—Logan, necesitamos que hables—oĂ
—Era mi padre—musitĂ©, creĂ que el detective no me habĂa escuchado, pero respondiĂł:
—No—dijo—. Estás en todo tu derecho de no querer llamarlo asĂ. Tampoco tenĂa nada romántico con tu madre. De todas maneras, Ă©l ya no podrá lastimarte
Un espejo silencio envolvió la sala de interrogación. Él me miraba directamente, ansioso con una respuesta. Yo miraba el suelo, aun incapaz de procesar lo que estaba pasando.
—Logan...—la voz del detective volvió a traerme de vuelta al mundo real. Levanté la vista—necesitamos que hables.
Suspiré.
—¿Qué es lo que quieren saber?
—Primero que nada, una descripción de su secuestrador—aclaró.
—Él... TenĂa el cabello con canas, y... Era viejo, como de sesenta años. Sus ojos eran grises.
—Bien—el detective se aclaró la garganta—¿Sabes cómo se llamaba, no?
—Edward Hope.
—¿Qué pasó cuando escaparon?
Los recuerdos llegaron como balas a mĂ. Cada momento paso de manera fotográfica en mi cabeza. Los gritos. La sangre. El miedo. ParecĂa todo extraĂdo de una pelĂcula de terror. No querĂa hablar de eso, no querĂa tener que recordarlo, pero tenĂa, debĂa, era lo mĂnimo que podĂa hacer.
—Mi papá...—me detuve en seco y corregĂ—digo, Ă©l, se enterĂł porque dejĂ© caer algo de cristal. Corrimos hasta la entrada pero Ă©l golpeĂł a mamá con algo en la cabeza y cayĂł al suelo desangrándose...
Mi voz temblaba y mis lágrimas se asomaban. Me veĂa tan patĂ©tico.
—¿Y después...?—pidió que prosiguiera.
—Yo logrĂ© salir y ya la policĂa estaba llegando. Mamá habia llamado antes de que yo hiciera ruido.
El detective guardĂł silencio. Yo estaba omitiendo partes, y Ă©l lo sabĂa, pero yo pedĂa un poquito de humanidad de su parte.
Hombre, literalmente pasĂ© toda mi puta vida encerrado en un sĂłtano. Y que de un dĂa al otro se me revelará que todo lo que a mis veinte años creĂa era una completa mentira era algo que debĂa procesar. Y lo primero que tengo que hacer es contarle todo a un hombre que no conozco.
Es demasiado.
El detective suspirĂł.
—Logan, no sé ha registrado que tengas otro familiar aparte de tu madre, asà que te enviaremos a una residencia temporal para que te reintegres a la sociedad. Y no te preocupes, tu residencia estará patrullada para asegurarse de que Edward no trate de hacerte daño. Ve a fuera, estará alguien esperándote para llevarte a casa.
SeguĂ las instrucciones del detective.
Se sentĂa raro tener bloqueador solar en la piel, pero unos mĂ©dicos me habĂan dicho que era necesario por la falta de exposiciĂłn al sol.
HabĂa llegado a mi nuevo hogar.
No era muy grande, pero no era como si estuviera acostumbrado a vivir en lugares grandes. Las paredes eran de madera y se veĂa muy acogedor. Estaba bien para mĂ.
Esa primera noche fue horrible. Tuve pesadillas sobre ese dĂa. Me despertĂ© muchas veces durante la madrugada. LlorĂ©, gritĂ©, pataleĂ© para intentar opacar todo pensamiento referente a esa escena, pero no sirviĂł.
Hubo una ocasiĂłn en la que despertĂ© y me rendĂ, no quise seguir durmiendo asĂ que me levantĂ© a hacer cualquier cosa. MirĂ© en el espejo mi reflejo: la piel tan pálida como un papel, con marcas negras bajos los ojos, el cabello pelirojo tan despeinado como si nunca hubiera conocido el peine. No tenĂa camisa, solo un viejo pantalĂłn de pijama.
DurĂ© mirándome en mi reflejo mucho tiempo. Demasiado. HabĂa leĂdo en un libro que me habĂa regalado mi pa... Edward, y mencionaba que si mirabas tu reflejo por más de diez minutos se comenzaba a deformar.
Sangre cayĂł de mis ojos, que se tornaban negros. El iris se tornĂł tan blanco a la vez que brillaban. La mirada penetrante, lucia como una mirada diabĂłlica, hambrienta de muerte, sedienta de sangre. Mi reflejo sonriĂł. Todo el mundo alrededor se tornĂł negro, todo a mĂ alrededor se detuvo.
—No estarás tranquilo hasta que él desaparezca, Logan, y lo sabes—habló mi... Reflejo...
Silencio. Quede en un silencio incómodo. ¿Estaba volviéndome loco?
—MĂrate, eres un desastre—volviĂł a hablar—. Nada cambiará hasta que Ă©l muera, y solo hay alguien que puede hacer eso.
Desvié la mirada.
Di unos pasos atrás por la impresiĂłn, mi respiraciĂłn se volviĂł agitada. VolvĂ a mirar el espejo y todo volviĂł a la normalidad, era el mismo veinteañero desastroso que acababa de descubrir que habĂa una vida fuera de ese maldito sĂłtano.
Lo pensé por un momento, soñé la vida sabiendo que ese hombre, a quien llamé mi padre, estaba muerto.
Él tomó a mi madre cuando ella tenia solo dieciséis años, la secuestró, torturó y la abusó, de ese abuso salà yo.
Él me hizo creer que todo lo que necesitaba estaba dentro de esas cuatro paredes.
AĂşn recuerdo las yemas de sus dedos tocando mi piel.
Aún recuerdo a mà madre gritándole que me suelte.
AĂşn recuerdo mi confusiĂłn ante todo.
Él era un asco, una basura que no merecĂa la compasiĂłn de nadie. Él tomĂł mi infancia, mi inocencia, mi libertad. TomĂł la libertad de mi madre, su cuerpo, su vida. No era capaz de seguir esperando a que lo encontrarán, si me quedaba ahĂ sufriendo juro que iba a volverme loco.
Si no acababa con eso yo mismo, eso iba a acabar conmigo.
BusquĂ© en el bolsillo de mi pantalĂłn. SaquĂ© el celular que le habĂa robado a ese hombre.
Un dĂa el entrĂł y dejĂł su celular en una mesa, yo aprovechĂ© y lo tomĂ© a escondidas. Él golpeĂł a mamá porque pensĂł que lo tenĂa ella, no querĂa que me golpeara a mĂ, asĂ que no dije nada.
No fue nada difĂcil desbloquearlo cuando se lo quitĂ©, de hecho, podrĂa decir que fue suerte que la contraseña sean los cuatros primeros nĂşmeros.
Tener acceso a internet a escondidas era bastante divertido. Pude haberle dicho a mi mamá que yo tenĂa el celular, pero temĂ que se enterara "papá". PodĂa cargarlo con un viejo cargador que por suerte servĂa, todo a escondidas. A escondidas por veinte años.
Abrà Google y busqué su nombre.
"Edward Hope"
Y de alguna manera, no me sorprendió lo que encontré.
Era un hombre tan buscado por las autoridades. De alguna manera siempre lograba escaparse, nunca duraba en un lugar por más de un mes, pero veo que mamá y yo fuimos la excepción.
TenĂa Ăłrdenes de arresto desde robos hasta el más violento asesinato.
Ahora lo tenĂa más que claro, tenĂa que ir por Ă©l.
Cuando de repente, el celular comenzĂł a vibrar. Alguien estaba llamando.
Tragué saliva. Dudé en si contestar o no, pero luego con las manos temblorosas, y la respiración algo agitada, contesté.
—¿Hola...?
—Logan...—abrà los ojos de par en par y quedé mudo. Era él. ¿Cómo cara...?
—Edward...
—¿Edward?—dijo en un tono burlĂłn—¿Ya no soy tu papi?—casi pude ver como sonreĂa a travĂ©s del telefono—sabes lo mucho que me encantaba que me dijeras asĂ... ÂżNo? Recuerdo hace diez años, cuando fui por ti—él hizo un enfoque en "por ti". Solo me dio asco—tĂş madre ya era un poco vieja para mĂ gusto, querĂa probar algo nuevo, y tĂş eras perfecto para eso. Eras joven, hermoso; ah, eso Ăşltimo lo sacaste de mĂ, está muy cla...
—Vete a la mierda—hablé casi en automático—¿Cómo supiste que yo tengo este celular?
—Lo vi una vez que baje a verlos—explico con tranquilidad—pero no dije nada porque nunca creĂ que lograrĂas escapar—quedĂł en silencio un momento—si haces algo para que me encierren, juro que matarĂ© antes. Y me divertirĂ© contigo por Ăşltima vez.
Quedé paralizado por unos segundos, pero luego suspiré y sonreà un poco, como si fuera capaz de verme.
—Pues veamos que pasa—Y sin dejarlo responder corté.
Fui primero a la cocina y tomĂ© el cuchillo más grande que encontrĂ©. SalĂ de la casa por una ventana sin que me vieran y fui lo más lejos posible, llevaba una camisa a rayas negras y blancas, unos jeans y zapatos converse. A lo lejos vi una chica con una gabardina marrĂłn. GuardĂ© mi cuchillo y me acerquĂ© a ella lentamente, y en cuanto menos se lo esperĂł, pusĂ© el cuchillo en su cuello y presionĂ©. SoltĂł gritos ahogados mientras morĂa. La sangre se deslizaba por su cuello brillando por la luz de las lámparas cercanas. Ella cayĂł al suelo, y yo me puse su gabardina. SaquĂ© el celular y comencĂ© el proceso de rastrear el nĂşmero de Edward. Lo bueno de tener internet sin supervisiĂłn es que si investigas en lo más profundo y oscuro de la web aprendes muchas cosas, unas más buenas que otras.
CaminĂ© hasta la direcciĂłn que encontrĂ© y di con un simple apartamento. Fue extraño porquĂ© era un maldito criminal, ÂżCĂłmo podĂa estar ahĂ y no ser encontrado por la policĂa?
Digo, puede ser fácilmente algún tipo de trampa, asà que entré por la ventana.
No habĂa nada dentro de la casa, literalmente nada.
Caminé con cuidado y el cuchillo en mi mano, miré en los cuartos, en la cocina, en el baño y no estaba nadie.
marquĂ© al nĂşmero que habĂa llamado Edward y se escuchĂł en lo bajo. En el sĂłtano.
Era un desgraciado.
AbrĂ la pequeña puerta que me llevaba abajo. EncendĂ la linterna del celular y bajĂ© con cuidado. IluminĂ© mis alrededores y no habĂa nadie. SeguĂ el sonido de llamada y me encontrĂ© con un telĂ©fono que tenĂa un papel pegado que decĂa: "da la vuelta".
Antes de que pudiera girar la cabeza por completo, sentà un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente. Pero antes de caer por completo, puede ver a Edward mirándome burlesco.
****
SentĂ golpecitos en la cara, lo cual me hizo despertar. Pude ver mi camisa y la gabardina que le habĂa robado a la chica tiradas a un lado. Me dolĂa todo el cuerpo.
Edward estaba en frente de mĂ.
—Hasta que al fin despiertas, Logan.
—¿P-por qué tengo el torso desnudo?—salió de mi boca casi en automático. Él relamió sus labios. Lo vi asqueroso. Lo miré desafiante pero no se inmutó—. Vete a la mierda—bajé la mirada.
Él bufó.
—Vamos, no te hagas el santo—subĂ mi vista a sus ojos. FruncĂ el ceño en confusiĂłn—. Por favor, aquĂ entre nos; yo sĂ© que tĂş sabĂas que todo lo que yo hacĂa estaba mal. Tuviste el suficiente acceso a internet como para saber que lo que le hacĂa a tu madre estaba mal, incluso lo que te hacĂa a ti. Dime, si lo sabĂas, ÂżPorque nunca dijiste nada cuando golpeĂ© a tu madre cuando tĂş habĂas robado mi celular?
—¿Por quĂ© la golpeaste a ella si sabĂas que yo tenĂa el celular?—contraataquĂ©.
Él soltó una risa leve, algo sarcástica.
—QuerĂa ver hasta donde llegaba tu narcisismo—nos hundimos en un espeso silencio. Sus ojos grises conectando con mis ojos azules—. MĂrate, no sabes ni que decir, porque sabes que tengo razĂłn. Dios santo, ÂżCĂłmo funciona tu cerebro? Eres un sociĂłpata que es capaz de lanzar a los demás al fuego con tal de salvarte, pero a la vez vienes a querer creerte un justiciero—alzĂł su mano y me mostrĂł el cuchillo que yo habĂa sacado de la cocina—. Lo encontrĂ© en tu gabardina. ÂżQuĂ© planeabas hacer? Está manchado de sangre, supongo que tomaste la vida de alguien antes de venir. Vaya, Logan, tal parece que tĂş y yo no somos tan diferentes.
—Cállate—le corté—. Yo no soy como tĂş. TĂş me mantuviste encerrado durante veinte años desde que nacĂ, matarte no serĂa suficiente para vengar todo lo que me hiciste.
—¿"Me hiciste"?—Edward apoyó su cara en la palma de su mano—. Bueno, al menos estamos empezando a ser honestos. Ya dejaste de lado a tu madre. Quiero decir; si es que alguna vez pensaste en ella...
Él volvió a esbozar una sonrisa por mi silencio.
—Yo no te debo explicaciones sobre porque hago lo que hago—fue lo único que pude decir.
—Oh, no—habló en un tono entusiasmado—. Descuida, descuida, entre idiotas no nos juzgamos—luego, su tono cambió drásticamente a uno más serio—. Pero debes saber, que yo podré ser lo que tú quieras, pero al menos yo lo admito.
Luego frunció más el ceño, y clavó el cuchillo sin piedad en mi ojo. Mientras se desangraba lo clavó en el otro y me dejó ahà tirado, desangrándose y gritando. Me revolqué en el piso del dolor, grité hasta sentir mis cuerdas vocales arder y quebrarse. Puse mis manos en mis cuentas, pero obviamente no sirvió de nada.
Edward tomĂł mi cuello con sus manos y apretĂł, apretĂł y apretĂł...
Hasta que dejĂ© de luchar. Se supone ya no estaba vivo, yo no me sentĂa vivo, pero de alguna forma, podĂa seguir viĂ©ndolo.
Edward me mirĂł sin expresiĂłn alguna, casi con asco.
De repente sentĂ mi piel y mis cuencas calentarse. Edward pareciĂł notar algo, porque se acercĂł a mĂ con curiosidad.
Y me sentĂ poderoso.
Me sentĂ capaz de todo, me sentĂ fuerte e invencible. SentĂ que una parte de mi que habĂa sido apresada habĂa logrado librarse y ahora estaba lista para lo que sea. SentĂ unas ganas inmensas de acabar con esto.
Mis manos fueron directamente hacia el cuello de Edward y apreté con una fuerza que soy incapaz de describir. Pude ver la mirada impregnada de miedo en los ojos de ese asqueroso hombre, capaz de insultarme y creerse superior en algún modo. Apreté con tanta fuerza que oà sus huesos quebrarse. Vi como la vida se le escapaba por los ojos.
Edward cayĂł muerto al suelo, su mirada estaba perdida y vacĂa.
Realmente habĂa disfrutado eso, fue una lastima que haya acabado tan rápido.
—Fue un placer conocerte, Edward—musité como si él fuera capaz de oirme—. Espero que te entretengas en el infierno.
VolvĂ a colocarme la camisa y la gabardina que estaba tirada en el suelo. Cuando me dispuse a salir del apartamento me mirĂ© en un espejo lleno de polvo. Lucia exactamente igual a mĂ reflejo deforme que habĂa visto en mi ahora antiguo hogar; piel gris, ojos negros con el iris blanco y brillante, de los cuales chorreaban sangre.
Me puse unos guantes que usaba Edward y con el dedo escribĂ sobre el polvo del espejo:
"Logan Hayes estuvo aquĂ".
Nota: el apellido se pronuncia "Heis"
2 notes
·
View notes