Este blog fue hecho con la intención de dejar algunas imágenes, frases y videos con una mirada crítica sobre la edudación y la escuela. Aunque queden por fuera muchos aspectos como la familia, la particularidad de cada localidad de espacios educativos, y la misma educación fuera de la escuela; la idea es que sea leído y entendido desde el inacabamiento del aprendizaje para la enseñanza y todo lo que allí se pone en juego.
Don't wanna be here? Send us removal request.
Video
youtube
Esta charla tiene un enfoque muy interesante sobre cómo y porqué interactuar de determinada manera con los adolescentes. Teniendo en cuanta las múltiples adolescencias que pueden surgir y lo emblemáticas que son, pienso que aunque las pautas para el abordaje de contenidos en el aula parte de aprendizajes sobre la práctica y de los saberes conceptuales adquiridos en la carrera y la vida misma, me parece un video significativo para entender la problemática y esa inevitable sensación de inacabamiento en el tránsito por la escuela. La disyuntiva entre lo que es posible hacer y lo que se quiere hace, lo que parecería necesario para la prosperidad y bienestar de los estudiantes.
1 note
·
View note
Text
Cuanto más pienso en la práctica educativa y reconozco la responsabilidad que ella nos exige, más me convenzo de nuestro deber de luchar para que ella sea realmente respetada. Si no somos tratados con dignidad y decencia por la administración privada o pública de la educación, es difícil que se concrete el respeto que como maestros debemos a los educandos.
Freire
0 notes
Video
tumblr
Detachment (conocida como El profesor) es una película dramática en la que el profesor llamado Henry Barthes es contratado para una sustitución en una escuela donde muchos estudiantes tienen problemas de adaptación en la sociedad y la realidad. El aula en sí es conflictiva para Barthes, pero posee un auténtico don para conectar con los alumnos, aunque ignore esa capacidad. Al trabajar sólo sustituciones, nunca permanece bastante tiempo en un instituto como para mantener una relación afectiva con sus alumnos o sus compañeros. Cuando llega a este instituto el el que transcurre la película, donde una frustrada administración ha conseguido volver totalmente apáticos a los alumnos, Henry no tarda en convertirse en un ejemplo a seguir para los adolescentes.
Encuentro significativo este fragmento de la película porque si bien se nota lo poco natural del debate/enseñanza, permite reflexionar si se tiene en cuenta el resto de la película; qué tan fuerte puede ser la figura del docente.
0 notes
Video
tumblr
La serie española ‘Merlí’ además de presentarse como un ideal de sociedad en la escuela, al tiempo que de espacio educativo; supo mostrar situaciones en las que el docente intervenía frente a conflictos de acoso, burlas y mitologías discursivas. En este fragmento particular de la serie Merlí interviene críticamente frente a la burla hacia un compañero.
1 note
·
View note
Text
Transitando la escuela
La segunda casa, aún más grande. Recuerdo que la escuela, la que transité de primero a sexto grado, me pareció una suerte de casa a la que siempre quería llegar. A la que no faltaba mucho porque la tenía a dos cuadras de donde vivía y porque casi todos los días había algún pequeño motivo que me llenaba de ganas de estar allí, y una vez que llegaba y me instalaba en los bancos o en los pasillos y patios del recreo, no pensaba en tiempo y seguía el orden de las cosas. Quizá la noción de tiempo la tengo solo ahora y por eso recuerdo a la escuela primaria como una época riquísima en la que no había conciencia sobre los minutos y otras cosas, que ahora sí y que abruman. Concurrí los seis años de primaria en el colegio Dr. Mariano Etchegaray, que me pareció siempre un edificio gigante por fuera, más por dentro. Allí también transité el jardín de infantes. De las costumbres y la rutina del lugar, que entonces no percibía, hubo muchas escenas que aún son pilares para mí como un sujeto social que estuvo formándose. Cantar mientras se izaba la bandera, hacer fila para subir a las aulas, esperar para entrar, escuchar a alguien que lee y ser escuchado, ser visto en un acto (ser visto por tanta gente), lo siento como mi introducción en la sociedad en su esencia pura: el lugar donde algunos están aprendiendo y otros enseñando. Por supuesto mi papel entonces era el de aprendiz, con guardapolvo y orejas grandes para escuchar todo lo que decían las maestras; y en ese papel, con la formación o estructuración que traía desde casa, jugaba como un receptor que se sentía varias veces a prueba en tanto a las respuestas que diera, pero que estaba animada a convivir en el aula con todas las mismas personas haciendo distintas cosas solo porque un adulto de guardapolvo lo decía. Mi memoria de la escuela primaria como suerte de segunda casa quizá explica el gusto con el que transité la mayor parte de dicha instancia, porque más que contenidos, uno recuerda momentos y con ellos asocia verdades, que fueron aprendidas en ese tiempo específico de la vida, la infancia; y con verdades aprendidas hablo desde ese aprendizaje mecanicista del que se sostienen nociones básicas del conocimiento humano, hasta la verdadera comprensión de hechos y la puesta en práctica como cierre aparente de dicho proceso. Entre adultos de guardapolvo, que hacían entender ‘cosas’ que debías hacer o poner en práctica para determinadas actividades, o que te explicaban el significado de otro montón de cosas porque a futuro te preguntarían de qué se trata, entre tantos hubo una señora muy ajena al curso cuyo segundo nombre no lo podía entender y siempre tuve la duda de que era una broma que ella hacía a sus alumnos pero que a ninguno le causaba risa porque la mujer era muy seria e imponía respeto, María Palma señorita de Lengua y Ciencias Sociales, que yo comparaba con las otras señoritas porque su manera de hacerse entender, comprendo hoy, era a los gritos y con caras que uno solo conocía por los padres cuando se venía un chirlo. Recuerdo de manera borrosa, inexacta, lo que se aprendía con ella porque me gana la memoria de la vergüenza que teníamos y de lo bajo de nuestras voces para que ella no nos escuchara y solo corrigiese, y que le gustara hasta la letra así no nos decía nada. Eran mediados de primaria, todo el curso entonces ya era del colegio y éste a su vez, incluyendo todo adulto que veíamos pero que no conocíamos, era nuestro. Era nuestro a tal punto de que sin hacerlo explícito ni denotativo, manejábamos un lenguaje entre alumnos por el medio del cual empezamos a organizarnos para que aquella maestra que tenía el tinte de maldad y poca paciencia no nos complicara tanto los días. En esa organización uno no se sentía solo porque todos estábamos nerviosísimos en las pruebas y hasta en las lecturas; entonces los que leían mejor se ofrecían primero y ya no era para presumir sino para que no sufra aquel que no podía; de esto te dabas cuenta porque después aparecían las gracias, en los recreos, y otras ayudas para ir zafando. El punto es que dentro de la casa en la que me venía sintiendo tan bien surgía un lenguaje y un papel, empezaba a sentir un cambio que, con maestras como de lengua y ciencias sociales, podía tener gusto amargo pero conservaba la riqueza principal que conforma la memoria del primario: el sencillo estar en un ambiente tan propio como ajeno, un lugar en el que intervenimos para hacernos (pero no lo sabemos hasta mucho después) pero en el que no podemos intervenir tanto como lo haríamos en nuestro hogar. La principal escena de la educación es de la primera en su totalidad, a la que llegas y te retiras siendo un niño, pero donde sentís un cambio al que solo le otorgas nombres y causas mucho después, cuando aprendes a releer lo vivido. (Algo que me gustaría agregar a esta primera imagen, de un niño pasando por la primaría, es, justamente, la mirada del niño. Ante ésta se presenta un mundo lleno de dimensiones, lleno de cosas para sentir; un niño es una esponja y absorbe de todo alrededor. Las calles parecen largas, los descampados continuos a las casas del barrio parecen predios donde uno podría perderse, la oscuridad parece algo terrible si no hay luces en la vereda, los pasillos se hacen largos, el cemento es muy duro, las puertas son grandes y pesadas, los adultos están un poco lejos si no bajan la cabeza, las sillas son en su mayoría grandes. Todo es más, y yo, como niño, me sentí siempre una hormiga en todo, trepando a la silla, al árbol, recorriendo una cuadra como si hoy se tratara de cinco. Ante los ojos de los niños el mundo urbano o rural, cualquier secuencia edilicia o natural se muestra imponentemente gigante y uno explora hasta donde tiene el límite; pero cuando el límite comienza a exceder las veredas, los muros y las alturas, cuando empezamos a crecer el mundo empieza a cambiar y la lectura es otra. Y a veces, se entiende lo que leemos cuando empezamos a aprender de ese mundo que ya conocíamos pero que ahora vemos desde otra perspectiva.) Crecer. El paso de la primaria a la secundaria significó tener que ir sola hasta el colegio, y comenzar a hacer muchas cosas por cuenta propia. Fue un cambio casi radical, lo empecé a sentir cuando termine el primer año: noté que la mayoría de las notas que obtenía eran sólo a causa de la respuesta que empezaba a dar yo sola. Sea por un aprendizaje forzoso, de contención de hechos en la memoria o por cosas realmente entendidas, toda respuesta era mérito mío. No había intervención de padres como lo hubo años atrás. Así la relación con los maestros, que ya no eran más seños sino profesores y profesoras, era más personal. La enajenación que sostenían las señoritas en la primaria la tomaban los profesores y, con ruptura del hielo inicial, surgía el relato de vivencias con una voz de palabras más propias que era escuchada con otra mirada. Ahora noto que, en el secundario, hay muchos profesores que ponen determinadas miradas al escucharte. Noto esto mientras escribo y lo sumo a los hechos porque es uno de los factores más esenciales de la educación secundaria: la mirada del profesor, que no se nota hasta sus confines, pero que es distinta. Los primeros tres años del secundario los hice en el colegio Provincia de Salta nro 40 , con más distancia hasta casa. Tomaba un colectivo para no caminar tantas cuadras tan temprano ni tan pasado el mediodía que por donde había más barrio transitaba menos gente y era peligroso. Esa etapa de mi vida tiene el tinte de un poco de miedo respecto a los secuestros, camionetas, trata de personas, y todas esas tragedias que sucedían en el mundo pero que a mí y a mis hermanos nos repetían como loros para que tuviéramos cuidado; por eso empecé a conocer del mundo y de mi ciudad con unos miedos, algunos se debatían en clases y otros se llevaban solo a casa. Sin embargo tengo el recuerdo de lo mucho que se debatía, que entonces no lo consideraba debate sino charla en clase; si me tocaba o quería hablar lo hacía desde cierto respeto atrevido a sumar lo que yo sabía, pero solo por el interés de que escuchen lo que podía decir, sin presión porque esté bien o mal. Con esos diálogos, que quizá comenzaban por una problemática social temporal del barrio, uno tomaba cierto rumbo extraño en la charla, de la que comenzabas a llevarte más cosas que de costumbre. Después del diálogo uno se sentía extasiado, exaltado o incluso desganado porque había aprendido algo nuevo. Por supuesto que no fueron todos los casos de profesores que tomaron esa postura con la clase, de tomar lo que saben o lo que cuentan los chicos en relación a lo que se vive y entrelazarlo con verdades y nombres sobre las cosas que pasan. Estos profesores tomaban tus relatos y tu palabra como ladrillos para construir algo. En el secundario en el que empecé, en tercer año, cursaba a contra turno Construcción de la ciudadanía con un profesor que rompió con muchos esquemas que sosteníamos y que, rotos, veíamos que impedían diversas formas de conocimiento. Él, que estudió antropología y seguía por la psicología, a modo de experimento, daba las clases con películas, textos informativos antropológicos (que adaptaba a nuestras nociones básicas), libros que no tenían que ver con el programa, entre otros hábitos que supongo se fueron inventando la relación de la clase con él mismo. (En esta etapa de mi vida aparece el mate como gran conector cuando las clases iban finalizando porque el trato, que no escapaba al respeto, era otro, que permitía compartir, que daba pie a compartir algo que rompiera-otra vez- con los esquemas típicos de la clase una vez que ya era suficiente.) Uno puede preguntarse qué tiene que ver la sexualidad y la muerte con la instrucción ciudadana como para que sea tomado en cuenta como temas del programa, uno puede cuestionárselo porque en la fragmentación de las agendas didácticas las materias tienen un margen de aplicación e investigación que llega hasta cierto punto y que quizá puede relacionarse con otras áreas, pero que no acostumbra hacerlo porque para que rinda debe centrarse en determinado conocimiento y su aprendizaje. Como en contraposición, las clases de Marcos hicieron parecer molestas a las demás horas (salvo algunas de profesores que tenían esa misma mirada cuando te escuchaban) pero también hizo de conector con otras materias. El profesor trajo textos sobre cívica, sí; pero sumó información en torno a los temas que pudimos elegir sus alumnos para completar el programa: sexualidad y muerte, porque eran cosas que, excepto en biología y literatura, no se tocaban pero tenían relación con lo ciudadano. Hablar de la conexión, entre una materia que abarca ciertos temas, y la vida que sucede alrededor y en uno (la sexualidad, por ejemplo), hacer la conexión, ayudó a comprender diversas cosas sobre la sociedad. Y fue una especie de valor que acompañó al fin de paso por ese colegio. Lola Mora, lectura y literatura. Terminé el secundario en un colegio de arte, hacía doble jornada y llegaba casi siempre de noche a casa; el colegio durante tres años se hizo el lugar más importante. Me cambié del Provincia de Salta a E.B.A Lola Mora en el año dos mil catorce después de convencerme y convencer a mis papás de que iba a tener mucho cuidado viajando hasta capital y haciendo el doble de materias. Si costó la convención para conmigo fue por dejar atrás un lugar para seguir en otro en donde podría hacer más cosas que me gustaran, en esto recibí apoyo de docentes que tenía en plástica y también de los de sociales y bibliotecarios, porque por algún motivo tenía mucho trato con ellos y sabían que aspiraba al arte, por eso siempre con una especie de ‘dale’ venían sus alientos. Convencer en casa era por el viaje, las inseguridades, enfrentar un cambio. Me adapte al primer año en Lugano IyII, Capital Federal, con horas cátedras y algunas modalidades distintas, pero bastante similar a lo que ya conocía por secundario. Viví el cambio en tanto al curso, eran chicos que venían de distintos colegios y algunos eran nuevos como yo, vivían casi todos muy alejados de donde yo venía y con costumbres distintas. Distintas maneras de tomarse la vida y organizar las materias, las horas, las tareas. Todo tenía matices distintos, había horarios de comidas que ofrecía el colegio, había reuniones trimestrales que incluía tanto a alumnos como docentes; junto con esto se respiraba una postura política, a mí alrededor habían posturas y cuestiones que empezaba a reconocer como políticas. En cuarto año de Capital Federal, quinto de provincia, lo que era Prácticas del lenguaje pasó a ser Literatura; lunes y jueves en un total de tres horas cátedras y dieciséis cuentos latinoamericanos para leer. Pero primero, qué era la literatura, cómo era la latinoamericana y qué hacíamos con eso; esa fue la introducción del profesor, Pablo. Éramos catorce alumnos que quedamos después de un filtro de curso de casi treinta, el aula nos quedaba grande y aun así nos distanciábamos entre nosotros por diferencias típicas; las clases tenían un tiempo de lectura y de debate sobre lo leído, en ese debate comenzábamos a oírnos, porque siendo menos gente y tal la imposición del profesor, dejábamos hasta los teléfonos de lado para escuchar lo que el otro tenía para decir. Aunque al principio era denso, hacía que todos habláramos. Y eso no es algo normal, no siempre todos los que tienen algo para decir lo largan, porque en los cursos hay voces que predominan por una cuestión de confianza y costumbre y otras que se silencian, también por costumbre y falta de valoración. En ruptura, cada uno daba su opinión. El profesor traía una base pero luego tomaba catorce ladrillos más, y con preguntas disparadoras, como si fueran cemento, uníamos todos los diversos aspectos para llegar a una conclusión sobre lo que no se dice en el texto: sobre lo que el cuento viene a decirnos. Por supuesto lo adorábamos al profesor, sus clases no eran de bromas muy alejadas a los cuentos e intentábamos no faltar o siempre recuperar algún tema, porque era el espacio para debatir sobre la lectura y la relación que tiene con nuestra vida. Desde hacía un par de años había comenzado a leer novelas y cuentos clásicos, había investigado un poco en tanto a la literatura porque había encontrado una manera de leer siendo objetiva en los libros y lo alucinante de sus hechos. Con el cuarto año en el Lola Mora este interés creció porque el profesor que tuve, en el contexto de mundo y estudio recientemente nuevo, supo acompañar en la lectura de las cosas y la puesta en práctica de un debate que interpele; cargado de investigaciones que tengan una verdadera relación con la realidad y de formulación de preguntas y respuestas tan críticas como esperanzadoras. Esta relectura que hago de lo vivido en la trayectoria escolar -no muy alejada, ya que terminé el secundario recientemente- está afectada por la lectura y escritura que he estado adquiriendo últimamente, es gracias al estudio terciario, que me permite discernir entre las que fueron en verdad escenas educativas relevantes y las que, más alla de la carga del recuerdo, no son más que fechas que debieron acontecer. Es decir, mi discurso puede tener un tinte de progresos, de lecturas, y de esperanzas que pueden hacer relación directa con las materias de Lengua y Literatura, y eso es porque las recientes vistas de mis memorias son bajo la subjetividad con la que está cargada mi lectura, que ahora busca –busco- saber qué fue lo que leí en determinado momento y también qué fue lo que en verdad sucedía. Intento leer el pasado un poco más allá de cómo lo viví, pero solo encuentro la lectura que ahora hago en la que distingo situaciones educativas porque empiezo a vivir la educación con nociones que salen del lugar de completo aprendiz. Propongo este texto porque así como a mí me importó mucho la escuela y siempre fue un segundo lugar al que acudir, muchas otras personas pudieron haber sentido lo mismo y muchos niños y jóvenes lo vivirán. En la adolescencia el conflicto siempre está, crecer es duro y duele mucho; pero no quita que como docentes podamos contribuir a la conformación de un espacio a transitar que eduque desde múltiples ejes; educación ciudadana transversal; educación sexual integral (imprescindible) también transversal; educación para desde cada lugar hacer una sociedad mejor.
0 notes
Photo

El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas. (Paulo Freire)
0 notes
Quote
Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho.
Paulo Freire
0 notes
Photo

Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre. P.Freire
0 notes
Photo
La educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Freire
0 notes
Video
youtube
Esta charla tiene un enfoque muy interesante sobre cómo y porqué interactuar de determinada manera con los adolescentes. Teniendo en cuanta las múltiples adolescencias que pueden surgir y lo emblemáticas que son, pienso que aunque las pautas para el abordaje de contenidos en el aula parte de aprendizajes sobre la práctica y de los saberes conceptuales adquiridos en la carrera y la vida misma, me parece un video significativo para entender la problemática y esa inevitable sensación de inacabamiento en el tránsito por la escuela. La disyuntiva entre lo que es posible hacer y lo que se quiere hace, lo que parecería necesario para la prosperidad y bienestar de los estudiantes.
1 note
·
View note