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Habitar

(Día 6)

No hay día que no parezcan ser más de las 19:00. Habitando el centro de una ciudad habitada por incontables edificios, donde la luz del sol entrando por las ventanas es una suerte que no corren todos, que yo no corro al vivir en un primer piso. Habitúo a que a habiten luces tenues en el departamento, es sólo un humilde intento de recrear la calidez inigualable que desprende del sol.

No veo el sol desde el primer piso, pero si estuviera en el tercero o más arriba, no podría contemplar la hipnotizante existencia, de las palomas del mundo, que habitan el árbol comunitario que habita en la entrada del edificio. Extrañamente encuentro calidez en ellas, en verlas construir su nido, en verlas habitar ese nido, en verlas empollar vida, en verlas.

Me despierto, me levanto, completamente desnuda, me mira el espejo que está en la punta de la cama, lo ignoro, hago el corto recorrido rutinario hasta la cocina. Me miran los Beatles desde el vinilo de Rubber Soul de la repisa, y me mira Spinetta, con una campera roja, inflando los cachetes y con pelotas en la cara, también los ignoro, siempre tienen la misma expresión, al igual que yo en el espejo cuando me levanto. Todo igual, ¿qué podría cambiar? ya no sé, todo lo cambio de lugar todo el tiempo. Desde que tengo uso de razón me abruma que el orden del patrón de los objetos que habitan los espacios, permanezcan inalterados por determinado tiempo. Es sólo lo intangible de mi inconsciente, buscando un destello de tranquilidad en el orden de lo material, de lo que yo si puedo modificar a mi criterio, tan insignificante como mover muebles.

Hoy quiero ver algo diferente, pero no tengo energías para mover muebles. 

Me recuesto sobre el suelo frío, boca arriba, esta vez, para ver, cierro los ojos.

Arriba mío hay seis pisos más, cada piso tiene tres departamentos. 6X3=18. Hay un mínimo de 18 personas arriba mío, obvio que más, dado a que en muchos departamentos de seguro habitan más de una sola persona. 18 y más existencias arriba de la mía. Yo, acostada, y ¿ellos qué? ¿alguien estará llorando? cocinando? durmiendo? teniendo sexo? duchándose? escribiendo? riendo? dibujando?. Yo, en el piso, siendo suelo de ellos y techo de nadie, ellos siendo techo y suelo de otros. Yo, pensando en ellos, ¿ellos pensando en quiénes?

Este edificio, lo micro de lo macro, la multitud de lo unificado, lo múltiple de lo único, lo inmenso de lo cotidiano, el atisbo del delirio, del mío.

Paro de pensar, vuelvo, abro los ojos, me siento y observo que habito en el contraste del desorden de Sofía con mi orden obsesivo. No puedo exterminar su patrón ni ella el mío, coexisten los dos polos en una misma estructura, sin mezclarse, sin aniquilarse.

Sigo desnuda, me acerco a la ventana, armo mi tabaco, enciendo la cafetera, prendo el cigarrillo, cumplo mis hábitos.

Contemplo desde mi cementerio de colillas y cenizas, con mis ojos desorbitados, a través de mi pintura en movimiento, el rectángulo en constante desorden, habitado por desconocidos nadando sobre el aire, en las calles, en las veredas, caminando, en autos, en bicicletas, no los contemplo como humanos, sino, como galaxias bípedas, desconocidas y lejanas, pero cercanas, yendo a ninguna parte.

Desordene, desestructure y aniquilé, el tiempo y el espacio con micropensamientos. Deshabité el cuerpo.

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Ausencia del sentido en el caos

octubre domingo café chorreado manzana bikini abril mesada ventana auricular anochecer nada

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Afuera sólo el mundo

Las gotas caen

Secas

Hasta que rompen y mojan

Llueve afuera

Y adentro también

El día cae

Justo antes de que el contraste

Del horizonte

Rompa en noche

Y oscurezca

El sueño cae

Cae lejos

Errándole a la cama

Y al reloj nocturno

La calma cae

Y se rompe en el estrenduoso impacto

Contra mis pensamientos

Quisiera callarme

Pero ya estoy en silencio

Cae la cordura

En el rincón

Mojada, estrellada, despierta, intranquila, callada

Que aturde

Que duele

Que late

Que grita

Que pregunta

Que no contesta

Que ríe

Que llora

Que aprieta

Que suelta

Que obliga, que empuja a mi mente

Mi mente cae

Sin parar

Atravesando la gravedad

El abismo infinito

Reduciéndose

Por la velocidad de la caída

En el tiempo

Cae y se rompe

En millones de partículas, viajeras partículas del éter universal

Que se extinguen en la ausencia de respuestas a los misteriosos huecos de la existencia

Arriba únicamente el cuerpo

Y mi mirada perdida

En las formas de luz

Que intenta entrar

Y que lo logra porque adentro está oscuro

Arriba la cordura

No la mía

La de los que duermen tranquilos

En la noche, en los seis pisos que están sobre el mío

Arriba las gotas que todavía no se rompieron

Arriba seco

Arriba la luz del sol que está por nacer con la muerte de la noche

Arriba el resto de la casa que no es el rincón que elegí para caer

Arriba mis manos frías, transpiradas

Aprietan las sábanas contra mi cuerpo

Tocándolo

Para corroborar que esté ahí

Que exista

Que todavía no cayó

Arriba Abril

Qué?

Que deberías salir de la cama

No hace falta que te vistas

Solamente prender un cigarrillo

Y tomar un café

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Qué hombres

Rami Malek & Martin Wallström

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¿Puedes ser sincero un momento?, dime la verdad, ¿nunca te sientes sólo?

-Si, a veces, si

Pero solo de verdad. ¿Lo sientes hagas lo que hagas o estés con quien estés? ¿Como si caminaras y pudieras sentir al universo entero, una cosa enorme que gira, gira y gira, y todos a tu alrededor estuvieran chocándose con todo, lastimando a otros y lastimándose, y tu gritarías de lo solo que te sientes? Dime que no estoy loco. Dime que me entiendes.

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“Y cuando nadie te despierta por la mañana, y cuando nadie te espera en la noche, y cuando puedes hacer lo que quieras. ¿Cómo lo llamas? ¿Libertad o soledad?".

- Charles Bukowski.

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A pesar de que te veo tan lejos,

inalcanzable, 

con verte desde mi ventana me basta,

para sentirme un poquito menos sola

en toda esta inmensidad

Pienso que alguien mas te está mirando,

con los mismos ojos llenos de angustia y de soledad,

como lo hago yo en este momento

Y te vuelvo a mirar,

y me río aunque este llorando

No se porque me haces sentir que todo va a estar bien

Me pregunto:

¿cuántas personas te estaremos observando al mismo tiempo en distintas partes del planeta?

Infinitas son mis ganas de estar tan lejos como vos,

viendo desde afuera este caótico mundo inundado de ego

Pero confío en vos,

en que esto que me haces sentir existe,

que pronto todo va a mejorar

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Digamos - y hagamos + ✨

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Y hoy, lo sentí, escalofríos de color gris, es que ayer nada pasaba, solo la vida normal y ordinaria. Es que ayer nada pasaba, solo vivía feliz y anestesiada. Hay una ciudad empapelada, de caras dibujadas y miradas, de bocas que se hablan sin palabras, de risas que se ríen pero sin gracia. Y cuan fácil es, ver la realidad al revés, y cuan simple es, vivir sin re��r, hablar sin pensar, morir sin sentir, besar sin amar, soñar sin buscar, oír sin escuchar. Solo te tenes que apagar. Hoy, lo vi, el cuento sin final feliz, y hoy lo sentí, entre cenizas lo descubrí, es que ayer me disfrazaba de tranquila plena y cotidiana, es que ayer lo sospechaba, que fácil es vivir apagada

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“Con el corazón blindado” leí por ahí, y fueron pocas las veces que tan identificada me sentí, claro que si, me atrevo a creer que somos muchos los que decidimos involuntariamente como acto reflejo blindarnos el corazón de aquellos golpes que nos corrompen el ser, que nos dejan con el alma asustada sin saber que dirección tomar de tan punzante dolor que nos persigue y que se propaga por todo el cuerpo, incrementándose a la velocidad de la luz, aniquilando la certeza, convirtiendo al amor en duda. Aunque quizás, pensándolo bien, sea el amor ideal e irreal aquel que nos mostraron, ese que está nebuloso en el interior de las almas rotas. Me pregunto ¿a quién se le hizo tan facil definir tal sentimiento y su magnitud? Pues pensandolo 2 o 1000 veces, pienso que no hay una sola manera de amar, pero al parecer nos inculcaron una idealización proveniente de algún cuento de hadas, que en las letras pequeñas del contrato firmas el dolor y sus consecuencias de amar con ciertas reglas. Comenzamos a dudar sobre todo una vez que salimos lastimados, amar se vuelve un miedo, como si solo existiera en el lenguaje del amor solo aquel idioma que nos lastimó... cuando más bien es una de las expresiones de vida mas fuertes y diversa. Hasta me atrevo a decir que es la que nos impulsa a vivir, amar y ser amado, amar la vida, "el fin de amar, sentirse mas vivo", gracias Cerati por tan imprescindible lección.

Y no, no solo hablo del amor de pareja, hablo del amor sin definiciones ni etiquetas, sin denominar quien será el emisor y el receptor de tan indescifrable y misterioso canal de comunicación.

Ninguna historia de amor es premeditada y repetida, es una danza de corazones improvisada e inédita de la cual nadie saldrá ileso, así, como la vida misma, nunca se sabe que viene después, solo sucede y nos adaptamos al cambio, sobrevivimos a cualquier catástrofe y quizás sea esa una de las cualidades que admiro de nuestra raza, somos más fuertes de lo que creemos, nos adaptamos con mayor facilidad de la que pensamos, sin ser concientes de estos procesos, nuestro instinto animal y de supervivencia yace allí junto a la tabla periódica de los componentes de nuestra alma.

Aquel día que dejemos de animarnos a amar, aquel será el día en que me vestiré de negro (que por cierto, tan poco me cuesta) y decretaré al planeta de luto, con la oficial muerte de la humanidad.

En mis deseos aquel día no existirá nunca, y me comprometo a hacerlo realidad, a embarazarme de amor todos los días, y dar a luz los más puros y concentrados gestos genuinos de amor, de contagiar esta duerza, y cuando todos estemos infectados daremos a luz la resignificación de la vida misma en toda la humanidad.

Nos hemos salvado.

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Mi amigo se va al carajo escribiendo????

-Mi amigo se va al carajo escribiendo

Escuchando: Deafheaven “Roads To Judah”

Me pregunto cuántos de nosotros estaremos vacíos. ¿Cómo será llegar a viejo? ¿Habrá diferencia en el dolor de mis huesos? ¿La distancia de mis pasos? ¿Sentiré la lluvia de otra manera? Demasiadas alegorías tiranas que enfrascan al tiempo en un caminar insufrible. El granizo destrozando las ventanas. La distancia entre cada gota. Repito las palabras. Pero tienen otro peso. Otra magnitud. Otra fuerza. Lo antiguo no te vuelve sabio. La experiencia si. ¿Miedo a envejecer o a ser olvidado? Me pregunto dónde serán esparcidas mis cenizas. Y quién cumplirá esa tarea. Escucho tus pasos cuando toco la puerta, sabiendo que quizás no me vas a reconocer. Cuento hasta 10 hasta que escucho la cerradura. Me encuentro con tus ojos y veo como cambiaron sus órbitas. Te quiero abuelo. Tu ciclotimia no será un problema. Hay que enfrentarlo. Me preguntás: “¿por qué tengo que tomar tantas pastillas?” Y la verdad que no sé qué responderte. Yo tampoco confío en la medicina. El remedio puede ser la enfermedad. Cruzamos un par de palabras. No quiero estar mucho tiempo. Lo admito. Porque de la nada, quizás arremetés en pos del desconocimiento y unas cuantas preguntas de incertidumbre pueden ser varios puñales en mi pecho. Te ayudo a levantar el vaso. Tus manos tiemblan y mi corazón también. Veo el mismo vino que yace en la mesa hace varios días. Intacto. Las galletitas con algo de moho. E intento distraerte mientras saco la basura que voy viendo en el departamento. Son descuidos inofensivos. Lo sé. Pero tu carácter fuerte y tu curiosidad sigue ahí. De la nada me pedís perdón y no sé por qué. Y te escucho decir: “Cuando tenía tu edad, creía que llegar a viejo era parecido a un tren que va descarrilando de a poco. De forma suave. El metal de los vagones se oxida con los años. El humo del furgón se va disipando con el tiempo. Pero aún así,el tren intenta seguir su rumbo, de la manera que puede. Cuesta. Cuesta, es verdad. Pero tiene su gracia.” Me quedo atónito por unos segundos. Sonreís sin esperar que responda y acotás: “creciste bien pibe, estoy orgulloso de vos”. Sin poder contener las lágrimas, te abrazo bien fuerte, aún sabiendo que nunca fuiste muy cariñoso. Terminás con un: “bueno, bueno, tranquilo, tampoco tanta alharaca. Cuidate pibe. Hasta mañana”. Me quedo mirando a la puerta. Me seco la cara con la remera. Cuento hasta 10. Y sonrío.

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Ya no sé qué me hace bien o qué me hace mal.