cosas lo hacían. No respondió de inmediato, pero su expresión transmitía más de lo que las palabras podían.
Poy, animado por la reacción del omega, dio un paso adelante, sintiendo el impulso de hacer algo más, algo que sellara su declaración. Se inclinó ligeramente, intentando acercarse a Cooper para darle un beso. Sin embargo, sus nervios le jugaron una mala pasada: su pie tropezó con una piedra suelta en el suelo, y en su intento por no caer, su mano se apoyó de golpe en el pecho de Cooper.
Ambos se quedaron congelados.
El contacto era cálido y directo, algo inusualmente íntimo para un alfa y un omega en público. Cooper sintió cómo un rubor intenso se apoderaba de su rostro, y Poy, con los ojos abiertos como platos, retiró la mano rápidamente, tartamudeando una disculpa.
—¡Lo siento, Cooper! No quería… fue un accidente, yo… —balbuceó Poy, dando un paso atrás, tan rojo como un tomate.
Las pocas personas en el patio que habían sido testigos del incidente empezaron a susurrar, algunas mirando de reojo con expresiones de sorpresa o diversión. Para muchos, ese tipo de contacto solo podía significar una cosa: que el alfa y el omega compartían algo más que simples palabras, algo físico como se acusaba al omega.Los rumores comenzaron a esparcirse rápidamente, alimentados por la imaginación de los estudiantes.
Cooper, intentando calmar la situación, tomó aire y extendió una mano para tocar suavemente el brazo de Poy, tranquilizándolo.
—Tranquilo —dijo con una pequeña sonrisa—. Fue un accidente, lo sé. Pero… gracias por esto —levantó la flor, mirándola con aprecio—. Es un gesto hermoso, y lo valoro mucho.
Poy asintió, todavía avergonzado, pero un brillo de alivio y esperanza apareció en sus ojos. Cooper no lo había rechazado; al contrario, parecía genuinamente conmovido.
El omega miró a su alrededor, notando las miradas y los murmullos, y suspiró.
—Creo que nos han dado más protagonismo del que queríamos hoy. Tal vez deberíamos hablar en otro lugar la próxima vez.
Poy rió suavemente, rascándose la nuca.
—Sí… creo que tienes razón.
Mientras ambos salían del patio, caminando uno al lado del otro, el rumor de su cercanía ya se expandía como un incendio por toda la universidad. Sin embargo, Cooper, con la flor aún en la mano, no podía evitar sentirse ligeramente emocionado. Poy no solo era sincero; también estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa por él. Y eso, pensó Cooper, tal vez era el principio de algo real.
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Moodboard | inspiration #onrol
Cooper es un modelo destacado de la marca, y recide en América hace un año.

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ON ROL | Monorol
Todos en la escuela sabían de la reputación de Cooper. El joven jugador de voleibol del equipo, amable y divertido, que resulto ser un verdadero mantenido, o eso era lo decían a sus espaldas.
El universitario venía en un auto lujoso, con el mimo hombre que siempre lo traía y recogía de la universidad.
N ese tiempo no estaba bien visto ese tipo de relaciones, aún más siendo Cooper un Omega macho, simplemente lo tachaban como un cualquiera. Un chico fácil y los rumores aumentaban.
En realidad en parte no era mentíra solo una historia mal contada. En realidad ese hombre si lo mantenía, era su sugar daddy pero no se conocieron de ese modo al principio.
El hombre fue compañero de Cooper cuando esté estaba en el secundario, era tres años mayor y solía verlo en clase de educación física. El chico era todo un nerd, que secretamente estaba enamorado del omega. El mismo siempre se ha destacado en deportes cosa que fue admirada por el chico.
Se conocieron en clase cuando una vez Cooper golpeó accidentalmente al hombre en la cabeza con una pelota de voleibol. Se sintió tan apenado que lo llevo a enfermería y desde allí no pudieron separarse
Por cosas del destino termino confesando y ambos acordaron tener este tipo de relacion. En realidad ni siquiera un contrato de baby y daddy o sumiso y dominante. Era como si fuese el compañero del chico. Salían siempre juntos, lo acompañaba a reuniones y estaba para el cuando lo necesitaba solo no tenían relaciones íntimas.
Cooper tuvo su primer beso con el chico y aunque hayan llegado lejos en algunos momentos nunca se sobrepasaron más que toques o pedidos especiales que le hacía.
Si, era un mantenido pero quería demasiado a aquel hombre. Lo apreciaba, lo amaba, era su amigo y alma gemela eso siempre sería así.


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UPDATE Cooper P.
͏͏𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭 ͏ : ͏ 𝗂𝖿 ͏ 𝗒𝗈𝗎 ͏ 𝗐𝖺𝗇𝗇𝖺 ͏ 𝗀𝗈 ͏ 𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾 ͏ 𝗇𝗈𝖻𝗈𝖽𝗒 ͏ 𝗀𝗈𝖾𝗌 ͏ 𝗍𝗁𝖺𝗍 ͏' ͏𝗌 ͏ 𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾 ͏ 𝗒𝗈𝗎 ͏ '𝗅𝗅 ͏ 𝖿𝗂𝗇𝖽 ͏ 𝗆𝖾


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ON ROL | Trama: First Meet

Lo que menos le gustaba a cooper eran los chismes. Y una universidad repleta de jóvenes hormonales que basan su status en ellos no era un buen comienzo.
Intentaba pasar desapercibido, pero incluso asi los rumores llegaban a el y de la peor manera.
El más reciente y al que aún no ha podido ignorar comenzó a principio de año. Comenzaron a decir que el omega no deberia ser tan alto, o tan musculoso. No deberia tener ese caracter y ser tan serio. Lo de cada año, la burla de siempre, solo que a eso se añadió un nuevo personaje, alguien nuevo de quién burlarse. El estudiante de medicina de primer año, Duen Tirakirat era su nueva víctima, y en lugar de beneficiarlo solo empeoraron las cosas al descubrir que el chico era alfa y pensaron que era gracioso emparejarlo con el debido a las mismas características que compartían. Básicamente no parecen como los de su especie distaban.
Un omega grande y musculoso, y un alfa sensible y escualido juntos. Una pareja dispar ante los ojos cerrados y misóginos de la sociedad.
No creyo que fuera mas que bromas, cuando encontro al pequeño Duen espiandolo en el receso, o dejando cartas en su casilero. Tambien aquella vez que compro una merienda y lo dejo en su pupitre designado.
El niño era amable, algo obsesivo pero de una forma tierna. Buscaba llamar su atención.
Penso que el niño era muy lindo, en realidad no tenía ningún inconveniente con el o su apariencia, sin embargo tener ellos dos una cita no lo veía posible. O quizás ¿debería de darle una oportunidad...?
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