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jcanelanda-blog · 6 years
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Instrumental. James Rodhes
Autor: Jorge Canela Landa
¿Qué nos salva de las vicisitudes de la vida? ¿Qué nos salva de traumas, carencias, trastornos, enfermedades físicas y psicológicas, falta de padre o madre, de familias disfuncionales, divorcios, fracasos…? ¿Qué nos salva cuando se viven situaciones límite? ¿El olvido, la locura, la razón, la religión, la psicología, la medicina, los amigos, el trabajo, los hijos, el sexo, las aficiones, los libros, el amor? No es extraño que, incluso algunas de estas alternativas que parecen ser tablas de salvación, algunas veces nos terminen hundiendo.
¿Qué nos salva? A veces nada.
Violado desde los seis años de edad por su maestro de gimnasia, al escritor de Instrumental - y personaje central del texto autobiográfico,
- James Rodhes, lo ha salvado la música, el piano. Una salvación que describo así, en presente perfecto, porque la vida de este pianista es la búsqueda permanente del equilibrio mental, aunque esto casi nunca lo logra. Lucha, insiste, vence y es vencido. Los demonios nunca desaparecen, sólo son apaciguados.
“Treinta años después sigo en el mismo sitio, inmovilizado contra el suelo, dolorido y con la impresión de que todo ha sido culpa mía… El poder inherente de esta mierda para joderte con una mera sonrisita burlona es aterrador... Me utilizaron, me destrozaron, me manipularon y me violaron desde los seis años. Una y otra vez durante años y años.”
Ante ello, Rodhes declara: "la música me ha salvado la vida de una forma muy literal... Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una máscara vacía de destrucción y agotamiento."
Instrumental es la carta de denuncia de Rodhes. Puede ser que atente contra la tranquilidad de tu conciencia o te levante los puños, te ponga en guardia y empieces a hurgar y a sospechar en la decencia de tu entorno.
Instrumental es el relato de los abusos sexuales a un niño y los vaivenes y traumas a los que se enfrenta la víctima a lo largo de su vida: "Me odio, tengo demasiados tics, suelo decir lo que menos conviene, me rasco el culo cuando no toca (y luego me olisqueo los dedos), no me puedo mirar al espejo sin que me entren ganas de morirme. Soy un imbécil vanidoso, egocéntrico, superficial, narcisista, manipulador, degenerado, pelota, quejica, lleno de carencias, con tendencia al exceso, agresivo, frío, autodestructivo."
Con todas esas personalidades, resultado de haber vivido situaciones límite, está claro que no se puede andar por la vida de manera subrepticia y menos si se lo declara a los cuatro vientos en un libro. Quizá una de las ventajas de estos tiempos es que el morbo vende pero no sólo ello, muchas de las historias que antes quedaban debajo del mantel, en las alcobas o en los subterráneos hoy salen a la luz pública con sólo oprimir el botón de Enter. James Rodhes, concertista de piano, judío, inglés y algo famoso, aprovecha la tecnología, sus posibilidades económicas, su aparición en público a través de sus conciertos, su apoyo de grandes amigos, su piano, su ego, su vanidad... para alzar la voz contra la hipocresía de las familias, las instituciones y las sociedades que castran, joden, violan, enferman, silencian, manipulan, invisibilizan, olvidan, deprimen, desesperanzan, avergüenzan, golpean, reprimen... a los más débiles e indefensos.
Instrumental es, además, una puerta de entrada al conocimiento y disfrute de la tabla de salvación de Rodhes: la música de piano. Al comenzar la lectura, te propone un menú de música y en cada capítulo te cuenta la vida inquietante de algunos compositores musicales famosos. En este punto, si eres de los que crees que la vida de La Gran Señora fue trágica porque el marido la maltrataba, le ponía los cuernos y al final terminó de golpe y porrazo embarrada en algún monte, deberías conocer la vida de esos músicos clásicos qué tal vez imaginamos empolvados, de peluca, zapatos de tacón y departiendo en lujosos salones de música y baile pero que en realidad la pasaron muy mal.
Después de leer a Rodhes, te encontrarás en un lugar muy distinto al que estabas ciento setenta y siete páginas antes. Musicalmente hablando, a través del sentido del oído podrás identificar grandes composiciones de genios de la música como Sergei Prokófiev, “el psicólogo de las emociones más infames. El odio, el desdén, la rabia… el asco, la desesperación, la burla y la rebeldía…”; Schubert, el “elegíaco y oscuro… teñido de esperanza…”; Bach, creador en un pentagrama de “un mundo entero compuesto por los pensamientos más profundos y los sentimientos más potentes… (a decir de Brahams); Beethoven, el que logró que la música cambiara de su etapa clásica al Romanticismo centrándola “en las emociones, dirige la mirada al interior, se salta las convenciones, guarda fidelidad constante a sus convicciones, compone para las orquestas del futuro…”; Scriabin el tremendo y brutal, digo yo, con su exploración de “la sinestesia y la relación entre los colores y la música…”; Ravel, ese “francés asexuado” cuya desgracia parece haber sido que su Bolero tan básico haya trascendido en escuchas al resto de su obra; Shostakóvich, el “sardónico, rabioso y opresivo”, apegado siempre a la Rusia Estalinista; Bruckner el “cristiano y muy devoto”; Liszt, el obsesionado con la muerte, “el cabronazo responsable de que los pianistas tengan que ejecutar de memoria recitales de piano enteros… showman y un mujeriego… (que)… después de muchos romances y varios hijos tomó los hábitos a los cuarenta y seis años e ingresó a una orden franciscana…”; Brahms, el tradicionalista, aunque en esas cosas de la pasión no lo fuera (al parecer pedaleaba la bicicleta de Schuman); Mozart, el genio entre los genios que “empezó a componer a los cinco años, a hacer giras a los seis, sabía hablar quince idiomas, compuso cuarenta y una sinfonías, veintisiete conciertos para piano, numerosas óperas, música de cámara, sonatas…” (puedo escribir los tres puntos más largos esta noche, dixit Neruda). Por cierto, dice Rodhes que dijo Schuman sobre este genio: “Hay cosas en el mundo de las que no se puede decir nada, como la sinfonía “Júpiter” con su fuga, gran parte de Shakespeare y algunas páginas de Beethoven.”; Chopin, “del que se puede afirmar que el noventa y nueve por ciento de todo lo que creó se sigue interpretando en los programas de la actualidad”, y de quien escucho, desde hace ya varios días sus Estudios, Nocturnos y Mazurcas en la interpretación de Otto Paul Riedel, y no me harto. De Chopin, dice Rodhes, “existe la idea de que… fue un niño-hombre amanerado, menudo, frágil, incapaz de demostrar fuerza ni potencia.” Nada más alejado al escucharlo, al menos deberías intentar conocer, tú lector, este disco que te he mencionado, es tremendísimo. Lo pongo así en grado superlativo. Continuando, podrás conocer y escuchar algo de Serguéi Rajmáninov, el “trastornado, desgraciado, bipolar, millonario y un virtuoso”, y que para mí es uno de mis favoritos desde aquél disco doble que tomé prestado de la discoteca de mi amigo Manuel Pontes y en el que descubrí Rhapsody on a Theme of Paganini, interpretada al piano por Jorge Luis Prats, y que puedes identificar muy bien porque alguna parte de esta obra fue utilizada como banda sonora en la película Pide al tiempo que vuelva.
Toda esta genialidad musical que existió, señala Rodhes, se encuentra entrampada en un cuadro que la anula, esconde, diluye, relativiza, o bien la hace inaccesible a las mayorías y, por tanto, la asumen pequeñas élites ya sea por su capacidad para acceder a las salas de conciertos, o bien porque representa para ellos un signo de distinción (tal y como Bordieu lo analizó en sus Criterios y bases sociales del gusto). De este cuadro que describe el mundo actual de la música clásica, destaco algunos rasgos que plantea el autor de instrumental:
a) Los intérpretes: “socialmente retrasados… emocionalmente castrados, asexuales o superamanerados… lunáticos… muy inteligentes… casi nunca se mezclan con el público… se niegan a tocar en salas que no son lo bastante prestigiosas…”.
b) Los guardianes: “…hombres blancos y viejos… (que) se dedican a tomar champán y a comerles la oreja a miembros del público maduros y forrados en pasta… Parten de la idea de que todo cambio es monstruoso y majo…”
c) Las discográficas: “pequeñas, avergonzadas e ingenuas que dirigen unos tipos bienintencionados y sumisos sin el mejor atisbo de perspicacia comercial y ningunas ganas de probar algo distinto… un presupuesto congelado año tras año… (y cuyas soluciones pasan por) coger a un grupo de jóvenes atractivos, disfrazarlos, pedirles que toquen una mezcla de pasajes breves y famosos de obras más largas, junto a transcripciones de la canción tradicional Waltzing Matilda, de El fantasma de la Ópera... y creer a la desesperada que la gente va a aceptar la trola de que eso es <música clásica>.”
d) Los críticos: ufff “el solitario, amargado, músico fracasado, cabroncete disfrazado de intelectual… el quejica snob, despreciativo, mal informado y sádico…”.
¿Qué puede hacerse ante este panorama? “Liberar la música de los imbéciles” que ella habrá de liberarnos de los traumas, del ocio, de medicamentos y psiquiatras, de la vida misma. Y para ello es necesario escucharla, compartirla con un amigo, “o con vuestros hijos. Es algo que nos honra. Un gesto bueno.”
Hay ochenta y ocho teclas de un piano y, dentro de ellas, dice Rodhes, un universo entero que puede salvarte.
Hay en las páginas de Instrumental, lo digo yo, un abecedario de dolor infinito y vergüenza, esa que sólo como lector podrás conocer al leer la obra. Parafraseando al propio Rodhes, te encontrarás en un lugar de la conciencia muy distinto de aquel en el que estabas siento setenta y siete páginas antes.
México, febrero de 2017.
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jcanelanda-blog · 6 years
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OFICIO
Estimado Sr. Gobernador de Chiapas
PRESENTE
Con fundamento en la soberanía popular que me otorga el pueblo, le ofrezco mi más sinceras disculpas por el mal momento que se le hizo pasar esta tarde, en nuestra nueva oficina de trámites llamada Cámara de Senadores.
Esperamos seguir contando con sus simpatías y apoyo, tal y como nos lo demostró el 2 de julio del año en curso, eso por decir lo menos, y sin dejar de reconocer que nos haya permitido el trasiego de abono verde que tanto ayudó a hacer crecer los votos por aquellos lares.
No evito comentarle que, en aras de que sigan nuestros buenos entendimientos, me he permitido esta tarde girar instrucciones para desfacer los entuertos a que nuestros próceres de la democracia quisieron someterle. Nada hubiera sido peor que mantenerlo alejado de su bella familia, en especial de Anahí y las canciones de ese gran cantante de corridos y que es su amigo en grado superlativo.
Aprovecho la ocasión para enviarle mis atentas y seguras consideraciones.
ATENTAMENTE
EL PUEBLO ENCARNADO EN MI
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jcanelanda-blog · 6 years
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" El muy estimado y admirado en Chihuahua general Felipe Ángeles, ex director del Colegio Militar, gran patriota, estratega en las batallas de Zacatecas y Torreón donde derrotó a las fuerzas federales , maderista declarado, que incluso estuvo preso al lado del Presidente Madero por no unirse al cuartelazo de Huerta, pacifista y filósofo, está preso y será juzgado por un tribunal carrancista." Fragmento de nota del periódico El Heraldo citada por Ignacio Solares en La noche de Ángeles, p. 165
Al leer La noche de Ángeles, de Ignacio Solares, no sabía si estaba ante la historia novelada de el Che Guevara, el guerrillero heroico incansable que no se detiene ante ningún triunfo y decide continuar su lucha allende las fronteras caribeñas para terminar acribillado en Bolivia o ante el final inevitable y necesario, incluso propiciado por sí mismo, de Sócrates ante la cicuta.
El general Felipe Ángeles (Zacualtipán, Hidalgo, 1869) ante la mirada de Solares, aparece sobre todo como un hombre pulcro; como un artillero que si bien calcula y hace estrategias es incapaz de ajusticiar a nadie. Incluso hasta el delirio de intervenir para salvar la vida de los enemigos.
Defensor del legado de Francisco I Madero, Ángeles aparece en esta novela no sólo como un apóstol a lado de otro (a Madero se le conoce como el apóstol de la democracia), sino que, a ambos se les establece en una relación cuasi cristiana en que alguien, necesariamente, es Cristo. No se sabe bien a bien quién en esta historia es Judas (aunque el mismo Carranza haya dicho que era Felipe Ángeles). Para Solares, el papel de Judas lo llevan a cabo de manera combinada Victoriano Huerta, Carranza y Álvaro Obregón.
Todo lo anterior, desde luego, en una obra real llamada: La Revolución Mexicana. ¡Faltaba más!Los políticos, los militares, los asesinos jugándose el pellejo para salvar a la Patria. Qué digo a la Patria, para salvar las Tablas de la Ley, perdón, para salvar a la Constitución.
La gran ventaja de Ignacio Solares acerca de que sus novelas históricas cuentan con muy buena información documentada y que agrega siempre entre comillas, en esta ocasión escasea. Esto, más que atribuible al propio autor lo es al personaje, pues documentos y escritos acerca de Felipe Ángeles existe poco. De allí los grandes hoyos que tuvo que llenar con la ficción el escritor. Incluso de esto habla al final de su novela en una nota.
Rasgos de la novela
Desde el comienzo de la narración, el personaje de Felipe Ángeles va camino hacia su muerte. En una barca pilotada por un ser de ultratumba, cruza las aguas oscuras de la noche. Es la representación simbólica del regreso del General a México, después de su exilio en Estados Unidos, lo que le permite al autor, a través de un narrador omnisciente, interrogar al personaje, cuestionarlo, meterse hasta sus entrañas para saber qué piensa, qué reflexiona, cuáles son sus ideas políticas. O bien, para plantearle preguntas como la relación que mantuvo con el poder, las intrigas políticas a las que se enfrentó, la relación personal con el Presidente Madero, sus luchas al lado de Francisco Villa y sobre todo, sus desencuentros y desavenencias con Carranza siendo este Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y luego, el Presidente de la República. Lo que redundaría, al regreso de su exilio, en su fusilamiento.
Durante su encierro, en los días de su juicio, previo al paredón de su ejecución, las disertaciones de Felipe Ángeles a través del narrador omnisciente me hicieron recordar al personaje de la novela El Extranjero de Albert Camus, quién también (me refiero al personaje) en la antesala de su muerte, la que le fue dictada por un jurado luego de haber asesinado a una persona, discurre acerca del sentido que tuvieron sus acciones en la vida, cierto desapego y la claridad acerca del torcimiento con que se ejerce la justicia, no sin aceptar la condena propia como el paso necesario para poder salvarse de este mundo. Desde luego, ese recuerdo de Camus me hizo comparar ambas plumas. La de Ignacio Solares no sale bien librada. Es el tercer libro que leo de este autor y su escritura me sigue pareciendo sin ritmo, trabada. En algunos párrafos uno tiene que volver a leer para poder entender lo que se dice, tanto que a veces incluso he jugado a recomponer algunos fragmentos.
La noche de Felipe Ángeles más que acercarme al militar revolucionario que admiro, me cuestiona acerca de si acaso él y Madero solo fueron dos fueron idealistas metidos a la política y a la guerra y cuyas acciones más que evitar el conflicto lo provocaron. Ambos, queriendo ser buenos, quizá sólo lograron empedrar el camino al infierno, ese que está lleno de buenas intenciones.
Jorge Canela Landa. 24 de agosto de 2018. Escrituras al vuelo mientras viajo.
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jcanelanda-blog · 6 years
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LA NOCHE DE FELIPE ÁNGELES
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" El muy estimado y admirado en Chihuahua general Felipe Ángeles, ex director del Colegio Militar, gran patriota, estratega en las batallas de Zacatecas y Torreón donde derrotó a las fuerzas federales , maderista declarado, que incluso estuvo preso al lado del Presidente Madero por no unirse al cuartelazo de Huerta, pacifista y filósofo, está preso y será juzgado por un tribunal carrancista." Fragmento de nota del periódico El Heraldo citada por Ignacio Solares en La noche de Ángeles, p. 165
Al leer La noche de Ángeles, de Ignacio Solares, no sabía si estaba ante la historia novelada de el Che Guevara, el guerrillero heroico incansable que no se detiene ante ningún triunfo y decide continuar su lucha allende las fronteras caribeñas para terminar acribillado en Bolivia o ante el final inevitable y necesario, incluso propiciado por sí mismo, de Sócrates ante la cicuta.
El general Felipe Ángeles (Zacualtipán, Hidalgo, 1869) ante la mirada de Solares, aparece sobre todo como un hombre pulcro; como un artillero que si bien calcula y hace estrategias es incapaz de ajusticiar a nadie. Incluso hasta el delirio de intervenir para salvar la vida de los enemigos.
Defensor del legado de Francisco I Madero, Ángeles aparece en esta novela no sólo como un apóstol a lado de otro (a Madero se le conoce como el apóstol de la democracia), sino que, a ambos se les establece en una relación cuasi cristiana en que alguien, necesariamente, es Cristo. No se sabe bien a bien quién en esta historia es Judas (aunque el mismo Carranza haya dicho que era Felipe Ángeles). Para Solares, el papel de Judas lo llevan a cabo de manera combinada Victoriano Huerta, Carranza y Álvaro Obregón.
Todo lo anterior, desde luego, en una obra real llamada: La Revolución Mexicana. ¡Faltaba más!Los políticos, los militares, los asesinos jugándose el pellejo para salvar a la Patria. Qué digo a la Patria, para salvar las Tablas de la Ley, perdón, para salvar a la Constitución.
La gran ventaja de Ignacio Solares acerca de que sus novelas históricas cuentan con muy buena información documentada y que agrega siempre entre comillas, en esta ocasión escasea. Esto, más que atribuible al propio autor lo es al personaje, pues documentos y escritos acerca de Felipe Ángeles existe poco. De allí los grandes hoyos que tuvo que llenar con la ficción el escritor. Incluso de esto habla al final de su novela en una nota.
Rasgos de la novela
Desde el comienzo de la narración, el personaje de Felipe Ángeles va camino hacia su muerte. En una barca pilotada por un ser de ultratumba, cruza las aguas oscuras de la noche. Es la representación simbólica del regreso del General a México, después de su exilio en Estados Unidos, lo que le permite al autor, a través de un narrador omnisciente, interrogar al personaje, cuestionarlo, meterse hasta sus entrañas para saber qué piensa, qué reflexiona, cuáles son sus ideas políticas. O bien, para plantearle preguntas como la relación que mantuvo con el poder, las intrigas políticas a las que se enfrentó, la relación personal con el Presidente Madero, sus luchas al lado de Francisco Villa y sobre todo, sus desencuentros y desavenencias con Carranza siendo este Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y luego, el Presidente de la República. Lo que redundaría, al regreso de su exilio, en su fusilamiento.
Durante su encierro, en los días de su juicio, previo al paredón de su ejecución, las disertaciones de Felipe Ángeles a través del narrador omnisciente me hicieron recordar al personaje de la novela El Extranjero de Albert Camus, quién también (me refiero al personaje) en la antesala de su muerte, la que le fue dictada por un jurado luego de haber asesinado a una persona, discurre acerca del sentido que tuvieron sus acciones en la vida, cierto desapego y la claridad acerca del torcimiento con que se ejerce la justicia, no sin aceptar la condena propia como el paso necesario para poder salvarse de este mundo. Desde luego, ese recuerdo de Camus me hizo comparar ambas plumas. La de Ignacio Solares no sale bien librada. Es el tercer libro que leo de este autor y su escritura me sigue pareciendo sin ritmo, trabada. En algunos párrafos uno tiene que volver a leer para poder entender lo que se dice, tanto que a veces incluso he jugado a recomponer algunos fragmentos.
La noche de Felipe Ángeles más que acercarme al militar revolucionario que admiro, me cuestiona acerca de si acaso él y Madero solo fueron dos fueron idealistas metidos a la política y a la guerra y cuyas acciones más que evitar el conflicto lo provocaron. Ambos, queriendo ser buenos, quizá sólo lograron empedrar el camino al infierno, ese que está lleno de buenas intenciones.
Jorge Canela Landa. 24 de agosto de 2018. Escrituras al vuelo mientras viajo.
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