Un trapo rojo como aquel
enroscado en el cuello de los partisanos
y cerca de la tumba, sobre el terreno calcinado
diferentemente rojos, dos geranios.
Allí yaces, señalado con adusta elegancia
no católica, en el elenco de los extraños
muertos: Las cenizas de Gramsci...A la esperanza y a la vieja desconfianza te acerco,
caminante sin rumbo en esta flaca tierra, frente
a tu tumba, a tu espíritu apresado
acá entre estos liberados (O existe algo
diferente, quizás de mayor éxtasis
y también de mayor humildad, ebria simbiosis
adolescente de sexo y muerte...)
y desde este país en el que no tuvo descanso
tu alerta, percibo qué error
aquí en la quietud de las tumbas- junto
a qué razón -en el inquieto destino
nuestro- tuviste escribiendo las supremas
páginas en los días de tu asesinato.
Aquí para testimoniar el semen
aún no esparcido del antiguo dominio,
estos muertos aferrados a una posesión
que ahonda en los siglos su abominación
y su grandeza: y al mismo tiempo obsesión
esa vibración de yunques, sordamente
sofocada y profunda- del humillado
barrio-para verificar el fin.
Y heme aquí...pobre, vestido
con ropas que los pobres espían en las vidirieras
de chillón fulgor, y que han perdido
la suciedad de perdidas calles
de los bancos de tranvías que vuelven
confuso mi día: mientras siempre más raras
son estas vacaciones, en el tormento
de mantenerme vivo; y si me ocurre
de amar el mundo no es más que por un violento
e ingenuo amor sensual
así como, confundido adolescente, en una época
lo odié, si me hería el mal
burgués a mi burgués: y ahora, dividido
-contigo- objeto parece
de rencor y sí casi de místico
desprecio, la parte que tiene el poder?
sin embargo sin tu rigor, subsisto
porque no elijo. Vivo en la apatía
de la eclipsada postguerra: amando el mundo que odio- su miseria
despreciable y perdida- por un oscuro escándalo
de la conciencia...
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Quien quiera apoderarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre si no perece en la contienda
Antonio Maceo
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Gramsci para armar XI
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Dos pueblos, un futuro: Una esperanza contra la barbarie
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No voy a Wal-Mart
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Y algún día todo comenzará otra vez
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Asesinos silenciosos
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¡Venceremos! - We shall overcome!
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Lucha de clases
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-Lo único que cuenta es dar de sí todo lo posible - digo, sintiéndome insuperablemente estúpido.
-Y ganar todos los años el referendum de Down Beat, claro -asiente Johnny-. Claro que sí, claro que sí, claro que sí. Claro que sí.
Lo llevo poco a poco hacia la plaza. Por suerte hay un taxi en la esquina.
-Sobre todo no acepto a tu Dios -murmura Johnny-. No me vengas con eso, no lo permito. Y si realmente está del otro lado de la puerta, maldito si me importa. No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un dia entero contra la puerta. Aquella vez en New York yo creo que abrí la puerta con mi música, hasta que tuve que parar y entonces el maldito me la cerró en la cara nada más que porque no le he rezado nunca, porque no le voy a rezar nunca, porque no quiero saber nada con ese portero de librea, ese abridor de puertas a cambio de una propina, ese...
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Hay disparidades y disparidades. Mis sueños pueden adelantarse al curso natural de los acontecimientos o bien desviarse hacia donde el curso natural de los acontecimientos no pueden llegar jamás. En el primer caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden sostener y reforzar las energías del trabajador… En sueños de esta índole no hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo. Todo lo contrario. Si el hombre estuviese privado por completo de la capacidad de soñar así, si no pudiese adelantarse alguna que otra vez y contemplar con su imaginación el cuadro enteramente acabado de la obra que empieza a perfilarse por su mano, no podría figurarme de ningún modo qué móviles lo obligarían a emprender y llevar a cabo vastas y penosas empresas en el terreno de las artes, de las ciencias y de la vida práctica. La disparidad entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que el soñador crea seriamente en un sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje a conciencia por que se cumplan sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien
Lenin, citando a Písarev en ¿Qué Hacer?
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