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entrenoches · 4 years
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Margaret Rogerson, Sorcery of Thorns
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entrenoches · 4 years
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I don’t know who needs to hear this, but please let your self cry and feel and hurt. let the pain leave your body. the longer it stays there, the more it will hurt you.
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entrenoches · 4 years
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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molares mordisquean el interior de su mejilla, porque la espera por respuesta se le hace eterna. por un momento cree que el tiempo se ha parado ahí y solo ella está consciente de eso. casi sigue el impulso de cerrar los ojos con fuerza, como si eso estuviese conectado con su capacidad de oír lo que sea que fuese a decirle laura. solo la mira, con las cejas juntas y esa expresión teñida de leve confusión. no se da cuenta de que en la espera ha estado reteniendo el aire; solo lo nota cuando la confesión le roba el aliento. no lo hace como de costumbre, entre encantadoras caricias y besos profundos. le roba el aliento como cuando los pulmones parecen encogerse, y sientes un hueco en el pecho, y los bordes te arden con acidez, y este vacío se extiende por el resto de tu anatomía, hasta que sientes que vas a desaparecer. rosados se mueven, pero no logra articular las palabras. ¿qué se supone que significa eso? las palabras siguen haciéndose presentes pero zelda no logra escucharlas bien a primera instancia, y segundos después suenan como un eco. se siente aturdida y una parte de sí quiere borrar el peor de los escenarios— pero verborrea le deja bien claro todo, como un golpe de realidad: laura se acostó con esa chica. laura la engañó, como el resto. ¿es que había algo mal con ella? no era más que un cuerpo reemplazable. “¿por qué?” es la única pregunta que logra formular, casi inaudible y aún con confusión en su semblante. el labio inferior le tiembla, anunciando la venida del amargo llanto, así que agacha la cabeza una vez más. cierra los ojos, da un respiro y presiona sus labios entre sí, en busca de aplacar intensas sensaciones. la primera lagrima cae, pero instantáneamente la limpia con el dorso de su mano. y quiere sostenerle la mirada, pero es cuestión de un par de segundos observando sus ojos para que la mente la traicione. “te follaste a mi compañera y se obsesionó contigo” larga una risa amarga y apagada. está al borde de derrumbarse, pero se agarra fuerte de la ira; intenta aferrarse a eso y no a la tristeza. “y ni siquiera puedo renunciar, porque necesito el jodido trabajo para, ya sabes, poder vivir con mi novia— la que se acostó con mi compañera” habla en un tono plano como si se tratase del clima. “mierda, ¿no te interesa continuar? así ocupa su tiempo en que te la folles y no en hacerme la vida imposible” amarga ironía abandona sus labios, evidentemente herida. una vez más limpia las lágrimas y hace un esfuerzo insistente por evitar sollozar, limitándose a un suspiro lento. “joder, laura” aparta la vista, y se le escucha decepcionada. rota. se siente como una completa tonta. relame sus labios y niega con la cabeza. una vez más su labio inferior vibra y ahora no lo puede evitar: cierra los ojos con fuerza, las lágrimas corren con mayor fluidez, llevándola a cubrir su rostro con las palmas para ahogar cualquier sollozo que se le escape. “vete a la mierda” en un impulso, como si le doliera el cuerpo entero de estar ahí dentro, diestra abre la puerta y baja de la camioneta, después cerrándola con brusquedad. no quiere verla.
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Posible le resulta presenciar transición de emociones sobre semblante opuesto, ese cambio gradual entre la confusión e incredulidad hasta llegar al entendimiento, como si le tomara un momento a cada punto conectarse dentro de la mente de la menor. La manera en que facciones de ensueño se descolocan con rotunda decepción ocasiona que el corazón de la azabache se encoja nuevamente, nudo apretando con fuerza, garras buscando hacerle trizas. Inquisición le toma desprevenida y sacude hasta el más recóndito de sus recovecos, consciencia siendo golpeada nuevamente por la cuestión que durante los últimos días le ha estado torturando. ¿Por qué? Por idiota e inmadura. Porque detrás de carne y huesos habita un colérico ser que tan solo profana todo aquello con lo que se cruza. Mece su cabeza lentamente, en negación. “No lo sé,” trémulos labios articulan en un sofocado murmullo que a duras penas llega a ser audible. Sin intenciones de oponerse ni escudarse bajo excusas, permite que la castaña le golpee palabra tras palabra, que descargue en ella todo reclamo y crítica hacia su persona, incluso cuando magnitud de la situación se hace resonar y la culpa que carcome entrañas aumenta, llevándola a apretar los párpados. No se ha detenido ni siquiera a pensar en que la menor tendrá que ver la cara de tercera figura en cuestión a diario. Joder, ha metido la pata hasta el fondo. Vuelve a negar con la cabeza, insistencia y pérdida de sosiego se denotan en el gesto. Quiere apartar toda idea expuesta, toda posibilidad que pueda cruzarse por mente de su novia en ese momento. “No, no, Zelda, no volverá a pasar,” le asegura, desesperada se escucha por que le crea, aunque sabe que imposible resultará solucionar el daño infligido. Cuando pupilas vuelven a centrarse en rostro ajeno, se convierte en testigo de cómo la menor se quiebra delante de sus ojos; nota su llanto y la manera en que se apresura en ocultarlo, y el mundo parece perder cimientos y caer sobre ella. Barbilla le tiembla y una nueva tanda de lágrimas amenaza con salir de sus párpados, mas apresura a aplacar emociones y entreabre labios para espetar nuevamente una disculpa. Pero la menor se adelanta con brusco accionar y toda intención por hablar se ve cortada de golpe cuando portazo se hace resonar dentro de la camioneta, sobresaltando a azabache cuya desesperación va en aumento y la lleva a salir de igual manera del coche, de prisa, rodeando el vehículo hasta acercarse a figura contraria. “Zelda, joder, por favor no hagas esto,” le pide, tono de súplica tiñe su voz entrecortada por nudo y agitación, sus manos buscan posicionarse sobre antebrazos ajenos, buscando impedir que la joven se aparte una vez más. Siente cómo la situación se le va de las manos como agua entre los dedos y no sabe cómo recuperar aunque sea una pizca de control. “Ojitos, por favor, sube al auto. Vayámonos de aquí, venga.”
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entrenoches · 4 years
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Wale Ayinla, from “Portrait of a Boy with Grief”
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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no pasa desapercibido el cambio de actitud de la azabache, es evidente incluso como un bajón de energía en el ambiente. aún así, intenta disfrutar de las muestras que la mayor le regala; se aferra a ese corto beso y a las caricias que ella misma el otorga cuando sus manos se entrelazan. con su otra mano, se concentra en realizar pequeños trazos sobre piel foránea, donde sus manos se unen. suspira despacio, acurrucada en su hombro, como queriendo ocultarle su rostro en la mayor medida posible. es fácil golpearle emocionalmente; zelda es sensible y cuando percibe el mínimo cambio en actitud contraria, se siente blandita. aún así, entiende el por qué. la risa la descoloca, detiene las caricias pero no la voltea a ver hasta que la pregunta es formulada. se aparta solo un poco, lo suficiente para poder mirarla. “¿tú lo crees?” tiene sentido. quizás fue una decisión precipitada, quizás no debió tomar en serio algo que acordaron fuera de sus cinco sentidos ( laura ahogada en alcohol, y zelda con un corazón que está tan intoxicado de amor por la mayor ). aún así, no espera para añadir: “no, laura. la verdad es que no” lo dice serena, casi neutral. “bueno, no sé tú, pero yo…” se endereza, rompe la cercanía con el cuerpo femenino y se sienta con las piernas entrelazadas, encarándola. relame sus labios con la mirada clavada en el colchón, incluso rasca un poco su sien, buscando las palabras correctas. “mira— puede que esto no sea perfecto,” hay que ser realistas: va a ser difícil. “pero yo no pido nada más. tan solo con estar contigo me basta” y sabe que está rozando el cliché con sus palabras. rozando es poco— se está sumergiendo en el universo de una película romántica para adolescentes, pero no se echa hacia atrás. “claro que quiero más que esto,” afirma, meciendo ligeramente la cabeza, intentando que su expresar tenga sentido. “pero lo quiero contigo, y por algo hay que empezar ¿no?” 
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Sus párpados descienden como adormilados, se ve arrullada por el cálido cosquilleo que despiertan en su dermis suaves caricias propiciadas por dedos ajenos. El dulce perfume proveniente de castañas hebras inunda su olfato y ocasiona que el ápice de una suave sonrisa tire de las comisuras de sus labios. Es indescriptible la tranquilidad que pasa, entonces, a relajar cada extremidad, una sensación de paz que duda haber experimentado alguna vez. Ahí, con la menor acurrucada contra su cuerpo, lejos de todo lo que alguna vez conoció como hogar, se siente en casa por primera vez en años. Abre nuevamente los ojos tras notar cómo Zelda se aparta, y echa de menos la calidez de su cercanía al instante. Casi por instinto, vuelve a buscar contacto con una de sus manos, como infante en busca del calor de mamá, y dígitos se encuentran pronto paseándose por una de sus piernas. Escucha atenta a su respuesta, le mira con detención mientras una nueva curva es bosquejada de a poco sobre su semblante. “Joder, eres muy cursi, ojitos,” le dice a modo de burla, cierta socarronería se refleja sobre sus facciones, pero el pecho se le infla en absoluta adoración. La pureza que transmiten palabras opuestas le devuelve pizca de positivismo, pues si bien está consciente de que el camino no será sencillo, en ese momento se cree capaz de todo. Zelda le hace sentir capaz de todo. Sin previo aviso, encierra entre falanges antebrazo ajeno y tironea de él con cierta fuerza para atraer menuda figura hacia sí, riendo con ganas cuando tiene a la castaña prácticamente encima. “¿Esto quiere decir que te he secuestrado? ¿Me perteneces a mí ahora?” 
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entrenoches · 4 years
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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cuando acusación le cae con fuerza, no atina a hacer más que agachar la vista, dejándola sobre la palanca de velocidades. traga con fuerza y sin darse cuenta, adopta la apariencia de una niña regañada. la culpa pica, es molesta, y le genera vergüenza; incluso le sonroja las mejillas— no es como cuando la halaga o la pone en situaciones agradablemente comprometedoras. esta vez no sabe ni donde meterse, así que solo pasea acaramelados desde sus manos a la guantera, y de vuelta a sus manos, que sobre su regazo juguetean con nerviosismo. estaba consciente de que su relación con azabache no había iniciado de la mejor manera, y aún así, siempre fantaseó con la estabilidad que, aún con todas las complicaciones actuales, pensaba haber conseguido. las palabras recriminatorias de laura logran encogerle cualquier rastro de valentía para defenderse, por lo que no hace otra cosa que guardar silencio. “p-perdón, yo—” quiere intentar razonar de nueva cuenta, con la esperanza de quizás obtener un poco de comprensión de contraparte si lograba explicarse con mayor claridad esta vez, pero el tono con el que la pregunta abandona labios ajenos solo provoca que zelda no diga nada más y vuelva a agachar el rostro, casi como si estuviese asustada. por un instante se le olvida que era ella quien había comenzado con los reproches, y ahora la culpa la devora por completo. pasa saliva otra vez y su mirada se alza despacio, casi a la par de las palabras que la mayor va pronunciando. no sabe de donde consigue el valor para estirar zurda y posarla sobre muñeca impropia, como si intentase calmarla un poco. pero así de rápido como la toca, la oración incompleta hace eco en la cabeza de la californiana, y como si hubiese tocado una fuente de electricidad, aparta la mano. “¿de qué estás hablando?” pregunta insegura, pues le da la impresión de que no quiere saber la respuesta. que no está preparada. las cejas se le juntan en una expresión manchada de confusión, pero pronto la mirada se le enciende una vez más, porque por mucho que le frustre la desconfianza, la situación vuelve a cobrar el sentido de antes. “¿qué es lo que vi allá dentro, laura?” y en su voz, aunque se percibe creciente molestia y una oculta decepción, también hay una pizca de condescendencia. 
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La disculpa que recibe solo ocasiona que tormento interno empeore, es una bofetada a su consciencia tras haber tenido el suficiente descaro para realizar reproches cuando es ella quien ha tomado papel antagónico. Puede ver cómo transmite sentimiento de culpa a la menor y se arrepiente al instante de haber expresado de manera tan brusca los caóticos pensamientos que obnubilan su mente. Y desconoce, se cuestiona de quién ha sido más grande el error: si de su contraparte, por haber confiado ciegamente pese a conocer su corrompidas raíces, o de ella misma, por haberse convencido de contar con la capacidad de cambiar. Ahora sabe que sigue siendo presa de viejos hábitos, y que su mecanismo de defensa es arruinarlo todo antes de verse arruinada. Una encrucijada, pues se ha colocado a sí misma en un escenario donde no hay salvación ni escapatoria. Con manos propias inflige a quien se ha prometido proteger, y al mismo tiempo se destruye también. Pupilas descienden cuando notan cómo una de las manos ajenas se aproximan solo para apartarse un segundo después, antes de tener contacto, como si dermis repeliera tacto contra ella. El corazón se le encoge al tamaño de una nuez. Siente la necesidad de tomar sus manos entre las propias, de abrazarla, de tocarla una vez más ahora que puede. Pero no lo hace. En su lugar, aparta la mirada, agacha la cabeza con la culpa y la vergüenza carcomiendo cada rincón. Sabe que la única manera de redimirse es confesando sus pecados, otorgando la verdad a quien la exige, pero es cobarde, y no puede siquiera mirarle a los ojos cuando lo hace. “Estuve con ella la otra noche,” musita, la voz se le hace pequeñita, como si no quisiera ser escuchada. Como si deseara no estar ni siquiera hablando. Latidos incrementan su palpitar, y aprieta de nuevo las manos cuando siente cómo la intensidad de su miedo torna trémulas sus extremidades. La primera lágrima se le escapa solitaria de los párpados y es cuando se obliga a encarar nuevamente a Zelda, esperando que pueda ver cuánto lo lamenta realmente. “Después de ver los mensajes, no sé--- no sé qué estaba pensando. Estaba molesta y no... Sé que no lo justifica, pero créeme, ojitos...” desesperada, busca escudarse bajo malas excusas, verborrea que sale de entre sus labios con la esperanza de mitigar la fuerza de impacto de sus acciones. “No significó nada, es lo que estaba diciéndole allá dentro, que no volverá a pasar.” y hay convicción en sus palabras, pero la voz dentro de su cabeza le repite que no merece su perdón. Diestra asciende para limpiar de sus mejillas rastro salino de humedad, lágrimas que no puede contener, y la voz se le quiebra al suplicar, “Por favor perdóname.”
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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durante el silencio eterno analiza escena presenciada rato atrás. inspecciona en el recuerdo los rostros femeninos, cualquier reacción por parte de laura que pudiera darle una respuesta; pero por algún motivo, siente que ya todo se ha distorsionado, y al recuerdo le salen un montón de hilos / ramas, teniendo un centenar de motivos y desenlaces. no hace más que ver en dirección a la ventana, aunque no está mirando nada en específico, solo medita. entonces la voz contraria la saca de la profundidad de aquella laguna de pensamientos. el ritmo cardíaco se le desajusta, y sus cejas se juntan con confusión. a primera instancia no comprende cómo es que laura sabe eso, pero luego entiende que revisó su móvil. finalmente voltea— dubitativa, pero lo hace. “revisaste mi teléfono” quiso cuestionar, pero salió como una revelación para sí misma, y a su vez, rozaba el reclamo por invadir su privacidad. ni siquiera le molestaba que laura tocara sus cosas. lo que sí, es que estaba consciente de que el tema de asher era complicado, y no lo había estado manejando de la mejor manera. “¿por qué hiciste eso? ¿no confías en mí?” la mira con incredulidad, quizás hasta herida; pero sabe qué es lo que va decir. al menos se lo imagina por lo que conlleva esta ocasión. suspira, sacudiendo la cabeza despacio. “no ha dejado de enviarme mensajes, quiere que vuel– bueno, ya lo leíste, no necesito explicarte” hay un poco de acidez en sus palabras. ni siquiera está segura de qué tanto leyó, pero tampoco se corta al tocar el tema. “estaba intentando manejarlo” quizás a ojos ajenos los mensajes podían ser comprometedores. al fin y al cabo, no estaba dentro de su cabeza. “no hay nada— laura…” las ideas se agolpan en su cabeza y en su lengua, así que se tropieza en el proceso. finalmente, insegura y algo afectada, suelta:  “¿tú crees que te estoy engañando— ¿crees que quiero volver con él?”
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Una punzada de vergüenza consigue encogerle el estómago, ni siquiera tiene caso negarse frente a acusación cuando se ha dejado en evidencia a sí misma, una consecuencia más de verse siempre dominada por impulsos de idiotez. No lo puede controlar, la irritación le hace cosquillear cada extremidad, siente la ansiedad esparcirse por cada nervio y tensar cada músculo. Está molesta tanto consigo misma como con figura contraria. Molesta con el tercero en cuestión y con las circunstancias. Lleva enojo acumulado hasta en el último de sus recovecos e imposible le resulta contenerse. Y es amarga, incrédula la risa que se le escapa de entre los labios ante interrogante que es lanzada en su dirección. “Me buscabas después de haber cogido con él, Zelda,” le recuerda con claro disgusto, vocabulario vulgar sale a relucir como de costumbre, un reproche pasado de moda para éste punto, pero que al parecer ha dejado en la azabache una herida que continúa sin sanar. Con pesadez, gira los ojos ante las explicaciones que recibe. Conoce las circunstancias que han llevado a la castaña a permanecer junto al aludido, pero su herido orgullo no le permite escuchar razones ni argumentos, está enfrascada en una rabieta que le hierve la sangre y le provoca ganas de llorar. “¿Estabas intentando manejarlo? ¿Diciéndole que piensas volver a Derry?” Entrecejo se le arruga, entretanto su timbre de voz adquiere fuerza, se eleva sin siquiera notarlo. Órgano rey comienza a bombear con fuerza, golpetea contra su pecho en alerta de la repentina agitación de la que se ve víctima, y aprieta con ambas manos el volante de la camioneta, en busca de canalizar sus emociones. “¿Y quieres quedarte conmigo?” Arroja pregunta casi con rabia, no concibe la idea, su propia mente la repele, como si el escenario se tratara de una utopía, una mala jugarreta que la vida misma se encuentra jugándole. Porque nada bueno se queda nunca con ella. Porque personas como ella no merecen cosas buenas. “Al menos con él tenías estabilidad económica, un lugar dónde quedarte... ¿Y yo? No tengo nada, joder, no soy mejor que él,” no busca autocompadecerse, hay una cólera en sus palabras que deja entrever la repulsión que siente hacia sí misma en esos momentos. Y entonces se quiebra, mirada se le nubla a causa de lágrimas acumuladas en sus párpados. “Zelda, no soy mejor que él. Lo que viste allá dentro...” ojos marrones buscan los contrarios con temor, con vergüenza. La culpa y el arrepentimiento están acabando con ella. Nunca se lo va a perdonar.
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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es obvio que no le ha gustado lo que vio, y por un instante las palabras de azabache tienen cierto alcance. quizás está exagerando, quizás vio cosas donde no las hay. quizás se está yendo por otra parte, y laura no tiene por qué tolerar eso. siente culpa y agacha la mirada; pero es el pasar de un par de segundos lo que necesita para recordar escena anterior, y que la rabia se vuelva a encender. da una calada más al cigarrillo y se cruza de brazos, apenas mirándola de soslayo cuando se lo pide al inicio de su broma ( que en cualquier otra ocasión le hubiese robado hasta un beso, pero ahora no le hace gracia ). “ja” es lo único que emite, desganada. el humo es exhalado despacio, y aunque siente que las plantas se le han pegado al suelo, termina por acceder. saca las llaves de su camioneta y de la misma manera que con la caja de cigarros, las presiona contra el pecho ajeno sin mirarla. “es evidente que le gustas, laura. lo que me sorprende es que tú le des entrada— conduce” larga información de golpe, irritada y sin generar una pausa decente, pues es como si quisiera ocultar reclamo con la disposición de irse de ahí, tal como lo pide la mayor. esta vez se asegura de que sostenga objeto antes de ella retirar la mano y se da media vuelta para caminar al vehículo sin siquiera esperar a la contraria. da una nueva calada al cilindro durante el camino antes de tirarlo al suelo y apagarlo.
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Pudo haberlo negado en ese momento, aclamar demencia en quien le acusa sin remedio y fingir que nada ha sucedido, escabullirse de consecuencias y lidiar con la culpa a solas y en silencio. Quiere hacerlo. Quiere mentir y zafarse de aquello cuanto antes, pero algo se lo impide— a ella, quien sin vergüenza ha profanado durante toda de su vida con la mayor de las facilidades. No puede mentirle a la menor porque no se lo merece. No se lo merece porque suficiente ha tenido con su pasada relación — con el trato recibido por el joven al que aparentemente tiene intenciones volver. Se esfuerza por hacerse creer que puede ser mejor que él, mas el solo recuerdo de mensajes leídos a hurtadillas hace que pasada cólera regrese. Durante un segundo, el sentimiento de traición que la atacó noches atrás consigue opacar el remordimiento que la ha estado carcomiendo. Sin decir nada, toma las llaves de la camioneta y espera unos cuantos segundos antes de seguir el camino de la otra joven hasta ingresar en el automóvil. En silencio, enciende el mismo y procede después a colocarse el cinturón de seguridad. Lo duda un segundo, pero la pregunta emerge inevitable como bilis por esófago y se abre camino entre sus labios con clara amargura, “¿Cómo está Asher?” Se maldice mentalmente, la voz de su consciencia le recuerda que no tiene derecho a reclamar, mucho menos a crear una escena, pero no la detiene. Siempre le ha ganado el impulso, su orgullo sigue siendo más grande. No es mejor que Asher. Nunca lo será. “Has estado hablando mucho con él, ¿huh?”
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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un par de tenues arrugas se asientan en su frente, las cejas le descienden en una expresión de enfado, como si pesaran sobre sus ojos. aún así, nada le pesa más en ese momento como la duda. “¿es en serio?” incrédula, no puede concebir que le pregunte eso. ¿le está tomando el pelo? ¿así, con la molestia tan evidente? el hecho de que aparte la vista no hace menos que inquietarla más. bufa, y sin haber pasado por alto su accionar, termina por entregarle la cajetilla. no se la da en la mano, es más bien brusca cuando la estampa contra pecho ajeno. se lo piensa bien, quiere ser sagaz, pero prácticamente vomita las palabras: “quiero saber por qué a mi compañera— la que me tiró una malteada encima hace una semana y me robó el turno que necesitaba hace tres días,” por si hacía falta destacar lo mal que lo había pasado gracias a ella, y escena previa le dio una pizca de sentido a su accionar. “— se le veían tantas ganas de comerte la boca ahí mismo” y no quería sonar como una lunática, pero juntando las piezas, no le gustaba el resultado. “¿desde cuando son tan amigas?” y aunque se muestra tan molesta, hay tintes de disgusto y miedo. 
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Cejas se le arrugan en descontento cuando la cajetilla le golpea el pecho, quitándole toda oportunidad a sus reflejos de reaccionar a tiempo y evitar que la misma colisiona contra el concreto debajo de sus pies. Es descontento y sorpresa por partes iguales, pues es aquella la primera vez en que recibe trato tan brusco por parte de la menor. “Tranquilízate, ojitos, ¿qué es lo que pasa contigo hoy?” Refunfuña mientras se acuclilla para tomar del suelo lo que es suyo, busca mostrarse desentendida, aminorar el problema de cualquier manera. Entonces el estómago se le encoge de nuevo. El disgusto hacia sí misma crece como hiedra venenosa, se esparce por cada rincón tras descubrir actitudes por tercera parte hacia la castaña. Ha caído muy bajo esta vez. No se lo va a perdonar nunca. Y lo evade como por acto reflejo: el rechazo, la sola posibilidad de perder a quien ha devuelto a su vida tanta luz. Egoísta. Cobarde. No la merece. Siente ganas de llorar. Laura suelta una ronca risa, efímera y seca. “Mírame, ¿acaso te sorprende que me vea de esa manera?” Pero las palabras que con retintín son entonadas ahora le saben mal, pues ya no se trata de una broma más. Niega con la cabeza y guarda los cigarros en su bolsillo. “No es mi amiga. ¿Podemos irnos ya?”
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entrenoches · 4 years
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ísis.
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El tiempo corrió tan rápido que apenas y puede creer que al fin está en su fiesta graduación. Luego de todo, está allí. Un esmoquin con moño adorna su cuerpo. Por supuesto que no iba a elegir vestido porque eso no le es fiel a su estilo y hoy es un día especial. Casi tan especial que la chica que está de espaldas y a la cual decide acercarse sin dudar. “¿Cómo me veo?” Pregunta, forma una sonrisa que acompañe el atuendo y espera la opinión de una de las únicas personas en ese salón que le importa un carajo, quién se convirtió en la protagonista de su vida entera. / @entrenoches​
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Melodiosa voz a sus espaldas consigue opacar la música dentro del salón y ganarse enseguida su atención, llevando a su torso a girarse de a poco hasta colocarla dando cara a la ojiverde. Es instantánea la sonrisa que se adueña de labios carmín, entretanto sus pupilas se pasean cuesta abajo por el cuerpo femenino. “Wow,” el monosílabo se le escapa, antes de que sus dientes atrapen momentáneamente su labio inferior. Puede sentir algo da un vuelco dentro de ella. Finalmente, su mirada vuelve a encontrarse con la ajena. “Luces como si fueras a robarte todas las miradas esta noche,” halaga con cierta diversión, antes de dar un paso hacia el frente y tomar entre sus manos el pequeño moño que lleva al cuelo para acomodarlo. “Combina con el color de mi vestido. Muy detallista, ¿eh?”
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entrenoches · 4 years
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zelda.
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no está segura de por qué le arde tanto la piel, especialmente las mejillas– toda la cara, quizás. necesita respirar aire fresco urgentemente. es irónico, pues en cuanto pone un pie afuera, en la parte trasera del local, enciende un cigarrillo ( accionar completamente inusual por parte de zelda ). siente malestar y confusión, porque intenta encontrarle una explicación que no vaya por un sendero torcido, pero se le complica bastante. cuando la mayor se hace presente, no tarda en reaccionar: la mira mal, recelosa. “¿qué mierda fue eso, laura?” cuestiona con una aspereza impropia de ella, tanto en tono como en vocabulario. @entrenoches​
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Un nudo le retuerce el estómago, remordimiento aferrado a sus entrañas que a nada se encuentra de causarle náuseas. Disgusto puro hacia su propia persona, una rabia que le resulta imposible controlar, pues nada puede hacer ahora para borrar su erróneo accionar. Es por eso que, luego de dejarle en claro a la tercera joven en cuestión que inexistente son sus intenciones de repetir lo sucedido varias lunas atrás, sigue los pasos de su novia. Las piernas le pesan, parecen negarse a culminar la trayectoria, mas la azabache se obliga a abandonar el establecimiento. “¿De qué hablas?” Cuestiona con voz lánguida y, durante un segundo, sostiene la mirada de la menor, pero la culpa pesa más que el cemento y desvía su atención hacia abajo. Cobarde. Siente vergüenza. Diestra busca en sus bolsillo sus cigarrillos, preguntándose si la caja que tiene Zelda ahora con ella se trata de la suya.
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entrenoches · 4 years
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Satan has one son, but my sisters are legion, motherfucker. 
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entrenoches · 4 years
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entrenoches · 4 years
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oigan, solo quiero pedirles por fis que entiendan que no será cuestión de la administración si su reserva de personaje skeleton llega primero al buzón, sepamos entender que es por pura suerte u_u
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entrenoches · 4 years
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𝐬𝐨𝐫𝐨𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝: 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐚𝐭𝐢𝐧 𝐬𝐨𝐫𝐨𝐫 — 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙖. 
No hay lazo sanguíneo, pero la lealtad tallada en su estructura ósea las une. Y cuando el peligro se viste de encanto y seduce embustero a una de la manada, los sensores de cada una se alertan por inercia. Le cuidan. Le protegen. Hermana, oh, hermana— cuando el fulgor de su aura se ve amenazado con ser extinto por la oscuridad de quien ha osado irrumpir en su hogar a base de falacias, manos amigas le salvan justo antes de apagarse. Le salvan, pero se tiñen de carmín. Gota tras gota se derrama y el horror se desata entre cuatro paredes, atentando en contra de la cordura de testigos cuyos ojos no pueden rebobinar lo que han presenciado. El intruso yace inerte, pero la hermandad sigue intacta.
                             𝐎𝐡, 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐚, ¿𝐡𝐚 𝐯𝐚𝐥𝐢𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐧𝐚 𝐞𝐥 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨?
𝙼𝙰𝙸𝙽  /  𝙷𝙸𝚂𝚃𝙾𝚁𝙸𝙰  /  𝙽𝙾𝚁𝙼𝙰𝚃𝙸𝚅𝙰  /  𝙽𝙰𝚅𝙴𝙶𝙰𝙲𝙸𝙾𝙽
#:D
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