les-hirondelles-ne-pleurent-pas
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Les hirondelles ne pleurent pas
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El mundo está haciendo música todo el rato. Predicadores callejeros, trenes acercándose, niños cuando suena el timbre, multitudes hambrientas, una orquesta afinando, el bacon en la sartén, una estampida de elefantes, el mechero Zippo, tractores, lechuzas...
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El Diablo no existe. Es Dios cuando se emborracha. Tom Waits
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A veces no hacemos cosas que queremos hacer para que los demás no sepan que queremos hacerlas.
El bosque
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- Esa gente en el bosque... ¿Qué viste en ellos?
- No entiendo.
- Miedo. Un miedo profundo, podrido; estaban infectados con él ¿lo viste? El miedo es una enfermedad, se mete en el alma de cualquiera que intenta lidiar con él. Ya ha contaminado tu paz. No te crié para verte vivir con miedo, deshazte de él, no lo metas en nuestra aldea.
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Una gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro.
Apocalypto
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Toda aquella ciudad. No se veía el final. El final. Por favor. ¿Puede mostrarme dónde acaba? Todo iba muy bien en la escalerilla. Y yo estaba impecable, con mi abrigo. Era un espectáculo. Iba a bajar. Te lo prometo. Ese no fue el problema. No fue lo que vi lo que me detuvo, Max. Fue lo que no vi. ¿Puedes comprenderlo? Lo que no vi. En toda aquella inmensa ciudad había de todo menos un final. No había final. Lo que no vi fue dónde terminaba todo aquello. El final del mundo.
Fíjate en un piano, las teclas empiezan, las teclas acaban. Sabes que hay 88, nadie puede discutírtelo. No son infinitas. Tú eres infinito. Y en esas teclas, la música que puedes hacer es infinita. Eso me gusta. Así, sí puedo vivir. Pero si me subo a esa escalerilla y me pones delante de un teclado con millones de teclas, millones y millones de teclas que no tienen fin; y ésa es la verdad, Max, no tienen fin, ese teclado es infinito. Y si ese teclado es infinito no hay música alguna que puedas tocar en él. Te has equivocado de taburete. Ese es el piano de Dios.
Cielo santo, ¿viste aquellas calles? Había miles de calles. ¿Cómo lo hacéis allá abajo? ¿Cómo escogéis una sola?Una mujer, una casa, una parcela de tierra que sea tuya, un paisaje que contemplar, una forma de morir.Todo ese mundo pesa demasiado y ni siquiera sabes dónde acaba. Es decir, ¿no te asusta nunca el hecho de hundirte sólo de pensarlo? ¿Sólo de la enormidad de vivir en él?
Yo nací en este barco. Y el mundo ha pasado ante mí. Con 2.000 personas cada vez. Y aquí había deseos, pero no más de los que cabían entre proa y popa. Yo interpretaba mi felicidad, pero en un piano que no era infinito. Aprendí a vivir de esa forma.
¿La tierra? La tierra es un barco demasiado grande. Una mujer demasiado hermosa. Un viaje demasiado largo. Un perfume demasiado fuerte. Es una música que no sé tocar.Nunca podría bajarme de este barco. Como mucho, podría bajarme de mi vida. Al fin y al cabo, yo no existo para nadie. Tú eres la excepción, Max. Tú eres el único que sabe que estoy aquí. Eres una minoría. Y más vale que te acostumbres.
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No estás acabado mientras tengas una buena historia y alguien a quien contársela . La leyenda del pianista del océano
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Solo existe un pecado. Solo uno. Y es el robo. Cuando matas a un hombre le robas la vida. Robas el marido a una esposa, y el padre a unos hijos. Cuando mientes, le robas a otro el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad.
Cometas en el cielo
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Sabía que cualquier día Una indeleble aurora La razón le daría a esta noche larguísima En que se escucharía el júbilo de cabras negras. Sabía que cualquier día Vuestra cólera, durante tanto tiempo contenida, Siendo eco de las cimas, Lo mismo que un delirio de volcán, estallaria. Sabía que cualquier día El aroma del polvo Podría justificar vuestros harapos Y que vuestros harapos así lo harían con siglos y distancias. Sabía que cualquier día Diriais no a su sal tan amarga, No, a su hipócrita luna, No, a la dignidad ausente, No, al grupo de fantoches, De juergas y faroles. Sabía que cualquier día Un relámpago Al cielo, la razón le daría. Y yo De nuevo encontraría Mi mirada veraz, sedienta de inquietudes, Respiración humana, Mas, mejor que todo eso, De un perdonar mayor que todo odio.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNoureddine Aba
Alanceo a unos caballos sobre los que van montados los jinetes [del destino,
en soledad y, a pesar de lo que digo, soy paciente. Más valiente que yo es cada día mi integridad, que solo se mantiene firme si en su ánimo hay un afán. Me ejercité con las desgracias hasta el extremo de dejarlas diciendo: ¿Acaso ha fallecido la muerte o se ha asustado [el espanto?
Avancé avasallando, como si solo poseyera mi vida o como si tuviera que vengarme de ella. Esparce el espíritu, que se desahogue antes de su muerte, pues esta es separación de dos vecinos cuya morada fue la vida. No creas que la gloria es un odre de vino y una cantora, ya que la gloria solo consiste en una espada seguida de virgen [devastación.
Corta cuellos de reyes mientras aparecen a la vista negros torbellinos de polvo y los soldados de grandes ejércitos. Y tu legado en este mundo será un zumbido, como si dialogaran con el oído del hombre las diez yemas de sus dedos.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤAl-Mutanabbi
Si un día el pueblo quiere vivir, el destino tendrá que responderle, la noche disiparse y las cadenas romperse.
Quien no haya abrazado el deseo de vivir, se evaporará en el aire y se desvanecerá. A quien la vida no le haya despertado deseo, recibirá los golpes de la nada vencedora. Así me hablaron los seres, eso me dijo su espíritu oculto.
El viento susurró entre los desfiladeros, sobre las montañas y bajo los árboles: Cuando ambiciono una meta, cabalgo en los deseos y olvido la prudencia, sin evitar los caminos tortuosos ni el ardor de la llama viva. Quien no ame escalar montañas, vivirá eternamente entre fosas».
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤAbu l-Qasim al-Shabbi
Mi pecado -pues quién está libre de pecado-ha sido continuar creyendo en el azul del cielo, considerar los árboles, las estrellas, las nubes como amigos. He hecho de mis poemas una ciudad donde gobiernan las mujeres cada boca cerrada dice en mi reino aquello que desea Lada seno temeroso puede cuando le plazca posarse o echar a volar.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNizar Qabbani
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Charles Simic
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En otra parte declara: «Nunca pensé tanto, ni existí tan vívidamente ni experimenté tanto, nunca he sido tanto yo mismo -si puedo usar esta expresión- como en los viajes que he hecho solo y a pie. Hay algo en el caminar que estimula y anima mis pensamientos. Cuando me quedo en un lugar apenas puedo pensar; mi cuerpo tiene que estar en movimiento para hacer andar mi mente. La visión de la campiña, la sucesión de vistas placenteras, el aire libre, un buen apetito y la buena salud que gano al caminar, el sencillo ambiente de una posada, la ausencia de todo aquello que me hace sentir mi dependencia, la ausencia de todo lo que me recuerda mi situación, todo sirve para liberar mi espíritu, para darle una audacia mayor a mis pensamientos, de manera que puedo combinarlos, seleccionarlos y apropiármelos como quiera, sin miedo ni limitaciones». Rousseau, por supuesto, describía un caminar ideal, un caminar elegido libremente por una persona sana, en circunstancias placenteras y seguras; ese caminar adoptarían sus incontables herederos como expresión de bienestar, armonía con la naturaleza, libertad y virtud.
Wanderlust, Rebecca Solnit
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Dije: "¿Quiere esto decir que serás mi enemigo si cruzo el arroyo?". Caballo Loco se rió en mi cara. Dijo: “¡No soy un hombre blanco! Ellos son los únicos que hacen leyes para otros, o sea, 'si permaneces en una parte de esta línea, es la paz, pero si pasas a la otra parte, los mataré a todos'. No apruebo los límites. Hay suficiente espacio; acampa donde quieras".
HE DOG (PERRO), amigo íntimo y colaborador de Caballo Loco, en una entrevista en 1930
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Soy un cínico. Un escéptico. Un epiléptico a ratos. Soy sádico, pero me veo incapaz de disfrutarlo. Soy un mestizo cultural, un bastardo ideológico. Soy un psicópata solitario en lo alto de un puente que se niega a saltar porque todo el mundo aplaudiría.
Soy una mosca en la sopa. Un Goad en la máquina 34. Un pegote de esperma en el fondo de tus palomitas. Puede que sea una célula cancerígena flotante que se dedica a infectar el corpus collectivus. Quizá solo soy un cracker canijo descarriado que espolea a un caballo muerto. No soy Juan el Bautista, soy Jim Peligro en Potencia. No soy una persona malvada. Solo soy un poco extraño. No soy un nazi. Lo que pasa es que tengo la tripa descompuesta. No os quiero matar. Solo necesito alejarme. Y no os odio, simplemente os tengo calados. Así que, por favor, aire.
 ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀  ⠀⠀ Jim Goad
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No es casual que haya elegido esta región del mundo: no me bastaba que fuera un lugar políticamente desgarrado. Necesitaba una tierra altamente sedienta. Ninguna sensación evoca tanto lo que deseo inspirar como la sed. Sin duda esa es la razón por la cual nadie la ha sentido como la siento yo.
En verdad os digo: cultivad lo que sentís cuando os estáis muriendo de sed. Este es el impulso místico. No es ninguna metáfora. Cuando dejamos de tener hambre, a eso le llamamos saciedad. Cuando dejamos de estar cansados, a eso le llamamos descanso. Cuando dejamos de sufrir, a eso le llamamos alivio. A dejar de tener sed, en cambio, no le llamamos de ningún modo.
En su sabiduría la lengua comprendió que no era necesario crear ningún antónimo de sed. Puedes apagar la sed, pero nunca hablamos de su apagamiento.
Hay personas que creen que no son místicas. Se equivocan. Basta con haberse muerto de sed para acceder a ese estatus. En el inefable instante en que el sediento se lleva el vaso de agua a los labios, se convierte en Dios.
Sed
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La comida que se ayuna compra una vela para el niño muerto del vecino. Se confunde usted si piensa que las velas no hacen bien.
La tierra de la lluvia escasa, Mary Austin
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Una cadena de días… Un eslabón unido a otro eslabón. Marchas, combates, altos. Calor. Lluvia. Olores mezclados a sudor de caballo y al cuero recalentado de la silla. En las venas, después de tanta tensión, no hay sangre, sino mercurio hirviendo. La cabeza, después de tanto insomnio, pesa como un proyectil de tres pulgadas. ¡Descansar, dormir a sus anchas! Eso era lo que Grigori necesitaba. Y después, seguir tras el arado por el blando surco, silbar a los bueyes, escuchar el trompetazo azul de las grullas, limpiarse cariñosamente las mejillas cubiertas por el hilo de plata de las telarañas y aspirar sin descanso el embriagador perfume otoñal de la tierra levantada por la reja.
El Don apacible
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Todo, por supuesto, es un espejo si lo miras el tiempo suficiente.
Charles Simic
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Nada de esto parecía natural; todos esperaban, y especialmente los habitantes de las provincias de Ucrania, un acontecimiento extraordinario, y miraban temblorosos hacia los Campos Salvajes, de donde suponían había de venir el peligro. Las ultimas huellas de civilización se pierden no lejos de Cherin, a orillas del Dnieper y de Oman, centinela avanzado que defendía el Dniester. Encerrados por estos dos ríos como por brazos inmensos, los Campos Salvajes se extendían hasta los limites del horizonte y del mar. Pertenecía esta comarca nominalmente a la Republica, la cual consintió en que los tártaros apacentaran en ella sus ganados. Entre altas hierbas de la estepa, se cazaba al hombre como se caza al lobo; no se entraba allí sino como en un refugio. El caballero buscaba aventuras; el ladrón, botín; el cosaco, al tártaro; el tártaro, al cosaco, y el pastor no se aventuraba por ellas para apacentar su rebano, sino armado hasta los dientes para defenderse contra los bandidos. Cuando el viajero perdido en aquellas soledades oía el aletear de las aves de rapiña, revoloteando por el aire en inmensas bandadas, pensaba que en aquellos parajes había cadáveres insepultos. La estepa, en suma, estaba a un tiempo desierta y poblada, muda y amenazadora, tranquila y llena de emboscadas, salvaje completamente, no solo por la aspereza del suelo, sino también por los seres humanos que se refugiaban en ella. A veces se convertía en campo de batalla: hordas tártaras, regimientos cosacos, compañías de polacos y valacos corrían en todas direcciones. Por la noche el relincho de los caballos respondía como un eco a los aullidos de los lobos, y el redoblar de los tambores y el estridor de las trompetas resonaban hasta el lago de Ovide y de allí hasta el mar.
                                                    A sangre y fuego, Henryk Sienkiewicz
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