Tumgik
indiebadger · 4 years
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✧・゚: ✧ Hogwarts Houses Traits ✧:・゚✧ 
GRYFFINDOR 
Brave, Strong-Willed, Trusting, Moral, Adventurous, Idealistic, Passionate, Honest 
Stubborn, Reckless, Blunt, Self-Righteous, Cocky, Narrow-Minded, Argumentative, Hot-Tempered
SLYTHERIN 
Resourceful, Cunning, Ambitious, Driven, Strong Leaders, Self-Preserving, Fraternal, Self-Reliant 
Selfish, Arrogant, Cliquey, Judgmental, Ruthless, Self-Absorbed, Power-Hungry, Manipulative
RAVENCLAW 
Intelligent, Witty, Creative, Logical, Wise, Individualistic, Curious, Accepting 
Condescending, Insensitive, Know-It-Alls, Withdrawn, Cold, Competitive, Pretentious, Perfectionist
HUFFLEPUFF 
Dedicated, Hardworking, Fair, Patient, Compassionate, Tolerant, Modest, Loyal 
People-Pleasing, Indecisive, Passive-Aggressive, Gullible, Conflict-Averse, Whiny, Dependent, Compliant
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indiebadger · 5 years
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La temporada estaba en su mayor  esplendor, cada noche había una casa a la cual atender. Ya sea fiesta o cena privada, el tutor del joven Frederiksen aceptaba la propuesta, y habiéndolo vestido y engalanado lo mandaba en el mejor coche que pudiera conseguir. Nikolaj  daba lo mejor de sí en cada evento y todos los asistentes de la velada quedaban encantados con su habilidad para el piano. Los comentarios iban desde: "Tiene un don" y "Ha tocado para los reyes de Dinamarca" hasta: "Es un muchacho tan atractivo y amable, es una lástima que no tenga nada más que aportar que su destreza para el piano". Dejaba de escuchar las palabras de los otros en mitad de las conversaciones, y los rumores poco le importaban; de lo que había llegado hasta sus oídos, poco menos de la mitad era cierto. Su tutor alentaba aquellos rumores porque era bueno para el negocio. Y cada palabra que salía de las finas bocas de las señoras más importantes de Londres lo convertían cada vez más en un mito a aquel pianista angelado.
Aquella noche, como cualquier otra durante esos últimos meses, Nikolaj volvía de alguna casona con nombre distinguido. Ya no sabía bien a qué lugares iba y a cuales no, su atención era escasa en cuanto a esos detalles y tampoco los necesitaba: allí estaba su guardián para guiarlo y para regresar a casa, solo bastaba expresar su deseo de regresar como para que un coche lo devolviera al hotel. Se apeó del carruaje y, esquivando al grupo de gente que se congregaba en el bar,  subió directo hacia el pasillo donde se encontraba su habitación. A diferencia de la planta baja, aquel espacio estaba desierto y apenas alumbrado por la escasa luz de las velas; por lo tanto, no advirtió el bulto acurrucado en el costado de su puerta hasta que estuvo prácticamente en sus pies.  
—¿Qué..? —murmuró en su idioma materno mientras se quitaba la galera y enfocaba su vista en aquel...aquella persona. Se acuclilló y quitó los cabellos sueltos del rostro de la muchacha con su mano enguantada. —Miss... Miss...—.Susurró para despertarla. En cuanto notó que volvía a la vida se irguió, como si esperara nada más que un mordisco de un perro salvaje. Con su característica elegancia la sorteó por encima y se ocupó de abrir la puerta.
Unos segundos incómodos segundos pasaron donde ninguno de los dos sabía que hacer: Nikolaj al lado de su puerta abierta en una explícita muestra de bienvenida a su habitación... según su particular manera de ver las cosas y entendimiento del protocolo. Elevó una ceja mientas su cabeza se inclinaba levente hacia la izquierda, donde se encontraba la puerta; de no haber hablado anteriormente, el rubio podía tranquilamente ser confundido por mudo.
The swift road to ruin
La cena de aquella noche sería todo un evento. Eleanor estaba emocionada. Aquella noche finalmente conocería al prometido de su hermana.
—Ajustalo un poco más, Lucy —le pidió a la dama de compañía a la par que sonreía. La chica intentó ajustar el corsé corto un poco más.
—¿Qué vestido crees que deba usar hoy? Estaba pensando en el amarillo, ¡con perlas en el cabello! O quizás flores… Sí, mejor flores. Puedo ponerme los aretes de perl-
La puerta se abrió de golpe, haciendo que Eleanor diera un respingo y que la joven criada ahogara un grito.
—¡Desgraciada! ¡Infame! —gritó la Condesa Fortescue, irrumpiendo en la habitación y tomando del brazo a su hija.
—¿Madr-
—¡Cierra la boca, niña insolente! —la zamarreó la mujer. Eleanor soltó un quejido de dolor y miró a su madre con los ojos bien abiertos, confundida, asustada. La había visto enojada antes pero nunca así—. ¡Estás desgraciada! ¡Qué escándalo! ¡Y justo ahora!
Lucy no quería dejar a Eleanor sola con su madre en ese momento, pero sabía que su trabajo peligraba si osaba presenciar un momento tan íntimo. Bajo la mirada furiosa de la Condesa, se escabulló y cerró la puerta detrás de ella.
—Madre, no sé de lo que habl-
—¡Claro que lo sabes! —La Condesa apretó el brazo de su hija—. ¡Fuiste a ese hotel! ¡A ver a ese hombre!
Eleanor miró a su madre entre el cabello revuelto que le caía sobre el rostro. No sabía cómo su madre podía haberse enterado, pero más le preocupaba que su madre creyera que ella era… ese tipo de persona. Las cosas no habían sido como ella se imaginaba.
—Eso… Eso no es cierto —intentó defenderse, pero no pudo evitar que su rostro enrojeciera. La Condesa le propinó una cachetada que la tomó por sorpresa. Podía ser una madre estricta, pero jamás la había castigado de ese modo.
—¡No me mientas! —su madre espetó, venenosa, mientras la tomaba del rostro—. No te crié para que te convirtieras en una libertina —amenazó a la par que las lágrimas se agalopaban en los ojos de su hija.
—Siempre supe que serías la que se descarrilaría, aunque le rogaba a Dios estar equivocada —continuó la mujer, fulminando a Eleanor con sus ojos grises. Eleanor, por su parte, no podía emitir palabra alguna. No sólo por la sorpresa, por la vergüenza, por la ira que se gestaba en su interior, si no porque su madre le estaba apretando tan fuerte la cara que no podía mover los labios.
—Madre —la pelirroja logró balbucear —, no es lo que usted cre-
La Condesa la soltó bruscamente, haciendo que se tambaleara.
—Si quieres ser una libertina, ¡lo harás fuera de mi casa! ¡Te quiero fuera! ¡No dejaré que corrompas a tus hermanas! ¡No dejaré que manches el nombre de los Fortescue!
—¡Madre! ¡Madre, no! Déjeme explicarle — Eleanor rogó, aferrándose a la traicionera mano de su madre.
—No necesito oír explicaciones, ya sé lo suficiente —respondió la mujer mayor, quitándose de encima las manos de su hija como si le escocieran—. ¡Y no quiero volver a oír del tema! ¡Estás muerta para mí, Eleanor! ¡Muerta como tu honor!
Ahora las lágrimas se derramaban, incesantes, por el rostro de la joven. Resonaban pasos  y voces alarmadas en el pasillo. Inmediatamente Ellie supo que sus hermanos intentaban escuchar lo que estaba sucediendo. No debía de serles muy difícil, a la Condesa poco parecía importarle armar un escándalo.
—¡No! ¡No ha sucedido nada! —Eleanor rebatió, alzando el mentón. No iba a aceptar que su madre la rebajará de esa manera, ¡ella no se había dejado seducir por el pianista! ¡Él ni siquiera había intentado seducirla! Su madre no lo conocía, no iba a permitirle que hablara así de él. Ya poco le importaba lo que pudiera creer de ella.
—¡Ya te dije que no me mientas! —La Condesa volvió a aferrarla del brazo y esta vez comenzó a arrastrarla hacia la puerta. Eleanor intentó resistirse, pero su madre era mucho más fuerte.
—¡Madre! ¡No estoy vestid-
—¡Así que ahora te preocupa el decoro! —La Condesa soltó una carcajada agria que hubiera helado la sangre de hasta el caballero más valiente—. ¡Ojalá hubieras tenido la sensatez de pensar en tu reputación antes de poner pie en ese mugroso hotel! ¡La hija de un Conde! ¡Visitando a un artista de cuarta! ¡Sola! ¡En la habitación de un hombre! ¡Haciendo Dios sabe qué cosas!
—¡Jamás subí a su habit-
—¡Es como si lo hubieras hecho! —escupió su madre, que poco creía ya en sus palabras—. Ya no importa, Eleanor. ¡Así como me he enterado yo, pronto se enterará todo Londres! ¡Mi hija, una libertina! ¡Estamos arruinados!
—¡No! —Eleanor cayó al suelo cuando su madre aflojó el agarre sobre su antebrazo. ¡Pero si no había hecho nada! ¡No podía ser cierto! Todo tenía que ser un mal sueño. Se pellizco, para ver si lograba despertarse. Pero nada pasó. No era un figmento de su imaginación era la triste realidad que había creado con sus acciones infantiles e irresponsables. Se cubrió el rostro, intentando acallar sus sollozos.
—No vendrás a las cena de hoy —La Condesa de Fortescue volvió a hablar, esta vez mucho más tranquila pero con la misma violencia en su voz. Como si hubiera hecho falta aclararlo —. No saldrás de esta habitación. No hasta que haya arreglado este desastre en el que te has metido, ¡si es que tiene arreglo! ¡Niña infame! ¡Mancillada!
Era inútil discutir con la Condesa en ese instante. Hacía tan solo segundos le había dicho que la quería fuera de su hogar y ahora le decía que no podía salir de él. Eleanor levantó la vista, desesperada, pero nada pudo hacer para evitar que su madre partiera y la encerrara en su cuarto. Bajo llave.
Una conmoción se oyó desde el otro lado de la puerta, una conmoción a la que la Condesa puso fin con un grito. Entonces el silencio se hizo. Y Eleanor sintió el peso de la soledad como nunca antes lo había sentido.
¿Hacía cuánto tiempo que estaba en el suelo? No podía decirlo… Le dolía el cuerpo, le dolían la garganta y los ojos de tanto llorar, pero más le dolía el alma… Eleanor deseaba, en esos instantes, haber hecho aquello de lo que su madre la acusaba. Lo deseaba con todo su corazón. Porque, así, el castigo habría sido merecido. Porque entonces la sensación de estar sucia, rota, habría sido justificada.
La muchacha se puso de pie. Lento. Y se acercó a la puerta, temerosa, temblando, esperanzada. Intentó girar el picaporte, pero no se sorprendió cuando este no cedió a sus deseos. Estaba cerrada. Tiró, en vano, pero nada sucedió. Se llevó una mano a la boca, intentando detener la angustia que subía por su garganta, y se apoyó contra la madera de la puerta, su corazón desbocado. ¿Qué iba a suceder ahora? ¿Habría su madre escrito a su padre ya? ¿Ya habría corrido el rumor de su desgracia? ¿Y Nikolaj? ¡Nikolaj! El corazón de Ellie se aceleró. ¡Que egoísta! ¡Que estúpida! Ella estaba allí, preocupándose por ella misma, cuando él también estaba en riesgo. ¡Su carrera! Eleanor se imaginó lo que su madre podía llegar a hacerle al señor Frederiksen en venganza, pensó en cómo los simples rumores podían dañar su trayectoria… ¡No! ¡Debía avisarle! ¡Quizás aún no fuera demasiado tarde! Tal vez sí lo era para ella, pero no tenía porqué serlo para él, ¡quizás todavía pudiera salvarlo!
Eleanor se acercó a su baúl y tomó el primer vestido que encontró, se lo colocó por encima de la cabeza, torpemente. Entonces se acercó a la ventana. Jamás se sintió tan libre como cuando logró deslizar hacia arriba aquella ventana. Se quedó durante un momento escuchando, a ver si alguien había oído el golpe que había provocado en su frenesí. Nadie pareció percatarse. Su madre y sus hermanos en aquellos instantes seguro estaban en la cena del Duque de Exeter, sonriendo como si nada hubiera sucedido. La sola imagen que se formó en la mente de la muchacha bastó para impulsarla a seguir.
Eleanor tomó aire. Y tomó fuerzas. Entonces se asomó al aire fresco de la noche y, sin mirar atrás, subió al alféizar. Estaba en un primer piso, no era una distancia demasiado peligrosa… Y, aunque lo hubiera sido, no le habría importado.
Se aferró del marco y se dio la vuelta. Colocó sus manos en el borde de la ventana y poco a poco sacó su cuerpo hacia afuera, intentando mantener el temblor bajo control. Pasó lo que le pareció una eternidad antes de que se dejara caer. Cuando lo hizo, una punzada de dolor la devolvió al presente. Y el aire dejando sus pulmones con la fuerza de un tornado.
Se apoyó contra la pared, consciente de que estaba haciendo mucho ruido, pero tan perdida en su agonía que no podía evitarlo. En cuanto sintió que las piernas no iban a flaquearle, atravesó el corto trecho que la separaba de la calle y, desarreglada como estaba, se aventuró por las apenas iluminadas calles de Londres.
—Señor Frederiksen —Eleanor llamó a la puerta de la habitación con algo de insistencia, pero con un susurro. No obtuvo respuesta alguna. El corazón le latía desbocado en el pecho. Había logrado escabullirse hasta allí, pero no sabía cuándo alguien podría encontrarla en aquel pasillo. Y era la primera vez que osa a subir. Nunca antes había estado frente a aquella puerta. Solo sabía el número de habitación porque una vez lo había mencionado de casualidad el pianista. Eleanor jamás habría creído que algún día fuera a hallarse en aquella situación… Tocando la puerta de un hombre al que poco conocía, a medio vestir, en las penumbras de la noche.
—Señor Frederiksen, por favor —la joven volvió a llamar, pensando que quizás el no la había oído. A veces había notado como parecía perderse en su cabeza…
O quizás estaba durmiendo… O simplemente no estaba allí. El aire se le detuvo en los pulmones al pensar en esto último. No se le había ocurrido hasta ese momento. Pero tenía sentido… Era una noche en plena temporada… Nikolaj debía haber asistido a algún evento… Eleanor suspiró, sintiéndose la criatura más tonta del mundo. Sus pupilas se perdieron en la madera la opaca placa con el número 14 que adornaba la puerta. ¿Qué se suponía que hiciera ahora? No tenía manera de saber dónde él se hallaba… Y no podía dejar que nadie supiera que estaba allí. Con un miedo negro extendiéndose por sus extremidades, Eleanor se apoyó contra la puerta y dejó que su espalda resbalar a por ella hasta llegar al suelo. Como una niña pequeña, se abrazó a sus rodillas y sollozó lo más silenciosamente que podía.
No pasaron demasiados minutos antes de que, exhausta, tanto emocionalmente como físicamente, Eleanor se hundiera en los brazos de Morfeo.
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@indiebadger
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indiebadger · 6 years
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missdreamsofmuses:
Por un instante, se encontró a kilómetros de su cuerpo, como si su alma la hubiera abandonado para reunirse con aquella otra, que tan afín se le hacía. Él estaba tan lejos, pero se le hacía tan cercano… Y si le quitaba los ojos de encima, ya nada le quedaría por vivir. Aquella epifanía golpeó a Eleanor mientras el caballero se ponía de pie, sin dejar de observarla. Miss… un placentero escalofrío recorrió la tersa piel de la señorita Fortescue. La voz ronca como una caricia en su oído. Se vio incapaz de hacer otra cosa que no fuera contener la respiración. El recuerdo instantáneo de los brazos de él alrededor de su cuerpo la hicieron ruborizar. Oh… ¿No era él encantador? Parecía salido de un cuento de hadas… Parado junto al piano, el cielo derrumbándose detrás de la ventana, al igual que el tempestoso mirar parecía amenazar tormenta en su interior. Eleanor habría suspirado de tener el aire suficiente en los pulmones. El mínimo decoro y la insuficiencia de fuerzas la detuvieron. No era momento para perder la cabeza, no en aquel estado de fragilidad… Y, sin embargo, ya se sabía perdida.
El golpe en el hombro le dolió, pero más le dolió la cercanía de aquel fascinante joven. Y el tener que ser más fuerte de lo que su sensible espíritu era. Él tenía razón, por supuesto. El suelo helado contrastaba tanto con las suaves mantas… Pero el calor que provocaba ese caballero en su interior no se comparaba al del cálido lecho. Ciertamente ella no podía decir aquello… Pero… ¿No lo veía él en sus ojos? ¿En sus mejillas acaloradas? ¿En su entrecortada respiración?
Sus labios… Eleanor sabía que no podía seguir observándolo con tanto descaro, pero cada gesto de su parte era provocador. Tal vez fuera la fiebre, su delirosa imaginación, pero allí… En el rostro de ese hombre, Eleanor se reconocía… Veía sus deseos e incapacidades como si se hubiera tratado de un espejo.
Inmóvil como una estatua. Su rostro elevado hacia aquel que la tenía encandilada. Su faro en la tormenta. Las manos del muchacho temblaron en sus hombros, como sus entrañas al imaginar esas mismas manos recorriendo su piel. Eleanor no pudo evitar inclinarse apenas hacia adelante, con temor, con esperanza. Ciertamente no recibió lo que esperaba… Su vida no era una novela, aunque se estuviera pareciendo mucho a una en aquellos instante. Él volvió a alejarse y Eleanor se aferró a la manta, sus ojos bajos.
Oh. Entonces había sido el cuarto del muchacho en donde había estado reposando… Un extraño sentimiento la invadió al notar que había estado durmiendo en el lecho que él había ocupado antes. Una especie de vergüenza, mezclada con… Una melodía excitante que su madre no hubiera aprobado de oír. La mirada de la jovencita se alzó hacia el rostro de su salvador, una chispa de su usual coquetería resplandeció en ella, tan solo un momento. No necesitaba nada… Mas que él mismo, pero, ¿cómo decirlo? Habría sido imperdonable, totalmente fuera de lugar… Extraño incluso. Aunque las damas de sus poemas e historias habrían envidiado su valentía… Si tan solo hubiera sido capaz… Eleanor inhaló con cuidado.
—¿Podría quedarme? —preguntó, con la voz más suave y delicada de lo que había planeado—, ¿sería mucha molestia? No creo que pueda volver a dormir… —¿De qué tenía tanto miedo? Sentía su voz flaquear—. Creo que su música podría sanar cualquier herida… —agregó, sin poder detenerse. Sus ojos buscaron los del muchacho, más arriba. Tenía la certeza de que los habría encontrado incluso en la más absoluta oscuridad.
—Ni siquiera sabrá que estoy aquí… —Le costó horrores, pero caminó hacia el sofá e intentó acomodarse en el lo más educadamente que podía. Había una tensión en el aire que Eleanor no quería romper, pero que la incomodaba… Veía que él no sabía cómo proceder exactamente, lo leía en su semblante, y, aunque ella fuera quizás igual de inexperta, se sentía capaz de ayudar. De ayudarse a si misma, de ayudarlo a él… De alguna manera. Solo sabía que no podía dejar aquella habitación. Y que él se sentía más cómodo cuando tocaba el piano. Y que su alma clamaba por oírlo desenvolverse en las teclas como no podía hacerlo cuando la miraba. Y que no importaba su estómago vacío, la pesadez de su cabeza o el sudor en su nuca, todo quedaría en segundo plano cuando él le hablara… Cuando él tocara.
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Dio un largo y profundo respiro, resignado a la decisión de la muchacha que ya se encontraba yendo hacia el sofá. Se paró más recto como mero reflejo de ser un caballero a quien habían herido el orgullo por pasar de su palabra y la observó moverse con dificultad, sin poder él ser lo suficientemente seguro como para ayudarla. Aquella dama lo paralizaba, lo hacía experimentar tantos sentimientos a la vez que su cabeza no daba abasto como para ejecutar una acción coherente o caballerosa; su coraje y lo decisiva que era la señorita Fortescue dejaba en ridículo cualquier palabra o hecho de Nikolaj.— Muy bien... bueno.—Carraspeó antes de dar media vuelta hacia al piano. Su único lugar seguro, allí era donde nadie podía entrometerse, donde se formaba una burbuja de cristal impenetrable que solo la música era posible de atravesar para deleite de los oyentes. Nadie, ni siquiera su familia, se había sentado sobre ese piano ni por decir que alguien había tocado las teclas excepto por su posesivo dueño. Aunque el piano que tenía su más ferviente amor había quedado en Dinamarca, en Gammel Estrup Manor que era el hogar de la familia Frederiksen cuando estos no iban en busca de dinero, fama o poder por el resto de Europa. El de esta mansión había sido minuciosamente seleccionado y afinado por el propio Nikolaj el mismo día que habían llegado porque no se le era posible soportar un día más luego de tan largo viaje. — Espero que disfrute, Miss.— Con un solemne movimiento se sentó en el banquillo, cerró los ojos y volvió a tomar aire  pero esta vez de forma más pacífica para llenar los pulmones sabiendo que contendría la respiración mientras ejecutara una pieza. "Oh Señor, ayúdame, por favor"  murmuró en su idioma natal mientras sus manos se encargaban de buscar la partitura que había decidido ejecutar entre la docenas que tenía allí. Una vez que la acomodó y todo estuvo preparado giró levemente su cuerpo para poder observar una vez más a la criatura que se encontraba en su sofá, aquella que lo hacía sentir de aquel modo tan especial y aterrador pero que lo inspiraba a recrear piezas de tiempo tan rápido como nunca antes lo había hecho. Su mirada estuvo sobre ella apenas unos segundos pero lo lleno de pasión y vigor a pesar de que aún todo su rostro y cuerpo dieran cuenta de lo que había pasado hacía un par de horas. Sus dedos vacilaron por un instante antes de apoyarlos sobre las teclas y comenzar a darle vida a la partitura. La tormenta aun acechaba la zona, truenos y relámpagos intentaban romper la escena con fuertes ruidos y resplandores enceguecedores; la lluvia, igual, reclamaba la atención de aquellos que se escondía en aquella mansión pero ahí dentro de los aposentos del joven Frederiksen la ejecución de la sonata era todo lo que podía escuchar. Tal vez era magia, algún hechizo de magia negra invocado con la música o tal vez era la pasión que los dos desprendían de sus cuerpos. Fuera lo que fuera, la melodía siguió sonando durante veinte minutos hasta completar la sonata.(x) 
Expulsó el aire de sus pulmones junto con la presión sobre la ultima tecla a sonar, sus manos temblando, como de costumbre. Pero había algo más que la ansiedad de siempre sobre él, podía sentirla aún cuando estaba prácticamente de espaldas a ella. Se levantó de su asiento. Se levantó como si el piano lo hubiera quemado y ni toda el agua de la lluvia podría parar el calor. Sus músculos se tensaron brevemente, notándose en como su camisa se extendió sobre su cuerpo levemente sudoroso. —Iré en busca de comida.—Informó ,sin siquiera dignándose a mirarla antes de atravesar la puerta y perderse en el pasillo.
Unos veinte minutos pasaron antes de que Nikolaj entrara nuevamente a la habitación, sus manos ocupadas por una bandeja de plata donde reposaban dos tazas con su juego de té y en un plato rebanadas de pan. En la cocina era lo único que se podía encontrar ya que una vez dada la voz de alarma para ayudar en las zonas afectadas, incluso el trabajo domestico se había parado dejando solo el pan diario de cada mañana para el desayuno de los señores de la casa. Se acercó con paso solemne hasta donde el sillón y su correspondiente mesilla se encontraba para apoyarla allí, sin importarle los documentos que quedaban abajo; piezas musicales sin futuro. Se sentó al otro lado del largo sillón que predominaba, junto con el piano, en la gran estancia; su corazón aún no se decidía si quería a aquella muchacha a su lado o lo más lejos posible. — Lamento la falta de opciones pero es todo lo que he podido conseguir. Temo que la tormenta ha movilizado a muchos más que a los Fortescue.— Con una serenidad que era difícil de conseguir para el extranjero, maniobró la taza de té para alcanzarle a la joven aquel liquido caliente que la reconfortaría aun más que su melodía.
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Tra il coraggio ed un fiume di lacrime mi troverai,  dove sono sempre stata.
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
No era una situación fácil, los niños no era algo que le volviese loco, sí, quería a sus sobrinos más que nadie, pero al final del día prefería que ellos estuviesen en su casa y él en la suya. Nunca había pensado en ser padre, sus hermanos le habían quitado las presiones de hacer a sus padres abuelos bastantes años antes y no se veía siendo como ellos. ¿Una vida tranquila con una pareja estable y un pequeño que le persiguiese por la casa? No era lo suyo, pero podría intentarlo.
Abrazó a su chica por la cintura una vez ella se sentó en su regazo, no había manera de que le negase algo cuando estaban en aquella posición. La miró a los ojos al escuchar la respuesta, quería tenerlo. Bien, quizás había llegado el momento de que madurase y empezase a portarse como un adulto responsable… Aunque por suerte aún tenía unos cuantos meses para poder actuar como un crío.
—Los niños no son lo mío, pero… —Sonrió ligeramente antes de suspirar—. Si quieres que tengamos un pequeño Daniels de aquí a unos cuantos meses, creo que podré leerme unos cuantos libros y hacer algunas llamadas para arreglar ese problema.
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No era tampoco la especialidad de Clío el cuidar niños, el convertirse en madre y asumir todas las responsabilidades que la sociedad imponía. Estaba bastante segura que en ese mismo momento no estaba psicológicamente preparada para afrontar tal situación en su vida, pero la terapia la ayudaba a ahuyentar los fantasmas de su pasado y para dentro de nueve meses todo podía cambiar. Aprendería a querer como una vez ya había hecho. Lo que se les presentaba con su nueva pareja en un momento tan pacifico y apasionado de la relación se le hacía como una segunda oportunidad  para hacer lo que había hecho mal en otro momento. Por eso la opción de deshacerse del problema no era viable, no si no quería que le pesara en su consciencia por el resto de sus días.
Plantó un beso casto sobre sus labios en cuanto él aceptó su decisión, una de sus manos abrazándolo por su cuello para estar tan cerca como le era posible.  Ahí, arriba suyo, era donde mejor se había sentido desde que se había despertado. — ¿A quién quieres llamar para arreglar "ese problema", Daniels? — Repitió con cierta gracia. — ¿Algún avión que te lleve de nuevo para Australia? Mi madre no permitirá que su hija sea madre soltera, te aviso. — Rió, por supuesto que confiaba cien por cien en el hombre del que se había enamorado. Romeo no era de las personas que se escapaban de sus responsabilidades. Sería un desafío, sin embargo, el pasar de pensar al "problema" como "nuestro hijo".
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“I took a test. A pregnancy test”
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
Normalmente no era así, eso de ligar se le daba mal, era un cortado, callado hasta decir basta, pero… Algo tenía ese argentino que le traía de cabeza, quizás era esa mirada o la forma de la que prometía con las caderas que pasaría una buena noche. Quería divertirse, probar suerte ahora que estaba lejos de casa, a nadie le sentaba mal echar una cana al aire, ¿no? Quizás valiese la pena, total, si algo salía más en un mes estaría de vuelta en España y no volvería a ver a ese argentino que le había tirado la caña.
—Una madre lista, aunque… —Una ligera sonrisa ladeada se dibujó en los labios de Santiago—. Si quisiera hacerte algo malo estaría en desventaja, no conozco el país, tengo un trabajo temporal… —bromeó y se rió un poco—. Puedes confiar en mí.
Cuando el otro dijo que tenía que hacer algo, asintió ligeramente y mientras esperaba fue desconectando un par de cables. Era un infierno quitarse todo eso de encima cuando terminaba el día, aunque peor era volver a ponerse todo aquello cuando volvía a empezar. De hecho, alguna que otra noche había dormido sin quitarse los walkies de encima por pura pereza.
Al levantar la mirada pudo ver que ya estaba de vuelta, una leve sonrisa cruzó de nuevo sus finos labios, la noche acababa de comenzar. Se puso algo recto, pura costumbre, sabía bien que tenía que hacer algo muy terrible para que Juanma decidiese que no quería pasar la noche con él. Carraspeó ligeramente, aclarándose un poco la voz, hacía mucho tiempo que no se encontraba en una situación ni remotamente parecida, que malo era no salir a ligar.
—¿Ya estás listo? —preguntó más bien por decir algo antes de hacer un ligero gesto con la cabeza para que le siguiera.
Su coche no estaba lejos de allí, de hecho estaba casi a la salida del estudio, había encontrado un buen sitio para aparcar por la mañana. No tardaron más de un minuto en llegar y lo primero que hizo el gallego fue abrir el maletero para dejar los walkies y demás cableado allí dentro. Por la mañana ya los rescataría de allí, si es que no cancelaban el rodaje por algún motivo, cosa que realmente le hubiese alegrado bastante.
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Confiaba en Santiago tanto como podía confiar en los pibes que conocía en los boliches. Sólo que él tenía ojitos y acento bonito. Y no importaba si era extranjero o no, o si conducía terriblemente mal; él se iría con el gallego. La noche sería suya y luego, por la mañana, ya se vería. Sería algo incomodo encontrarse en el trabajo... quizá para Santiago, porque a él la vergüenza era cosa que le escaseaba. Por lo menos en este caso uno  de los dos pronto volvería a su país del otro lado del océano y no tendrían que verse más. Contrario a lo que había sucedido con cierto compañero de teatro que había terminado siendo co-protagonista en la última temporada de la obra que hacía su clase.
Lo siguió tal como le había indicado, sus ojos deleitándose ante toda acción que Santi ejecutaba, disfrutando de la inocencia y ternura que emanaba de tanto en tanto. Como si se hubiera metido en una situación que no esperaba y ahora solo estuviera demasiado nervioso como para disfrutarla. Tal como era característico de Juanma, este comenzó a hablar, no soportaba el silencio y menos en situaciones como estas. Se quejó del frío que comenzaba a notarse cada vez más en esa noche y luego ya siguió hablando de como era el clima en esa zona todo el minuto que tardaron en llegar al auto. — Sin duda que podés sacarte esas cosas.— Habló con orgullo viendo como los walkies quedaban encerrados en el baúl. Con ambas manos sostuvo la correa de su mochila que colgaba de un solo hombro, humedeció sus labios suavemente antes de volver a hablar.— ¿Voy a tener que buscar alguna otra excusa para poder subir al auto? — Se apoyó sobre éste mientras seguía con su juego. Lo había acompañado hasta el auto, quería que le dijera los próximos pasos por pura diversión.— Podría darte esos consejos de barrio como el de no esperar en los semáforos en rojo a esta hora de la noche.—  Comentó mientras le seguía con la mirada y le sonreía con cierta inocencia, expectante a sus movimientos.
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En la ciudad de la furia
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
Maldiciones. Lo cierto era que Gaël jamás había sido o sería un hombre supersticioso, creía que eso simplemente era una sarta de mentiras, un intento de conseguir que la gente no hiciese lo que de verdad quería porque algo lo evitaba. No, aquello no podría detener al francés, no le separaría de aquel británico que había captado su atención, necesitaría una buena razón para dejarle atrás.
—Acepto el riesgo de la maldición, ¿vale? —dijo con calma y una ligera sonrisa.
Muchos otros hubiesen corrido en la dirección opuesta sabiendo la historia de Victor. Haberse liado con un alumno no era precisamente una buena presentación, pero… Gaël creía firmemente que el amor no tenía fronteras de edad, género, posición social o trabajo, si se enamoraba de alguien no iba a mirar esas tonterías tan mundanas, lo que le interesaba era la persona en sí y todo lo que podía ofrecerle, los valores que podría añadir a su vida. Confiaba en que estaba tomando una buena decisión y pocas veces le fallaba el instinto, normalmente cuando fallaba era porque no había prestado la suficiente atención en su momento.
Bebió un trago corto de café, ese mismo que pasaba a un segundo plano por la presencia del otro hombre. Tener aquellos ojos claros clavados en él le hacía sentir bien, como si a pesar de los años siguiese resultando atractivo. Le gustaba esa sensación, pensar que los años no le habían sentado tan mal como él había pensado conforme iba soplando las velas en los cumpleaños. Quizás la edad le había abierto a un público diferente, algo que realmente no le molestaba si podía incluir al hombre frente a él como un posible objetivo, cosa que sabía que sí que podía hacer gracias a las miradas y las palabras que le había dedicado.
Se rió suavemente cuando el otro usó aquel tono de inocencia, negando con la cabeza en un gesto no demasiado marcado. Le hubiese encantado acercarse y robarle un beso en aquel preciso instante, pero bastante espectáculo habían dado en los minutos anteriores, un poco de calma les iría mejor. Se mordisqueó suavemente el labio cuando el otro decidió llamarle cariño, esa palabra sonaba bien en los labios de Victor… Más bien sonaba bien porque se lo estaba diciendo a él y no a cualquiera que pasaba por allí.
—No me dan miedo las nuevas experiencias, amor —susurró él, dejando que el otro tomase el control de la situación, no podría negar que esa clase de hombres era su tipo—. Aunque no sé si dejarte pasar más lejos tan fácil… —Se acercó más, entonces susurró a su oído, con ese tono que había estado utilizando toda la conversación—. No soy tan barato… Aunque podría hacer una excepción si me prometes una cita.
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Si fuera lo suficiente inteligente Victor tendría miedo a las nuevas experiencias, aquellas siempre lo llevaban a situaciones complejas. Si dejaba volver a entrar a otro hombre  a su vida y a su hogar  todo volvería a ser un caos. Cecilia seguramente volvería a ignorarlo y comportarse como si la nueva pesca de su padre no existiera; los más pequeños seguramente se encariñarían y aquello era muy peligroso. Ni hablar de cómo sería la situación con Anoubis que aún estaba negando la separación de sus padres. Tenía mucho que perder si volvía a enamorarse y eso era uno de los grandes motivos del porqué aún no se había abierto por completo con otra persona.  Pero recién era un  primer encuentro con Gaël, no había peligro de enamorarse ni de crear planes a futuro, como el presentarlo a la familia. Tal vez después de ese café nunca más volvían a cruzarse en el camino, como había sido durante todos esos meses posteriores. Se le era tan interesante aquel hombre, como para desear más, pero las relaciones humanas  siempre eran impredecibles.
Gaël se ocuparía de que no fuera así, sus palabras sostenían cuanto deseaba volver a verlo y eso a Victor comenzaba a gustarle. Sentirse deseado. Sentirse interesante.  No quería empezar a generar una dependencia pero al mismo tiempo quería asegurarse de que el francés no lo olvidara. Eso significaban las caricias en sus manos, ese tacto suave sobre la piel ajena, el jugueteo con sus dedos o el apretón al sentir su voz tan cerca de su oído.  Contuvo su respiración por un segundo y luego su mirada se perdió brevemente en los labios del otro, aspirando un beso más que ninguno de los dos se animó a dar.
— Me has convencido para ir por el camino largo.— Expresó, en sus ojos casi con una expresión de lastima por él por haberse perdido la oportunidad. Levantó la mano que aún sostenía la ajena hacia su boca para dejar un gentil beso. — Te prometo esa cita, mañana si quieres.... ¿Un almuerzo tal vez? Lejos de esta universidad sería lo mejor pero dejo que decidas tú.— Habló con rapidez sin dejar que el otro opinase;  no quería que le preguntase el por qué de muchas de las sugerencias. Todo era: Hijos. Miró el reloj en su muñeca e hizo una mueca; las cosas tal vez sí debían de ir con calma. Soltó la mano ajena que había mantenido cerca de él para sacar su billetera del pantalón . Dejó dinero suficiente para los dos café y la propina,  y luego sacó una tarjeta de presentación donde se podía leer su nombre y número personal. — Lo siento, debo irme a preparar la próxima clase.— Se excusó extendiendo la tarjeta y luego de dudar por un segundo, depositando otro beso en su mejilla. Más cerca de la comisura de los labios que otra cosa.— Llámame.— Pidió mientras se levantaba de la silla. Por dentro parecía sereno,  de movimientos gráciles y sencillos pero por dentro le estaba costando más de lo que había planeado el irse de allí. Había ido por una posible presa fácil y terminaba yéndose con una cita y la sensación aún en su boca de un genial beso.
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“All is fair in love and war”
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indiebadger · 7 years
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Un bebé. No, aquello no era lo que él necesitaba en ese momento, no era la clase de hombre que se casa, tiene hijos y vive en alguna casa aburrida de alguna ciudad que con el tiempo le agotaría. Quería ver el mundo, cambiar de lugar cada seis meses y un niño hacía que todo aquello se esfumase. Claro que la decisión de tenerlo o no era de Clío, él tendría que acatarla y sufrir las consecuencias. ¿Cuánto tiempo aguantarían juntos si ella decidía no tenerlo? Quizás ella le culpase de no ser madre si eso ocurría, no quería arriesgarse.
—Un bebé… —murmuró dirigiendo su vista hacia la ventana de la cocina.
Su hermana le hubiese dicho que esa era una gran noticia, que era lo mejor que podría pasarles, traer un niño al mundo… Pero él no se parecía en nada a ella, no se parecía a ninguno de sus hermanos y no creía que tener un niño fuese algo que pudiese llenarle de verdad. Respiró hondo, si le decía todo aquello a su novia ella le dejaría sin pensárselo dos veces y, en el fondo, lo entendía, nadie querría quedarse con alguien como él al saber toda aquella información.
Dirigió sus ojos azules a los oscuros de ella, más serio de lo que había estado en los meses que habían estado juntos. Se humedeció los labios, no podía ser brusco, pero la delicadeza era algo que jamás había llegado a tener, si era honesto. Le costó encontrar las palabras que diría, era demasiado como para poder asumirlo, las responsabilidades que podría conllevar un pequeño.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó con un tono tranquilo y suave.
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Volver a pasar por todo un embarazo le aterraba, pensar en solo volver a hacerse ilusiones y hacer preparativos era doloroso. Pero Romeo no lo sabía  y no había planes de que se enterara, no por el momento. Haber perdido su primer hijo, su pequeña niña, la había hecho sentirse como una muñeca rota, un objeto que ya no cumplía una función primordial. No había podido darle su adorada primera hija a James... Y no quería hacerle pasar lo mismo a Romeo. Pero por sobre todo, no quería hacérselo a ella misma.  
Y sin embargo, ahí estaba, dudando de su respuesta cuando su novio le hizo aquella pregunta que podía dar vuelta su relación. Nada en la reacción de él, ni siquiera sus gestos o en sus ojos, podía dar una pista de lo que estaba pensando. ¿Lo quería él? Nunca habían hablado de formar una familia. No era algo que esperaban. Se encogió de hombros, su rostro afligido aunque sosteniéndole la mirada. — Tenerlo.— Se sorprendió a si misma diciendo aquello unos momentos más tarde, una vez que se había acercado al australiano y sentado sobre su regazo. — Dejar pasar estos días, ver que pasa.— Agregó rápidamente, no iba a pasar mucho en un par de días pero sí podrían pensar sobre la situación. Aún había tiempo para tomar otra decisión, se reconfortó. — ¿Qué opinas? — Preguntó mirando a sus ojos, le reconfortaba también  su tranquilidad.
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“I took a test. A pregnancy test”
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
Lo sabía. Lo tenía más que claro. Su chica era quien más se lo merecía, la única que podía ganar el premio de mejor actriz principal y no sólo porque fuese su pareja, sino porque era la mejor actriz que había visto. Ella, la única que podía enderezar a un hombre como él y hacerle sentir completo aún cuando la necesitaba entre sus brazos o se le venía el mundo abajo. La quería, de una forma de la que sólo se puede querer una vez en la vida y su mirada lo dejaba claro, el amor infinito que le profesaba.
Correspondió su beso y se puso en pie a aplaudirle, a silbarle, sólo ella había conseguido que se levantase en una entrega de premios, sólo ella podría conseguirlo. Su pecho estaba lleno de orgullo, verla recibir el premio le hacía pensar en los días que habían hablado de ello en el sofá, en un par de noches antes cuando con un chocolate entre las manos le había dicho que ganaría. Estaba orgulloso de ella, de lo que acababa de conseguir y de haber visto cada paso del proceso, todos los meses parecían días en aquel momento. Las dudas se disipaban y cada vez estaba más seguro de que esa era la mujer con la que quería pasar el resto de sus días.
Cuando ella aún estaba en el escenario, uno de los organizadores le pidió que se quedase ahí, iban a hacer algo especial. Fue entonces cuando en la pantalla salió aquel video, la voz era la de James, narrando en ese castellano con acento entre británico y español que empezaba a tener algún deje argentino. ¿Las imágenes? Videos que él había estado grabando los últimos meses sin que ella lo supiera, quería que todo eso fuese una sorpresa, que no fuese consciente hasta el último minuto de lo especial que iba a ser aquella gala de los Globos de Oro para ellos hasta ese preciso momento.
Mientras proyectaban el video, James había sacado el anillo que había guardado en su bolsillo en un descuido de su chica, había ido hasta el escenario sin que ella se diese cuenta y estaba esperando a que terminase. Le sudaban las manos de nervios, no creía que ella le rechazase, pero el miedo estaba ahí de todos modos. Se estaba mordisqueando el labio, Clío se daría cuenta de que el video tenía un propósito más allá que dedicarle una sorpresa tras su primer globo de oro, ¿no? Respiró hondo, no quedaba mucho para que la proyección terminase y tuviese que hablar, pero por primera vez en la vida aquellos nervios le recorrían de los pies a la cabeza.
La última frase, el británico se acercó a la mujer, con los pasos más firmes que pudo, intentando mantenerse de una pieza, nada podía salir mal en ese momento, ¿cierto? Era su día. Sí, estaba seguro. Aquel iba a ser su día, eso se había dicho y repetido más de veinte veces ante el espejo cuando Clío no estaba delante. Sólo eran tres palabras, tres simples e inocentes palabras que podía adornar con alguna otra para que no quedase tan soso, aunque… En aquel momento si le preguntasen su nombre sería capaz de responder “Patata” de lo nervioso que estaba.
Puso la mano sobre su hombro, esperando a que se diese la vuelta, sus ojos azules estaban clavados en los oscuros de ella, se pasó la lengua por los labios, tenía la boca completamente seca. Carraspeó y entonces se arrodilló delante de ella, miró un momento al suelo y de nuevo a sus ojos, eso siempre le transmitía calma, pero en momentos así sólo podía pensar en las cosas que podían llegar a salirle mal. ¿Y si ella no quería casarse con él? Haría el ridículo delante de millones de personas que estaban viendo la gala en aquellos precisos instantes. Pero tenía que hacerlo, o lo decía o nunca lo haría.
—Clío… —habló, su voz sonaba ronca, como cuando se acababa de levantar y aún no había bebido agua—. ¿Me harás el hombre más feliz de la galaxia y te casarás conmigo? —preguntó abriendo la caja del anillo que había elegido con ayuda de su madre.
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Normalmente una vez que el o la ganadora daba su flamante discurso simplemente daba media vuelta y bajaba del escenario para que la gala pudiera continuar. Todos lo sabían, incluyendo a Clío, porque era la rutina y lo habían visto hacerlo miles de veces. Pero ella había sido muy ingenua si había pensando que James dejaría pasar tal ocasión sin hacer algo que pudiera pasar a la historia. Porque él sabía aprovechar a las cámaras y que movimiento hacer para que lo enfocaran....y se hablara durante días. Ambos vivían para las cámaras así que esas cosas no eran problema, la palabra vergüenza no entraba en sus diccionarios. Así que la argentina en aquella situación que ocurriría no sentiría nada más que excitación ante tal atrevimiento y un amor inconmensurable.
En el momento en que se giró con intención de retirarse fue detenida por un alguien que con una sonrisa le pedía que se quedara allí mientras que le sacaba su estatuilla de la mano. Su preciado bebé...El pensamiento no duró mucho porque las luces bajaron y la pantalla comenzó a reproducir un audio que no tardó ni un segundo en reconocer la voz del amor de su vida. Se enfocó en las palabras y en las imágenes que se reproducían ante sus ojos, evitando pensar que haría luego de eso. James era muy capaz de haber alquilado un helicóptero para una salida triunfal; porque ella era su reina, él su rey y ambos habían construido su propio imperio.
El suave tacto de la mano sobre su hombro predijo todo, era él y haría uno de sus gestos romántico en donde ella no podría más que mirarlo embobada y un poco más enamorada.  Sus ojos encontraron los de él ¡Oh Dios!¡Oh Dios! El solo verlo le hizo contagiar su nerviosismo. Las manos le transpiraban y su corazón latía desbocado, no sabía por qué pero verlo así a James era suficiente para que ella sintiera lo mismo. Abrió la boca para decirle que todo iría bien...o tal vez para preguntarle que estaba pasando pero nuevamente se vio interrumpida.
Sus manos taparon su boca que se abrió ante la sorpresa de verlo arrodillarse, había solo un fin para eso pero ella no lo podía creer. Había imaginado miles de proposiciones pero así nunca. Y era perfecto.  Miró por un segundo a toda la gente debajo del escenario, podía sentir que todos habían dejado de respirar y sólo los corazones de ellos dos latían, juntos, el mismo compás acelerado. Sus ojos volvieron a él para escuchar lo que tenía para decir y claramente no fue defraudada. Soltó una risa de pura felicidad y nerviosismo antes de empezar a asentir enérgicamente con su cabeza.
Se agachó para estar a su altura repitiendo una y mil  veces "sí", no importaba si su vestido se enganchaba. Ni tampoco su maquillaje al empezar a llorar. Sólo quería abrazarlo y besarlo así que eso hizo, lo tomó por sus hombros  y comenzó a besar sus mejillas para terminar en un beso sobre los labios.
—  Tú me harás la mujer más feliz de la galaxia.— Habló con un nudo en la garganta mientras hacía que ambos volvieran a pararse. — Claro que me voy  a casar con vos.— Casi que le faltaba ese latiguillo porteño al habla emocionada de Clío que pasaba del inglés al castellano tal como si fuera un solo idioma. no había tiempo para pensar en eso, la gente seguía aplaudiendo y todos debían de estar esperando la foto de James colocándole el anillo en su dedo. No le había prestado demasiada atención, más que el verlo brillar en su cajita, pero ahora que se detenía a verlo sabía que no había más perfección que aquel objeto. No por su composición ni su valor, pero el simbolismo que traía consigo. Oh, sabía desde ese momento que no se lo sacaría nunca.
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indiebadger · 7 years
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Le gustaba. Victor tenía algo que de verdad le gustaba y no podía pensar en algo que no fuese recorrer aquel cuerpo con sus labios. Quizás eran esos ojos azules que de vez en cuando se clavaban en él o la sonrisa que era capaz de trasladarle a otro lugar. Quería más que un café y un par de besos robados, tenía ganas de levantarse al lado de alguien por las mañanas y sentirse querido. Probablemente era la edad que empezaba a manifestarse en aquel momento, un recordatorio de que estaba viejo para ir de cama en cama.
Sabía que no se aburriría con Victor, tenía la fama de ser alguien que merecía la pena, así que… Si le daba la oportunidad las cosas podían ser divertidas, únicas en algún sentido. Claro que para eso debía demostrar que merecía la atención del hombre de cabello negro, eso normalmente no era un problema para Gaël Delacroix, pero no sabía si sus trucos de perro viejo funcionarían con él del mismo modo que lo hacían con otros.
—¿Una maldición? —preguntó con cierta curiosidad, aunque casi tan pronto como había preguntado, añadió—. ¿Sabes? Creo que me da igual si la tienes, tengo la sensación de que mereces la pena.
Brindó con cuidado riéndose suavemente, quizás era una tontería, pero aquellas palabras le daban esperanzas de que eso pudiese pasar a más. Bebió un ligero trago de su café, parecía algo más dulce, probablemente porque la compañía de aquella mañana era buena. Con cuidado, dejó la taza en su platito antes de volver a mirar al hombre que tenía delante, una sonrisa lasciva cruzó sus labios, aquello sonaba divertido.
Se acercó algo más, no tanto como para besarlo, lo suficiente como para hablar más bajo. Muchas personas le habían dicho a lo largo de los años que era increíble que pudiese crear la intimidad de la nada. Con un par de gestos y palabras podría hacer desaparecer un local lleno de ruido para que su pareja sintiese que estaban a solas. Le gustaba crear esa clase de momentos y espacios, era lo que la situación le pedía, intimidad con Victor, conocerle mejor, quizás conseguir una cita o… Irse a una clase de cemento después de ese café que tenían entre las manos en aquel preciso momento.
—¿Eso es una propuesta indecente, Victor? —preguntó en un susurro, casi haciéndose el sorprendido, aunque pronto repasó sus labios con la lengua, con la misma sensualidad que arrastraba en todos sus movimientos—. Corres el riesgo de que la acepte —añadió algo más travieso mientras acariciaba su mano.
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— No diga que no le avisé, Delacroix.— Concluyó como última advertencia hacia el francés, habiendo pronunciado su apellido en un intento de compararlo a como él se había presentado. Poco y nada sabía del lenguaje extranjero, sólo aquello que el arte y su influencia requería que supiera. Aunque por Gaël no tendría problema en comenzar a afinar su acento. Por otro lado, en el interior algo latió esperanzado al escuchar como aquel hombre que recién conocía se arriesgaba a estar con él. Victor sabía que era un hombre interesante, que atraía con su aspecto y sus palabras pero no se creía estar en su mejor momento. Así que eso indudablemente le acaba de engordar un poco más su autoestima.
Bebió de su café sin perderse detalle de las reacciones del otro, parecía como si sus ojos claros no pudieran cerrarse o se perderían un gesto hermoso e imposible de repetir.  Por costumbre de no dejar la taza en la mesa, debió de sostenerla con cuidado cuando se  acercó hacia él. Tenerlo a aquella distancia lo hacía sentirse... bien. Sí, se sentía bien de una forma que no se había sentido desde hacía mucho tiempo. De esa forma que era consciente de todo su cuerpo, nada dolía y todo estaba preparado para la acción, incluyendo su corazón. Le asombraba cuan diferente podía ser pero no le asustaba ,sólo deseaba más. Quería tener realmente aquella intimidad que ahora sólo Gaël podía crear como una burbuja gracias a su sensualidad. Quería redescubrir todo un mundo que había dejado años atrás al enamorarse ciegamente que desde siempre se predijo lo mal que terminaría todo.
— Tú has agregado lo de "Indecente".— Apuntó con cierta inocencia mientras se encogía de hombros.  Luego sonrió divertido porque en cada una de sus palabras y acciones quedaba marcado expresamente la palabra indecente. Todo el plan a futuro era el querer hacer con él cuanto acto indecente se pudiera inventar. — Nunca propondría un plan si tuviera miedo de llevarlo a cabo, cariño.— Habló con aquella seguridad que lo caracterizaba y lograba intimidar a sus alumnos de primer año mientras que con total naturalidad se acercaba apenas unos centímetros más a él. Su mirada que había estado clavada a la ajena bajó hacia sus manos, la propia tomó el control y apenas con un dedo comenzó a delinear cada uno de los ajenos.— Toma el riesgo tú y averigua si mi plan era mostrarte obras de arte o qué más.
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“All is fair in love and war”
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indiebadger · 7 years
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[…]
La alfombra roja de los Golden Globes parecía el lugar perfecto   para fingir querer a la gente cuando en realidad las relaciones parecían más una competición incansable donde nadie se daba una tregua. James controlaba aquel juego tan sucio de fingir ser amable, muchos lo sabían, la sonrisa del británico parecía algo inquebrantable, además de que con Clío bajo el brazo parecía el rey de la alfombra. Su mano estaba imperturbable sobre la cintura de la mujer, entre dientes le había dicho cosas bonitas mientras les sacaban las fotos y no había dudado ni un segundo a la hora de darle un beso cuando los periodistas sacaban fotos a uno de sus competidores, sabiendo perfectamente que los flashes girarían hacia ellos para capturar el momento.
Sentados en sus asientos, James había empezado a jugar con los dedos de la mujer, sin prestar atención a lo que estaba ocurriendo a su alrededor, había quien les dedicaba malas miradas creyendo que todo aquel amor era fingido, pero cualquier que le conociera sabría que el de ojos azules estaba loco por la argentina. Fue entonces cuando anunciaron los candidatos a “Mejor actor principal”, sabía que tenía una competencia muy buena, pero estaba seguro de sus posibilidades. Sus ojos se clavaron temporalmente en la persona que anunciaba los premios y una sonrisa ladeada surgió de su boca al escuchar “Jamie Knight”, dejando claro que una vez más la temporada de premios era toda suya. Se acercó a su novia y dejó un beso sobre sus labios antes de levantarse y caminar hacia el escenario, con la estatuilla en la mano izquierda, con la diestra se apartó la melena de la cara y como siempre sonrió con aquella clara picardía que le caracterizaba.
—Antes que nada, debo resaltar el detalle de que cierta muchacha entre el público no estaba segura de que ganaría este premio, pero… De vez en cuando no le hago caso —bromeó como entrada mirando a su chica, entonces se aclaró la voz—. Dejando las bromas a un lado, esta noche sólo se la puedo agradecer a ella, la luz de mis ojos —dijo en castellano con aquel bonito acento británico—, la razón de mis sonrisas, esta noche, Clío, es un recordatorio de los días que estabas a mi lado preparando este papel, porque puedes tener claro que esa es la razón de este premio. Por las noches sin dormir, por los días que llegaba a casa y me dedicabas una sonrisa amable al llegar… Los aplausos de este premio no son para mí, son para ti, mi amor —finalizó antes de bajar del escenario y volver con ella, pronto sería el premio a la mejor actriz y sabía que ese también se quedaba en casa.
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No fue sorpresa cuando resonó por el salón el nombre de James. A pesar de las bromas sobre la poca esperanza de ganar el premio,  ambos tenían muy en claro que él ganaría  y  había sido motivo de celebración privada desde hacía un par de noches.  Así que ambos sabían muy bien que hacer al reaccionar ante aquellas palabras; James hizo aquella sonrisa ladeada que claramente intentaba decir "quien más sería si no yo" mientras que Clío comenzó a aplaudir mientras le dedicaba una mirada llena de amor y orgullosa, de esas que solo alguien realmente enamorado podría dar. Entre aplausos, vitoreos y elogios, compartieron aquel beso en el que posteriormente ella le murmuro una combinación de "te amo", "lo mereces" y "orgullo". Luego se quedó parada para seguir aplaudiendo a aquel hombre que subía al escenario con una confianza y tal carisma que hacía a todos suspirar. Era suyo. Enteramente suyo y había quedado más que claro en la alfombra roja donde se habían robado todas las miradas. Nunca antes había compartido la alfombra con una pareja pero ahora no podía pensar en nadie más perfecto que él para hacerlo, su mano constate sobre la cintura le daba una seguridad que no sabía que necesitaba.
En ese mismo momento lo miraba estando allí arriba del escenario con su premio y parecía completamente natural, como si hubiera nacido para estar brillando con un premio en su mano. Estaba orgullosa porque lo admiraba como persona y como actor, sabía cuan merecido lo tenía. Lo que no sabía era como el discurso sería exclusivamente para ella,  lo cual la tomó por sorpresa. Una gran sonrisa se había quedado prendada de sus labios rojos y apenas logró soplarle un beso mientras intentaba mantener la compostura; sabía que las cámaras solo estarían enfocando a ellos dos.
Luego del discurso la gala continuó y Clío no dudó en besar los labios del hombre en cuanto estuvo a su lado nuevamente. No debieron de esperar mucho más para que llegara la terna de "Mejor Actriz Principal", ahora era el turno de ella para brillar aunque la confianza no era  la misma que tenía su novio. Clavó sus largas uñas en las manos de James, nerviosa, en lo que pareció una eternidad  hasta que una de las presentadoras abrió el sobre. De su boca salieron los sonidos que formaron el nombre artístico de la argentina y luego todo comenzó a ir a una velocidad que daba pánico.
Saltó en su asiento al reaccionar, incrédula de realmente haber ganado, pero la mirada de James lo decía todo. Era ella, había ganado y todo estaba bien. Respiró hondo y se levantó de su asiento para ir en busca de su premio, no sin antes dejar un nuevo beso sobre los labios de él. Alisó su vestido y caminó por el pasillo con una seguridad infinita, su único objetivo siendo el premio que brillaba arriba del escenario. En cuanto sus dedos tocaron el frío mármol hubo una explosión de sentimientos dentro suyo, no era el primer premio que recibía pero era ese el que tenía el mayor significado de todos. Trabajaba desde hacía años en el ámbito pero era a partir de aquella última película, que la había llevado hasta los Golden Globes, la que le abriría la puerta para lo que siempre había inspirado. Una nueva etapa de su vida lejos de las reglas y cánones que exigía ser la estrella de Disney. No podía ser más feliz en ese momento; tenía todo lo que podía pedir y más.  En uno de sus actos rebeldes de cercanía no pudo evitar el abrazar y besar a los encargados de presentar la terna antes de pararse frente al micrófono.
— Ahora dedico todos estos aplausos a ti, mi amor. Porque todo lo mío es tuyo y sé que lo tuyo es mío. Mis logros son también por ti, por tus sonrisas y tus palabras de aliento. — Inhaló, pareciendo casi como si no hubiera respirado por minutos enteros. Acarició la base de la estatuilla dedicándole una mirada como si fuese su primer hijo.— Por qué no fue un camino fácil, ni lo será, pero todo parece más sencillo al lado de la persona que uno ama. Y claro que con el apoyo que recibo cada día de mis fans, incondicionales. Gracias por el reconocimiento.— Finalizó. No entraba más felicidad en su pequeño cuerpo. — Y gracias por el reconocimiento a la diversidad.
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indiebadger · 7 years
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Aquel hombre se había convertido en su alivio y aquello le gustaba, le encantaba. Sus labios eran la cosa más sabrosa que había probado en su vida, de eso no tenía dudas y, por lo tanto, aquel no sería el último beso que le diese a Victor. Se moría por más, quería besarle, acariciarle, meter las manos debajo de su camisa para tenerle cerca y quizás dejar que él le calentase las manos cada vez que estuviesen cerca. Acarició el dorso de la mano ajena con los dedos, le encantaba aquel ligero cosquilleo que le despertaba tenerlo tan cerca.
No le importaba que la chica les hubiese matado con la mirada, tampoco las muchas opciones que tenía de que su café tuviese un escupitajo a partir de aquel día, ¿qué importaban unas cuantas babas si podía estar con Victor? Aunque quizás aquella había sido un modo muy poco ético de salir del armario en su trabajo. Muchos sospechaban que Gaël era gay, algunos incluso afirmaban haberlo visto en clubes, pero verlo besándose con Victor dejaba claro que sí que lo era. Quizás salir del armario de aquel modo era la forma más Delacroix de la que se podía hacer algo: sin previo aviso, delante de un montón de gente y sin pensarlo. Como absolutamente todo en su vida.
Levantó levemente la cabeza ante aquellas palabras, una sonrisa cruzaba sus labios, una vez más su lengua pasó por encima del inferior, era una de sus malas costumbres. Se rió un poco antes de acercarse algo más y darle un beso casto en los labios para demostrarle que no se arrepentía, era lo mejor que le había pasado en los últimos años, así que sería un imbécil si lo hiciera. Acarició suavemente su antebrazo, haciendo ligeros dibujos con sus dedos, como no, lo estaba haciendo con su mano hábil, la izquierda. Le gustaba tener sus momentos de ternura, aunque los limitaba solamente a las personas con las que veía que podía pasar algo más que un rato divertido.
—Arrepentirme de besarte, dices… La verdad es que no, no me arrepiento ni lo más mínimo, ¿debería, cariño? —preguntó antes de apartar la mano izquierda para abrir la sacarina y echársela en su propio café, removiéndolo suavemente con la cuchara sin llegar a soltar su mano, le gustaba tenerle así de cerca—. Más bien es que no me gusta que ruidos fuertes me corten la diversión de besarte —explicó antes de llevarse la cucharilla a la boca, con la mirada fija en los ojos del otro hombre—, pero creo que no podemos pedir más aquí dentro, las paredes son de papel de calcar, todo se oye, todo se ve —dijo con un ligero toque divertido, su hermano y él solían llamar así a la casa de su padre, él siempre sabía lo que estaban haciendo.
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Parecía que una vez que uno se acostumbraba estar en boca de todos luego ya no paraba de buscar qué hacer para seguir estándolo. Primero el estar con Indigo Burton, luego el casarse y formar una familia, poco después, separarse y ahora besarse como si aquello fuera algún bar con otro profesor.  Tal vez se había hecho adicto a que su nombre pasase de boca en boca con rumores deliciosos por poner en la red del pajarito. Poco le importaba, al menos aquella noticia no saldría más que en el diario de la universidad a diferencia de salir en ciento de diarios internacionales al casarse.  No pudo evitar pensar en cuando se enteraría Indigo, una pregunta fugaz  con una respuesta automática porque lo conocía demasiado bien para sabe que lo haría pronto, muy pronto.  Casi como si tuviera informantes dentro de la universidad.  El beso casto del francés lo sacó de sus pensamientos y le hizo sentirse un poco culpable de que su mente siguiera yendo a su ex marido casi por inercia. Si se estaba divirtiendo tanto con él ¿por qué debía de pensar en otro?
— Algunas malas lenguas dicen que llevo una maldición.— Apuntó enarcando sus cejas, a veces caía en esa creencia de que había algo mal en él y por eso todas sus relaciones terminaban. Ahora sólo sería cosa de Gaël de que lo creyera o no para decidir qué hacer a continuación. Su mirada estaba tan entretenida en las acciones del otro, con aquellos dedos largos y flacos en movimientos tan pequeños pero medidos, que de repente se encontró sorprendido por fantasear al verlo con la cucharilla en la boca. Al escucharlo esbozó una media sonrisa, divertida,  mientras asentía levemente con su cabeza. Sabía que no podía pedir demasiado dentro de la universidad para tener una aventura pero era solo cuestión de encontrar el lugar y el momento apropiado.  Era obvio que no podían seguir besándose en lugar tan  público como la cafetería sin armar todo un show, deberían de contener sus urgencias. Retiró la mirada de Gaël para ocuparse de su propio café, solo un sobre de azúcar y apenas sin revolver.  
— Para que seamos invisibles y silenciosos dentro de esta universidad hecha de papel de calcar. — Habló proponiendo un brindis con su taza de café al volver a mirarlo. Sabía que esos ojos claros lo llevarían por toda una aventura que no podía ni comenzar a imaginar. — Aunque tengo conocimiento de algunos salones con verdadero material  de concreto.— Finalizó haciéndose un poco el misterioso al ocultar su sonrisa detrás de la taza. No sabía cuánto conocía sobre su persona, pero estaba seguro de que el hecho de que con su pareja anterior habían tenido sexo en muchos lugares de allí todavía no era de público conocimiento. 
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“All is fair in love and war”
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indiebadger · 7 years
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Todo aquello había revuelto a Indigo, un nuevo país, un nuevo horario… Ya estaba acostumbrado a que se metieran con él, por eso mismo había levantado todas aquellas defensas a su alrededor. El pelo teñido, los piercings, la ropa, el skate… Casi estaba gritando “No te acerques”, pero en el fondo se sentía solo, siempre se descargaba con su padre, pasaba horas y horas hablando con él, eran muy cercanos, claro que en aquel país no estaba su padre para fruncir los labios y darle un abrazo cuando llegaba destrozado a casa. Eso le daba miedo, no tener a nadie, que no le tendieran una mano amiga y Dylan había abierto la veda de abuso contra él con aquello, le había marcado como el debilucho.
Siguió con la mirada cada movimiento del profesor, nunca se habían preocupado por él, por el modo del que se sentía con respecto a la escuela. Ni siquiera cuando le acababan de adoptar y había empezado a ser “El niño nuevo”, así que aquello le hizo sonreír ligeramente, quizás podría confiar en aquel hombre, aunque no quería llenarle de sus problemas. Tomó asiento en la silla y le miró, de estar en Estados Unidos le hubiese dicho que le parecía una materia interesante, que tenía ganas de empezar… Pero no estaba en su país, al llegar a casa no vería a su padre sonriéndole y preguntándole por el primer día, su madre no le pasaría la mano por el pelo y se lo apartaría de la cara con cariño.
—Gracias por defenderme —dijo en un susurro, apartando la mirada hacia el suelo, siempre solía ser callado, no se relacionaba mucho, pero aquel día creyó que necesitaba descargarse—. Ya estoy acostumbrado a que abusen de mí, en Estados Unidos me pasaba cada día, pero… Ningún profesor movía un dedo para ayudarme, algunos incluso se sumaban a reírse —comentó, aquello quizás sonaba mal—. Creía que Reino Unido sería la misma mierda con un acento diferente, pero usted me ha demostrado que me equivocaba, gracias, muchas gracias por estar ahí, profesor Hale —Entonces el chico levantó la mirada para mirar al profesor a los ojos, era obvio que estaba habládole de corazón, aquella sólo sería la primera de las miles de veces que lo haría.
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Victor siempre había sido afortunado en las clases, nunca había sido víctima de abusos o bromas. Todo su paso por el sistema educativo había sido bastante feliz, disfrutaba de las clases y no se le era complicado hacer amigos; se consideró por un tiempo durante su adolescencia un chico popular, pero había algo que distaba mucho su propia personalidad con la de los verdaderos populares: él era quien paraba las peleas o las bromas pesadas. Desde muy joven había aprendido a respetar los demás, pero no sólo eso, sino detener a quienes se pensaban que estaba bien meterse con otra persona porque su aspecto era de débil.  Por eso mismo se había ganado tantos amigos como enemistades. Haber visto esa escena de Dylan e Indigo le había traído muchos recuerdos, aunque eran pocos los años que había ejercido como profesor universitario, él  nunca había visto o escuchado que algo así pasase.  Sí había tenido que lidiar con el bullying al dar clases en secundaria y por eso mismo contaba con herramientas para manejar aquellas situaciones y posteriormente podía sentarse a hablar con los alumnos de par en par para ver en donde se hallaba el problema.  Por eso mismo se encontraba allí sentado con el norteamericano como tantas otras veces lo había hecho con Derek, Emily entre otros alumnos.  Había escuchado muchas historias de vida, estaba acostumbrado a escuchar las penas de los alumnos e Indigo era uno más. Tal vez era por su acento o su forma de expresarse con aquel vestuario y modos pero Victor tomó cada palabra que venían del extranjero y las trató como si fueran oro puro.   Su rostro se había tensionado, sus cejas levemente fruncidas al igual que sus labios al escuchar tal confesión. No era novedad que profesores no movieran un dedo para ayudar a los alumnos pero aún así el mayor no lo podía creer, a él nunca se le ocurriría unirse a los matones como parte de la diversión. Se llamó a silencio hasta que el muchacho levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Victor, algo cansados pero atentos a las expresiones del contrario. Sólo entonces pudo aflojar su semblante y dibujar una leve sonrisa que intentaba expresar que todo iría bien. — No me tienes que dar gracias, es nuestro trabajo preocuparnos por ustedes  aunque muchos no se den por aludidos. — Aclaró tirándose levemente hacia el respaldo, sus manos moviéndose de pura exasperación.  — Yo estaré aquí para lo que necesites, Burton, siempre puedes pasar por aquí si necesitas hablar o algún tipo de ayuda.  ¿No te quedes callado si algo o alguien te molesta, vale? — Le preguntó, expectante.  Podía ver en sus ojos, o en lo que llegaba a ver de ellos, que era un chico de confiar y con mucho por hablar.
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“Save me a seat next to you”
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indiebadger · 7 years
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unclepetunia:
Su pregunta era real, la pelirroja de verdad queria resolver esa duda. —Me imagino.. —acotó tambien con una sonrisa, siendo el ingles un idioma tan extendido, la cantidad de libros debia ser exorbitante. Recordaba que la biblioteca del castillo tenia unas unidades en edicion limitada, incluso habia escuchado a su padre que poseian algunos que no se quemaron en los hechos de la Segunda Guerra Mundial.  — Espero tener la misma suerte. ¿Conoces a alguien de Política y Relaciones Internacionales? — y alzo sus cejas expectante.  — O mejor dicho ¿conoces a alguien realmente feliz allí?. Espero no haber tomado una desicion equivocada al venir aqui. —giró sus talones de una vez, diciendo lo ultimo ya de espaldas a terminar de arreglar su lado de la habitación. —No esconderse.  —negó, frunciendo el ceño por el “malentendido”.  —Simplemente lugares solitarios. Tranquilos.  Es todo. ¿Hablas en serio?. —inquirió, porque si era así, ella aceptaría.  —Solo déjame terminar todo aquí, si no estas ocupada mañana, estaría bien hoy.  —al menos en su mente ya estaba arreglando el itinerario del dia de hoy, e inconscientemente tambien estaba eligiendo un cambio de ropa.
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Su rostro se ilumino al escuchar que había ingresado para esa carrera, no porque ella estuviese interesada en la política internacional pero su actual novio ya cursaba su segundo año de aquello. — ¡Oh, sí! Max estudia lo mismo y lo disfruta.—Expresó asintiendo con su cabeza. Notó rápidamente que la muchacha no sabría sobre quien estaba hablando así que se explicó.— Max es mi novio, es su segundo año... No te has equivocado al venir aquí.— Finalizó, el orgullo de pertenecer a esa universidad era muy grande como para admitir que tal vez había mejores opciones.  — Eso es mucho más sencillo.— Y un poco más normal, a decir verdad, pero no la diría. Mientras hablaba se había movido hacia el cajón de su escritorio y sacado un folleto de la institución que en la parte trasera se podía contemplar un pequeño mapa de todo el terreno. — Cuando tu quieras podemos ir, puedo enseñarte varios lugares donde podrás estar tranquila.— Siguió hablando mientras se acercaba a ella para mostrarle el mapa, señalando vagamente algunos posibles lugares para cumplir con tal objetivo. La entendía, ella misma había buscado lugares donde estudiar aunque siempre terminaba en el mismo lugar: la biblioteca ¿que otro lugar podía ser?— Si quieres ir hoy puedo ayudarte a terminar de acomodar las cosas.— Se ofreció con cierta timidez. 
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indiebadger · 7 years
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En  cuanto recibió aquel último mensaje Brendan no pudo contenerse más, no le contestó y se enfocó en vestirse mientras pedía por su móvil que prepararan alguno de sus autos en ese mismo instante. En cuanto a vestirse... sólo logró ponerse los pantalones y la camisa arrugada antes de meterse en el ascensor privado que iba directo de allí al estacionamiento. Su rostro estaba tensionado, su corazón acelerado y sus manos echas un puño para evitar llevárselas a su entrepierna; tuvo la suerte de no tener que encontrarse con nadie excepto su chofer o aquellos se hubieran llevado un buen show al ver a su jefe en aquel estado de excitación que fallaba tanto en ocultar.
John, conociendo a su empleador y todo sobre su andadas, no hizo más que manejar hacia donde se le había indicado por la ruta más rápida. Brendan estaba echado sobre el asiento trasero, sus ojos cerrados pensando en nada más en las fotos que había recibido o en lo que en ese momento estaría haciendo la rubia tratando, tratando de no sacarse los pantalones allí mismo para terminar el trabajo en ese momento. Su necesidad de tener a Alyza, sin embargo, era mayor y por eso sufriría tan deliciosamente por esos minutos hasta llegar a la casa. Solo unos diez minutos y podría estar disfrutando de su deliciosa y suave piel. Debían de ser rápidos, pero valdría la pena. Minutos más tarde Brendan bajaba del auto y prácticamente corría hacia la puerta de entrada; la llave bajo la alfombra estaba allí como siempre así que no tuvo más inconveniente que controlar el temblor de su mano para poder abrir la puerta. — Alekseeva. — Pronunció mientras se dirigía a la habitación, sabía que no había nadie en casa más que la rubia. Sus manos se ocuparon de desabrochar la camisa en su camino antes de encontrarla allí tal como mostraba en sus fotos. Relamió sus labios, dando gracias a Dios por poner tal belleza en su vida, y se abalanzó sobre ella para besarla apasionadamente mientras una de sus manos ya se ocupaba de acariciar el cuerpo desnudo de la mujer.
Snapchat → Alekseeva
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indiebadger · 7 years
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footdropfinedrum:
Sonrió satisfecha cuando Freyja dijo que soportaría la intriga porque confiaba en que valdría la pena.  Aunque Aimee no estuviera  del todo segura de que sus planes le fuesen a gustar, oír aquellas palabras la alentaban a seguir con lo planificado. — Y, si no te parece que valga la pena, ¿podrías decírmelo? — pidió cruzando los dedos mentalmente porque sucediera lo contrario. — Así puedo ir variando hasta acertar. — se encogió de hombros esbozando media sonrisa. La siguió en dirección al coche y, ante su señal, subió al asiento del copiloto, colocándose el cinturón de seguridad a los pocos segundos de acomodarse. — Eso tienes que adivinarlo. — bromeó tratando de mantenerse seria, pero sin conseguirlo durante más de un par de segundos. Luego sacudió la cabeza. — Claro que te diré donde girar, tranquila. Hoy llevo activado el modo GPS humano. — puso cara rara al pensar en lo extraño que aquello podía haber sonado. — En un campamento de verano. —  respondió a su pregunta sin dejar de mirar hacia su perfil o de pensar en lo atractiva que se veía Freyja al volante. — Soy monitora de paddle-surf y participo en la coordinación de algunas actividades de ocio, ayudo en el comedor a la hora de servir la comida… Esas cosas. Y a veces, solo a veces, soy un troll que amenaza con comer niños para que dejen de hacer barbaridades y se porten de una forma medio decente. — suspiró de manera algo dramática al recordar algunas de las trastadas que había tenido que interrumpir esa semana. — Te iba a devolver la pregunta, pero ya sé dónde trabajas, así que... — añadió haciendo un gesto con la mano. — ¿Siempre has querido ser profesora? — curioseó aprovechando para sacar ella algo de información sobre aquella mujer que tantísimo le interesaba.
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— Disfrutaré cualquier cosa que hayas planeado así que relájate y disfruta tú también.—Le dedicó una de sus más dulces sonrisas con el propósito de que comenzara, de hecho, a hacer lo que le acababa de decir. No todo era sobre ella misma, quería que Aimee también se divirtiera, que ambas disfrutaran de aquel día construido por pura casualidad. Sí, estaba ansiosa por ver como se iba a desarrollar la tarde pero claramente la rubia no lo iba a demostrar. Sus manos estaban tomadas en el volante con total naturalidad, sus movimientos demostrando que sabía lo que hacía.— GPS humano.— Repitió por lo bajo asombrada por cómo era capaz de hacerle reír con tanta facilidad, su cabeza se sacudió levemente hacia los costados antes de ponerse seria nuevamente, confiando en que la joven la pudiera guiar sin problemas. La escuchó con atención, ignorando por completo la mirada ajena sobre su propio rostro al estar concentrada en la ruta frente a ellas.  Su cabeza simplemente asentía mientras la otra contaba las aventuras en su trabajo, Freyja no se veía capaz de lidiar con niños pequeños y menos si no eran de ella así que la admiraba por trabajar con ellos y aún mantener un espíritu tan animado. — Buena forma de controlarlos, tomaré en cuenta tu consejo para mis clases.—Bromeó, la rubia tenía también excusas por lo cual tener que ponerse más seria de lo que solía ser cuando en sus clases sus estudiantes universitarios se convertían en niños. Su mandíbula se tensó, sin embargo, ante la pregunta. Rápidamente suspiró y negó con su cabeza.— No, terminé como profesora por las ideas y vueltas de la vida. No me quejo pero cuando era más joven tenía otras ideas, cambiar al mundo y demás ¿sabes?  — Por un instante giró su cabeza para mirarla, podía ver en la morocha lo que ella ya había perdido, tal vez por los años o porque se había dado por vencida.— ¿Giro o sigo derecho? —Fueron sus próximas palabras sin darle tiempo a que contestara aquello que había declarado.
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
Si hasta aquel momento no había tenido un flechazo con el británico, en el momento en el que le sonrió, Indigo se quedó completamente prendado de él. Era perfecto, sencilla y claramente perfecto. La sonrisa, los ojos, los labios, su porte… Por el amor de Dios, había merecido cruzar el océano para acabar conociendo a un hombre como aquel en una clase, aunque sus esperanzas se fueron al garete al pensar que él era su profesor, Indigo no tenía nada para impresionar, solo unos ojos bonitos que cubría con aquel flequillo negro que ocultaba su pelo de color rubio ceniza. Siempre había creído que los ojos azules y aquel tono de pelo le hacían parecer el típico chico estadounidense y por eso había optado por un look que parecía opuesto.
Al acabar la clase, sacó su Motorola RAZR V3 color plata del bolsillo de los vaqueros para revisar los mensajes que había enviado su padre, ese hombre parecía no poder vivir sin Indigo pegado a él. El chico salió de la clase y aprovechó para sentarse sobre su longboard fuera mientras mandaba un escueto mensaje a su padre diciéndole que estaba bien y que había sido un buen primer día. Sabía que si le contaba lo que había pasado y que estaba a punto de entrar a hablar con un profesor Tim sería capaz de presentarse en Londres seguido por Helena y Johnny, él era su niño bonito. Tras escribir el mensaje, cerró el teléfono y lo dejó encima de la tabla, justo a su lado, sacando su tan habitual block dando los detalles de tinta negra a un dibujo en acuarelas que había hecho de la vista de su ventana.
Era obvio que Indigo tenía talento, le apasionaba dibujar, su cuerpo lo gritaba, sus manos siempre estaban manchadas, sus vaqueros tenían algunas pequeñas manchas que ni siquiera la mejor tintorería sería capaz de sacar y sus deportivas ya eran un caso perdido. Conforme él parecía sacado de una de las películas de su padre, sus dibujos estaban llenos de colores, como por ejemplo aquel que estaba completando con esmero. El verde era brillante, mezclado a la perfección con un amarillo y el azul del agua, bañando de luz toda la imagen. Para muchos Londres parecería gris y azul, pero para Indigo estaba lleno de pequeños colores que reflejaba en aquel dibujo.
Levantó la mirada del papel cuando escuchó la voz del profesor, entonces tapó el rotulador negro guardándolo dentro del estuche, ese mismo que era del color que le daba nombre. Cerró el block y a las malas lo metió en la mochila, después se puso en pie recogiendo su teléfono y la tabla antes de mirarlo, le dedicó una ligera sonrisa dejando ver sus perfectos dientes blancos. Era mejor intentar ser todo lo amable que pudiese con el hombre que le había robado el corazón durante las últimas horas.
—Usted dijo que quería verme, así que… Aquí estoy —dijo con las mejillas algo rojas, era la primera vez que un profesor le pedía hablar con él.
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Tenía muchas cosas por hacer, pagar el seguro del auto y la renta de la casa antes de la fecha fijada, visitar a sus padres que hacía varios días que no los veía, comprar los cereales que a su esposa le gustaban además de un regalo especial para ella porque su cumpleaños se acercaba a pasos agigantados sin darle respiro para armar lo que él tenía planeado, y sin embargo allí se encontraba,  haciéndole imposible no quedarse hasta tarde en la universidad porque alguien necesitaba ayuda o simplemente porque entablaba conversación con prácticamente todos los que pasaban y saludaban por mera educación; siempre había algo de qué hablar, obras de arte, el clima, las materias, algún rumor por enterarse o, como en ese caso, cómo la violencia lograba ingresar a una universidad con tal prestigio. Era joven y hacía sólo un par de años que llevaba como profesor, por eso, según decía la gente, Victor se preocupaba mucho por todo aquello del dialogo y un buen ambiente de clase. Pero se equivocaban, con el pasar de los años él nunca cambiaría su forma de ser ni de ser profesor, no a diferencia de algunos que cuanto más años cumplían parecía ser que más rápido corrían fuera de sus aulas al terminar las clases. Observó al muchacho, analizando cada una de sus acciones hasta que lo tuvo frente suyo con las mejillas brillantes, dando un aspecto que parecía estar preparado para ser regañado por el mayor. Nada más lejos de la realidad. —Pasa, por favor. — Dijo luego de asentir con la cabeza realmente complacido de que lo hubiera escuchado. Los universitarios pocas veces hacían caso de tales palabras, ellos siempre estaban ocupados, no tenían tiempo para hablar con un profesor. Incluso Victor en sus épocas de estudiante había usado la misma excusa para no hablar con las personas.  Dejó que Indigo pasara primero antes de ingresar y cerrar la puerta detrás de él.— Espero que hayas podido disfrutar la clase de hoy, es la presentación y no muy interesante, lo sé.— Comentó mientras caminaba hacia dos sillas que se encontraban en un rincón. — Te prometo que las próximas serán más interesantes, comenzaremos con algo de teoría pero pronto podrás desplegar todo tu potencial.— Sin dejar de hablar, las tomó y acercó para que así ambos pudieran tomar asiento de tal forma que pudieran verse y platicar tranquilos sin asimetría ninguna; ahí radicaba lo importante, nunca posicionarse por sobre un estudiante y así poder entablar una relación más lineal. No era con el primero que lo hacía, si él lo creía necesario sus estudiante disfrutaban de aquella práctica profundamente arraigada a los ideales del profesor Hale. — Pero quiero que tu, al igual que todos mis alumnos, se sientan cómodos y libres de expresarse en mi clase.—  Finalizó  mientras tomaba asiento, levantando un poco sus pantalones de vestir para más comodidad. Sus codos los apoyó sobre sus rodillas, mirando expectante al norteamericano.  Instándolo a que comenzara a hablar, a que emitiera alguna opinión al respecto de la clase, la pelea, sus habilidades; cualquier cosa sería suficientemente bueno como para iniciar la charla.
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indiebadger · 7 years
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mrawxsomx:
Cuando levantó la vista del papel y pudo ver la mano del profesor ante él se le cortó la respiración y aceptó su mano como ayuda para levantarse. Al ponerse de pie se sintió pequeño comparado con aquel profesor, él medía 1’71 y a duras penas llegaba a los 55 kilos, algo que aquella sudadera y los rotos del pantalón evidenciaban con muy poca sutilidad. Su pelo negruzco, se podían apreciar algunos mechones más bien rubios y castaños, caía desordenadamente sobre su cara destacando sus brillantes hijos azules que parecían más grandes gracias a la cara de niño bueno del muchacho. Las manos del muchacho estaban frías y no se dio cuenta de que estaba agarrando la del profesor todavía por haberse perdido en sus ojos, con un leve sonrojo rompió el contacto y metió la mano en el bolsillo de sudadera.
—Estoy bien —dijo en un tono bajo, su voz era fina, muy suave, casi parecía no pegar con aquella imagen que intentaba dar con su ropa, claro que combinaba a la perfección con su eterna cara de niño bueno—. Sí, claro, si usted quiere —respondió intentando por todos los medios no empezar a tartamudear.
Después de aquello se apartó el flequillo de la cara con la una mano y volvió a su asiento sacando un nuevo folio, ¿tenía algo de malo que quisiera dibujar a su profesor? Aquel hombre era realmente atractivo y siempre había interesado en el realismo, ese podría ser un gran primer dibujo realista en Londres, luego podría dibujar en los jardines, había visto algo que le gustaba por allí. Sacó sus bolígrafos y, mientras Victor hablaba, él se fijaba en sus facciones, en cada movimiento mientras seguía dibujando. La verdad era que no estaba siguiendo mucho de lo que estaba siguiendo, claro que habiendo previsto algún problema se había encargado de grabar la clase, así podría atender cuando estuviese tranquilo en su casa.
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Como había predicho, el muchacho no pesaba más que una pluma y quedaba ligeramente debajo de su barbilla; más la sorpresa que se llevó fue el acento que portaba, un detectable acento norteamericano que a Victor le hizo crecer su instinto de protección, estaba muy lejos de casa y ya en su primera clase se había encontrado con un rufián. Uno que no volvería a pisar aquella aula en el tiempo que le quedara a él como profesor, no haría allí mismo una escena pero una vez terminada la clase él mismo se ocuparía de que al alumno no se le hiciera tan fácil. Victor ni siquiera notó la duración que sus manos entraron en contacto, estaba muy ocupad en ver en sus ojos si realmente se encontraba bien. Cierto hábito de viejo artista levemente obsesionado en descubrir en la mirada de las personas el verdadero significado de las palabras. Palmeó levemente su hombro para dale ánimos y con una leve sonrisa giró sobre sus propios talones para comenzar a bajar las escaleras. El show había terminado pero ahora comenzaba algo mejor, la clase. La cual se resumió en Victor hablando y hablando durante horas: Introducción a la materia, arte, lápices, personas posando para ellos, pasión y disciplina. Su forma de vestir, de pararse, de dar la clase, sus dibujos perfectos al igual que su forma de hablar, para muchos estudiantes el profesor Hale era increíble, sin embargo, lo que encontraban aún más increíble era cómo después de estar hablando durante horas, él seguía mantenido su voz y hablaba sin demostrar esfuerzo alguno.  Uno de los más sorprendidos, por ejemplo, fue Dylan Radde, el muchacho que había tomado la mala decisión de aprovecharse de un crío, cuando luego de la clase el profesor  no lo dejó irse del aula y esperaron juntos la presencia del decano que no se hizo esperar mucho. Así los tres mantuvieron por varios minutos una charla sobre el futuro del muchacho que terminó con la decisión de que se pensaría los pasos a seguir luego de que cada parte involucrada reflexionara.
Segundos después que hubiera salido Dylan y el decano, Victor apareció en la puerta con un rostro fresco a diferencia de los otros dos que habían pasado con la seriedad reflejada en los suyos. Giró la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro para encontrar allí a quien estaba buscando.— ¿Burton, verdad? —Habló para llama la atención del joven. Poco sospechaba él el verdadero origen de aquel apellido, pero en ese momento no importaba, ni importaría en un futuro.  —Gracias por esperarme, me alegra que lo hayas hecho.— Comentó con sinceridad antes de indicarle con sus manos que se acercara y pasara dentro del despacho.  Necesitaba hablar con él para confirmar los hechos y así reflexionar sobre lo que pasaría luego, pero además quería saber si se encontraba bien y ganarse su confianza para que se pudiera evitar de ese momento en adelante cualquier otro accidente como el de horas atrás.
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“Save me a seat next to you”
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