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TRAPIELLISTAS AFORISMOS SOBRE MARIPOSAS
En el Salón de los pasos perdidos de Andrés Trapiello (Fractal, Alianza 2024) lo mismo puede encontrar el lector perspicaz algún roto literario ("muy buenísimo") como excelentes descosidos; disfrutar con alardes líricos sobre mañanitas arreboladas o engolfarse en crónicas de costumbres que ahondan y muerden elegantemente en sátira.
También dará la lectora curiosa en esta escritura vagamente fractal con aforismos, como interludios o mojones que le obligarán a pensar. Dice de ellos su autor (en otro aforismo) que los aforismos o son como la punta de un iceberg, o no son nada. Tiene razón.

El lector juzgará los que recojo aquí, ilustrados con mis fotos de lepidópteros, como ocurrencias de Andrés Trapiello sobre el vuelo de las mariposas...
Al modo de Ramón: cuando una mariposa vuela, se traspapela en el aire.
"Ramón" es obviamente Ramón Gómez de la Serna, en torno al cual se agrupó aquella otra generación del 27, menos gongorina y poco trascendental, pero más ácrata y bien humorada. Andrés no dice que su aforismo sea eco ¡y mejora! de esta greguería del maestro:
Las mariposas parecen mariposas de papel que se han escapado de un libro.

La IA de Gemini me regala estas otras de Ramón que tratan de mariposas y que no me resisto a añadir:
La mariposa es la flor que pasea.
El vuelo de la mariposa es el brindis de las flores.
La mariposa es el pañuelo que se escapa del bolsillo del aire.
Las alas de la mariposa son el abanico de las hadas.
El aleteo de la mariposa es la risa de la brisa.

Volvamos al Salón de Trapiello y a sus fractales, que en este caso valen por "locuras sin fundamento":
LO más hermoso de una mariposa, cuando la vemos volar, es que ni va ni viene.
LO que hace de la mariposa algo humano es que al volar parece que tropieza.
Y ALGO más: todas las mariposas no solo van perdidas, sino que, ay, supremo destino del hombre, vienen perdidas.

LA TRAVESÍA DE AUTOGRAPHA GAMMA
Autographa gamma es un noctuido que este año (2025) ha asustado a algunos urbanitas. Esta falena de gran tamaño, hasta cinco cms. debe su nombre a la plateada y elegante mancha en forma de letra gamma que adorna sus alas anteriores, las cuales son de tonos marrones a grises y con aspecto marmoleado o abigarrado. La coloración puede variar desde gris plateado hasta rojizo o incluso casi negro. Se cree que esta variación dependa de la temperatura durante el desarrollo de la oruga.

Todos las primaveras llegan a nuestra península miles, decenas de miles, cientos de miles y, a veces, como durante la ya pasada primavera, millones, gracias a las condiciones climatológicas, temperatura y humedad, pues las lluvias favorecen el crecimiento de las plantas de las que se alimentan sus gusanos.
Las autógrafas gamma vienen de África en marzo-abril y atraviesan el Mediterráneo para poblar la península. Algo parecido -me refiero a la masiva invasión de esta primavera- sucedió a principos de los sesenta del pasado siglo, en los 95 y 96 y, más recientemente, en el 2006.

La larva es polífaga, pues se alimenta de más de doscientas especies de plantas por las noches, algunas cultivadas, por lo que es un peligro para las huertas. El adulto vuela muy bien para escapar de cualquier peligro, se refugia entre la maleza y pasa desapercibido debido a su coloración críptica, prefiere el néctar para recuperar las fuerzas que le permitan seguir volando.
En su tercera o cuarta generación europea, son capaces de llegar a Escandinavia.

Cuando llega el otoño, la última generación europea regresa a sus comarcas del sur paleártico, donde producirá una nueva generación africana...
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GUAPOS Y FEAS
De nombres y gecos
A la guapa se le perdona todo. Al guapo, también... Políticos y demagogos, actrices y personajes públicos lo saben, conocen el efecto que causa el atractivo físico en el público poco avisado y gastan fortunas en cirugía para disimular los vertiginosos estragos del tiempo.
"El guapo parte siempre con crédito de bueno, y la fama de malo ha de ganársela por medio de la acción; inversamente, el feo levanta el cierre de la tienda ya debiendo al fisco de la opinión pública las pruebas de bondad que con su sola apariencia de maldad ha defraudado. ¡Oh, maniáticos mercados bizantinos! ¡Oh caprichosa bolsa de Babel!"
Las exclamaciones últimas de Rafael Sánchez-Ferlosio resultan enigmáticas. Parecen una queja universal contra la llamada antiguamente "historia sagrada", contra la arbitrariedad del Demiurgo que sopla guapura, como el Espíritu Santo gracia, donde le place..., o más bien un reproche contra la arbitrariedad de la opinión pública que juzga por las apariencias fugaces y la lindura cosmética.

Platón renegó de la cosmética como un arte innoble, un simulacro de la verdadera belleza, un halago que engaña los sentidos. Sin embargo Peter Sloterdijk cita a Baudelaire a favor del maquillaje femenil: "Elle doit se dorer pour être adorée". La mujer merece emperifollarse para ofrecerse como imagen de los dioses.
La suerte de la fea, la guapa la desea -se dice-, y es cierto que, en casos extremos, la belleza da en maldición, porque es tan grata a la vista como dulce al sabor es la miel. La belleza como el panal de la fábula, atrae a moscones asquerosos y puede tener para ellos una eficacia destructiva, pero también para la bella si incurre en narcisismo y se pierde en el fondo de los espejos...
Estimulada por la capacidad perturbadora de la belleza, la Inteligencia artificial Gemini me ha regalado unos versos:
"Por mirarte, la paz se hizo desgarro, / y el corazón, cautivo de tu encanto, / sangra llagas de amor y desencanto."
Y si la belleza nos atrae y encanta, el animal más útil para nuestra raza, sea vencejo, serpiente o salamanquesa, nos produce repulsión y se desacredita por su fealdad. Pasa también con los nombres. Mi madre jamás ha soportado el nombre que le impusieron, el de su abuela Sebastiana, que lo había llevado por haber nacido el día de San Sebastián. El significante suele volcar su efecto musical, su magia y timbres sonoros sobre el significado y el sentido de las voces.
Muchas personas no quieren admitir que la belleza de los nombres dependa de modas coyunturales y gustos históricos ni aceptan que no sea el nombre el que haga a la persona, sino la persona la que haga al nombre. Siempre he celebrado el coraje de una antigua alumna que ejerció como azafata de aviación, mujer agraciada, y que jamás consintió cambiar su nombre de pila: Melchora, nombre que hubiera espantado a mi madre. Lo cierto es que los nombres que antaño agradaron hoy no gustan y los que hoy molan, mañana no gustarán. pronto caducan y tal vez luego vuelven. Ahora se han puesto de moda nombres medievales como Jimena o Pelayo.
El mismo poder de nombrar, de inventar o imponer nombre para el recién nacido o para la recién nacida, ha pasado en una generación de abuelos y padres, a hijos e hijas. Hoy ya no pesa que el abuelo o la abuela se llamaran Nicolás o Federica. De admitirse solamente los nombres de santos, hemos pasado a la extragancia de llamar Rayo a un niño y Éowyn a una niña.
Rafael Sánchez Ferlosio, nariz aquilina, protestó ante el valor supersticioso que atribuimos a los nombres y a la fealdad de las salamanquesas...

"El nombre de la cosa maligna es tan absolutamente inofensivo como la carrera del geco o salamanquesa que rampa por el lucido de la pared, pero a semejanza de ésta, y por análogas razones, no necesita ser tenido por dañino para ser causa de aprensión. Del tímido, vacilante, verrugoso y ceniciento geco aún está por saber que jamás hiciera mal a hombre alguno en este mundo, y vedlo ahí, sin embargo, cómo una vez más acierta -pequeño pavor rampante- a dibujar o tal vez a escribir sobre el blanco del lucido la más expresiva, convincente e irresistible finta de endriago mensajero de las tinieblas y el horror"

¡Pobre salamanquesa!, ¿qué ha hecho esta beneficiosa criatura para ser endriago mensajero de tinieblas y horrores, protagonisa de fantásticas supersticiones y temores, o la Señora Serpiente, para devenir en nuestra cultura emblema del Maligno?
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ESFEGAS
Luis Buñuel leyó con fruición los cinco tomos sobre la vida de los insectos, escritos por Jean-Henri Fabre, que publicó Espasa-Calpe en 1920. Tal fue su fascinación por la obra del naturalista, poeta, escritor, micólogo y entomólogo francés, que abandonó la carrera de Ingeniería por la de Ciencias naturales, que tampoco acabaría. Buñuel se manifiesta hiperbólicamente así:
"Recuerdos entomológicos" de Fabre. Por la pasión de la observación, por el amor sin límites al ser vivo, este libro me parece inigualable, infinitamente superior a la Biblia. Durante mucho tiempo, dije que solamente me llevaría ese libro a una isla desierta. Hoy he cambiado de opinión: no me llevaría ningún libro. Luis Buñuel: Mi último suspiro, Espasa & Calpe, 1982, Pág.210
En su novela Tríbada (Theologiae tractatus), Miguel Espinosa recuerda las literarias descripciones entomológicas de Juan Enrique Fabre cuando cuenta la caza y el sacrificio de un grillo por parte de una avispa esfego, de la familia de las esfécidas (Sphecidae)...
Ante el ataque de la cazadora, el grillo, asustado, intenta huir. No le sirve de mucho. La avispa es más rápida y, a pesar de las coces del cantante, es derrotado y vuelto de espaldas... Entonces se ve cómo el estilete del esfego se hunde en el cuello de la presa, luego, por segunda vez, en las articulaciones de los dos segmentos anteriores del tórax y, por fin, en tercera ocasión, ataca su abdomen.

Los grillos sacrificados no están realmente muertos, sólo paralizados gracias al tóxico del esfego... Quince días después del evento y de su aparente muerte, se ve que su cuerpo padece o, por lo menos, tiembla, se estremece... Se pueden artisbar aún algunas pulsaciones en los palpos y leves movimientos en sus antenas.
¿Sufren los insectos? Es un tema muy discutido. En cualquier caso, cuando se alejan del peligro, cuando rehuyen calor o frío, es evidente que manifiestan una conducta nocioceptiva. De algún modo sienten el mal como aquello que les desagrada. ¿Experimentan nuestros grillos en coma o aletargados por el veneno de la avispa esfega algún tipo de sensación desagradable? ¿Y cuando las larvas de los esfegos empiezan a devorar sus cuerpos? Uno puede imaginar ser devorado en vida como un tormento insoportable.
Lo que vayamos descubriendo sobre la sintiencia de los artrópodos tendrá consecuencias éticas en el futuro. Sobre todo ahora, que empezamos a domesticar globalmente el consumo alimenticio de insectos. Por el momento, no parece que el Demiurgo haya tenido muy en cuenta la nocicepción de los grillos cuando diseñó el comportamiento de los esfécidos.

Las larvas del esfego, que viven unos quince días antes de encerrarse en sus capullos para transformarse en imagos, disponen de la carne fresca del grillo, asegurada hasta el fin del banquete...
A los tres o cuatro grillos que componen la provisión de una celda, se les amontona metódicamente, siempre de espaldas, la cabeza hacia el fondo y los pies hacia la entrada. Después de poner un huevo sobre cada uno de ellos, no falta sino tapar la cueva o la olla de cerámica.

Este implacable proceder del esfego es humanizado por Jean-Henri Fabre por la descripción de su genio literario, de tal manera que la convierte en moral y, por tanto, en terrible. Fabre -comenta Espinosa- inventa la faz del insecto y, en cuanto asoma el rostro, adviene la impudicia. La palabra del entomólogo eleva al insecto, desde el accidente natural, a objeto de una meditación casi religiosa, como si pudiésemos crear infiernos sin habitarlos.

Sceliphron curvatum (Sphecidae), avispón alfarero. Esta esfécida caza, paraliza y devora arañas, en lugar de grillos.
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CÓPULAS MOSCOSAS
En el Ulises de Joyce
En 1894 murió Rudy, cuando el padre, Leopold, y la madre, Molly, tenían 28 y 23 años respectivamente. Hacerlo para ellos (yogar, jollamar) ya no fue lo mismo. Los críticos discuten si una ambigua frase de James Joyce viene a decir que era ella la inapetente, o si era Bloom el impotente. A juzgar por el capítulo ocho del Ulises ("Lestrigones") tal vez fuese ella; a juzgar por el dieciocho (Penélope), tal vez fuese él.
En cualquier caso, el ocho tumbado es infinito, y si me dices "ocho", te sugiero que me toques el cho...
En Lestrigones, el apetito hambre se mezcla con el apetito sexo, ¿acaso no proceden ambos de la misma fuente misteriosa (de dónde el amor, de dónde el hambre)? El capítulo trata sobre todo de la comida, pero en él Bloom hace lista morbosa de los admiradores de su esposa. Como el Ulises homérico, el medio semita es "fecundo en ardides" y puede que sea él mismo quien esté propiciando el adulterio de Molly para devolverle ganas, "energía libidinosa", que dicen los entendidos.

También se encuentra el protagonista con la señora Breen (Josie Powell), un antiguo amor, a la sazón casada con un chiflado. Bloom tiene su propia vida amorosa, sus lances clandestinos, y se escribe con Martha. Admira a las mujeres poderosas, a las amazonas. Sabe que no se puede amar de verdad lo que no toleramos libre.

Cópula de típulas. De espaldas.
El amor no resta, suma
Y en la relación entre dos casi siempre sobrevuela, como un espectro, un cierto tercero...
Es ya pasado el mediodía. Bloom está hambriento. Decide tomar un tentempié en la taberna de Byrne: emparedado de queso gorgonzola, bien regado con un borgoña. Antes, en los escaparates de Grafton, mirando la ropa interior femenina ha experimentado un subidón del deseo erótico, un trastoque de los sentidos. Todavía es joven y lleva demasiado tiempo in albis.

Comer o ser comido, tal es la cuestión, piensa. Fantasea con el canibalismo ejercido por antropófagos remotos sobre misioneros. Joyce no impone ningún credo a sus personajes. De ahí el ateísmo blasfemo de Stephen Dedalus, el agnosgticismo positivista de Bloom y el deísmo pagano de Molly, que no entiende cómo se puede ser ateo.
Tal vez por el estímulo afrodisíaco del borgoña, Bloom rememora uno de esos momentos que dan sentido a la vida. Aquel en que Molly, entre rododendros, se le entregó. La feliz reminiscencia viene enmarcada por la cópula de dos dipteros, aunque también se ven en esa nube tijeretas:
"Pegadas al crisal dos moscas zumbaban, pegadas"
Con Molly bajo los helechos salvajes de la peña de Howth, sobre la bahía, bajo un cielo dormido. Silencio... Ella hacía almohada con su chaqueta, la mano de él bajo su nuca...

Arrebatado yací sobre ella, sus carnosos labios abiertos, besé su boca. Ñam. Suavemente me dio en la boca la galleta de anís caliente y masticado. Pulpa nauseabunda que su boca había mascado dulce y agria con saliva. Alegría: lo comí: alegría. Vida joven, sus labios que me dio en hociquito. Labios blandos, calientes, pegajosos, gelatinogomosos. Flores eran sus ojos, tómame, ojos aceptadores. Unos guijarros cayeron. Ella siguió tumbada. Una cabra. Nadie. Arriba entre los rododendros de Ben Howth andaba una cabra con paso seguro, dejando caer sus pasas. Emboscada tras helechos ella se rio en caliente abrazo. Locamente yací con ella, la besé: los ojos los labios, el cuello estirando, latiendo, pechos de mujer llenando su blusa de velo de monja, gruesos pezones erguidos. Caliente la lamí, Me besó, Fui besado. Cediendo toda me alborotó el pelo. Besada, me besó. A mí. Y yo ahora. (Trad. J. M. Valverde).
Pegadas, las moscas zumbaban.
Como en el capítulo XVIII, el que fue escandaloso monólogo interior de Molly, la cual -téngase en cuenta para librarla del escarnio de "ninfómana"- acaba de tener un lance adúltero con Boylan (tolerado con amargura y liberalidad inteligente por su marido), Joyce incluye, como el fornicio de moscas del capítulo ocho, pedos, mocos y el menstruo de la esposa de Bloom, única sangre que corre en esta pacífica odisea de un día (16 de junio de 1904), fecha que también fue aquella en la que Joyce conoció a su mujer Nora Barnacle, con la que se escribió cartas picantes cuando ella estuvo en Trieste (1909). Las epistolas de Nora, que tal vez inspirasen este diálogo interior del capítulo dieciocho se han perdido (por el culo te la hin...).

Cópula de Otitidae
Las moscas hicieron de marco a la escena erótica más sublime en el capítulo ocho del Ulises. No hay casualidades en estos aconteceres aparentemente rutinarios, triviales. Joyce introduce en sus textos todo el material de desecho del erotismo excitante, ese que soslayamos para hipostatizar el sexo: arrugas, pudores, miedos, decaimientos, siendo así que el erotismo pornográfico pasa por hiperrealismo clínico, mientras se fabrica masivamente tan artificial y tan ideal como irreal y deshumanizado.
Al final, Marion Bloom (Tweedy de soltera) repasa toda su vida sexual desde sus inicios en Gibraltar, pues fue hija de una ignota española (tal vez de origen judío) y un militar inglés. Molly despide un ligero sentimiento de adulterina culpa rezando un avemaría. A ella, que compara para sí la calidad y cantidad de los espermas (spunks, que significa también vigores) de sus amantes, le gustaría probar con un negro, como piensa que a su esposo le gustaría hacerlo con una obscura...
Ahora, sentada en su pelela, hace su chamber music, tras reconocer que se casó con él, "sí, quiero", "sí, quiero", con Leopold Bloom, porque "yo sabía que siempre iba a poder hacer de él lo que quisiera".

La obra concluye con ese sí rotundo de aceptación del destino que la unió a Bloom, del que tomó apellido. He aquí la traducción que Borges hace de las últimos pensamientos de Molly Bloom en el Ulises de Joyce:
... y entonces le pedí con los ojos que me pidiera otra vez y entonces me pidió si quería sí para decirle sí mi flor serrana y primero lo abracé sí y encima mío lo agaché para que sintiera mis pechos toda fragancia sí y su corazón como enloquecido y sí yo dije sí quiero Sí.
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ROSAS DE MUÑOZ ROJAS
José Antonio Muñoz Rojas, uno de nuestros "clásicos modernos", como le llamó Dámaso Alonso, fue el gran poeta del campo. Tengo que agradecer a Sebastián Gámez Millán el habérmelo presentado en espíritu. No contento con tamaña generosidad, el autor de Cuánto sé de Eros (Algorfa 2024) me regaló Las cosas del campo (Pre-textos 2004) y la edición de Álvaro García de los VERSOS de Muñoz Rojas, editados por la Junta de Andalucía en 2009.
Esta antología incluye los Cantos a Rosa del que fue Premio Nacional de Poesía en 1997 por su libro Objetos perdidos. "Rosa" es en ellos el nombre de la amada, mas también de un anhelo, del un horizonte ideal...
Acaso, Rosa, te he esperado tanto / que tengo de esperarte las raíces / del esperar tan secas, que da miedo. / Acaso, Rosa, no existiese nunca. / (Y decirlo es morirme poco a poco, mientras lo voy diciendo.) // Rosa, Rosa / lo digo sólo por saberme vivo, / oler a casa propia y bien templada, / saber que muerte y que quedarse solo / nada tienen que ver. // Dios de las rosas, / qué hermosura de nombres derramaste / para consuelo de los pobres hombres, / sólo por la virtud tuya, capaces / de decir: esta Rosa. Y sean jardines.

Es también Rosa una confidente íntima de las pesadumbres y protestas del escritor antiquerano de corazón campesino:
Entre el sueño y la muerte vamos, Rosa, / andando en medio de tiniebla, espanto, / gritos, furias perdidas, necios ríos / de estupidez humana, quicios duros / cerrrados a lo hermoso y a lo eterno, / apenas voz, apenas canto. A veces / intento de una música a este sordo / arrastrarse de pasos en la tierra.
Mas son también las rosas criaturas vivas y conscientes, gracias a la fantasía del poeta, capaces de pensar y de cantar, o de no pensar para existir "casadas al instante":
Pensar que nunca más esta hermosura, / pensar que ya mañana estos vocablos, / pensar que estos colores, estas nubes. / ¿Y no pensar? Las rosas no pensamos, / casadas al instante lo seguimos / hasta la muerte. Nuestra vida canta / con olor, suavidades, la dulzura / del existir aprisa o lentamente. / Lo demás tiene nombre sin historia.

En los Novísimos a Rosa, Muñoz Rojas quiere explicar quién o qué es Rosa:
Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya / es de verdad? Yo les contesto / Rosa y verdad son sólo una. / Rosa es el nombre de lo eterno, / que ella, eterna, si pronunciara / no sería Rosa. / Ni yo este corazón que vive de eso.
El dios panteísta de Muñoz Rojas no tiene nombre, tiene latido y por eso no hay manera de llamarlo. Parafraseo ahí sus versos. El dios del poeta se parece a una latente eternidad...
Ser, estar y tantos nuncas, / tantos siempres como nos trae / ahora mismo el tacto de la albahaca / estos mediados de julio, nos salen / al encuentro para decirnos: / Somos ese tú mismo que te estás sintieendo.
¡Sea Dios con nosotros! El dios de las Rosas, al menos, cual latente eternidad.
Eternidades del campo
José Antonio Muñoz Rojas vivó cien años (1909-2009) y obtuvo en 2002 el XI Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por el conjunto de su obra que incluye, además de poesía, memorias y ensayos. De su libro Cosas del campo (1999), dijo Dámaso Alonso que había sido el liibro de prosa más bello y más emocionado que había leído.

En 1946, en la Casería del Conde describía el poeta cómo su alma se hundía en el campo y gustaba en su espíritu tanta amargura suelta, "tanta dulzura recogida en los anuales surcos y sementeras". Muñoz Rojas se hace eco de lo que dice el campo, todo ojos atentos para contemplar
El verdor ceniciento o plata de los olivos según el viento. ¡Cómo se parecen en su seriedad, en su grande monotonía, al mar!
Toda su canción se conjuga hoy en pretérito, en aquel campo sin máquinas que era el cuento de nunca acabar, cuando las labores se hacían con sudores como diluvios de lágrimas y con pacientes borricos y mulos en la besana, todos uncidos a la tierra. Entonces se sabía muy bien cuál era la necesidad y el oficio del guarnicionero y del talabartero, cuando bajo las encinas se mascullaban historias de montes sonoros y simples felices hijos del resol (mitos que recordó Don Quijote), donde crecían primero jaramagales altísimos y despúes muchas jaras de cinco llagas y sombras apartadas que nadie había hollado, cuando en las herrizas (terrenos incultos, altos y pedregosos) reinaba la alimaña y tenía libertad la primavera...
¡Oh carrascas! ¡Oh acebuches! ¡Oh coscojas! ¡Oh torvisco, romerales, tomillos y lentiscos! ¡Oh toda mata áspera! ¡Oh silvestre libertad!
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Tachysphex sp
SINSECTOS
Refiriendo a la historia militar del siglo XXI y su gigantomaquia absurda, Estanislao Lem especula con una posible microminiaturización acelerada que llevaría la impronta de la NO-INTELIGENCIA artificial en su libro Provocación (Impedimenta, 2020).
En torno al 2040, informáticos y encodificadores, cifradores, descifradores y otros expertos, no entendían ya cómo la humanidad se había empeñado en crear con tanto ardor y terquedad la Inteligencia artificial, porque la mayoría de las cuestiones que la gente tiene que resolver en sus puestos de trabajo tanto físico como mental no requieren inteligencia. Una buena orientación, rutinas, habilidades, pericia y maña, eso vale más que una inteligencia consciente que suele perderse en antinomias metafísicas y angustias existenciales.
Todas esas competencias útiles de la mente son propias de los insectos, que para nada teorízan. Por ejemplo, las avispas del género Sphex buscan saltamontes, les inyectan en el ganglio simpático un tóxico que los paraliza sin matarlos, excavan un agujero en la arena, colocan a su presa al lado, entran en el agujero para percatarse de que no hay hormigas ni exceso de humedad, arrastran entonces el saltamontes a su interior, ponen un huevo en el cuerpo del saltamontes y se van volando para repetir la operación, gracias a la cual, la oruga que saldrá del huevo de la avispa podrá nutrirse de carne fresca, la del saltamontes, hasta su transformación en crisálida.
La avispa depredadora demuestra perfecta orientación al elegir víctima, domina las rutinas para escoger agujero y revela una maña extraordinaria sin la que esta secuencia de actos no habría culminado con éxito: la supervivencia de su especie.
Bastaba pues con replicar la anatomía neuronal de avispas, moscas, abejas o arañas (aunque no sean insectos también son listos estos artrópodos, aunque carezcan de inteligencia consciente). En una guerra futuriza bastaría que un soldado tuviera la capacidad de seguir las rutinas de un avispón, porque la inteligencia y el rendimiento bélico son dos cosas totalmente distintas.

De hecho quienes menos padecieron en aquel cataclismo del Cretácico-Terciario que acabó con los dinosaurios fueron precisamente los insectos, los comunitarios como las termitas, las hormigas o las abejas sociales sobrevivieron al cataclismo prácticamente en el mismo estado en que se encontraban anteriormente. Por tanto, los animales pequeños tienen más posiblidades de superar catástrofes que los grandes. Además, lo insectos son menos sensibles a los efectos letales de la radioactividad.
A finales del siglo XXI ya se había impuesto la idea de reducir el tamaño de los soldados al de hormigas o avispas, sin embargo, aquello resultaba demasiado complicado, así que se impuso la variante de que no fueran autómatas antropomorfos, sino insectos sintéticos (sinsectos), microarañas cerámicas, lombrices de titanio y pseudoinsectos con ganglios de arsénico y aguijones hechos con elementos pesados y fisionables. Un ejército de estos actuaría de forma similar a una marabunta, a una oleada de gérmenes o a una plaga de langostas, ¿acaso no han provocado las gigantescas masas de langostas descarrilamientos de trenes y que el día se convierta en noche?
Con el tiempo podrían incluso fabricarse microbios artificiales capaces de corroer las piezas de artillería, los motores de los tanques y de los aviones, hacer estallar los combustibles... Resultaba imaginable que uno de aquellos microinsectos pudiera atravesar el cuerpo de una persona como un proyectil y hasta concebible que sinsectos endotérmicos fueran capaces de absorber grandes cantidades de energía en cierta zona del planeta para que se produjese una súbita bajada de temperatura que provocara una espesa niebla...
También era posible aplicar estas nanotecnologías a la fabricación de microespías o micropolicías con figura de mosquito o de cucaracha diminuta. Para ese tiempo, las personas ya se habrán convertido en meros portavoces de sus ordenadores. Los partidos competirán por tener una más rápida, sofisticada y poderosa Inteligencia artificial. Los teóricos del conocimiento, es decir, los filósofos, mantendrán que allí donde ya no hay diferencias entre Inteligencia artificial e Inteligencia natural, tampoco se puede distinguir entre las desgracias que tienen unos causantes conscientes y las que no son culpa de nadie.
(La ilustración con los sinsectos ha sido dibujada por la IA Gemini)
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ROSAS
Para Mortimer, que me pasó la flor al son / de su geométrica frustración / con superficiales tensiones
"Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus." Umberto Eco
La rosa, más que una flor, es un emblema poético, es bandera del jardinero y otro nombre de lo efímero bello (Ronsard, Allons voir si la rose / que se matin avait declose...), metáfora del amor con sus pétalos aterciopelados para el tacto, su fragancia para el olfato, ¡y con sus espinas para la frustración y el desamor!...
Así en Juan Ramón Jiménez:
LA ÚNICA ROSA Todas las rosas son la misma rosa, amor, la única rosa. Y todo queda contenido en ella, breve imajen del mundo, ¡amor!, la única rosa.

Rosa de otoño
Incluso congeladas, momificadas por los fríos del otoño, resultan hermosas. "Donde hubo, algo queda"...
Juan Ramón no duda de que el nombre de esta flor sea el exacto, el que el poeta busca, así lo deja dicho en Eternidades, en el poema titulado "El nombre de las cosas":
Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas. / Que mi palabra sea / la cosa misma / creada por mi alma nuevamente. Por mí todos los mundos, / todos los siglos, / todos los espíritus, / son nuevamente míos, / con la gracia creadora / de mi divina lengua. Yo siento la raíz / de la palabra pura. / Yo siento que la rosa / vuelve intacta / de su olvido de nombre / a mi labio.
Todas las rosas, incluso aquellas sin espinas que busca el arte del jardinero y la ciencia del biotecnólogo, proceden de la humilde rosa canina, flor humilde, silvestre de cinco pétalos, cuyos frutos, llamados escaramujos o tapaculos (supongo que por sus servicios contra colitis y diarreas) son ricos en vitamina C (más aún que los cítricos), por lo que con ellos se elaboran mermeladas, bebidas, infusiones, salsas y licores.

Rosa canina y escaramujos

Tensiones florales
Pero las rosas también deslumbran al frío intelecto del matemático porque, durante años, la llamada Incompatibilidad de Gauss sirvió de paradigma para explicar la forma que adoptan, o sea cómo las plantas enfrentan la tensión entre el conato de su crecimiento y el medioambiente con sus inflexible ley de gravedad y sus cambiantes circunstancias meteorológicas. Así, cuando una hoja o un tejido vegetal crece más en unas zonas que en otras, se curva o se arruga para liberar esa tensión, como ocurre en los bordes de una lechuga o incluso en la carne de una zanahoria recién cortada. Pero, mire usted por donde..., ¡las rosas no siguen ese patrón! Son excepcionales, y no sólo por su belleza.

"Sublime frustración"
Un estudio reciente demuestra que los pétalos de la rosa no se explican por la Incompatibilidad de Gauss, sino que responden a un conjunto de ecuaciones más complejas: las de Mainardi-Codazzi-Peterson (cfr. la revista Science).

Rosa mística
Lo fascinante es que estas ecuaciones no solo explican cómo una superficie debe flexionarse suavemente para evitar rupturas, sino que, en el caso de las rosas, revelan un tipo de "frustración geométrica" hasta ahora inédito en la naturaleza.

El gran Goethe ya se dio cuenta de que la hoja es la forma primordial (arquetipo) de la planta, y que todas las demás partes (cáliz, corola, estambres, pistilos, etc.) son transformaciones o metamorfosis de la hoja. ¿Por qué no podría devenir el humán bestia, demonio, ángel...?
La belleza de los pétalos de las rosas, esos bordes puntiagudos emergen de un crecimiento inicial aparentemente simétrico, que no es fruto del azar ni de una mutación genética, son resultado de una tensión interna invisible que, sin modificar las proporciones básicas, fuerza la materia a adoptar formas inéditas. Es como si la flor, en su afán por ser bella, torciese las reglas matemáticas para lograrlo.
Este hallazgo reconfigura lo que sabíamos sobre morfogénesis vegetal y abre nuevas vías para la ingeniería de materiales, pues, si logramos imitar esta nueva incompatibilidad geométrica, podríamos diseñar estructuras que cambien de forma precisa sin necesidad de alterar sus dimensiones, algo con aplicaciones revolucionarias en robótica, medicina o arquitectura.

La araña cangrejo acecha entre pétalos escarlatas
Pero más allá de la utilidad técnica, este descubrimiento invita a una reflexión más profunda: la naturaleza no siempre se ajusta a nuestras explicaciones. Por muy avanzadas que sean nuestras ecuaciones, siempre puede aparecer una rosa para demostrarnos que la belleza, a veces, nace de romper las reglas. O, ¿no será acaso que las inventa?

Intimidades de la rosa
Nietzsche hubiera gozado con estas "revelaciones" matemáticas, tanto si son descubrimientos como si sólo son invenciones "humanas demasiado humanas" (meros e interesados antropomorfismos, como él pretendía), pues parecen no obstante confirmar la apuesta por un Demiurgo artista. Las rosas prestan testimonio veraz a favor del mundo como fenómeno estético. Dionisio y Apolo juegan una interminable partida de ajedrez, en la que todas las piezas se renuevan en una eterna Vuelta de lo Mismo.
La paradoja es que no hay en la eternidad instante que se repita, ni identidad que no sea imaginaria.

Rosas de pitiminí
"La rosa primigenia existe sólo en su nombre, sólo nos quedan nombres desnudos." (Umberto Eco, fin de El nombre de la rosa)
Es prueba de que sólo las formas puras sobreviven, no así los efímeros individuos que las encarnan.
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BOMBUS TERRESTRIS

Jesús Díaz Insua, en Fototropismo (2016). Al poeta define Encarnación Lorenzo en su prólogo "El cofre del tesoro" como "alma de gorrión atribulado", capaz de comtemplar lo divino en los seres minúsculos de la naturaleza.

En las fotos, los abejorros liban flores de níspero y de ciruelo.
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INSECTOS RELATIVISTAS.
LA FEROCIDAD DEL CORDERO Y LA JUSTICIA DEL TIGRE
En el año de la primera edición de la Crítica de la razón pura de Kant, 1781, el conde Jan Potocki viaja por primera vez a España, bajo el reinado de Carlos III, un país que se le debió de antojar tan pintoresco como culturalmente activo. Le atrajo sobre todo Andalucía, que no tardaría en convertirse en meta obligada de los turistas románticos. Visitó Sevilla, Granada, Córdoba… y recorrió los caminos y montañas de Sierra Morena, estudiando de cerca las costumbres gitanas y el calé, de lo que hay huella también en su opereta Les bohémiens d’Andalousie, representada en el castillo de Enrique de Prusia en 1794.
Avadoro, una historia española (1814) fue la edición más completa que pudo ver su autor antes de suicidarse en su biblioteca (1815), de la monumental y originalísima obra que más tarde se traduciría con el título de Manuscrito encontrado en Zaragoza (Valdemar, Madrid 2002), interesante exponente de la crisis del Antiguo Régimen.
El punto culminante del relativismo moral en esta novela laberíntica del conde Jan Potocki es la figura sadiana de Belial de Gehena, el personaje más diabólico del Manuscrito. Su parábola volteriana simboliza toda la novela:
"Des insectes très petits rampaient sur le sommet de hautes herbes. L’un d’eux dit aux autres. Voyez ce tigre couché près de nous; c’est le plus doux des animaux, jamais il ne nous a fait de mal. Le mouton, au contraire, est un animal féroce; s’il en venait un, ils nous dévorait avec l’herbe qui nous sert d’asile; mais le tigre est juste, el nous vengerait".
Más información sobre el Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki en https://signamemento.blogia.com/2010/030301-manuscrito-encontrado-en-zaragoza-de-jan-potocki.php
(Ilustración generada con ayuda de COPILOT (Bing AI)
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HIJOS DE LA PIEDRA
"Hijos de la piedra" es el título de un poemario duro como roca serrana, triste e inquietante, de carne frágil que sueña con ser ardiente y gira a tres mil granos de polen por segundo: la tristeza honda y sublimadamente surreal de Guillermo Fernández Rojano, paisano y compañero de aventuras literarias.
Con estos obscuros versos y poemas en prosa ganó el vate jiennense el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2018.
Guillermo me dedicó un ejemplar de "Hijos de la piedra" con afecto de "amistad perdurable". Como lo es, recuerdo aquí con mis fotos de ciempiés o de milpiés, un título y ocho de sus versos, en que estos artrópodos están por otras cosas:
ANTES DEL HUNDIMIENTO De las uñas olvidadas bajo los canastos de ropa sucia nacen los milpiés. Las hembras parirán en hornacinas húmedas donde el peso de algo se incrusta en su carne. Mientras, los machos reman en el polvo huyendo del peligro.
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DILEMA DE LA PROCESIONARIA
Ayer, bajando de Montesión por los Bosques del Sur de la Sierra de Cazorla, me topo con una procesionaria sin procesión (Thaumetopoea pityocampa), feroz devoradora de pinos laricios, los más hermosos y preferidos para el mástil de las carabelas que surcaron el oceano buscando las Indias por occidente.
¿Qué debo hacer? ¿La mato o no la mato? ¿Dejo las cosas como están?, ¿no peco entonces por omisión y pasividad contra la salud del pinar? Matar o no matar, la oruga o el pino, tal es la disyunción excluyente que me angustia como una trágica alternativa moral. La muerte de unos que es vida de los otros.
¿El pino o el gusano? Atribulado, se me hace el camino cuesta, y me cuesta remontar, hasta que por un claro del bosque de Riogazas asoma el panorama de la Iruela. Detrás, el horizonte de extensos olivares.
Cesa la aflicción. Entonces salivo, porque pienso en el vino de la tierra y en el sabroso estofado de jabalí de Don Chema, potente cazador y metre atentísimo de Cazorla.

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MARIPOSA AZUL
¿Quién se hubiera imaginado que Winston Churchill de distraía con su colección de mariposas mientras los nazis bombardeaban Inglaterra? Ernst Jünger describe magistralmente cómo recogía escarabajos durante las "tempestades de acero" de la primera guerra mundial; disfrutaba en la trinchera de la extraña belleza de los insectos. Vladimir Nabokov sacó fuerzas de las mariposas que había recogido desde la infancia cuando cayó el zar; no las olvidó en sus obras literarias.
Las Schmetterlinge (mariposas en alemán) de Herman Hesse se han hecho famosas. A ellas les dedicó poemas de una elegancia intemporal, como el siguiente:
Mariposa azul Revolotea una mariposa azul. Se la lleva el viento. Lluvia de madreperla, brilla, aletea, pasa. Así en visiones fugaces, así, de pasada, me saludó la dicha, brilló, aleteó, pasó.
La belleza de estas criaturas ha inspirado a malabaristas de palabras, que no siempre olvidan que fueron gusanos repulsivos y casi siempre urticantes, antes de ofrecer a la contemplación esos efímeros instantes en que las escamas de las alas centellean.
Para ellos, psyché significa mariposa y alma al mismo tiempo. Al morir, el alma abandona el cuerpo como una mariposa que alza el vuelo rápidamente y desaparece de la vista, en pos de lo etéreo.
A los sabios griegos les desconcertó la metamorfosis perfecta que conocieron. La larva gulosa come, come, come y engorda hasta que ya no sale otra larva de su piel, sino una misteriosa pupa que carece de todo lo que caracteriza a la mariposa. No tiene boca ni ano ni patas, que sí tendrá el imago que saldrá de ella. Parece una momia liada en su cáscara; sólo mueve ligeramente la parte inferior. En la momia se divisa una sombra de las alas, como modeladas por el finísimo tacto de un delicado escultor.
Y de repente, sin que nadie lo prevea, la pupa estalla. Sucede el milagro. De su crisálida emerge la mariposa adulta. Se cierra el círculo de la metamorfosis que sabemos controlada secretamente por genes y hormonas, según un protocolo que maduró con la vida en la Tierra a lo largo de siglos y milenios.
Puede que las larvas agusanadas fueran infestadas antiguamente por parásitos y puede que estos parásitos introdujeran su propio material genético en el de los "gusanos" y que desde entonces los genes hayan estado desplegando dos programas distintos de desarrollo seguidos: primero el de la larva, luego el del imago. Entre ambos, el cuerpo de la oruga se derrite practicamente y se pone en marcha ese otro proceso de diferenciación y desarrollo.
Tal vez eso explique el origen de la metamorfosis. Del parasitismo original surgió algo muy distinto: la simbiosis de dos genomas. Y de tal simbiosis, esas criaturas asombrosas cuya desaparición no debemos consentir...
Fuente:
Josef H. Reichholf. La desaparición de las mariposas y sus consecuencias para el mundo en que vivimos, Editorial Crítica, colección Drakontos dirigida por José Manuel Sánchez Ron, Barcelona, 2021.
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BORBOLETAS AMARILLAS
Me encanta el nombre portugués de las mariposas: "borboletas", "hijas del sol" se les suele llamar, pero la expresión sólo vale para un diez por ciento o menos, porque la inmensa mayoría de lepidópteros son más bien crepusculares o nocturnos, es decir, falenas o polillas. Son incontables las familias de microlepidópteros, entre las que hay ejemplares diminutos que parecen polvo en suspensión, hasta grandes esfíngidos capaces incluso de quejarse si se las asusta y que semejan pájaros volando.
Los ingleses diferencian como nostros entre moth, polilla, y butterflies, mariposas diurnas (técnicamente llamadas ropalóceros). Los nombres -como dice el profesor Joseph H. Reichholf, estudioso de las mariposas- se basan en impresiones, opiniones y prejuicios que vienen de antiguo, incluso de interpretaciones mágicas, como sucede con el nombre en alemán, Schmetterling, que viene de Schemetten, nata. La palabra inglesa butterfly significa impropiamente "mosca de la mantequilla" por la creencia antigua de que a las mariposas les gusta la mantequilla.
Fue Linneo quien ideó el nombre genérico de los bichos del mundo: primero el género con mayúscula y luego la especie con minúscula, normalmente en cursiva (Systema naturae, X, 1758). Para evitar confusiones, al nombre de la especie se añade el del primer descriptor y el año de observación. Muchas especies suelen tener nombres duplicados, o cambian el nombre por causa de nuevas investigaciones sobre su genética.
Colias crocea, o croceus, es una mariposa todavía frecuente en nuestros campos (Cerros de Úbeda). Es polivoltina ya que se reproduce tres o hasta cuatro veces al año, en primavera, verano y otoño. Las larvas de la última generación hibernan. La puesta se realiza sobre hojas de plantas muy diversas, sobre todo Trifolium y Medicago sativa, entre otras. Se la llama popularmente "mariposa de la alfalfa", tiende a posarse con las alas cerradas y machos y hembras son muy similares.

La esposa del profesor Reichholf, Miki Sakamoto, comparte el entusiasmo de su marido por las mariposas. He aquí un poema que le dedica a ...
COLIA PÁLIDA Vuela presurosa la mariposa amarilla a través del claro pinar ya el sudor se derrite en la frente Y el verano todas sus fuerzas vuelve a juntar Hace más calor que nunca Para que la naturaleza pueda despuntar nuevamente por la mañana Estamos ya preparados para pensar, porque nad puede retener El macho de la colia pálida busca incansable a su hembra, no importa cuan corta o larga sea su vida

Bibliografía
Josef H. Reichholf. La desaparición de las mariposas y sus consecuencias para el mundo en que vivimos, ed. Crítica, colección Drakontos, Barcelona 2021.
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COMO UN GORRIÓN
Eres un bachiller del hálito invisible, gorrión sin nombre. Ni tú mismo has contado las veces que has trazado caminos en el aire, eternamente, en la copa del viento, y de todas las atenciones de las nubes, en el olvido.
José Rodríguez Expósito.
Primeros hálitos de la tierra, 2024.
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HORMIGAS EN FORMACIÓN
Alfonso Reyes Ochoa (1889-1959), "Regiomontano Universal", fue un extraordinario escritor, académico y diplomático mejicano. Su formidable dominio del español corre parejo a su erudición humanista y clásica.
En uno de sus cuentos ambientado en Brasil describe el desfile de las laboriosas hormigas, fundiendo realidad, memoria histórica e imaginación...
“La formación militar de las hormigas desfila a paso redoblado. Vienen de lejos, van lejos, y cruzan la carretera heroicamente, seguras de que esto va a costar la vida a muchas de ellas. Pero el deber es el deber, y estos futuros conquistadores del planeta, o estos antiguos amos que se volvieron pequeñitos a fuerza de perfección social, no estiman en mucho al individuo: en su exacta ciudad utópica no hay estatuas para los héroes, y a menudo se les ha visto tender puentes sobre el agua con los cadáveres inmolados de sus propios guerreros, como los conquistadores españoles cuando huían de la antigua Tenochtitlán, salvando canales y acequias sobre el montón de ahogados. Ahora se trata de acarrear una buena provisión de hojitas verdes, para fundar el lecho vegetal donde cultivan sus hongos. Cada hormiga lleva su hoja como una bandera desplegada. El aire suave de la montaña hace vela en la hoja, y más de una vez el barquito vacila, va a naufragar, y al fin se recobra y sigue de frente.”
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FE Y CONATUS VITAL
Fe es eso que las raíces depositarían en la flor si la planta realizara un esfuerzo consciente por vivir. La vida, conato de perseverancia, es algo que se gana con esfuerzo o con fe, y no admite reposo hasta la muerte.

Abriéndose paso por medio de ensayos, algo absolutamente nuevo, creación, por chico que sea sigue creando y se perpetúa, y muere. Piel, carne compleja, sangre, luego piedra, a la tierra vuelve mineral. Su fragilidad e indiferencia se proyecta en la infinitud, la eternidad de la vida. Sólo como aspiración trascendente.
Y todo cuanto vive está bajo el sino de tener que apropiarse y destruir para seguir viviendo. Todo ser viviente roba para dar más, para dar lo no habido. Vida, o sea transformación. Es posible considerar que lo destruido resulte de algún modo redimido al entrar en un sistema superior, como cuando la sustancia del conejo se torna lince o el leño se vuelve llama.
(Foto de una avispa cuco sobre una rosa. Estos chrysídidos metalizados, enjollados de verde, azul, carmín o fucsia, ponen sus huevos en hogares ajenos).
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LA AMBICIÓN DE LA MOSCA
En el capítulo III del Calila e Dimna (famosa colección medieval de fábulas morales de origen oriental), se lamenta el bueno de Sençeba, buey parlante, de los pecados provocados por la codicia y la gula. Para ello echa mano de una analogía que involucra a insectos himenópteros y dípteros...
(Respeto la ortografía y léxico original, que gloso en corchetes) :
"Só [soy] en esto commo la abeja que se asienta en la flor del nenúfar, et págase della [se contenta o satisface con ella] et olvida la ora en que se deve bolar, et çierra sobre ella la flor et muere, ca se abre quando nasçe el sol, et se çierra quando se pone. Et el que non se paga en este mundo con lo que le abonda [abastece] et tiene toda vía ojo a las cosas sobejanas [extremadas] et non se teme qué çima [fin, resultado] fará es tal commo la mosca que non se tiene por pagada de los árboles et de las flores fasta que va buscar el agua que corre del oreja del elefante; et él fiérela et mátala. Et quien ofreçe su lealtad et su femençia [porfía, esfuerzo] a quien gelo non gradesçe es tal commo el que sienbra su simiente en los gamonales o en los tremedales, et commo el que da consejo al que se tiene por de acabado consejo, o commo el que predica al sordo que ge [aragonesismo = se] non oirá".
(Versión de la magnífica edición crítica de Clásicos Castalia, preparada por J. M. Cacho Blecua y María Jesús Lacarra, Madrid 1987).
La recepción del Calila e Dimna
La circulación por Europa de la colección oriental del Calila e Dimna (nombre estos de dos lobos cervales) fue facilitada por la traducción latina (Directorium humanae vitae, alias parabolae antiquorum sapientium) realizada entre 1273 y 1305 por un judío converso, Juan de Capua, que se sirvió de un original hebreo atribuido a Joël del siglo XIII.
A través del texto de Capua regresa el Calila a la península en el siglo XV con el título de Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, cuya primera edición se realizó en Zaragoza por Pablo Hurus en 1493. El Calila e Dimna será una de las escasas obras medievales que se reeditaran en el XV y en el XVI.
(La estampa que ilustra esta entrada ha sido generada por la IA Copilot de Microsoft).
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