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Juicio Brigada de San Justo
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El 13 de agosto comenzó el primer juicio por los delitos de Lesa Humanidad cometidos en el ex centro clandestino de detención Brigada de Investigaciones de San Justo durante la dictadura cívico- militar. Muchos de quienes integramos H.I.J.O.S. La Matanza somos querellantes y/o testigos. Nuestros padres, madres, hermanos y familiares fueron secuestrados, detenidos y hoy permanecen desaparecidos. Durante más de 40 años nos preguntamos qué pasó con ellos, con ellas, qué hicieron con nuestros seres queridos. Qué hubiese sido de nosotras y nosotros si el Terrorismo de Estado no hubiese truncado sus vidas y las nuestras. Aún nos preguntamos cómo sería el mundo con sus sueños plasmados en nuestras realidades. Este juicio que llevará al banquillo de los acusados a diecinueve  genocidas que actuaron en la Brigada de San Justo es una instancia que entendemos como reparadora y ejemplificadora. Será histórico, no sólo para nosotras y nosotros sino para toda la sociedad. Decidimos ser querellantes porque llevamos en nuestras conciencias y corazones las cimientes revolucionarias de la construcción colectiva, de la solidaridad, del ser y estar con otras y otros. Decidimos ser querellantes por nosotras y nosotros, por quienes hoy ya no están, por quienes nos precedieron y por los que vendrán. Somos deseantes de vivir en un país libre, justo y solidario sin olvido e impunidad. Invitamos a todas y todos a sumarse a las audiencias, a ser parte del juicio acompañándonos todos los miércoles desde las 10 hs en los Tribunales Federales de La Plata. Llenemos de flores rojas los tribunales. Sembremos de memoria La Matanza. Cárcel común perpetua y efectiva a todos los genocidas. H.I.J.O.S. La Matanza 30.000 veces volveremos
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lamemoriaqueflorece-blog · 6 years ago
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NOVENA AUDIENCIA
24 DE OCTUBRE
SIGFRID WATZALAWIK
Durante algunos años previos al Terrorismo de Estado, Sigfird Watzalswik Padilla (76) militó en el Partido Comunista Argentino (PCA). Junto a un grupo de otros camaradas y vecinos compartió cautiverio en la Brigada de Investigaciones de San Justo (BISJ) en un periodo de tiempo que transcurrió aproximadamene entre principios de diciembre de 1977 y finales de febrero o principios de marzo de 1978. Sigfrid, de profesión tornero, había amado su local de torneria en la ciudad de Lanús Este donde también vivía junto a su familia compuesta por su esposa y dos hijas. En ese hogar que compartía con su madre, irrumpen entre la noche del 8 de diciembre y la madrugada del 9, una patota compuesta por personal que se presentan como fuerzas conjuntas del Ejércio y la Policía. Había personal uniformado y otros de civil: “ Me rompieron todo vinieron a buscar armas. Yo sólo tenía una escopeta, de vez en cuando iba a cazar. Me rompieron el tapa-rollo el cielo raso, buscando armas que yo no tenía”. A Sigfrid los suben a una camioneta y lo tabican, en un trayecto de aproximadamente hora u hora y media también chupan a otra persona. Cuando llegan al  CCD lo primero que hacen es denudarlo y torturarlo, lo interrogan tres personas acerca de las actividades subversivas que supuestamente desarrollaba y del lugar donde habría escondido las armas. Luego lo trasladan a una celda donde se encuentra con varios compañeros entre los que se hallaban el “Negro Black”, Anibal Ces, su esposa Ana María Espósito, Eduardo Nieves (Jimmy), su esposa Norma Martinez, Jorge Farsa y Mabel Rodriguez (la gallega) quien aún permanece desaparecida. El Negro Black, de apellido Sanchez es quien primero cae del grupo. Fue vencino suyo en Lanús y se encargaba de retirar las virutas que se producian en la tornería. Tres años antes de este hecho Sigfrid había perdido el contacto con Black ya que este, tenía entendido, se había mudado a San Justo. El grupo tuvo posteriormente dos o tres sesiones más de tortura. En una de ellas traen a otra persona que él observa que tenía los pies descalzos y que el siente que intenta reconocerlo. Durante las sesiones es golpeado y lo amenzan con que van a asesinar a integrantes de la familia si no colaboraba. “ Se agravo la situación cuando me amenazaron con que iban a matar a mis hijos, querían que hablara, que podía yo hablar?, nosotros no estábamos en nada raro, estábamos en el Partido Comunista Argentino, que esas cuestiones no era nuestro tema: atentados armas y todo esto”
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foto: El teclado
Ante esta situación y la carga que le produce la posibilidad de dar algún nombre si continuaban las sesiones de tortura, decide suicidarse con una Gillette que encuentra en el baño. Se produce cortes en las venas del brazo los cuales le provoca un profundo sangrado. Los compañeros de cauitverio cominzan a gritar para que lo asistan. En el momento que lo toman y lo reitran de la celda, golpean su cabeza contra la puerta produciendole un corte en el cuero cabelludo. Ante la gran perdida de sangre manifiesta encontrarse casi inconciente, grogui y recuerda haber sido asistido por alguien a quien identifica como un médico. Robusto, morocho y vestido de blanco. le realiza curaciones en el brazo. Al día siguiente regresa para hacerle las curaciones en la cabeza pero se niega y el testigo escucha que le comenta a un guardia “estaba agachado e incómodo y en un momento le comenta a otro de ellos, dejá, dejá a este no lo vamos a curar nada, a estos subversivos le voy a decir al jefe que los maten” .
Durante su cautiverio manifiesta que en una celda próxima había un grupo de detenidas que posiblemente pertenecian a la agrupación montoneros o el ERP. Dice haber escuchado que cantaban. Escucha también que alguno de los gurdias mientras hablaban entre ellos, manifiesta que iba a solicitar a sus superiores  la posibilidad de buscar a alguna de estas mujeres para abusarlas sexualmente (según su propia interpretación).
Finalmente Watzlawik  a principios de marzo, es subido a una camioneta junto con el Negro Black y ambos son liberados: “Nos suben a una camioneta, estaba lluvioso y nos llevaron a un campo por el fondo de Caraza. Nos pusieron arrodillados y nos dijeron que nos quemaban. Nos sacan los antifaces, nos empujan y nos dejan tirados en una zanja”.
En coicidencia con varios testigos, reconoce haber estado en San justo al escuchar desde los altavoces de una abioneta una propaganda del club Huracan de San Justo. Al testigo se le ofrece la posibilidad de realizar un reconocimiento fotográfico de quienes estaban en la BISJ con fotos de la época. Durante dicho reconocimiento, Sigfrid Watzlawik identifica a tres personas: : Rodríguez Mario Jorge, Carrera Héctor Horacio, Boan Rubén Alfredo.
Palabras finales: “ Mi familia, los compañeros y los amigos me dieron una mano. Entre todos me ayudaron, también tuve apoyo psicológico para salir del tema este que uno no se olvida nunca. Para finalizar yo quisiera que ese lugar, que no quede solo en el recuerdo que hubo gente torturada y seguramente que hubo alguna muerte, que lo cierren y que hagan algo ahí para mantener la Memoria la Verdad y la Justicia. Ahí había una sala de tortura y esas cosas no puede volver a haber”.
HELENA ALAPIN
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Sociologa, 75 años. Esposa de  Gustavo Horacio Lafleur
Comienza su relato haciendo una descripción de la militancia de Gustavo Lafleur previa a ls hechos que se investigan en el presente debate.
Gustavo Lafleur desde muy joven militó en el Cristianismo y Revolución y luego en la Juventud Peronista. Cuando fue secutrado era maestro mayor de obra y activista en la Juventud Trabajadora Peronista. Hacia muy poco que había comenzado a trabajar en una fábrica.
Había formado una familia compuesta por dos hijos uno de los cuales concurría a la escuela cristiana evangélica de Ituzaingó. Si bien ellos no estaban clandestinos en esa época, sabian que habian compañeros que estaban perseguidos y/o presos En la madrugada del 10 de noviembre de 1976 (1:30 o 2 del amadrugada). golpean la puerta e irrumpen un numero de cerca de 10 personas en el interior de la casa, todos con armas largas, vestidos de civil, apuntan a Helena en la cabeza la golpean y la tiran al piso junto con Gustavo. Luego son separados y llevados a habitaciones distintas. Se introducen en el cuarto donde estaban los niños, los llevan con Helena. Todo el operativo dura aproximadamente tres horas. Toman la libreta de direcciones de Helena. Recuerda que el que dirigia el operativo era una persona rubia delgada de estatura normal, uno de los que lo acompañaba era morocho y tenía campera azul, este interroga a Gustavo pidiendole que de nombres de compañeros. Alguno de ellos nombraban a otro como "Capitán".
Al preguntarles a donde llevaban a Gustavo, estos le contestan que a Cordoba.
Luego del secuestro de Gustavo, Helena decide no estar en su casa y se mudan a la casa de los padres. Algun tiempo convive con sus padres y luego tambien con los suegros. Decide vender la casa al resultarle muy doloroso volver allí sin Gustavo. Se mudan al barrio donde actualmente viven, Catalina Sur. Este cambio fue muy traumatico para los niños pero se encontraron con mucha solidaridad de parte de sus nuevos vecinos.
Comienza el recorrido que llevan adelante todos los familiares de víctimas de desaparecidos que consiste en la presentaciones individuales de Habeas Corpus. Alguno de ellos presentado en un Juzgado de San Martin. Luego en forma colectiva una vez que se relaciona con otros familiares y organizaciones de DdHh. Participa en una misa que lleva adelante Monseñor Laguna (obispo de Moron) y toma contacto con otros familiares y se entera que se reunian en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
También junto con otros familiares asiste a ver a Monseñor Caselli quien en ese entnces decía poseer información acerca del destino de los detenidos que se encontraban desaparecidos o detenidos en forma clandestina como se decía en aquel entonces. Helena asiste dos veces a esos encuentros. En el primero de ellos, durante el transcurso del año 1977, Caselli consulata una lista que tenía y afirma que Lafleur vivía. Unos meses despues, en el segundo encuentro le contesta no tener más novedades.
Mientras el grupo trata de recomponer su vida familiar con ayuda de los vecino y los docentes de la escuela donde asistian sus hijos.
Durante su estadía en Italia Helena toma contacto con un conocido de Andres Imperioso, trabajador de Aerolineas Argentinas, quien fuera visitado por miembros del ejercito para que entregue a alguien de nombre Cocó,a quien estaban persiguiendo y él mantenía oculto. A su regreso a Argentina, Helena se contacta personalmente con Andres y le cuenta detalles de un operativo del Ejército que tuvo lugar en su domicilio. En ese operativo participó Pablo Szir, conocido como el Gordo Luis. Pablo Szir pide quedarse con Andres un momento a solas. Este le pregunta como es que esta participando de un operativo con el Ejercito, vestido de militar. a lo que Pablo Szir contesta, "Bueno, ellos ganaron, que voy  a hacer..." Pablo le pregunta por varios compañeros entre ellos Gustavo Lafleur y le comenta a Andres que "Gustavo perdió por que se pasó de piola".
Pablo Benardo Szir era oficial primero de la organización político-militar Montoneros y al momento de su desaparición revistaba como secretario político de la Columna Oeste. Usaba los nombres de guerra Patricio Rivero” y “El Gordo Luis” conocido también como Turco Alí, fue secuestrado en Ramos Mejía el 30/10/1976y se encuetra al día de hoy desaparecido desde el 30/10/1976
Helena milita activamente en los organismos de DdHh y realiza tareas para el Cels (Centro de Estudios Legales y Sociales). En una oportunidad lo ve al Dr. Luis Zamora, que llevaba adelante una causa denominada Perez Jaramillo y Otros. entre esos otros se encontraba Lafleur. Había sido visto por un testigo llamado René, Horacio René Matoso. Matoso cuenta haber visto en Valentin Alsina a Lafleur, Chidichimo, Rizzo y otro nombre que en ese momento no recuerda. Todos ellos, de acuerdo al testimonio de Matoso, venian de la Brigada de Investigacines de San Justo y compartian cautiverio en Valentin Alsina. A la mamá de Chidichimo, Helena la conocía de su permanente concurrencia a la Plaza de Mayo durante las rondas y a Rizzo lo conocía de haber estado en su casa, tenía contacto familiar con el obrero metalúrgico luego desaparecido.
"Sufrimos lo que sufrieron todos los familiares. Hay que recordar que para los griegos lo peor era no tener una tumba, esto es terrible. No tener un lugar donde saber que se encuntra el ser querido muerto. Forma parte de los ritos culturales de la humanidad tener un lugar donde recordar a sus muertos. La desaparición de un familiar es una de las peores cosas que le puede suceder a una persona".
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Gustavo Lafleur apodado tato o Chicho tenía 32 años en el momento del secuestro. Los niños tenias 6 años, Lautaro y Laura 2 años. El domicilio de donde fuera secustrado era Merlo 470, Castelar. "Como miltante era muy disciplinado, como persona era un gran seductor, todo el mundo lo quería, muy simpático era muy dificil resistirse cuando perdía algo. Era una persona muy querida"
Manifestación final: " Quiero recordar lo que dijo el General Dalla Chiesa cuando se produce el secuestro de Aldo Moro y se detiene a uno de los responsables, miembro de las Brigadas Rojas. Algunos pedían que se le aplique la tortura para que confiese donde lo tenían secuestrado, en esa oportunidad el General Dalla Chiesa dijo: Italia puede vivir sin Aldo Moro pero Italia no puede vivir con la tortura. Un Estado que es la institución máxima de cualquier sociedad no puede permitirse ejecutar estas políticas. El estado es el garante y depositario de la ivolencia legítima. Creo que en estos juicios también se pone de manifiesto que un Estado debe actuar siempre de acuerdo a la Ley"
LAURA CLARISA LAFLEUR
Artista - Hija de Gustavo Lafleur Laura tenía dos años cuando se produce el procedimiento en que  detienen ilegalmente y secuestran a su papá Gustavo Horacio Lafleur el 10/11/1976. “Lo que sé es poreque me contaron mi mamá y mi hermano”.
“Nosotos nos fuimos de esa casa después del secuestro de papá. Yo se donde es la casa se la dirección pero nunca me animé a tocar el timbre para ver como era por dentro. Esa casa la había construido mi papá.
Me acuerdo que dias antes del secuestro se habian llevado a un compañero de mi papá, el Gordo Luis, y entonces habiamos dejado la casa unos días. Luego volvimos pensando que había pasado un tiempo prudencial entre que caía un compañero y que podían venir a casa. Volvimos y esa noche o la noche siguiente fue cuando lo vinieron  a buscar a mi papá.
Hay muchas cosas que yo las entiendo ahora que soy adulta, que tengo hijos. Al principio era como una película, yo decía (naturalmente) no tengo papá.
Nunca pude hacer un duelo. Cuando no se puede ver el cuerpo, pude ir elaborandolo recien ahora. Aunque me duele no saber: como murió mi papá, cuando, cuanto tiempo estuvo en cautiverio. Seguramente pensaba en nosotros, si estabamos bien, seguramente lo torturaron. Todo esto lo puedo pensar ahora. Es muy dificil elaborar esto tan siniestro como que una persona desaparezca”.
Manifestación final: ”A mi me parece bien que se haga un juicio donde los familiares podamos aportar algo y me gustaría que se haga Justicia, que las personas que cometieron esos terribles delitos paguen con la Justicia de acá (de los hombres), no creo en la justicia divina. Quiero que se haga Justicia!”
“Donde hoy funciona la DDI de San Justo sería muy reparador para todos los familiares que se un lugar de Vida de Cultura y de Encuentro”.
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Laura muestra el pañuelo blanco de su abuela Nefer Picarel de Lafleur, integrante de Madres de Plaza de Mayo, que durante muchos años reclamó por la aparición con vida de su hijo Gustavo.
LAUTARO MARTIN LAFLEUR
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Lautaro comienza su exposición relatando los hechos del secuestro de su papá tal como los recuerda desde su corta edad de 6 años. "Compartía el cuarto con mi hermana Laura, en cierto momento de la noche, me despierto, me despierta mi madre que estaba en el cuarto. Pasamos un largo rato los tres mi madre, mi hermana y yo en ese cuarto. en algun momento había una persona parada en la puerta custodiando. Se escuchaban voces, escuché la voz de mi padre pero después ya no, escuchaba voces y gritos de otras personas, todos hombres, despues de un tiempo quedamos solos los tres. Todavía era de madrugada. Mi madre salió para pedir prestado un telefono y llamar a mis abuelos paternos. Cuando ya era de dia vinieron a buscarnos. Despues de eso yo no volví nunca más a casa. Pasamos unos dias en los de mis abuelos paternos y luego en lo de mis abuelos maternos”.
Si bien recuerda que había una pesona parada en la puerta de su cuarto durante bastante tiempo, no puede recordar como estaba vestido.
Lautaro estaba la tanto de la militancia de su padre, si bien no sabía, dada su corta edad en que consistía esa militancia, tenia claro que su trabajo tenía relación con esa militancia. Gustavo Horacio Lafleur era militante de la JRP durante los años 60 y de la Juventud Peronista y llegó a ser funcionario del gobierno del Dr.  Oscar Bidegain en la provincia de Buenos Aires. Lautaro recuerda que siempre circulaba mucha gente en su casa y que siempre iba a reuniones a las que él tambien asisitía acompañando a su padre. Llegó a ser conciente que esa militancia implicaban un peligro para su papá.
Recuerda a compañeros de militancia de su papá. Durante el año 1975 y 1976 hubo compañeros que vivieron en su casa, recuerda a Felipe, tendría unos 20 años. Supo, tiempo después que se trataba de Felipe Ferrari, hijo del notable artista plástico Leon Ferrari. Felipe se encuentra desaparecido.
“Despues de no saber nada, en los años 80 viajamos a Europa. Allí mi madre supo del testimonio de una tercera persona que habría estado en contacto con alguien que tenía conocimiento que para ese entonces mi padre ya había fallecido”.
“Tengo recuerdos aislados de él. Recuerdo que me divertía estando con mi padre”. “La ausencia se que me marcó negativamente de alguna manera, siempre me ostó mucho hablar, sabía que era algo de lo que no se podía hablar en esa época. Depues en el secundario tampoco me resultó muy facil”.
Manifestación final: "Solo quería decir que me parecería importante conservar el espacio físico de la BISJ  como un Espacio de Memoria".
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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TEXTO DE RODOLFO WALSH SOBRE LA BRIGADA DE SAN JUSTO, PUBLICADO EN 1968 EN EL SEMANARIO DE LA CGT DE LOS ARGENTINOS
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“LA SECTA DEL GATILLO ALEGRE”
El comisario Miguel Etchecolás es un hombre sensato, buen observador. Cuando se hizo cargo de la primera de Avellaneda, su mayor preocupación consistió en evaluar el personal con que contaba.
Del resultado final de esas cavilaciones dio cuenta La Nación del 23 de marzo de este año: "Un curso de alfabetización para su personal fue iniciado en la comisaría primera de esta ciudad. A la inauguración de las clases asistieron el intendente y el párroco de la Catedral".
Si el comisario de la primera de San Justo, Antonio Recaré, hubiera seguido el ejemplo de su colega, quizás habría evitado los episodios que ocurrieron en su jurisdicción el 1° de Mayo. Obviamente es difícil manejar un personal que necesita ser alfabetizado —por lo tanto analfabeto—, y él mismo tuvo una prueba cuando el jinete que tras derribar a una mujer perseguía fusta en alto al fotógrafo Zenteno Ze-garra, le echó encima su caballo: qué comisario ni comisario.
Don Antonio Recaré podría alegar que ese jinete era del escuadrón Quemes —famoso desde que asesinó a los obreros Mussi, Retamar y Méndez— que no está bajo su jurisdicción: grandes domadores reclutados en el interior, que más que un curso de alfabetización necesitan un reformatorio.
La palabra reformatorio no es bien vista en San Justo, desde que en agosto del año pasado se ahorcó allí un chico escapado del Agote. Se llamaba José Camilli y tenía 19 años. Como todo el mundo sabe, la melancolía que inspiran las altas paredes de una celda fomenta negras ideas en los jóvenes débiles de espíritu, los ebrios, los chilenos carteristas y, en general, la gente sin familia que pueda reclamar por ella.
Otro factor deprimente que acaso contribuya a la ola de suicidios en lates calabozos son las inscripciones que dejan los torturados.San Justo, en ese sentido, es un lugar inconveniente cuya frondosa historia puede remontarse a 1957, con el picaneo de los gremialistas Mitjans, Ramos, Rodríguez y Amoroso. En los tres primeros meses de 1968, la Policía Bonaerense mató en tiroteo a diez delincuentes, o presuntos delincuentes, sufriendo por su parte una sola baja. Este rendimiento de diez a uno es único en el mundo, y aun en el país: en el mismo período la Policía Federal registró un modesto dos a uno: cuatro pistoleros y dos policías abatidos. Ninguno de los expertos consultados puede dar una explicación satisfactoria a la eficiencia provinciana, pero se aventuran tres hipótesis: a) el uso de la metralleta en todos los procedimientos; b) la orden de fuego contra cualquier desconocido o sospechoso que huye; c) la simple ejecución de pistoleros capturados. Si esta eficacia desconcierta un poco, la de San Justo anonada.
De los diez presuntos malhechores muertos en el trimestre, cuatro cayeron allí, sin bajas policiales. Ahora bien, San Justo es cabeza del partido de La Matanza, con quinientos mil habitantes. Si en el resto de la provincia se hubieran alcanzado los mismos índices, la cifra de delincuentes muertos en los tres primeros meses sería superior a la que se registra en todo un año en los Estados Unidos. Una policía que según vimos el 1° de Mayo trata a manifestantes como si fueran ladrones, es posible que trate a los ladrones como si fueran condenados a muerte. Quizá convendría que algún juez investigara las reales circunstancias en que han muerto este año en San Justo, Osvaldo Herrera, Juan Esteban Roldan, Roberto Pierce y Severo Alagastino. Aunque más no fuera para volver a felicitar o ascender a los agentes Domínguez, Fernández, Ontibero, Takch, Wernert, al sargento Suárez, y a otros que tanto trabajo tuvieron este 1° de Mayo en la plaza.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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OCTAVA AUDIENCIA
17 DE OCTUBRE
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El miércoles pasado Lily Galeano, militante popular, referente barrial e integrante de H.I.J.O.S. La Matanza, dió testimonio en el Juicio por el secuestro y desaparición de su padre Héctor Galeano.
Al iniciar la octava audiencia el presidente del tribunal Alejandro Esmoris le da la palabra a los abogados querellantes para que se inicie el debate. Liliana Molinari inicia preguntando si podía relatar cómo había sido el secuestro de Héctor, su papá, en 1976. Lily respondió: "Quiero empezar contando quién era mi papá, contar que fue un santiagueño que se vino a Buenos Aires a trabajar, buscando mejores condiciones de vida para su familia, que con los años logró traerla (a toda su familia) de Santiago del Estero. Fue un luchador, delegado telefónico, peronista, un compañero, solidario. Junto a otrxs vecinxs levantó el barrio Villa Constructora en La Matanza donde crecimos con mis hermanxs. En el barrio todxs lo conocían".
Celia Alicia Galeano, Lily, comienza su testimonio recuperando para la memoria, la historia de vida y militancia política de su padre.
Héctor en el año 57 comenzó a trabajar en Entel y con ello también arrancó su actividad sindical. También fue parte de la lucha en el barrio por reclamos de luz, agua, asfalto y colectivo. Desde muy joven había adherido al peronismo, estaba comprometido políticamente con el peronismo de base y combativo. En el año 1975 con otros compañeros, que también desaparecieron, fundaron el grupo del Oeste: José Rizzo, Jorge Luis Congett, Ricardo Chidíchimo, Gustavo Lafleu y otros.
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“Mi madre debería estar aquí. En el día de ayer la internamos…está grave”
Mientras brinda testimonio, su madre Dominga Vélez se encuentra internada y en grave estado de salud desde la noche anterior. “Mi madre debería estar aquí. En el día de ayer la internamos…está grave”. Se le quiebra la voz, se emociona. Dominga falleció el día posterior, el 18 de octubre. El transcurso del tiempo y la impunidad de los genocidas y sus cómplices hacen que otra víctima del terrorismo de Estado no pueda llegar al final de su vida viendo a los asesinos e instigadores de tanto daño, sancionados por la Justicia.
Lily continúa relatando los momentos difíciles que deben pasar previos y posteriores al golpe de estado de 1976. Desde 1974 se deben mudar sucesivamente, por razones de seguridad a casa de familiares.
Su madre era trabajadora del Policlínico de San Justo que se encuentra frente a la comisaría primera de San Justo y frente a la Plaza San Martín. La Brigada de Investigaciones de San Justo se encuentra exactamente a la vuelta de la comisaría. En ese entonces, de acuerdo a relatos de testigos durante los reconocimientos visuales que se hicieron, existía una puerta que comunicaba ambas dependencias policiales.
Por las tareas que desarrollaba Dominga en el Policlínico supo por el relato de mujeres que iban a atenderse, que habían estado detenidas en la BISJ, previamente al golpe y a las que les habían quitado sus niños.
Relata que el médico de la policía Jorge Vidal, que fuera nombrado e identificado por varios testigos previos a este testimonio, también trabajaba en el Policlínico y que esto era de conocimiento de muchos trabajadores de aquella época y que todos le temían.
En Villa Constructora, el barrio donde se afinco su familia, Lily conoció a varios militantes populares con los que interactuaba y muchos de los cuales hoy se encuentran desaparecidos. Conoció a Gustavo Lescano, joven militante de la U.E.S., Jorge Coke Correa y a Raúl Correa quienes se juntaban en la Unidad Básica del barrio, que estaba frente a la escuela N° 6. Juntos habían formado, además, el Frente de Trabajadores Eva Perón. Coke que en ese momento tenía 21 años, era amenazado por un grupo de sindicalistas contrario a esta nueva corriente. Un día sale a volantear frente a la fábrica Borward en Isidro Casanova, cerca de la UB y es baleado por un grupo de sindicalistas de S.M.A.T.A. Gravemente herido es llevado por sus compañeros hasta el hospital de niños de San Justo. Allí fallece el 16 de enero de 1975, su hermano Raúl fue detenido ese mismo día y llevado a la BISJ y luego a Puente 12, relata Lily. En este hecho aportado por la testigo, es posible ver los nexos que comprometen el funcionamiento de la BISJ con patotas y las cúpulas sindicales de la época, enfrentadas a la militancia revolucionaria que se agrupaba en el peronismo de base (PA) y otras fuerzas de izquierda.
Héctor Galeano, antes de su secuestro, se fue involucrando en la defensa de los derechos de los trabajadores, como delegado telefónico, reclamaba por salarios dignos. Él era maestro empalmador, salía a la calle con una cuadrilla, coordinaba ese equipo de cuatro o cinco trabajadores que salían a poner líneas nuevas y reparar las líneas telefónicas. Tenía amigos de otros gremios y en esos años se vivía una gran movilización de muchos sindicatos y él fue parte de todo eso. Él estaba muy involucrado en el movimiento obrero de base, en los últimos años la tarea era unir los frentes barriales y sindicales. “Hoy, 17 de octubre, hace 53 años asesinan a Mussi Retamar y Méndez en la Plaza de San Justo, en el 68 Rodolfo Walsh escribe sobre estos hechos y denuncia el accionar de la BISJ en las movilizaciones obreras en la Matanza en un semanario de la CGT de los argentinos, con el título de La Secta del Gatillo”. Esta nota fue incorporarada a la causa
Luego de una sobremesa, días previos al 17 de noviembre de 1976, Héctor reúne a la familia y les cuenta “que se estaban llevando compañeros, se habían llevado hace unas semanas a compañeros y compañeras que militaban con ellos. Par a mí, me quedó que en ese momento era Coca, el nombra algunos compañeros”.
Por relatos de Héctor y luego reconstruyendo las memorias de su militancia, Lily conoció a Coca. Otros compañeros la identifican como cuca. Héctor les relata la detención de otros compañeros, trabajadores telefónicos como Julio Villán, quien es detenido el mismo día del golpe. El Terrorismo de Estado hizo desaparecer a más de 50 trabajadores telefónicos. Héctor sabía que lo estaban buscando, que los seguían y que revisaban las camionetas donde prestaba servicio. Él le manifiesta al grupo familiar su decisión de quedarse con la familia. En esa reunión se encontraban además de Lily y Dominga su madre, sus hermanxs Ana María Galeano, Estela Edith Galeano y César Héctor Galeano.
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EL SECUESTRO
Anteriormente a su secuestro, en alguna oportunidad lo fueron a buscar a su oficina de la calle Culpina y Rivadavia en el barrio de Flores, donde él hacía su ingreso diariamente. Luego pide traslado a otro establecimiento de la empresa telefónica, a los talleres Volta, Carabobo y Rivadavia. Este fue su último lugar de servicio el 17 de noviembre de 1976.
La noche del secuestro, estaba toda la familia preparándose para dormir. “A las 23:30 se escucharon unos golpes, ruidos, frenadas de autos. Entraron por el pasillo, tiraron abajo la puerta y en segundos entraron. Mi papá se levantó, miró por la persiana y dijo dos o tres veces: es para mí, me viene a buscar”. Entraron personal policial vestido de azul, con armas. Preguntan por Héctor Galeano “respondió, soy yo”. Cuando entra a la habitación para vestirse los represores lo golpean. Sacan a mi mamá de la habitación a empujones y golpes. Lily tenía 16 años y su hermano Cesar 17. “Nos apuntan y nos llevan hacia el hall y nos introducen en el baño. Siguen golpeándolo a mi padre” y alcanzan a ver cuándo lo sacan arrastrándolo entre dos personas que lo toman de los brazos. Lily alcanza a escuchar cuando Héctor repite el nombre de su madre “Dominga, Dominga, fueron las últimas palabras de papá ese día”. En el patio había más personas. Calculan entre los familiares que había ocho personas. En menos de 15 minutos, se lo llevan y se retiran en varios autos. En la calle se encontraban vecinos que vieron la escena, Coco Perrota, era camionero de Firestone, Doña Vita trabajadora metalúrgica, el gallego Taboada compañero metalúrgico. Salimos hasta la esquina y nos manifestaron que eran tres autos, tres Falcon y un Jeep verde que estaba más adelante. Una vecina que la detienen y la hacen parar contra la pared, me describe que Héctor estaba descalzo y que uno de los secuestradores le llevaba ropa y un maletín negro. El que usaba Héctor para ir al trabajo donde llevaba las planillas. “Cuando llegamos a la casa nuevamente vimos que le habían robado muchas cosas personales”.
Esa noche Dominga va en busca de un hermano y se dirige a dar aviso a la familia Galeano, los que vivían en el barrio, todos ellos telefónicos. Se dirigen todos a la comisaría de San Justo. Al llegar Dominga reconoce a un policía de apellido García. En un momento lo llama por el nombre, García se da vuelta, la miró y no salió más hasta que ella se fue de la comisaría.
Por recomendación de su jefa Irene, Dominga se dirige a ver al obispo de San Justo de apellido Carrera. El obispo hace una gestión para que vaya al regimiento de Ciudadela, Grupo De Artillería de Defensa Aérea 101 (GADA101). Allí se encuentran con otras personas que buscaban a familiares desaparecidos.
La familia realiza la búsqueda por distintos penales de Buenos Aires y realizan Habeas Corpus por intermedio del Dr. Orland. En principio el abogado se niega, pero luego al presentarse varios vecinos que acudían a él finalmente accede.
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EL RECUERDO DE NILDA ELOY
Hace algunos años, Lily Galeano es citada por Miguel Rocha, director de DdHh de La Matanza a una reunión que se realizaría en la oficina descentralizada de Ramos Mejía de la Municipalidad. Allí se encontró con un grupo de hijas que habían sido convocadas junto con ella y allí conoció a Nilda Eloy. En esa reunión también participo Héctor Osvaldo “el gallego” Fernández, quien había conocido y asistía a los padres de ellas y les relato aspectos de su militancia compartida. Ese grupo de militantes integraban la rama oeste de Montoneros y todos tenían militancia barrial y sindical
Nilda Eloy, fallecida recientemente, querellante en varios juicios de lesa humanidad al haber sido sobreviviente y haber estado, durante la dictadura cívico militar detenida en varios centros clandestinos. Entre ellos “El Infierno”, nombre con que era conocida la Brigada de Investigaciones de Lanús en el partido de Avellaneda. Nilda, llevaba adelante, ella misma junto con el patrocinio de las abogadas de la agrupación Justicia Ya! varias causas contra el represor y “multi-perpetuo”, Miguel Etchecolatz. Llevaba en la memoria nada menos que el registro de 200 nombres de detenidos con los que compartió cautiverio en algunas de los CCD que integraban el llamado Circuito Camps. Se desempeñaba en la Comisión Provincial por la Memoria, en La Plata. Allí escuchó los nombres de ese grupo de hijas de detenidos desaparecidos que se encontraban en el lugar y reconoce los apellidos.
Nilda Eloy compartió cautiverio en El Infierno, con un grupo de militantes, delegados sindicales y jóvenes del oeste del gran buenos Aires. Ellos venían de la BISJ. Recordaba a José Rizzo, Lafleur y Ricardo Chidichimo, por su testimonio este grupo de familiares pudo reconstruir parte del calvario que sufrieron sus padres y ser parte querellante en los juicios que se siguen en el Infierno y en la BISJ.
En otro tramo de su testimonio, y ante la pregunta del abogado de la querella Alberto Palacio, Lily recuerda que su madre Dominga Vélez en declaración testimonial ante la Secretaría de DhHh, refiere que conocía los encargados de la cochería Dauría, ubicada en el centro urbano de San Justo, a pocas cuadras de la Plaza San Martín y de la BISJ. Por su trabajo en el Policlínico entabla un vínculo con ellos que le permite, en confianza, consultar sobre un familiar que ella estaba buscando y que se encontraba desaparecido, nunca les dice que tipo de vínculo tenía con ese familiar. Ellos la llamaban cada vez que recibían cadáveres de “dudosa” procedencia, para que pueda reconocerlos. “Mi mamá pudo ver como diariamente llegaban cadáveres “NN” a la Cochería Dauría”.
“Siento que no llegue sola hasta aquí. En esta búsqueda permanente no fue fácil para mi madre, ni para mí, ni para mis hermanxs.”
“Mi Padre fue un santiagueño, fue un trabajador telefónico, fue un militante barrial que se abrazó a una causa, una bandera, que fue padre, que fue hermano, que trajo a toda su familia de Santiago, que peleo por una causa justa en la que creía, que fue parte del movimiento obrero”.
“Hoy no los veo, ni por la tele a los imputados, son ellos los acusados. Nosotros estamos aquí contando quienes eran esos hombres”.
“Mi padre era hincha de San Lorenzo, toda la familia es hincha de San Lorenzo y mi hermano, que conocí hace cinco años, guarda una bandera de San Lorenzo que mi papá le había llevado, nunca tuve dudas que era mi hermano”.
“Estoy aquí por decisión propia y por decisión colectiva de mis compañeros de la organización de la cual integro, H.I.J.O.S. La Matanza, que me han acompañado hasta este momento, que nos estamos acompañando, junto a otros compañeros que integramos la Mesa de La Memoria de La Matanza. En la Matanza, no se habían “bajado los cuadros”. Valoramos estar aquí con las organizaciones que integramos esa mesa”
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“Los imputados, que no los veo en las pantallas, son los acusados. La Justicia ha venido siendo contemplativa y hay muchos de ellos que gozan del beneficio de la domiciliaria mientras que todos nuestros familiares no están y no están los 30000 compañeros”.
“Ojalá que continúen los juicios y ellos puedan saber que están imputados por delitos de Lesa humanidad por desaparecedores de personas, por torturadores por apropiarse de niños por asesinatos de tantas personas, porque es mínimo los cuerpos que se han encontrado. En la Matanza hay 500 desaparecidos y son muy pocos los cuerpos que se han encontrado”
“Hoy hablé por mi madre, por mis hermanos, por mi hermano Cesar, que no pudo estar aquí porque falleció y no llegó a ver este momento de Justicia, de que nos escuchen”. “Estoy aquí por mis compañeros de hoy y por los 30000 compañeros”.
“Me gustaría que se les de cárcel común, efectiva y perpetua y no verlos paseando los perros en las plazas violando las domiciliarias”
Finalmente, Lily, relata que durante una actividad de DdHh que se llevó a cabo en la ciudad de Rosario llegó a conocer a un joven de unos 42 años que le relata que estuvo en la brigada siendo un bebé, que estuvo desde el 3 de abril al 15 de abril de 1975 junto a su madre Ema Lucero, estuvo detenida clandestinamente en la BISJ. Su mamá aún vive en Rosario.
Luego de finalizado el testimonio y el receso indicado por el presidente del tribunal, la fiscalía solicita al tribunal para que se libre oficio a la Secretaría de Derecho Humanos para que se incorpore la declaración testimonial de la madre de Lily Galeano, Dominga Vélez. Se libre oficio al Policlínico de la Municipalidad de la Matanza para que se dé cuenta de un médico de nombre Jorge Vidal revistó en dicho policlínico en el período 74 – 83 y si fuera así se envíe el legajo personal de esa persona. Se convoque a declarar a la señora Ema Lucero quien habría estado secuestrada en la BISJ entre los días 4 y 15 del mes de abril de 1975. Se oficie a la Biblioteca de la Nación o a la del Congreso de la Nación para solicitar el ejemplar n° 27 del periódico que publicaba la CGT de los argentinos para aportar copia del artículo escrito por Rodolfo Walsh La Secta del Gatillo.
La querella adhiere y solicita se cite a Raúl Correo, hermano del militante Jorge “Coke” Correa asesinado en un enfrentamiento durante una actividad militante, descripta por la testigo Lily Galeano. En la próxima audiencia se resolverá.
Se invita a pasar a la sala al próximo testigo.
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Anibal Ruben Ces
 Relato de las circunstancias en que se produjo su secuestro.
 Anibal enuncia que antes de la declaración sobre su secuestro debería hacer algunas aclaraciones para que se entienda el desarrollo de su relato:
 Detuvieron – en principio-  a un compañero, de su barrio, un amigo, que hizo el Servicio Militar en el mismo lugar que lo hizo él, en el Comando General del Ejército.
 Este muchacho conoció a una chica que era la hermana de la novia de un compañero de él de La conscripción, esta chica tenía militancia en el ERP. Este amigo mío (de Aníbal) era un compañero de la Juventud Comunista.
Salieron las dos parejas un par de veces, y después mantuvieron una relación epistolar porque ella vivía en Mar Del Plata.
El asunto es que él se entera por el compañero del conjunto que a la cuñada la habían secuestrado en Mar Del Plata, entonces, el hermano era un dirigente de la Juventud Comunista le pregunta al hermano qué hacer ante esta novedad/gravedad … el hermano le dijo: “Mira quédate tranquilo que nosotros no tenemos nada que ver con las Organizaciones Armadas, no va a haber problema. Eso sí prepárate porque van a venir a buscar.”
Él ya había salido de la conscripción, en esa época, estaba haciendo trabajos de pintura con otro vecino que había sido también compañero de la Juventud Comunista, que se había mudado hace un par de años a San Justo.
Vinieron una tarde y se lo llevaron. Roberto Pasos se llamaba. En el año 1977.
El asunto es que yo no tenía mucho que ver, salvo la relación de amistad. No nos veíamos mucho con este amigo. hacía un año que había sido el Golpe de Estado. No tenía prácticamente militancia yo en la Juventud Comunista. Me había alejado un poco para estudiar, o sea, me había propuesto estudiar, completar el secundario para poder hacer una carrera universitaria. Y me enteré que se los habían llevado. Pero como yo no tenía militancia, me pareció que no me tenía que preocupar por el tema ese; vivíamos a cien metros.
El asunto es que la noche del 9 de diciembre del ‘77, yo venía de estudiar, estaba haciendo el secundario para adultos en lo que era el Frigorífico La Negra, en esa época, La Manzanera, y cuando llego a mi casa paso por la casa de este muchacho, por la puerta, había movimiento de vecinos, me iba a acercar, pensando que lo habían largado, pero dije “no” y seguí, seguí caminando. Cuando llego a mi casa (mi casa era así: una casa al frente había, un pasillo y al fondo vivía yo) me encuentro con que estaban, estaba toda esta gente: primero Uno que estaba así a la derecha, mi casa había un pasillo que se abría a un pasillo más alto y después seguía el frente de la casa y una escalera hacia arriba; de la escalera bajó Uno con una itaka, que me apuntó así, yo traía los libros, me acuerdo que se me cayeron los libros, todo.
Inmediatamente salieron de adentro de mi casa, salió Uno me agarra de los pelos y llego adentro. Y estaban todos en mi casa. Lo tenían a mi papá, que estaba comiendo, lo tenían ahí en la mesa. A mi esposa adentro de la habitación, donde estaba la biblioteca y habían agarrado todos los libros y los habían tirado al piso, y los habían juntado con una sábana. Y me ponen una ametralladora en la cabeza y me dicen: “Bueno, ahora, me vas a dar nombres”. Yo no entendía.
 Así que me levantaron, me sacaron. A todo esto, habían estado antes porque la persona que me delata a mí, que era el que estaba haciendo un trabajo de pintura con mi amigo del barrio, que hacía dos años se había mudado a San Justo, dijo que había una reunión en mi casa esa noche. resulta que no había ninguna reunión y ni siquiera me encontraron. Fueron a la casa de mi suegra rompieron todo en la casa de mi suegra. O sea, vinieron a mi casa no me encontraron nada, fueron a la casa de mi suegra, esperaron en la casa de mi suegra, tampoco aparecía yo, yo volví cuando volví del colegio y ahí me estaban esperando otra vez en mi casa con mi esposa.
 Y nos llevan en una camioneta, que era de esas camionetas con cúpulas, nos meten atrás y ahí sentía las rodillas de una persona que iba atrás. En realidad, nos estaban llevando a mi esposa, a la persona que nos había delatado -que era este “El Negro Black” le decíamos nosotros en el barrio, era esta persona que hacía dos años se había mudado a San Justo- y Manuel Rodríguez que era un militante de la Juventud Comunista también.
 Bueno, nos llevaron. En principio pasamos por la Comisaría Primera de Lanús, donde esta gente tiene una charla ahí con los de la Comisaría, y bueno, después, seguimos. En definitiva, llegamos a un lugar donde (a todo esto, yo ya estaba vendado, no podía ver nada) sí sé que era la Comisaría Primera de Lanús era por el recorrido que hicimos, el recorrido derecho, desde donde vivía yo a la Comisaría Primera de Lanús se llega derecho, del otro lado de Lanús, cruzando la avenida Pavón, por eso el lujo de la Comisaría de Lanús.
 Nos llevan. Después de un recorrido largo, entramos en un lugar donde había pedregullos -yo sentía que había pedregullos-, me llevan a una oficina chiquita que sería en un primer piso, un entrepiso algo así, donde había una escalera, y ahí me empiezan a interrogar acerca del nivel político que tenía yo, de la organización a la que pertenecía, querían nombres, y todo eso, y los libros que tenía. Se llevaron todos los libros que incluye la colección, las obras completas de Aníbal Ponce, por ejemplo, Aníbal Ponce fue un médico argentino, el Quijote, libros que hacían a la cultura general, las obras escogidas de Marx y Engels. El tema es que se llevaron todos los libros que había en la biblioteca.
 Y ahí me interrogan en este lugar, en la oficina, me tiraban colillas de cigarrillo en los zapatos, yo estaba sin medias, y bueno, eso me quemó los tobillos. Y después me llevan al calabozo. Ahí nos recibe una persona que nos dice a mi esposa y a mí: que lo mejor que podemos hacer es hablar. “Olvídense de los hábeas corpus, acá no existen los hábeas corpus, no existe nada”. Y a mí me tiran justo ahí, en un calabozo chiquitito, y a mi esposa se la llevan a otro lado. Y al rato me viene a buscar de nuevo y ahí me llevan a otro lugar que vendría a ser cerca de donde estaba esa oficina, pero donde estaba la picana eléctrica. Me ponen en un elástico de cama, me mojan, me ponen como una manta encima, y me empiezan a picanear. Ahí no me preguntan nada y me dicen: “Primero te vamos a enseñar a callarte, después te vamos a enseñar a hablar.” Entonces yo empecé a gritar y empezaron a hacer preguntas; evidentemente conocían de mi militancia, pero era muy confuso porque utilizaban un lenguaje que no era el habitual para un militante de la Juventud Comunista. O sea, en general, después me di cuenta que nos hablaban como si fuéramos militantes de Montoneros. Ellos decían “la orga”, nosotros no sabíamos de qué estaban hablando cuando decían “la orga”, bueno hasta que uno se ubica en ese lugar y te empiezan a preguntar por el nivel que tenías. Yo sabía que por más que le dijese hacía un año que no militaba, no me iban a creer.
 Entonces les digo el último nivel de militancia que había tenido, había estado como responsable del Movimiento MAS. Yo atendía a los estudiantes de la UTN de Avellaneda, tenían la comisión de estudiantes, abocados al informe del partido y la juventud de la comisión interna del Frigorífico, donde iba a pasar el informe de la Juventud. Eso cuando militaba, entonces les digo eso y me dicen “no”, y seguían con la tortura y me insistieron con que mentía entonces empecé a decir cualquier cosa, los secretarios de prensa, entonces decían” no”, los secretarios políticos, me dien: “ahora sí, ahora está diciendo la verdad”
 A todo esto, me empiezan a preguntar por un compañero específicamente Watzlawik, un compañero del Partido, por la dirección de mi compañero y yo les decía que no, que no la conocía y bueno, ahí, traen a la persona que me delató, con nosotros, y la empiezan a torturar en el piso tirándole agua encima y a mí en la picana, y le preguntan por la dirección y éste le decía que yo sabía, que me pregunten a mí que yo sabía, que yo sabía. Bueno, empiezan a torturarme, bah, siguen torturándome hasta que les digo dónde vivía, pero yo lo conocía casualmente, de jugar al fútbol me sabía la dirección de este muchacho. Y lo fueron a buscar. A la mañana me vienen a buscar de nuevo al calabozo, me llevan y me dicen “este es” y lo tenían con la picana, en ese momento, ahí. Y me llevan de nuevo al calabozo, y allí me habrán torturado dos o tres veces más. Después, en días posteriores, nos pasaban de un calabozo a otro, Me tenían solo en oportunidades porque como se suponía que yo era el secretario político, no sé, tendrían el criterio de que tendría cierta envergadura intelectual, vaya uno a saber; el tema es que yo no era secretario político.            
 Bueno, me tenían a parte por eso. Después en un momento dado, porque ellos salían los viernes, generalmente, de razzia y juntaban gente, entonces empezaban a separarlos por militancia, ponían gente de Montoneros en un lugar, a nosotros que éramos Comunistas en otro; llegábamos a estar todos juntos en un calabozo, esposados a la pared, y después por ahí cambiaban y me dejaban solo de nuevo o con Watzlawik y El Negro, compartiendo calabozo también, y así pasábamos hasta que nos liberaron una noche.
 Pasamos la Navidad ahí adentro: se incendió el sitio este. En un momento se incendia y nos sacan del calabozo y nos ponen con unas mantas a apantallar. Al Negro Black se lo llevan de la plaza de San Justo, él estaba viendo un desfile que había ahí, y se lo llevan acusándolo de que estaba robando, a partir de ahí, nosotros sabíamos que estaban en San justo, es más pasaba un avión haciendo propaganda del Club Huracán de San Justo, y uno de los guardias le dice al Negro: “¿Negro y a vos dónde te agarraron?”, le dice en San Justo, “Uhh en San Justo” le dice, “¿Tan Lejos?” y después una de las ultimas que me detienen me llevan de nuevo a la picana a torturarme y me dicen bueno negro se acabó la joda, ahora decime qué nivel tenías en el ERP.
Bueno nosotros éramos Comunistas, nosotros no estábamos en el tema de la lucha armada, es más, lo veíamos como una cosa, atemporal, fuera de lugar, que no formaba parte de las ideas del PC, de la estrategia del PC, y casi éramos un enemigo de esa organización armada, como éramos enemigos de los militares. Entonces yo le digo: “No, yo no tengo nada que ver con la ultra izquierda”. Bueno ahí se enojó bastante el personaje ‘éste. Empezó a los golpes, de todo. Y dice: “acá no existe ni ultra izquierda ni ultra derecha, acá existe izquierda y derecha nada más”, y dice “- ¿Yo que soy?”, “-Militar de derecha”, y me dice: “Bueno así son las cosas acá”,
Bueno el tema es que esa fue la última vez que me torturaron. Trataron de vincularme así con la guerrilla. Después del 25 de diciembre, no sé si habrá sido el 27, el 26... nos dicen que nos iban a soltar, y que olvidáramos lo que habíamos vivido ahí y que sigamos con nuestra vida normal que nos iban a estar viendo y nos llevaron de nuevo en la camioneta esta con la cúpula. Mientras se iban discutiendo las bondades de la camioneta, como qué útil que era eso de la cúpula para el trabajo de ellos. Nos soltaron en La Tablada. De ahí pudimos llegar a nuestras casas pidiendo a un muchacho que pasaba algo de plata para poder viajar, esa fue maso menos la experiencia.
 Querella: - “¿Con que fecha son liberados?”
 Aníbal: - “Mira, hasta donde yo entiendo debe haber sido el 27,28. Pero no me acuerdo muy bien.”
 Querella: - “¿En el momento de tu secuestro y de tu esposa, recordas algún nombre o apodo de las personas que entraron en tu casa?”
 Aníbal: - “Sí, las personas que entraron en mi casa después, ahí en el centro este de atención se lo conocían como: El Jefe era un tal “Tiburón”, le decían. Tenían una especie de Rango. Él era uno de los 2 jefes que habían. Después había uno superior a ellos que le decían “Coronel”. Después venían este Tiburón y otro que le decían: “El Jefe”. Después había unos personajes subalternos que eran los que nos cuidaban, y que participaban del secuestro también. Por qué este que estaba con la Itaka, cuando habían entrado a mi casa, era el que le decía al Negro: “¿De dónde te levantaron a vos?” Cuando se incendió el lugar que patrullaban, por el tema de San Justo. Era esta persona que estaba con la Itaka en ese momento. Le decían “Víbora” a él. Después otro de los guardiacárceles, los que nos daban de comer, que estaban ahí, a uno le decían “Panza”, el “Eléctrico” le decían a uno, y eso es todo.”
 Querella: - “Usted ya nos dijo con quien compartió cautiverio, ¿Supo de otras personas que militaban con usted en el Partido Comunista que hayan sido secuestradas en esa fecha?”
 Aníbal: - “Después de que me sueltan a mí, yo voy a la casa de mi suegra, porque estaban muy asustados mis suegros y nos quedamos habitando en la casa de mi suegra con mi esposa. Al otro día vamos a buscar algo ropa a mi casa que era a 3 cuadras, y en la esquina de mi casa vivía este muchacho que hablaba al principio que era el dirigente de la Juventud Comunista, el hermano fue el que estaba haciendo La Construcción ahí. Cuando pasamos el verano ahí en Lanús, toda la gente tenía las puertas abierta hasta tarde. Cuando vamos para casa, pasamos por la casa de este compañero, por la puerta y nos ve, y sabiendo lo que nos había pasado nos dice “pase pase”, y ahí rápido le contamos lo que nos había pasado, ellos eran 2 matrimonios: Jorge Farsa y la mujer Ana Del Carmen y Jimmy Nieves y Norma no me acuerdo el apellido, que es la mujer de él. Estaban los 4 ahí, y era una noche que habíamos ido a comer, y bueno pasamos nosotros y seguimos rumbo a mi casa, agarramos la ropa volvimos a pasar y otra vez nos llaman, seguimos charlando, bueno nos vamos por que mi suegra debe estar preocupadísima, y nos vamos.
Al otro día nosotros teníamos que ir a ver a los abogados del partido comunista porque para informarle de esto que había pasado, A su vez estaba Watzlawik que seguía preso, y cuando llegamos se acerca un compañero y me dice, me pregunta maso menos que había pasado yo le cuento maso menos como había sido la cosa, viene otro compañero, y dice: Quien sabía la dirección de Garra. Garra era secretario de la Juventud Comunista del Provincia en esa época. Era el jefe máximo a nivel conurbano, y yo le digo mira ninguno sabía cuál era la dirección de Garra que yo sepa el único que sabía dónde vivía el Garra era El Turco, que era este Jorge Farsa, que habíamos visto la noche anterior. Y entonces el compañero lo mira y le dice: “No, no sabe nada”, yo que sepa se lo llevaron anoche. Cuando nosotros nos fuimos, entraron estos grupos y se llevaron a los 2 matrimonios que estaban ahí. Nosotros nos enteramos recién al otro día.
 Querella: - “¿Recuerda el nombre de El Negro Black?”
 Aníbal: “Sé el apellido, “Sanchez”, pero el nombre no me lo puedo acordar, no sé si era Osar Sanchez...
 Querella: - “Cuando habla de la sala de torturas, cuando fue sometido a tortura, ¿Dijo si había médicos dentro de la sala de torturas?”
 Aníbal: - “En la sala de torturas no supe porque siempre estuve. Salvo cuando me torturaba Tiburón que tenía la costumbre de sacarme el Tabique, y decir: “yo te voy a torturar fíjate bien”, en general estaba tabicado, y sí, me vino a ver un médico al calabozo, pero era por las quemaduras que tenía en los pies de cuando, cuando tiraban las colillas de cigarrillo al principio. Y vino y me miro así, y yo por el tabique pude ver que tenía un ambo algo así de médico. Pero no me dio nada, ni siquiera un antibiótico nada, pero vino un médico a verme. A parte había chinches en el lugar, se metían en las paredes y estábamos todos picados de chinches. Si cuando nos soltaron, mi madre me miraba a mí la espalda, y me decía: “Que te hicieron nene?”, Tenía toda la espalda marcada, pero era por las chinches.”
 Querella: “¿Bien, cuando dice que lo llevaron a esa sala antes de su liberación que lo interrogaron sabe el personal de donde era, la persona que lo interrogaba?”
 Aníbal: -  “En el tiempo que estuvimos ahí la gente con la que tratamos no tenía ni idea de las cuestiones ideológicas, de los conceptos, estaban acostumbrados a manejarse con el montonerismo a nosotros no nos entendían y nosotros no los entendíamos a ellos, al punto de que específicamente vino un día uno de inteligencia que ese sí, que estaba infiltrado en el PC y que me vino a ver específicamente a mí , me preguntaba , me dijo: yo soy de inteligencia, estoy metido en el PC, estuviese en la reunión de Rosario?. yo le digo no, y este si sabía, entendía mínimamente la jerga que manejábamos nosotros que tenía que ver más con el socialismo científico que con otras cosas.”
 Querella: “¿Y sentía que sabía de su actividad?
 Anibal: - “Sí sabía.”
 Querella: - “El domicilio donde vivía usted, creo que no lo dijo, ¿Cuál era?”
 Aníbal: “Yo vivía en Ayacucho 2478, Lanús Este”
 Querella: “¿Fue secuestrado en ese domicilio de Ayacucho?”
 Aníbal: - “Si”
 Querella: - “En ese domicilio de Ayacucho fue secuestrado junto con su esposa?”
 Aníbal: - “Si, junto con mi esposa. A mi esposa la fueron a buscar a la casa de la madre. Previamente la fueron a buscar a la casa de la madre, la trajeron ahí a esperarme a que veniera yo.”
 Querella: - “¿Cuál es el domicilio de la casa de la madre?”
 Aníbal: - “Pergamino 673. Lanús.”
 Querella: - “¿Qué edad tenía, Aníbal?”
 Aníbal: - “Yo tenía 24 años.”
 Querella: - “¿Y su esposa?”
 Aníbal:  “19”
 Querella: - “¿Ya estaban casados?”
 Aníbal: - “Sí.”
 Querella: - “¿El nombre de su padre?”
 Aníbal: - “Manuel Ces”
 Querella: - “¿Estaría en condiciones en este momento de reconocer a las personas que entraron a su casa o algunas que usted haya visto en los momentos en que nos manifestó que vio, que reconoció personas?”
 Aníbal: - “Después de 42 años, la verdad que me sorprendería… Pero viendo fotografías de esa época, puede ser. Pero no sé…”
 Querella: - “Sí, son de esa época. ¿Estaría dispuesto a ver el libro para ver si puede reconocer?”
 Aníbal: - “Sí.”
 Juez: - “Previamente le voy a preguntar, Aníbal, si puede describir de lo que usted recuerde, de estas distintas personas que usted mencionó: Tiburón, Coronel, a Jefe, a Víbora, Panza, Eléctrico. Lo que usted recuerde de ellos.”
 Aníbal: Sí. Tiburón era más bien bajo, persona de perfil bajo, atlético, más bien rubio, y muy activo. Después Panza era un personaje más bien…
 Juez: “¿Qué edad recuerda que tenía éste Tiburón?
 Aníbal: “Y si yo en ese momento tenía 24 años, él tendría 32. Después Panza era un señor mucho más grande, cuarenta y pico de años y Víbora tendría treinta y pico, treinta y cinco”
 Juez: “y Panza qué características físicas recuerda que tenía?
 Aníbal: “Panza era más bien morocho, medianamente alto, un tipo que parecía más bien bonachón que otra cosa. Víbora era un tipo de esos más bien delgado, encorvado, narigón, más parecido a las aves”  
 Juez: “Usted había mencionado a Eléctrico…”
 Aníbal: “Bueno, Eléctrico era un señor grande ya, pero era chiquito, menudo de cuerpo, de cabeza grande, y tenía la manía de hacernos lavar porque decía que el papel higiénico era ---- entonces no nos daba papel higiénico, nos daba una lata con agua.
 Juez: “Eléctrico
 Aníbal:” Y Víbora más o menos unos 35 años y Eléctrico, en ese momento que yo tenía 24 años, él me parecía una persona grande, una persona como de 50 años, pero 50 años no podía tener para estar en el Ejército. Podría ser un cuarentón, 42”
 “Bien, ahora le van a acercar unas fotos a ver si usted puede reconocer algo.”
 Aníbal: “Sí.”
 Juez: Pide a alguien que dé el nombre de la persona que identificó Anibal Ces en la fotografía del libro.
 Secretario: “La persona sería CARRERA, Héctor Horacio.”
 Juez: - “Acérquele a las partes la fotografía del identificado, por favor.”
 Querella: - “Aníbal, una aclaración: ¿El nombre de su esposa?”
 Aníbal: “Ana María Espósito”
 Querella: - “¿Usted mencionó que fueron liberados varios el mismo día, el mismo día lo liberaron con su esposa …?”
 Aníbal: - “Con mi esposa y con Ismael Rodríguez”
 Querella: - “O sea, usted, su esposa e Ismael Rodríguez. Nos cuenta en su relato que en el momento del secuestro le llevaron libros de su casa ¿alguna cosa más, algunas pertenencias le robaron, le sacaron?
 Aníbal: - “Nos sacaron los anillos de casamiento, qué sé yo.”
 Por la Fiscalía, una sola pregunta.
 Defensa: - “Corríjame si me equivoco, señor, por favor, usted dijo que a un compañero suyo estaba de novio con una chica del ERP, después no sé qué dijo y “a la cuñada la habían secuestrado en Mar Del Plata”, ¿A la cuñada de quién?
 Aníbal: - “A la chica del ERP.”
 Fiscalía: - “¿Usted sabe el nombre de esa chica del ERP?”
 Aníbal: - “No.”
“Muchas gracias.”
 “Esta persona que usted identificó en la foto recién, ¿Recuerda haberla visto en el interior de la Brigada?
 Aníbal: - “Sí”
 “Y recuerda ¿Qué rol cumplía?”
 Aníbal: - “Sé que participó del secuestro nuestro y no sé más”
 ¿Recuerda si estaba uniformado?
 Aníbal: - “No, ahí,  ….”
 ¿Tiburón estaba solo o acompañado cuando le pedía que usted se saque el tabique?
 Aníbal: - “no no, estaba, había otra gente al rededor. en general el que torturaba era uno
 ¿Y en esa oportunidad recuerda haber visto a alguno de estas personas?
 Aníbal: No, no, no.
 Preguntas sobre las personas de las fotos del libro
 Aníbal: “Sí, reconocí a una”
 Juez: - “El procedimiento y reconocimiento ya está realizado, e identificó a una persona.”
 Juez: Señor, usted manifestó al principio que cuando se lo llevaron de su casa, pasaron por la Comisaría Primera de Linier,
 Aníbal: “Hablaron algo acerca de la zona y nada más. Yo iba tratando en mi ingenuidad de descifrar el recorrido que hacían. Hasta ahí pude memorizar, después de ahí, no.”
 Juez: “¿Y usted tuvo oportunidad de recorrer la unidad de San Justo, en alguna oportunidad?
 Aníbal: “He ido, cuando se hizo últimamente una inspección, sí.
 Juez: Cuando usted manifestó que en un calabozo tenían a varias personas, menciona a El Negro.
 Aníbal: Estaba mi esposa, Mabel Rodríguez, El Negro y Watzlawik.
 Defensa: “usted en un momento mencionó que habló con una persona de inteligencia que estaba infiltrada en el partido Comunista. ¿Esa persona fue quien le dijo a usted q estaba infiltrado en el pc y que estaba en la Brigada de San Justo?
 Aníbal. si. ME dijo q era de inteligencia del ejército y que estaba infiltrado en el PC. ME habló de una reunión en Rosario. El tipo habrá ido para verificar si yo era o no comunista.
 Defensa: ¿a esa persona le vio la cara?
 si si, si la vi. porque me sacó el tabique y charlamos asi cara a cara.Era un personaje delgado de pelo largo, pero más que eso, no sé.
 Bueno, muchas gracias.
 “Aníbal, una aclaración, nomás, no sé si usted lo llegó a decir: más o menos la hora del secuestro. Dijo que fue por la noche, pero más o menos.
 Aníbal: Habrá sido a las 22 porque yo salía del colegio a las 21. Serían las 10 de la noche.
 Gracias.
 Defensa: Señor, una sola pregunta: ¿Esta persona que dice usted que le dijo que era del ejercito de inteligencia, pudo percibir una diferencia en el nivel cultural de éste con los que lo interrogaban como Tiburón y los otros?
 Aníbal: Mínimamente sabía lo que era el partico Comunista. Hablaba del comunismo y por lo menos era el mismo lenguaje. entendía. Los otros no, no tenían idea.
 “Gracias”
 Juez: “el testigo se puede retirar de la sala.” Vamos a hacer un cuarto intermedio hasta el ´próximo día miércoles.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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SEPTIMA AUDIENCIA
10 de Octubre
TESTIMONIO DE ELSA PAVON
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ELSA PAVON es la madre de Mónica Grispon que, junto con su yerno, Claudio Logares y la hija de ambos, Paula Logares, fueron secuestrados en Montevideo Uruguay el día 18 de mayo de 1978. En esta séptima audiencia del Juicio, oral y público, de la Brigada de Investigaciones de San Justo (BISJ) escuchamos su testimonio por la desaparición de Mónica y Claudio y la apropiación de Paula.
En su incansable búsqueda en Argentina, se encontró con un grupo de cinco señoras que le proponen reunirse. Ellas ya tenían una entrevista con un juez del juzgado de menores de La Plata. Entre esas señoras estaba Chicha Mariani, con la cual siguió en la búsqueda de todxs los nietos hasta su fallecimiento, pocos días después de comenzado este juicio (20 de agosto e 2018).
Trabajando con ellas, Elsa comprendió que debía separar las búsquedas, por un lado, la de los adultos y por otro la de la nena.
EL SECUESTRO
A Mónica Sofía Grinspon la llamaban “Yoyo” o “Flaca” y a Claudio Ernesto Logares le decían "Piru" o "Pirulo". Militaban en columna oeste de la organización Montoneros. Como estaban siendo perseguidos, deciden mudarse a Uruguay
Cuando Mónica y Claudio se trasladan a Uruguay, lo hacen junto a otra pareja de apellido Morelli. Deciden entre los cuatro comprar un departamento en Montevideo. Paula tenía once meses en ese entonces. La amiga de Mónica, Diana, le cuenta a Elsa que los estaban siguiendo desde Buenos Aires y que el que realizaba el seguimiento era un policía que se alojaba en el mismo edificio.
El día 18 de mayo es feriado en Uruguay (conmemoración de la Batalla de Las Piedras), salen con la nena, se toman un micro y bajan en la Av. 14 de julio. Se tenían que encontrar con amigos en la puerta de un cine. Cuando llegan frente al cine son detenidos, los encapuchan a los tres y los suben a dos autos. A la nena y a Mónica en uno y en el otro auto a Claudio donde lo golpean mucho. La boletera del cine ve todo lo sucedido durante el operativo.
Elsa viaja a Montevideo y recorre todos los lugares donde habían estado y busca a la nena en colegios hospitales y todos los lugares que tuvieran que ver con menores. En ese momento la nena ya tendría 23 meses.
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“A la nena la encontré por primera vez, en 1980”
Elsa recibe una foto de Paula desde Uruguay, donde le avisan que la Paula estaba en Argentina, que era uruguaya y que era una de las criaturas que buscaban las abuelas. Elsa se niega a reconocerla en la foto, pero Chicha y otras abuelas lo hacen. “Para muchas de nosotras era muy duro reconocer que nuestros hijos no estaban junto a nuestros nietos”. Cuando fuimos a hacer la denuncia y tratar de recuperarla ya se habían mudado”.
“Elsa relato el trabajo de Abuelas para llegar a ese segundo encuentro con la nieta. En una de las actividades que realizaba abuelas, la señora de Mariani viaja al exterior. Durante ese viaje se entrevista con una ex detenida desaparecida, Adriana Chamorro. Chicha realiza una descripción del secuestro y del caso de Mónica y Claudio y la hija de ellos, Paula.  A través de la sobreviviente, pudieron saber que la pareja había estado en cautiverio en la Brigada de Investigaciones de Banfield. Que el apropiador de Paula era el subcomisario a cargo de la Brigada de Investigaciones de San Justo.
Por el testimonio de Adriana Chamorro, se entera que la familia fue traída nuevamente al país haciéndolos pasar como uruguayos. Son llevados a la BISJ. Allí son torturados como al resto de los detenidos. Permanecen hasta mediados de junio y luego son trasladados a la Brigada de Investigaciones de Banfield (BIB). Junto a Adriana Chamorro secuestran a Atilio Del Corro, en ese tiempo marido de Adriana. Por medio ambos se entera Elsa por donde pasaron sus familiares.
En este camino de búsqueda, relata que, gracias al testimonio de Adriana, de Norberto Liwski, Barrera y otros, pudo reconstruir todo lo sucedido. Norberto Liwski colaboró mucho en el trabajo de Abuelas y los acompañó en todo sentido.
“A la nena la recupero el 13 de agosto de 1984. Se cría conmigo, la acompaño a crecer, diría yo. Sobre mi hijo, sigo preguntándome que paso don ellos? ¿Dónde están?”
Por medio de una denuncia de un vecino a través de unas fotos en cuyo reverso estaba escrita una dirección, llega la información de que la nena se encontraba viviendo en un domicilio del barrio de Chacarita en la Capital Federal. Paula tenía 7 años, nos acercamos al domicilio y Paula nos ve a través de una ventana, se queda mirándonos se asustó y se mete adentro.
Al no conocer el nombre con el cual estaba anotada, Chicha le sugiere que vaya a vivir en un hotel en el barrio. Ella no accede, pero se compromete a ir todos los días desde su domicilio en Banfield hasta la Chacarita. “Me mimetizaba en el barrio, hacia como si fuera del barrio”. De esta forma Elsa arma una pormenorizada investigación supervisada por los abogados del organismo. Supo a qué colegio iba. Anota todos los movimientos que se producían en la casa. “yo no podía hablar con ella porque lloraba”.  Una de las hijas de Elsa colabora en la investigación. Un día cuando Paula sale del colegio y antes de que aborde el micro que la llevaba a la casa, se acerca la hija y le pregunta cómo se llamaba. La nena no la miraba, pero le iba diciendo en voz bajita y con la cabeza gacha, todo lo que le preguntaba, el nombre y el apellido.
“Hicimos la denuncia con mis abogados, le pedí al juez que me dejara verla a través de un vidrio, no quería que ella me viera hasta que el juez no se expida, porque lo que le digan los apropiadores iba a ser una mentira y esas personas para ella eran creíbles, porque para ella eran sus padres. Así que no pude verla hasta después de un año”, recordó Elsa.
“Paula es la primera nieta recuperada por genética y por justicia por Abuelas de Plaza de Mayo. El día que se hizo el cambio de guarda fue un día muy duro, ella no quería saber nada conmigo, pensaba que yo era una vieja loca que decía que era mi nieta pero que eso no era nada cierto. Fue una gran batalla porque entre las cosas que me dijo es que lo único que quería era arruinarles la vida porque al fin y al cabo si ella no era hija de los que la tenían había estado seis años con ellos y no conmigo”
“Paula es una muchacha muy inteligente, con mucho carácter, es mi nieta, yo también soy bastante dura, muy firme”, detalló Elsa Pavón. Tuvo que pensar cómo convencer a la nena de que ella era su abuela. “Le mostré unas fotos y me dijo: son demasiado nuevas para ser verdaderas. Le dije que eran nuevas porque yo las hice ampliar para que pudiera ver la cara de sus papás. Había una en la que estaba ella sola y me dijo que esa podía ser porque se parecía a una que había en su casa”
“Sabes cómo les decías a tu papá y tu mamá? Me contesta que no. Ella Mónica le salía, pero Claudio no podía decir entonces le salía caio. ¿Te acordás que tu papá te llevaba a cococho y te gustaba mirar la luna? Se me quedó mirando y no me contestó, pero cuando le dije Caio lo repitió dos veces, se largó a llorar y se durmió. Elsa describe con mucho dolor todos los momentos difíciles que tuvo que pasar junto a su marido, quien venía ya con una dolencia cardíaca y con el temor de Elsa que el trauma agrave su delicada salud. Finalmente él sobrevive a la recuperación de Paula, pero fallece tres meses después.
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“Paula nace teóricamente en el mismo lugar que María Victoria Moyano Artigas, en la casa de Ferreyra, que era un compañero de trabajo de Lavallen, el apropiador de Paula. En el expediente, cuando declara su mujer, dice que Paula era hija de ella. Al momento del parto lo describe como que estaba embarazada, que el marido estaba trabajando en San Justo pero que era lejos y ella quería estar más cerca de su trabajo. Entonces estaban buscando casa y pasando por la casa de Ferreyra, y aunque parezca irónico esto está en el expediente, dijo que pasaron por la casa de Ferreyra y se sintió mal como que ya iba a tener familia, entonces entraron y pidieron auxilio. Llamaron al médico y nació la nena y está firmado ese supuesto parto por Vidal con dos años menos de los que tenía Paula. A mi nieta se la llevaron con 23 meses y la anotan en octubre del 78 como nacida en ese momento, le sacaron los dos años que tenía. Cuando yo la encuentro estaba con un delantalcito de preescolar, y digo no puede ser. Era que le habían sacado dos años, con lo cual se llevaba mal con sus compañeros por supuesto, a esa edad, cinco años los otros y ella siete”.
Por recomendación de los docentes, Paula recupera sólo un año escolar.
Preguntada por la abogada de la querella de CODESEDH, Liliana Molinari - si en algún momento vio a algún miembro de la Iglesia, ella contesta: “Yo había visto a un cura que era sacerdote amigo de mi esposo que era cordobés. Eran amigos de la infancia. Mi marido hacía mantenimiento de casas y había estado trabajando en la misma iglesia donde estaba este sacerdote y le comentó lo que pasaba”. Era en tiempos en que todavía buscaba algún rastro de la nena.
El cura le hace una nota para que viaje a Uruguay a una congregación de monjas que visitaba los penales donde se encontraban internadas con niños. La abuela concurrió allí preguntando si estaba Paula con su mamá. Por supuesto con resultado negativo.
También le recomienda ir a ver a Graselli, para ver si poseía alguna información. Grasselli, por ese entonces, no era sólo el secretario del vicario castrense, sino que, de acuerdo con la nómina oficial de capellanes castrenses y auxiliares del Ejército de la Capellanía Mayor del Ejército, “ejerció el puesto de capellán castrense de la Capellanía Mayor del Ejército entre el 1º de diciembre de 1967 y el 31 de marzo de 1980”. Por lo tanto, era funcionario público con acceso a información acerca del destino de muchos de los detenidos de la dictadura. Grasselli construyó un enorme fichero. Armó listados, prometía respuestas. Citaba a los familiares en la capilla Stella Maris, en el barrio de Retiro.
“Hablé con él y me pidió que le contara quiénes eran mis hijos, me di cuenta que no era bueno decirle que eran militantes. Sí le dije que estaban en Uruguay y habían sido detenidos y que sabía que la nena esta en Buenos Aires y quería verla”.
Grasilla le dijo “Ud. sabe cómo son estas cosas, los traen en aviones hércules entre gallos y medianoche”. Ella le mostró una foto de la nena y Graselli se la quedó mirando. “Me dijo ’yo le devuelvo a la nena, pero olvídese de los padres, llámame el lunes’. Lo estuve llamando todos los lunes durante meses, hasta que me di cuenta de que no me estaba diciendo la verdad, para decirlo delicadamente. Después en el juicio de la verdad cuando se lo citó dijo que no sabía nada, pero él tenía la ficha, la hizo delante mío”.
PALABRAS FINALES
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“Ellos eran mis hijos con todo lo que significa un hijo. Con respecto a su militancia ellos querían modificar cosas socialmente. En ese momento yo estaba trabajando en el Hospital Muñiz, soy enfermera y técnica en laboratorio y tenía un compañero enfermero. Cuando yo le pregunté a mi hija por qué militan, qué es lo que piensan, me dijo ’mami, no puede ser que tu compañero siendo jubilado tenga que seguir trabajando para mantener su casa, no puede ser que los chicos no tengan la misma posibilidad de estudiar, ¿por qué las personas no pueden tener un trabajo digno para darles a sus hijos lo que necesitan?’. Ellos militaban en San Justo acompañando a la gente humilde, a la gente que necesitara. También había ido a Tilcara a pintar escuelas junto a otros compañeros de la facultad, ella era estudiante de Agronomía”.
“Mi yerno era una persona muy inteligente, muy buena persona. Yo estuve en grupos de compañeros de ellos de Agronomía que me contaban cosas, hasta que un día uno de ellos me dice ’pero vos no decís nada’ y yo le dije ’yo los escucho porque quiero entender que pasó en el país, quiero entender por qué no está lo mejor de una generación’".
 TESTIMONIO DE JORGE HEUMAN
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Jorge Heuman se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1974 y en el momento del juramento, internamente juró “servir a mi Pueblo”.
Heuman decide colaborar en un proyecto de salud colectivo y de autogestión. Integró la Junta Vecinal del Complejo Habitacional n° 17, de un barrio ubicado en La Tablada, junto con Norberto Liwski, Francisco Manuel García Fernández, quienes se desempeñaban también como médicos de la Sala de Primeros auxilios. También la integraban Abel De León, era Delegado, Olga Vicenta Araujo, y Rodolfo Barberán, Secretario de Actas de la Junta. Todos ellos compartieron acutiverio en la Brigada de Investigaciones  de San Justo.
Se conforman 52 agentes de salud en ese lugar. En 1978 la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como estrategia la atención primaria de la salud y a los agentes de salud como herramienta para su desarrollo. Este grupo de médicos que integraba Heuman, lo venían realizando en el barrio desde antes en lo que define como una experiencia maravillosa, “una construcción colectiva de amor”.
Al producirse el golpe de estado, la Dictadura instaurada produce un deterioro notable en el sistema de salud en todo el país. En particular en La Matanza se abandonó las campañas de vacunación en los barrios. La Dictadura cívico militar eclesiástica que asoló el país desde marzo de 1976 clausuró entre otras muchas cosas los avances logrados en la búsqueda de un sistema de salud solidario. El plan de Salud que se quiso imponer abogaba por una defensa irrestricta de la propiedad privada.
Por ese motivo el municipio no vacunaba ni proveía de las vacunas. Junto con otros médicos y algunos de los agentes de salud, solicitan una reunión con el interventor del municipio. Los atienden el Dr. Reboredo que de acuerdo a las declaraciones de Heuman, era el encargado del área de salud del gobierno de facto del municipio. En dicha reunión Reboredo no sólo le deniega las prestaciones, sino que además suelta una frase que definía cual era el trato, el modo de relación hacia los más desposeídos del pueblo matancero: “...para los negros que no saben usar los inodoros, no hay vacunas”.
Junto con el grupo de mujeres qeu integraban el grupo de agenes de salud y la colaboración de todo el barrio, realizaron una colecta y pudieron comprar directamente al laboratorio, las vacunas, “nosotros vacunamos al 95% de los chicos del barrio” junto con las agentes de salud.
En febrero de 1978, la dictadura, organiza un operativo cívico militar de vacunación. El Dr Jorge Heuman que en ese entonces estaba casado con Amalia Marrón, para esa fecha estaba de luna de miel. En este operativo se vacunaba sin las mínimas normas de higiene. Las vecinas del dispensario que realizaban usualmente las campañas de vacunación, obserban como vacunaban y deciden encarar a los vacunadores y les explican a los encargados de la campaña que estaban proceidendo mal, que ellas eran 52 mujeres que estaban organizadas con el Dr. Jorge y sabían que las jeringas se debían descartar luego de cada vacuna.
Las autoridades militares se reúnen con este grupo de vecinas para saber qué era lo que había ocurrido y allí las agentes de salud les explican cómo se organizaban.
El 26 de marzo se realiza en la catedral de San Justo una misa por Cirila Benítez, quien pertenecía a la junta vecinal. Había sido secuestrada por un grupo de tareas y se encontraba desaparecida. Asisten varios de los integrantes de la organización barrial y a la salida de la misa son secuestrados varios de ellos, especialmente los más jóvenes, entre entre los que se encontraba María Amalia Marrón. Tres días después lo secuestran a él.
“Esos tres días de desaparición de mi esposa comencé a vivir un infierno. No me puedo poner en el lugar de aquellos que han perdido para siempre a su hijo, su hermano, su padre. Me parece que es lo más perverso que les puede suceder en la vida”
El 29 de marzo de 1978, mientras conversaba con vecinos del barrio de Tablada, lo toman desde atrás entre dos hombres, lo golpean y lo introducen a un auto mientras gritaba “no dejen que me lleven, no dejen que me lleven”. “Vi gente alrededor y escuché disparos”.
En el interior del auto, lo golpean con mucha violencia y lo llevan e inmediatamente lo someten a torturas físicas y psicológicas. Le provocan una herida en el pie y lo picanean por todo el cuerpo. En el mismo lugar había un médico que controlaba que los represores no se excedieran con las torturas. Observando cómo se ensañaban con Heuman, a los gritos les hace cesar la práctica mientras los retaba “Bestias, como la ponen en directa!”, haciendo clara alusión a la intensidad de corriente que le hacían circular por el cuerpo.
Heuman identifica a Vidal com el médico que operaba en el interior de la Brigada. Incluso puede observar que llevaba un resetario con su firma y sello. Ya en democracia, Heuman,  realiza una denuncia en el colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, contra Vidal para que no le permitieran seguir ejerciendo como médico.
Notablemente alterado y conmocionado por tener que revivir y relatar todos los tipos de torturas a los que era expuesto se dirige a los abogados defensores “quiero felicitarlos porque son profesionales de la tortura son profesionales de la bestialidad”.
Describe las torturas psicológicas a las que lo sometían. Para el testigo uno de los que dirigía el grupo de represores era Tiburón. Le mostraba todo lo que le habían robado de la casa. Instrumental médico, recuerdo de viajes, etc. ¿Y le preguntaba “¿Vos crees que te van hacer un monumento, Dr. Jorge?”. En otra oportunidad con Víbora, alias atribuido al represor Alfredo Boan, de acuerdo al relato de varios testigos, me hacían creer que mi mamá había muerto. En realidad, pudo comprobar después de ser nliberado, habían ido a la casa de los padres y les confirmaban que el hijo estaba muerto.
También aportó los alias de otros represores que integraban la patota, además de víbora y tiburón, pudo reconocer a araña, King Kong, eléctrico, el rubio, quien también participó de sus ecuestro
El primero de junio de 1978, sacan al grupo, atados con las manos en la espalda, los suben a una camioneta y los llevan a la subcomisaria de Laferrere donde permanece hasta el 22 de agosto.
En Laferrere intentan hacerle firmar una auto incriminación, a la que él se niega. “Si no firmas te llevamos de nuevo a la Brigada”, le decían. Como no firmaba alguien de atrás le dice -firmá, firmá, nosotros ya firmamos, “me puse terco, seguía sin querer firmar” -recuerda. Finalmente acepta firmar, pero con una firma falsa.
El personal de la brigada de investigaciones es el que se ocupa del traslado y de intentar hacerles firmar la declaración.
Aparte de Heuman, fueron secuestradas otras personas que integraban la Junta Vecinal del complejo 17: Norberto Liwsky, Amalia Marrón, Francisco Manuel García Fernández, Olga Araujo, Estanislao Araujo, Zarsa, Prieto, Abel De León, Atilio Barberán, el Dr. Petruch. Con todos ellos compartió cautiverio en Brigada y la Subcomisaría de Laferrere.
Luego de dos meses más de cautiverio en Laferrere, lo trasladan al penal de Villa Devoto y luego a la Unidad 9 de La Plata ya “legalizado” por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Finalmente sale con libertad vigilada por varios meses más.
Tras varios intentos de la fiscalía para que el testigo realice un reconocimiento fotográfico, accede a que le acerquen el álbum. Cuando observa que en el interior había fotos de distintas épocas a la de los hechos, se niega a continuar. Heuman ya había realizado reconocimiento fotográfico en otras oportunidades durante la instrucción de esta causa. En esa oportunidad fue afectado emocionalmente por lo que justificó su negativa en esta oportunidad.
Una vez culminado su testimonio Heuman agregó dirigiéndose al tribunal:
“Yo les pido encarecidamente que actúen para que nadie en este país sufra lo que nosotros hemos sufrido ”
TESTIMONIO DE EDUARDO LUIS NIEVES
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Eduardo Luis Nieves era militante de la Federación Juvenil Comunista cuando en 1976 se produjo el golpe de estado. En esa época vivía en Lanús junto a su pareja, Norma Martínez. En diciembre de 1977, junto a Norma se encontraban en el domicilio de una matrimonio, Ana María Ehgartner y Jorge Farsa, que militaban junto a Nieves en el partido comunista. Era 27 de diciembre y se disponian a hacer un brindis por fin de año. También se encontraban los hijos de ambos matrimonios.
Según relató la esposa de Jorge Farsa, Ana María Ehgatner, el día 27 de diciembre de 1977 ella se encontraba en su casa junto con un matrimonio de amigos –Norma Martínez y Eduardo Nieves- cuando un grupo de personas armadas irrumpió en ese lugar, preguntando por su marido. Como éste no se encontraba en ese momento allí, lo esperaron, y cuando llegó, los captores se llevaron a los cuatro, y los trasladaron a la Brigada de San Justo.
Durante el operativo, los captores los encapuchan a los cuatro y les colocan esposas. A los niños los dejan en el domicilio de un vecino de la pareja.
Nieves describe su secuestro y el de su grupo de amigos con detalles acerca del tiempo de recorrido y, al igual que otros testimonios, coinciden en la descripción de la entrada al centro clandestino.
“Era una caravana de no sé cuántos autos en los que nos trasladaban, en el trayecto nos juntamos con vehículos de otro operativo. Recorrimos un trayecto que duró unos 50 minutos. Llegamos a un lugar que tenía un portón negro, cuando se abre el portón ingresamos a una entrada con piso de pedregullo”.
Luego los encierran durante varios días en una celda engrillados por los brazos a la pared. No les permiten ir al baño hasta luego de varios días.
Por debajo del tabique que le impedía mayor visión, puede identificar personal que operaba en el C.C.D. con borsegos y pantalones verde oliva similar a la que usa personal del ejército. Al principio “nos trataban con respeto. Luego quedamos en manos de unos que nos trataban de la peor manera. Nos dicen mierda de gato y nos suben por una escalera de madera  a una sala”.
Por la descripción de varios de los testigos sobrevivientes que vienen declarando, en una habitación contigua a esta sala es donde se aplicaba picana eléctirca y otros tormentos.
También hace referencia a que desayunaban mate cocido con pan duro y que el vaso donde servían el mate cocido tenía una inscripción que lo identificaba como del Ejército Argentino.
“En otras celdas se escuchaban chicas que cantaban. Le pregunto al conejo -uno de los guardias de la noche que hacia el papel de bueno- quienes eran las que cantaban. Me contesta que eran montoneras que las tenían para cocinar y limpiar. Algunos fines de semana salían con ellas y las usaban para divertirse”.
Nieves descrive varios nombres de los represores. Se comunicaban entre ellos por nombres de diferentes animales: Víbora, lagarto, conejo, tiburón. También el veterinanrio,el panza (un hombre más grande que participo en el secuestro), capitán luz, eléctrico. El veterinario el nombre con que identificaban al médico policial Jorge Vidal. También Nieves es atendido por este ante un cuadro infeccioso probocado por una herída en el pie producida durante el secuestro.
Nieves y Farsa son liberados juntos en las cercanías de Villa Soldati, luego de aproximadamente 10 dáis de cautiverio.
Al fianlizar su testimonio, el presidente del tirbunal le pregunta si tienen algo mas que agregar a su testimonio a lo que el testigo declara: que a pesar de los padecimientos por los que tuvo que pasar él y su familia “yo era comunista y sigo siendo comunista, no pudieron vencernos y no nos van a vencer!!” Finalmente se dirigió al presidente " Me parece una aberración que la brigada siga funcionando (como la DDI de Matanza). Nosotros militamos por la Memoria, la Verdad, y la Justicia queda en la mano de ustedes!!!
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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SEXTA AUDIENCIA
26 de septiembre
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Al rededor de las 12 horas comenzó la declaración de Vitoria Moyano Artigas en la 6ta audiecia del Juicio por los crímenes cometidos en el C.C.D.y T. Brigada de Inv. de San Justo. María Victoria es hija de María Asunción Artigas y de Alfredo Moyano. Los dos tenían actividades gremiales y políticas. En 1973, tras el Golpe de Estado en Uruguay y ser detenidos varias veces, deciden casarse y mudarse a la Argentina. Aquí María continua sus estudios y Alfredo comienza la carrera de Psicología. Siguen con la militancia. Se asientan en la localidad de Berazategui.
El 30 de diciembre de 1977 fueron secuestrados de su domicilio en la Calle 495 y Camino General Belgrano. María estaba embarazada. Fueron vistos en el Centro de Operaciones Tácticas de Martínez, en la Brigada de Investigaciones de San Justo, en el Pozo de Quilmes y por último en el Pozo de Banfield.
Con una sala colmada por más de 80 personas, para acompañar a Moyano Artigas se instalaron entre el público presente personalidades de los derechos humanos como Nora Cortiñas de Madres Línea Fundadora, Marta Ungaro, hermana de Horacio Ungaro (víctima de La Noche de los Lápices), sobrevivientes como Jorge Sobrado, Carlos Zaidmann y María Laura Bretal, Maine García (hija de desaparecidos), miembros de HIJOS La Plata y familiares de detenidos desaparecidos.
También estuvieron presentes José Montes y Juan Contrisciani, obreros del Astillero Río Santiago. Este último es hijo de desaparecidos al igual que Carlos Oroño, obrero de Fate que también estuvo presente. A ellos se sumaron trabajadores de la gráfica recuperada Madygraf, entre otros. Varias de las personas presentes que acompañaron a Vicky militan junto a ella en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y en el Frente de Izquierda.
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“Mi mamá se llamaba María Asunción Artigas y mi padre Alfredo Moyano. Ellos comienzan su militancia mientras vivían en Uruguay siendo muy jóvenes. Él era estudiante del liceo y ella cursaba sus estudios en la Facultad de Medicina. Por aquel momento, ambos comienzan su militancia en Uruguay en la ROE (Resistencia Obrero Estudiantil)”.
Comenzado su relato, María Victoria detalló la persecución sufrida por su familia: “La persecución a la familia Artigas en Uruguay era permanente. Fueron detenidos varias veces, no sólo perseguían a mis padres, sino también a mi abuela y mis tíos. Tales persecuciones figuran en fichas de informes de inteligencia mientras ellos intervenían en asambleas y llevaban adelante su actividad política. Toda esa información sale de archivos desclasificados y es pública, ya que figura en la página de la Secretaría de Derechos Humanos del Estado uruguayo”.
“Mi familia materna era perseguida por el propio jefe del ejército de Uruguay, José ’Nino’ Gavazzo, quien iba en persona a la casa de mi abuela Blanca y, en varias oportunidades, secuestró a sus tres hijos, quienes eran torturados. Ella contaba el tormento que vivía. Él, amenazaba a mi abuela diciéndole que no iban a volver más y le recordaba que el submarino (método de tortura) ’era la fuente de la verdad’”, cuenta María Victoria.
“Ya en el país, en el año 1975, mis padres fueron detenidos junto a mi abuela y llevados a la Brigada de San Justo según investigaciones de la propia Secretaría de Derechos Humanos. Mi abuela declara este secuestro en la causa Camps y cuenta que entre marzo y abril fueron secuestrados durante cuatro días de su domicilio por fuerzas conjuntas argentinas y uruguayas. Mi abuela escuchó a uno de ellos que usaba el término botija, que significa muchacho en Uruguay, por lo que supone la intervención conjunta de ambas fuerzas”.
“Durante esos días de secuestro los tres fueron torturados. Mi papá estuvo horas en un patio, golpeado. A mi mamá la torturaron con el submarino, así, aquella amenaza de Gavazzo a mi abuela fue un hecho. Fueron interrogados por uruguayos, mi madre pudo reconocer a Gavazzo, ese genocida que fue a su casa a secuestrar a sus hermanos”.
Moyano Artigas recordó que “la Policía Bonaerense, la Policía Federal y fuerzas uruguayas actuaban en conjunto desde antes del 76. En ese momento fueron detenidos 26 militantes del MNL, mis padres no militaban en esa organización pero tenían relación con ellos. Todas las mujeres detenidas esa vez fueron condenadas por la Ley Antisubversiva del 74 (que fue sancionada durante el gobierno de Isabel) y trasladadas a Olmos y Devoto; a los hombres los llevaron a Sierra Chica. Mis padres y mi abuela fueron los únicos liberados”.
En ese sentido afirmó que “hay un listado de los 26 nombres de los detenidos que fue publicado por el propio Estado uruguayo bajo el Memorándum de Gavazzo 9/9 75. En éste ya figuraba en ese momento que la Brigada de San Justo era un lugar de reunión, quiénes eran sus jefes, como serían las detenciones. Hay un testimonio de mucha importancia que es el que me brindó Elba Ballestri, quien fue secuestrada en el 75 hasta octubre del 83. Fue torturada en San Justo por uruguayos y luego por argentinos y finalmente condenada por la ley Antisubersiva del 74 para luego ser puesta a disposición del PEN”.
María Victoria leyó cada uno de sus nombres en la audiencia y aportó este listado como prueba al Tribunal.
En este sentido también consta el testimonio de Lidia Callegari, que era uruguaya y fue secuestrada en el 75, y llevada a la Brigada de San Justo y luego trasladada a Uruguay.
La querellante y testigo dio na definición contundente: “todos estos hechos relatados sucedían en la Brigada de San Justo durante el 74 y 75, que funcionaba como centro clandestino y actuando conjuntamente las fuerzas de ambos países. No eran sólo bandas paraestatales como la Triple A, era el Estado, el Poder Ejecutivo, sus ministros y sus jueces”.
“En esta causa sólo se investiga una pequeña porción de lo que pasó en San Justo. No era sólo un simple lugar de fichaje como lo dice el auto de elevación a juicio. Allí, con la actuación conjunta de las fuerzas, tuvo sus antecedentes el Plan Cóndor bajo un gobierno constitucional como el de Isabel Martínez de Perón. Este es un juicio completamente limitado. No hay un solo imputado por el secuestro de mi abuela Enriqueta Santander, ni mis padres, como tampoco por los demás uruguayos que fueron secuestrados y detenidos en ese momento”. Después de esta detención su madre hace la denuncia en Acnur.
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Victoria en este tramo de su testimonio comenzó diciendo que si este juicio hubiese comenzado hace mucho tiempo y no hubiese sido dilatado, su abuela podría haber declarado como lo hizo en otros juicios. “Hoy soy su voz y las de mis padres”, dijo. La sala escuchaba con emoción y atención su relato. Su voz era lo único que se escuchaba.
“Durante el año 77 mis padres vivían en Berazategui, mi madre estudiaba medicina, mi padre psicología y era pintor, formaba parte del Sindicato de Pintura de Zona Norte. El 30 de diciembre de ese año fueron secuestrados en su domicilio por la Policía Bonaerense y el Ejército. Esta detención tiene que ver con lo que sucedió en Uruguay. En las investigaciones que vine haciendo pude comprobarlo… En noviembre del 77 secuestran al dirigente montonero De Gregorio en Colonia con documentación falsa que le entregó el GAU (Grupo de Acción Unificadora ). La Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) viaja a Montevideo a interrogar a De Gregorio en conjunto con el FUSNA (Armada Uruguaya). Luego de esto hay 50 operativos de fuerzas conjuntas en Uruguay y son detenidos casi la totalidad de los militantes del GAU”.
Relató Victoria que en esos operativos los detenidos sometidos a torturas eran interrogados sobre las actividades del grupo GAU en Argentina. Luego de esto “llevan adelante en Buenos Aires el operativo llamado ’Montonero’ para perseguir a la organización aquí en la Argentina. Del 21 de diciembre al 30 de diciembre los uruguayos exiliados en la Argentina son secuestrados. Mis padres en esos entonces militaban en el MLN, pero por su actividad política con la organización fueron considerados parte de la misma y secuentrados en ese operativo. Mis padres hicieron todo el circuito Camps: pasaron por COT I Martínez, Pozo de Bandfield, Pozo de Quilmes, Brigada de San Justo".
Mientras desarrollaba su relato iba mostrando la documentación donde consta lo denunciado, mostró un informe de Gavazzo (jefe de Inteligencia del Ejército Uruguayo) del operativo que llevaron adelante junto con la ESMA.
“Cuando mis padres son secuestrados en el 77 ya estaban registrados en San Justo por el secuestro previo del 75” expresó.
Su madre llevaba dos meses de embarazo al momento de ser secuestrada. Algunos familiares lo sabían. Una médica uruguaya detenida con María Asunción lo confirmó. Se sabe por el testimonio de sobrevivientes que las condiciones de todos los detenidos y las embarazadas en particular eran brutales.
“Mi mamá mientras cursaba el cuarto y quinto mes de embarazo fue torturada, cuando terminan de torturarla y habían determinado que su hijo iba a nacer, le dieron algo de leche y frutas. Ella sufría convulsiones. Un médico de la Brigada la amenazó y le dijo que ella no se iba a ir de ahí hasta que no naciera su hijo”.
“En una sola oportunidad le dieron vitaminas a mi mamá para poder recuperarse. El trato diferente para con ella para quedarse con su bebé consistía en dejarla repartir la comida y retirar los tachos con excremento. Así era el cautiverio. Fue acosada sexualmente por los agentes del centro clandestino que intervenían ahí. Cuentan los sobrevivientes que mi madre organizó a sus compañeros y compañeras y logró frenarlo organizando a todos los detenidos con una gran moral, por lo que siento un inmenso orgullo, porque en esas condiciones que mi madre haya podido hacerlo, habla de su enorme fortaleza y resistencia”.
“Hay un problema en este juicio, que cuando hablamos de Banfiled se limita a Banfield pero había una relación más que comprobada entre San Justo, Pozo de Banfield y Pozo de Quilmes”, graficó.
“Soy la nieta recuperada 53. Fue muy difícil recuperar mi identidad, poder atravesar ese proceso. Los que torturaron y desaparecieron a tus padres son los que te están criando. Pude darme cuenta de la dimensión de lo que ocurrió, que había otros niños como yo, que eran 30.000 y que era una dictadura. La restitución de la identidad es tan importante como complicada cuando sabés que toda tu vida y a tan corta edad te estuvieron mintiendo, pero cambió cuando finalmente fui comprendiendo las cuestiones históricas y políticas. Es reconstruir tu historia”.
“no queremos impunidad”
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“Quiero decir que a nosotros, las víctimas, nos ha tocado venir a declarar sistemáticamente en estos juicios tan limitados. Los datos los tenemos que aportar nosotros, investigar, hablar con los testigos, cuando es el Estado el que tiene que hacerlo. La Brigada de San Justo no era un centro clandestino de registro, hay documentación que demuestra que actuó como parte del Plan Cóndor. No era sólo la Triple A, fue el Estado, un gobierno constitucional el que colaboró con las dictaduras vecinas, no se trataba de fuerzas que se manejaban en la clandestinidad”.
“Isabel Martínez de Perón es responsable con todos sus funcionarios, pero no sólo el Poder Ejecutivo, sino también los jueces. La Justicia que blanqueó los secuestros, las torturas, todo fue blanqueado con la ley Antisubversiva del año 74. Acá debería estar sentada la presidenta de ese gobierno y todos sus funcionarios que fueron partícipes del genocidio. Es gravísimo que en este juicio se separe San Justo, Quilmes y Banfield, que las nietas no tengamos un solo imputado por nuestra apropiación. En estas condiciones no hay posibilidad de llegar a un mínimo de verdad”.
Sus palabras finales fueron: “Finalmente quiero decirle al Tribunal que si ustedes no investigan, no juzgan, dejan la impunidad que estamos viviendo todos los días en una escalada de violencia política que va creciendo, basta nombrar los ejemplos de Corina, la docente torturada en Moreno, las amenazas a mis compañeros Nicolás Del Caño y Myriam Bregman con fotos de Videla. La impunidad genera que un sector envalentonado opine que puede poner una foto de Videla como un ícono Nosotros estamos acá por el juicio y castigo y no podemos permitir que los genocidas queden impunes si esto sucede tiene consecuencias en la actualidad esto es muy peligroso y ustedes tienen que considerarlo. La impunidad tiene grandes consecuencias en el presente".
Caso: Barberán, Rodolfo Atilio
Estuvo privado ilegalmente de su libertad en el centro clandestino de detención que funcionó en la Brigada de Investigaciones de San Justo, tras su secuestro ocurrido en la madrugada del 27 de marzo de 1978.
El día anterior a su secuestro, la víctima, que integraba la Junta Vecinal del Complejo Habitacional n° 17, de un barrio de La Tablada, había participado de la misa en honor a Cirila Benítez, esposa de Aureliano Araujo, que se había realizado en una Iglesia de San Justo Una vez sacado de San Justo, Barberán fue llevado a una Comisaría de General Rodríguez, en donde permaneció alojado hasta noviembre de 1978, fecha en la que fue llevado ante el Consejo de Guerra.
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Néstor Barberán hoy tiene 51 años. Era un niño al momento de los hechos que narró. Recordó cuando los genocidas inrrumpieron violentamente en su casa: “Se escuchaban los gritos de mamá de dolor, le estaban pegando demasiado. Me quise levantar. Entraron a la habitación. A mi papá lo tenían en el piso. “Quédense tranquilos, tápense la cabeza”, nos retaban. Estábamos con un temor terrible, escuchamos griteríos. Cómo le pegan a mi papá. Escuchamos un desastre, mi mamá pedía que no le peguen más. Revisaron en nuestra pieza, rompían juguetes, buscaban armas, no sé qué buscaban”.
El testigo relató que luego de aproximadamente cuatro horas se llevaron secuestrado a su padre delante de sus ojos, para luego volver las mismas personas. Él y sus hermanos encontraron a la madre tirada en el piso. “Con mi hermana vimos cómo lo metían a mi papá adentro de un coche Falcon viejo verdoso, medio musgo”.
Al volver el grupo armado nuevamente golpearon a la madre con las armas y los garrotes, situación que se extiende por cinco horas, hasta el amanecer. “Yo le pedía para ir al baño, me decían: no llores más que me tenés podrido. Me retaban. “Tu hermana tendría que llorar y llorás vos”. Amenazaban con llevar a mi mamá y matarla y matar a nosotros, los hijos. Me robaron todos los juguetes y muchas cosas”.
Néstor Barberán relató que luego del secuestro de su padre fue testigo de dos secuestros más en el barrio, el de Jorge Euman y el del vecino de abajo, cuyo nombre no recuerda.
Sobre lo vivido siendo un niño expresó que ahora comprende “cómo se manejaban, pero en ese momento no. Nosotros teníamos un grupo de chicos que jugábamos al fútbol y a las escondidas y comentábamos entre nosotros a quiénes secuestraban, se iba naturalizando. Venían en autos armados y nos preguntaban cosas: “¿No lo vieron a fulano?” Nos daba miedo por la violencia. Después jugábamos a eso: a que yo te llevaba, él me llevaba”.
El testigo, el mayor de cuatro hermanas y hermanos y padre de cuatro hijas e hijos, manifestó cómo le afectó su vida lo que vivió con su familia siendo víctimas del terrorismo de Estado. El trauma vivido hizo que tuviera dificultades en sus estudios y su proyecto de vida en general. Si bien hoy trabaja en eventos tomando fotos y filmando, le hubiera gustado estudiar informática y no pudo. “Yo estudié muchas cosas pero no podía terminarlas. A veces me decaigo, pero trato de salir adelante. Esperé demasiado tiempo para contar esta verdad. Ahora me siento mucho mejor”.
Luego de secuestrado su padre, Néstor acompañó a su madre en la búsqueda, a las comisarías, al Ejército, a Plaza de Mayo, aprendió a hacer hábeas corpus y notas.  Además, siendo aún un niño, tuvo que salir a vender diarios, pochoclos y garrapiñadas, ya que no alcanzaba con el ingreso del trabajo de su madre.
El complejo 17, según sus palabras, daba cuenta de la situación social y económica que sufrían amplios sectores de la clase trabajadora y el pueblo pobre. “A los chicos nos gustaba que nos daban chocolate y galletitas, en mi casa no había para comer. Venían maestras a enseñarnos. Había doctoras y doctores por la vacunación”.
Sobre el secuestro del doctor Euman describió que él se encontraba con sus amigos jugando en una obra. Se daban cuenta si venía un auto de afuera del barrio. Eran muy frecuentes los Ford Falcon y los Chevrolet. A Euman lo corren 100 metros, se escuchan disparos y gritos, y ven cómo lo arrastran y lo suben al coche.
Tanto él como posteriormente su padre declararon que la madre de Néstor y esposa de Rodolfo Atilio, sufrió importantes secuelas luego de la tortura, entre ellas tres aneurismas.
Sus últimas palabras estuvieron dedicadas a las enormes secuelas que marcaron su vida, al hecho de que siendo un niño se vio forzado a asumir responsabilidades de un adulto y a la importancia de su declaración: “Ahora soy diferente por poder hablar”.
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A continuación declaró su padre, Rodolfo Atilio Barberán, de 72 años y músico de profesión. En su declaración, interrumpida a los minutos por una descompensación sufrida por una angustia intensa, dio cuenta del proceso de organización vecinal del que fue parte en el complejo 17 del barrio General Guemes.
Ya en ese momento, al recordar dicho proceso, comenzó a emocionarse. Relató que su vida “transcurre en torno a la organización del barrio. En ese contexto me voy desarrollando. Había una salita de primeros auxilios, apoyo escolar. Teníamos tenencia provisoria de los departamentos con el instituto de las viviendas y continuidad de las obras con el banco hipotecario”.
Dos años después del golpe genocida del 24 de marzo de 1976 y del secuestro de una de las referentes del barrio, la señora Benítez, se realiza una misa para pedir por su libertad. A la salida es secuestrado y llevado a la Brigada de Investigaciones de San Justo, donde lo torturan innumerables veces. Allí estuvo aproximadamente hasta octubre.
El testigo se angustió mucho y expresó que espera que su declaración sea para tener justicia por el daño ocasionado a él y a su familia. “Estuve transcurriendo en ese centro clandestino un tiempo largo, para mí  interminable. Después me trasladan a la comisaría de General Rodríguez,  luego me hicieron un consejo de guerra y después me llevan detenido a Devoto. El consejo de guerra me condena a dos años. Fui liberado en marzo de 1980”.
A continuación hizo referencia a que su compañera hoy está internada y acompaña sus palabras una profunda angustia. Llora. “Hace un año y dos meses, es la segunda vez que se opera de aneurisma por todos los golpes que recibió, está internada hace un año y pico, tuvo un ACV”.
En ese momento Barberán se descompensó, por lo que debió ser llamada una ambulancia y así se dio por finalizada la audiencia. El Tribunal resolverá si el testigo completa la declaración a través de videoconferencia.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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QUINTA AUDIENCIA
19 de Setiembre
Durante una intensa jornada que comenzó a las 10:30 y culminó cerca de las 19, prestaron declaración cuatro testigos, los sobrevivientes Norberto Liwski, María Amalia Marrón y María Dolores Serbia y Julieta Liwski, hija de Norberto.
Los genocidas Juan María Torino y Rubén Boan siguieron la audiencia a través de videoconferencia. No así los restantes imputados, que solo tienen la obligación de presenciar el debate en las audiencias de indagatorias e imputaciones.
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“Los que podemos contar tenemos el deber de contarlo”
Norberto Liwski es médico, tiene 72 años, es querellante en este juicio y ya dio testimonio en otros juicios de lesa humanidad. Comenzó su relato contando cómo fue su secuestro la noche del 5 abril de 1978, cuando regresaba a su casa de atender a un joven discapacitado. Él era parte de la dirección de un centro de salud comunitaria ubicado en Ciudad Evita.
Liwski comenzó narrando que para abril de 1978 estaba viviendo con su familia transitoriamente en un departamento de la zona de Parque Rivadavia, en Capital Federal, ya que había sido despojado el día del golpe de estado de un departamento preadjudicado en el Complejo 17 de Octubre de Ruta 4 y Avenida Crovara, en La Matanza. La decisión de vivir en el conurbano tenía que ver con su involucramiento en la experiencia de organización barrial que se había dado en aquella zona, ya que además de trabajar en los hospitales de Morón y Merlo aportaba en La Matanza como voluntario en una pequeña sala de atención de salud. Par el testigo “ese ejemplo de organización comunitaria desafiaba el orden social que querían imponer los genocidas” La noche del 5 de abril del ’78 Liwski volvía a su casa en colectivo de atender a un paciente, y cuando intentó abrir la puerta sintió que empujan desde adentro e intentaban detenerlo. En el forcejeo vio a un grupo de personas armadas y vestidas de civil y comenzó a gritar que estaba siendo secuestrado. Entonces uno de los represores le disparó a corta distancia y le produjo 4 heridas en los muslos de ambas piernas. Entonces fue “tabicado” con un pedazo de tela de una manta de su hija y arrastrado hasta la planta baja. Ya en el hall de entrada pudo ver las luces rojas intermitentes de un patrullero en la calle, mientras desde afuera gritaban “¡Bajen las armas!”. Los represores respondieron desde dentro que tenían “zona liberada” y el patrullero se retiró del lugar en unos minutos. Entonces fue subido al piso de un Ford Falcon que enfiló por avenida Rivadavia hacia el oeste, mientras los captores iban abriéndose paso con las armas largas por la ventanilla y uno le dijo “Estás agujereado, no intentes nada”. Desde ese mismo momento relacionó su secuestro con lo ocurrido una semana antes a la salida de una misa en San Justo en reclamo por la libertad de la dirigente barrial Cirila Benitez, donde toda la junta vecinal y sus colaboradores fueron secuestrados. Como conocía perfectamente la zona supo que lo llevaban a San Justo pasando por Ramos Mejía. Al llegar a un ingreso de auto el vehículo dio un sobresalto, pasó un portón y entró a un garaje de pedregullo, que ha sido narrado en este juicio por otros sobrevivientes como el ingreso a la Brigada de San Justo. Allí lo bajan tomado de las extremidades, ya que no podía caminar por las heridas en las piernas, lo ingresan a una sala y lo ponen en una mesa metálica ancha. Entonces sucede el primer hecho que le llama la atención: una persona le dice que es médico y le va a hablar de colega a colega, le pide que colabore porque estaba mal herido. “Me dio asco que un médico formado para curar me dijera eso en una mesa de tortura” dijo el testigo, “y lo escupí”. Entonces otro represor que se presentó como “El Coronel” le dijo que sabían todo de él, que “se acabó el padrecito de los pobres” y que “lo vamos a torturar para que sepa cómo responde esta dictadura”. Entonces lo ponen en conocimiento de que allí también estaba secuestrado su colega y amigo, el médico Francisco García Fernández. Luego lo torturaron toda la noche hasta la madrugada y lo colocaron inconsciente en una celda colgando de unos ganchos a la pared. En posterior inspección ocular como parte de esta causa Liwski reconoció las distintas salas de la Brigada. También pudo ir reconstruyendo que el médico torturador era Jorge Héctor Vidal, y el represor que comandó su secuestro y luego dirigió la tortura fue el comisario José Antonio Raffo (alias “Tiburón”), que pese a sufrir proceso en la causa 44/86 murió impune en vigencia de las leyes de impunidad.   En la sala de tortura Raffo ordenaba “pasenlé en directa”, por los 220 volts, lo que Liwski definió como una “brutalidad sin límites”: sufrió el depellejamiento de los pies, el arrancamiento de las uñas y el clavado de elementos punzantes. Luego de esto se dio un segundo episodio con Vidal, donde el médico genocida le explicaba técnicamente al represor Rubén Boan (alias “Víbora”) los efectos físicos de la picana, los límites y su mejor empleo para quebrar la resistencia del detenido. Vidal llegó a recomendar que se puede torturar a una persona desde los 25 kg de peso, con lo cual Boan amenazó a Liwski de que “la próxima lo torturamos con su hija al lado”. El testigo narró que en otra oportunidad el represor que le había disparado cuando lo secuestraron, al que identificó como Ricardo García (alias “Buggi” o “Rubio”), ingresó a la celda en que estaba con García Fernández y quiso obligar a éste a que ahorcara a Liwski con una soga mientras le ponía una pistola en la cabeza. Como el detenido se negó ambos fueron molidos a palos. Además a mediados de abril del ‘78 lo juntaron con su esposa Hilda Ereñú, que había sido detenida el mismo día que él, a la que vio muy desmejorada por la tortura pero que ese día fue liberada.
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Dijo además que en otra ocasión sufrió la visita de un integrante de inteligencia del Ejército que le dijo “soy G2, nosotros no torturamos, tenemos otros métodos” y se presentó como “capitán Gabriel Fernández”. Ese personaje le dijo “Ud está desaparecido, no está ni vivo ni muerto, está en un pozo de la tierra donde solo llegamos nosotros. El único juez es Videla, él decide la vida y la muerte”. Por si fuera poco también experimentó la visita de personal jerárquico al que los represores llamaban “1-1”, que llegó en un helicóptero que sobrevoló la zona y que se vivió con ansiedad porque en esa jornada el plantel de la Brigada ordenó y limpió especialmente las instalaciones. Sobre el represor Vidal agregó que actuaba siempre a cara descubierta, con la chaqueta blanca, y que una vez lo diagnosticó una tifoidea, le firmó una receta y le prescribió medicación discontinuada, lo que se parecía más a una práctica de la tortura que a la mala praxis. Dijo que cuando recuperó la libertad lo denunció ante el Colegio Médico, pero en ese ámbito también tuvo que defenderse de las presiones de los represores para que le quitaran su título. El testigo rememoró que Vidal estuvo involucrado en las apropiaciones de María José Lavalle Lemos, Victoria Moyano Artigas y Paula Logares Grinspon. Con los años Liwski se vinculó a Abuelas por pedido de Chicha Mariani y en los ‘80 coordinó el equipo técnico de búsqueda de niños apropiados por los represores. El médico rememoró también el paso de otros detenidos de los que supo o con los que habló en San Justo. En la celda chica presenció la llegada de Claudio Logares al calabozo contiguo y al buzón de enfrente de Mónica Grinspon. En la celda grande recordó que estuvieron Aureliano Araujo, Abel De León, Jorge Heuman, Raúl Petruch, Adolfo Rafael Chamorro y Juan González, estos dos últimos venían del “Pozo de Banfield”. El 1 de junio del ’78 fueron trasladados en grupo en una camioneta por la ruta 21 a la Comisaría de Gregorio de Laferrere, donde dijo que era “clarísima la autoridad de los mismo represores que actuaban en San Justo”. Además afirmó que en Laferrere “no hubo cambio de situación, sólo de lugar” y xxx Allí supo de la llegada de Amalia Marrón, Claudia Kohn y Graciela Gribo En julio del ’78 un decreto lo puso a disposición del Poder Ejecutivo, sufrió un Consejo de Guerra en el Regimiento de Palermo, pasó por Devoto y la Unidad 9 de La Plata y recién recuperó su libertad en marzo de 1982. Para redondear una exposición de 3 horas el testigo analizó que “la represión buscó dañar todo el tejido social organizado y crear el terror. Este juicio tiene un valor por las condenas, para las víctimas también tiene un valor reparatorio, pero ese valor se traslada a el pueblo todo de San Justo y de La Matanza”. Quedó sobrevolando la frase que el represor Raffo le dijo cuando lo sacaron de la Brigada de San Justo y mientras lo señalaba en la sien: “Cuando salgas nunca vas a decir dónde estuviste porque te pego un tiro acá”. Liwski pensó que la próxima vez que se encontrarían sería frente a un juez con el represor como imputado.
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“No nos demos por vencidos”
La segunda en declarar fue Julieta Liwski, una de las hijas de Norberto. Nació en 1974 en la Matanza, donde su padre trabajaba y militaba. Dio cuenta ante el Tribunal de las huellas de lo que esos años dejaron en ella y en su hermana.La memoria de Julieta empieza a partir de las cárceles de Devoto y Caseros. “Yo jugaba con mi hermana a hacer hábes corpus y solicitadas. Las visitas a las cárceles me marcaron y me duelen y es una herida que va a estar siempre. Fueron alrededor de 250 visitas a las cárceles. Horas de espera, de requisa”, relató entre llantos. Y contó que después de varios años liberaron a Norberto y llevó tiempo reconstruir un vínculo a pesar de que él les había escrito cartas que ella tiene guardadas.
Julieta se dedicó al arte, es titiritera y afirmó que el hecho de que hoy trabaje en lugares de encierro como cárceles e institutos de menores tiene mucho que ver con lo que le sucedió siendo niña. “Hay algo de familia, y siento que son lugares que me pertenecen. Yo creo que el juego fue una herramienta sanadora contra tanta tristeza”, sentenció. También recordó que cuando estaban los festejos del mundial ’78 “en casa no había nada que festejar. Para nosotras el mundo se dividía entre los que sabían de la represión y los que no, o entre los que podían pensar un poco más allá de las cosas que pasan y los que no. Hoy sigue siendo así”. Con lágrimas en los ojos pronunció sus últimas palabras: “No nos demos por vencidos ni aún vencidos”.
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Luego testimonió la sobreviviente María Amalia Marrón, docente de 61 años. La mujer realizó una síntesis de los orígenes del complejo 17 en el barrio General Güemes: “Entraron numerosas familias en búsqueda de un lugar donde vivir y criar a sus hijos. La dinámica social era de producción de trabajo y cubrir las necesidades de salud y educación. Yo comencé a ir al barrio con compañeras de la universidad porque me interesaba la niñez y la educación en expresiones artísticas para niñas, niños y adolescentes desde la educación popular”.
La mayoría de las personas referentes del barrio fueron perseguidas. Muchos se fueron, otros fueron apresados, muchas familias se vieron desoladas y tuvieron que organizarse para vivir separadas.
Marrón recordó que en marzo de 1978 se hizo una misa en la Catedral de San Justo para pedir por la libertad de una compañera y que, al salir, fueron interceptados por hombres armados y una voz les dijo “alto, acá perdieron todos”.
Ella y otras personas fueron arrastradas y llevadas del lugar. En el asiento de atrás de un auto, con la cabeza baja entre las piernas, fue trasladada. El acompañante del que conducía las iba apuntando. Fue llevada a la Brigada de San Justo, golpeada, tabicada, con sus manos atadas.
“Siempre con insultos y a los empujones me aplicaron picana en todo el cuerpo y  preguntándome quiénes estaban conmigo en la misa. Esta situación  se prolongó bastante tiempo. Mi estado era preocupante, crítico,  ya mi cuerpo no resistía. Me enteré que solicitaron la intervención de otro detenido médico Raúl Petruchi”.
Marrón mencionó a represores apodados “Tiburón”, “Víbora”, “Rubio”, “Eléctrico”, eran quienes la golpeaban. “Me resulta muy difícil expresar con palabras las cuestiones que tienen que ver con padecimientos físicos o describirlos, las secuencias de imposición y crueldad de las que fui parte”.
“No había momentos en los cuales no se sintiera el terror. Recuerdo que repartíamos comida y panes en las celdas, si los tachos volvían llenos o no, podíamos saber si alguien volvía o no”, recordó con precisión.
A principios de junio de 1978 fue trasladada, al igual que Liwski y más personas secuestradas, a la Comisaría de Laferrere, donde pudieron recibir visitas. Finalmente en agosto fue trasladada a la cárcel de Devoto.
En el juicio la testigo recordó que su padre, al momento de su secuestro, fue a la Catedral de San Justo y habló con un cura que le dijo “que se quedara tranquilo, que a su hija la iban a devolver”. En ese mismo momento el cura hizo un llamado y dijo que a los dos o tres días su hija iba a volver. Lo que deja en evidencia la relación estrecha entre la jerarquía católica y los genocidas.
La testigo supo años después que en los documentos de inteligencia la describían como “delincuente terrorista”. Por su caso y el de otras personas se realizó un “consejo de guerra”, integrado por un coronel que de apellido Basili, otro de apellido Balcedo y otras personas que oficiaban de defensores y fiscales. El consejo de guerra se declaró incompetente y pasó a la justicia federal que terminó sobreseyéndola y dejándola a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta marzo de 1982.
Terminada la dictadura, Marrón declaró en el Juicio a las Juntas. Allí reconoció al comisario Raffo, a quien se le inició un proceso pero gracias a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final promovidas por el alfonsinimo quedó en libertad.
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“Detenida antes del golpe”
La última testigo del miércoles fue María Dolores Serbia, secuestrada la noche del 16 de marzo del 1976, cuando tenía 34 años. Vivía en Castelar con su madre y una tía y trabajaba en la Dirección de Adultos de La Matanza, donde su tarea era gestionar ante las fábricas de la zona, como la Siam, Santa Rosa, Mercedes Benz y Chrysler, para que los obreros pudieran terminar los estudios. Esa tarea la convirtió en blanco de la represión.
Serbia fue secuestrada en su casa, por un grupo de hombres que la retiraron encapuchada mientras la interrogaban. El episodio, coincidente con el de otros testigos, confirma el modus operandi de las “zonas liberadas” para la acción de los grupos de tareas.
Cuando la secuestraron ella escuchó, mientras la subían al asiento trasero de un auto, que decían “vamos a la estancia”. La llevaron a un lugar en cuyo ingreso se cruzaba un pequeño puente de madera, donde se escuchaban ladridos de perros y el sobrevuelo de aviones. La alojaron en un box con el piso húmedo. Nunca pudo determinar qué era ese lugar, pero por los detalles supone que se trataba del CCD “Puente 12”.
Allí fue duramente interrogada y el 21 de marzo fue trasladada sola en una camioneta a la Brigada de San Justo. Confirmó que era ese lugar por uno de los policías que le traía agua y la llevaba al baño. Allí, entre interrogatorios y torturas, se enteró del golpe de estado del 24 de marzo por las marchas militares que pasaban en la radio que sonaban constantemente.
Tras un  intento de abuso por parte de personal militar fue llevada a una celda en la Comisaría, donde uno de los efectivos se comunicó con su familia. Su hermano realizó gestiones y pudo confirmar que estaba allí. Finalmente fue derivada a la cárcel de Olmos (La Plata) el 13 de abril del 76, luego a Devoto hasta julio de 1977 y finalmente liberada desde la sede de Coordinación Federal de la Policía Federal en Buenos Aires.
Dolores contó que, además de ella, todo su grupo de trabajo fue perseguido y la tarea social que realizaban desmantelada. Serbia es la primera detenida que fue ingresada a la Brigada de San Justo, siempre entre los casos que forman parte de este juicio, ya que hay pruebas de detenciones y torturas de militantes  en marzo y abril de 1975, bajo el gobierno peronista de María Estela Martínez y en el marco del Plan Cóndor.
Los distintos testimonios dieron cuenta del rol de Vidal en las sesiones de las brutales torturas y en la apropiación de hijas e hijos de mujeres secuestradas y de los delitos sexuales cometidos por los genocidas de la Brigada de Investigaciones de San Justo.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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CUARTA AUDIENCIA
5 de Septiembre
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El 13 de agosto pasado se inicio el juicio por los crímenes cometidos en el ex C.C.D.yT. “Brigada de Investigaciones de SanJusto”. Las audiencias, que son públicas y para asisitir sólo es necesario presentar el D.N.I., se llevan a cabo todos los miercoles.
La cuarta audiencia por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el ex Centro Clandestino de Detención y Tortura conocido como Brigada de San Justo, contó la historia de los jóvenes militantes de la UES de la zona Oeste del conurbano. Testificaron  Gabriel y Marcela Fernandez, hermanos de Jorge Luis y Juan Alejandro, Herman Von Schmelling hijo de Herman y hermano de Sonia; y Adriana Martín única sobreviviente del grupo. Sonia Von Schmeling, Alejandro Aibar, Jorge Luis y Juan Alejandro Fernandez, Enrique Rodriguez “Pluma”, Ricardo Perez “Polenta” y Marcelo Moglié eran milititantes de la UES de la zona oeste; fueron secuestrados entre el 16 y el 28 de septiembre de 1977 y llevados a la brigada de investigaciones de San Justo hasta el 28 de diciembre, fecha en que Adriana Martin los ve con vida por útlima vez. Todos,excepto Adriana, permaneces desaparecidos. Los padres de Enrique Rodriguez, Juan y Epifania, fueron asesinados el 16 de septiembre cuando se resistieron a que la policía de llevase a su hijo detenido. Herman Von Schmeling, padre de Sonia, fue secuestrado el 15 de noviembre de 1977, llevado a la Brigada de San Justo.
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Los primeros en brindar su testimonio fueron Marcela y José Gabriel Fernández, hermanos de Juan Alejandro y Jorge Luis Fernández, ambos militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios de zona oeste, secuestrados y desaparecidos en septiembre de 1977 y con registro de su paso por San Justo hasta diciembre de ese año.
Marcela comenzó describiendo a su familia, conformada por los padres y 4 hermanos de los que ella es la menor. Su padre era trabajador de Fate y los crió en un ámbito de unión, estudio y de creencia católica. Juan Alejandro, de 17 años, era subdelegado de la UES zonal y Jorge Luis, de 16, activaba con él. Los hermanos estaban preparando la celebración estudiantil del 21 de septiembre, y toda esa armonía se quebró la noche del operativo en que empezó el calvario. Fue el 19 de septiembre de 1977 cuando un grupo de personas armadas irrumpió en la casa familiar de Castelar en el entonces partido de Morón, hoy Ituzaingó. De esos represores la testigo, que tenía 10 años al momento de los hechos, recuerda a uno en particular, robusto y moreno, que estaba de civil, con borceguíes y una escopeta itaka. Marcela realizó un reconocimiento de ese represor en un álbum de fotografías que se le exhibió en la instrucción de esta causa y repitió el procedimiento en el debate. La patota entró con violencia y preguntando por “Rulo Ramírez”, que en realidad era Enrique Rodríguez Ramírez (para sus compañeros “Pluma”) otro militante de la UES secuestrado esa noche y desaparecido. Acto seguido redujeron al hermano mayor, Juan Alejandro, y dijeron que se lo llevaban para identificación. Cuando su padre intercede para pedir acompañarlos no le dan tiempo y se llevan a su hermano. Su padre va a hacer la denuncia al destacamento más cercano, donde le negaron la detención, y al volver encuentra al grupo de tareas por el camino, que le dicen que ya le habían devuelto a su hijo: en realidad habían vuelto a la casa y se habían llevado al siguiente hermano, Jorge Luis.
Marcela recordó que al ser la menor compartía muchas cosas con sus hermanos, que la llevaban casi “como una mascota”. Describió las tareas sociales que realizaban sus hermanos en Villa Ángela, que incluían alfabetización, huerta y talleres de música, además de las reuniones políticas con los compañeros de la UES en casa de sus padres. Recordó que varios compañeros de militancia de sus hermanos, como Marcelo Moglie y Sonia Von Schmeling, fueron secuestrados en simultáneo, llevados a San Justo y desaparecidos.
Al momento de hablar de las consecuencias de la tragedia familiar, Marcela afirmó que sintió que perdió en parte a sus padres por tenerse que dedicar a la búsqueda de sus hermanos. Dijo que la familia tardó años en elaborar que los que quedaron también fueron víctimas del Terrorismo de Estado, y  se quejó de que “esperamos 41 años para mirar a los ojos a los que nos arruinaron la vida, y no están ni siquiera por TV”, en relación a los genocidas imputados que, por decisión del Tribunal 1, asisten al juicio por teleconferencia y muchos ya no se dejan ni ver en las pantallas.
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A continuación José Gabriel Fernández continuó el relato de su hermana Marcela. En principio describió el acercamiento que tuvio toda su familia a las tareas sociales a partir de vincularse a grupos catequistas en Villa Udaondo, en espacios coordinados por sacerdotes referenciados con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Los cuatro hermanos cursaban sus estudios en el colegio Nuestra Señora de Lourdes en Udaondo, pero luego por diferencias con la gestión del instituto se mudan al San Francisco Solano del centro de Ituzaingó. Allí sus hermanos mayores desarrollaron tareas comunitarias entre el ‘73 y el ’75 y fueron parte del armado de la UES local. A fines de este último año se prohíben los Centros de Estudiantes, lo que generó una tensión en la familia con la militancia de Juan Alejandro, que ya era subdelegado de la UES. El testigo refirió también un antecedente represivo que sufrió su hermano mayor en septiembre/octubre del ’76: al salir de una reunión política del bar de la vuelta del colegio, un grupo de civil intenta secuestrarlo en un Falcon, hecho que se frustró porque un vecino disolvió el forcejeo disparando dos tiros al aire. Analizando elementos para comprender ese hecho y lo que sucedió luego, José Gabriel contó que la delegada de la UES local, Mabel Cuadrado, le contó que en aquellos años su padre era Personal Civil de aeronáutica en El Palomar, lo que determina por qué fueron señalados, perseguidos y secuestrados todo el grupo de militancia de la UES zona oeste. El testigo recordó que en el operativo de secuestro de sus hermanos actuó un Falcon blanco y una camioneta oscura, presumiblemente de Aeronáutica. De hecho, en lo que podría calificarse como “la otra Noche de los Lápices”, entre el 16 y el 29 de septiembre del ’77 fueron secuestrados los hermanos Fernández, Alejandro Aibar, Marcelo “Chelo” Moglie, Enrique “Pluma” Rodríguez Ramírez, Ricardo “Polenta” Pérez, Adriana Cristina Martín y Sonia Von Schmeling, entre otros.
A partir de esto, la familia se dedicó de lleno a la búsqueda. Su madre Inocencia González, más conocida como “Elsa” de Castelar, conoció en la lucha a Nora Cortiñas y se vinculó a Madres Plaza de Mayo. Su padre envió notas a la 7ma brigada aérea, a la base de El Palomar y a Campo de Mayo. Nunca recibió ningún dato, excepto por una respuesta del Coronel Raúl Galarza de Campo de Mayo, que lo citó al padre en enero del ’78 y admitió el plan represivo al afirmar que “los llevamos porque estaban en colegios subversivos”. Los primeros datos certeros los tuvieron a partir de una visita de Adriana Martín a la casa de los padres de Marcelo Moglie, que les contó que los hermanos habían pasado por Brigada de San Justo.
Así pudieron reconstruir que la noche del 19 de septiembre del ’77 a las 23 horas secuestraron primero a su hermano Juan Alejandro, luego fueron a secuestrar a Moglie y volvieron por su hermano Jorge Luis. En la misma noche, pero el 20 de septiembre a las 2 de la mañana, secuestran a Alejandro Aibar, en la localidad de Merlo. Como dato cruzado hoy saben que en casa de los Fernández los represores preguntaron por Ramírez, en casa de Aibar y Moglie por Fernández, y así.
El testigo se tomó un momento para destacar que habiendo ellos depositado su confianza en la institución Católica, la jerarquía de la iglesia no hizo nada por sus hermanos: su padre realizó una gestión con Monseñor Laguna, obispo de Morón, que nunca fue respondida. Además, los pocos sacerdotes de base que acompañaron a la familia fueron perseguidos o trasladados.
Entre tantas marchas en plaza de mayo, nos acorralaron en las puertas de la catedral con los caballos, cuando entramos a pedir refugio, desde adentro nos sacaron a empujones los mismos curas. Ese día fue el renunciamiento a esa podredumbre que es la iglesia Católica “Hoy creo en la justicia de los hombres, no en la justicia divina. No puedo ni ver a un cura, lo escupo” dijo tajante el testigo.
Por último, José Gabriel, que tenía 14 años cuando se llevaron a sus hermanos, afirmó que “la justicia se nos ha negado por 41 años” y agregó “yo no tuve adolescencia, porque vivíamos en la búsqueda de los hermanos que nos faltaban”. También exigió, como muchos de los testigos vienen haciendo, que se transforme a la Brigada en espacio de memoria “para que en el centro urbano de San Justo toda la comunidad de La Matanza conozca lo que fue el Terrorismo de Estado”.
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A continuación, se escuchó el testimonio de Hermann Von Schmeling, que relató la tragedia vivida por toda su familia: la desaparición de su hermana Sonia, de 16 años, la de su padre, el empresario paraguayo de origen alemán, homónimo, y militante montonero, los secuestros y torturas sufridas por sus tíos y abuelos, y las consecuencias en su madre y sus hermanos.
Su padre era directivo de la empresa CADECA y sufrió un primer secuestro en octubre del ’76. Militaba en Montoneros y había organizado una red vecinal para conseguir los servicios de luz, cloacas y una sala de salud. Esa noche llegó un operativo a la casa familiar de Ituzaingó. Eran varios vehículos y personal uniformado que se presentó como “fuerzas conjuntas”. Reducen al padre, roban pertenencias de la familia y hasta increpan al mayor de los hijos que tenía unos folletos de la embajada de China porque le habían encomendado un trabajo en el colegio y había juntado ese material: “¡Sos un comunista de mierda!” le dicen los represores. Ya en la Comisaría 3ra de Castelar torturan a su padre y se ensañaban especialmente por su apellido alemán, mientras le decían ¿”cómo estás con los zurdos y no odiás a los judíos?”. Tras un mes de cautiverio fue liberado.
Luego de ese episodio la familia se refugió con parientes en Formosa y Paraguay, mientras el padre compró una casa en Olivos. Alojados en la nueva casa, los 4 hermanos cambiaron de colegio. Pero Sonia, la mayor, no se adaptó y decidió volver al colegio Lourdes de La Matanza. Allí siguió su militancia en la UES zonal. Hasta que el 28 de septiembre del ’77 la secuestraron de la casa de Olivos. Antes habían ido a la casa de los abuelos maternos en Ituzaingó y les sacaron la dirección de la nueva casa familiar.
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Después de esto Hermann relató que el 15 de noviembre del ’77, el día del cumpleaños de su hermana Ingrid, secuestraron a su padre con auto y todo cuando se dirigía al trabajo. En paralelo, el 16 de noviembre a la noche secuestran de su casa a sus abuelos maternos y a su tío, y del trabajo a su tía Irma, militante de la JP, el 17 de noviembre a la mañana. La perversión de los genocidas llevó a que, la madrugada del 17 de noviembre, mientras su abuela estaba tabicada y sufría torturas, llevaron a su padre junto a ella y pudo reconocerlo al escuchar su tos característica. Por el relato de Adriana Martín, a quien conocieron años después, supieron detalles del paso de su padre y su hermana por ese Centro Clandestino. El testigo afirmó que “a 41 años sé que mi padre y mi hermana fueron asesinados, y no tengo vergüenza de decir que en algún lugar de mi psiquis espero su regreso. Eso también lo hizo la dictadura”. Finalmente contó que en la década del ’80 pudieron terminar el emprendimiento trunco de su padre de la salita sanitaria en el barrio Villa Udaondo. Hoy es la Unidad Sanitaria municipal 17 de octubre, en Ituzaingó, coordinada por su hermana Heidi, quien nació en medio de la tragedia y sólo estuvo 20 días con su padre. “Es el símbolo de la resiliencia de mi madre y un homenaje a su esposo, a su hija y a los 30 mil”, concluyó.
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La última testigo de una extensa jornada de más de 8 horas de audiencia fue Adriana Cristina Martín, sobreviviente de la Brigada de San Justo cuyo testimonio es central para determinar el paso de muchos detenidos por ese lugar. Con un relato desgarrador de las atrocidades vividas en el Centro Clandestino por todo el grupo de la UES, Adriana lo contrastó con los pequeños gestos de humanidad y resistencia que pudieron desplegar los militantes allí confinados.
La sobreviviente contó que fue secuestrada dos veces. Primero en diciembre del ’76, con 15 años fue llevada a la Comisaría 3ra de Castelar, estuvo dos meses en cautiverio, fue liberada y puesta en vigilancia bajo la órbita de la Fuerza Aérea. A partir de allí trató de seguir los estudios en la ENET nº1 de Moreno, siguió militando y fue electa presidenta del Centro del Estudiantes. Luego sufrió otro secuestro en el operativo que desplegaron en la casa de sus padres en Villa Udaondo el 29 de septiembre del ’77,  en presencia de su madre y sus hermanos Gustavo y Sergio. Su hermana mayor Zoraida, que se había refugiado en Mendoza, también fue detenida y llevada a la base de El Plumerillo y luego en avión a Mansión Seré hasta fines del ‘77.
Adriana fue llevada en el baúl de un auto a la Brigada de San Justo. Años después reconoció el lugar por el desnivel de la entrada y la disposición de las celdas, la sala de torturas y las oficinas del primer piso. Describió al detalle el régimen de picana y buzón que sufrió días enteros, y la prolija división de tareas de los represores, donde “los policías estaban a cargo de las celdas y la comida, y el Ejército a cargo de los operativos, las torturas y los asesinatos”. Estuvo 4 meses desaparecida y pudo reconocer a muchos detenidos en el cautiverio. Entre ellos a su padre Manuel, secuestrado un mes después que ella y liberado a fines del ’77. Su padre le transmitió que habían torturado hasta la muerte a Hermann Von Schmeling y ella misma pudo compartir los últimos momentos con vida de Rubén Cabral, compañero de su hermana y militante montonero apodado “Guli”. Adriana compartió celda con Sonia Von Schmeling, las hermanas Claudia y Roxana Kohn y María Graciela Gribo, además de ser testigo de que en Brigada estaba todo el grupo completo de militantes de la UES oeste.
La testigo afirmó que supo que estaba en la Brigada porque se lo dijeron los presos comunes y la cabo Teresa González, apropiadora de María José Lavalle Lemos, quien ya testimonió detalles del caso en este juicio. González hacía las guardias los fines de semana y en su presencia el régimen se aflojaba.
Adriana contó que cierto día la sacaron junto a Graciela Gribo y las mandaron coaccionadas a limpiar las oficinas del primer piso de la Brigada. “Fue humillante ser la servidumbre de los represores”, dijo. Sin embargo allí descubrió algo revelador. Detrás de un escritorio había un organigrama con nombres y flechas donde estaban todos sus compañeros de la UES zona oeste y distintos banderines: rojo para los asesinados, azul para los secuestrados y amarillo para los buscados.
Otro día, que ubica cerca del 28 de diciembre del ’77, vivió el calvario de presenciar el fusilamiento de sus compañeros. Los sacaron tabicados en grupo en distintos autos, tras un largo trayecto los bajan y escucha “¡arrodilláte!”, seguido de ráfagas de disparos a su lado. Luego corridas y gritos y la orden “¡súbanlos!”. A ella le gatillaron 3 o 4 veces en la cabeza y se desmayó. Luego despertó nuevamente en la celda de la Brigada.
Adriana fue liberada el 31 de enero del ’78, y ni bien salió fue a avisar a las familias de sus compañeros lo que había vivido. Siguió vigilada en la calle por largo tiempo por personal de civil que le decía “no hay 2 sin 3”.
Por último Adriana reivindicó su militancia en la UES y en Montoneros, pidió justicia por todos los compañeros que pasaron por la brigada de San Justo y dijo que “como sobreviviente repudio las prácticas negacionistas del gobierno nacional, porque los Derechos Humanos no son un ‘curro’, son el puente entre pasado y futuro”.
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SUTEBA JUNTO A H.I.J.O.S. EN EL JUICIO A LOS GENOCIDAS
“El pedido de JUICIO, CASTIGO Y CÁRCEL COMÚN A LOS CULPABLES estuvo simbolizado por muchísimas Flores Rojas, tejidas por compañerxs de toda la provincia de Buenos Aires, porque tejiendo Flores Rojas se teje MEMORIA, tejiendo Flores Rojas se escribe un NUNCA MÁS enorme, tejiendo Flores Rojas SE PIDE JUSTICIA.
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María y María José Lavalle Lemos junto a las compañeras docentes de la conducción de SUTEBA de los distritos Gral. Sarmiento, La Matanza, Berisso y La Plata.
Fueron víctimas de estos Genocidas las compañeras Mónica María Lemos, Docente de General Sarmiento, y María Eloísa Castellini, Docente de Merlo, quien tuvo a su bebé en cautiverio y aún no se ha podido recuperar su identidad. Ambas compañeras continúan desaparecidas
¡POR NUESTROS 30.000 COMPAÑERXS DETENIDXS DESAPARECIDXS, PRESENTES AHORA Y SIEMPRE, SEGUIMOS EXIGIENDO JUICIO, CASTIGO Y PRISIÓN COMÚN A LOS CULPABLES!
SUTEBA.-
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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TERCERA AUDIENCIA
29 de AGOSTO Durante esta jornada comenzaron los primeros testimonios de los querellantes de la causa. A sala llena en el primer piso de la sede de los Tribunales Federales de La Plata, se llevó a cabo la tercera audiencia del Juicio por los crímenes cometidos en el ex CCD Brigada de San Justo. En esta jornada a diferencia de la anterior ya se notó la ausencia de varios de los imputados que presenciaban por video conferencia las audiencias. Tampoco estuvo presencte el represor Leopoldo Luis Baume, quien debía presenciar la audiencia en la sala de este Tribunal. A las 10:45, luego de las formalidades protoclares de inicio, se presentó por video conferencia Alberto Oscar Manfredi. La víctima militaba en el P.C.R. y era integrante de la de la Junta Vecinal del Complejo habitacional 17 de octubre de La Tablada. Entre las tareas que organizaban se entregaban alimentos, funcionaban un jardín maternal y una salita de primeros auxilios . Fue secuestrado el 26 de marzo de 1978, tras lo cual fue llevado a la Brigada de Investigaciones de San Justo, donde permaneció hasta el día 28 del mismo mes. “El secuestro ocurrió cuando salíamos de una misa por el pedido de libertad de los compañeros desaparecidos, y era evidente que estábamos rodeados de efectivos policiales. Allí nos subieron a unos autos, a mí, a un Ford rojo… durante la detención, escuchábamos los gritos y sonidos de la escuela que está al lado. Eran terribles los resultados de la tortura en los días que estuve detenido. Si, recuerdo que había alguien que controlaba que no se pasaran de la tortura, de picana” Estuvo en forma permanente con un tabique en los ojos mientras permaneció  privado de su libertad en una pequeña celda en el interior del CCD. Dormia sobre una sucia colchoneta y “la comida era horrilbe”. Tras la consulta de fiscalía si podria reconocer a alguno de los integrantes de la patota que lo secuestró, Manfredi logro reconocer a “Vibora” que no era otro que el represor Alfredo Boan quien en ese entonces se desempeñaba como cabo en la Brigada. Alberto Manfredi llegó a declarar a sus 67 años y afectado por una grave enfermedad que lo afectó en forma terminal. Durante su valiente testimonio pudo expresar todo el horror padecido durante su cautiverio. Finalmente expresó: “En estos 40 años uno ha ido pensando lo justo y lo injusto de algunas cosas, lo necesario de hacer justicia. Hoy tienen la posibilidad porque tienen a los responsables que tuvieron participación genuina en hechos que le hicieron muy mal a su pueblo”.
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Durante la misma jornada, también se escucharon los testimonios de las hermanas María y María José Lavalle Lemos, hijas de Mónica Lemos y Gustavo Lavalle.
María relató que a fines del año 1975 sus padres se instalaron en un barrio de José C. Paz. Su padre conoció las tareas sociales y poco después se acercó a participar en Montoneros mientras Mónica, su madre, era activista en el Centro de Estudiantes de la Universidad. A fines de ese mismo año ya no tenían actividad política, pero continuaron con una importante actividad social. 
“Dejaron una marca muy profunda en los vecinos, los chicos del barrio entraban y salían de la casa, un lugar de puertas abiertas, pero todo cambió cuando fue nuestro secuestro”, dijo María. Y agregó que “el 21 de julio del 77 es el operativo, nos secuestran. Mi mamá estaba embarazada de ocho meses. Se sentían golpes, que se revolvían cosas, se escuchaba bastante porque era descampado. Al principio los vecinos creían que se trataba de un robo. Y cuando salen ven que hay un camión grande como del Ejército y personas vestidas con ropa de fajina. Así fue como fuimos trasladados a Brigada de San Justo. Por aquel momento mi abuelo hizo una presentación de habeas corpus”.
Pasada una semana, María fue devuelta a la familia de una manera muy particular: una llamada telefónica anónima que es atendida por su abuelo paterno, “si quiere volver a ver a su nieta” y le pasaron la dirección de unos vecinos de los abuelos maternos, mudados hacía muy poco a Haedo, lo que confirma el seguimiento que venían haciendo a la familia.
María en su relato describió con precisión el estado traumático que vivió en ese tiempo, con miedo a los uniformes policiales y las sirenas. “Estaba en shock, no reconocía ni la casa ni a nadie, en mal estado de salud, la mirada perdida. Poco a poco van intentando hacer que reaccione, me dan un baño. A partir de ahí comencé a vivir con mis abuelos porque yo era muy chica cuando empecé a hablar. Tenía miedo, por ejemplo cuando veía a una persona uniformada, a las gorras de la policía, gritaba, la gorra la gorra”.
La búsqueda de sus padres y hermana la continuó su abuela materna, Haydé Vallino, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Gracias a la información de Liliana Zambano, ex detenida desaparecida, se pudo determinar que hasta septiembre del 77 Gustavo y Mónica estuvieron en la Brigada y luego fueron trasladados al CCD Pozo de Banfield, donde Mónica dio a luz a su hermana, María José.
La pareja fue desaparecida y la beba apropiada en San Justo, por la sargento de la Bonaerense María Teresa González y su pareja Nelson Rubén, quienes fueron condenados a tres años de prisión en suspenso.
En coincidencia con su hermana, María José relató la importancia del testimonio de la sobreviviente Liliana Zambano para reconstruir su nacimiento en el Pozo de Banfield: allí pudo hablar con Gustavo Lavalle, y él le contó que venían de San Justo y habían sufrido torturas. También saben que Gustavo supo del nacimiento de su hija María José en el CCD. También contó que uno de los sobrevivientes de San Justo secuestrado con su tío le dijo que algunos de los represores eran de “toxicomanía”. El término le quedó siempre grabado a María José, porque su apropiadora, Teresa González, era de esa repartición. La testigo definió a la sargento apropiadora como una persona muy violenta, que siempre alardeaba públicamente de lo que había hecho, se mudaba seguido para ocultar a la niña y hasta robaba bienes de los operativos que realizaban los represores de San Justo. Justamente por aquel alardeo de la apropiación es que siempre hubo información para rastrearla. En el año ’85 González fue detectada en Mar Del Plata por el juez de Morón Juan María Ramos Padilla y recién 2 años después María José fue restituida a su familia. La comunidad organizada para apropiarse de hijos de desaparecidos que existía en la Brigada de San Justo fue descripta con precisión por María José: González apropió a la hija de los Lavalle-Lemos, Oscar y Víctor Penna a la hija de los Moyano-Artigas y Rubén Lavallén a la hija de los Logares-Grinspon. El patrón se seguía inflexiblemente, ya que fueron todos matrimonios secuestrados en San Justo y luego llevados a Banfield. Además la testigo afirmó que el médico policial Jorge Héctor Vidal, que asistía las torturas y los partos clandestinos, era médico personal de la familia de su apropiadora. Al analizar el reencuentro con su familia y las secuelas que dejó la represión, María José sentenció “Son 10 años de mi vida que no me los devuelve nadie, encima criada con gente que dañó a mi familia”.
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  La última testigo fue Nancy Rizzo, hija del dirigente gremial José Rizzo, secuestrado y desaparecido en noviembre de 1976 y cuyos restos fueron identificado en 2009. Nancy se presentó con las cenizas de su padre en una urna de madera y dijo “No es morbo,  mi papá está acá presente”. Contó que ella es la mayor de 4 hermanos y que sus padres los criaron en una casa muy humilde en la calle Berón de Estrada de La Matanza. Su padre era obrero, delegado en la fábrica CEGELEC y pintaba transformadores con soplete: Lo recuerda como una persona muy solidaria y combativo en los reclamos laborales. Recuerda que muchos días que no iba a trabajar pensaban que estaba enfermo, pero en realidad estaba guardado porque había sido golpeado y amenazado por punteros de la patronal. Al momento del secuestro de su padre Nancy tenía 12 años. La noche del 17 de noviembre de 1976 estaba haciendo los deberes en su casa, mientras sus padres jugaban a las cartas con un vecino. EN verdad ese vecino, de apellido Rizzo Nelly, había sufrido un secuestro tiempo antes y cuando lo liberaron le dijeron “Nos equivocamos”. Buscaban al padre de Nancy. Aquella noche los represores rompieron las puertas de la casilla y, mientras reducían a todos los presentes pudieron ver que estaban de civil, con gorros y chalecos. Recuerda que ella se agarró de la pierna de su padre hasta que la golpearon, y cuando reaccionaron ya lo habían subido al baúl de un auto donde tenían a otras personas secuestradas. “Ese fue el último día en que fui Nancy. A partir de allí soy la hija de Rizzo”, afirmó. Nancy contó que la desaparición de su padre desarmó a la familia: su madre debió salir a trabajar y dejar a sus hijos con vecinos, tanto que “los hermanos nos encontrábamos para ir a la escuela”. La esposa de Rizzo realizó la denuncia, siempre infructuosa, y luego se contactó con otros familiares de desaparecidos. Fue así que tiempo después el padre de los hermanos Solís, un colimba y un estudiante secuestrados y luego liberados, quien trajo la información de que sus hijos habían visto a Rizzo en la Brigada de Investigaciones de Lanús, CCD llamado “El Infierno” y ubicado en Avellaneda. Luego, a través de los testimonios de Horacio Matoso y Nilda Eloy, ex detenidos de la Brigada de Lanús, supieron que su padre estuvo allí con vida hasta fines de diciembre del ‘76. Pudieron reconstruir además que todo el grupo de militancia de su padre, integrado por Ricardo Lafleur y su esposa, Ricardo Chidichimo y Héctor Galeano, todos sindicalistas de La Tablada, Villa Luzuriaga y Villa Constructora, habían sido secuestrados en serie y llevados primero a San Justo y luego a Avellaneda. Luego Rizzo fue asesinado y su cuerpo plantado a 15 cuadras de la casa de la familia con información fraguada de un supuesto enfrentamiento recordado periodísticamente como “El tiroteo de Aldo Bonzi”. Nancy contó además que todo el procedimiento en la Morgue policial de La Plata fue irregular, que los restos de su padre fueron exhumados en 1984 en el cementerio Villegas de San Justo, identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2009 y recién entregado a la familia 1 año más tarde. Nuevamente la desidia judicial se impuso en el caso: en esta causa se juzga a 9 represores por el secuestro y tormentos a Rizzo, pero no por su homicidio, producido desde la Brigada de Avellaneda. “¿Me van a decir que esto no es un homicidio?”, preguntó Nancy a los jueces señalando la urna con los restos de su padre. “Yo esperé 42 años este momento. Uds van a decidir si creí en la justicia en vano o no. Quiero que me prometan que van a hacer justicia de verdad. No me defrauden”, sentenció. Mientras los doctores Pablo Vega, Alejandro Esmoris y Nelson Jarazo esquivaban la mirada y se rascaban las orejas, “Yo de acá me tengo que ir y volver a ser Nancy Rizzo, tengo que creer que todo esto tuvo sentido"!!! . También recordó que aunque está pedida la desafectación de la Brigada de San Justo como dependencia policial, sigue funcionando allí la Departamental de investigaciones. El testimonio de la compañera, integrante de H.I.J.O.S. La Matanza, fue de lo más contundente que se escuchó en lo que va del debate, que continuará con más testimonios de familiares y víctimas sobrevivientes.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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Comenzó el juicio contra la Brigada de investigaciones de San Justo
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Nota publicada el 14/8/2018 en Viví el Oeste.com
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En el día de ayer comenzó el juicio por delitos de Lesa Humanidad cometidos en la ex Brigada de Investigaciones de San Justo. Después de 40 años se dio inicio a un juicio histórico que busca condenar a 21 imputados. Se investiga el secuestro y tortura de 80 personas.
La agrupación Hijos La Matanza, que se presentó como querellante con muchos de sus integrantes se movilizó de forma masiva hasta el Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata para decir presente en una jornada histórica para toda la zona oeste. Se estima que por esta brigada pasaron alrededor de 300 vecinos de diferentes localidades.
Desde Hijos La Matanza no dejaron de reconocer de que se trató de una jornada emocionante y muy esperada: “Durante más de 40 años nos preguntamos qué pasó con ellos, con ellas, que hicieron con nuestros seres queridos. Y que hubiese sido de nosotras y nosotros si el terrorismo de estado no hubiese truncado sus vidas y con ellas parte de las nuestras. Aun nos preguntamos como seria el mundo si sus sueños hubieran podido plasmarse en nuestras realidades”, explicaron.
Y agregaron: “Es un día histórico, no solo para nosotros, sino para toda la sociedad. Cada vez que se abre una instancia de Juicio por Crímenes de Lesa Humanidad, sabemos que se está construyendo una sociedad más justa, porque fuimos y somos capaces de transformar todo el temor y la rabia, en amor y en compromiso”.
Hay que destacar que si bien se trato de un juicio muy esperado, desde Hijos La Matanza ya se apunta a un segundo con la recolección de materiales sobre otros casos sucedidos en ese lugar.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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Apertura del Juicio Brigada de San Justo por los crímenes cometidos durante la dictadura cívico - militar contra 84 luchadorxs populares, en su mayoría trabajadorxs y delagadxs gremiales. 19 son los genocidas imputados.
Las audiencias se realizan los miércoles a partir de las 10 hs en los Tribunales Federales de La Plata.
Acercate a participar!
El único lugar para los genocidas es la cárcel común, perpetua y efectiva.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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TEXTO DE RODOLFO WALSH SOBRE LA BRIGADA DE SAN JUSTO, PUBLICADO EN 1968 EN EL SEMANARIO DE LA CGT DE LOS ARGENTINOS
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“LA SECTA DEL GATILLO ALEGRE”
El comisario Miguel Etchecolás es un hombre sensato, buen observador. Cuando se hizo cargo de la primera de Avellaneda, su mayor preocupación consistió en evaluar el personal con que contaba.
Del resultado final de esas cavilaciones dio cuenta La Nación del 23 de marzo de este año: "Un curso de alfabetización para su personal fue iniciado en la comisaría primera de esta ciudad. A la inauguración de las clases asistieron el intendente y el párroco de la Catedral".
Si el comisario de la primera de San Justo, Antonio Recaré, hubiera seguido el ejemplo de su colega, quizás habría evitado los episodios que ocurrieron en su jurisdicción el 1° de Mayo. Obviamente es difícil manejar un personal que necesita ser alfabetizado —por lo tanto analfabeto—, y él mismo tuvo una prueba cuando el jinete que tras derribar a una mujer perseguía fusta en alto al fotógrafo Zenteno Ze-garra, le echó encima su caballo: qué comisario ni comisario.
Don Antonio Recaré podría alegar que ese jinete era del escuadrón Quemes —famoso desde que asesinó a los obreros Mussi, Retamar y Méndez— que no está bajo su jurisdicción: grandes domadores reclutados en el interior, que más que un curso de alfabetización necesitan un reformatorio.
La palabra reformatorio no es bien vista en San Justo, desde que en agosto del año pasado se ahorcó allí un chico escapado del Agote. Se llamaba José Camilli y tenía 19 años. Como todo el mundo sabe, la melancolía que inspiran las altas paredes de una celda fomenta negras ideas en los jóvenes débiles de espíritu, los ebrios, los chilenos carteristas y, en general, la gente sin familia que pueda reclamar por ella.
Otro factor deprimente que acaso contribuya a la ola de suicidios en lates calabozos son las inscripciones que dejan los torturados.San Justo, en ese sentido, es un lugar inconveniente cuya frondosa historia puede remontarse a 1957, con el picaneo de los gremialistas Mitjans, Ramos, Rodríguez y Amoroso. En los tres primeros meses de 1968, la Policía Bonaerense mató en tiroteo a diez delincuentes, o presuntos delincuentes, sufriendo por su parte una sola baja. Este rendimiento de diez a uno es único en el mundo, y aun en el país: en el mismo período la Policía Federal registró un modesto dos a uno: cuatro pistoleros y dos policías abatidos. Ninguno de los expertos consultados puede dar una explicación satisfactoria a la eficiencia provinciana, pero se aventuran tres hipótesis: a) el uso de la metralleta en todos los procedimientos; b) la orden de fuego contra cualquier desconocido o sospechoso que huye; c) la simple ejecución de pistoleros capturados. Si esta eficacia desconcierta un poco, la de San Justo anonada.
De los diez presuntos malhechores muertos en el trimestre, cuatro cayeron allí, sin bajas policiales. Ahora bien, San Justo es cabeza del partido de La Matanza, con quinientos mil habitantes. Si en el resto de la provincia se hubieran alcanzado los mismos índices, la cifra de delincuentes muertos en los tres primeros meses sería superior a la que se registra en todo un año en los Estados Unidos. Una policía que según vimos el 1° de Mayo trata a manifestantes como si fueran ladrones, es posible que trate a los ladrones como si fueran condenados a muerte. Quizá convendría que algún juez investigara las reales circunstancias en que han muerto este año en San Justo, Osvaldo Herrera, Juan Esteban Roldan, Roberto Pierce y Severo Alagastino. Aunque más no fuera para volver a felicitar o ascender a los agentes Domínguez, Fernández, Ontibero, Takch, Wernert, al sargento Suárez, y a otros que tanto trabajo tuvieron este 1° de Mayo en la plaza.
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lamemoriaqueflorece-blog · 7 years ago
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TRABAJADORES DESAPARECIDOS VISTOS EN LA BRIGADA DE SAN JUSTO
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De un total de 39 casos de víctimas fatales, se registran 19 de quienes se ha podido averiguar su lugar de trabajo. Su dimensión como trabajadores ayuda a comprender la fuerza del movimiento obrero en aquella época.  
9 TRABAJADORES ESTATALES
3 Trabajadores Estatales NACIONALES
Ricardo Chidichimo, Servicio Meteorológico Nacional
Héctor Galeano, ENTEL
Claudio Logares, Banco de la Nación Argentina
3 Trabajadores Estatales de la Provincia de Buenos Aires
La Bruna José, Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela.
Jorge Luis de Iriarte, Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela.
Raul Fahyt, empleado del Parque Pereyra Iraola
3 Trabajadores Municipales
De La Matanza: Jorge Luis Congett
De Merlo: María Eloisa Castellini, trabajadora de un jardín de infantes de Merlo.
Capital Federal: Jorge Antonio Catanese, trabajador del Jardín Botánico.
Trabajadores de Salud
Ricardo Perez Huzuliak: médico en la clínica privada Mayo.
Trabajadores en empresas Privadas
Laura Futulis en Rolito
Alejando Aibar en Bonafide
Enrique Cabral en IBM
Cuenta propistas
Orlando Guerechit, dueño de una quesería.
Directivos empresariales
Herman Von Schmelling en CADECA
Enrique Iglesias en FLAMINI HERMANOS.
Trabajadores fabriles
José Rizzo: fábrica metalúrgica CEGELEC
Alberto Gigena: trabajador de la automotriz Mercedes Benz.
1. AIBAR Alejandro, trabajador en la fábrica de café Bonafide en Capital Federal. Militante de la UES en Moreno.
2. CABRAL Enrique, empleado técnico en la Empresa IBM, militante peronista vinculado a los sectores de la Juventud Peronista y la UES. Secuestrado entre el 20 y el 23 de septiembre de 1977.
3. CASTELINI María Eloisa, trabajadora de la educación, maestra jardinera.  Secuestrada el 11 de noviembre de 1976. Militante del PRT
4. CATANESE Jorge Antonio, trabajador estatal de la Municipalidad de Buenos Aires, asignado al Jardín Botánico.  Secuestrado el 15 de septiembre de 1977.
5. CHIDICHIMO Ricardo, trabajador estatal en el Servicio Meteorológico Nacional, militante de la Juventud Peronista, secuestrado el 20 de noviembre de 1976.
6. CONGETT Jorge Luis, trabajador Municipal de La Matanza,  delegado dentro del Palacio Municipal, referente del Sindicato de Trabajadores Municipales de La Matanza, intervino en la elección normalizadora de 1974 perdiendo con la lista oficialista. Integrante  del partido auténtico, secuestrado el 20 de noviembre de 1976.
7. DE IRIARTE Jorge Luis, trabajador estatal en el Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela, militante de la Juventud Trabajadora Peronista Montoneros. Secuestrado el 25 de agosto de 1977.
8. FAYTH Raul, trabajador provincial en el Parque Pereyra Iraola, secuestrado el 14 de septiembre de 1977.
9. FUTULIS LAURA Inés, trabajadora en la fábrica de hielo Rolito, casada con Miguel Rodríguez, pintor de obra. Secuestrados el 6 de julio de 1977.
10. GALEANO Héctor, trabajador telefónico, delegado de FOETRA, integrante del partido auténtico, secuestrado el 17 de noviembre de 1976.
11. GIGENA Alberto, trabajador mecánico en la planta de Mercedes BENZ de González Catán, afiliado al SMATA simpatizante del PRT, activista fabril que no fue delegado pero tuvo una amplia participación política en las huelgas de 1975. Fue visto en Campo de Mayo. Es el único trabajador de Mercedes Benz  que se tiene probado que pasó por la BISJ.
12. GUERECHIT Orlando, trabajador cuentapropista, dueño de una fiambrería, por eso su apodo  “El Fiambrero”. Militante montonero.  
13. IGLESIAS Enrique, gerente de la empresa FLAMINI hermanos. Militante montonero secuestrado el 5 de septiembre de 1977.
14. IRAMAIN Héctor, empleado del Sindicato de Talleristas a Domicilio, de la sede de Morón, secuestrado en Virrey del pino el 1° de enero de 1978.
15. LA BRUNA José, trabajador estatal en el Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela  y en el Instituto de Oftalmología Pedro Lagleyze en Capital Federal.  Militante montonero secuestrado el 15 de agosto de 1977.
16. LOGARES Claudio, trabajador bancario en el Banco Nación. Junto a su compañera Mónica Grispon, se exilió en Uruguay. Allí fueron secuestrados y traídos a la Brigada de San Justo el 18 de mayo de 1978.
17. PÉREZ HUZULIAK RICARDO, médico de la clínica Mayo de Ramos Mejía, secuestrado el 13 de abril de 1977. Tenía  29 años.
18. RIZZO José, trabajador metalúrgico de la agrupación MUSSY RETAMAR, vinculada a la JTP de La Matanza.  Integró una de las listas opositoras de la UOM Matanza en 1974 para derrotar a Abala Baluch,  histórico dirigente local. Pero, de la misma manera que otros integrantes de otras listas opositoras, no pudo presentarse al ser repelido a los tiros. Integrante del partido auténtico secuestrado el 17 de noviembre de 1976.
19. VON SCHMELING Herman: empleado en la empresa CADECA. Militante montonero secuestrado el 15 de noviembre de 1977.
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UOM y EL PARTIDO AUTÉNTICO EN LA MATANZA
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Trabajadores de la Mercedes Benz desaparecidos
La presencia comprobada de Alberto Gigena en la Brigada de San Justo, hace presuponer que otros trabajadores de la planta Mercedes Benz de González Catán estuvieron allí antes de pasar a Campo de Mayo.
Sólo dos casos, Víctor Ventura y Esteban Reimer fueron vistos en la Brigada de Investigaciones de Lanús (El Infierno), que también integraba el Circuito Camps. Otros matanceros fueron llevados desde la BISJ, en lugar de pasar por Campo de Mayo. La referencia a la Brigada de San Justo se hace notoria.
Obreros desaparecidos de la Mercedes Benz:
 - Oscar Caddeo.
- Miguel Grieco
- José Antonio Vizzini
- Esteban Alfredo Reimer.
- Víctor Hugo Ventura.
- Carlos Alberto Cienciala Russo.
- Oscar Alberto Álvarez Bauman (secuestrado junto a su esposa Silvia Mónica Redón Rodríguez)
- Charles del Carmen Grossi Basilis
- Fernando Omar Del Conte
- Héctor Alberto Belmonte
-  Alberto Gigena 13 de agosto de 1977.
- Diego Eustaquio Nuñez 13 de agosto de 1977.
- Jorge Alberto Leichner. 13 de agosto de 1977.
- Juan José Mosquera 13 de agosto de 1977.
- Alberto Francisco Arenas
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