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lord-ogro · 2 years
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Mientras escribo ciencia ficción. ✒️✍️📜 (en Plaza Comercial Cerritos) https://www.instagram.com/p/CpJpvr3s5Eq/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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lord-ogro · 3 years
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¿CON QUIÉN ME QUEDÉ?
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Lidiar con la muerte es un trabajo que heredas. ¿Te acostumbras? Relativamente. Por más profesional que seas no dejas de ser humano; aunque a veces, por salud mental, te bloqueas, y la gente piensa que te vale madre todo el dolor que hay a tu alrededor.
Es importante que cada funeral sea perfecto. Flores, ataúd, comida y bebida, sillas, mesas, todo, absolutamente todo debe ser impecable; que los únicos problemas sean entre los familiares de la persona fallecida. Si alguna vez diera una conferencia o hiciera stand up solo diría: ¿Qué he visto en mi trabajo? ¡Dispara! Lo típico, ¿Problemas de herencias? Check. ¿Las esposas que no sabían de la existencia una de la otra? Check. ¿La llegada de la pareja gay, de la hija o hijo fallecido, que los papás no sabían que era gay? Check. ¿Batalla campal entre la primera, segunda, tercera, hasta la ene esposa, incluidos hijos, hijas, y demás parientes del difunto? Check. ¿La llegada del novio gay del esposo fallecido? Check. ¿La llegada de la novia lesbiana de la esposa fallecida? Check. ¿Quieres que le sigamos? La verdad no me seduce hablar de todo el vómito que hemos limpiado. Todo sucede aquí, y así como sucede se va, y se olvida; o eso creía.
Nadie pensó que mi madre me dejaría el negocio, pues nunca nos llevamos bien. Mi tío Modesto me dijo que lo hizo porque sé escuchar, y hablar con las personas, claro, a menos que sea mi familia.
Casi tiro el trago cuando mi tío me lo dijo, pero era verdad, a veces eres bueno para hacer cosas que no te emocionan del todo, no es que no te gusten, pero tampoco te fascinan. Soy el Claudio Caniggia de las funerarias.
Desde pequeño veía a los empleados de mi madre, gente buena, alegre, algunos brillantes, no hablo de inteligencia, si no de personalidad; pero cuando había algún rezo o velación, al entrar en las salas se volvían nadie, se volvían silenciosas figuras furtivas que nadie notaba, pero que ahí estaban, controlando y arreglando todo. Comida, bebida, sillas. ¿Una bocina y un micrófono? El diligente empleado parecía adivinar el deseo del deudo; y lo cumplía con celeridad y eficiencia. Y la más furtiva de todos, mi madre, después de checar que todo marchara sobre ruedas, entraba a su oficina, sonreía, y parecía volverse del doble de su tamaño, tras un trabajo bien hecho.
Pero como la cabeza, mi madre era la encargada de escuchar a la gente, sus odios, sus penas, sus buenos y malos recuerdos, sabía decirles lo que debían oír, y luego, por salud mental, olvidarlo todo. Eso requiere inteligencia, además de una cierta dosis de egoísmo. Y de repente, eres tan parecido a esa persona con la que te llevabas tan mal.
Aunque no lo crean, en este rubro de negocios hay convenciones, y como en todas las convenciones, me imagino que hasta en las de sacerdotes, hay una noche de alcohol y putas, con after incluido en la suite o casa de alguien. En el after de una de tantas convenciones, un colega yucateco decía, hablando como Cucho, el de Don Gato:
—“Bochito, por muy vergas que seas, por muchos años o putas generaciones que tu familia lleve en el negocio, todos nos quedamos con un muerto, y ahí lo vas a tener, en tu pinche cabeza, para siempre”.
No sé si mi madre se quedó con algún muerto. Si tuviera que apostar supongo que sería mi padre. Fue una tortura verla tan profesional en la sala de velación, y quebrarse en mil pedazos en la oficina, o en la cocina, al lado de su personal, y pasar de un estado a otro a cada rato, que chinga. ¿Y yo? Impecable, de traje, cumpliendo mi papel quieto y en silencio, haciendo, siendo, pero, sobre todo, contestando lo que se me indicó.
No sé si por miedo a quebrarse en público, mi madre evadía hablar con la gente, así que fui yo el receptor de los pésames, comentarios, y hasta chistes; mi padre era un hombre sumamente alegre. Y aunque en vida de mi madre nunca trabaje con ella, y/o para ella, supongo que ese día me gané mi herencia. Mis hermanos eran muy chicos para no estar jugando en el patio con los demás niños pequeños.
Siempre tuve dudas acerca de si ese chistoso yucateco tenía razón, si la tenía solo habría que darle tiempo al tiempo, aunque el desapego que me había formado no creía que fuera a pasar.
Un día llegó una chica, seria, alta, pelo muy negro, muy lacio, muy largo, en resumen, guapísima. Sus gafas, su forma de hablar, su rostro, todo decía seriedad y educación. Pero su vestimenta era confusa, para mí. Su delgado y bonito cuerpo estaba enfundado en un muy entallado vestido negro que casi llegaba al suelo, de manga larga, como los que usan las mujeres de ciertos grupos cristianos, pero sus tatuajes, en el cuello y las manos, un chaleco de mezclilla negra, con las mangas más arrancadas que cortadas, con parches, picos y estoperoles, un chaleco obviamente punk; todo eso me decía que de cristiana no tenía nada esta guapa Morticia con aire intelectual.
Muy seria y escueta pidió un servicio en la sala de velación grande. Sin flores, sin imágenes religiosas. Por eso no me sorprendió tanto lo que horas después presencié durante el servicio. Pidió comida para doscientas personas, y antes de que le dijera que el salón solo podía albergar ciento cincuenta, me indicó que los asistentes serían poco más de cien. Sus indicaciones incluían que hubiera hielos, y muchos, realmente muchos vasos desechables, y que tuviéramos espacio disponible en nuestros refrigeradores. Pensé, nada del otro mundo, no es mi primer rodeo. Ya sabía lo que era hacer servicios para mariachis, drags Queens, nuevos ricos de barrio, líderes sindicales, líderes estudiantiles, bueno, pensé que ya lo había visto todo, que nada me podría sorprender; que gran error.
— Procure que el estacionamiento este totalmente despejado.
— ¿Traerán muchos vehículos?
— Mis padres son…, bueno, mi padre, era biker.
— Ho.
Lo único que pensé es que debía estar preparado. Íbamos a recibir mucha gente, gente ebria y ruidosa, nada que no hubiéramos afrontado antes.
En México, no son frecuentes los servicios con ataúd abierto. Hay veces que ni veo al difunto, dicen que mi madre hasta platicaba con ellos. Yo solo dejo que la gente haga su trabajo, no soy ese gran hermano que era mi madre, siempre presente, aunque no estuviera ahí; pero si las cosas no se hacen como debe ser, todo mundo sabe que van a recordar hijo de quien es este servidor.
La sala de preparación es más blanca que la conciencia de los niños de Fátima, y huele a hospital, no huele, ni recuerdo que alguna vez oliera a formol, a muerte. Eso se debía a don Benito; esa fue una de sus últimas preparaciones. Poco tiempo después heredaría el puesto a su, igual de eficiente y discreto, sobrino. El padre de mi clienta parecía dormir. Con mi traje negro, eso sí, de corte muy moderno, y mis manos, siempre agarradas al frente, sobre mi regazo, suspiré y sonreí con profunda satisfacción.
— Como siempre, se lució usted, don Benito.
— Gracias patrón.
El hombre de gran barba parecía dormir, dormir y sonreír como una Mona Lisa. Sin camisa, con un chaleco de un, debo reconocerlo, cuero precioso, de ese cuero que sabes que no es nuevo, pero que ha sido cuidado, mimado. A la izquierda un parche de Motorhead, a la derecha un parche de Judas Priest, algunos estoperoles, me pareció muy sobrio para lo que había visto en esta clase de personas.
— Dijo la clienta que era el chaleco preferido del señor.
— No lo dudo.
Habían escogido un ataúd de madera de cerezo, con barniz oscuro, sin motivos religiosos. Todo era como debía ser.
Al otro día seria la ceremonia. Un buen jefe sabe delegar, me gusta que todo marche sobre ruedas, y aunque ya dije que nunca he sido un gran hermano omnipresente, como mi madre. Aun así, no podía evitar, de vez en cuando, aparecerme aunque, teóricamente, mi presencia no fuera necesaria.
Después del gym fui a mi casa a ponerme el traje, uno muy parecido al que uso para trabajar, solo cambio la corbata negra por una con un diseño de moda, y la camisa blanca por una de color rosa pálido, daría una vuelta por el negocio antes de salir.
Cuando llegué, había un verdadero caos, “Breaking the Law” se oía hasta la calle, el estacionamiento estaba lleno de motos de gran cilindrada; otras más hacían fila en el exterior. Además de la música, se oían gritos, cristales que se quebraban, alcohólicas carcajadas y porras para el difunto.
¡El presidente, el presidente, ra ra ra!
Rápidamente me precipité hacia mi oficina, estaba preocupado pero, como siempre, impávido. No llegué, en la cocina encontré a Roberto, mi mano derecha, quien instalado en plan de jefe dirigía el ir y venir del personal, como hormigas obreras iban de aquí para allá con botes y bolsas de basura, hieleras, vasos, botellas, cubetas, escobas, trapeadores, etcétera.
— ¿Todo en orden Roberto?
— Hasta ahora si, patrón. ¿Pero si siguen tomando así, quién sabe?
— Sigue, voy a checar este caos, a ver que dios dice.
Sali de la oficina; en un extremo del estacionamiento habían puesto unas bocinas, un grupo de bikers barbones, casi todos, con paliacates en la cabeza y chalecos de cuero, bebían directamente de las botellas de alcohol o de grandes botellas de cerveza. Caminé hacia la sala de velación, el ruido y los olores eran dignos de un bar de mala muerte, atiborrado, típico sábado por la noche. A pesar de los anuncios de “prohibido fumar”, el olor a cigarro era intenso, la alfombra estaba llena de charcos que no tenía la menor intención de saber su origen, y basura, basura como si se tratara de un clásico en el estadio azteca. Sillas, mesas, hieleras, tiradas por todos lados, el olor de algunas macetas me decía que definitivamente habían sido utilizadas como urinales, y varios cuadros estaban en cualquier otro sitio menos en el que debían estar. Comenzaba a preocuparme cuando vi a un tipo musculoso, obviamente afrodescendiente, de mínimo un metro noventa, enfundado en la típica vestimenta biker, pero además, con unas chaparreras, que serían la envidia de cualquier campeón charro o vaquero. Cuando lo vi pensé que los Hell’s Angels no dudarían en reclutarlo. Caminaba hacia a mí con paso lento e intimidante, sentí un nido en la garganta, si, un nido, no un nudo. Mientras trataba de recordar mis clases de krav magá, y pensaba en como controlaría esa situación, el tipo se paró frente a mí, y casi traspasando la solapa de mi traje con su dedo, preguntó:
— ¿Eres quién manda aquí?
— Así es caballero. — Contesté con un control y seriedad que mi madre hubiera aplaudido, momento; ¿A quién quiero engañar? Mi madre no me aplaudiría ni aunque algún día subiera a un escenario a recibir un Oscar.
— Mira compa, la banda es loca, y queremos despedir al hijo de perra del presidente como ese cabrón hubiera querido. — Llevó su mano hacia el interior de su chaleco. ¿La despedida incluía fuegos artificiales aderezados con mis sesos?
— Espero que con esto ya no halla pedo de lo que se pueda haber roto o halla que limpiar. — Y me entregó un sucio y grasoso sobre, con olor a humedad, pero bastante abultado. El interior del sobre estaba lleno de billetes de cincuenta dólares y de quinientos y mil pesos, casi me hacen sonreír y poner ojos de ánime.
— Están en su casa caballeros. — Contesté, calmado y serio, mientras me guardaba esa pequeña fortuna en el interior de mi saco. Esto, seguramente, si pondría orgullosa a mi madre.
— Cualquier pedo preguntas por el vicepresidente — me dijo el gigante, y se alejó con el mismo paso perdonavidas con el que se acercó.
Cuando era adolescente hubo un servicio muy peculiar. El protagonista fue el coach del equipo de futbol americano del politécnico del estado, vaya que esa gente bebía y gritaba, aunque nunca al grado de lo que presenciaba, en ese momento, con los bikers. Cuando las cosas empezaban a salirse de control, mi madre se encerró en la oficina con la viuda y su hijo, el capitán del equipo, y dos profesores del staff del difunto coach, cinco minutos después salieron, mi madre hablo con el papá de Roberto, su mano derecha, y escuché como decía:
— Prepárate, esto va para largo, y mientras paguen me importa una chingada la basura o lo que tengamos que limpiar, aunque sean condones usados en los lavabos de los baños.
— Si patrona.
Pensaba en ir a la caja fuerte, pero vi, en el otro extremo de la sala de velación, a la hija del difunto. Al parecer, solo algunas sillas del frente seguían en donde debían; en una de ellas estaba la guapa chica, en una escena que parecía fuera de lugar. Con las manos en actitud piadosa sostenía un rosario, rezaba, y cuando estuve cerca, vi lágrimas rodar por su mejilla. Se levantó, caminó hacia el féretro, puso el rosario en manos de su padre, y con semblante y postura de profunda postración se dirigió a la salida de la sala.
— Mi sensible, religiosa y estudiosa hija, siempre le dije a mi hombre que algo habíamos hecho muy mal con ella… o nos la cambiaron en el hospital el día que nació.
Volteé y vi a una de las mujeres que más profunda impresión han dejado en mi vida.
Una mujer muy alta y algo gorda de unos sesenta años, botas de hombre, jeans, chaleco de cuero café, una playera negra con un par de manos en actitud de oración. Mas desparramada que sentada, la pierna cruzada, una botella de Jack Daniel’s en la mano derecha. Su larga cabellera café oscura, entrecana, por momentos, me hacía recordar a la de su hija. Su mirada era fuerte, directa, profunda, de lejos podría parecer despreocupada, pero si la veías de cerca no era nada diferente a esas viudas fuertes y dignas, a esas que estaban incólumes, estoicas, como si nada pasara, pero que a solas habían llorado hasta quebrarse por completo. Sus ojos y su sonrisa de, ya valió, la delataban. Estoy seguro que su rostro, en algún momento, fue realmente hermoso, una verdadera y sexy chica mala extraída de “Nacidos para perder”.
— Así que tú eres el gerente guapito y medio mamón. Ven, siéntate conmigo. — Busqué una silla y lo hice. — soy una perra pero no muerdo… como lo hacía antes. — Dio un gran trago a la botella que tenía en la mano — Parece que este día nadie se acuerda de mí. Siempre te ven como la que está detrás de su hombre, pero no, o no, puta madre, siempre estuve a su lado, nunca detrás de él. Tu eres mi perra, y yo soy tu perro. Mi Harley y mi perra, no necesito nada más.
— Seguramente fueron muy felices.
— Ahórrate los discursos pendejos que tienes que echarles a las viudas de alta suciedad. Mejor tómate un trago conmigo — así lo hice, tomé esa botella y le di un trago como no lo había hecho desde la universidad. — Ni un solo gesto, lo delicado y mamón solo lo traes por fuera chamaco. Te contaré algo, Hace más de veinte años apuñalaron a mi hombre en una pelea, casi muere, y cuando íbamos al hospital en la batea de una pick up, me dijo. “Mónica, eres la mejor perra de todas, naciste para ser quién eres hasta el último día de tu vida, si muero, seis meses de luto. ¿Me oíste? Seis meses, y después buscas un perro igual o más chingón que yo. Vive siendo quién eres hasta el último día de tu vida”.
— Gran historia.
— Así es señorito. A los viejos solo nos quedan buenas historias. ¿Sabes algo, bonito? — Nunca había dejado de mirar el ataúd, pero en ese momento giró la cabeza y me vio fijamente, con una sonrisa entre seductora y sardónica, y después de unos segundos de silencio empezó a hablar — Después de ver lo que acabo de ver en tus ojos, si tuviera veinte años menos, regresaría en seis meses, nos montaríamos en una Harley rodaríamos como dos verdaderos perros. Y luego te montaría como nunca nadie te ha montado en toda tu maldita vida. — empezaron a rodar lagrimas por su mejilla — Y oiría a mi hombre gritarme desde la tumba: “Enséñale a ese niño bonito quien es “la perra”. Conviértelo en un perro, tú puedes”.
Tomé un enorme trago y vi los ojos de esa mujer, había mucha tristeza pero también mucha paz, para muchos suena extraño pero no para los que estamos en este negocio. Esa mujer de sesenta y tantos realmente había amado su vida y como la vivió.
La hija del difunto apareció por la puerta de la sala de velación y se dirigió hacia nosotros,
— Madre, madre, debes descansar. — Su tono era casi maternal y mandón, claro, hay momentos en que los padres y los hijos intercambian papeles. La madre dio la mano a la hija y ésta la ayudó a levantarse, lentamente. Una vez de pie le dio un ultimo trago a la botella, me entregó el resto.
— Termínala a mi salud, bonito.
Ambas mujeres dieron la vuelta y caminaron hacia la puerta de la sala, erguidas, dignas, dos mujeres fuertes y dignas. Pocos metros después de la puerta, la viuda choco el puño con un biker que se acercó, de una manera tan respetuosa, que me pareció rara para gente como ellos. A la botella le quedaban tres o cuatro tragos, sin miramientos los volví dos. Tiré la botella hacia atrás, se hizo añicos, un biker volteo hacia mí, solo hizo un gesto de “salud” y siguió en lo suyo.
Sali de la sala y me topé con Roberto.
— Me voy.
— Si patrón.
Guarde el sobre en la caja fuerte, solo tome unos billetes, sin fijarme en su denominación; tome el celular y marqué.
— Se cancela la salida, lo siento.
Solo colgué, apagué el celular y lo guardé en un cajón de mi escritorio.
Sali a la calle y tomé un taxi.
— Lléveme por favor al Juanito´s.
— Va usted muy elegante para ese tugurio, jefe, lo van a asaltar.
— Sé muy bien a donde voy.
— Usted manda.
Una vez que llegamos a dicho lugar atravesé la puerta, el lugar estaba lleno de punks, góticos y demás fauna por el estilo. En una esquina había varios punks, uno de ellos, que hacia ver pequeños, pero sobre todo flacos, a los demás, me miró, me barrió con curiosidad, caminó hacia a mí, luciendo como pavorreal, su mohicano y su chaleco lleno de parches, estoperoles y picos que resultaban peligrosos hasta para el mismo usuario.
— ¡Méndigo enterrador de mierda, cuantos putos años sin verte!
— ¿Nos vamos a chingar unas caguamas o quieres echar novio pinche maricón?
Me puse una borrachera como no lo había hecho en años.
Cuarenta y ocho horas después todo volvió a la supuesta normalidad, y no, nunca pensé comprarme una Harley, pero hoy se cumplieron seis meses del velorio del biker, y decidí comprarme una Les Paul de doble pastilla humbucker.
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lord-ogro · 4 years
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Y GANO EL APRUEBO💖 Porfin se va a terminar la constitución de Pinochet, la cual claramente se ve que favorece a un pequeño sector del país. Que lindo ver a millones de Chilenos unidos, luchando, saliendo a calles alzando la voz para una vida más digna. Hoy 25 de Octubre 2020 será un día histórico para el país y me siento muy orgullosa de ser parte de este cambio! porque Chile despertó y cambiará para que todes puedan tener una vida digna y se cumplan los derechos de todes! Hasta que la dignidad se haga costumbre🇨🇱
Y aparte, que lindo ver como sera la primera Constitución hecha con paridad de género 💜💜💜
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lord-ogro · 5 years
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lord-ogro · 5 years
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No mamen!!! Publique esta imagen en facebook y un chingo de imbéciles escribiendo su amén 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣
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lord-ogro · 5 years
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lord-ogro · 5 years
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lord-ogro · 5 years
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lord-ogro · 5 years
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IM A SUKKER FOR SABRINA
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lord-ogro · 5 years
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Tumblr también debería tener una opción de ver tus recuerdos, aquellos post antiguos, esos que te hicieron sentir algo, que dejaron una marca en aquel entonces...
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lord-ogro · 5 years
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El Tackle
¿Cómo le dices a tu hijo de seis años que tienes miedo? ¿Cómo le explicas cuanto te pesan las hombreras? Hubiera querido madurar, sentar cabeza diez o cinco años antes. Le podría hablar con la verdad, decirle que, probablemente, sea mi última temporada, explicarle que a los cuarenta es un milagro que me extendieran el contrato una temporada más. ¿Cómo le dices a tu hijo de 6 años, que su padre, de dos metros cinco y ciento veinte kilos está a punto de derrumbarse?
¿No sé cómo lidiar con las ganas de renunciar cada vez que el coach me manda a golpear?
— ¡Harvey! ¡Vas de ala cerrada!
— Soy guardia.
— ¡Me importa un puto carajo! ¡Hay que pegarle a ese linebacker que nos está haciendo mierda!
Vamos Harvey, pégale al linebacker, tú puedes, no importa que sea una segunda selección que podría ser tu hijo, y que pega como la maldita suegra de satanás.
Termina el partido, y para ti, no hay prensa, no hay flashes, no hay fanáticos. Al iniciar el partido el público nos mira a todos, se emocionan con el humo, la música, las porristas; el estadio gritando el nombre del equipo nos deja sordos. Al final solo miran al mariscal, al receptor, al corredor, o al esquinero que interceptó, o si perdemos, llenan de insultos al coach.
Logro arrastrarme solo y lento al vestidor. A veces la mueca se vuelve sonrisa, imagino que en la entrada del foso habrá un niño que me verá con ojos muy abiertos, no sé si de miedo o asombro, y me cambiará su helada coca cola por mi sucio y sudado jersey. El niño corre imaginando que es el jugador, el jugador arrastra los pies al vestidor.
Incluso el ruido empieza a cansarme, a molestarme, el olor del sudor, las toallas volando de aquí para allá, las bromas, bueno, a veces me hace sonreír una buena broma, pero... ¿Cuándo fue la última vez que hice una broma en el vestidor? ¿Cuándo fue la última vez que le di un toallazo a un compañero? ¿Por qué ya nadie me da toallazos?
Me ducho, con calma, me visto, con calma, aunque quisiera salir corriendo a mi casa, a mi esposa, a mi hijo. El dolor no me deja apurarme.
Estaciono el carro y bajo, lentamente. Mi hijo escuchó el ruido del carro, ya está en la puerta, lo veo correr hacia a mí extendiendo los brazos.
— ¡Papi! ¡Jodiste a ese linebacker!
Lo miro con severidad, quisiera levantarlo por los aires y decirle: Si hijo, le partí su madre a ese maldito linebacker, lo jodí, aunque estuviera muerto de miedo y dolor, aunque tronaran cada uno de mis malditos huesos. Y lo hice por ti, porque eres lo único que me impide renunciar y mandar todo al demonio.
— ¿Qué fue lo que hablamos sobre las malas palabras, jovencito?
¿Cómo le hago para llorar hacia adentro cuando lo veo bajar apenado la mirada y decir?:
— Disculpe señor, no volverá a suceder.
FIN
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lord-ogro · 5 years
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ME VALE VERGA ESA FLACA
No sabía que hacer, no encontraba la forma de lidiar con el maldito malestar, solo atiné a llegar a casa de mi amiga Olivia para ver si agarraba el cotorreo con su esposo, un buen compa al que le decíamos el callado. Una buena peda podría hacer que olvidara el dolor. Después de unos tragos agarro su guitarra, tocó relax un rato, pero empezó a ponerse denso, de repente ya no sabía si cantar aleluya o hare krishna, esa fue la primera patada en el cerebro que me abrió el camino, que me ayudó. Pensaba en eso cuando llegó otro compa, el profeta, como siempre, dos fuertes aromas lo precedían.
El profeta le pidió la guitarra al buen callado, la tomó y extendió su mano hacia a mí, dándome su churro.
-Te presto mi máquina del tiempo.
La tomé y absorbí su esencia. ¿Y para qué quería yo una máquina del tiempo? ¿Para evitar los momentos en que fuiste tan mierda? ¿O para caminar en un campo donde siempre hay fresas, comer algunas que me hagan alucinar y seguir mi camino hasta llegar a un lugar que me haga olvidarme, por lo menos un tiempo, de lo poco que me valoraste? Sería lindo olvidarme de ti por todo un verano de paz y amor, ponerme hasta la madre parado en el lodo, bajo la fría llovizna, mientras espero para irme a casa en helicóptero, mientras levanto la vista al cielo, y este me enseña lo que es la libertad, y un buen paisa me dice como sacrificar mi alma en una pira, y procedo a recitar el más sano de los mantras: “me vale verga esa flaca”.
Una puberta llamada Lucy, sobrina del callado, se quiso unir al cotorreo. Entró a la habitación comiéndose un sándwich de mermelada de mandarina, se sentó junto a mí y me observó con esa fabulosa mirada curiosa e inquisitiva, analítica, esa hermosa mirada que los seres humanos perdemos con la supuesta madurez. Me dijo que algo en mí ya no brillaba, y que debería brillar como diamantes del cielo. Me contó un choro muy denso sobre su amiga la Rosa, harías buena pareja con ella, me dijo, es capaz de dar tanta luz y tengo miedo que se apague porque nadie le da luz a ella. Rosa no es materialista, pero es tan divertida, que ya peda, le canta a dios pidiéndole que le compre un Mercedes Benz, y que no le dé nada a la bola de ojetes de sus malos amigos. Tan humilde que le pide a dios que haga su obra en ella, que le quite lo pendeja, le mande el verdadero amor y la haga mejor persona. Y quizás, si ella fue la que falló, te dirá que será feliz de admitir sus errores si la enseñas a mejorar para ti. Si te vas, ella será quien te pida que vuelvas. Te enseñará a ver lo hermoso que es el verano, lo bello de ese tiempo, que tu madre es bella, y que puedes abrir tus alas y volar a donde quieras.
Lucy dibujó un taxi sobre un papel periódico, en la placa apuntó un número, y antes de que Olivia la tomara por la oreja para llevarla a su cuarto me lo dio en la mano, búscala, me dijo. Quise tomar la máquina del tiempo del profeta mientras Lucy sonriente me guiñaba el ojo y Olivia se la llevaba. Era obvio que la máquina del tiempo, la Tardis de color verde se había ido con la chica del sándwich de mermelada de mandarina.
Me levanté y me despedí de la banda. Olivia me acompañó a la puerta, se paró junto a mí y puso sus manos sobre mis hombros.
— Algún día rescatarás a tu princesa de su dragón, y esta vez no será para alguien más.
Sonreí y me alejé. Me di cuenta de que, aunque algún día llegaría a conocer a la Rosa, a cualquier rosa, o a mi muy particular rosa, aún no podía ni quería hacer lo necesario para lograrlo. Aún no era justo para mí, tenía que seguir aquí, siendo un héroe alcohólico que quiere nadar como delfín, siempre evitando a los que me quieren convidar a tanta mierda, porque así soy de necio, y tú… tal vez nunca cambies, nunca tratarás de complacerme o de que el cielo cambie de color solo para mí, aunque solo a mí me gustes tal y como eres. Y creo que a nadie más, pues solo yo no quiero cambiarte para poderte amar.
¿O sí?
FIN
Dedicado al injusto amor de mi vida
Andrea López Sandoval
26/03/2019
Atte.
Gerardo Efraín Castañeda Castillo.
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lord-ogro · 11 years
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El diario The Telegraph ha dedicado un especial a 20 escritores aficionados al fútbol, o al menos que se hayan referido alguna vez a él. La lista incluye algunos autores obvios (como Albert Camus, que fue arquero, o Nick Hornby, hincha del Arsenal, quien escribió el libro más hermoso que se ha...
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lord-ogro · 11 years
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MÚSICA INMORAL
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¡Chale, pinche frío! Y me falta un buen para llegar a mí chante. Está de la chingada salir así nomás, de putazo al pinche frío. Cuicos ojetes, llegan bien gandallas a clausurar nomás de mierdas, se me hace que el patrón no se quiso mochar o se les hizo poco lo que les dio. Pero que huevos de los tiras sacarnos así, bien vale madres. ¡Como estuviéramos! ¡Va parejo! Los pinches borrachos, como están bien alcoholes les vale madre el frío. Pero las pobres viejas; se veían chistosas apretando los dientes, y es que neta la licra no quita el frío ni a mentadas de madre, y menos en esos pinches vestiditos que parece que se los guardan en el monedero. Y luego la pinche placa pasada de chorizo; no les dieron chance de cambiarse a las pobres viejas, cerdos ojetes.
Me caga tener que venir a pincel con este puto frío; ni modo que dejara a la Marlene irse así nomás. Pobre de mí jaina, valió madre que se hiciera un chingo de fichas, ni tiempo le dio de cobrar. Ojalá el varo que le di le haya alcanzado pal taxi, era todo lo que tenía. El pedo es que va a decir cuando llegue a su casa vestida así, ni su ropa pudo sacar. Qué mal pedo.
¡Cabrón! Siento como si me cortaran las yemas de los dedos con navajas de rasurar. Por eso siempre me descaliento un rato dentro del bar antes de largarme; está cabrón salir al frío de madrazo después de tocar toda la noche. Lo bueno que ya mero llego a mi chante.
Chido, por fin llegué. Vamos pa’ dentro y a jetear.
Pinche ruco vale verga. No pudo ni pintar la puta puerta. Ni una pinche lijada para que no astille las manos. Ni modo, me tendré que dar mañana mi hornazo con tíner, si no la pinto la madera se va a pudrir pronto.
Me duele todo el cuerpo, como si me hubieran dado mis macanazos. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Hasta el sueño se me va de ver mi chante así. Le quisiera parar bien chida su casa a mi jefa. ¿Pero con qué? ¡Y luego! ¿Cómo le hago con mi flaca? Por lo menos cambié la puerta, la otra ya parecía corcho.
Siento como si mi casita se nos fuera a caer, como si los clavos fueran más guangos e irreales que las putas ilusiones. Quisiera que las tablas fueran tabiques, que los hules fueran puertas, que mi jefa tuviera un güey que la ayudara, que sirviera de algo. Pinche ruco bueno pa’ nada.
¡Puta madre! Ahí está ese güey, cómo tiene la conciencia peor que la mía no duerme el viejo ojete. Ojalá no venga a joder. Su pinche tufo a maicena y siete machos lo anuncia desde lejos. Y luego este pinche sillón que ya huele a podrido, está más deforme que la nariz de ese cabrón. Aquí no se descansa ni madres, pero ni así me puedo parar, estoy muy madreado.
Neta lo mando a la verga si sale con una mamada:
— ¿Ya llegaste de tocar con tus pinches amigos marihuanos? Búscate un trabajo, vago inútil.
Perro mamador.
— ¡Güey! Toco en un bar. ¡Trabajo! No como tú, pinche vato mantenido.
¿Bar? Solo el patrón y yo le decimos bar a esa madre. Pinche receta de brujas. Échese en un cazo pa’ carnitas unos pelos de sobaco rancio, madera podrida, desinfectante de sanatorio, miados de borracho, vómito, y un leve toque de perfume de cincuenta varos. Todo eso sazonado lentamente en el fuego del infierno, neta que si lo meto en una botellita y lo vendo me hago millonario. “Las glorias de La Minerva número cinco”. ¿Qué pedo? Ya me mal viajé.
Ese olor no se me va a olvidar en toda mi perra vida. Y luego tanto pinche humo de cigarro, y como ni fumo, pues más me parte la madre.
— ¿Felpas, ya compuso el patrón la máquina de niebla?
— ¡Mamador! Mejor tócale que el patrón se pone roñoso. Y güey, dice tu jaina que le toques ya sabes cuál.
— ¿Felpas, se las sirves rebajadas a la flaca, de bandas?
— No hay pedo, sus clientes están bien briagos. Sirve que les meto unas de más en su cuenta y chupamos nosotros también. Tú aguanta.
— Pues como vas.
Chale, pinches gordas, se ven de la verga con sus vestiditos de licra que se les trepan a media nalga. Pero eso si, cómo la goza la banda. ¡Nereidas de a cartoncito de cheve! ¡Baaaaaaaailamela suavecita! Mira si nena, gózame…
¡Cómo va! Veinte varos por rola pal conjunto, cinco varos pa’ la dama… Y ahora si mi maistro. ¡Agasájese con ese bulto de naranjas chinas que la morra trae en vez de culo! El albañil de cincuenta kilos con la fichera de noventa; me acuerdo de una película pacheca del Mickey mouse. Estaba bien morrito cuando el difunto me llevó a verla al cine, casi ni me acuerdo, pero creo que un lagarto bailaba con una hipopótama.
Mi Marlene es la única que se ve chida vestida así. Neta ya no quiero verla fichando. ¿Pero qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Neta no quiero dejar a mi jefa sola con este ojete. Se me hace que no la madrea porque sabe que, si la toca, le parto su madre.
¿Y si me traigo a la flaca? Chale, a duras penas cabemos aquí los tres. ¿Y su morrito? No, pues ya salió pior.
¿Neta no se darán color en su casa de que la rola mi jaina? Pinche familita. Empezando por el gañote de mi cuñado. Llega bien culón al bar a gorrear chelas con su pinche carita de, invitan o voy de chiva con mi jefa. Otra que vale verga la pinche vieja gorrona y quejumbrosa.
— Ay joven, imagínese usted, yo enferma, – puta vieja larga, sí parece toro –, las medicinas salen muy caras, y luego el bebé que necesita tantas cosas. ¿En qué trabaja usted joven?
Pobre de mi flaca, se le abrieron los ojos como si el trago de saliva se le hubiera hecho de piedra.
— Toco en fiestas con un conjunto, señora. – Me le quedo viendo a mi vieja como diciéndole: no aprietes, no hay pedo.
— Si mamá, lo conocí en unos quince años.
Mi suegro es banda. Ni se mete, y si habla siempre es en buen pedo.
— Muchacho. ¿Sabes hacer de comer? Porque esta mujer, el día que quiso hacer arroz, apestó a ajo toda la casa.
Y pensé: Uta… ni pedo, tragaré como japonés.
¡Madres! Maicena y siete machos. Me cortas el viaje perro. A que puta madre regresas, no estoy pa’ soportarte.
— ¡Hey tú!, Vago, vino a buscarte la niña esa bonita, la que se viste como en velorio, la del cochecito gris.
En buen pedo Chuchito, neta que te lo pido con fe, no dejes que este vato me encuentre, si me encuentra le parto su madre y nomás voy a inquietar a mi pobre jefa.
¡Güey!… neta, la Morgana. Chale, si me pasaría ir a tocar con ellos al Df. Pero… ¿La chamba? ¿Mi jefa? ¿La flaca?
También la banda de las tocadas ya me castra. Se dicen gente de mente abierta, progresistas, tolerantes, luchadores sociales, anarquistas, como todo punk, pero me tiran mierda en las tocadas porque toco cumbias en una cantina. ¡Cabrón, tengo que tragar, tengo que ayudar a mi jefa!
— Esa muchacha que se ve de buena familia. ¿Qué le ve a un pinche vago como tú?
— Es mi alumna, perro, le enseño a tocar la guitarra. Y ya bájale de huevos que yo aquí por lo menos coopero con un varo.
Chido, ya se va, a ver si mañana no caga el palo con mi jefa. Hoy no tuvo muchas ganas de chingar, gracias chuchito. Mejor me clavo a mi cuarto.
Pinche hule feo, si me traigo a la Marlene lo cambio por una puerta, aunque sea de triplay, aunque no sea maciza pero que tape. ¿Lo qué no sé, es cómo vamos a tapar el ruido de la cogedera?
Tengo más cansancio que sueño. Mi cerebro anda en quinta con tantos pedos, y mi cuerpo, a los madrazos, en segunda, la madriza y los pedos, pedo sobre pedo, como los dos pesos de Bartola. ¿Qué hago? Lo bueno que los cuicos no me bajaron mi iPod. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago?
“Puedes tomar un avión,
nave espacial o camión.
Puedes ver mucha televisión
para escaparte de aquí
más por muy lejos que tú vallas,
nunca podrás escapar de ti” …zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
(Fragmento de la canción
“Puedes”, de Rockdrigo
González).
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lord-ogro · 11 years
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lord-ogro · 11 years
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"El hombre está demasiado y profundamente atrapado en su construcción. Se vende a sí mismo por debajo de su valor y pierde el equilibrio. 
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lord-ogro · 11 years
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BLONDIE
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Hacía frío, y lo único que vestía era una delgada playera, sin que eso me importara seguí caminando como si fuera John Wayne. Masticaba los restos de una bacha que había terminado hace poco, excelente calidad, minucioso espulgado de cocos y ponchado con la pericia de un torcedor habanero. Tal vez el fino material que se volvía humo en mi cabeza hacía que no notara como caminaba realmente. Como fuera, con mi real o alucinada seguridad, seguí caminando.
Abrí las puertas batientes del Coronitas de una patada, no recordaba tener esa elasticidad, al regresar, las puertas por poco golpean mi cara, lo que provocó la risa de un par de imbéciles, pero también me dio tiempo de escanear la situación.
Goldie estaba ahí. ¿Goldie? ¿Quién madres le puso ese apodo? ¿Otra rubia igual a ella?
Calzaba unos impresionantemente altos y puntiagudos tacones color de rosa, tan altos y puntiagudos que fácilmente los podría usar para atravesar cualquier corazón. Unas pantorrillas macizas, fuertes, que no desentonaban con las monumentales piernas que sostenían al trastero más glorioso que ha visto la humanidad. Su cintura parecía desaparecer a los costados de la espalda, ahí donde su corto y entallado vestido de satín negro dejaba al descubierto su espalda. Sus suaves y firmes brazos intentaban librarse del gañán que la tenía cautiva e intentaba tocar sus perfectos senos.
El lugar era estrecho, un estrecho y mal oliente agujero de rata. Menos de dos metros entre la sucia y apolillada barra y la pared llena de grafitis y escupitajos. Al terminar la barra había un espacio, algo más grande, donde el enorme y sucio gañán intentaba manosear a Goldie. ¡Dios! ¡Cómo odiaba ese apodo! Lo odiaba tanto como amaba su trasero y sus grandes y brillantes ojos lapislázuli.
Las mesas y sillas apenas dejaban espacio para pasar, del techo colgaban montones de CDs con estúpidas calcomanías o mensajes escritos por los clientes, los que apenas se leían debido el excremento de las moscas. También colgaban algunos peluches y en la pared había viejos pósteres de equipos y jugadores de futbol. Parecía una peluquería de ancianos gay, pero el mohoso y sucio mobiliario, los olores agrios a orines y marihuana, te dejaba bien claro dónde estabas.
El primero de mis oponentes hizo su movimiento, predecible, incliné mi cabeza para estrellar mi frente en su nariz, la que ya iba sangrando cuando estampé su cráneo en la pared; el segundo tomó una botella y dio una zancada hacia a mí, pateé un banco que estaba al lado de la barra hacia sus pies, la fuerza de su caída se complementó con la de mi pie en su sucia cara de rana, su gorra rastafari, con todo y rastas postizas, salió volando a la altura de mi cara, la hubiera conservado de no haber estado llena de piojos y mugre.
Ya estaba casi al final de la barra, tomé una caguama medio llena para estrellarla en la cabeza de Jabba the Hutt y liberar a mi rubia Lea de su grotesco captor, no fue necesario ese último acto de violencia, al verme avanzar hacia él simplemente la soltó. Tomé a Goldie por la muñeca, dimos unos pasos atrás, tomé la chamarra del tipo con el que momentos antes añadí más ADN a la pared, la puse sobre los desnudos hombros de Goldie, pero sin perder de vista a Jabba The Hutt, quien nos miraba con odio desde el fondo del bar. Goldie y yo salimos corriendo. Todo el tiempo el barman se dedicó a secar vasos como si nada pasara.
Ya en la calle nos alejábamos rápidamente, Goldie apenas si podía avanzar por sus tacones, estaba cansada, tan cansada que su boca se movía sin emitir sonido alguno, su muñeca cada vez pesaba más y parecía que iba a soltarse de mi mano como si colgara de un precipicio. A lo lejos escuchamos el ruido de una moto, un motociclista acelero para echarnos su enorme máquina encima. Tomé una botella del suelo y la lancé contra el conductor rompiendo la mica de su casco y haciéndolo caer, la moto derrapó varios metros quedando a un lado de Goldie y de mí. Levanté la moto mientras, a lo lejos, vi a unos tipos correr hacia nosotros, solo atiné a leer en los labios de la desfalleciente Goldie la palabra “arranca”, casi sin darme cuenta estábamos arriba de la moto, la que, por su potencia, casi nos tira al arrancar, pero alcanzamos a alejarmos de una multitud que corría como el demonio tras nosotros.
No teníamos donde ir, el frío arreciaba y solo el rugido de la moto perturbaba el pesado silencio nocturno. Enfilé hacia mi casa, ahí estaríamos seguros. Al llegar, noté la luz prendida, no recordaba haberla dejado así. Tomé a Goldie por el brazo para sostenerla, abrí la puerta y vi a unos tipos adentro, solté a mi chica y me lancé sobre ellos, pero alguien me sorprendió con una zancadilla y al caer sentí un golpe en mi cabeza. Todo se apagó, me sentí caer entre suaves nubes que me hacían rebotar.
— ¡Hey! ¡Ya despertó el héroe! Ay que curarte la cruda. ¿Qué pedo carnal, cómo te sientes?
—Puta madre, me duele la cabeza. ¿Qué paso anoche?
—No mames banda, que pinche viejorrón traías, te pasas. Nos invitas a chupar, te fumas un churro y te sacas a la verga todo cruzado. Y para acabarla, vas a armar un pinche desmadre al Coronitas. Hasta regresaste con una pinche tortita que no mames. ¡No mames! ¡No mames! Cuando azotaste la morra nos dijo: “Ya les traje a su compa”. Y que se sienta bien vergas y que dice: ¿Van a cerrar el hocico e invitarme una caguama o ya pido un taxi?”. ¡Perro! ¡Estaba Buenísima!
— ¿Qué? ¿Quién?
—Wey, La morra dice que estaba con su novio en un antro, el vato se pasó de lanza, que lo deja ahí y que se sale. Iba caminando y se le hizo fácil meterse al Coronitas y aceptarle una chela a un pendejo gordo que estaba chupando en la barra. En eso llegaste, todo estúpido, pateando la puerta, y te quedaste en la entrada como pendejo mirando, así nomás, parado como vil pendejo. El pedo es que, cuando el gordo ese empezó de gandalla con el bizcocho, nomás por la chelita que le invitó, tú le hiciste el paro.
—Creo que madrié a unos güeyes.
—Dice la morra que después de estar parado como pendejo, la oíste gritar y caminaste hacia donde ella se peleaba con el marrano. Un pinche borracho que iba saliendo se tropezó y se iba a caer encima de ti, lo empujaste y se rompió el hocico en la pared, su cuate se te fue encima y se tropezó con las patas de su propio compa y también terminó noqueado en el suelo. El vato que tenía agarrada a la morra se sacó de onda y la soltó, agarraste una chamarra de no sé dónde, se la pusiste a la vieja y se salieron. Ya afuera la chava te dijo que chido, muchas gracias, pero que ya se iba, y tu necio te la querías traer. En eso su novio llegó, iba en una pinche motito pedorra, una motoneta de esas de ciento veinticinco CC, todavía esta tirada allá afuera. La cosa es que el güey empezó a armarle el pedo de nuevo a la morra, pero así gacho, mal pedo, la quería madrear, y te quedaste viendo, otra vez, como vil pendejo, nomás viendo, como un puto zombi. Y cuando venía llegando la flota del morro lo descontaste con una botella, el chavo se cayó y quisiste levantar la moto, pero no podías, el bizcochito te ayudó a levantarla, se subieron y no lograbas arrancarla, pero a los putazos arrancó, mero cuando esos vatos casi los alcanzan. El pedo es que, cuando llegaron, la vieja te metió cargando, te nos quedaste viendo, soltaste a la morra y te fuiste de hocico en el sillón y comenzaste a roncar.
— ¿Y Goldie que pedo?
— ¿Cuál Goldie?
— ¡Pues la morra!
—Se llama Gabriela. Se quedó un rato chupando y quemando con nosotros. Dice que eres “lindo” aunque medio terco y medio pendejo, que le dieron ternura tus loqueras. Jajajajajaja eres tierno, eres “lindo”, pinche putito. ¿Quieres una chela pa´ la cruz?
—Si güey, pero que esté bien muerta. ¿Qué pedo con la chava? Ha de pensar que soy un pendejo.
—Ahí dejo su fon en un papel, le caíste bien, te valió un chingo el botellazo que le diste al novio y el paro con el vato del Coronitas.
—Yo creo,
— ¡Pinche sonrisita, putito!
— ¡Salud!
— ¡Salud!
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