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Noviembre 2022
Una vida así de sentirse sola es peligrosa. Cuando llegan esos días donde no encuentras a nadie seguro para socializar, donde sientes que todos o están muy ocupados o no les interesas… son días muy difíciles y sensibles. Soy introvertida, pero me gusta el calor humano. El problema surge en momentos como estos donde siento que solo estoy yo, mi taza de café, mi celular, mi trabajo, mis películas y mis libros. En especial paso tiempo con las películas esperando que el ver a otras personas socializar me ayude a sentirme mejor, pero luego si me ha gustado mucho la película no tengo a quien contarle mis opiniones.
En momentos como estos solo puedo guardar silencio y permanecer en mi propio (y aburrido) mundo. Sin embargo, no dejo se sentir que es un momento peligroso porque estoy sola pero sola y con pensamientos negativos. Este silencio no es lo que soy yo. Y sé que luego cuando tenga la oportunidad de hablar, me sentiré bien por un momento y luego volveré a lo mismo de siempre.
Debo aprender a sentirme bien sola, pero no sé si el intentar eso va en contra de mi propia naturaleza y me lleve a hacerme daño, pero a su vez, el tratar con personas me hace daño cuando no me siento bienvenida.
Siento que todo sería mejor en mi vida si yo fuera más callada y fuera feliz sin la compañía de nadie. Si fuese así, no me dolería que no me escucharan, no me dolería cada vez que mi mamá me ignora, no me sentiría mal cuando decido callarme, no sentiría la necesidad de conversar y quitarle el tiempo a los demás, no diría tantas cosas fuera de lugar, podría sentirme bien de no recibir algún mensaje de nadie en mi celular.
Desde niña pienso así, que todo sería mejor si fuera callada, que a mí me iría mejor, que quizás si yo no hablase tanto la gente me valoraría y me querría más. Incluso, seguro me iría mejor en el amor. Pero no… aunque ha habido momentos en mi vida donde decido hacerme chiquita y callarme, nunca lo logro y siempre termino sacando mi esencia de risas, comentarios y opiniones. ¡Como desearía ser diferente! Para que no sentirme fuera de lugar, no sentirme como ese alguien que cuando se calla crea un ambiente de paz.
O quizás, quizás alguien me podría querer tal cual soy. Pero tampoco puedo quedarme esperando algo que no estoy segura si sucederá. Y, además, el dolor sigue presente en mi casa y en otros ámbitos de mi vida. Y la conclusión parece ser siempre la misma: todo sería mejor si yo cerrara la boca.
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Agosto 7
Estoy algo cansada de poner a las personas frías por encima de mí. Siempre dándole más valor, y atención. Aunque parece algo repentino, es algo que se ha ido acumulando con cada mala experiencia que he tenido con personas así. Muy cercanas a mí, pero también otras que solo he conocido por la vida.
Hay veces que estas personas son muy racionales, pero también frías. No parecen tomar en cuenta los sentimientos de los demás. Eso es lo que duele. No quiero sonar como que odio a la gente racional y que usan la lógica. En realidad, yo admiro mucho a estas personas porque tienen una capacidad que yo no lo tengo tan desarrollada.
Hace unos días recibí una crítica muy dura cuando solo buscaba comentar algo que resultaba fascinante para mí. La crítica me acusaba que “no estar bien”, de tener trastorno obsesivo compulsivo, de estar loca por que la noche anterior me había comido muchas galletas de chocolate. Fue una reacción que no tenía sentido para mí. No tenía sentido porque lo que yo había hecho no era algo de locos y porque no tiene sentido para mí que alguien apague deliberadamente la alegría de otra persona de esa forma. Si me tenían que decir algo, era mejor hacerlo en otro momento. Supongo que hasta una persona muy racional es capaz de comprender que hay momentos para decir las cosas, y que, si alguien viene hacia ella super contento, no tiene sentido arruinarle la felicidad con algo que puede decirse en otra circunstancia.
Ese día había sido muy bonito para mí, y solo en ese instante todo se fue al piso. Al recibir esa dura crítica, no pude mas que quedarme congelada, reclamar y decir algo que no era lo más lindo, pero que lo quería decir porque ya estaba cansada de recibir tratos así. Pero el dolor nadie me lo podía quitar. Y el resto de esa noche solo pensaba en lo tanto que había venerado en vano a las personas frías.
Si es por mis carencias emocionales, la herida abandono, el trato al que estoy acostumbrada o simplemente por mis gustos personales, siempre me han atraído las personas serias, razonales y calladas. Lo solía confundir con el adjetivo de “fríos”. Pero luego entendí que ser una persona sin sentimientos no tiene nada de atractivo, y mucho menos si no respeta los sentimientos de los demás.
Por mucho tiempo confundí ambas cosas, y es que las personas frías muchas veces llenan esos aspectos que a mi me ponen de rodillas. Esta confusión me llevo muchas veces a personas que no traían nada bueno a mi vida, y era como una especie de drenaje emocional. Porque ellas tenían solo interés en sus sentimientos, yo empatizaba con ellas, pero ellas no empatizaban conmigo. No sabría decir las horas que he pasado en mi vida intentando comprender a las personas frías que me interesan y que quiero, todos los artículos que he leído, los análisis de personalidad, el tiempo escuchándolas, las páginas en mi diario… tiempo que se vuelve en nada cuando te das cuenta de que no vales nada para ellas.
Y entonces, nace en mi un tipo de mesa redonda. Mi corazón esta roto y dolido, mi mente no para de imaginar formas de estar mejor y de vengarse. Yo uso mi razón, pero más que nada la uso conmigo misma y mis problemas. Y en ese día que me destruyeron por completo mi felicidad del día, yo entendí que esa era una guerra sin final y sin ganador. No había forma de vengarme sin sentir dolor, no había forma de seguir sin sentir dolor, y no había forma de alejarse sin sentir dolor. De veras me sentí como una ilusa cuando pensé “Bueno Luz, pero es que no puedes esperar siempre finales felices, solo son cosas que pasan, a veces llevan a la felicidad otras solo al dolor”. Aun me cuesta entender porque hay gente que solo llega a mi vida para hacerme sentir mal, es que en el fondo siento que cada persona puede dar algo bueno y malo, y he conocido a tanta gente maravillosa, que cuando una llega y me golpea sin razón, no puedo procesarlo, me cuesta aceptarlo.
¿A caso solo me queda sentir dolor? ¿Es ese mi destino en la historia de estas personas?
Se que la opción de alejarse es la mejor, porque uno se aleja del peligro y esta mas a salvo. Pero aun duele cuando es una persona a la que se le tenia cariño y aprecio. Es esa la incomodidad que me cuesta aceptar y vivir con. Por dentro solo me pregunto ¿por qué tenían que hacerme cosas que me hacían daño? ¿Por qué no solo me ignoraban y dejaban en paz como hacen otras personas?
He intentado tantas veces en mi vida aceptar a los demás como son, pero me fui pasando de la raya y empecé a aceptar también que me hicieran sentir mal. Una cosa es la razón, pero otra muy importante son mis sentimientos. Y es lo que tuve que poner por encima de todo.
Directamente tuve que usar estas palabras: “ya no me siento bien”. Sentía que esta frase expresaba directamente lo que quería respetar, mis sentimientos.
De veras llevo una lucha interna para no dejar que estas malas experiencias afecten mi perspectiva de mí misma, haciéndome creer que no soy importante. Esto, de cierto modo, me mantiene ocupada, pensando solo en mí y no en como extraño a esas personas que tuve que dejar atrás. Pero es algo casi pasajero, porque me siento muy feliz cuando estoy sola, en silencio, caminando por un lugar, pero en paz. Conversando conmigo misma, ya que mi voz interior no me dice cosas feas, y si lo hace, las corrige tan rápido como puede.
Si debo perdonar a alguien y soportarle sus equivocaciones cuando me llama estúpida, lenta o torpe, es a mi misma. No siento que estas cosas las debería tolerar de nadie más. Lo curioso es que la gran mayoría de esas criticas no las inicie yo, vienen de cosas que me decían seres “queridos”. ¡Ja! “queridos”.
Bueno, con esta gente fría no tengo otra salida mas que perder o perder. Porque son tan miserables que no son felices si yo soy yo misma, no son felices si uno los trata bien, no son felices con nada. Porque ese dolor que generan en los demás es solo es el reflejo del dolor que llevan por dentro.
Se que nadie me ha debatido que la razón es mas importante que el sentir. Se que es algo importante, a mi me gusta y me gusta practicar el uso de la razón, pero no quiero seguir devaluando mis sentimientos a costa de ello. Bueno, el problema aquí no es la razón, es la frialdad, la insensibilidad.
Quisiera tener energías para describirle a esas personas insensibles todo lo que pierden en su juego maquiavélico, pero gracias a Dios no las tengo. Creo que, por mi parte, lo mejor que puedo hacer es no perder mi tiempo y cuidar mi calidez, para usarlas con gente que sí me aprecia.
Creo que cometo un error a gastar tanto de mí sobre analizando las malas experiencias de mi vida, y no en agradecer por las buenas personas que han estado. Pero la verdad es que cuando todo va bien, no siento la necesidad de sobre analizar nada, porque las cosas son transparentes y no me dan esa sensación de vacío que luego quiero llenar con letras (tal como estoy haciendo aquí). Pero sí, me siento feliz por esas personas que, sin ser familia, han intentado comprenderme y respetarme. Es muy conmovedor ver como un sentimentalista empatiza conmigo y vive toda mi emoción, y es hermoso cuando un racionalista valora toda la carga de sentimientos que le comparto. La verdad es que si no fuera por estas personas nunca hubiera notado una diferencia tan clara entre la gente que te quiere de verdad y la que solo quiere joder.
Supongo que todo reside en lo que cada uno de nosotros llevamos en el corazón. No importa como sea tu personalidad o tu historia, eres lo que das.
Imagen: Verne Ho, vía Unsplash
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Julio 24
Desde niña fui muy expresiva. Yo hablaba mucho, me interesaban temas relacionados a las ciencias exactas y dicen que podía hacer sumas mentales desde muy chica. Al parecer yo había nacido para ser una hablantina con muchas neuronas en función. Me gustaba hablar con los demás, era muy sociable, muy expresiva e imprudente. Un ser humano exuberante de energía.
Las expresiones de emociones y sentimientos eran algo normal en mí, a pesar de querer siempre entender todo desde su lado científico, las ciencias sociales y estos tipos de interacciones me interesaban mucho. Aun lo hacen. Pero la vida y este mismo mundo en sí, exige cosas muy diferentes a las que yo venía a ofrecer de primera mano.
Se suprimieron primero las emociones y sentimientos. Mis padres eran todo lo racional que yo no era. A partir de ahí, desde chica empecé a entender que llorar, reír a carcajadas, tener miedo o enojarse no eran cosa que debía demostrar. Cualquiera expresión era simplemente un signo de debilidad.
Yo me sentía mas apreciada cuando demostraba mi inteligencia, elocuencia y las buenas calificaciones. Me gustaba pintar, pero no pararon de dejarme claro que de eso no se podía vivir. Y aunque me gustaban los temas intelectuales, rara vez alguien le prestaba atención a mis comentarios que compartía de la nada. Mi inteligencia y sabiduría era solo valorada cuando venia ligada a un tema de interés para otros. Aprendí así a reconocer los temas favoritos de las personas que me rodeaban.
Mi madre se interesaba por la infancia, programas policiacos y espiritualidad, mi padre por negocios, política y formas de hacer dinero, mis tías por la vida de sus parejas y exparejas, mis primas por el anime y los últimos videojuegos, mis abuelos por su religión y mi abuela paterna por la vida de sus hijas y nieta favorita.
Pero ¿qué me gustaba a mí? Recuerdo que la geografía. Tenia un mapamundi y recuerdo ponerme como meta aprenderme las capitales, relieves, idiomas y monedas de los países de América y Europa. También me gustaba dar presentaciones en la escuela y hacerme preguntas técnicas (por ejemplo, me preguntaba como la gasolina aportaba energía a tantos tipos de maquinarias). Tenia aproximadamente 8 años.
Los años pasaron, y yo seguía siendo la misma, solo que mostrando más mi lado académico que sentimental. Algo nuevo en ese proceso, es que había descubierto que el escribir me ayudaba a expresarme, y lo había empezado a usar mas frecuentemente cuando no había nadie que me escuchara.
Como se podrá notar, yo solo recibía aceptación cuando ofrecía algo que los demás querían. Y con el pasar el tiempo las necesidades fueron cambiando, ya no solo necesitaba que alguien me escuchara, necesitaba también dinero y espacio para crecer.
El dinero siempre fue un tema delicado para mí. Había crecido escuchando a mi madre quejarse por problemas económicos y a mi padre siendo un mezquino. El dinero significo un problema para mí hasta que yo empecé a ganarlo por mi cuenta. Muchas cosas que yo quería se conseguían con dinero, pero no demore en darme cuenta de que el dinero era más fácil de conseguir que tener a alguien que te comprendiera. Y así forme mi pequeño plan: si usaba bien mi inteligencia y estudio podría conseguir dinero.
Digamos que llegue bien a los veinte. Tenía lo básico con mi carrera de ingeniería y una beca del gobierno. Pero solo era una parte del problema resuelta, aun me sentía algo sola y abandonada por mi parte emocional.
Cuando creces te vas enterando de que ya no te puedes quejar. Tiene sentido que una niña de 10 años llore porque no siente que la quieren, pero eso no aplica para una mujer de 20. La vida no es justa, y un ejemplo de ello es el hecho de que cuando eres niño no puedes quejarte porque puedes recibir una reacción negativa por parte de tus cuidadores, y que cuando eres mayor no puedes quejarte porque eres un adulto y tienes que resolver todos tus problemas tu solo. Cuando eres niño tienes más derecho, pero no fuerza, y cuando eres grande tienes fuerza, pero no el derecho.
Así me siento. Si es que a alguien le importa como me siento. Porque percibo que solo valgo por mi carrera académica, los idiomas que hablo, mis horas trabajadas y mi cuenta bancaria.
Llegue a mis 24 años sintiendo que todo tenía que ganármelo, que yo no valía nada si no daba algo a cambio primero. Sintiendo que si yo no movía un dedo por mí nadie lo haría. Y es algo que no se si muchos serán capaces de comprender. Pero, en efecto, es bonito ser independiente y haber logrado tantas cosas por tu cuenta, aun con el rechazo de los hombres de tu familia, aun con la frialdad de las mujeres de tu familia. Pero hay cierta tristeza intrínseca cuando ves algo en un escaparate y comprendes que si tu no vas y lo compras nadie lo hará por ti.
Y no puedo evitar preguntarme: ¿si tantas veces de niña pedí cosas que necesitaba y no me las daban, quien me asegura que ahora de soy adulta alguien me dará algo que quiero? Y no hablo solo de cosas materiales, hablo de todas las formas de mostrar el amor: tiempo, actos de servicio, regalos, tacto físico y palabras de afirmación.
No es el dinero, ni la vanidad. El problema aquí es ese sentir de que no vales lo suficiente como para que alguien te demuestre que te quiera de verdad sin tu hacer algo a cambio, que te quieran por solo existir.
En mi mente, las cosas se desenvolvían así: “¿Quién me dará su tiempo, su cariño, su afecto, regalos y me dirá que me quiere, solo por que yo exista?”. En ese momento sabía que algo dentro de mí estaba totalmente jodido, porque, aunque entendía que yo tan solo por existir era un ser valioso para el universo, aun así, sentía que nadie nunca me valoraría. Fue tanto, que mi parte lógica solo me recomendó dejar de pensar en ello y seguir mi día a día. Pero ese pequeño sentimiento volvió a surgir cuando volví pasar mi tarjeta en un almacén, comprándome alguna cosa que quería.
Había llegado a mis 24 años, sintiendo que mi valor estaba definido por mi cerebro, siendo la proveedora de mi propia vida, odiando mi lado femenino y sentimental. Pero trate de no ser dura conmigo misma. Si mi lado sentimental había sido suprimido había sido solo para sobrevivir, pues los sentimientos no ayudaban a pagar las cuentas. Solo había intentado sobrevivir, y una gran parte de mí esta agradecida por mi capacidad para adaptarme a las situaciones en las que crecí.
La buena parte era que recientemente había descubierto que las emociones sí eran importantes, en especial cuando estaban relacionadas con la famosa empatía. Una capacidad que mas bien era un superpoder en un mundo tan egoísta como el actual. Aquel descubrimiento personal me ayudo a entender que aquella parte de mí que aprendí a suprimir, en realidad era lo que me hacía diferente y más fuerte. Quizá, después de todo, la Luz de la infancia nunca dejó de ser ella misma.
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