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—¿Lo son? La mayoría está roto o faltante de piezas —informó linealmente al echar un vistazo a los objetos que conocía bastante bien debido a su linaje. No sabía cómo había conseguido los mismos, pero dudaba de su procedencia. No debía ser más que un charlatán. Por otro lado, era ilegal y podían arrestarlo al poseer objetos no mágicos; sin embargo, eso último se lo guardó, pues las legislaciones recientes le parecían ridículas.

"Compañeros y compañeras, ¡esto es lo último del mundo muggle! Lo conseguí antes de que... cerraran las fronteras, si es que lo podemos decir de alguna forma" susurró con tono cómplice mientras se hallaba al centro del callejón Knockturn, rodeado de una manta extendida en el suelo, sobre la cual descansaban objetos de procedencia dudosa (relojes digitales, una radio portátil que emitía ruido blanco, encendedores de distintas formas, entre otros). "¡Última oportunidad! Si el ministerio pilla esto, lo destruye. O lo usa. Y créanme, estos objetos son de un valor impagable".

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La conocida voz de una persona captó su atención. Entre el barullo captó la cercanía de Zabrina, su prima. Podía notar que había estado bebiendo de más. Observó a su alrededor en busca de Jacob, esperando que se hiciera cargo de ese descuido, pero no parecía estar a la redonda. —Los nombres son exagerados, pero tienes un punto —concedió, al menos históricamente hablando. No le sorprendería una división física entre magos y muggles.

Era innegable que ya había bebido de más pero la atmósfera que se respiraba por todos lados era de tensión y opresión por lo que la visita a Hogsmeade para llevarle unos dulces de Honeydukes a su querido hermano se convirtió en una visita a las Tres Escobas entonces era inevitable no tomarse unos tragos. - Sólo digo qué... - ya con licor en las venas era imposible pararla y ponerse a hablar de temas delicados pero era de esperarse con una persona borracha. - Tanto odian a los muggles y los quieren imitar ¿Sabes? Ya ves lo que está pasando en Alemania, al rato vamos a tener el muro de Hogsmeade o vamos a ser el reino mágico del este o el oeste. O norte o sur. Creo que en Corea pasó también - comentó.

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—No es un autógrafo —informó impaciente—. Te está entregando un panfleto de protesta —agregó, dado que la persona se sintió cohibida por la reacción de Vanity. No así ivan, que tenía el propio en su mano derecha.

"No, nada de autógrafos," su falsa sonrisa permanecía intacta mientras apartaba aquel papel con un delicado gesto de su mano. Después, se limpió esta con ayuda del material de sus pantalones. "Tengo que cuidarme la muñeca. Lo entiendes, ¿verdad?" La temporada de quidditch era su absoluta prioridad y no podía lesionarse por nada del mundo.

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❄️. 𝐢𝐯𝐚𝐧 𝐝𝐚𝐯𝐢𝐞𝐬 / él, suyo. Nacido el 21 de diciembre (25 años), sangre mestiza. Guardián en el Equipo de Quidditch Nacional de Inglaterra y Los Halcones de Falmouth. Ex Ravenclaw. Soltero.

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MICHAEL EVANS BEHLING 🚬

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—No me digas que los conjuros oscuros han llegado a su fin —ironizó, a sabiendas que Barty tendría más de uno, incluso propio. Lo creía capaz de cualquier cosa—. ¿Qué hay de las pociones? —Esta vez no fue sarcástico. Si existían hechizos para torturar, manipular y matar (ya aprendidos), ahora podía emprender nuevos conocimientos.

para @suerteliquida : rabastan & barty.

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Salir del Ministerio de Magia fue un fastidio. Las manifestaciones se habían dispersado tras su prohibición, pero eso no había erradicado los casuales grupos de gente. Aún le preguntaban qué hacer o le atacaban. ¿Acaso tenía el puesto de Ministro o se llamaba Lord Voldemort? Le daba igual. Ya que no tenía que torturar gente, se perdería en alcohol. Aún así, le sorprendió encontrarse a la figura de su hermano. La persona con la que había chocado, les devolvió una mirada aterrada. Rabastan la ignoró. —¿No es muy temprano para asustar gente? —Preguntó, sarcástico.

Los cuchicheos le precedían, como ya era costumbre. Rodolphus apenas había dado unos pasos fuera del Ministerio y ya sentía las miradas encima, algunas cargadas de preguntas, otras cargadas de rabia, pero nadie se atrevía a vocalizar nada en voz alta. El decreto recién publicado parecía tener a todos con los nervios crispados, y sin embargo, para él no era más que un avance tardío pero necesario. Era el medio para llegar al anhelado fin. Mientras caminaba por el callejón Diagon, giró en una esquina sin aminorar el paso y se chocó con alguien que, obviamente, no lo había visto venir. El mayor de los Lestrange frunció el ceño y escupió con desdén, mientras se acomodaba su túnica. "La próxima vez, fíjate por dónde caminas".

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Las palabras dulces de Umbridge confundían al Inefable, especialmente porque eran determinantes y crueles. Ni siquiera los grandes misterios de su departamento le permitirían entenderla (tampoco quería). Ah, y lo había tomado con halago. Bien, claro, fue intención. —Por supuesto, sería un mensaje consistente para la comunidad mágica —recitó, ocupando la frase que había escuchado recientemente. Estaba por dar media vuelta, pero el recital continuó—. Me ha ayudado hoy. En definitiva un miembro respetable, gracias —pronunció. No formó una sonrisa, pero tampoco fue sincero. ¿Acaso notaría la ironía? Tal vez no, porque la contraria estaba perjudicando su salida después de todo.

– Además, no queremos que las cosas se salgan de control ¿verdad, corazones? – con una amenaza implícita dirigió una última mirada a la multitud para volverse a Lestrange, claramente tenía que quedar bien con estas personas, pues obtendría más a su lado que en su contra y compartía esos ideales puristas – Definitivamente, creo que mis palabras llenas de sabiduría es lo que necesita este respetable recinto – se alisó la falda halagada por las palabras de Rabastan, claro, ella idealista imaginando sus decretos colgados en las paredes, sus normas y preceptos – Ya sabe que lo que necesite señor Lestrange. Es inaceptable que estas personas perjudiquen su salida después de todo, aquí se trabaja por el bien y el control de nuestra comunidad – no iba a desperdiciar una oportunidad de crecimiento.

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Y seguía. Lestrange la miró fastidiado. Debió usar la red flu de inmediato. Lo haría mañana. Así no se encontraría con periodistas ni manifestaciones. Vaya, hasta extrañaba inspeccionar los asquerosos cerebros. —Sin comentarios —se decantó entonces. Aunque Braithwaite había acertado en ambas preguntas: no le interesa y simplemente no le importaba.

La reportera no se dio por vencida, porque claro, ¿cuándo lo había hecho? Pocas veces tenía en cuenta su seguridad o el peligro que esto suponía. La noticia y la primicia eran lo más importante. Con su mejor y afable sonrisa (falsa, evidentemente), la joven prosiguió escribiendo y leyendo en alto lo que ponía: "«Se niega a dar más declaraciones»... ¿Por qué es esto? ¿Es que no le interesan los conflictos dada la LSCAM?" Elevó su mirada para observarle. "¿O es que simplemente no le importa?" Volvió, entonces, a escribir con rapidez, esta vez sin vociferar sus apuntes, pues no eran más que mera especulación por su parte.

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Rabastan tenía la respuesta inmediata, pero fingió pensarlo, darle una oportunidad innecesaria al Ministerio. —Sí, creo que es el siguiente paso —admitió. La amenaza con arrestarles no sería suficiente. Ah, y luego los tendría que asesinar, sería tan divertido—. Y lo harán seguramente —de nuevo, pronunció sin demostrar una postura al respecto. Al menos no sentía la necesidad de añadir un comentario cruel o apegado al Ministerio frente a Aurora. Pero tampoco pensaba abogar por nadie.

"¿Crees que... El Ministerio empiece a utilizar la fuerza?" No podía evitar sentirse consternada al respecto. Todo este asunto le revolvía el estómago. Aurora suspiró profundamente. "No estoy segura de qué le podría seguir a esto..." le asustaba sólo pensarlo. ¿Qué otras prohibiciones eran capaces de crear? La idea estaba ahí. No pensaba que pararían ya. "Es decir, podrían promulgar mas cosas..." La incertidumbre sobre el qué, era la que le causaba ansiedad. Ni siquiera saldría afectada y aún así no conseguía tranquilizarse al respecto, porque sabía que mucha gente sería herida en el proceso. Era su gran defecto, la empatía que tenía por los demás.

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George MacKay for Gucci’s Where Light Finds Us campaign. credit.

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Prefirió hacerse cargo de las compras ese día. En casa era un caos organizado, por decirlo de algún modo. Aprovecharía el día dado que la redada había terminado a tiempo. Así podría darle un respiro a Molly. ¡Ah, también tendría que pasar por Flourish & Blotts por los libros que encargó Bill! Sus pensamientos viajaban rápidamente, ni siquiera vio venir a la figura vestida de negro, haciéndole dar un respingo. Tres bolsas cayeron de sus manos. —O, podrías hacerlo tú también. —Arthur debía una disculpa, pero no se la daría a Lestrange.

Los cuchicheos le precedían, como ya era costumbre. Rodolphus apenas había dado unos pasos fuera del Ministerio y ya sentía las miradas encima, algunas cargadas de preguntas, otras cargadas de rabia, pero nadie se atrevía a vocalizar nada en voz alta. El decreto recién publicado parecía tener a todos con los nervios crispados, y sin embargo, para él no era más que un avance tardío pero necesario. Era el medio para llegar al anhelado fin. Mientras caminaba por el callejón Diagon, giró en una esquina sin aminorar el paso y se chocó con alguien que, obviamente, no lo había visto venir. El mayor de los Lestrange frunció el ceño y escupió con desdén, mientras se acomodaba su túnica. "La próxima vez, fíjate por dónde caminas".

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Las redadas se habían triplicado. El Ministerio de Magia no iba a permitir que nadie alojara objetos o cualquier referencia muggle. Habían recibido avisos, pero no eran correctos. Su departamento se encargaba de arreglar el uso incorrecto de esos artefactos, pero ahora tenía la orden de informar (y acusar) a cualquiera que se atreviera a tener un objeto no mágico, alterado o no. Era difícil. Arthur no podía ser imparcial al respecto. Aquel día se informó de una nueva redada. Creía que acudiría por su cuenta, pero la presencia de Dolores Umbridge le sorprendió, haciéndole frenarse. —Oh, buen día —saludó cordialmente. Pensó que la mujer le daría una indicación al respecto, pues generalmente no se encontraban en el mismo lugar.

para @chestofwonders : arthur & dolores.

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—Ya decía yo. Ninguno de los míos tiene uno así —aportó humor. Sabía que no cambiaría la expresión de Lily, pero no quería empeorar la situación—. No es nada, no es nada —movió la palma al aire para restarle importancia—. Oh, sí, un largo tiempo. He estado ocupado, todo es un caos, pero estoy bien, muchas gracias por preguntar. —No profundizó, tampoco preguntó directamente por su estado, le parecía insensible—. ¿Y qué tal el pequeño Harry? ¿Cuánto ha crecido? —Se interesó.

lily se inclinó levemente para tomar el pequeño juguete. "sí... es de harry." dice feliz de tenerlo de vuelta. "gracias, arthur." dijo alzando la mirada hacia el pelirrojo, dejando que pequeña sonrisa alzara con cuidado sus comisuras. "¿cómo estás?" pregunta con genuino interés. "no te veía hace un tiempo."

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—Y la tuya tampoco es bienvenida —replicó. Algunos presentes podían estar de acuerdo o no, pero debían moderarse. Esto estaba empeorando.

– La última vez que me fijé, no pregunté tu opinión –respondió, con desagrado. No iba a perder su tiempo hablando con traidores.

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Asintió, viendo marchar a su esposa mientras él se veía al espejo y trataba de ajustar la corbata. No era ajeno al código de vestimenta al trabajar en el Ministerio de Magia, pero quería que esta ocasión fuese especial. Por tanto, hizo uso de su varita para enredar la corbata y ajustarla. Peinó un poco su cabello y vigiló que todo estuviese en su lugar. Eso parecía. No demoró demasiado en estar listo. Esperó con impaciencia, mientras paseaba por la habitación con nerviosismo. Esto le traía ciertos recuerdos de su tiempo de novios, antes de casarse. Elevó su mirada al observar a su esposa. De inmediato sonrió, maravillado. —¡Estás hermosa, cariño! —Soltó, grabándose el momento. Sólo por ello permaneció en su sitio.

Una risa, juvenil e involuntaria, escapó de sus labios– Okay, okay. No me tardo –prometió. Se marchó a su habitación a buscar qué ponerse, no sin antes ponerse de puntillas para darle un rápido beso. Lo cierto era que Molly no tenía mucha ropa elegante, pero había un vestido que había usado para alguna gala hace años que todavía guardaba en su armario. Era una suerte que estaba en perfectas condiciones, porque podía usarlo una vez más para lo que fuera que su esposo tuviera preparado. Vivir con tantos niños le había enseñado a arreglarse con magia en tiempo récord, usando un hechizo en su cabello y aplicando tan solo una capa ligera de maquillaje, de forma manual. No podían haber pasado más de 15 minutos cuando estuvo de vuelta en la sala– Okay, ¿esto sirve? –preguntó, haciendo una seña al atuendo.

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—Sí... Creo que sí. Sí, puede funcionar —analizó, soltando un respiro pues llevaba trabajando en el espacio disponible toda la mañana. Estaba agotado, pero era un estado que conocía bien luego de trabajar y criar siete hijos. Sonrió por el afecto de su esposa. Ah, ahí estaba, la chispa revitalizante que necesitaba. Acarició el antebrazo de Molly—. Es un placer —respondió—. ¿Sabes? Estoy orgulloso de ti. Por ayudar. —Sabía que encontraría la forma de hacerlo. Le gustaba que su casa fuese un refugio.

Miró a su alrededor, notando espacio que hace meses no lograba ver entre el caos que podía ser una casa tan habitada– Te ha quedado perfecto –felicitó, de forma sincera. Aprovechando que estaba detrás de él, la pelirroja tomó el momento para abrazarlo por la espalda. Si fuera más alta, quizás podría haber apoyado su cabeza sobre el hombro ajeno, pero al ser de su estatura, quedaba más bien apoyada entre sus omoplatos– Gracias –el agradecimiento iba más allá que sólo por ordenar, claramente, aunque Molly no dijo más.