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A LA DERIVA.
“Una o varias personas que se entregan a la deriva renuncian durante un tiempo más o menos largo a las motivaciones normales para desplazarse o actuar en sus relaciones, trabajos y entretenimientos para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y por los encuentros que a él corresponden “.
La deriva es un proceso situacional que consiste en entregarse por completo al contexto territorial a través de los sentidos y la conciencia, donde el azar juega un papel importante en la captación de los diferentes elementos psicogeográficos.
DERIVA AL CHEMBECH.
El Chembech es un barrio ubicado cerca del centro de la ciudad de Mérida, es conocido mayormente por el mercado que existe desde hace aproximadamente 100 años, el cual se encuentra entre la calle 57 y 42.
Debido a la gran carga histórica de este sitio, se decidió como lugar para llevar a cabo la deriva; recorrer sus calles y escondites, dejarse guiar por los sentidos, anotar lo que se observa; estos elementos conforman las instrucciones de un juego: el de perderse, dejarse afectar por el lugar y vivirlo con ganas.
“COMIENZA EL JUEGO”.
Lo primero que se hace es definir si se irá en grupos pequeños o de manera individual, si se decide por lo primero la experiencia podría ser más rica, pues se tienen diferentes percepciones dependiendo del número de personas que conformen el grupo; si por el contrario se elige lo segundo, la experiencia podría ser limitada. En cualquier caso al iniciar la deriva debe tenerse en cuenta que no es necesario el disfrute de esta, es decir, no se debe obligar a sentir cosas que no son, si la persona en algún punto ha dejado de sentirse feliz es totalmente válido dejarse inundar por las emociones que nos transmite el lugar.
Para nosotros el juego comenzó desde el parque de “La Mejorada”, acordamos como punto de reunión el mercado de “El Chembech”; recorrimos las calles en grupos pequeños de 3 o 4 personas aproximadamente, dejamos que el ruido, los olores y las personas nos inundaran hasta lo más profundo. Queríamos conectarnos con el sitio, así que en el trayecto conversábamos con personas aleatorias del lugar.
Poco a poco cada uno fue expresando lo que sentía, pasamos de sólo ver, observar y anotar a decir todo lo que nos emocionaba. Pronto se escuchaban frases como: “Huele feo”, “Tengo hambre, se me antojan unas mandarinas del mercado”, “Demasiado ruido”, “Me gusta esta casa”.
En algún momento, llevados por el deseo de explorar, los pequeños grupos que se habían conformado comenzaron a disolverse discretamente. Los integrantes se perdían al doblar en la esquina de la calle, lo cual también es completamente válido cuando se trata de jugar a perderse.
Con esta nueva dinámica en los grupos, que ya no lo eran, cada persona vivió una experiencia diferente en el último trayecto hacia el mercado.Sólo bastaron algunos minutos para que todos se reencontraran en el punto de reunión previamente establecido,
Al finalizar el recorrido compartimos las experiencias vividas, de un momento a otro la alegría y el hambre se hicieron presentes y, entre risas y alguna que otra queja por el calor, se decidió en conjunto probar la comida ofrecida en el mercado: panuchos, empanadas de queso, tortas de cochinita, entre otras comidas tradicionales, todas consumidas y amadas por gente local y extranjera.
Desde luego la deriva es más que un proceso colectivo o individual, es una herramienta que, a través de un mapeo de experiencias, puede ser útil para comprender el sitio y para comprenderse uno mismo con el sitio. Conectarse con el territorio es dejarse afectar por lo que nos rodea físicamente, lo tangible, pero al mismo tiempo, es dejarse afectar por la gente.
Desde esta mirada, se puede afirmar que el mapeo sensitivo, la deriva y otras herramientas que permitan el contacto con las personas y el espacio físico, deben ser usadas en los proyectos en que puedan ser aplicables, pues los resultados de estos mismos pueden ser doblemente exitosos al conocer de manera personal la situación que enmarca el sitio y la gente del mismo.
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