Me gustaría saber sobre tus sueños, sobre qué te hace escribir, sobre el cielo y las alas que se te dibujan para volar cuando mis ojos se llenan de ti con emoción. Niño mío, canto etéreo de querubines, me gustaría saber qué aroma tiene tu alma que la mía no deja -por la tuya- de suspirar.
Menos mal que yo siempre muero en privado y tiendo a renacer en soledad, odiaría que alguien me viera derrumbarme en público y que todos descubran que aún tengo un corazón que no ha olvidado del todo el cómo saber amar.