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Créditos: J. Elizabeth Lòpez https://instagram.com/jelirauhl?igshid=2vcavidgtaa

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La Revolución será Feminista o no será

Alerta, alerta, alerta que camina… la lucha feminista por América Latina. Millones de voces se unen al grito unísono que clama el cese de la violencia machista contra las mujeres de toda Latinoamérica.

La lucha feminista pintó caminos violetas alrededor del mundo, las movilizaciones con motivo de conmemoración al Día Internacional de la Mujer tapizaron las calles de diamantina, representaciones artísticas, carteles, consignas y pintas; sin embargo, hay una importante variante en los países pertenecientes en la zona centro y sur del continente americano, cuya lucha se centra en exigir un alto a la violencia de género.

En México, una marea de jóvenes ha salido a las calles no sólo a demandar la equidad de derechos y oportunidades en ámbitos económicos, políticos y sociales y la legalización del aborto a nivel nacional; su grito rompe ante la creciente violencia feminicida que cobra la vida en promedio de 10 mujeres al día, cifra que es indiferente ante las autoridades mexicanas. El eco de sus voces clama justicia para cada una de las mujeres que han sufrido de la violencia sistemática y patriarcal, exige castigo a los agresores y medidas de prevención.

A su paso, queda el silencio, los rostros, nombres y edad de las víctimas, miles de casos que han quedado en completa impunidad. Por delante, se avecina un movimiento fuerte, diverso y plural que tiene un fin en común, la liberación de la mujer.

La revolución será feminista o no será. Por: Perrito Feminista.

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Tengo todo el derecho a quemar y a romper. No le voy a pedir permiso a nadie, porque yo estoy rompiendo por mi hija. Y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no, que no nos estorbe

Yessenia Zamudio, mujer, activista y madre de una hija asesinada.

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¿Qué debe cuestionarse el movimiento feminista?... según un hombre

Recientemente abordamos el tema del movimiento feminista en una clase de ética y política, en particular tratamos a la corriente separatista y el profesor dijo un comentario que me resultó interesante: “el feminismo separatista no es el feminismo que necesitamos”, y esto se debe a la genitalización del discurso de esta corriente, pareciera que el simple hecho de haber nacido con miembro y testículos te convierte en un macho, tal es el caso del rechazo a la integración de las mujeres trans en el movimiento, bajo la premisa que ellas nacieron con privilegios masculinos, no se desarrollaron como mujeres y por ende no pueden ser tomadas en cuenta como feministas, esto a su vez se trata de un discurso teológico, cuando la religión católica-cristiana menciona que el simple hecho de ser concebido como persona te hace portador del pecado original, obligándote a ser bautizado para quedar libre de pecado.

Lo anterior presenta lo que denominaríamos una dificultad del movimiento para articularse con otros, como la comunidad LGBTTTIQ+ y en particular las mujeres trans, así mismo, ha desarrollado un discurso parecido a lo siguiente: “nosotros no tenemos por qué educar a los hombres, no tenemos que explicarles nada”, esto produce una falta de tacto político por parte del movimiento, ya que para lograr su objetivo (la erradicación del machismo y el sistema patriarcal a nivel Estado, institucional y cultural) tienen que lograr que su público objetivo, en este caso toda la sociedad, interiorice el sentir y los objetivos del movimiento, a lo que voy es que, no es obligación de las feministas explicar el porqué de su lucha, pero sí es necesario para articularse con el resto de grupos y movimientos sociales; el rechazo de las personas (sobre todo hombres) para con el feminismo se debe a que ni siquiera lo entienden.

Aunque no es un movimiento reciente en el mundo, sí lo es en México, tuvo un auge tan veloz en un tiempo tan corto que le cayó como una bomba a la sociedad, tal y como ha pasado con muchos otros movimientos sociales; cuando surge oficialmente el EZLN en México sus miembros son tachados de golpistas, bandoleros y un grupo paramilitar cuyo único fin era la perturbación del orden social y la desestabilización del país. Actualmente, a casi tres décadas de existir, la comprensión y perspectiva que se tiene del movimiento es distinta y les ha permitido desmilitarizarse sin dejar de cumplir sus objetivos sociales, ellos desarrollaron mecanismos de difusión muy bien planeados, los llamados caracoles, desarrollando técnicas con mucho más tacto político a como lo era la vía armada.

Con esto no pretendo criticar los medios y formas radicales empleadas por las feministas (bloqueos, marchas, paros, pintas) ya que son necesarias para visibilizar el problema, sino que el movimiento no puede limitarse a únicamente eso, preguntarse ¿qué sigue después de la acción política en las calles?, pues estos medios no convencionales únicamente proponen un cambio instrumental, pero no es útil para lograr un cambio estructural. En conclusión, los medios no convencionales, el discurso separatista y la falta de articulación política se presentan como obstáculos para que el feminismo logre un cambio estructural en la cultura política y social del país, además, resulta importante que el feminismo se mantenga inter-seccional, saliendo del esquema de mujer blanca, heterosexual, universitaria, urbanizada y de clase media o más, considerando otras clases sociales, preferencias sexuales y origen.

Por: Octavio El Pez

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Ni perdón ni mucho menos olvido

Recientemente en mi universidad y muchísimas más alrededor de México ha cobrado sentido exponer  los agresores que por mucho tiempo permanecieron prófugos del escarnio público y de la poca justicia que se nos otorga, por medio de mensajes cortos y anónimos se cuenta lo que hizo o ha dicho, lo cual me parece una idea brillante y efectiva. Pero, ¿qué cuando el agresor pide una sincera disculpa en sus redes sociales o a las mujeres apelando a que fue parte de su pasado? Personalmente creo que el perdón no es opción, las mujeres no les debemos el honor del olvido, mucho menos de la compasión. Si buscan reconocer su error el mejor camino es la deconstrucción a futuro, sus párrafos llenos de apelaciones a los sentimientos no nos regresa la dignidad que nos quitaste al tocarnos sin nuestro consentimiento, al compartir nuestras fotos desnudas, al obligarnos a tener sexo solo por ser nuestras parejas sentimentales, NO NOS REGRESAN LA CONFIANZA QUE NOSOTRAS LES OTORGAMOS. Nosotras tuvimos que aprender a luchar y sobrevivir con esta carga emocional, APRENDIMOS A SOPORTAR LOS COMENTARIOS EXTERNOS, ahora aprende tu que las acciones tienen consecuencias. Nosotras aprendimos y soportamos ser llamadas “PUTA” y no por nuestro nombre… APRENDE Y SOPORTA TU SER LLAMADO POR LO QUE ERES: UN AGRESOR Y FALSO ALIADO. Por: Iran Aranda L.

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9M: el silencio después de los gritos

Marzo es llamado el mes de la mujer. Y este marzo ha sido, por la misma razón, especialmente doloroso. Lo noto en mí, en mis amigas, en mis compañeras de escuela. Hay una especie de cansancio y de desgana que nos ha acompañado, como una especie de fantasma, todo el mes.

           De la marcha del 8M quizás ya se ha dicho todo. Aunque el gobierno capitalino afirma que fueron 80,000 participantes, las ciudadanas estiman que fueron 100,000 y hay incluso quienes elevan la cifra hasta 300,000. Los contingentes eran de todo tipo, desde los universitarios de chicas que marchaban por primera vez hasta el bloque negro, pasando por grupos pro-vida y colectivos radicales. El martes siguiente en la escuela tuve una clase en un salón donde todas las chicas presentes habían estado en la marcha. Todas. Algunas habían ido con el grupo de la escuela, otras con sus mamás, otras con sus mejores amigas. Unas se fueron temprano por la amenaza de bombas molotov, a otras les cayó gas e incluso había quien contaba riéndose que le echaron espuma extintor por andar de tía chismosa tomando fotos. A pesar de las diferentes experiencias individuales, algunas más angustiantes que otras, el sentimiento colectivo era uno de triunfo, de nos atrevimos a ir aunque nos amenazaban con lanzarnos ácido, así de tanto nos queremos y uno de entre todas nos cuidamos. Para el día siguiente de la marcha, el paro nacional del 9 de marzo, se esperaba (o yo esperaba) algo similar. Sin embargo la realidad me resultó completamente distinta.

           Desde su convocatoria el 18 de febrero hasta unas horas antes del paro se cuestionó en redes sociales todas sus contradicciones y limitantes. ¿Qué tan incluyente era la idea de dejar de trabajar un día dentro de un país en el que el bienestar de miles de mujeres depende de su ingreso diario? Y dentro de las clases privilegiadas que sí podían participar en el paro, ¿por qué las empresas y escuelas (muchas veces con directivos hombres) tendrían que dar permiso para protestar? Incluso se dieron diferentes interpretaciones acerca del porqué del paro: había quienes decían que su propósito era generar un efecto en la economía mexicana, mientras que para otras el paro significaba hacer una simulación colectiva de feminicidio (plantear la hipótesis de una ciudad en la que nos hayan matado a otras).

           Finalmente el momento llegó. Todas habíamos regresado a nuestras casas de la marcha, nos habíamos bañado y puesto la pijama. A las doce de la noche -cuando ya habíamos terminado de compartir nuestras experiencias de la manifestación con nuestras familias, amigos o tan solo en redes sociales- apagamos el teléfono, la computadora y nos decidimos por desaparecer.

           Recuerdo el silencio al despertar ese lunes por la mañana. Me levanté a la hora en la que debía estar en mi segunda clase del día. En un día normal hubiera estado sentada junto a mis amigos preguntándoles por su calificación del examen o riendo por una anécdota de la fiesta del fin de semana anterior. Pero era un día lejos de ser normal, porque en todas partes circulaban las fotos de una ciudad fantasma: las estaciones del metro sin taquilleras, los vagones rosas vacíos, las calles desiertas, las oficinas repletas de sillas sin usar. Recuerdo el silencio porque era incómodo, era abrumador. El día del paro no hice nada de lo que tenía planeado -leer, escribir, ver una película y adelantar tarea- porque solo pude dormir. Me sentía sola, me sentía triste. La incomunicación con mis amigas que habían marchado me angustiaba. Aún me dolían las piernas por la caminata bajo el sol del Monumento a la Revolución y aún me raspaba la garganta por gritar las consignas feministas junto a mi mejor amiga. Dormí, sobretodo, porque no quería sentir el silencio.

           Fue a las diez de la noche cuando (quizás por adicción al celular, ocio, curiosidad) volví a encender mi teléfono. No fui la única, en mi timeline en Twitter y en Facebook destacaban publicaciones que empezaban con un “rompo paro para decir…”. Una chica se quejaba en un tuit al día siguiente, “no se vale que rompieran el paro, habíamos quedado que todas haríamos un esfuerzo”. Y sí, lo entiendo, la genialidad del paro convocado por el colectivo veracruzano Brujas del mar radicaba en que nos haríamos visibles desde la invisibilidad. No teníamos que marchar, no teníamos que salir ni enfrentarnos a posibles amenazas físicas como las del día anterior. Solo teníamos que guardar silencio. Sin embargo creo que llevamos demasiado tiempo haciéndolo. Espero que el paro haya cumplido con su propósito, tanto el económico como el empático. Sé que en un futuro recordaré el 9M como un ejercicio interesante, veré las fotos de las calles vacías y me dará gusto saber que fui parte de una manifestación histórica. Pero también lo voy a recordar como el último día en el que nos callamos. Porque de los gritos al silencio, prefiero los gritos. Por: Mariana Rosas Giacoman.