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Elliot Allen & Dana Turner

Chris Pratt and Jessica Chastain celebrating at the 20th annual Critics’ Choice Movie Awards at the Hollywood Palladium on January 15, 2015 in Los Angeles, California

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(...)

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-Ah, claro, me parece fenomenal. ¿Tienes mi número? Lo digo porque tendré que pasar por casa yo también y... -traga saliva-. Así te llamo y paso a por ti, si quieres. Escucha las palabras de Gen y decide creérselas en un cierto modo, después de todo, no tiene nada con qué corroborarlo-. ¿Muchos líos? ¿Puedes decir cuáles?

Haremos eso entonces, luego suelto a la pequeña en casa de mi padre que quiere tener con ella un momento abuelo y nieta, me arreglo un poco y nos vamos ¿Te parece? — Sonrió un poco más animada por ello. Dio un sorbo al café y pensó en que podría hablarle, la cuestión era el qué. No podía contar a nadie lo que había ocurrido en Boston, por lo cual simplemente “maquilló” un poco aquella confesión.— Digamos que me lo pasé genial en Boston y me cambió mucho la forma de pensar, pero ahora tengo la cabeza en muchos líos al volver a Nueva York. 

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-Estaba mirando a ver si eras Beth o no. Pero bueno... Me voy si tanto lo deseas... -dice Elliot algo cabizbajo, puesto que las cosas en su casa seguían sin mejorar.

La rubia se encontraba en sentada en una de las bancas de Central Park disfrutando de un yogur. Esa era una de las tardes libres que tenía de su trabajo y la facultad, por lo que le gustaba salir y distraerse un rato de todo. Sin embargo, algo la estaba poniendo incómoda allí y es que sentía que alguien la observaba, razón por la que volteó a mirar a su alrededor y acabó topándose con una persona—. Ew, ¿qué tanto miras? Piérdete —espetó. 

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No entiende cómo hace para que la gente se porte de manera tan amable con él. Simplemente asiente mientras toma su bebida caliente: -Puede que necesite despejarme también... Llevo dos meses haciendo lo mismo -suspira-. Háblame de cualquier otra cosa. Adelante.

No tienes por qué darme las gracias, si no siempre puedes entretenerte y despejarte ¿Tienes la noche libre? Hace tiempo que no salgo por Nueva York, y más con mi bichito, te vendrá bien.— Torció una sonrisa en sus labios, intentando que aquel rostro se animara, pero era casi imposible viéndole de la forma en la que estaba.— No sé que más decir, la verdad.

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Las palabras de Genéive no tienen sentido en su cabeza (aunque en la realidad tengan toda la lógica del mundo). Carraspea ligeramente cuando el camarero llega con su pedido, tiene que quitarse incluso cierto rastro de lagrimitas: -Eso intentaré... Y aunque hayan pasado dos meses... Todavía no sé qué hacer... Ni siquiera sé cómo mirarla... Pero gracias, Gen, por escucharme.

No se llevó la rubia la mano a la boca de milagro. No esperaba aquellas palabras ¿Había perdido Sloane un bebé? Sentía incluso un nudo en el estómago, tanto que sin quererlo abrazó a su hija. Apretó sus labios con fuerza y miró a Elliot a los ojos.— Sabía que estaba embarazada, pero no eso…lo siento mucho Elliot, por los dos, se que ella y yo no nos llevamos nada bien, pero tampoco le deseo ese mal a nadie, es horrible…— Suspiró la chica y negó con la cabeza hacia ambos lados.— No te preocupes por eso ¿De acuerdo Elliot? Eres a la primera persona conocida que me encuentro en Nueva York desde mi llegada…— Se encogió de hombros, intentando cambiar de tema para que Elliot no estuviera triste.— No te puedo decir que alegres esa cara, pero…intenta llevarlo lo mejor posible ¿De acuerdo? Apoya a Sloane y uniros más por eso, o acabaréis demasiado mal.

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Tras hacer el pedido al camarero que se les acerca, Elliot coge una servilleta comienza a romperla en pequeños trocitos: -Bueno... No sé si lo sabías... Pero... Sloane estaba embarazada de mellizos y... -traga saliva. ¿De verdad es necesario decirlo en voz alta?-. Solamente nació uno con vida y... eso nos ha afectado mucho, a los dos. No tendría por qué contarte esto, en verdad. Es algo demasiado triste, menuda bienvenida te estoy dando, ¿no?

Es…diferente, algo raro, un poco caótico todo, pero no está mal. Sobre todo lo que más me gustó fue Charlestown.— Sonrió recordando aquellos momentos pero esa sonrisa desapareció ya cuando entraron en el local. Se sentó en una de las sillas dejando a su hija al lado.— Un café solo, que esté bien caliente.— Agarró a su hija cuando la soltó del coche y la colocó en su regazo, jugueteando con ella entre sus manos viendo como aquella niña le sonreía a su madre.— Pues ponme al día, ¿Qué me he perdido? 

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-Nunca he estado en Boston, ¿cómo es? -pregunta simplemente para alegrarle un poco la cara a Genéive y librarse él mismo de los temas escabrosos que quiere evitar-. Sí... Te has perdido unas cuantas cosas... Pero mejor vámonos a ese café de aquí al lado... ¿La pequeña Eleanh ya quiere dar sus primeros pasos? Debe ser realmente adorable. Me alegra que ambas estéis bien -dice de corazón mientras le abre la puerta para que entre con el carricoche y después tomar asiento-. ¿Qué vas a querer tomar?

Si, lo sé, pero de todas maneras hay cosas que es mejor guardar para uno mismo, Boston me ha cambiado mucho.— Torció una débil sonrisa hacia un lado, casi forzosa. No estaba incómoda en si de que Eliott estuviera, si no hacer frente a la realidad de sus conocidos y sobre todo que la juzgaran. Se alegró de que cambiara de tema por lo de su hijo, pero el rostro de Eliott no mostraba precisamente felicidad, a lo que achinó los ojos.— Vaya Eliott, no se te ve demasiado efusivo con tu hijo. Me da a mi que me he perdido demasiadas cosas…vamos a tomar algo, así saco a la niña un poco del carro, desde que quiere intentar andar todo el rato es un martirio tenerla sentada mucho rato.

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-Y lo estoy, y lo estoy. No sufras por ello que te saldrán antes arrugas en esa bonita cara -dice bromeando, simplemente para "picarla"-. Si yo te contara la de cosas extrañas que han visto estos ojos... No acabamos y tenemos que acampar aquí incluso -en cuanto Grace menciona lo de su paternidad, su rostro se nubla, la felicidad se esconde-. Eh... S-Sí... Kónrad tiene ya dos meses, ¿quieres que te enseñe alguna foto? -prefiere no comentarle lo de su otro hijo, no merece la pena compartir esa clase de tristeza. Aunque conociendo a Grace, seguro que ya ve que algo ha pasado.

¡Eh!

— Entonces es comprensible…pero espero que no sigas bajando más, tienes que estar sano. —sabía que sonaba como su madre pero le había cuidado durante tanto tiempo que le resultaba imposible no preocuparse por él.— Es cierto, que tienes que trabajar con sus cadáveres. ¿Ves cosas muy raras? —preguntó entre risas, empezando a preparar dos cafés en la pequeña máquina que tenía.— ¡Sí! Me hubiese encantado poder estar en la ceremonia pero ya sabes como pueden llegar a ser algunos clientes. —suspiró.— Lo último que me contaron es que ibas a ser papá, ¿ya ha nacido mini-Elliot?

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-No sufras por ello. Perdí un par de kilos por... bueno, ya sabes, Elizabeth -dice ya con un mejor humor, pero el haber perdido a su madre y a su hijo en la diferencia de un año no es que le haga demasiado ilusión-. Ah... Los americanos, dime tú a mí. Si te contase la de tonterías que hacen... -se acerca a la entrada y gira el cartel. No está haciendo nada malo, ¿no? Simplemente está con una buena amiga, intentando despejarse de todo el mal que le está agobiando-. No sé por dónde empezar la verdad... Sabes que me casé, ¿no? ¿Te lo dijeron las demás?

¡Eh!

— ¡Y a mi! Aunque te noto delgado, ¿eh? Espero que estés comiendo bien. —bromeó recibiendo el abrazo con mucho gusto, cosa que le recordó a los viejos tiempos en el burdel.— Y huele mejor. —le guiñó un ojo y pellizcó despacio su mejilla.— He estado muy atareada con eso de poner los papeles en regla, ya sabes lo pesados que son los americanos. —rodó los ojos.— ¡Tienes que ponerme al día de tu vida! Dale la vuelta al cartelito de la puerta que voy a preparar unos cafés.

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-Bueno, no hace falta que hables más, Gen. Sabes que conmigo puedes hablar, ¿no? A pesar de... -carraspea-. Lo sucedido con mi mujer. Se os ha echado en falta a ambas aquí -dice mirando a la pequeña niña mientras mueve un poco los dedos para llamar su atención. Entonces, se le hace un nudo en el estómago-. S-Sí... Hace dos meses ya. Tenemos un pequeño de nombre Kónrad... Si quieres ver una foto, tengo una en el móvil. Si no te corre prisa, claro.

Voy a estar en ello, tengo un dinero ahorrado desde hace tiempo y demás y creo que es lo mejor que puedo hacer en estos momentos, necesito despejar mis…— Suspiró, pues la rubia se estaba dando cuenta que hablaba más de la cuenta. Aprovechó la pregunta para evadir el tema, por lo cual cuando preguntó por su hija, esta inevitablemente sonrió por ello.— Ahí la tienes, es una jabata de lo sana que está y la suerte que tengo es que llora poco, lo cual es un punto a favor. ¿Y tú? ¿Qué tal el embarazo de Sloane? Me supongo que ya habrá dado a luz.

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Una enorme sonrisa se forma en su rostro: -¡No sabes lo que me alegra tenerte aquí delante! -corre a abrazarla con fuerza. Sí, una de las chicas que trabajaba con su madre, Grace era como su hermana mayor y en cierto modo, fue la persona que más echó de menos en su boda improvisada-. Sí, la verdad es que me recuerda bastante al prostíbulo aunque aquí hay más flores... -respira profundamente-. ¿Cómo es posible que no nos hayamos visto antes por aquí?

¡Eh!

— ¿Elliot? ¡Elliot, que sorpresa verte aquí! —exclamó haciéndose la sorprendida. Antes de que Elizabeth se muriese le prometió que se trasladaría a New York para “cuidar” al hijo de esta y que siempre había sido como un hermano pequeño para ella.— Pues trabajo aquí desde hace casi un año, ¿te gusta mi tienda?

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-Exclusivo... Esa palabra es de lo más interesante -se cruza de brazos. Entonces, le suena el teléfono móvil. Un mensaje. De Sloane-. Ay Julie, el deber me llama... Llámame cuando estés aburrida o lo que sea, ¿de acuerdo?

(...)

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Había pensado en regalarle unas flores a Sloane, ¿por qué? ¿Porque había conseguido una amante y quería disculparse? ¿Porque era su cumpleaños? Realmente Elliot no necesita tales excusas para comprarle un ramo de flores a su mujer, y mientras pensaba en cuáles quería, un acento familiar lo asalta: -¿Grace? Pero qué... ¿Qué haces aquí? 

¡Eh!

— Tú, cuidado con lo que haces con mis flores. Puedes olerlas pero no tocarlas. —amenazó con un tono aparentemente serio, aunque su rostro mostraba todo lo contrario.

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julie-perkins:

No, no, tranquilo. —se echa a reír y luego asiente.— A ver, soy la primera que apoya que la gente se enrolle y que viva la revolución sexual, pero solo si es por ambas partes. Creo.

-¿Crees? Eso no me da mucha confianza, que lo sepas... -se permite reír un instante. Piensa en Sloane y en los bebés (que aún están por llegar), y suspira-. ¿Y aún no te ves con ganas de centrarte en una sola persona?

(...)

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Se extraña por la actitud distante de la rubia, pero decide achacarlo al viaje que tendrá que haber sufrido... ¿O será culpa suya? Elliot ya no sabe nada de nada: -¿Buscando piso? ¿Qué ha pasado con el tuyo? ¿Lo vendiste? -pregunta ciertamente confuso para después asentir con la cabeza-. Tranquila, estoy bien, simplemente iba algo metido en mis pensamientos y bueno... -mueve un poco la cabeza en dirección al carricoche-. ¿Cómo está la pequeña Eleanh?

Elliot…— Frunció el ceño con sorpresa. Lo último que quería la rubia es encontrarse cara conocidas y justamente tuvo que encontrarse con él. Cuando dijo aquello, giró su cabeza sin intención de mirarle, intentando esforzar una débil sonrisa en sus labios.— Si, ya ves…me fui de viaje por un traslado de trabajo y volví hace nada, estoy buscando piso…esto…siento que reaccione así.— Pronunció, alzando la vista hacia la ropa del muchacho, esperando no haberlo manchado ni que se hubiera hecho nada.— ¿Estás bien seguro? Siento haberte dado con el carrito.

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Una rutina que siempre se repetía. Elliot despierta, despierta al lado de Sloane, la mujer a la que supuestamente quería. Elliot espera a que Sloane despierte porque le resulta demasiado difícil levantarse en solitario. Elliot se acerca a ver a Kónrad, su hijo. Los meses han pasado tan rápido y al mismo tiempo tan lento, que todavía revive lo sucedido en el nacimiento del pequeño o más bien, en el fallecimiento de su otro hijo. Suspira. Desayuna. Se despide de Sloane con un beso sencillo y apagado en la frente y sale a la calle, con la intención de partir hacia el trabajo. Elliot vuelve a estar ensimismado en sus propios pensamientos hasta que una vez más que conocida le saca de ellos: -¡Ay! ¡Ay! -un golpe en todo el pie. Reacciona, alza la cabeza-. ¿Genéive? Cuánto tiempo...

Después de Boston la joven no había parado para nada cuando llegó finalmente a Nueva York. Era una locura y estaba cien por cien convencida esta vez de que quería mudarse, lo más rápido posible. Lo de Boston hizo que se saturara por completo ¿Y por qué no ir a una agencia al menos para observar casas? La joven se encariñó con una en particular, pero había otra también que quería debatir, por lo cual, con la mujer de la inmobiliaria había quedado el viernes de la semana que viene para ir a verlas y decantarse por una. Agarrando el carricoche, la chica se encaminó hacia fuera, y, sin darse cuenta, sintió como daba de golpe con una persona, haciendo que la joven abriera sus ojos de par en par asustada.— ¡Joder! Lo siento, ¡Lo siento muchísimo!