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Maldición - Antonia Pozzi
No en ríos claros
sino a la orilla de zanjas tristes
nos detuvimos,
en donde sumergir las manos
era perderlas
bajo el barro
pululante del fondo-
Y el verde de los olmos
resplandecía
en el calor-
estaban frescas las flores
del prado-
y por otras flores fantaseaba
incansable
el corazón.
Pero ese agua embarrada atravesaba
el camino-
ese olor corrupto araba
el respiro de nuestra ternura
doliente-
y no podíamos deshacer
esa maldición de la tierra
ni podíamos sofocar
la voz arcana
lagrimeante
-están perdidos-
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Grito - Antonia Pozzi
No tener un Dios no tener una tumba no tener nada quieto solo cosas vivas que escapan- ser sin ayeres ser sin mañanas y enceguecerse en la nada- -ayuda- por la miseria que no tiene fin.
Non avere un Dio non avere una tomba non avere nulla di fermo ma solo cose vive che sfuggono – essere senza ieri essere senza domani ed acciecarsi nel nulla – – aiuto – per la miseria che non ha fine –
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Cesare Pavese - Parole di politico
Palabras de político
Se llegaba temprano al mercado del puerto a lavarnos la cara: y tenía plateado tenía rojo, verde, los colores del mar al contraste del mar, todo escama de plata y ganaban los peces, se pensaba en volver.
Bella hasta la mujer que llevaba las ánforas olivastras, forjadas con la técnica franca blandamente: cada uno pensaba en las mujeres Reíamos, cada uno. Llovía sobre el mar.
Por las viñas ocultas, en los surcos de tierra el agua ablanda hojas y racimos el cielo de escasas nubes se pinta, coloradas de placer y de sol. En la tierra sabores y en el cielo colores. Ninguno con nosotros.
Se pensaba en volver, como al fin de una noche completamente en vela, se piensa en la mañana. Se gozaba el color de los peces, lo blando de las frutas, vivaces en el tufo del mar Estábamos borrachos por la vuelta inminente.
Si passava sul presto al mercato dei pesci a lavarci lo sguardo: ce n'era d'argento, di vermigli, di verdi, colore del mare' Al confronto col mare tutto scaglie d'argento la vincevano i pesci. Si pensava al ritorno
Belle fino le donne dall'anfora in capo, ulivigna, foggiata sulla forma dei franchi mollemente: ciascuno Pensava alie donne, come parlano, ridono, camminano in strada Ridevamo, ciascuno. Pioveva sul mare
Per le vigne nascoste negli anfratti di terra I'acqua macera foglie e racimoli' II cielo si colora di nuvole scarse, arrossate di piacere e di sole. Suila terra sapori e colori nel cielo. Nessuno con noi
Si pensava al ritorno, come dopo una notte tutta quanta di veglia, si pensa al mattino Si godeva il coiore dei pesci e l'umore delle frutta, vivaci nel tanfo del mare' Ubriachi eravamo, nel ritorno imminente
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Gabriele D’Annunzio - La pioggia nel pineto
La lluvia en el pinar
Calla. Al borde del bosque no oigo palabras que dices humanas; mas oigo palabras más nuevas que hablan las gotas y hojas lejanas. Escucha. Llueve de las nubes aisladas llueve en los tamariscos salados, resecos llueve en los pinos de escamas erguidos llueve en los mirtos divinos, en las retamas brillantes de flores nacientes en los gruesos enebros de mimos fragantes llueve en nuestros rostros silvanos, llueve en nuestras manos desnudas, en nuestros vestidos ligeros, en las frescas ideas que el alma florece, tan nueva, en la fábula bella que ayer te ilusionó, que hoy me ilusiona oh, Hermione.
Oyes? La lluvia cae en la solitaria verdura, con un chasquido que dura y cambia en el aire según los ramajes muy ralos, no ralos. Escucha. Responde al llanto el canto de las cigarras que el llanto sureño no atemoriza ni el cielo grisáceo. Y el pino un sonido, y el mirto tiene otro, y el enebro aún otro, instrumentos diversos ante innumerables dedos. E inmersos estamos de alma silvestre de arbórea vida viviente y tu rostro ebrio está tierno de lluvia como una hoja y tu cabellera oler pareciera a la clara retama, oh criatura terrestre de nombre Hermione.
Escucha, escucha. El acorde de las aéreas cigarras de a poco más sordo se hace en el llanto que aumenta, mas un canto allí se mezcla más ronco que de abajo sube, de la húmeda sombra remota Más sordo y más tenue se suelta, se apaga Sola una nota aun tiembla, se apaga resurge, tiembla, se apaga. No se oyen voces de mar. Ahora se oye en todo el ramaje que cruje la lluvia plateada que purga, crujido que cambia según el ramaje muy denso, no denso. Escucha. La hija del aire está muda, mas la hija del cieno lejana, la rana, canta a la sombra más honda, no sé donde, no sé donde! Y llueve en tus pestañas, Hermione.
Llueve en tus pestañas negras como si lloraras mas de placer, no blanca mas casi enverdecida como salida de corteza y toda la vida nos es fresca fragante, el corazón (en el pecho) como una fresa intacta, los ojos entre párpados son cual veneros en el prado los dientes en los alvéolos como amargos almendrados. Y vamos de mata en mata, ora juntos ora sueltos (y el verde vigor rudo nos une los maléolos nos enreda las rodillas) no sé dónde, no sé dónde! Y llueve en nuestros rostros silvanos, llueve en nuestras manos desnudas, en nuestros vestidos ligeros, en las frescas ideas que el alma florece, tan nueva, en la fabula bella que ayer te ilusionó, que hoy me ilusiona oh, Hermione.
Taci. Su le soglie del bosco non odo parole che dici umane; ma odo parole più nuove che parlano gocciole e foglie lontane. Ascolta. Piove dalle nuvole sparse. Piove su le tamerici salmastre ed arse, piove su i pini scagliosi ed irti, piove su i mirti divini, su le ginestre fulgenti di fiori accolti, su i ginepri folti di coccole aulenti, piove su i nostri volti silvani, piove su le nostre mani ignude, su i nostri vestimenti leggieri, su i freschi pensieri che l'anima schiude novella, su la favola bella che ieri t'illuse, che oggi m'illude, o Ermione. Odi? La pioggia cade su la solitaria verdura con un crepitío che dura e varia nell'aria secondo le fronde più rade, men rade. Ascolta. Risponde al pianto il canto delle cicale che il pianto australe non impaura, nè il ciel cinerino. E il pino ha un suono, e il mirto altro suono, e il ginepro altro ancóra, stromenti diversi sotto innumerevoli dita. E immersi noi siam nello spirto silvestre, d'arborea vita viventi; e il tuo volto ebro è molle di pioggia come una foglia, e le tue chiome auliscono come le chiare ginestre, o creatura terrestre che hai nome Ermione. Ascolta, ascolta. L'accordo delle aeree cicale a poco a poco più sordo si fa sotto il pianto che cresce; ma un canto vi si mesce più roco che di laggiù sale, dall'umida ombra remota. Più sordo e più fioco s'allenta, si spegne. Sola una nota ancor trema, si spegne, risorge, trema, si spegne. Non s'ode voce del mare. Or s'ode su tutta la fronda crosciare l'argentea pioggia che monda, il croscio che varia secondo la fronda più folta, men folta. Ascolta. La figlia dell'aria è muta; ma la figlia del limo lontana, la rana, canta nell'ombra più fonda, chi sa dove, chi sa dove! E piove su le tue ciglia, Ermione. Piove su le tue ciglia nere sìche par tu pianga ma di piacere; non bianca ma quasi fatta virente, par da scorza tu esca. E tutta la vita è in noi fresca aulente, il cuor nel petto è come pesca intatta, tra le pàlpebre gli occhi son come polle tra l'erbe, i denti negli alvèoli con come mandorle acerbe. E andiam di fratta in fratta, or congiunti or disciolti e il verde vigor rude ci allaccia i mallèoli c'intrica i ginocchi chi sa dove, chi sa dove! E piove su i nostri vólti silvani, piove su le nostre mani ignude, su i nostri vestimenti leggieri, su i freschi pensieri che l'anima schiude novella, su la favola bella che ieri m'illuse, che oggi t'illude, o Ermione.
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Giacomo Leopardi -La sera del dì di festa
La noche del día de fiesta
Dulce y clara es la noche, y ya sin viento, y quieta sobre techos y entre huertos está la luna y de lejos revela serena las montañas. Oh, mujer, ya calla cada senda y las ventanas entreven débil la nocturna lampara: vos dormís, te llegó fácil el sueño a tu habitación calma, y no te muerde recelo alguno y no podés saber qué herida me causaste a mí en el pecho Vos dormís: yo este cielo, tan benigno en apariencia a saludar me asomo y a la naturaleza omnipotente que me hizo para el llanto – La esperanza te niego -dice- también la esperanza tus ojos brillarán sólo de lágrimas - fue un día solemne, ahora de la fiesta descansás y quizás recordarás dormida a cuántos gustaste y cuántos te gustaron: no yo, yo ni me atrevo, ser pensado por vos. Mientras pregunto cuanto me queda por vivir, y me echo a tierra, y grito, y tiemblo. ¡Oh días horrendos en tan joven edad! Ay! Por la calle, no lejos, oigo el solitario canto del artesano que regresa tarde, tras los festejos, a su pobre casa y con horror mi corazón se parte, pienso cómo en el mundo todo pasa, sin dejar casi huella. Terminó el día de fiesta y al festivo el día normal le sigue, y se la lleva el tiempo a cada acción humana ¿Y el sonido de esos pueblos antiguos? ¿Y el bramido de célebres ancestros?, ¿y el Imperio de la gran Roma, el esplendor, las armas que marcharon por tierra y por océanos? Todo es paz y silencio, todo calmo el mundo, y de ellos ya nadie más habla. En mi primer edad, cuando se espera con impaciencia el día de fiesta, y luego a su fin, con dolor, yo aun despierto aplastaba las plumas, y a la noche un canto, que se oía en los senderos, poco a poco morir al alejarse, ya así se me partía el corazón.
Giacomo Leopardi - Canti - 1820 (aprox)
Dolce e chiara è la notte e senza vento, E queta sovra i tetti e in mezzo agli orti Posa la luna, e di lontan rivela Serena ogni montagna. O donna mia, Già tace ogni sentiero, e pei balconi Rara traluce la notturna lampa: Tu dormi, che t’accolse agevol sonno Nelle tue chete stanze; e non ti morde Cura nessuna; e già non sai nè pensi Quanta piaga m’apristi in mezzo al petto. Tu dormi: io questo ciel, che sì benigno Appare in vista, a salutar m’affaccio, E l’antica natura onnipossente, Che mi fece all’affanno. A te la speme Nego, mi disse, anche la speme; e d’altro Non brillin gli occhi tuoi se non di pianto. Questo dì fu solenne: or da’ trastulli Prendi riposo; e forse ti rimembra In sogno a quanti oggi piacesti, e quanti Piacquero a te: non io, non già, ch’io speri, Al pensier ti ricorro. Intanto io chieggo Quanto a viver mi resti, e qui per terra Mi getto, e grido, e fremo. Oh giorni orrendi In così verde etate! Ahi, per la via Odo non lunge il solitario canto Dell’artigian, che riede a tarda notte, Dopo i sollazzi, al suo povero ostello; E fieramente mi si stringe il core, A pensar come tutto al mondo passa, E quasi orma non lascia. Ecco è fuggito Il dì festivo, ed al festivo il giorno Volgar succede, e se ne porta il tempo Ogni umano accidente. Or dov’è il suono Di que’ popoli antichi? or dov’è il grido De’ nostri avi famosi, e il grande impero Di quella Roma, e l’armi, e il fragorio Che n’andò per la terra e l’oceano? Tutto è pace e silenzio, e tutto posa Il mondo, e più di lor non si ragiona. Nella mia prima età, quando s’aspetta Bramosamente il dì festivo, or poscia Ch’egli era spento, io doloroso, in veglia, Premea le piume; ed alla tarda notte Un canto che s’udia per li sentieri Lontanando morire a poco a poco, Già similmente mi stringeva il core.
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Cesare Pavese - Del mito, del simbolo e altro (Sobre el mito, sobre el símbolo y demás)
Una llanura entre las colinas, hecha de prados y cortinas de árboles sucesivas y atravesadas por grandes claros en la mañana de septiembre, cuando una capa de niebla los separa de la tierra, te interesa por la evidente característica de lugar sagrado que debió tener en el pasado. En los claros: fiestas, flores, sacrificios al borde del misterio que se insinúa y que amenaza entre las sombras silvestres. Ahí, en el límite entre cielo y tronco, podía asomar el dios. Ahora, una característica, no digo de la poesía sino de la fábula mítica es la consagración de los lugares únicos, relacionados con un hecho, con una gesta, con un evento. A un lugar, de entre todos, se le da un significado absoluto, aislándolo del mundo. Así nacieron los santuarios. Así, a cada uno de nosotros nos vuelven a la memoria los lugares de la infancia; en ellos sucedieron cosas que los volvieron únicos y que los separan del resto del mundo con esta autoridad mítica.
El paralelo de la infancia aclara rápidamente cómo el lugar mítico no es tanto lo singular, el santuario, sino más bien el nombre común, lo universal, el prado, la selva la gruta, la playa, la casa, que en su indeterminación evoca a todos los prados, las selvas, etc. y a todos los anima con su escalofrío simbólico. Ni siquiera en la memoria de la infancia el prado, la selva, la playa son objetos reales entre el resto sino el prado, la playa como se nos revelaron en absoluto y dieron forma a nuestra imaginación. (Que luego estas formas primordiales se hayan enriquecido aun más con los sedimentos sucesivos del recuerdo, vale como riqueza poética y es algo distinto de su significado original.)
Esta unicidad del lugar forma parte, por otro lado, de esa unicidad general del gesto y del evento, absolutos y por lo tanto simbólicos, que constituye el accionar mítico. Una definición no retórica de esto sería: hacer una cosa de una vez por todas, que por eso se llena de significados y siempre se continuará llenando, gracias justamente a su fijeza ya no más realista. En la realidad natural ningún gesto y ningún lugar vale más que otro. En el accionar mítico (simbólico), en cambio, existe todo una jerarquía.
La empresa del héroe mítico no es tal por estar colmada de hechos sobrenaturales o de fracturas de la normalidad (las mismas suponen, incluso, en el creyente, una consciencia de una normalidad, lo cual no es del todo propicio para la concepción mítica); sino más bien porque ésta confiere un valor absoluto de norma inmóvil que, justamente por su calidad de inmóvil, se revela perennemente interpretable ex novo, polivalente, en fin, simbólica. Tenés que tener cuidado con no confundirte el mito con las redacciones poéticas que de él se han hecho o se van haciendo; el mito precede (no es) la expresión que se le da; en su caso se puede hablar sin duda de un contenido distinto de la forma (a pesar de que, de una forma, aunque sea sumaria, no puede jamás prescindir); y una prueba de ello es el hecho de que el verdadero mito no cambia de valor, sea expresado con palabras, con signos o con mímica. El mito es, en resumen, una norma, el esquema de un hecho que sucedió de una vez por todas, y extrae su valor de una unicidad absoluta que lo traslada por fuera del tiempo y lo consagra revelación. Por este motivo sucede siempre en los orígenes, como en la infancia: existe fuera del tiempo. Un hombre que apareciese un día, quién sabe cuándo, sobre tus colinas, y te pidiese ramas de sauce para luego desaparecer luego de haber entrelazado un cesto con ellas, sería el genuino y más simple héroe civilizador. Mítica sería esta revelación de un arte, cuando aquel gesto quizás, bien interpretado, de una unicidad absoluta, no tuviese presente y no tuviese pasado, sino que se convirtiese en una sagrada eternidad que fuese paradigma de cada uno de los artesanos de cestos de sauce. Y una cumbre, de entre todas las cumbres, donde se hubiese sentado, sería santuario; pero esta surge ya como una concepción posterior, más materialista, en el sentido de naturalista. Genuinamente mítico es un evento que que, como fuera del tiempo, también se cumple fuera del espacio. La cumbre de mi héroe debe ser todas las cumbres: y sobre cada una de ellas el creyente asiste a la re-celebración de la revelación. La unicidad material del lugar (el santuario) es una concesión a la matter-of-factness del creyente, pero sobre todo a su fantasía, siempre necesitada de una expresión corpórea, siempre más poética que mítica. Por otro lado, decir por ejemplo Olimpo era decir, en un cierto momento de la historia griega, algo así como montaña, todas las montañas. Del mismo modo que Hércules era cada uno de los héroes de la aldea que retornaba de la aventura, cada mito, encontrando su expresión, se encarnaba en determinaciones geográficas y culturales que variaban de acuerdo al lugar.
Es necesario controlar esta fiebre de unicidad de la que emana el mito. Se trata de un núcleo claramente religioso. La vida se puebla de y se enriquece con eventos insustituibles que, justamente por haber sucedido de una vez por todas y por estar situados por arriba de las leyes del mundo sublunar, valen como módulos supremos de la realidad, al igual que su contenido, significado y nudo, y todos los eventos cotidianos adquieren sentido y valor en cuanto repetición o reflejo de ellos. Un mito es siempre simbólico; por este motivo jamás tiene un significado unívoco, alegórico, sino que vive gracias a una vida encapsulada que, de acuerdo con el terreno y el humor que le toca, puede explotar en las más diversas expresiones. Es un evento único, absoluto; un concentrado de potencia vital perteneciente a otras esferas distintas de la nuestra, cotidiana, y como tal confiere un aura de milagro a todo lo que lo presupone y se le asemeja. Otra definición no se puede dar de símbolo más que un objeto, una cualidad, un evento al que un valor único, absoluto, le arranca a la causalidad naturalista y aísla en medio de la realidad. El más simple de los símbolos, un pañuelito que el enamorado recibió como regalo de su amada, es tal en cuanto adquirió un valor absoluto que lo carga con significados múltiples que durarán lo que dure la exaltación amorosa.
Ningún niño tiene consciencia de que vive en un mundo mítico. Esto lo respalda el otro hecho de que ningún niño sabe nada sobre el “paraíso infantil” en el cual eventualmente el adulto recordará haber vivido. La razón es que en los años míticos el niño tiene muchísimas más cosas mejores para hacer que dar un nombre a su estado. Le toca vivir este estado y conocer el mundo. Ahora, en la infancia se aprende a conocer el mundo no - como parecería – con inmediato y originario contacto con las cosas, sino a través de los signos de éstas: palabras, viñetas, cuentos. Si se vuelve a un momento cualquiera de conmoción estética frente a algo del mundo, se encontrará que nos conmovemos porque ya nos hemos conmovido, y ya nos hemos conmovido porque un día algo nos apareció como transfigurado, separado del resto, por una palabra, una fábula, una fantasía que hacía referencia a eso y lo contenía. Al niño este signo se le hace símbolo, porque naturalmente en ese momento la fantasía le llega como realidad, como conocimiento objetivo y no como invención. (Que la infancia sea poética es sólo una fantasía de la edad madura.). Pero este símbolo, en su condición de absoluto, transporta a su atmósfera a la cosa significada, que con el tiempo deviene nuestra forma imaginativa absoluta. Así es la mitopeia, infantil, y en ella se confirma que las cosas se descubren, se bautizan solamente a través de los recuerdos que se tienen de ella. Ya que, rigurosamente, no existe un “ver las cosas por primera vez”, la que cuenta es siempre la segunda.
La concepción mítica de la infancia es, en resumen, un transportar a la esfera de eventos únicos y absolutos las sucesivas revelaciones de las cosas, por las cuales éstas vivirán en la conciencia como esquemas normativos de la imaginación afectiva. De este modo, cada uno de nosotros posee una mitología personal (fiel eco de esa otra) que da valor, un valor absoluto, a su mundo más remoto, y les reviste simples cosas del pasado con un ambiguo y seductor brillo en donde parece, como en un símbolo, resumirse el sentido de toda una vida. A este “temps retrouvé” no le falta, del mito genuino, ni siquiera la repetitividad, es decir la facultad de reencarnarse en repeticiones, que aparecen y son creaciones ex novo, así como la fiesta vuelve a celebrar el mito y al mismo tiempo lo instaura como si cada vez fuese la primera.
La poesía es otra cosa. En ella se inventa, cosa que no sucede en la concepción mítica. La razón por la cual la poesía puede nacer siempre y en cualquier lado y, en cambio, cada pueblo termina por salir de su estudio mitológico, es que para transformar en fe la invención no basta sólo con querer. La ingenuidad de las barbaries para las que la fantasía es conocimiento objetivo no retorna, una vez violada. El milagro de la infancia se ve rápidamente sumergido en el conocimiento de lo real y permanece sólo como inconsciente forma de nuestro fantaseo, continuamente desarmado por la consciencia que tomamos para esta forma. La vida de cada artista y de cada hombre es, como la de los pueblos, un incesante esfuerzo por reducir a claridad sus propios mitos. Pero no se puede hacer que en ellos no radique el foco vital, la ratio última ya que inconsciente, de la vida interior. El tónico potente que de ellos se absorbe, la única y sola inspiración digna de este nombre abusado es la prueba. Solamente no se debe negar estéticamente el esfuerzo más asiduo para reducirlos a clareza, es decir, destruirlos. Sólo aquello que quede después de este esfuerzo (y no puede no quedar nada, si es verdad que el espíritu es inagotable) podrá valer como fuente de vida.
La poesía busca a menudo revirginizarse, recurriendo al simbolismo, a las memorias de la infancia y también a los mitos. Confiesa que siente en estas formas espirituales otra tensión imaginativa que le hace eco, y cree ilusamente que para derivar esta tensión en su campo baste un acto de la voluntad. Recalca las formas del mito y del símbolo, esperando que en ellas vuelva a latir mágicamente el corazón. Pero se olvida que ella misma sabe inventar y que el mito, en cambio, vive de fe.
En las fórmulas tomadas como préstamo duerme un absoluto que, solamente si es tenido en cuenta como revelación vital antes que poética, puede resucitarse. Sin embargo sucede a veces que alrededor del esqueleto viejo crece y florece una nueva carne que es una cosa completamente distinta de lo que el creador se esperaba y sabía. No se habla aquí de poesía, que es siempre posible, sobre todo cuando se la desea, y en definitiva depende solamente de la paciencia y del ojo neto. Sino de aquella imagen o inspiración central, formalmente inconfundible, a la que la fantasía de cada creador tiende a volver inconscientemente y que más lo enciende con su omnipresencia misteriosa. Mítica es esta imagen en cuanto el creador vuelve a ella siempre como algo único, que simboliza toda su experiencia. Ella es el fuego central no sólo de su poesía sino de toda su vida. Cuanto más capaz y robusta es, tanto más amplia y vital es la poesía que surge de ella. Pero es inútil decir que, apenas el creador se da cuenta críticamente y continúa explorándola, la poesía se apaga.
Esta inspiración hunde sus raíces en el pasado más remoto del individuo y traduce la quintaesencia de su descubrimiento de las cosas. A veces, a través de los esquemas que él cree estar recuperando, se filtra en breves imágenes marginales, casi casuales; más comúnmente se encarna en situaciones absorbentes, poderosas y monótonas, que sea cual sea el tema de la fábula terminan siempre igual a sí mismas y le dan el sentido verdadero. De ellas el creador no sabría otra cosa que que son su mito, su evento único, que cada vez tiene un carácter de revelación inaudita como para el creyente lo tiene una fiesta ritual. Dentro de sí mismo las contempla, cuando logra verlas, como se contemplaron en una época los dolores de Dioniso o la transfiguración de Cristo. Ellas son misterios, en el sentido religioso más genuino.
Describiste así lo que Baudelaire denomina “l’extase”. La espontaneidad del inspirado que es algo completamente distinto de los “subtils complots” del poeta. Para bautizar las cosas es necesaria la ingenuidad de la fe, y cada bautismo es un milagro como en el culto. Aquí en serio se está inspirado, ya que se está de cara a lo absoluto, a aquello que es único, a lo que se recoge y al mismo tiempo se abandona, y sólo temperamentos extraordinarios de creadores logran conservar, bajo esta tensión religiosa, la rapidez y la agilidad del oficio poético. Casi siempre es la inspiración -esta inspiración – la que deteriora la poesía, la diluye, la desperdicia. Lo que se poseía de disciplina formal se desmorona sobre lo indeterminado del sentimiento insostenible. Son poco comunes los creadores que saben hacer coincidir la profunda exigencia formal implícita en la impronta de su más remoto contacto con el mundo, y los medios expresivos dados a toda una generación de la cultura. Y su tarea es un compromiso, una traición parcial de la ingenuidad, un tentativo de ver, en el torbellino del mito que los aferra, lo más nítidamente posible, pero solamente hasta el punto en que la bella fábula se disuelva en naturalidad. Por eso sucede que algunos se salvan haciendo algo distinto de lo que esperaban y sabían hacer. Pero los más fuertes, los más diabólicamente devotos y conscientes, hacen lo que quieren, desfondan el mito y al mismo tiempo lo preservan, reducido a una claridad. Y este es su modo de colaborar a la unicidad del milagro.
Cesare Pavese - Feria d’agosto (1946)
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È rimasta laggiù, calda, la vita (Se quedó por ahí, cálida, la vida)
Se quedó por ahí, cálida, la vida el aire tinte de mis ojos, cuando quemaban en el fondo de los vientos manos vivas, buscándome...
Se quedó la caricia que no encuentro más si no entre dos sueños, mi infinito saber hecho pedazos. (Y) tú, palabra que transformabas sangre en lágrimas.
Tampoco llevo un rostro conmigo, atravesado en otro rostro como espera en el vino y consumido en ardientes silencios...
Vuelvo sola entre dos sueños por ahí, veo el olivo que brilla en jarras llenas de agua y luna del largo invierno. Vuelvo a vos que helás
en mi ligera túnica de fuego.
Cristina Campo, Passo d’addio, 1956
È rimasta laggiù, calda, la vita, l'aria colore dei miei occhi, il tempo che bruciavano in fondo ad ogni vento mani vive, cercandomi…
Rimasta è la carezza che non trovo più se non tra due sonni, l'infinita mia sapienza in frantumi. E tu, parola che tramutavi il sangue in lacrime.
Nemmeno porto un viso con me, già trapassato in altro viso come spera nel vino e consumato negli accesi silenzi…
Torno sola tra due sonni laggiù, vedo l'ulivo roseo sugli orci colmi d'acqua e luna del lungo inverno. Torno a te che geli
nella mia lieve tunica di fuoco.
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Moriremo lontani (Moriremos lejanos)
Moriremos lejanos.Ya bastante si apoyo mis mejillas en tus palmas en Año Nuevo. Si en el mío ves el camino de otra migración.
Sobre el alma muy poco sabemos. Quizás bebe de las cuencas de las cóncavas noches ya sin pasos o bajo aéreos cultivos descansa germinados por piedras...
¡Señor y hermano!, pero de nosotros sobre una sola caja de cristal pueblos estudiosos escribirán tal vez, tras mil inviernos:
«ningún vínculo unía a estos muertos en la necrópolis desierta»
Cristina Campo, La Tigre Assenza, 1991 (inedite)
Moriremo lontani. Sarà molto se poserò la guancia nel tuo palmo a Capodanno; se nel mio la traccia contemplerai di un’altra migrazione.
Dell’anima ben poco sappiamo. Berrà forse dai bacini delle concave notti senza passi, poserà sotto aeree piantagioni germinate di sassi…
O signore e fratello! Ma di noi sopra una sola teca di cristallo popoli studiosi scriveranno forse, tra mille inverni:
“Nessun vincolo univa questi morti nella necropoli deserta”.
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Amore, oggi il tuo nome (Amor mío, hoy tu nombre)
Amor mío, hoy tu nombre se escapó de mis labios como al pie el último escalón...
ahora se derrama el agua de la vida y la alta escalera toda hay que volver a empezar.
Te intercambié, amor mío, por palabras.
Oscura miel qué hueles dentro de jarros diáfanos bajo mil seiscientos años de lava-
te reconoceré por el silencio inmortal.
Cristina Campo, Passo d’addio, 1956
Amore, oggi il tuo nome al mio labbro è sfuggito come al piede l'ultimo gradino...ora è sparsa l'acqua della vita e tutta la lunga scala è da ricominciare.T'ho barattato, amore, con parole.Buio miele che odori dentro diafani vasi sotto mille e seicento anni di lava
-ti riconoscerò dall'immortale silenzio.
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sobre el recuerdo y los aniversarios
Y, sin embargo, una bella ilusión la de los aniversarios por la cual, aunque ese dia no tenga más que ver con el pasado que cualquier otro, nosotros decimos: hoy sucedió tal hecho, hoy sentí tal alegría, estuve tan desconsolado, etc. Y nos parece realmente que esas tales cosas que están muertas para siempre y no pueden volver más, sin embargo, reviven y están presentes como a la sombra, hecho que nos consuela infinitamente alejandonos de la idea de la destrucción y la anulación que tanto nos repunga e ilusionándonos sobre la presencia de esas cosas que querríamos presentes erfectivamente o que nos gustan recordar con alguna circunstancia especial, como quien va al lugar donde sucedió algún hecho memorable y dice: aquí sucedió, y le parece de algún modo ver algo más que en todos los demás lugares, a pesar de que el lugar haya por ejemplo cambiado con respecto a lo que era en ese entonces, etc.
Giacomo Leopardi - Zibaldone, 60-61
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