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“Orando” de Mary Oliver
No tiene que ser
al lirio azul, puede ser
a la maleza de un lote baldío, o a varias
piedritas, sólo
presta atención, luego parcha
algunas palabras y no las
elabores, esto no es
un concurso sino un umbral
al agradecimiento, y un silencio en donde
otra voz pudiera hablar.
Oliver, Mary. 2023. Devotions. The Selected Poems of Mary Oliver. Londres: Corsair. p. 131.
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“El coyote en la oscuridad,
los coyotes recordados”
de Mary Oliver
Lo más oscuro
me encuentra en la oscuridad.
Sólo un rostro
y un armazón de dientes
y sin palabras,
aunque sentí un aliento salado
suspirando hacia mí.
Una vez, durante un año lejano,
estaba arrodillada
cultivando arándanos
y escuché, en ese lugar solitario,
dos voces que bajaban por la colina,
y me emocionó
recibir el secreto
de que los coyotes, al caminar juntos,
pueden hablarse,
y es que pensé, ¿qué otro cosa podría ser?
Y, aunque lo que apareció
fueran dos muchachas, de dos piernas
y que nunca me vieron,
sus ágiles y jóvenes lenguas
contando y respondiendo,
y, aunque supe
que creí algo que problamente no era cierto,
fue maravilloso
haberlo pensado.
Y se quedó conmingo
como un regalo una vez dado lo es para siempre.
Parecían relajadas y felices,
esas doncellas del bosque
de las cuales
(quién sabe hasta qué furioso y lamentable punto)
nos hemos apartado.
Oliver, Mary. 2023. Devotions. The Selected Poems of Mary Oliver. Londres: Corsair. p. 96.
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"Percy (Uno)" de Mary Oliver
Nuestro nuevo perro, llamado en honor al amado poeta,
se comió un libro que desafortunadamente dejamos desatendido.
Por fortuna era el Bhagavad Gita,
del que se pueden conseguir más copias.
Desde entonces, cada día, mientras Percy crece
a la belleza de su vida, al tocar
su indómita y rizada cabeza decimos:
“Oh, el más sabio de los perritos”.
Oliver, Mary. 2023. Devotions. The Selected Poems of Mary Oliver. Londres: Corsair. p. 32.
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Tratamientos
Curar puede hacerse por partes. Localizando el órgano afectado. Entrando. Reparando. Atacando el mal. También se cura restituyendo un equilibrio. Buscando aliviar un todo. Meciendo una permanencia inestable. Acunando una continuidad.
Sanar es un malabarismo que se mueve entre tener, estar, ser y hacer cuerpo. Un recorrido como el de una cinta de Moebius que deja de ser sólo superficie y pareciera inflarse hasta alcanzar otras dimensiones. Otra posible orientación. Efervescencias para forjar silencios.
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"Pájaro rojo" de Anne Pierson Wiese
El chip chip de un cardenal en la grieta
solar y vidriosa de una tarde con prónostico de tormenta
me detiene para buscar entre los árboles de la avenida
Edgecombe. Cuando yo era niña, mi mamá
amaba esos pájaros escarlata y ahora un brillante
destello, una pequeñísima cresta, el chit chit
de su llamado me sujeta con la urgencia
hueca de un recuerdo imperfecto. Detrás de la colina,
se están formando los truenos: pueden sentirse, aunque no verse.
Dulcemente tardan en brotar. La espera
entre el nacimiento y la muerte es despiadada, a menos
que la hagamos más sencilla observando más
y más: pájaro rojo, árbol verde, armazón de la memoria,
háblenme.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Red Bird”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 60
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“Al frente”
de Anne Pierson Wiese
De las grietas del pavimento
al frente de las casas aparecen
pequeños brotes, raíces sujetas
a cualquier sospecha inadvertida
de tierra, desapercibidas
en el gran esquema urbano
de las calles aunque
año tras año
estén aquí: una terca
minoría de lo verde.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Out Front”, in _Which Way Was North: Poems_. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 57.
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“Hacer belleza” de Anne Pierson Wiese
Una mañana en el metro, camino al trabajo,
me senté junto a un joven con un juego
de cartas. Podía haber sido cualquier joven
con pantalones de mezclilla, camiseta y tenis,
pelo muy corto. Como si, en esta ciudad
de decorados, él quisiera permanecer
invisible, o por lo menos (como cualquier mago)
inventar sus momentos de invisibilidad.
Aunque sus manos lo delataron. Las cartas
en ellas estaban vivas. Apenas si las veía
mientras saltaban, sobrevolaban y
ondulaban, alzando el semivuelo, ¡uno,
dos, tres, cuatro ases, una y otra vez! Me
alegraba por él (todo le salía bien)
pero él habitaba su propio mundo, uno en
donde sólo había lugar para la siguiente barajada.
Pensé en la belleza, en cómo hacerla
y mirarla son actos de soledad distintos:
uno, el de la soledad de quien tiene el control absoluto,
el otro, el de la de ser el único testigo.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Making Beauty”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 50
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“Receta de familia” de Anne Pierson Wiese
No conocí a Tía Mamie —o quizá una vez
cuando era demasiado chica para recordar, aunque
también estaba Tía Manda, quien murió
antes de que yo naciera— ¿o habrá sido
al revés? Su receta de Masa de Pay que No Fallaba
nunca me ha fallado —¿de Mamie o Manda? ¿de verdad
eran mis tías?— ¿o sólo les decíamos tías?
Estos días me obsesionan estas preguntas discutibles.
Cuando eres joven, ni preguntas —la vida
parece larga y la masa de pay aburrida. Después, cuando ya
quedamos vivos y cocinamos pocos, nos ahorramos
preguntas tan agudas —quién y por qué— que sólo
sirven para afilar el cuchillo de lo que sabemos:
nuestros esfuerzos por no morir Siempre Fallan.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Family Recipe”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 27.
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"El sendero" de Anne Pierson Wiese
Una vez más el lastimado aplauso blanco
de las silenciosas magnolias cae
sobre la hierba:
pétalos sueltos, lenguas posadas
como preguntas de damasco
en el sendero.
Cuando era joven
llenaba mis bolsillos con ellas
y me las llevaba a casa:
aunque aprendí que las cosas
duras son mejores
para viajar.
Ahora dejo ahí las preguntas
y recojo
piedras.
Anne Pierson Wiese. 2023. “The Path”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 30.
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Secado de palomas
de Anne Pierson Diese
No sabia que las palomas podían parecer partes
de máquinas. Ahí estaban, después de la lluvia,
sobre las piedras rojas y trituradas del pozo de fuego,
levantando un ala, luego la otra,
en ángulos que sugerían fracturas — filos
de volantes de inercia verticalizados, rotores de plumas doblados, pechos
ocultos a dos discos del amanecer, un par de ellas, como
siempre, mojadas juntas, juntas secándose.
Al principio pensé que la fuerte ventisca
de la noche había traido restos metálicos
de las obras que hay en la calle una cuadra más allá.
Después observé pájaros heridos y me pregunté
cómo acabarlos. Aunque estaban
completos, exhibiendo metódicamente
sus engranajaes de vuelo al aire nuevo,
calentando sus tendones placenteramente.
Palomas, yunques de melancolía, la esperanza que existe
cuando un peso tan invisible puede volar.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Doves Drying”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 16.
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“Autocorrector de belleza”
de Anne Pierson Wiese
Una tarde, al salir del trabajo, vi un halcón
sobre la pérgola en el elegante jardín a donde
ya nadie va. Creíamos que necesitábamos belleza
—y sí— pero los seres humanos suelen estropearlo todo.
El halcón permaneció quieto, observando y esperando, el brillo
de su cola rojo, zumaque, ardiente sobre el vacío blanco
y pardo del invierno. Supe que me sobreviviría
—estábamos a cero grados— e incluso así
me quedé, viéndolo mirar.
He pasado ya unas quinientas veces por la pérgola vacía
desde entonces, en todos los climas posibles,
pero si miro, ahí está mi halcón:
sorprendentemente, la belleza anula los días
que la siguen —y así la parte nuestra que no es nosotros sobrevive.
Anne Pierson Wiese. 2023. “Autocorrect for Beauty”, in Which Way Was North: Poems. Baton Rouge: Louisiana State University Press. p. 13.
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Breve nota sobre Ábacos. Mantis editores, 2023.
En este libro incluí poemas escritos durante más de diez años y engarzados como en hileras de un ábaco que contara hasta el siete y sus múltiplos. El número se debe a la sección central de la colección, “Lo no escrito posible”, que es una serie de centos o collages armados a partir de mis traducciones de versos de diferente autoría: W.W. Merwin, Kay Ryan, Mark Strand, Christopher Reid, Cervantes, Eavan Boland y Louise Glück. Reflejan, como siempre que escribo, el rumbo de mis lecturas durante este tiempo.
Las otras partes son temáticas (el contar, el bestiario, los nocturnos, los solos) o con poemas de la misma estructura: las derivas (piezas con cuatro cuartetos en los que el primer verso es de dieciocho sílabas y los otros tres de seis, justamente una deriva de los dísticos de varios textos antiguos) y las mínimas (versículos de diferentes temas, en su mayoría de la longitud de un tuit en diferentes momentos).
Contar es aquí enumerar y entramar. Aprendí en un ábaco los números, en español y en inglés. También aprendí que siguiendo el cómputo puedes ir haciendo figuras, como las que mi maestra de inglés en la primaria hacía en un ábaco gigante de diez por diez. A la mitad de la contabilidad había trazado dos triángulos encontrados que podían hacerse y deshacerse con cualquier movimiento. Todavía puedo escucharlos sonar y desaparecer: tac, tac, ta, tssshhhh.
La colección también esboza una espiral porque empieza con un poema llamado “Ábaco” y termina con otro titulado “Ábacos”, un casi círculo que no se cierra porque nada se repite y somos pura variación.
Aquí se puede por el momento pedir el libro: https://mantiseditores.com/libros/4286/
#ábacos #mantiseditores
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“La sonrisa del padre de mi hijo”
Sharon Olds
En mi sueño, nuestro hijo, cuando niño, decía
de su padre, 'me ríe' –como hacia
existir, hacia la familia construida en torno a
las vidas jóvenes que brotaron de los ramilletes
emotivos, el oasis denso. Esa sonrisa,
esos años, qué puede decir un cuerpo. Tuve
el don absoluto de una fragante
ignorancia. Y vivir en esas habitaciones,
en las que sus sonrisas podían surgir, casi como
algo de otro lugar,
otro tiempo, otra serie
de criaturas, fue sentirme bendecida y
sostenerme en el misterio, y un poco
en el duelo. Lo delgado de sus labios lo hacían
sencillo como la sonrisa de un trazo
infantil—un puente para cruzar a pie, volverse, o ver
desde abajo, en agua—y el arco
del flechero le daba una simetría
curva e infalible, un tiro al corazón. Vuelvo a ese rostro
diáfano a pesar de estar hecho de nubes,
y a esa luna en cuarto menguante, a esa mirada
de profunda, casi triste, alegría, y sé que tuve
suerte, que terminé completa
la noche de media vida en esa arcaica
hamaca, en un cielo cuya oscuridad desaparece, aquel
primer sueño, del que ahora despierto.
Sharon Olds. 2014. _Stag’s Leap. Poems_. Nueva York: Alfred A. Knopf. p.47
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“El umbral”
“the epoch of mastery before the appearance of the gift”, Louise Glück.
Patitos,
amarillos,
frente a un lagarto:
dejar de ser niño puede ser muy extraño.
Llorar de rabia,
llorar de tristeza,
no llorar.
Hay varias formas de vivir en lo desolado:
cada proximidad tiene su ritmo.
Notas que lo íntimo
es un sedimento
filtrado en una red de aire.
El muchacho que mira de frente a la cámara.
El prodigio que no lo aplastó.
Escrito luego de ver “Close”: https://www.youtube.com/watch?v=6EJGnU2AmV4
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"¿Pueden?” de Jorie Graham
“¿Pueden”
escucharse
respirar?¿Pueden
evitarme? ¿Pueden
escuchar la mosca? ¿Pueden
escuchar el árbol? No
no digo el viento,
digo la respiración del
árbol a través
de la corteza. ¿Pueden, dicen los pastizales,
por favor, escucharnos?
¿Podemos escuchar que escuchan
el agua que nos cae
encima, rauda
y llena de luz y zigzags
de pequeños cristalinos? ¿Pueden
escuchar la e-
vaporación?¿Pueden
seguir
consagrando, sin
pensar, recordando
su
propia
respiración, y lo que
crece – hojas raíces savia, el sol
penetrando la flor…?
Moviéndose así
verán que pueden escuchar
al suelo respirar,
y en él, intentando pasar,
la lombriz,
y cada vuelta de la
lombriz, escuchen, y
la respiración en él
de la lombriz, escuchen. Moviéndose así
escucharán a la tierra seguir
sin ustedes—
cuando ya no
estén
aquí, cuando ya
no respiren. Los peces el
agua la arena la
aguja del pino. El aquí. Escuchen su
respiración
al girar,
y ahora en ella
el esfuerzo
de esta lombriz.
Jorie Graham. 2023. “Can You”, To 2040. Copper Canyon Press. e-book pp. 48-49.
Aquí está el poema en inglés: https://newrepublic.com/article/170280/can
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Los gorriones
“Let it be a sparrow”, William Carlos Williams.
En una enredadera se escucha el piar de pollitos. No alcanzamos a ver el nido, pero la Sra. Esperanza se pregunta qué pájaros son. Dice que hay unos que cantan bien bonito y que se llaman gorriones. Nunca supimos qué eran porque se fueron pronto, cuando no los vimos. Me gusta pensar que sí eran gorriones y que el chasquido de la sonrisa de ella es lo que vuela detras de su partida. Multicolor e intrasferible.
Cualquier gorrión en la ventana es ahora un despilfarro, una cosquilla que cuenta y un designio de gracia que sana del frío del invierno. Y, en una página, cualquier gorrión despierta las minucias que lo diferencian de un tordo: el punto que tienen o no sobre la i, además del gorgorito de la g, por ejemplo.
Ornitóloga de papel, soy también aprendiz del gorrión. Que anide esto en tu pecho al leer, sin que te tiemblen las manos.
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