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La vida es sumamente exigente. No paramos de trabajar y producir, de correr ante las demandas del mismo sistema. Vivimos pagando deudas, contando las monedas, luchando contra nuestra propia cabeza, obedeciendo nuestros propios límites. El tiempo de ocio es acotado. La falta de amor también. Pareciera ser que no hay lugar para nuestras pasiones. Laburas todo el año, date el gusto. Hacete un rato para leer ese libro que tanto te abstrae de la realidad. No seas como yo que se culpa de leer una novela en pleno período de parciales porque siente que los va a perder si dedica tiempo a sus placeres. Date ese gusto. Sacá la entrada más cara del artista que tanto amas y andate. Andate sola. Disfrutá del momento más individual y gratificante. Hacé tu bolso y volate. Dale a tu corazón la satisfacción de disfrutar después de tanto castigo. Permitite soñar con un amor inigualable, no te quedes en la mediocridad de la necesidad. No sostengas lazos superficiales. No des tu tiempo tan valioso a personas que no lo valen. Permitite amar. Amar al otro ante las adversidades, a amar el hogar que construiste en tu interior. Son muchas horas por día dedicadas a pagar un techo y comida. Hace lo que te gusta, no importa si al resto le parece trivial. Vos arma tu mochila y andá. Vivi los recuerdos buenos como una huella encargada para nutrir tu alma. Cuando estés mal vas a recordar que también fuiste feliz, y sabrás que volverás a hacerlo. A corto, mediano o largo plazo. Escribí, se la escritora de tu propia vida. No importa que nadie te lea, no importa que tu literatura se vea frustrada. No importa que tanto sabes de guías gramaticales, escribí. Sin vergüenza. Quizás algún día puedas escribir un libro, un borrador, un intento. Aprendé, nunca es tarde. Las neuronas están ahí. Aprendé a tu tiempo, a tu ritmo, aprendé con videos, textos, hablando con personas, investigando en Google. Aprendé. Porque nos vamos a morir. Y algo te vas a llevar, y algo dejarás en las memorias de otros.
De mi
Para mi.
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Si pudiera retroceder el tiempo, te pediría que te quedes. Me recibiría solo para ayudarte. Viviríamos juntas. No te dejaría sola. Sueño con nuestro reencuentro. Sueño con tu voz. Con las canciones de cuna que nunca tuve. Te cargaría como me cargabas, tendría la fuerza necesaria para sostenerte. Desaparecerían las despedidas, las ganas de escapar de este mundo, el vacío infinito que me dejó tu partida, la necesidad imperiosa de irme contigo. Te entendería, te perdonaría todo, no te culparía, te acompañaría. Sería la madre de madres. Te arrancaría la melancolía, la consumiría con tal de verte acá. Todas las madrugas de mi vida espero verte. No quiero ser feliz, quiero descansar contigo. Recostarme en los recuerdos y esperar a que me hables. Que me digas algo. Como seguir, como ser, como avanzar.
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No existe más. Tu casa, tu pasillo, tu escalera caracol a la habitación, la plaza, el Disco donde comprábamos ensalada de frutas. No existe más tu cocina, la puerta corrediza de tu baño, la mampara que dejaba a medio abrir, la terraza, la cuerda de la ropa, tu ropa humeda de tantos días allí. Tu ventilador a medio armar, tu habitación con tanta luz a medio sofocar. Tu estufa que iluminaba la noche, tu mesa de remate, tus mantas para dormir en el sillón. Dejó de existir hace un tiempo ya, la alegría de llegar. Los paseos con tu perro, los helados en invierno, tus videos psicodelicos. Pero ahora es peor. Se desarmó toda la casa, cada cuadro, toda la ropa que dejabas sin doblar, pasó a estar en cajas, o bolsas, o lo que hayas elegido para sacarla de ahí. Te fuiste vos y me fui yo también. Dejaste encerrados mis recuerdos ahí. Mis duchas, los libros que leiamos juntos, las series que mirábamos, mi calzado por toda la casa, mi ropa en tu cuerda, mis abrazos para dormir, mis llantos, mis alegrías, mis ganas de quedarme para siempre.
¿Que debes recordar de mi?. Presiento que nada, en absoluto. Diste un giro de 180 grados. Ese barrio nunca te perteneció. Le perteneció a las mujeres que te amamos. Pero a nadie más. Volviste a tus raíces, cerca de tu infancia y adolescencia. ¿Quién sos? No lo sé.
Pero si se quien fuiste, y lo mantengo tan vivo y latente como si me hubieses dicho el primer Hola ayer. ¿Cuando te dejaré?.
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Cuando vi el avión tuve la sensación de abandono instantánea. Me dejaron. Quedé quieta, inmóvil, mi corazón aceleró pero yo era una estatua. Horas antes había dormido una siesta con mucha culpa. Decidí no ir al gimnasio después días de ejercicios ininterrumpidos. No importaba que tan triste estaba, ni que tanto mis ojeras me pedían un descanso. No importaba si mi madre había muerto, ni si ese bebé en mi panza eran kilos de harina. Yo necesitaba tener mi cara lo más delgada posible para nuestro encuentro. Aunque el día que me preguntaron si estaba embarazada, aguanté el llanto. Me contuve de explotar y caer durante horas a dormir. Pero no me desvíe del objetivo principal. Utilicé la tristeza para comer una fruta de merienda y ensaladas por las noches. Aproveché mi estómago con ansiedad y el nudo en la garganta para comer lo menos posible. Limpié todo el mueble de los comestibles. Tiré lo que estaba vencido, ordené lo que se encontraba tirado. Y me preocupé por dejar únicamente lo que iría a consumir diariamente. Así es como ahora tengo el estante vacío. Café, té, fideos y arroz integral, condimentos, carnes blancas congeladas y el resto en el cajón de las verduras. No hay tentaciones. No hay alfajores ni coca cola. Tuve una pesadilla mientras dormía la siesta a la tarde, no la recuerdo bien. Entre dormida me tocaba la panza, no podía con la culpa. Me entre desperté varias veces, con miedo de tener la panza hinchada. Me desperté por completo y un mail de SiSi me alivió la tarde. La faja reductora para la panza ya estaba pronta para ser retirada en la sucursal marcada. El domingo iba a ser la flaca que estuve deseando este tiempo. Googlé tintas de pelo para tapar mis canas y parecer más delgada. Encontré el color negro menos nocivo para mi pelo virgen. Y me dejó nuevamente. Su sonrisa al irse, la sonrisa de no verme nunca más. Se aflojó la presión del gimnasio. Me sentí menos culpable de no haber ido. Ya no tenia que fingir ser flaca. Pero me dejaron, así que volví a acostarme durante toda la tarde. No prendí la luz, no tomé ningún remedio, merendé una banana y nada más. La posibilidad de que R con su señora pudieran asistir al cumpleaños me parecía anecdotico. Nada tenía importancia ni mayor sentido. Huyó de mi. Yo solo quería que supiera que estoy flaca. No se para qué ni por qué. Ya que su nueva vida no me gusta, no me interesa. Ni siquiera lo deseo. Solo quiero que vea que bajé unos kilos. O al menos eso iba a intentar transmitir con todo el montaje que pensaba llevar adelante. No íbamos a interactuar, ni quería saludarlo. Solo quería que viera que soy digna de amar. Pero todo eso se deshizo. Ahora comí una ensalada con merluza y tomé agua. Mi panza sigue igual, la controlo, pero no estoy tan presionada como hasta antes de saber que correría en sentido contrario a mi. Mañana estudiaré. No tengo otra salvación. Se me pasa la vida. No tengo plata para pagar los tratamientos estéticos que requiere envejecer. Así que solo estudio con la esperanza de algún día ser alguien. Mañana a la noche iré a la Noche de las librerías. Hay muchos libros que tengo anotados que desearía leer pero me ha dado culpa comprarlos y tentarme y desviarme sabiendo que tengo que estudiar. De todas maneras iré y espero encontrar un espacio para mi entre tantas lecturas. Y ser bienvenida en algún lado de la vida.
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No sos para mi. No sos mi tipo. Me gusta como mentís. Tu alevoso engaño y tus gestos para ocultar que no soy tuya. Me gusta cuando hablas de tu mujer, lo necesito para saber quien sos. Escucho tu voz entonando tus proyectos, no realizo esfuerzos para evitar saberlos. Necesito que me digas que te vas a casar, que tendrás hijos, formarás un hogar y que en ningún plan estoy involucrada. Necesito saber que no soy tu opción, que de haber alguna interrupción en tus planes, tampoco formaré parte. Necesito saber que miras a otras mujeres como me miras a mi. Que miras a otras incluso con mayor encanto. Que tu señora limpia, ordena, te escucha, y duerme con vos cada día, cada noche. Porque de no saber todo esto, iría en caída libre a cada encuentro. Esperando el instante de verte y revivir. Sentir que soy. Que gusto, que me gusta. Volver a la vida que me asusta tanto. A atarme las manos sintiéndome la mujer más libre del mundo.
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Soñé dos veces seguidas con armas. Era un atentado terrorista en un cumpleaños de 15 que se celebraba en un edificio entero. Estaba aturdida por la cantidad de disparos tratando de escapar y de camuflarme entre los muertos. Mi hermana y mi tía estaban allí. Yo no quería que ella ingrese, me salvé porque llegue tarde, cuando me fui a cambiar ya había comenzado el cumpleaños. Mi tía le eligió una ropa espantosa a mi hermana. Le dije que no se pusiera eso, y mi tía no permitió que yo interfiera. Mientras me escondía en interiores de sillones qué rompía para poder ingresar pensaba en como haría para salvarla. Me trepé por las ventanas del edificio, baños, ventilaciones, puse cuerpos arriba de los míos para que el disparo no me alcance y solamente remate a quienes ya estaban heridos. Muchas personas se tiraban por los pisos del edificio. Escuchaba noticias decir que el 90% de los invitados ya estaban fallecidos. Me encontró un hombre con barba qué los estaba combatiendo, estaba armado y desquiciado, me apuntó varias veces a la cabeza, le disparó a personas que estaban cerca y se disparó a sí mismo porque no estaba de acuerdo ser vencido por ellos. Cuando se disparó sentí alivio pero miedo inmediato ya que habían muchos de los malos igual dando vueltas. Esperaba el silencio absoluto para levantarme y se hacía muy lento. Escuchaba llantos, gritos y estruendos. Me desperté mal, agitada, angustiada.
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Estas tomando gran parte de mi día. Puedo ser amiga, hermana, estudiante, empleada, vecina, y aún así sentirme insignificante. Como si la vida estuviera apagada porque no estás. Ya los problemas no se resuelven fácilmente. No hay magia. No hay emoción en las cosas. Ya no comparto mis lecturas, ni la cantidad de canciones que he analizado. Ni cambiando todos los muebles de mi casa, la ubicación de los mismos y agregando plantas, voy a sentir vida. No quiero que nadie te injurie. Fuiste tan valiente al revivirme. Nadie más se animó a semejante tarea. Ahora estoy sola, en mi casa, limpiando la cocina, ordenando las cremas tiradas en el baño, doblando la ropa, guardando el calzado. Ordenando mi cabeza. Haciendo de este hogar un lugar más tranquilo. Si ya me rendí y esta va a ser mi vida, por lo menos trataré de aliviar la vista con un lugar limpio y ordenado. Sano.
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Hoy lloré tanto a mis padres. Es rara la palabra "padres". Siempre fue "mi padre" "mi madre", por separado, sin unión alguna. Por algún motivo mi cabeza los está conformando como tal. Me estoy dando cuenta que yo los uno. O los uní. Estoy confundida, este llanto propio de una niña sentada sola en la oscuridad me interpela. Creo que algo me sigue faltando y no percibo qué. Estoy cansada, mi cabeza es una licuadora. Creo que hay una parte vacía en mi que no termina de llenarse, y que quizás por eso extrañe tanto a B. De todas formas no quiero atarme a esta idea, porque hacerlo implicaría que quizás algo de lo que pasé con él no fue del todo real. Quiero sentirme capaz de amar, aunque eso me cueste la vida.
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Amiga, extraño ir a tu casa con la computadora arriba, huyendo de mi propio hogar. Recuerdo cuando estaba en un camino sin retorno a mi final y me dijiste que vaya, así que fui, sin comer, angustiada, con la computadora y me hiciste una tostada y un té. Te dije que apenas tenia apetito ya que Gerardo me quitaba hasta las ganas de comer, e igual así me acompañaste a comer pan. Por momentos olvido que allí también se encontraba Andres. Era como si pusieras todo mundo a merced del mío para aliviarme. Meses posteriores cuando yo ya no me encontraba con él, iba a comer pollo al horno con papas que hacías, no se como, pero te quedaba delicioso. Me sentía en casa. No importaba no tener ningún plan, ir ya significaba mover mi energía. Aunque no niego que el retorno era difícil. El sol del día, esperar el 505, la cercanía de tu barrio con el barrio de mi infancia, me afligia en lo más profundo. Pero esas tardes/noches que pasaba de puertas adentro en tu hogar para mi eran un escondite. Y eras tan bizarra, tu soltería fue muy anecdótica. Eras un podcast el cual escuchaba para distraerme de mi miserable vida.
Agradezco tanto que jamás me hayas presionado. Que hayas entendido todos mis "no" cuando ya no podía moverme. Imagino el cansancio de escucharme decir una y otra vez lo mismo, porque no tenía vida, básicamente me estaba quedando sin ella. Y no te lo oculté. Hoy te extraño, me siento un poco mal (no quiero hablar, de seguro leas los textos anteriores a este y sepas el por qué) pero te extraño bien, para reírme y reírnos del resto. No me voy a matar (lamentablemente). Ojalá algún día pueda ir a Galarza a reírnos como lo hicimos siempre en nuestras desgracias. Estoy tan feliz de que estés enamorada. De que te sientas querida y de que todo se haya dado de manera tan correspondida. Me gustaría que vivas en este estado para siempre.
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Volví a cancelar todos mis planes de fin de semana. Me aislé por completo. Retomé los diarios de Pizarnik. En él están los papeles con los datos de mi madre y una hoja del otoño pasado de cuando terminé por segunda vez con Bruno. Todo sucedió durante esta época del año pero del 2023. Me duele ver esa hoja. No tanto leer. No tanto esos papeles, aunque cuando los observo me siento tan ingenua. Creo que fui entusiasmada buscando la familia que nunca tuve, y solo reafirmé que nunca la tuve y que tampoco la tendré. De todos modos siempre fui independiente y quizás solo alcance con que yo me quiera un poco más para que ninguna ausencia me afecte. Por momentos creo que estoy obsesionada. Pienso en él constantemente. Este invierno me hace recordarlo eternamente. Pienso en el cuando camino por la calle, siento mucha ansiedad de que me vea y yo no verlo. Pienso en el cuando escucho música nueva de mis artistas preferidas y como sería compartirlo. Pienso en el cuando voy al gimnasio, imagino como me las arreglaría con los horarios para verlo luego. Me llevaría toda mi ropa en el bolso que compré para entrenar y que ahí está abandonado. Pienso en el cuando ordeno mi cuarto, lo noto en condiciones para que él venga a quedarse a dormir y despliegue todas sus cosas y haga suyo mi espacio. Pienso en el cuando me compro ropa. Tengo ropa sin estrenar que he comprado pensando en como me vería en una cita cuando ni siquiera llevo adelante alguna. Pienso en el ahora que estoy más despierta que cuando fui su novia. Ahora que distingo lo que me agrada de lo que me desagrada. Ahora que le pongo límites a mis amigas y me permito transitar esta soledad, que no niego sea un tanto peligrosa. Pienso en él de la misma manera en que el no me piensa. Fluyo sin necesidad de pasar por tal esquina donde solíamos encontrarnos. No lo necesito. Mi cabeza se encarga de reconstruir cada momento y padecerlo como si lo hubiera vivido ayer. Desearía estar en su cocina lavando los platos, sintiéndo que alimento el amor que algún dia me tuvo. Ese amor que ni yo misma me tengo. Ni siquiera hago un esfuerzo por engañarme, se que estoy perdida en mi propia casa. Pero nadie lo sabe, nadie lo nota. Me encargué de construir un alter ego para pasar desapercibida. Como puede ser que desee tanto su presencia, sus gestos, su casa, su estufa, su perro, sus chistes malos, sus besos abrumadores. Cambiaría mucho de lo que tengo por sentirme viva y en familia nuevamente. Me fastidio cuando me dicen "soltar" si lo menciono. ¿Qué sabrán del calor de un hogar?. Nadie me entiende. Pero yo si lo hago. Por eso cancelo una y otra vez mis planes porque soy el único lugar donde puedo llorar en paz.
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Mi cabeza no deja de pensar. No me puedo frenar. Escucho ASMR y meditación, y me da miedo, otras voces, mi casa sola, las luces apagadas, las ventanas cerradas, las puertas cerradas, mi huequito en la cama. Mi soledad camuflada en cansancio. No sé si estar tirada en la cama trabajando, estudiando y comiendo forman parte de mi estrés o de mi nulo estado anímico. Cancelé todos mis planes de fin de semana, dejé a mis amigas descontentas, e incluso ellas dejaron de salir por mi baja. Sin embargo vi a mi hermana, y me sentí bien, triste pero bien, acompañando lo necesario. Escuchándola aunque se encontraba con una disfonía inusual. De todas formas nos acompañamos. Me siento irritable por la presión que me genera tener que salir con mis amigas, no es que no desee hacerlo, solo que necesito estudiar. Tengo muchas fichas por terminar. Lecturas eternas y tediosas, pero aun así no deseo perder esta oportunidad de lucidez mental para hacerlo. Sin embargo tengo miedo de no superar más a B. Y la única forma de superación que conozco es apoyándome en mis pares, saliendo, despejando mi cabeza. Pero me rehuso a hacerlo. Prefiero quedarme acostada. Tal es así, que no cené. Me compré un postre de vainilla para comerlo a las 22 horas y así engañar el estomago y no tener que levantarme para cocinar. De inmediato tome mi medicación, y ahora con ella, esperando los bostezos que me indiquen que ya es hora de dormir, escribo estas palabras tan aburridas y desmotivadas. Pensé en lo lindo que sería escribirle y decirle que quiero dormir con él. Sin mediar palabras, solo dormir, sentir que me abraza y que ocupa un lugar en la cama. Aunque al otro día se vaya y quede tan destrozada que deba comenzar de cero con el duelo, lo haría con tal de descansar en él nuevamente. Tampoco se de donde proviene estas ganas peligrosas, si de mi soledad, si de una añoranza sincera, o de mi cabeza confundida y enferma que no puede separar las emociones y entenderlas como tal. O al menos transitarlas sin mayor sufrimiento. De todas maneras solo es mi cabeza delirando hasta que las pastillas me cierren los ojos y me apaguen de una buena vez.
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No olvidaré jamás la noche en la que me acompañaste a una farmacia para comprar novemina por mi dolor de garganta. Caminamos solos, de madrugada, expuestos a cualquier peligro, con miedo, pero juntos. Muchas cuadras, hasta llegar finalmente a una estación de servicio porque la farmacia a la que habíamos ido no aceptaba tarjeta. Mientras caminábamos me hiciste el chiste "ay amor quien hace esto por vos eh" y no lo sentí como una broma. Fue tan en serio, hoy en día es tan real lo que en su momento me dijiste entre risas. Hacía frío, madrugabamos ambos para ir a trabajar. Te extraño tanto. Te recuerdo tanto.
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Sueño despierta, nos veo en una playa alejada de Piriápolis, a la noche, sin celulares ni dinero, ingresando al agua vestidos, de la mano. Me preguntas si estoy loca y comienzo a llorar de emoción de lo mucho que te quiero. Te digo que estamos juntos, que no tengas miedo. Por dentro yo también lo siento, me aterra el mar. Pero quiero caminar y adentrarme a la oscuridad hasta que el agua nos tape los hombros, y besarte mientras sonreímos. Abrazarte tan fuerte que el agua congelada no me pueda paralizar. Volver juntos caminando hacia la arena, para escapar a la casa en la que estamos hospedados. Sacarnos la ropa fría y ducharnos para regular la temperatura de nuestros cuerpos, alcanzarte la toalla y que se sienta como una manta en pleno invierno. No me importaría si terminamos y le contás a tu nueva novia que yo estaba demente, porque sabrás muy en tu interior que te amé a pesar de querer avanzar en el agua hasta no sentir un solo respiro más.
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No se quien sos. No te reconozco. Tengo el recuerdo latente de tu estufa encendida, tazas de café en la mesa, y nuestras voces de fondo. Allí me quedé desde entonces. No reconozco tus gestos, no distingo siquiera el tono de tus respuestas ni la veracidad de tu sonrisa. No sabría decir quien sos. Desconozco tus noches interminables, la variedad de tus compañías, tus posteos en redes sociales, así como tus presentaciones en público. Recuerdo tanto coincidir. Manteníamos un criterio único. Solíamos reírnos de lo que se apartaba de nuestro parecer. Y ahí me quedé. Ahora no sé quién sos. Ya no reconozco tu complicidad, ni tus pasos, ni tus colores derretidos. No puedo mirarte sin sentir que dejaste de ser mi hogar.
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Escribirte fue la peor decisión. Estoy en un estado permanente de confusión y tristeza. Mi pensamientos se encuentran desordenados nuevamente, al igual que mi habitación. Hay ropa doblada en el piso, ropa arriba de la cama, ropa en la silla del escritorio, ropa en el armario de las toallas. Todo se encuentra fuera de lugar. Tus recuerdos están en mi casa, desde el libro que me regalaste cuando fuiste a BsAs, hasta los afiches del concierto de Taylor Swift que fuimos a ver al cine juntos. Quiero acomodar mi casa y deshacerme de vos, para armarme yo, pero me niego a deshechar tantas emociones. Todavía no entiendo como no he logrado olvidarte. Te miro por la ventana llevar adelante una vida plena de la que yo no formo parte, y aún así te escribí. Intento salvar mi dignidad ocultandole esto al resto, porque nadie me va a entender, y lo peor, nadie sabrá como consolarme.
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Otra vez llorando. Si ella desde algún lugar pudiese observar como nos crió y nos protegió durante toda su vida, quizás no hubiesen peleado. Quizás no se habría lastimado ni enojado, quizás se quedaba acá.
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Conflictuada en mis propias emociones. Intento justificar mi tristeza con cambios hormonales. No quiero encontrar el motivo. Me aterran los espejos que me cuentan sobre mi baja autoestima. Siento una profunda angustia al recordar a mi padre y a mis perros. Pensé en como estarán viviendo estos días de lluvias e inundaciones. En cuanto deseo su mejoría, en lo que sea que necesite mejorar. Extraño tanto a mis perros. Los necesito todos los días, me siento culpable y malvada por haberlos dejado. Me llenaron del cariño que nunca tuve, son hijos en mi alma. Los necesito para continuar. No hay noche en que no los piense. No quiero que me perdonen porque no lo merezco, solo me gustaría darles una vida mejor aunque estén lejos de mi.
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