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lukasjmuller · 4 years
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Reencuentros.
─  Miércoles 5 de agosto de 2020
 Relato con colaboración de @elmitoazabache
El calor se introducía por cada poro de su piel, esquivando la tela transpirable del jersey que vestía blanquecino, siendo insoportable una vez más esas mañanas ocasionales en la que optaba por entrenar temprano.
 Necesitaba pensar tras esa negativa recibida en la reunión, una vez más ansiando conseguir un nuevo proyecto que llevar a cabo, incapaz de permanecer con los brazos cruzados y la mente en blanco pues su naturaleza era inquieta, apasionado por tu profesión y por supuesto nunca dándose por vencido hasta conseguir lo que buscaba.
 Caminaba lentamente dirigiendo desde el manillar la moto, pisando la tierra embarrada que cubría todo su cuerpo tras el entrenamiento y dispuesto a quitarse toda esa ropa para marcharse a casa. Mantenía una conversación entretenida con uno de los muchos pilotos, dispuesto a mostrarle una de las hazañas que había conseguido cuando al encender la pantalla del dispositivo vio esa llamada perdida.
 Después de todo lo ocurrido en Berlín cinco semanas atrás y no recibir mensajes ni llamada alguna, ahora si lo hacía. Su mirada se mantuvo en las horas y minutos, incapaz de conocer el motivo por el que le llamaba, simplemente introdujo el teléfono de nuevo en el bolsillo del pantalón con un semblante frío y tras una breve despedida recogió lo antes posible.
 En su cabeza se repetía cada una de las palabras que su hermano lazaba como si de balas se tratasen, perforando su cuerpo y provocando un daño con aquel final en el que le dejó claro que no quería volver a saber más de su existencia, pero ahora volviendo a su vida. Quiso llamar, estuvo cerca de hacerlo, presionar ese botón verde y esperar a que diese la señal, pero terminó por apagar el teléfono y marcharse al garaje para mantener la mente ocupada hasta la llegada de su pareja a casa, con ella esos casos eran más fáciles de digerir, dándole su sincera opinión.
 […]
 ─ Dame el móvil. ─ Dijo ella sin más, poniéndolo sobre la oscura mesa exterior. ─ Vamos a marcar y poner el altavoz. Si quieres colgar en cualquier momento solo hazlo, pero tenemos que sacar esa espina y llamar.
 ─ De acuerdo. ─ Respondió con cierto pesar.
 Aceptó la parte que le tocaba como hermano, sabiendo que a pesar de sentenciar su relación, Elías era de la poca familia cercana que le quedaba y en su interior no soportaba aislarle por el resto de los días. Aguardó mientras escuchaba la señal, sintiendo el sudor en sus palmas e incluso optando por ponerse en pie y dar vueltas de un lado a otro sin quitar vista a la pantalla. Pero tras varios minutos de espera decidió cortar la comunicación, apagando el dispositivo y dejarlo caer sobre la mesa.
 ─ Le hemos dado la oportunidad de explicarse, le he llamado y él no ha querido responder. ─ Abandonó el patio trasero dando un par de zancadas hasta llegar a la cocina, ocupando sus pensamientos la cena.
 Entretenido se encontraba preparando todo lo necesario cuando el timbre hizo retumbar cada rincón de la casa y provocando un silencio sepulcral. Rígido se encontraba enfrente de la vitrocerámica, queriendo reaccionar, pero sintiendo que sus pies eran de puro hielo, intercambiando mirada con Elena y sabiendo ambos con solo mirarse a los ojos de quien se trataba.
 A sus espaldas escuchaba el retumbar de los tacones de aguja, cargando aire en sus pulmones para calmarse para lo que acontecía en los próximos segundos.  Pelo corto y moreno, tez blanca con miles de tatuajes oscuros por la misma, ojos grisáceos y esa característica sonrisa de lado.
 ─ ¡Hermano! ─ Fue lo primero que dijo, ilusionado por verle de nuevo y siendo su fondo un par de maletas. ─ Te he llamado esta misma mañana para decirte que venía a pasar el verano contigo, ya veo que ni te has molestado en responderme, qué desconsiderado por tu parte. ─ Susurró echándole a un lado y poniendo los ojos en aquella silueta femenina. ─ ¡Hola Elena! Qué bien volver a verte… Una vez más.
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lukasjmuller · 4 years
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Obras de arte y caras conocidas.
─  Lunes 19 de noviembre de 2018.
Relato con la colaboración de @elmitoazabache​
El clima era pésimo aquel día de noviembre en el que nada más poner los pies en la ligera capa de nieve, el frío entraba en contacto contra la piel a pesar de ir abrigado con varias capas de camisetas y una sudadera gruesa oscura que tapaba su cabeza además del pasamontañas el cual ocultaba su rostro. No era demasiado tarde, las nueve y veinte minutos de la noche, pero aun así parecía que lo era. El barrio de Kreuzberg se mostraba algo callado esa noche, en días más calurosos los bares cercanos estarían atestados de gente brindando sus jarras de cervezas y comiendo sin parar, pero hoy no. Hoy todo estaba en silencio y las temperaturas eran gélidas. El muchacho miraba el móvil en varias ocasiones, cerciorándose de que llegaba puntual al lugar de encuentro pues allí le estaban esperando varios miembros con un mismo objetivo.
  Marco, compañero de instituto y ahora mejor amigo de Elías le había introducido en aquel mundo, con diecisiete años tenía a sus espaldas un buen historial de agresiones, vandalismo callejero e incluso hurtos. Su hermano mayor era perteneciente a una de las mafias más importantes de Berlín, hacían todo tipo de cosas, desde tráfico de drogas, asaltos a furgones e incluso robos. Ese día sin embargo tocaba el robo de una obra de arte. El cuadro había sido comprado por un cliente asiduo del museo Bode, el cual era uno de los más importantes de todo Berlín.
 Así mismo tras una caminata en la que mantuvo las espaldas cubiertas, llegó al punto de encuentro. Si su barrio era oscuro y se daban algunos robos a lo largo del mes, el lugar donde se encontraba era aún peor. Los edificios parecían que estaban en ruinas, el metal de las puertas estaba corroído e incluso algunas ventanas estaban rotas, marcas claramente visibles de piedras arrojadas.
Estaba puesto al día de todo lo que tenía que hacer y además estaba más que capacitado al realizar algún hurto que otro. Hasta el momento nunca le habían capturado, era rápido y decidido por no hablar de la labia que poseía, capaz de salvarse de muchas. Tras bajar los escalones que daban a una puerta vieja de metal la música del antro inundó sus oídos. La mayoría de las personas que estaban allí se encontraban bajo los efectos del alcohol y la otra mitad lo más probable bajo la heroína. Anduvo unos pasos más bajo la poca iluminación que le brindaba las luces parpadeantes, esquivando a las personas que se chocaban contra él.
 Tres toques. Tres toques de sus nudillos contra la puerta y después aparecería alguien tras la misma que daba al despacho de Hugo, el hermano mayor de Marco.
 << No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra>>
 Con un tono de voz firme enunció aquella cita de Isaías que llevaba más de una semana aprendiéndose, aquellas con las que no podría acceder a ese lugar y en caso de cometer algún fallo, lo siguiente sería un precio muy alto en su vida.
 Con un apretón de manos le recibió, manteniendo con la contraria el sexto cigarro de la noche contra sus labios. Mantenía la vista endurecida contra el muchacho, examinándole de la cabeza a los pies, mientras este mismo se quitaba la capucha y el pasamontañas.
 ─ Así que tú eres Elías. ─ Expulsó el humo contra su rostro, acariciando la americana que vestía para quitar los restos de ceniza de la misma. ─ Marco dice que vales para esto y Gunter acabó la semana pasada con un tiro en la sesera, gajes del oficio. ─ Chasqueó la lengua, comprobando la firmeza del chico. ─ Sé que te han contado mil veces el golpe y que llevas practicándolo el mismo tiempo, pero te pongo al día.
El hombre tomó asiento, apagando el cigarro que tenía en la mano y encendiendo uno nuevo. Enfocó la vista en las cámaras del local, viendo como alguien comenzaba una pelea y tras hacer una mueca con su cabeza y un gesto con sus manos mandó a uno de los tipos que guardaba la puerta por la que Elías había entrado.
 ─ Estos drogadictos… ─ Comentó a modo de queja. ─ Tenemos un contacto. Una mujer que nos ha pagado por adelantado parte del precio, necesita uno de los cuadros que compra ese gordo de Egbert, el muy cabrón compra la mayoría del museo Bode. ─ Reía entre toses a causa del humo, terminando por dar un sorbo a la copa que reposaba sobre la mesa. ─ Entras en su casa, lo robas y el equipo se encargará de llevárselo a ella. No tienes que saber nada más. Y ahora largo de mi vista, cuando completes el trabajo te pagaré.
 Elías sentía un escalofrío que atravesaba toda su espina dorsal hasta llegar a los pies. Presentía que nada de aquello iba a terminar bien.
  Horas más tarde se encontraba en la parte trasera de la furgoneta. Su vista cambiaba constantemente de un encapuchado a otro, nervioso, viendo como preparaban algunos el equipo que en escasas horas utilizarían y otros únicamente se entretenían con sus armas, limpiándolas. Suspiró alterado, tratando de guardar la calma, pero en ese instante se dio cuenta de que no era un simple robo a los que estaba acostumbrado. Todo aquello le venía grande, no era lo suyo y por un momento creyó que debería haberse negado.
 [...]
 Cada uno estaba en sus puestos e intercambiaban cortas palabras por los dispositivos inalámbricos que llevaban, dando órdenes de uno a otros, además de dar información sobre la operación que llevaban entre manos.
─ Nuevo, te toca. ─Nombraron así al muchacho, el cual se mantenía a la espera en la gigantesca buhardilla de la casa, la cual se encontraba atestada de todo tipo de obras de arte, algunas de ellas tapadas y otras almacenadas en grandes cajas de madera, por no mencionar las esculturas que se encontraban ocultas tras telas y que sin duda le daba un aspecto siniestro.
Bajo las gafas de visión nocturna comenzó a caminar por el lugar, sintiendo su corazón desbocado además de los sudores fríos que calaban su piel. Se relamió los labios en varias ocasiones creyendo que en un momento dado se quedaría sin ellos.
 La madera crujía bajo las pisadas de sus botas, descendiendo los primeros escalones que daban a la segunda planta de aquel palacete que tenía Egbert. Por el dispositivo su equipo le daba las indicaciones hasta llevarle al fin delante del cuadro tan esperado por esa mujer que había pagado al menos su peso en oro. Tras verlo tampoco era para tanto. Debía de ser arte moderno por las cuatro pintadas en diferentes colores que atravesaba el lienzo y desde luego no entendía el despilfarro de dinero que efectuaron por el mismo. Con las manos enguantadas descolgó la obra, mirándola una vez más entre sus manos, perplejo mientras negaba con la cabeza.
 ─ Me cago en la puta. ─ Ese taco alertó al muchacho, haciendo que su cuerpo se enderezase y los músculos se mantuvieran rígidos. ─ Sal ya de allí. Tienen una puta alarma silenciosa, la policía va a llegar en pocos minutos.
 Pánico. Todo lo que sentía era pánico. El corazón latía desbocado y el aire no llegaba a los pulmones. Con rapidez se movió al recordar el duro castigo que tendría si se quedaba allí, si no tendría la libertad que tenía y es que no sabía que era mejor, si ser capturado por la mafia o por la policía. Los pasos eran latentes en el piso inferior como también las voces que se aproximaban cada vez más. Con paso raudo llegó de nuevo al punto de inicio por donde entró, dio gracias a que la pieza robada era mediana y apenas pesaba.
 Con un rápido movimiento escapó por la misma ventana del tejado, cerrándola tras su paso y haciendo un rápido reconocimiento del lugar fue cuando se dio cuenta que todo el grupo se había disuelto y se encontraba solo allí, bajo la noche y el frío. Sin más descendió por la escalera que habían montado en el lateral de la casa, viendo desde allí el fulgor de las luces azules y rojizas. Oculto entre los matorrales del jardín emprendió la huida a toda carrera, sintiendo el sabor de la sangre en la boca y un dolor punzante en las costillas.
 Resopló, soltando así todo el cansancio que llevaba a cuestas cuando dio esquinazo a la policía y seguridad de la urbanización. En ese instante se dio cuenta de que algo tendría que hacer, el equipo se había disuelto, pero él tenía en posesión al cuadro, era tiempo perdido. Por la cabeza pasó la idea de venderlo él mismo como también de tirarlo en los cubos de basura sobre los que se sujetaba, pero recordó el móvil que le había dando Hugo antes de salir por la puerta y con rapidez llamó al contacto por si las cosas se ponían feas.
 […]
 Un par de horas más tarde cruzaba los muelles, lugar donde había quedado con aquella mujer de voz suave, por la misma pensó que debía rondar los veintialgo años, pero aun así su tono era firme y serio, sin dudar durante un solo segundo. Entre las sombras de los conteiners la vio, oculta tras una chaqueta de cuero y una capucha sobre la cabeza, queriendo así ocultar su identidad. Con el paso algo tambaleante se presentó el joven a unos centímetros de ella, reservado una distancia. Estaba cansado, respiraba con violencia de la carrera que había tomado hasta llegar al destino, cuidando las espaldas por la policía que rondaba buscándoles.
Alzó la cabeza a modo de saludo, la cual no estaba cubierta por ningún pasamontañas, necesitando respirar con total libertad y perdiendo el rastro de la prenda en algún momento del recorrido. Alargó el brazo con reticencia para entregarle el cuadro y poder marcharse de allí pero se dio cuenta de que no estaban en igualdad de condiciones al tener su rostro al descubierto y el de aquella sombra femenina no.
 ─ Quítate la capucha y tendrás el cuadro. ─ Retiró con violencia el cuadro estando a unos centímetros los largos dedos de la mujer que a pocos centímetros seria suyo. ─ Mi única petición es que te la quites y entonces será tuyo. No puedo dejar esto así.
 Se podía pensar que era por puro capricho de revelar quien se encontraba detrás pero también lo hacía para asegurarse de que no podía tomar represalias contra él de alguna manera.
 ─ Te lo vuelvo a repetir una vez más… No soy alguien con mucha paciencia, cariño.
 Se comenzaba a crispar sus nervios, necesitando mover los pies del lugar, examinando con sus ojos con velocidad cada esquina del puerto y pensando en algo rápido que posiblemente le hiciese a la mujer reaccionar de una vez por todas. Dando un par de pasos grandes se aproximó a la orilla, dándole un golpetazo el pestilente olor contra la nariz provocando que su ceño se frunciese. Cambió la mirada hasta ella, dándose cuenta de que estaba nerviosa por los cortos pasos que dio y el movimiento de sus dedos.
─ Mira tía, yo pongo las normas aquí. Soy quien tiene el poder en sus manos y como última oportunidad que te doy es que me enseñes tu rostro o esta cosa terminara aquí mismo.
 Con lentitud descendía la mano, dejando unos segundos más para pensar sus actos, pero justo en ese momento un grito le hizo para de seco, cambiando la mirada del objeto que cargaba a la mujer que tenía ante él.
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lukasjmuller · 4 years
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─ Nuevos comienzos. ( 2 )
Miércoles 9 de febrero del 2005. Lukas, 9 años.
Cinco meses después, se produjo un nuevo cambio en su vida. Tras el fallecimiento de su padre y los escasos ingresos en el hogar, Caroline, bajo el cuidado de sus dos hijos emprendió un cambio de residencia a Berlín. Su hermano, después de largos meses moviendo hilos y abusando de su cargo en la gerencia del museo, logró introducirla como guía, ayudando su excelente licenciatura en historia.
Los problemas en su vida seguían brotando. Primero aparecieron los terrores nocturnos ocasionados por la defunción de su progenitor. Más de una vez por semana entraban a su mente aquellas imágenes sobrecogedoras en las que se despertaba sin previo aviso, sudoroso, con taquicardias e hiperventilando.
Los gritos desgarradores que profería esos días mantenían a su madre en un estado constante de ansiedad, sumándose a ella la depresión que sufría. Aun así, a la mañana siguiente, el muchacho no recordaba nada de lo ocurrido.
Tras pasar por las manos del médico de cabecera, este le recomendó acudir a psicoterapia. Todo eran negativas, llantos y pataletas cuando se presentaban en la consulta de la doctora Schultz, pasando las horas sentado en la inmensa butaca, mirando las manecillas del reloj girar, negándose a hablar.
Después procedió la nefasta adaptación al colegio. Soledad era la palabra que le definía en ese entonces al dejar parte de su vida y alma en Viena. El estado mental que ocupaba su cabeza en aquel entonces dificultaba la acomodación en la escuela a la hora de socializar, además del nulo avance en psicoterapia.
Debido al gran vinculo que tenía con su padre y muy a pesar de su madre, la psicóloga mantuvo una larga conversación con Caroline, informando del perfil psicológico de su hijo, y esta consideró que la mejor manera para su recuperación era retomar el contacto con la pasión que corría por sus venas.
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lukasjmuller · 4 years
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─ Pérdidas. ( 1 )
Sábado 18 de septiembre del 2004. Lukas. 9 años.
El muchacho entró corriendo en la habitación de su hermano menor zarandeándole por los hombros para que despertase de aquel sueño en el que estaba emergido.
[…]
─ ¿Está tu hermano despierto? ─Preguntó Caroline mientras terminaba de guardar todo lo necesario en la pequeña mochila dejándola reposar sobre la encimera.
─Sí, ha tardado un poco pero los calcetines sucios de papá han tenido efecto. ─ Sonrió maliciosamente.
Caroline rodó los ojos siendo inevitable esbozar una pequeña sonrisa. A pesar de las muchas veces que había regañado a su hijo mayor seguía igual.
─ ¿No te he dicho que dejes de hacerle esas barbaridades? ─Chasqueó la lengua. Venga, vámonos ya, tu padre va a llegar tarde a la competición.
[…]
El todoterreno estacionó en un aparcamiento improvisado de tierra y grava, los ocupantes abandonaron el vehículo recogiendo sus pertenencias. El cielo estaba oscurecido a pesar de ser las once de la mañana en Viena y en el ambiente se notaba ligeramente la humedad, ese día volvería a llover una vez más.
─Llego tarde. ─Susurró mirando el reloj de muñeca viejo y desgastado por el excesivo uso. ─ Me adelanto, cuida de los niños. ─ Depositó un beso en la mejilla de su mujer colgando después la oscura mochila en el hombro. ─ Cuando acabe nos vamos a comer todos.
Se dirigió con esto último a los dos torbellinos que tenía por hijos, acariciando con sus curtidas manos las pequeñas cabezas rubias reuniéndose los tres en un pequeño abrazo.
─Lukas, cuida de tu hermano y no le hagas más jugarretas. ─Le advirtió sin demasiada seriedad.
Culpable era su padre que permitía que aquel demonio continuase haciéndole bromas a su hermano. No eran duras, lo típico que todo hermano mayor le hacía al menor terminando en ocasiones en lloros y otras en risas, pero conservando siempre aquel vinculo inseparable que tenían los dos.
A aproximadamente cincuenta kilómetros al este de Viena se encontraba el circuito MX-Spitzerberg, formado por más de mil setecientos metros de longitud en lo que se hallan en su recorrido varias pendientes pronunciadas, descensos y curvas cerradas formando un desafiante paisaje tierra y lodo.
Tras esperar pacientemente a que todos los motociclistas se colocasen en sus posiciones la bandera ondeó dando la salida. Los motociclistas salieron despedidos por el circuito terroso a una velocidad descomunal chocándose algunos con otros.
Ambos hermanos se encaramaron automáticamente a las vallas, vitoreando a su padre mientras alzaban ambos brazos al cielo animándolo sin descanso. Los ojos del mayor relucían de adoración ansiando ser él mismo quien estuviese al manillar.
[…]
Un mar de muchedumbre se abalanzaba sobre las vallas, algunas de metal y otras simples cintas de plástico, saltándolas y agrupándose en varios grupos de personas dirigiéndose al mismo destino del circuito con paso ágil. Se escuchó pronto la sirena proveniente de los servicios de emergencia.
Un escalofrió recorrió la espina dorsal de Caroline sintiendo que mal augurio acechaba a su familia. Con prisa asió de las muñecas a sus dos hijos poniendo rumbo al lugar de máxima concurrencia. Los pies se hundían en aquel barro ralentizando su paso, escuchando los quejidos de sus hijos y optando finalmente por coger en brazos a Elías.
Era incapaz de poder gesticular cualquier palabra de calma a sus hijos, en su mente solo era capaz de entonar rezo tras rezo mientras se hacia paso entre la gente, empujando a unos y esquivando a otros.
─ ¿Qué ha pasado?
─Por lo visto un accidente. Según he escuchado por ahí ha sido un impacto entre dos motoristas, después de coger la pendiente ambos impactaron en el aire y uno de ellos se golpeó en la cabeza.
Se estremeció al escuchar los cuchicheos de los individuos.
Fría como el hielo se encontraba al ver aquello. Era su casco y su equitación la que vestía la victima a la que atendía los sanitarios, hasta hacia unos segundos todos los gritos que se escuchaban habían quedado apaciguados en su mente, mantenía la vista fijada en la tierra comenzando a nublarse cada vez más. Sintió entonces un tirón y un chillido familiar que hizo sacarla de la pesadilla en la que se estaba sumiendo, viendo como el mayor de sus hijos se precipitaba sobre su padre, esquivando a varios sanitarios.
Se agachó sobre las rodillas, hincando estas en la tierra oscura y posando las manos sobre el cuerpo sin vida, agitándolo con sus pequeñas manos pidiéndole entre gritos que despertase. En lo que horas antes sus ojos brillaban con devoción ahora lo hacían con amargura.
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