isis-walker - Tumblr blog

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@milefonseca

Tenía un plan en su mente, uno determinado. Para elaborarlo y terminar por cumplirlo, necesitaba un dos. Confiaba en sus compañeras de habitación, sí, pero en este momento alguien más cruzaba su mente. Al llegar a la habitación número dos de la tercera planta, noto que alguien salía de la misma. “Permíteme.” No dio lugar a ser echada, se introdujo dentro y cerró la puerta detrás de sí. “Milena, despierta.” Gritó sin ningún tipo de consideración, esperando ser escuchada por la muchacha que dormía pacíficamente. “Te necesito, venga.” Se acercó a ella y, de un solo tirón, le quitó las sábanas de encima, destapándola. Eso debería servir para que Morfeo la liberase.

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SMS: Ísis → Silver.

Silver: Pues claro que lo prohibieron. O, por lo menos, en mi clase han llamado la atención ya varias veces por usarlos.

Silver: Será que me han tocado los profesores más amargados.

Silver: Lo que tú prefieras. A mí me gusta de todo. Menos el marisco, tsk. Salgo barata.

Ísis: Eso es porque no sabes ocultarte cuando lo haces.

Ísis: Te hace falta más picardía.

Ísis: ¿De todo?

Ísis: ¿No eres vegana o algo así? Siempre he pensado que tienes pinta de vegana.

Ísis: ¿Hamburguesas?

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Dejó sus ojos en blanco, volviendo a frustrarse con aquella actitud que se hacía presente. ¿Qué tan terca puede ser una sola persona? Porque la rubia estaba demostrando romper cualquier record. Ella misma, orgullosa, sabía exactamente de qué se trataba todo aquello. No iba a seguir insistiendo, no se caracterizaba con rogar y nunca lo haría. “Bien.” Soltó su brazo y se apoyó en el árbol, permitiéndole que volviera a hablar. De nada servía si iba a seguir mintiendo, pero tampoco estaba en sus planes continuar presionando. “En ese caso deberías dejar de lamentarte.” Murmuró, cruzándose de brazos y dándole mínima importancia a lo que sucedía. Su acompañante lo estaba haciendo, quitándole importancia a sus propios sentimientos. Si así era como quería las cosas, no iba a negarle el placer de seguir el mismo camino. “Dejar de sentir lástima por ti misma y recomponerte.” Dura, como solo ella podía serlo, soltó sus palabras. Había intentado el otro camino, el amable y considerado, pero no había surtido efecto. Jean lo había rechazado y ya no volvería a dar otra oportunidad.

Lo que menos se esperaba era aquel cambio de actitud. ¿Qué? ¿Tan jodida se veía la rubia? No deseaba eso, misma razón por la que su estado le obligó a controlar las lágrimas y se aferró a la realidad, aunque contaba con los pies flotando en alguna parte de su mente. Negó con la cabeza, terminando por limpiar aquellas lágrimas y alzando un poco el rostro para que el frío del aún invierno, le golpeara y despejara un poco. “Nada más.” Respondió sin ganas, con un tono tan melancólico y cansado que incluso le asustó. Si bien podían ser mil cosas, prefería dejarlo ahí. Muchas veces a ella le costaba trabajo mirar la intensidad de sus problemas, ¿por qué los compartiría con alguien más? Pero claro, supo que su respuesta estaba tan llena de mentiras que no pudo dejarla ahí. “Malos días.” Agregó, lamiéndose el labio inferior mientras se contenía.

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sms; isis.

Ville: No lo haré, menos si me relacionan tanto contigo... Ni siquiera entiendo por qué. ¿Me besaste mientras dormía, acaso?

Ville: Ja-ja.

Ville: ¿Y cuándo vas a conquistarme tú a mí, ah?

Ísis: Sí, pero no fue suficiente para despertar al bello durmiente.

Ísis: Eso ya lo he hecho.

Ísis: ¿No te parece?

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No sabía dónde estaba la cabeza de la desconocida en aquel momento, pero parecía ida, completamente. Hubiese pronunciado su nombre para llamar la atención, sin embargo desconocía cualquier información sobre ella. Se quedó allí, quieta, esperando que reaccionara y diera indicios de encontrarse lúcida. La parte humana de su persona comenzaba a preocuparse un poco. Un pequeño alivio invadió su cuerpo cuando volvió a hablar. “Tu comentario también lo fue, pero no me escuchaste recalcarlo, ¿o si?” Parecía increíble que fuese ella quien reprochara sus contestaciones. ¡Si apenas podía entender el punto de cada una de sus respuestas! Su esfuerzo se encontraba en poder mantener la charla, pero su temperamento poco agradable amenazaba con entrometerse. No se definía a sí misma como alguien paciente, muy por el contrario, poco esfuerzo se necesitaba para encender la mecha y provocar su enojo. “ Son solo grillos.” Dio algunos pasos hasta la contraria y, poco a poco, se fue agachando hasta quedar sentada en la banca, a su lado. Sus ojos, por otra parte, no se desviaban del rostro ajeno. “¿Estás drogada?” Ella misma utilizaba esas sustancias, en su pasado habían sido sus mejores amigas y compañeras para liberar el dolor que la atormentaba. Actualmente, había abandonado cualquier cosa que se relacionara con los escombros de su vida anterior, pero podía deducir que la muchacha nocturna padecía de algunos efectos secundarios. “¿Te encuentras bien?” Tenía corazón de piedra pero aún conservaba cierta empatía, la cual obligaba a formular esa pregunta. Necesitaba saber que estaba pasando con la mujer desconocida y por qué culpaba a los grillos inocentes.

Inclusive la soledad se podía convertir en una adicción. Estaba acostumbrada a recibir las constantes quejas de las personas a su alrededor, deseaban conocerla a fondo, saber porque se alejaba tanto del mundo real. Pláticas estúpidas, coqueteos patéticos, parejas que seguramente terminarían, y un poco de risas fingidas. La sociedad estaba cada vez más dañada, se fragmentaba constantemente…haciendo estragos las pocas neuronas que les quedaban a las generaciones de ahora. Sólo cuando estaba con su difunto esposo, experimentó algo de terror. Había estado allí. Era exactamente como lo recordaba. Aquellos gritos, los mismos que le llamaban la atención por hacer algo mal. Era una esclava en su propio hogar, envidiaba a los presos que tarde o temprano obtendrían su libertad. Durante las noches, lloraba en silencio…esperando que un ángel fuera a salvarla del infierno en el que estaba viviendo. ¿Injustamente? Posiblemente, ningún ser humano se merecía sufrir de esa manera. Eran dos personas, ¿o ya no se le podía considerar un ser humano? No lo sabía, deseaba desaparecer, dejar de existir, para sólo ser un recuerdo en la vida de ese hombre. Actualidad. El cigarro comenzó a terminarse, ocasionando que nuevamente un escalofrío cargado con sentimentalismo, aprisionara el cuerpo delgado de la cobriza. “Eso es demasiado obvio, ¿no crees?” La respuesta la tomó por sorpresa, se sintió torpe, revivió los años en los que solamente era una pequeña niña. Un infante temeroso del mundo, de la sociedad… ¿Seguía siendo esa niña en su interior? Sí, pero lo disfrazaba con una actitud despreocupada, con un caparazón difícil de atravesar. Silencio. “Hacen demasiado ruido, o quizá sólo se trate de mis pensamientos, están quebrando la tranquilidad del lugar.” Siguió hablando, ¿lo había dicho en voz alta? Vaya, esa noche resultaba ser prometedora. No estaba en sus planes entablar una conversación nocturna con un desconocido, pero después de todo, era el medicamento el que estaba hablando, en sus cinco sentidos, ella se hubiera apartado, dejando que la noche continuara siendo igual de aburrida que siempre.

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Podía notar que el chico estaba cansado y lo entendía a la perfección. Ella misma había pasado noches en vela con sus apuntes, luchando por no caer rendida encima de ellos, siempre siendo una tarea demasiado difícil. Se sorprendió al escuchar la respuesta ajena. “También estudio Derecho.” Ya estaba por terminar su carrera, no le quedaban demasiados años por delante y, a juzgar por la edad del contrario, a él tampoco. “Es extraño que no te haya visto en clases.” Incluso había sido Senadora de la Facultad de Derecho, siempre se topaba con millones de estudiantes de la carrera, sin embargo él no era uno de ellos.

Su mano parecía moverse sola pues mientras que leía, las palabras seguían apareciendo en la libreta. El sueño empezó a invadir su cuerpo un poco, sentía que los ojos se le cerraban levemente pero se esforzaba por mantenerse despierto lo cuál le fue más fácil cuando la castaña le habló. - ¿Hm? Oh, derecho. Son mis apuntes de Derecho Penal - un suspiro salió de su boca y se encogió de hombros

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Su ceño se frunció al escucharla. ¡Claro que se había caido, acababa de verla! Nunca había estado esperando una respuesta evasiva. “¿Me estás tomando el pelo?” Preguntó un tanto molesta ante la actitud contraria. No entendía por qué no estaba siendo directa, como si tuviese algo que ocultar. El pensamiento provocó incomodidad en su interior. ¿Y si así era? Suspiró, sus pensamientos desconfiados fueron interrumpidos por una expresión de dolor que retumbó por sus oídos. “Lo siento.” Respondió con el mismo tono hosco y cortante que ella acababa de utilizar, volteando su rostro para encontrarse con el de Rooney, completamente seria (casi parecían dos mimos). Una vez que pudo notar lo que su mirada transmitía, dejó que sus músculos se relajaran un poco, abandonando aquella actitud que había adoptado antes. No le agradaba saber que estaba sufriendo por causa de un tropezón. “Lo siento.” Repitió, esta vez más calma y más sincera. Se inclinó hasta el cuerpo contrario y colocó una mano en su mejilla para luego depositar un beso en sus labios, corto, porque no había tiempo que perder. “Te llevaré a la enfermería, ¿de acuerdo?” Su aprobación poco importaba, ya que lo haría de todas maneras, solo intentaba advertirle. Proporcionó una última caricia en su rostro para, acto seguido, pasar un brazo por detrás de su espalda y otro por debajo de sus rodillas. “Agárrate.” Fue lo que dijo antes de alzarla en sus brazos sin demasiadas complicaciones, su chica tenía peso pluma y gracias a propio estado físico no era ninguna tarea difícil. 

Estuvo a punto de realizar un nuevo intento por ponerse de pie, más sin embargo, aquella voz que tan bien grabada tenía dentro de su memoria se encargó de detenerla justo antes de llevar a cabo cualquier imprudencia. Una ola de alivio se esparció como por arte de magia por su interior, como si con el simple hecho de tener a la canadiense frente a ella todos sus problemas se hubiesen disuelto. Por un momento, fue capaz de dejar de lado el persistente dolor que residía en su lesionado tobillo para responderle con una ligera sonrisa. “Hey.” Siguiendo sin reproches su indicación, permaneció quieta sobre su sitio, abandonando completamente todo plan que hubiese tenido por tratar una vez más de ponerse de pie. Ante la siguiente pregunta, presionó sus labios entre sí. Había toda una detallada explicación en cuanto al motivo de su accidente, pero se negaba con rotundidad a tocar el tema. Dejaría el asunto de su padre fuera de la conversación, pues no era algo de lo que le agradara mucho hablar. “Me he caído,” respondió entonces, evasiva, como si la situación no fuese lo suficientemente obvia. “No estaba prestand—¡Ouch!” Su vaga explicación fue interrumpida por la punzada de dolor que fue provocada por la presión sobre su tobillo, la zona se encontraba tan sensible, que hasta el más mínimo tacto despertaba en ella un insoportable malestar. Su lesión parecía ser más grave de lo que había considerado. “No hagas eso, ¿quieres? Me duele.” Le observó con seriedad, su dolor físico llegando a verse reflejado asimismo en su mirada.

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“No estoy segura de que haya un terminó específico para eso. ¿Orgullo, tal vez? A nadie le gusta ser dejado, por más que los sentimientos estén o no de por medio.” Era simplemente un hecho obvio, algo característico del ser humano. Dudaba que alguna vez conociese a alguien que prefiriera ser dejado antes que la situación inversa. “No soy enojona.” Continuó, terca. Claro que lo era, podría definirse como un fósforo, con el más mínimo roce se encendía y explotaba en un incendio, el cual nunca podía ser bueno. Su temperamento era demasiado especial, pocos lograban tratar con ella sin llegar a desencadenar una pelea. “Parece que alguien más es quien tiene que ponerse las pilas.” Las palabras del hombre acerca de ella y su relación con la federación no habían pasado desapercibidas. Ahora, las estaba utilizando en contra suya, sabiendo que debía esforzarse un poco más para estar activo tanto en sus clases como en el senado. Dos podían jugar ese juego. “No renuncies, sería una pena.” Un poco más suave, confesó aquellas palabra, bajando la guardia que antes había mantenido en alto. Era alguien hecho para esas cosas, su pérdida se notaría. Creía también las palabras que acababa de decir, estaba hecho para un poco más que el estudio. Se tomaba las cosas muy en serio en cuanto responsabilidades se trataba, algo que no sucedía con todos los adolescentes que rondaban por la Universidad (podía incluirse en esas personas reacias al compromiso).  “¿Canadá te transformó?” A pesar de formular aquella pregunta un tanto divertida, hablaba completamente en serio. “¿Por qué cambió todo?” Esta vez no había ningún rastro de burla, él estaba contando algo que, según percibía, era íntimo. Conocía lo suficiente a Ville como para saber que su vida privada era literalmente privada. Entendía que aquellas confesiones eran importantes y significaban algo: confianza. Quería retribuir el gesto, dejarle saber que podía hablar con ella, que podía sincerarse. “Suena a que eran el rey y la reina del baile.” También un tanto predecible. Ville era apuesto, podía tener a cualquier chica que se le acercara, sin embargo había elegido la perfección. Él siempre intentaba llegar a la perfección. Estructurado y firme, así podía imaginárselo. No sabía cuales eran los motivos por los cuales su personalidad había sido afectada, pero estaba interesada en indagar en ellos. Un hombre que había pasado de escoltar a una “Lady”, a compartir sus noches desinteresadas con mujeres de turno. Había algo más grande allí. Hizo una mueca con su siguiente confesión. Ahí estaba, el desencadenante de un cambio notorio. “Lo lamento.” Estiró un brazo para poner la mano encima del hombro del chico, en un gesto de consuelo. Era mala en esa área, pero realmente lamentaba que alguien le hubiese hecho daño. “Siempre he creído que las relaciones no funcionan... que son ilusiones.” Si él podía abrirse, entonces ella también lo haría. “No vale la pena, siempre terminan así.” Se encogió de hombros, volviendo a tomar un poco de su trago. Aquel pensamiento se remontaba a años atrás, en los cuales había experimentado suficiente como para crear aquella idea. “Bien.” Interceptó al hombre que había sido señalado como “su víctima” y se apresuró a besar la mejilla del mismo antes de que pudiese reaccionar. “Espero que lo hayas disfrutado, porque no volverá a suceder.” Fueron sus palabras antes de abandonar a aquel mesero confundido para volver con Ville. “Nunca especificaste en dónde.” Le dedicó una sonrisa, finalizando el líquido de su vaso de un solo sorbo. “Ahora, ¿me dirás cuál fue tu satisfacción al verme hacer eso?” Seguía sin entender del todo, por qué había deseado que besara a un completo desconocido.

( flashback. )

“¿En serio tiene que haber algo que me defina? Soy simplemente Ville, prefiero terminar antes de que la otra persona termine conmigo, ¿cómo lo llamarías a eso?” él suponía que era cobardía y no tenía ningún problema en admitirlo; sin embargo, esperaba una opinión diferente. Por segunda vez la tendría, era la primera que hablaba de sus relaciones amorosas con otra persona que no fuese su hermano. “Enojona” se burló, con una sonrisa divertida formándose entre las comisuras de sus labios, a pesar de que la actitud de la canadiense no reflejaba el adjetivo que eligió para catalogarla, era lo que más se asemejaba. Encogió sus hombros, aceptando el cumplido que no era más que sorna, le pareció gracioso en cierto sentido. “Sí, aunque por mí no estaría en nada. Como me ausenté algunas semanas… Digamos que se me juntaron muchísimos trabajos y exámenes, entonces tampoco estoy tan despierto en las reuniones del senado” tuvo que admitir, aunque una dosis adecuada de cafeína siempre ayudaba a esas eternas charlas que debía tener y la paciencia que se obligaba a poseer. “Estoy acostumbrado a hacer algo más que sólo estudiar, supongo” porque si en secundaria no era el presidente de curso, era el tesorero, sino pertenecía al centro de alumnos o se transformaba en el ayudante de algún profesor, siempre cayendo en el estereotipo del estudioso, a ese que todos detestaban en las clases por su buen rendimiento en todas las materias. Se permitió una pausa de cortesía para escuchar a la dueña de ojos turquesa, su labio inferior fue pincelado con la punta de su lengua en la espera; ¿por qué habían comenzado a hablar todo eso? Era extraño tratándose específicamente de ella. “No siempre fue así, ¿sabes? Antes las cosas eran más sencillas, más estables… Desde que llegué a la universidad las cosas cambiaron” sus ojos se entrecerraron, buscando las palabras adecuadas para proseguir: “Antes de venir a Toronto estaba saliendo con una chica. Mi primera novia y la más linda e inteligente de toda la escuela. Nunca pensé que alguien pudiese envidiarme por tener el mejor promedio, cualquiera puede tenerlo con un poco de esfuerzo. Pero a ella no. Y varios sí tenían envidia por mi noviazgo. Ella era, hm, perfecta, y todo era perfecto” otra pausa, sus brazos se cruzaron sobre su pecho. “Hasta que llegué aquí, todo el primer año tuve rumores sobre engaños y cosas que ella no haría, no creía nada, pero apenas pude viajé a Quebec a preguntar que había pasado. El final ya te lo puedes imaginar” creyó que era innecesario entrar en el detalle obvio, pero no le molestaría explicarle; al fin y al cabo era una anécdota más, la herida estaba completamente parchada con los años. “Probablemente gane más que verte comer tierra” chasqueó su lengua, chocando el vaso antes de deleitarse con el amargo sabor a vodka y ese delicado cítrico que le daba un sabor distinto. “Puedes darme un reto a mí después, así no te sientes tan sola” se burló, aunque barajando las posibilidades que habían, enseguida se arrepintió. Su orgullo, obviamente, no le permitió retractarse.

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No quiso entrometerse demasiado. Ella parecía querer controlar sus lágrimas, como también su respiración. Poco sabía de esas cosas. Nunca había sido buena consolando a los demás, la empatía no era algo que se le daba con naturalidad, por ende, se mantenía a un lado, ayudando como le parecía correcto dada su situación. Pudo escuchar un nuevo sollozo de su parte y, por inercia, se acercó un poco más a la rubia, colocando una mano en el brazo de la chica. No había querido hacerlo de aquella forma, pero su impulso había ganado la batalla, como si con aquel gesto las cosas pudiesen mejorar. “¿Qué más?” Apenas se molestó en analizar su respuesta, sabía perfectamente que no le estaba diciendo absolutamente toda la verdad, no era una tonta. Ningún dolor de cabeza llegaba a causar un semi-ataque de pánico (al menos así lo estaba viendo ella) como el que estaba teniendo la contraria. “Puedes contarme.” Por más que sus personalidades chocaran, no pensaba irse así como así, dejándola en aquel estado.

Mientras continuaba haciendo sus ejercicios de respiración, intentando detener las lágrimas y regular su pulso, cerró los ojos. Comenzó a pensar en lo que su terapeuta, hace algunos años, le había comentado para este tipo de crisis y lo único que pudo hacer fue desear estar medicada. Sus pensamientos, desafortunadamente, no hacían nada por ayudarla, sino que la hacían sentir más miserable y patética. En realidad, no estaba acostumbrada a pedir ayuda… ¿La razón? Todo el mundo se creía con los problemas más gigantes del mundo y todo el mundo era incapaz de ayudar. Cuando Jean hablaba, notaba lo que sucedía a su alrededor, notaba la densidad en el aire, notaba lo impaciente que se encontraba la otra persona por dejar de escucharla. Sollozó de nuevo, en cuanto aquella voz llegó a sus oídos una vez más. La rubia negó con la cabeza. “Jaqueca.” Respondió, una respuesta concisa que ella esperaba funcionara. Por una parte, no mentía. Aquél dolor de cabeza iba a matarla.

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SMS: Ísis → Silver.

Silver: Ahora mismo... en clase. ¿No tienes tú también?

Silver: Si estás por la facultad puedo recogerte luego e invitarte a comer algo en la cafetería cutre del edificio de al lado.

Ísis: ¿Alguien prohibió los teléfonos en clase y no me enteré?

Ísis: Depende.

Ísis: ¿Qué comeremos?

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sms; isis.

Ville: Me gustaba más mi pseudo-anonimato.

Ville: Bueno, pensé que era un secreto bien guardado.

Ville: Me pregunto si habrán descubierto también el escondite de la sortija que tengo guardada para proponerte matrimonio.

Ísis: Acostúmbrate al estrellato.

Ísis: Solo acepto de diamantes, es de la única forma que puedes conquistar mi corazón...

Ísis: Tenlo presente.

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sms; ville.

Ville: Estaba tan aburrido que empecé a leer el gossip, como siempre.

Ville: Te di más fama de la que ya tenías esta semana.

Ísis: Seguro estás disfrutando de el poder colgarte de mi fama.

Ísis: Todos saben que mueres por mí.

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Caminaba por los pasillos con un único destino: su habitación. Tenía intenciones de descansar un poco después de haber tenido una clase demasiado extensa. Sus neuronas a duras penas seguían funcionando, necesitaba un descanso urgente. De un momento a otro, sus ojos se encontraron con una figura más que conocida y sus planes cambiaron radicalmente. Sonrió, era imposible no hacerlo. Sin embargo, ella parecía no haber notado su presencia a lo lejos, como tampoco el escalón que le costó un tropezón. Abrió los ojos, grandes como platos, y se apresuró a socorrerla. “Hey.” Murmuró una vez que llegó hasta Rooney y se agachó, quedando así a su altura.  “No, no... quédate ahí.” Fue casi una orden, pues era obvio que no podía pararse y solo lograría lastimarse aún más, algo que no deseaba bajo ningún concepto. Sus manos fueron hacia las mejillas contrarias, examinando por un momento que no tuviese rasguños en el rostro. “¿Qué sucedió?” Preguntó preocupada, esta vez trasladando sus dedos hacia su tobillo, el cual presionó levemente, solo para exigir una respuesta y de esta forma orientarse. Había visto toda la escena, pero no podía comprender cómo es que había pasado por alto algo tan visible.

Era la primera vez en siete meses que recibía una de aquellas. La frecuencia con la que recibía correspondencia con aquel remitente había ido descendiendo con el correr de los años, mas sin embargo, cada vez que una nueva carta llegaba a sus manos el conflicto era el mismo: leerla o no leerla. Dejar su pasado seis metros bajo tierra y seguir con su vida o tragarse el orgullo y afrontarlo de una vez por todas. Con el sobre entre sus manos y sus marrones orbes enfocados en las letras impresas sobre este mismo, bajaba distraída las escaleras del edificio, viéndose abstraída de su entorno a causa del dilema interno que había estado abatiéndola desde el momento en que lo había recibido. Leerla o no leerla. Leerla o no leerla. Se había visto tan ocupada debatiéndose con lo mismo, que poca atención le prestó a los escalones, e hizo caso omiso del último de éstos. Un solo paso en falso fue suficiente para que su tobillo derecho se doblara de manera brusca, mas no fue la pérdida de equilibro la causante de que acabara sobre el suelo, sino más bien el punzante dolor que pareció romper sus ligamentos. “Joder,” se quejó en voz alta, con el rostro encogido en una expresión de claro malestar. Hizo intento por volver a erguirse, pero aquello sólo la llevó a soltar otra palabrota. Era inútil, no podía apoyar ni el más mínimo peso sobre su extremidad derecha, mucho menos ponerse de pie.

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SMS: Ísis → Silver.

Ísis: ¿En dónde estás metida?

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“Ya veo.” Asintió con la cabeza y volvió a concentrarse en sus propios apuntes, los cuales eran demasiado aburridos como para seguir leyendo. Su cerebro había sobrepasado el límite de estudio del día de hoy. Volvió a enfocarse en el chico, la única compañía que tenía en aquel momento. A decir verdad, también estaba la bibliotecaria, pero ambas se detestaban. “¿Qué estudias?” Preguntó entonces, intentando distraerse de las leyes al menos un momento.

El muchacho le sonrió de lado y empezó a escribir en su libreta mientras apoyaba su mejilla en su mano, sus ojos se paseaban por cada palabra que iba apareciendo con los trazos que daba en la página. No llevaba ni un párrafo completo cuando la voz de la chica llamó su atención una vez más. - Ehm, algo así.. Son apuntes para una clase, pero no es mucho - siguió escribiendo mientras hablaba para así poder devolverle la lapicera pronto.

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Con un suspiro profundo, intento mantener la calma. Cuenta hasta diez, ísis, cuenta hasta diez. Ella no se veía bien, pero obviamente era demasiado terca y se había topado con una persona que apenas aceptaba esas actitudes. Humedeció sus labios, siguiendo el camino que sus manos indicaban. Lo único que deseaba era hacer aquello, pero una pizca de remordimiento la gopleó. ¿Desde cuando se sentía de aquella forma, ella, que nada lograba penetrarla? Bah, daba igual, no se perdonaría dejarla allí, sola, por el simple hecho de que no era lo suficientemente inteligente como para aceptar ayuda (ella misma conocía de eso, también contaba con esos fallos), “¿Que ha sucedido?” Preguntó entonces, con un tono un poco más suave, dejando saber que acababa de bajar la guardia.

Si bien aquello no era un ademán normal en la blonda, no pudo evitarlo. Ni siquiera deseó retractarse. En su ausencia, aunque no fue durante mucho tiempo, cambió. Quizá para bien, quizá para mal, quizá continua igual pero con los nervios más desatados, pero había algo. Y ella se hacía creer a sí misma que no necesitaba ayuda, ni siquiera estaba segura de quererla. No pudo evitar rodar los ojos en cuanto la fémina, sin haberselo pedido, comenzó a hacerla sentir peor. Molesta, ansiosa, enferma. “Bien, ¿por qué sigues aquí?” Respondió con amargura, en un murmuró apenas audible. Sus manos, de mientras, señalaban el camino de vuelta al edificio más cercano.