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Stalkear
Sabes que cuando estás stalkeando encontrarás algo que terminará por no gustarte, y tal vez cometas errores garrafales en el momento de rabia que dicha publicación te provoque. Entonces, ¿por qué stalkeamos?
Es simple, es algo que no podemos soltar algo que necesitamos sentir nuestro, buscamos un indicio de pertenencia en el perfil del ser que estamos "acosando", pero muy por el contrario encontramos que ya no nos pertenece, es más, nos ha olvidado, remplazado y luce más feliz.
¿Y cuál es el siguiente paso?
- Dejarlo ir, admitir que no tenemos parte en esa ecuación y empezar a vivir nuestras vidas. Pues no, claro que no, nos ponemos hermosas, nos pintamos de rojo los labios y nos cruzamos frente al tipo en cuestión, le sonreímos y le decimos cuanto lo extrañamos, él se come todo el papel de mujer necesitada y "acepta" que también nos extraño. Demostramos que somos lo mejor que tiene y al despedirnos decimos que todo fue un error, que ya no nos sentimos tan mujeres en sus brazos, que la magia se perdió. Añadimos que es momento de buscar alguien más que nos haga sentir bien. Volvemos a pintar de rojo nuestros labios y decimos adiós.
Volvemos a stalkear y cuando vemos sus fotos de felicidad, sonreímos... porque sabemos que tampoco la ama. Sabemos que un labial rojo le gana a esa mentira que llama amor.
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Adiós
Lo vi intentar llorar cuando le dije: "creo que no volveré nunca más" , agachó su cabeza y apretaba sus ojos en busca de lágrimas que me hicieran "recapacitar", pero no las consiguió, cuando me miró yo estaba llorando, lo abrace, le di un último y largo beso, le dije te amo y me marché, no sentí dolor, no sentí tristeza, no sentí rabia, me atrevería a jurar que lo que sentí era libertad, satisfacción de hacer lo correcto por mí.
Sabía que aunque fueron mentiras, también fueron los más hermoso dos años de mi vida, y eso jamás me dejará odiarlo. Así es como solté al manipulador más grande que pude conocer.
Y no le dije adiós porque ya le había dicho eso mil veces, sin adiós no hay despedída, no hay reencuentro, sólo un recuerdo grato, y las mil experiencias de aprendizaje.
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Reglas de oro
1. Da a media que recibes.
Ésta regla nace cuando tenía como 16 años y estaba enamorada de Álvaro, una niña tranquila de casa, ferviente creyente, sin vicios y estudiosa deslumbrada por el rebelde músico de 24 años que sabía que me encantaba, y a quien le gustaba también pero la dinapen lo detenía. Pero ese no es el tema de hoy.
Volviendo a la regla, en ese entonces mi amiga, mi tutora, mi guía a quién le debo el amor al la música indie ecuatoriana me dijo: Isa para, dale suave con Álvaro, recuerda siempre *dar a media que recibes*, eso me marcó, se me grabo en lo más profundo del inconsciente.
Bueno a veces se me olvida, cuando estoy conociendo a alguien y me desprendo de mi misma, con esa facilidad que tengo para entregar todo, esa facilidad, que en ocasiones odio tener. Luego las palabras de Sarita retumban en mi cabeza, gracias a eso, he podido evitar muchos dolores o al menos he sabido pararlos a tiempo cuando por esas cosas de la vida sucumbí en alguna relación tóxica. Es que es verdad, todo, absolutamente todo en esta vida debe ser así, recíproco.
Dar a media que recibes.
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