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Otro Sueño

Esta noche volvi a soñar con vos. Estabas de traje, un traje negro, con corbata tambien negra y camisa blanca, tenias un reloj muy elegante, y me subias a tu auto, sonreías

- A donde vamos?

Me agarrabas de la mano y me llevabas a tu casa...

pero esta vez, me desperte. Hice muchisima fuerza para volver a dormir, cerre los ojos lo mas fuerte que pude, pero te perdi. -Hola, como estas?

Te hable en la vida real.

-Oye, estas planeando tu boda ya? tengo ganas de viajar. . .

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El Sueño

Empezó siendo una noche cualquiera. Entraba en mi habitación, la de un hostel, un hotel… no importa. Lo que fuera, se sentía como un departamento, con un balcón. Un balcón que no daba a nada: solo a la luz de la calle, a un farol de luz fria, envuelto en hojas de árboles, que creaba el ambiente perfecto para la melancolía, o para dormir.

Me senté en el piso, con la espalda contra la cama, mirando hacia el ventanal. Disfrutaba de esa melancolía suave. Sabía que no estaba ni cerca de casa, y sin embargo, esa soledad me aliviaba. Era una soledad tranquila, en armonía.

Tocaron la puerta. Él apareció con dos botellas. No recuerdo bien de qué eran, pero sé que era algo fuerte, puro. Algo que invitaba a seguir bebiendo.

Se sentó a mi lado, en el mismo rincón, con la misma postura, mirando hacia la noche. Ya no estaba sola, pero su compañía no alteraba esa paz. Era como estar acompañada por la misma calma.

Tomábamos, mirábamos las formas que hacían las sombras de las hojas, cómo se movían cada vez más con el viento... o quizás por ese mareo hermoso que empieza con el alcohol. Había risas. Miradas. No recuerdo de qué hablábamos, pero todo se sentía divertido. O no lo era en lo absoluto, y justamente por eso lo era. Tal vez era lo mal que estaba que nos gustara tanto ese momento, lo divertido de escondernos. No sé. Pero las sonrisas no faltaban.

Cuando las botellas estaban por debajo de la mitad, las miradas cambiaron. Se volvieron fijas, intensas. De cómplices a seductoras. Nos mirábamos sin movernos, sin pestañear. Una fuerza sutil, externa a los dos, fue acercándonos. Milímetro a milímetro. Y de pronto, ya no era una fuerza externa. Él tomó el control.

Apoyó su mano en mi espalda, y con ese gesto dio el último paso: me acercó. Quedamos cara a cara. Por un segundo, el mundo se detuvo. Se detuvieron los corazones, las respiraciones. Hasta el reloj pareció detenerse con nosotros.

Ese segundo fue el más intenso. Justo antes del beso. No sé si el beso fue más intenso… pero sí fue inevitable.

Y así como el tiempo se había detenido, comenzó a correr mil veces más rápido. Todo era urgencia, deseo, adrenalina. De mirar el ventanal desde el suelo con melancolía, pasamos a la cama con entusiasmo fogoso. Cada beso tenía la necesidad de alguien que no bebió agua en dos días bajo el sol. En algún momento, ya no había telas entre los cuerpos. El ventanal empezó a empañarse. Y no importaba quién estuviera en la habitación de al lado.

Fue un sueño tan real… tan sensorial… Pero fue eso. Un sueño.