Y dicen que por mas corto que sea el camino, el que pisa fuerte, deja huella.
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Genes y proteínas RAS
son un conjunto de interruptores-reguladores moleculares muy importantes en una gran variedad de rutas de transmisión de señales celulares que controlan diferentes fenómenos: integridad del citoesqueleto; proliferación, diferenciación, adhesión y migración celular y la apoptosis.
Los genes codificantes de los distintos miembros de la familia Ras están muy conservados evolutivamente, lo que sugiere que estas proteínas son muy importantes en los procesos celulares. En mamíferos hay tres genes cuya estructura y función es muy parecida: H-ras, K-ras y N-ras.
Las mutaciones en la familia de los protooncogenes RAS, que comprende H-RAS, N-RAS y K-RAS, son muy frecuentes, encontrándose entre el 20 y el 30 % de todos los cánceres humanos. La activación inapropiada del gen ras ha demostrado ser una importante vía de la señal de transducción celular para la proliferación y transformación maligna de los tumores.
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El metabolismo del cuerpo humano ilustrado como un mapa del metro. “¡Disculpa!, ¿cómo transbordo hacia Ciclo de Krebs?”
Amigo universitario, que estudía química, bioquímica, biología, etc. si tú, no me dejaras mentir, cuantas veces has estado en tu clase mientras el profesor te explica el mapa del metabolismo del cuerpo y no le entiendes porque, el cartel o la diapositiva que presenta, no se ve ni un “carajo” o esta en un idioma desconocido y solo los “aliens” lo pueden descifrar y a la hora del examen, “toma chango tu banana”.
Pues bien aquí te damos la solución para que todo sea más fácil, si es cierto que existen muchos mapas que ilustran el metabolismo del cuerpo humano, pero nunca habíamos visto uno tan fácil de leer inspirado en el concepto de mapa de metro, diseñado por Richard Wheeler, ilustrador e investigador postdoctoral en Oxford que estudia la biología celular de los parásitos.
El metabolismo es el conjunto de reacciones bioquímicas y procesos físico-químicos que ocurren en una célula y en el organismo. Estos complejos procesos interrelacionados son la base de la vida a escala molecular, y permiten las diversas actividades de las células como crecer, reproducirse, mantener sus estructuras, responder a estímulos, etcétera.
En la actualidad, los investigadores están especialmente interesados en la interacción de estos procesos químicos, para conocer como el metabolismo juega un papel vital en las enfermedades y cómo nuestros cuerpos responden a los tratamientos farmacológicos.
En este caso, las líneas de “metro” son las vías metabólicas, especificadas en la zona inferior derecha. Las vías trazan una sustancia química que se transforma en otra, catalizada por una serie de enzimas.
No se trata por tanto de una ilustración completa de todas las reacciones químicas que participan en el metabolismo, pero sí un concepto general que ayuda a entender mejor su funcionamiento principal mediante un diseño visual muy original. Por si hubiera algún interesado en la sala, el mapa se encuentra disponible para la venta en tamaño póster desde ésta web.
A la venta el poster: http://bit.ly/1bFLL9w
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oooooh kreeeebs!! dame energía y alegríaaaaa!!
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Célula T matando a una célula cancerígena. #Ciencia #gif
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El amor es esa reacción bioquímica producto de la secreción de dopamina en el hipotálamo, mas exactamente la Feniletilamina (FEA ), Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina, norepinefrina y oxiticina, y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño. En conclusión “el amor” va hasta donde nuestra disposición bioquímica lo permita.
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"Eres como una Biomolécula Inorgánica: No formas parte de mi, pero eres imprescindible."
-Acción Poética estudiando Biología.
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Mitosis en tiempo real. En #biología, la mitosis es un proceso que ocurre en el núcleo de las células eucariotas y que precede inmediatamente a la división celular, consistente en el reparto equitativo del material hereditario (ADN) característico. #gif
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la gente humilde, no pierde la humildad luego de obtener un título y los que lo hacen; nunca lo fueron
conserva tus colores (via conserva-tus-colores)
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El SIMULACRO
Puedo buscar tu rostro entre las calles, mirar impaciente un reloj que por más oraciones nunca caminará hacia atrás, puedo pensarte sin que tú me pienses, puedes quererme sin que me dé cuenta y pude enamorarte sin siquiera tocarte.
Puedo mirar los titulares de los diarios, pagar sexo exprés y beber café barato, mirar mi reflejo en los aparadores y cristales de las tiendas, humillarme frente a las personas y caer en la autocompasión de la forma más ridícula existente.
Puedo releer Rayuela, comprarme claveles y fingir que me los has regalado, pasar tu casa y creer que me estás esperando, puedo embriagarme con vodka mientras me fumo dos cajetillas de cigarros de la misma forma en que puedo fingir que no me dueles, que me quieres, que no te quiero, que no te necesito ni te quiero conmigo.
Podemos fingirlo, sé que puedes.
Puedo recorrer la ciudad entera en busca del amor que no me das, tomar autobuses en direcciones opuestas para ver si de milagro me topo contigo en alguno, puedo leer las cartas que te he escrito imaginándome las reacciones que tendrías al leerlas, seguir tachando días en el calendario esperándote aunque sé que ya no regresarás y debo comenzar a entender, pero no estoy muy segura de querer.
Lo que pasa es que a nosotros nos falta extrañarnos menos y querernos más, limpiarte la agonía y colmarme de besos, llenarte de mi amor y entregarnos más que caricias.
Podemos, puedo asegurarte que a nosotros nos faltó más tiempo, nos quedamos con ganas de hacer muchas cosas, de decirnos otras y de quitarnos la ropa.
Nos faltó reírnos más y llorar menos, bailar por las calles y cantar en plazas, nos faltaron las películas y las cartitas escondidas entre las almohadas, nos faltó el calor de los abrazos y la danza de nuestros labios. Nos faltó mojarnos en la lluvia, gritar de emoción y pelearnos aún más por cosas tontas, me faltó tu poesía y a ti la presencia de la mía, nos faltó la alegría y disminuir la tristeza.
Pero podemos, podemos fingir que no ha pasado el tiempo, que no hay diferencias y volver a querernos, podemos fingir que no hubo dolor en todo este tiempo, que no existieron los tropiezos ni los pretenciosos besos. Podemos fingir que no hubo humillaciones, falsos amores ni borracheras con válidas justificaciones.
Podemos, aún podemos, sé que podemos, no es muy tarde todavía, podemos fingir que el pasado no existió y lo único que ha sobrevivido al tiempo es el amor que nos tenemos, al igual que podemos fingir que nunca escribí esto.
-Valeria Venegas
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Había una vez
un hombre como todos los hombres. A él también le habían enseñado a no llorar, a no resbalar, a no caer. Le habían enseñado a ser Napoleón en las guerras y Alejandro Magno en los imperios. Antes de todo eso le habían enseñado a ser Adán en el paraíso, Moisés en el Mar Rojo, Salomón en los palacios y Julio César en Cleopatra.
Antes o después de todo eso, le habían enseñado a ser el rey en Blanca Nieves, el Príncipe en la Cenicienta y el leñador en Caperucita.
Más o menos antes o más o menos después le habían enseñado a ser Práctico en los Tres Cerditos, Sandokan en la Malasia, Tarzán en la selva y el Llanero Solitario en el Lejano Oeste.
Todo eso lo había aprendido con sobresalientes en los cuadernos, en la calle y en las sábanas. Lo había aprendido sin nunca llorar ni volver atrás ni perder los pantalones.
Un día se cansó de tantos rugidos y de tantas estrategias y pensó que cambiaría un triunfo en Waterloo por la conquista diaria de un mismo abrazo. Al fin de cuentas cualquiera sabe que los hombres vuelven siempre de las grandes batallas o de batallas menores, sin botones en ninguna parte y con dobladillos descosidos que después tienen que mandar a coser. Cualquiera sabe que además de no llorar, los hombres no cosen botones ni dobladillos.
Ese día pensó que pasaría si cambiara el mandar por el hacer, lo aprendido por el descubrir, los siempre por los tal vez. Qué pasaría si cambiase el no llorar por el llorar aunque eligiera no llorar por cualquier cosa. En tren de cambiar, pensó que cambiaría el caminar por el Mar Rojo con las aguas abriéndose a su paso, por cruzar a nado a la otra orilla del amor aunque llegara con el corazón en la boca.
A la Reina de Saba la cambiaría por una mujer sin tantos velos y a Cleopatra por una mujer que mirara de frente aunque de vez en cuando bajara los ojos.
La casa del cerdito Práctico la cambiaría por una casa hecha ladrillo a ladrillo con una mujer absolutamente imperfecta pero que supiera soñar y comprendiera las diferencias entre la cal y la arena. Entre la plomada y el nivel. Todas sus conquistas en el Lejano Oeste las cambiaría por una mujer del Cercano Sur que aprendiera con él las cosas que él tampoco sabe.
Ese día pensó que sería fantástico encontrar una mujer que fuera todas esas mujeres. Que no anduviera siempre queriendo ser paño de lágrimas ni tuviera siempre una aguja enhebrada con hilo blanco para zurcir heridas.
Un hombre así no necesita una señorita de San Nicolás que sepa casarse, coser y bordar. Un hombre así necesita una mujer que sepa abrir las puertas y las ventanas para jugar a todos los juegos de la vida.
Él daría todo su reino por una mujer así. Al fin de cuentas, un hombre así y una mujer así, no necesitan reinos.
Un hombre así / Lluvia para un florero / Lía Schenck
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Precioso ❤
Había una vez
un hombre como todos los hombres. A él también le habían enseñado a no llorar, a no resbalar, a no caer. Le habían enseñado a ser Napoleón en las guerras y Alejandro Magno en los imperios. Antes de todo eso le habían enseñado a ser Adán en el paraíso, Moisés en el Mar Rojo, Salomón en los palacios y Julio César en Cleopatra.
Antes o después de todo eso, le habían enseñado a ser el rey en Blanca Nieves, el Príncipe en la Cenicienta y el leñador en Caperucita.
Más o menos antes o más o menos después le habían enseñado a ser Práctico en los Tres Cerditos, Sandokan en la Malasia, Tarzán en la selva y el Llanero Solitario en el Lejano Oeste.
Todo eso lo había aprendido con sobresalientes en los cuadernos, en la calle y en las sábanas. Lo había aprendido sin nunca llorar ni volver atrás ni perder los pantalones.
Un día se cansó de tantos rugidos y de tantas estrategias y pensó que cambiaría un triunfo en Waterloo por la conquista diaria de un mismo abrazo. Al fin de cuentas cualquiera sabe que los hombres vuelven siempre de las grandes batallas o de batallas menores, sin botones en ninguna parte y con dobladillos descosidos que después tienen que mandar a coser. Cualquiera sabe que además de no llorar, los hombres no cosen botones ni dobladillos.
Ese día pensó que pasaría si cambiara el mandar por el hacer, lo aprendido por el descubrir, los siempre por los tal vez. Qué pasaría si cambiase el no llorar por el llorar aunque eligiera no llorar por cualquier cosa. En tren de cambiar, pensó que cambiaría el caminar por el Mar Rojo con las aguas abriéndose a su paso, por cruzar a nado a la otra orilla del amor aunque llegara con el corazón en la boca.
A la Reina de Saba la cambiaría por una mujer sin tantos velos y a Cleopatra por una mujer que mirara de frente aunque de vez en cuando bajara los ojos.
La casa del cerdito Práctico la cambiaría por una casa hecha ladrillo a ladrillo con una mujer absolutamente imperfecta pero que supiera soñar y comprendiera las diferencias entre la cal y la arena. Entre la plomada y el nivel. Todas sus conquistas en el Lejano Oeste las cambiaría por una mujer del Cercano Sur que aprendiera con él las cosas que él tampoco sabe.
Ese día pensó que sería fantástico encontrar una mujer que fuera todas esas mujeres. Que no anduviera siempre queriendo ser paño de lágrimas ni tuviera siempre una aguja enhebrada con hilo blanco para zurcir heridas.
Un hombre así no necesita una señorita de San Nicolás que sepa casarse, coser y bordar. Un hombre así necesita una mujer que sepa abrir las puertas y las ventanas para jugar a todos los juegos de la vida.
Él daría todo su reino por una mujer así. Al fin de cuentas, un hombre así y una mujer así, no necesitan reinos.
Un hombre así / Lluvia para un florero / Lía Schenck
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Había una vez
un hombre como todos los hombres. A él también le habían enseñado a no llorar, a no resbalar, a no caer. Le habían enseñado a ser Napoleón en las guerras y Alejandro Magno en los imperios. Antes de todo eso le habían enseñado a ser Adán en el paraíso, Moisés en el Mar Rojo, Salomón en los palacios y Julio César en Cleopatra.
Antes o después de todo eso, le habían enseñado a ser el rey en Blanca Nieves, el Príncipe en la Cenicienta y el leñador en Caperucita.
Más o menos antes o más o menos después le habían enseñado a ser Práctico en los Tres Cerditos, Sandokan en la Malasia, Tarzán en la selva y el Llanero Solitario en el Lejano Oeste.
Todo eso lo había aprendido con sobresalientes en los cuadernos, en la calle y en las sábanas. Lo había aprendido sin nunca llorar ni volver atrás ni perder los pantalones.
Un día se cansó de tantos rugidos y de tantas estrategias y pensó que cambiaría un triunfo en Waterloo por la conquista diaria de un mismo abrazo. Al fin de cuentas cualquiera sabe que los hombres vuelven siempre de las grandes batallas o de batallas menores, sin botones en ninguna parte y con dobladillos descosidos que después tienen que mandar a coser. Cualquiera sabe que además de no llorar, los hombres no cosen botones ni dobladillos.
Ese día pensó que pasaría si cambiara el mandar por el hacer, lo aprendido por el descubrir, los siempre por los tal vez. Qué pasaría si cambiase el no llorar por el llorar aunque eligiera no llorar por cualquier cosa. En tren de cambiar, pensó que cambiaría el caminar por el Mar Rojo con las aguas abriéndose a su paso, por cruzar a nado a la otra orilla del amor aunque llegara con el corazón en la boca.
A la Reina de Saba la cambiaría por una mujer sin tantos velos y a Cleopatra por una mujer que mirara de frente aunque de vez en cuando bajara los ojos.
La casa del cerdito Práctico la cambiaría por una casa hecha ladrillo a ladrillo con una mujer absolutamente imperfecta pero que supiera soñar y comprendiera las diferencias entre la cal y la arena. Entre la plomada y el nivel. Todas sus conquistas en el Lejano Oeste las cambiaría por una mujer del Cercano Sur que aprendiera con él las cosas que él tampoco sabe.
Ese día pensó que sería fantástico encontrar una mujer que fuera todas esas mujeres. Que no anduviera siempre queriendo ser paño de lágrimas ni tuviera siempre una aguja enhebrada con hilo blanco para zurcir heridas.
Un hombre así no necesita una señorita de San Nicolás que sepa casarse, coser y bordar. Un hombre así necesita una mujer que sepa abrir las puertas y las ventanas para jugar a todos los juegos de la vida.
Él daría todo su reino por una mujer así. Al fin de cuentas, un hombre así y una mujer así, no necesitan reinos.
Un hombre así / Lluvia para un florero / Lía Schenck
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