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El Escepticismo Higiénico como herramienta ante la Era de la Posverdad.

Escepticismo. Considerado como aquella doctrina que niega la existencia de la verdad, o que de haberla ésta sería inaccesible, el escepticismo fácilmente se enreda con el relativismo. No estoy hablando de este escepticismo, ni aún de una duda metódica, sino de la sana desconfianza que el propio conocimiento de la realidad perentoriamente aconseja.
Ante La Caverna la mejor respuesta no es buscar la salida (y cual superhéroe platónico regresar al rescate de aquellos que –en su ignorancia– ni siquiera quieren ser salvados). En cierto modo, no hay ningún mundo exterior a La Caverna, solo podemos iluminarnos desde dentro, y el primer paso es el escepticismo.
Vivimos tiempos de desconfianza, de incertidumbre, pero al mismo tiempo de pasmosa credulidad. Por una parte, vivimos en unas circunstancias socioculturales en las que le exceso de información se une a la falta de tiempo en una cultura del consumo rápido, la multitarea y la distracción. Cada vez más, aunque no exclusivamente, nuestra relación con la cultura y con la información viene determinada por el “empaquetamiento” que impone la naturaleza de las redes sociales: frases “interesantes”, eslóganes, listas (a modo de decálogos -aunque contengan más de 10 imperativos-, por ejemplo), lo que de tiempo a ver en el teléfono mientras vamos en el metro, fumamos un cigarro o ponemos un ojo en la televisión. Es una tendencia que, en general, no favorece la indagación y la reflexión críticas. Por otra parte, y este me parece un fenómeno menos coyuntural, la incertidumbre impulsa el deseo de creer, y genera individuos que, tratando de evitar la desconfianza y la incertidumbre, se convierten en presas fáciles para coaches, chamanes, líderes de crecimiento personal, gurús, «guías espirituales» u otros iluminados (si bien es cierto que en este saco no todo el mundo es igual, y podemos encontrar desde aquel que se cree realmente iluminado hasta el que premeditadamente ejerce una nueva forma de estafa, pasando por «profesionales» que, al menos, intentan ser honestos).
Frente a la desconfianza que naturalmente surge de este momento histórico de incertidumbre que vivimos, el Escepticismo Higiénico promueve una desconfianza activa, productiva.
El escepticismo es una actitud típicamente filosófica, más que el asombro (como se indica en el primer capitulo de numerosos libros de texto). El asombro puede llevar a casi cualquier cosa, pero el escepticismo saludable es el que lleva a dar un paso atrás, para tomar distancia y perspectiva, el que lleva a rascar en la superficie de las cosas: «vamos a ver qué hay debajo, si es que hay algo», «vamos a ver qué hay detrás», «vamos a ver qué hay entre líneas, qué dice la letra pequeña, vamos a contrastar, a profundizar, a averiguar…o quizás, por ahora, solo a esperar».
Fuente: lapiedradesisifo.com
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Marco Aurelio Denegri escribe sobre el sentido de la vida

"El enunciado 'El sentido o propósito de la vida es la felicidad' no es lógicamente admisible, ni científicamente estimable", escribe el polígrafo en su columna.
Marco Aurelio Denegri24.12.2017 / 08:49 am
La vida, entendida como río, como pura Naturaleza, no tiene, en sí misma, ningún sentido. Tampoco lo tiene, necesariamente, la vida como acueducto. El acueducto es la Cultura o Artificialeza, la cual, aunque carente en sí misma de propósito, o finalidad, o sentido, puede sin embargo tenerlo si se lo damos. Para ello se necesita de inteligencia y comprensión. Pero nosotros no somos ahora más inteligentes ni comprensivos, sino menos. No estamos evolucionando, sino involucionando. Sufrimos de peoría, mas no disfrutamos de mejoría.
El único sentido que puede tener nuestro vivir es el que ocasionalmente le demos; pero esta dación dependerá del contenido que tengamos, y cada vez tenemos menos contenido y menos inteligencia. Según el Premio Nobel de Medicina, Peter Medawar, la inteligencia comenzó a disminuir en el mundo en la década de 1940, y seguirá disminuyendo, aunque no indefinidamente. A mí me parece, sin embargo, que la inteligencia seguirá disminuyendo indefinidamente, puesto que nuestra especie involuciona crecientemente.
Si dijéramos que el sentido o propósito de la vida es la felicidad, entonces cualquier positivista lógico o cualquier filósofo científico impugnaría nuestro dicho manifestando que hay solamente dos clases de proposiciones verdaderas o genuinas: las analíticas («Todos los solteros no son casados») y las sintéticas («Los metales se dilatan por la acción del calor»); pero el enunciado «El sentido o propósito de la vida es la felicidad» no es lógicamente admisible, ni científicamente estimable, no es verdadero, porque hasta ahora nadie ha dado una definición absolutamente válida e indiscutible de felicidad, y además nadie ha podido averiguar ni verificar si realmente todos los seres humanos quieren ser felices o si alguna vez han sido felices, suponiendo que todo el mundo entienda lo mismo por felicidad, suposición que es a todas luces falsísima.
Creo que estas consideraciones y otras más indujeron al famoso etnólogo Claude Lévi-Strauss a declarar lo siguiente:«Estoy firmemente convencido de que la vida no tiene ningún sentido y que nada tiene sentido. [...] Sólo me siento atraído por una de las grandes religiones: el budismo. Primero, porque no conoce un dios personificado. Y después, porque sostiene la idea, o la admite, de que no hay ningún sentido y de que, ante la ausencia de sentido, la verdad última [final y definitiva] está en el no-sentido.»
(Entrevista de Constantin von Barloewen a Claude Lévi-Strauss, publicada en la revista Humboldt, 2000, 42: 129, 70-73; la cita, ad finem.)
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LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO, de Byung – Chul Han (de mi autoría)

El señor Byung-Chul Han nos describe un cambio de paradigma en nuestra sociedad; una que, dadas las condiciones propias de la globalización, se ha dado de una manera sumamente rápida. Así, pues, tenemos una notable distinción entre el esquema de pensamiento y acción del siglo XX y la del siglo presente. Nos habla de un individuo del rendimiento, que reemplaza al individuo de obediencia, quien cumplía con su rol en la producción con base en la obligación y el deber. Este nuevo individuo no se rige con mandatos, leyes ni prohibiciones, o sea, factores externos; sino que, muy por el contrario, se vale de su propia motivación, de su propia "positividad" para volverse una persona más productiva, y en el proceso, más independiente del medio social que lo rodea. ¿Es esto algo beneficioso para nuestra generación y las que vengan ulteriormente? Me propongo desgranar los puntos que se tratan en esta obra para encontrar una respuesta.
LA VIOLENCIA NEURONAL
El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal.
A diferencia de las infecciones, la depresión, el trastorno límite de la personalidad o el síndrome de hiperactividad son ocasionados por un exceso de positividad. “De este modo, se sustraen de cualquier técnica inmunológica destinada a repeler la negatividad de lo extraño".
“El objetivo de la resistencia inmunológica es la extrañeza como tal”. Se hace una comparación analógica con La Guerra Fría, en donde se tenía la opción de escoger entre dos bandos claros; hoy, las barreras se hacen cada vez más débiles.
El cambio de paradigma implica que los métodos utilizados el siglo pasado se conviertan en obsoletos debido a la desaparición de la otredad y la extrañeza, reemplazándose con lo propio.
“La dialéctica de la negatividad constituye el rasgo fundamental de la inmunidad. Lo otro inmunológico es lo negativo que penetra en lo propio y trata de negarlo. Lo propio perece ante la negatividad de lo otro si a su vez no es capaz de negarla. La autoafirmación inmunológica de lo propio se realiza, por tanto, como negación de la negación. Lo propio se afirma en lo otro negando su negatividad. También la profilaxis inmunológica, es decir, la vacunación, sigue la dialéctica de la negatividad”.
La repulsión frente al exceso de positividad no consiste en ninguna resistencia inmunológica, sino en una abreacción digestivo-neuronal y en un rechazo. El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia tampoco son reacciones inmunológicas. Todos ellos consisten en manifestaciones de una violencia neuronal, que no es viral, puesto que no se deriva de ninguna negatividad inmunológica.
La violencia viral, que sigue rigiéndose por el esquema inmunológico del adentro y el afuera, o de lo propio y lo extraño, y que además presupone una singularidad o una otredad contrarias al sistema, no sirve para la descripción de las enfermedades neuronales como la depresión, el TDAH o el SDO(…) Este último significa el colapso del yo que se funde por un sobrecalentamiento que tiene su origen en la sobreabundancia de lo idéntico. El hiper de la hiperactividad no es ninguna categoría inmunológica. Representa sencillamente una masificación de la positividad.
MÁS ALLÁ DE LA SOCIEDAD DISCIPLINARIA
La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya ‘sujetos de obediencia’, sino ‘sujetos de rendimiento’. Estos sujetos son emprendedores de sí mismos.
La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. La define la negatividad de la prohibición. El verbo modal negativo que la caracteriza es el ‘no-poder’(Nicht-Dürfen). Incluso al deber (Sollen) le es inherente una negatividad: la de la obligación. La sociedad de rendimiento se desprende progresivamente de la negatividad(…) Se caracteriza por el verbo modal positivo poder (Können) sin límites. Su plural afirmativo y colectivo ‘yes, we can’ expresa presicamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía le rige el ‘no’. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados.
Según parece, al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el del rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer (Können), pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder.
Alain Ehrenberg sitúa la depresión en el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento:
-“El éxito de la depresión comienza en el instante en el que el modelo disciplinario de gestión de la conducta, que, de forma autoritaria y prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto a las clases sociales como a los dos sexos, es abandonado a favor de una forma que induce al individuo a la iniciativa personal: que lo obliga a devenir él mismo (…) El deprimido no está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir él mismo”.
El autor, empero, critica este punto con la frase: “lo que provoca la depresión por agotamiento no es el imperativo de pertenecer solo a sí mismo, sino la presión por el rendimiento”, y señala que Ehrenberg equipara el tipo de ser humano contemporáneo con el hombre soberano de Nietzsche: “El individuo soberano, semejante a sí mismo, cuya venida anunciaba ]Nietzsche, está a punto de convertirse en una realidad de masa: no hay nada por encima de él que pueda indicarle quién debe ser, porque se considera el único dueño de sí mismo”. Precisamente Nietzsche diría que aquel tipo de ser humano que está a punto de convertirse en realidad de masa ya no es ningún superhombre soberano, sino el último hombre que tan solo trabaja.
El animal laborans se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima. “La depresión se sustrae, sin embargo, de todo sistema inmunológico y se desata en el momento en que el sujeto de rendimiento no puede poder más.
“La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que la libertad y coacción coincidan(…) Las enfermedades psíquicas(…) constituyen las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica”.
EL ABURRIMIENTO PROFUNDO
“El exceso de positividad se manifiesta, asimismo, como un exceso de estímulos, informaciones e impulsos”, sentencia el autor. Advierte, además, que la administración del tiempo y la atención multiasking no significa un progreso, sino una regresión a la época de supervivencia en la selva.
“Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda”.
La postura de Walter Benjamin constituye al sueño o aburrimiento profundo como el punto álgido de la relajación espiritual, pues, a diferencia de la pura agitación, que no genera nada nuevo, concede al ego ‘el don de la escucha’. Se teje y se hila.
“Quien se aburra al caminar y no tolere el hastío deambulará inquieto y agitado, o andará detrás de una u otra actividad. Pero, en cambio, quien posea una mayor tolerancia para el aburrimiento reconocerá, después de un rato, que quizás andar, como tal, lo aburre. De este modo, se animará a inventar un movimiento completamente nuevo. Correr no constituye ningún modo nuevo de andar, sino un caminar de manera acelerada. La danza o el andar como si se estuviera flotando, en cambio, consisten en un movimiento del todo diferente. Únicamente el ser humano es capaz de bailar”.
Paul Cézanne dijo alguna vez que podía ver el olor de las cosas. Merleau-Ponty describe la mirada contemplativa de Cézanne sobre el paisaje como un proceso de desprendimiento o desinteriorización.
VITA ACTIVA
En este capítulo se analiza la postura que Hannah Arendt tiene sobre la vita contemplativa y la vita activa en su ensayo La condición humana. A su parecer, la vita activa ha sido injustamente reducida al mero desasosiego.
“Según Arendt, la sociedad moderna, como sociedad de trabajo, aniquila toda posibilidad de acción, degradando al ser humano a animal laborans(...) La modernidad, que principalmente ha comenzado con una inaudita y heroica activación de todas las capacidades humanas, termina en una mortal pasividad”.
Ahora, se hace una comparativa sobre la concepción de la sociedad moderna de Arendt (sociedad de trabajo) y la sociedad tardomoderna del rendimiento. En la primera se tiende al abandono de la individualidad y el ego para formar parte de la tribu laboral, pasivo; en la sociedad del rendimiento el animal laborans tardomoderno está dotado de tanto ego que está por explotar, y es cualquier cosa menos pasivo. “Si uno renunciara a su individualidad y se entregara plenamente al proceso de la especie, gozaría, cuando menos, de la serenidad propia de un animal. El animal laborans tardomoderno es, en sentido estricto, todo menos animalizado. Es hiperactivo e hiperneurótico”.
“La moderna pérdida de creencias, que afecta no solo a Dios o al más allá, sino también a la realidad misma, hace que la vida se convierta en algo totalmente efímero (…) Nada es constante y duradero. Ante esta falta se Ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad. El hecho de pertenecer a la especie habría podido ayudar al animal que trabaja para ella a alcanzar el sosiego propio del animal. El Yo tardomoderno, sin embargo, está totalmente solo”.
“Un Homo Sacer es originalmente alguien que a causa de una infracción ha sido excluido de la sociedad. Se lo puede matar sin ser sancionado por ello; es absolutamente aniquilable. El homini sacri describe también a los judíos en un campo de concentración, por ejemplo(...) Hoy, todos somos homini sacri, sin excepción. No obstante, estos homini sacri tienen la particularidad de no ser absolutamente aniquilables, sino absolutamente inaniquilables. Son, en cierto modo, ‘muertos vivientes’”
Al final de su tratado, Arendt concluye con estas palabras: “Quien tiene cualquier experiencia en esta materia sabe la razón que asistía a Catón cuando dijo: ‘nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cuando está consigo mismo’”. Esto, en palabras del autor, habla en favor de la vita contemplativa sin pretenderlo, pues Cicerón, enseguida después de haber citado a Catón, elogia propiamente la vida contemplativa, que, según él, convierte al hombre en aquello que en un principio debe ser.
PEDAGOGÍA DEL MIRAR
En este apartado el autor cita a Nietzsche de manera intermitente. Según este filósofo voluntarista, una de las tres tareas por las que se requieren educadores es la de aprender a mirar, esto es, “acostumbrar el ojo a mirar con calma y paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo”.
Según Nietzsche, uno tiene que aprender a “no responder inmediatamente a un impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas” La vileza y la infamia consisten en la incapacidad de oponer resistencia a un impulso, de oponerle un No. Reaccionar inmediatamente y a cada impulso es, a su parecer, en sí una enfermedad, un declive, un síntoma del agotamiento.
Se revitaliza con argumentos la vida contemplativa, la vacilación y los entre-tiempos como escape a la pura actividad, “que solo prolonga lo ya existente”.
En el aforismo “El principal defecto de los hombres activos” escribe Nietszche:
“A los activos les falta habitualmente una actividad superior (…) es este respecto son holgazanes. (…) Los activos ruedan, como rueda una piedra, conforme a la estupidez de la mecánica”.
Se contempla que hay diferentes tipos de actividad. La actividad que sigue la estupidez de la mecánica es pobre en interrupciones. La máquina no es capaz de detenerse. A pesar de su enorme capacidad de cálculo, el ordenador es estúpido en cuanto le falta la capacidad de vacilación.
Se nos insta a diferenciarnos de las máquinas estúpidas: “Quizás el ordenador hace cálculos de manera más rápida que el cerebro humano y admite sin rechazo alguno gran cantidad de datos porque se halla libre de toda otredad. Es una máquina positiva. Precisamente por su egocentrismo autista, por su carencia de negatividad, el idiot savant obtiene resultados solo realizables por una calculadora”.
“Si solamente se tuviera la potencia de pensar algo, el pensamiento se dispersaría en la hilera infinita de objetos. La reflexión sería imposible, porque la potencia positiva, el exceso de positividad, permite tan solo el ‘seguir pensando’”
“Si solo se poseyera la potencia positiva, se estaría, por el contrario, expuesto al objeto de una manera del todo pasiva. La hiperactividad es, paradójicamente, una forma en extremo pasiva de actividad que ya no permite ninguna acción libre. Se basa en una absolutización unilateral de la potencia positiva”.
APRECIACIÓN PERSONAL
El individuo se ha visto en la necesidad de adaptarse a través de los cambios graduales de la historia, pero éste es un proceso que se ha visto acelerado en los últimos años. Este fenómeno descrito por el autor no es sino una consecuencia del desenfrenado intento por competir. Hoy todo se siente efímero. Las cosas, las ideas, las personas, sufren una amenaza constante por perecer para dar paso a los nuevos estímulos. ¿Acaso nada es suficiente? El temor por ser dejado de lado por la globalización nos obliga a pluriemplearnos, a estar capacitándonos constantemente, para así disminuir la incertidumbre. Se genera un estrés, una angustia, una competencia metahumana.
¿Se puede tener un verdadero descanso que de paso a la contemplación en estas condiciones? Tal vez todos los esfuerzos nos levan solo a recompensas inmediatas, el deseo termina en otro deseo, y se vuelve una carrera interminable en donde no se contempla una verdadera meta. ¿Somos conscientes de adónde queremos llegar? ¿Somos conscientes de lo que hacemos, del porqué lo hacemos? No cabe duda de que estos planteamientos te pueden dejar ensimismado. La reflexión es lo que nos ha hecho dar grandes avances como especie. Dedicar un momento para darle coherencia a lo que hacemos con nuestra vida, para tener un motivo claro para levantarte todas las mañanas y no caer en un laberinto de ratones, debería ser una opción a tomar en cuenta.
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