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Reflexiones sobre la Ley de Usura por Fermín Toro
En este ensayo, publicado en 1845 y cuyo verdadero título es "Reflexiones sobre la ley del 10 de abril de 1834", Fermín Toro estudia los daños que produjo la ley objeto de su trabajo. La llamada de ley de usura permitía fijar sin ningún tipo de límites el interés de un préstamo; además daba toda clase de facilidades al acreedor para apoderarse de los bienes y así liquidar el préstamo. Fermín Toro, después de un extenso estudio sobre la usura —es decir, el cobro muy alto de intereses sobre un préstamo —  y sus antecedentes históricos en Roma, Holanda, Inglaterra y Francia, señalaba la necesidad de defender al deudor, siempre más pobre y desvalido que el prestamista, y ponía de manifiesto la injusticia de la situación. El autor de este ensayo conocía el pensamiento social y económico europeo y las últimas teorías sobre estas materias, por lo que estaba en condiciones de llevar a cabo la tarea que se había propuesto: realizar un interesante estudio económico y sociológico de la Venezuela de 1845.
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Causas "Perdidas"
Rufino Blanco Fombona, en su libro "El espíritu de Bolívar", nos hace una corta pero clara interpretación de los verdaderos adversarios que encontró la causa de la independencia en Venezuela, la cual vale la pena recordar: "Los decisivos sostenedores de la monarquía y los más peligrosos enemigos de la República no fueron los ejércitos ni los generales, ni los virreyes europeos; fueron las masas americanas realistas. Los unos —la gente del pueblo, las verdaderas masas— lo eran por ignorancia, por tradición y por poca fe en la República y sus caudillos; los capitalistas —hacendados, propietarios— lo eran por desconfianza del nuevo régimen, por interés; los políticos por espíritu absolutista, y muchos otros por espíritu de gratitud y de admiración que ni España ni nadie ha sabido nunca valorar ni agradecer ".
Vale afirmar sobre lo expresado por Fambona, que ningún americano de su generación fue en el fondo comprensivo con España. Ni los que servían con las armas en mano, por espíritu tradicionalista y por suponerla más fuerte que a la América insurrecta, o por creer de buena fe que a América convenía la potestad española. Naturalmente esa compresión llega a su hora, mientras dura la lucha, no. Era entonces la pasión, los intereses personales o comerciales los que llevaron a dicha lucha fraticida que desgarró el territorio en el que se combatió, a sus pueblos y dejaron una huella que incluso hoy forma parte de lo que somos como sociedad.
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Segunda Presidencia de José Antonio Páez (1839-1843)
Páez fue proclamado por el Congreso el 1 de febrero de 1839 como Presidente. El gabinete quedo integrado por Diego Bautista Urbaneja en el Ministerio del Interior y Justicia; el coronel Guillermo Smith en Hacienda y Relaciones Exteriores; Rafael Urdaneta en Guerra y Marina, más tarde Urbajea es reemplazado por Ángel Quintero.
La primera gestión de Páez es proponerle al Congreso la instalación de un sistema de defensa que consolide la paz en el país y lo proteja de cualquier invasión extranjera. Este período se caracteriza porque permite la libertad de prensa, todo ciudadano puede escribir y publicar libremente su pensamiento sin necesidad de censura; pero no puede abusar de esa libertad, pues de lo contrario será considerado como un delito punible. Se reconoce como abuso de libertad de prensa las publicaciones de escritos dirigidos a incitar la rebelión o perturbar el orden público.
En este período surge un sector de la sociedad que desea ser escuchado y participe de la acción política. De este grupo aparece en escena política un fuerza social (el Partido Liberal) integrado por Tomás Lander, Tomás J. Sanabria, Marcano Mora, Jacinto Gutiérrez, Antonio Leocadio Guzmán y otros. Este partido hace de su ideología un programa político-económico y administrativo, divulgado a través del periódico «El Venezolano», el cual circulaba una vez por semana.
Entre las ideas liberales se pueden mencionar las siguientes:
• Cumplimiento rígido de la Constitucióny las leyes.
• Efectividad del principio alternativo en las funciones públicas.
• Empleo del Poder electoral
• Garantía de las libertades públicas.
• Disminución de los impuestos.
• Auxilio a las industrias.
• Ley par organizar el ejército nacional.
• Nombramiento de hombres ilustres, patriotas, independientes y dignos de confianza del pueblo para las Cámaras Legislativas.
• Abolición de la Ley del 10 de abril de 1834.
El objetivo de los liberales era concretar una política diferente, de fácil acceso al poder, pero para acabar con el monopolio político del grupo dirigente, en tal sentido, se puede decir, que este grupo de oposición no alteró las características del sistema político venezolano basadas en el caudillismo.
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"Bolívar y La Negra Matea"
El 24 de julio de 1783 se efectuó el cuarto alumbramiento de María de la Concepción y su hijo recibió por nombre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, quien más tarde sería llamado a ser el líder de la Independencia de los países Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, además de la fundación de Bolivia; que eran colonias del Imperio Español, por lo que recibió el título histórico de Libertador.
“Duélmete mi niño/ Mi niño Simón/ que allá viene el coco/ con un carrerón/ Mira que tu mae/ con sus hermanitos/ Salió a San Mateo/ Salió tempranito/ Duélmete Simón/ de mi corazón/ Te doy mazamorra/ también papelón/ Tú sí eres inquieto/ Mi niño por Dios/ Arroró mi niño/ arroró mi sooó/ Duélmete mi niño/ mi niño Simón”. Así le cantaba a Simón Bolívar la negra Matea, una de las esclavas de la familia Bolívar Palacio y quien nació el 21 de septiembre de 1773.
Matea, hija de esclavos, vino al mundo en San José de Tiznado, estado Guárico, donde quedaba la hacienda El Totumo, propiedad de la familia Bolívar, por lo que adoptó, como era la costumbre, el apellido de sus amos.
“Lo cuidaba, se encargaba de su crianza, educación y compartía con él los momentos más hermosos de su niñez y adolescencia. Juntos jugaban, se subían a las matas de naranja, de mamón y de jobo. Corrían por los cañaverales y atravesaban a nado el río”, relata el libro Mujeres de la revolución sobre la relación entre la esclava y Bolívar.
Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, sobrina y bisnieta de Simón de Bolívar, quien fue pedagoga y escritora; redactó una biografía de Matea en la que señala que al llegar a la casa de Juan Vicente Bolívar, padre del Libertador, Matea fue bien recibida por la esposa María de la Concepción Palacios y Blanco, al lado de la cual aprendió con esmero el arte culinario y sus postres se hicieron muy famosos.
“Además, sabía coser, bordar y planchar a la perfección. Si la bella y joven esposa de don Juan Vicente Bolívar, tenía que asistir a algún baile, era siempre su esclava favorita, quien la ayudaba en su tocado que siempre resultaba de exquisito gusto”, describe la historiadora.
En 1799, aún muy joven Bolívar, partió a Europa, donde se enamoró y contrajo matrimonio con María Teresa del Toro y Alaiza, en 1802.
La enseñanza de Matea fue la primera y le siguieron la de ilustres venezolanos como Simón Rodríguez y Andrés Bello.
“Cuando Matea supo que su amo se había casado y volvía a Caracas, suplicó a su ama, doña María Antonia Bolívar (hermana de Simón)… que le permitiera que fuera ella la criada de mano, la que sirviera en aquel joven matrimonio”, relata Antonia Esteller.
Simón se llevó a Matea de vuelta a San Mateo, pero poco tiempo después de su llegada, María Teresa, de 21 años, dos más que él, murió el 22 de enero de 1803, a consecuencia de lo que entonces se conocía como “fiebres malignas” (fiebre amarilla o paludismo).
Aunque Simón Bolívar decretó la libertad de los esclavos, en 1821, Matea continuó prestando servicios a su casa, pues más que sus “amos” los consideraba su familia.
Cuando se supo en Caracas la muerte del Libertador, acaecida en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830, Matea compartió con la familia del héroe muerto la gran pena que los agobiaba.
Matea vivía, entonces, en la casa de María Antonia Bolívar Palacios, quien era casada con Pablo Clemente y Palacios. A la muerte de ésta, la negra vivió con la hija de María Antonia, Valentina Clemente de Camacho.
La sobrina y bisnieta de Bolívar, Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, cuenta en su biografía que Matea vio nacer, crecer y morir, a casi toda la descendencia de Bolívar. “Era una viejecita pequeña, delgada, de cabellos lanudos completamente blancos, de ojos pequeños, muy vivos y pícaros, que casi se habían vuelto azules a consecuencia de los años. Tenía la boca grande y los labios gruesos, los pies y las manos pequeños; vestía con traje de talle alto y mangas abombadas; usaba tres pañuelos: uno en la cabeza, otro sobre los hombros y el tercero haciendo de delantal, atado a la cintura. Se apoyaba en un bastón en forma de cayado que ella llamaba su macana (garrote) y con el cual nos sujetaba cuando veía que nos queríamos escapar de su cuarto”, la describió.
La gente en Caracas se asombraba de la longevidad de Matea, quien acompañó al, entonces Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, cuando trasladaron los restos del Libertador al Panteón Nacional, el 28 de octubre de 1876. Matea tenía entonces 103 años.
“Cuando algún caballero venía a visitar la casa, Matea lo confundía siempre con algunos de los personajes de la Independencia, así es que no lo anunciaba sino con el nombre de Montilla o Sucre o cualquier otro general de tan alta talla”, escribió Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, quien asegura que la negra justificaba sus malas palabras diciendo que las había aprendido de José Tomás Boves (comandante del Ejército Real), cuando la batalla de San Mateo.
Matea murió a la edad de 112 años y seis meses, el 29 de marzo de 1886. Sus restos hoy reposan en la cripta de los Bolívar, en Caracas. De acuerdo con el relato de Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, sus últimas palabras fueron: “Me voy a onde está el niño Simón”, en tanto, que no apartó ni un solo momento la vista del retrato de Bolívar que tenía en su habitación.
Bibliografía: Fundación Polar (1992). Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo I. Editorial Ex Libris, Caracas.
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"Los sucesos de Caracas y Valencia" (III)
En el número del 13 de septiembre de 1824 de El Constitucional Caraqueño, se propugnaba la creación de una Guardia Cívica Nacional, y se anunciaba para el número siguiente del periódico un "proyecto de reglamento" que se recomendaba a los diferentes cuerpos de milicia que se crearan en el Departamento. La sola existencia de dicho reglamento implicaba la eventual usurpación de las atribuciones de la Legislatura por una comisión que, en efecto, se encargó de redactarlo. Pero toda la irregularidad que el caso encerraba no impidió que aquellas normas, que escapaban por su origen del marco constitucional, fueran aprobadas por el Intendente y sancionadas por doce Compañías alistadas en San Francisco el 19 de septiembre de 1824.
Entretanto, el 31 de agosto de 1824, por su parte, el Poder Ejecutivo de Colombia dictaba un Decreto sobre "alistamiento general de los ciudadanos en la milicia", que dejaba abolidos todos los cuerpos que hasta entonces existieran como "guardia" o "milicia nacional". Este Decreto se leía en Caracas el 24 de octubre, pero no fue ni fijado en carteles ni publicado en prensa, aunque El Constitucional Caraqueño sí llegase a considerarlo como un tipo de conscripción que conduciría directamente a la militarización de la población civil bajo el Comandante General y los Comandantes de Armas locales.
Los Alcaldes de Caracas, de los que se hicieron solidarios otros Ayuntamientos molestos por la medida, y partidarios del Reglamento caraqueño de septiembre (olvidando expresamente la inconstitucionalidad del mismo) consideraban inconstitucional el Decreto del 31 de agosto de 1824, porque obviaba el consentimiento del Legislativo y sometía a los ciudadanos a la autoridad militar, lo cual lo hacía odioso en medio del clima de antimilitarismo que de vivía como consecuencia de la resonancia de los sucesos de Puerto Cabello y Petare.
Páez resolvió suspender la ejecución de la medida infringiendo el artículo 13, y sólo aparentó cumplirla organizando alguna Compañía, al tiempo que informaba a Bogotá, el 6 de noviembre de 1824 de la impopularidad del Decreto. Eso explica que en 1825 se legislara sobre la materia, curiosamente, sin hacer públicas las resoluciones, y que la oposición pareciera quedarse como en suspenso.
No obstante, en diciembre de 1825, ante la inestabilidad e inseguridad constantes que provocaban los fuertes indicios de subversión interior y de amenazas externas que continuaban asechando, Páez consideró llegada la oportunidad de aplicar el Decreto del 31 de agosto de 1824, a pesar de la oposición y la resistencia de las municipalidades el año anterior. Comunicó al Intendente Escalona su propósito y convocó al alistamiento sin mayor éxito, por dos veces consecutivas. A la vista de semejante recepción de su orden, volvió a hacerlo el 6 de enero de 1826 con iguales resultados, en vista de lo cual, decidió ser más eficaz enviando piquetes de los Batallones Anzoátegui y Apure, al mando del Coronel Arguíndegui, "duro" conocido por su rudeza, quien se excedió en los procedimientos.
Sabedor de los excesos, el Intendente Escalona ofreció sus buenos oficios para hacer concurrir a los ciudadanos, mientras Páez suspendía la orden. Pero Escalona, al día siguiente, lo que hizo fue denunciar los abusos de Páez al Ejecutivo, mientras la Municipalidad oficiaba sus quejas al Poder Legislativo. Con sendas denuncias se daba curso a la acusación formal contra Páez ante la Cámara de Representantes y luego ante el Senado, donde fue admitida el 27 de marzo de 1826. Todo condujo a la destitución de Páez y a su sustitución por el propio Escalona, con el cual, como hemos visto antes, las tensiones y enfrentamientos habían sido constantes.
Retirado a Valencia, Páez se enteró de su situación el 26 de abril de 1826, cuando ya convencido de la impopularidad, lo había dispuesto todo para llevar su defensa en Bogotá. El curso de las cosas, sin embargo, fue otro, cuando la Municipalidad de Valencia, convocada para una reunión el 27 de abril, relacionada con la necesidad de ocuparse de las raciones de la guarnición, cambió de tema y se centró en el caso de Páez, que interesaba más, para acabar pidiendo la restitución del destituido Comandante General, contra la opinión de tres consultores llamados al efecto, que lo eran D. Jacinto Mujica (Jefe Político), D. Fernando Peñalver (Gobernador), y el Dr. Miguel Peña.
Con la confusión reinante, el día 28 se produjeron alteraciones y tumultos que llevaron hasta la comisión de tres homicidios durante la noche. El 29 de abril, domingo, la Municipalidad y el pueblo, en día de asueto, ratificaron a Páez en su cargo contra la opinión y consejo de los expertos, desconociendo en esta forma, el orden legítimo y constitucional de Bogotá.
La iniciativa de Valencia fue seguida de inmediato por Maracay, y el 16 de mayo, la Municipalidad de Caracas se reunía para ratificar la decisión de la de Valencia y nombrar a José Antonio Páez Gobernador Militar y Civil de Venezuela.
En sólo veinte días había sucedido algo ciertamente insólito e inimaginable meses atrás: el hombre que parecía ser el más impopular del Departamento (constantemente estaba en conflicto con el Intendente, los Representantes al Congreso reprobaban su conducta, se había enemistado con las Municipalidades de Puerto Cabello y de Caracas, con los abogados de la capital, con gran parte de la población civil, con los estratos "reclutables"), se transformó en el eje histórico en el que convergían todos los intereses, llegando a convertirse, en un lapso sorprendente, en el objeto de toda una ola de aclamaciones iniciadas por la Municipalidad de Valencia, seguida por la de Maracay y Caracas, hasta llegar a ser refrendada por una Convención de Diputados provinciales del Departamento entre julio y agosto de 1826.
La racionalidad y el sentimiento, la compleja situación objetiva y la psicología social ayudan a explicar cómo de circunstancias en las que todo parecía enredarse, pareció hacerse de pronto la claridad en un lugar al que concurrieron las más distintas tendencias del espectro político del tiempo. Habían descubierto todos simultáneamente, que Páez podía ser el intérprete o el instrumento para la realización de sus deseos o expectativas, y se encaminaron a hacerlo realidad desde los Ayuntamientos, en abierta rebelión frente al Gobierno Construcción de Bogotá, contra las instituciones, la Constitución y las Leyes. No puede decirse, sin embargo, que José Antonio Páez hubiera sido instrumentalizado por los que entonces lo agasajaron y lo elevaron con su aclamación; pero tampoco puede afirmarse que hubiera sido, como no menos veces se ha repetido, el único autor y actor de aquel drama que lo llevaba a convertirse en la mayor autoridad del Departamento, al tiempo que provocaba la primera grieta de cuidado en el edificio colombiano, cuyo desplome a mediano plazo, aunque no parecía evidente entonces, ya parecía programado por las circunstancias.
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"Sucesos de Petare" (II)
Otro episodio, el segundo, respectivo de la situación que estamos reseñando, lo constituyó el proceso, no menos sonado y significativo, aunque deliberadamente oscuro, que se desencadenó con ocasión al asalto del cuartel de Petare, por un grupo de aproximadamente doscientas personas, entre la que se encontraban dueños y esclavos de haciendas de los alrededores, llevado a cabo el 8 de diciembre de 1824 al grito de ¡Viva el Rey de España! y en su nombre.
El Comandante General, quien había declarado el estado de asamblea el 29 de noviembre, por razones de seguridad, tuvo conocimiento de los hechos y desde Maracay, se puso en camino de Caracas, donde crecían los temores y la desconfianza por las posibles ramificaciones que pudiera tener el movimiento. Los tribunales de justicia, por su parte, ya trabajan intensamente en los juicios de los conjurados, y cuando Páez irrumpió en la escena encontró un clima tenso, confuso y agresivo en torno al Presbítero de la Catedral D. Domingo Quintero. Al parecer, este sacerdote había ejercido su influencia en confesión para que el reo Andrés Reyes no prestase la declaración que de él se esperaba y para que, por el contrario, aceptase impasible la condena a muerte que por su delito le aguardaba.
Como la información sobre la asonada no llegaba a hacerse más amplia y más precisa, toda la atención vino a centrarse en el mencionado Presbítero, sospechoso de godo, y más que aparentemente implicado y encubridor de los participantes de aquellos sucesos. Así, se convirtió en el centro de las sospechas y de los ataques y acusaciones de los patriotas más vehementes y de las gentes de leyes, animadas y hasta instigadas por el Intendente.
Las acusaciones en razón del poco conocimiento que se tenía del asunto, no podía formalizarse tan sólo en las suposiciones y sospechas que no llegaban a plasmarse en pruebas. Consciente de las limitaciones de su criterio en asuntos como éste, Páez buscó la asesoría de personas expertas y calificadas que llegará la conclusión de que dicha asonada no podía calificarse de conspiración, razón por la cual era más conveniente restarle su creciente importancia, contra la opinión sostenida por los "puros" patriotas más radicales.
Páez, quien había declarado desde noviembre es estado de asamblea, asumió la responsabilidad de detener aquella tormenta de inquietudes, rumores y legalismo, mediante "facultades extraordinarias" que le proporcionaba el Decreto sobre Conspiradores del 21 de enero de 1823 (que sustituía al del 12 de noviembre de 1821), y procedió a suspender los juicios de los implicados y a castigar únicamente a tres presupuestos culpables. Con esto la sociedad no se vería perturbada por litigios interminables, que podían agravar una situación política ya de suyo difícil y solapa, en la que no era conveniente exacerbar las posiciones de bandos godos y patriotas, y revolviendo nuevamente cuestiones sociales y religiosas apenas calmadas, que pusieran en peligro, no sólo el orden civil que se recuperaba, sino la misma obra de independencia que tantos años , sacrificios y sangre le había costado a todos.
Su actitud, por lo demás, ahondaba sus diferencias con el Intendente Escalona, al tiempo que le ganaba la animadversión de amplios sectores patriotas, de las gentes de leyes y de los depositarios del poder judicial, todos los cuales suponían y sostenían que Páez estaba dominado por una facción de godos de Caracas.
La onda producida por estos sucesos no se quedó confinada a esta capital: uno de los descontentos por la política de Páez, el diputado Antonio Pérez, acusó al Comandante General ante los poderes de Bogotá de haber protegido un alzamiento de godos y de haber declarado antes, sin motivo, el estado de asamblea. Páez, por su parte, envió al Vicepresidente Santander una representación donde se mostraba dispuesto a someterse a la ley si había lugar, o a un testimonio público que lo subsanara de la acusación, autosuspendiéndose de la Comandancia General, de la que se separó, dejando encargado a Mariño, entre los meses de febrero y agosto de 1825, cuidando antes, de derogar, en marzo, el estado de asamblea.
La lentitud de la movilización de los correos, y la inadecuación de "tempos" para la toma de decisiones y su realización tanto en Caracas como en Bogotá, tuvieron una notable incidencia en el desarrollo de este interesante proceso del existir de Venezuela en el marco de Colombia. Fue sólo en el mes de julio, cuando Santander manifestó la no admisión de la acusación contra Páez, y cuando el Congreso rechazaba la acusación del diputado Pérez. Se aprobaba así, en consecuencia, la actitud del Comandante General en el año anterior, habida cuenta de los reales peligros que encerraba una amenaza de la escuadra francesa, las incursiones de partidas realistas como la de Cisneros o la de Herrera, alteraciones en Tucupido y El Sombrero, y la tenacidad de la facción de los Güires, todo lo cual había provocado a su vez, un nuevo Decreto contra Conspiradores el 17 de marzo de 1825 que concedía facultades extraordinarias al Comandante General para continuar el desempeño de sus funciones. Este decreto, no fue, como era de esperarse, bien recibido por el Ayuntamiento de Caracas, el cual, el 13 de junio de 1825 lo declaraba inconstitucional, llegando a pensar hasta en el enjuiciamiento del Vicepresidente Santander ante el Senado: no podían aceptar, aquellos caraqueños, que el gobierno de Bogotá concediera mayores facultades a José Antonio Páez, cuya presencia, necesaria, les resultaba enormemente incómoda.
En todo caso, las consecuencias de los sucesos de Petare, y la situación difícil y confusa en la que efectivamente se vivía, empezaron a convertir a Páez en una pieza política clave para el viraje histórico que tendría lugar entre 1826 y 1830, cuyas potencialidades ya estaban presentes en los sucesos de Puerto Cabello y de Petare.
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"LOS SUCESOS DE PUERTO CABELLO" (I)
Hubo muchos factores que influyeron en la problemática existencia de Venezuela en el seno de la Gran Colombia pero hay tres "sucesos" que se distinguieron más allá del anteriores. Estos fueron: Los Sucesos de Puerto Cabello, los de Petare y por último, los Sucesos de Caracas y Valencia. Hoy desarrollaremos los hechos que tuvieron lugar en Puerto Cabello a manera de un primer episodio.
Con ocasión del Decreto del 6 de mayo de 1824, en el cual se exigía una leva de cincuenta mil hombres por temor a ..."acontecimientos en que peligraba la situación de la patria"... (eventuales ataques promovidos por la Santa Alianza), como por los reclamos urgentes de Bolívar pidiendo refuerzos de tropa para su ejército en el Perú, provocaron los mismos una serie de incidentes que se desarrollaron en aquella población durante los meses de julio y agosto de aquel año. Estos se iniciaron cuando las autoridades civiles, en particular la Municipalidad, entorpecieron el cumplimiento de la medida, la cual dependía del Comandante General José Antonio Páez y sus subordinados, principalmente del Coronel Cala, quienes fueron acusados por los alcaldes y jueces políticos de "hostilizar, depredar y vejar a los ciudadanos". Aquellos, a su vez, acusaron a las autoridades civiles de "falta de cooperación" y "entorpecimiento" en el cumplimiento de aquellas funciones. El Intendente, que lo era D. Manuel Escalona, tomó partido por los alcaldes, frente a Páez, mientras éste se irritaba contra el poder civil y contra aquellos que no habían participado como él, en el advenimiento del nuevo orden de la independencia.
Así las cosas, el 31 de julio, el Comandante Militar ordenó al Alcalde Segundo, D. Vicente Michelena, que saliese de Puerto Cabello, con claro irrespeto por su libertad. Ante esta "arbitrariedad", la Municipalidad apeló a la Corte Superior del Departamento, protestando por la agresión y de la
transgresión de las leyes. El conflicto como tal ya estaba en marcha: autoridades civiles en contra de autoridades militares; las órdenes del Poder Ejecutivo resistidas por los poderes locales; la Intendencia y la Municipalidad frente al Comandante General, encargado de cumplir unas órdenes que él no había dictado. Los alcaldes de una ciudad que hasta hace poco habría sido uno de los principales baluartes realistas, protestando de patriotismo frente a los procedimientos y las maneras nada ortodoxas de uno de los más calificados luchadores por la libertad, y todo, cerrado con el broche de oro de las "patadas" y "empujones" de que llegó a ser objeto Michelena en Valencia por parte de Páez.
La Corte Superior del Departamento (constituida por Yanes, Martínez, Urbaneja, Narvarte y Sanz), dio la razón al Comandante General frente a los argumentos de los abogados defensores de Michelena, Francisco de Paula Quintero y Felipe Fermín Paúl, sospechosos de godos, especialmente este último, quien había estado en posiciones de altísimo nivel en las Cortes españolas de 1820.
El seguimiento de los acontecimientos demostraba, sin lugar a dudas: conflictos de competencias, insuficiencia institucional, carencias legislativas, falta de experiencia, de tacto político, entretejidos con las pasiones y filiaciones políticas, así como los intereses personales e institucionales propios de aquella circunstancia en que las posiciones no parecían aún, ni eran efectivamente, claras y seguras; resentimiento civil frente al poder militar y arbitrariedad de éste frente a la debilidad civil y, a fin de cuentas, interpretación de los sucesos a la luz de las diferencias ideológicas godo-patriotas, desde las cuales Páez podía ser considerado, bien como el "monstruo del despotismo", bien como el "firme apoyo de las leyes".
En última instancia, episodios como éste, apenas esbozado en sus líneas más simples, mostraban el desenvolvimiento de la historia acababa por ser una verdadera prueba de fuerza que según los casos se resolvía a favor de quien desplegara mayor voluntad, mayor energía o mayores recursos efectivos. De hecho, el envío de refuerzos a Bolívar se cumplió, cuando Páez, el 20 de agosto de 1824, ordenaba la salida de 2.694 hombres bajo las órdenes de José Gregorio Monagas.
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Llegada de los restos del Libertador a Venezuela.
El 13 de diciembre de 1842, llegan a La Guaira los restos del Libertador, procedentes de Santa Marta, según lo dispuesto en su voluntad testamentaria, emitida el 10 de diciembre de 1830.
Llegaron en la corbeta “Constitución”, al mando del Capitán de Navío Sebastián Boguier. Sus restos permanecerían tres días en la Guaira; luego fueron hacia Caracas a través del camino de los españoles. El 17 de diciembre es trasladado en imponente manifestación de duelo, en una procesión hacia la iglesia de San Francisco y una nueva movilización ocurrió el día 20 al Panteón de la familia Bolívar, en la Catedral de Caracas; allí estuvo por 24 años, hasta el 28 de octubre de 1876, cuando el Presidente Antonio Guzmán Blanco convirtió la Iglesia de la Santísima Trinidad, lugar donde fue bautizado, en Panteón Nacional, Altar de la Patria, con el objetivo de conservar los restos de los próceres de la Independencia y de las personas eminentes.
Hay que recordar que María Antonia Bolívar, hermana del Libertador, solicitó en varias oportunidades la repatriación de los Restos Mortales de su hermano y le fue negado. Lo negó José María Vargas, en el año 1835; lo negó Carlos Soublette, en el año 1838 y en el año 1840, le suplicó al Gobierno de Colombia y también desoyeron su solicitud. María Antonia, con sobrada razón y marcado sarcasmo, llegó a decir: “A Bolívar, le temen aun después de muerto”. La expresión llegó a la Gaceta de Caracas y se hizo pública en toda la sociedad caraqueña de la época. Sería el Presidente Páez el 30 de abril de 1842 quien firmara el decreto para el traslado de los restos del Libertador a Venezuela, ya tarde para María Antonia, quien no pudo ver el regreso de los restos de su hermano a su ciudad natal ya que muere el 7 de octubre de 1842, casi tres meses antes de su llegada.
Simón Bolívar señala en su testamento. “Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal”.
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INÉDITA MONEDA DE 20 BOLÍVARES BIMETÁLICA DE 1989
 El día 06 de Julio de 2008 apareció en ebay una inusual moneda Venezolana, inédita hasta ese momento. Se trata de un ensayo de una pieza de bs 20 de 1989 acuñada tipo Bimetálica con centro de cobre y anillo exterior de níquel, por tanto de metales invertidos respecto a las anteriores monedas de Bs. 1000 y BsF 1. Este ensayo mantiene el estilo de las piezas “Barré”, fue acuñado por una Ceca Alemana y lleva las inscripciones: “DEUTSCHE NICKEL A C SCHWERTE” y “MUSTER” del lado de la cara.
El Coleccionista Erwin Palis creador del blog Monedas Mundiales del Libertador Simón Bolívar piensa que esta moneda fue acuñada para el Banco Central de Venezuela en dicho año y que por alguna razón no fue aprobada por el Directorio para su circulación. El año 1989 fue signado por la escasez de moneda sencilla debido a una fuerte subida en el precio del níquel y es muy posible que el BCV se orientara a resolver dicha contingencia mediante los llamados “tinoquitos” en primer lugar y luego con las monedas de acero enchapadas en níquel. También es muy posible que en medio de un ambiente tan conflictivo marcado por el “Caracazo”, múltiples protestas, aumento del precio de la gasolina e inflación del 79,9 %, emitir una moneda de tan alto valor, para entonces, era poner de manifiesto la debilidad de nuestra moneda y podía tener un impacto psicológico negativo.
Sea cuál sea el caso, el hecho es que la moneda nunca entró en circulación y por alguna causa fue a parar una colecciones privada en Inglaterra. El vendedor de Ebay afirma haberla comprado dentro de un lote en la cual dicha pieza no tenia ninguna particularidad aparente.
Debido a lo inusual de la pieza, Erwin Palis pensó era importante que pasara a ser parte de su colección para su estudio y se animó a ofertar. La pieza la adquirió en un precio de 205 Libras mas gastos de envío para un total equivalente de 450 Dólares.
fuente: Monedas Mundiales del Libertador Simón Bolívar.
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UN UN VIEJO DRAMA CON NUEVOS ACTORES
Las primeras figuras del primer gabinete del Presidente Medina Angarita, definía un nuevo gobierno como una prolongación del anterior, pues tanto Tulio Chiossone como Luis Gerónimo Pietri, habían sido ambos personalidades de alto rango en el régimen que había presidido el general López Contreras y cooperadores definidos y decididos en la elección del nuevo gobernante.
Pero Medina Angarita rompió la tradición de mantener un andino en el sitio más cercano y de confianza que era la Secretaría General de la Presidencia al Designar al doctor Arturo Uslar Pietri, Ministro también en el último gabinete de López Contreras pero que hasta ese momento había permanecido al margen del tejemaneje de la política, manipulado por su cercanía y prestigioso pariente Luis Gerónimo Pietri.
Medina Angarita en sus primeros mensajes proclamó la continuidad, pero su forma sutil, y para leer entre líneas, rechazó el continuismo al proclamar que las diferentes administraciones que se suceden en el país, deben rendir obra homogénea para la posteridad. Y al afirmar asimismo que se tiene el concepto claro de que el gobierno es una entidad abstracta, que no tiene nombre personal, necesariamente se llega a la conclusión de que alejando vanidades personales, debe mantenerse el sentido de continuidad entre las administraciones atendiendo sí las necesidades del momento, pero con proyecciones de futuro, "a fin de rectificar los errores que son tan naturales y propios de toda obra humana". Y terminaba sus reflexiones: "Los sucesivos gobiernos no pueden ser sino los personeros de la Nación".
Pero apenas había transcurrido un año nuevo mandato presidencial cuando una crisis ministerial ministerial dio la señal de alarma. Se repetía la vieja historia venezolana del distanciamiento y posterior ruptura entre el Gran Elector y el afortunado sucesor que forma el capítulo final en las actuaciones presidenciales de Páez, Monagas, Guzmán blanco, Rojas Paúl y Crespo. Con la noticia del distanciamiento de los dos generales tachirenses, empezaron a mirarse con prudente recelo los amigos del uno y del otro y comenzaron a constituirse los Estados Mayores de los grupos que dentro de la misma causa se enfrentarían en las batallas por la sucesión que tendría lugar en los años 1944 y 1945.
La crisis estalló a raíz de la visita a Caracas del presidente del Perú, Manuel Prado Ugarteche. Los aplausos que la multitud tributo al ex presidente López Contreras a su llegada a la recepción del Salón Elíptico tuvo por parte de Medina Angarita una interpretación que iba más allá del espontáneo reconocimiento a quien había voluntariamente reducido su período presidencial en 2 años y rechazó las proposiciones para su reelección.
La crisis Ministerial del 27 de mayo en 1942, tuvo como finalidad política el retiro de los doctores Tulio Chiossone, Luis Gerónimo Pietri y Enrique Jorge Aguirre Aguerrevere, Ministro del Interior, Gobernador del Distrito Federal y Ministro de Fomento respectivamente y su sustitución por César González, Franco Leonardi y Eugenio Mendoza. El gran distanciamiento político que había existido entre el general López Contreras y el doctor Rubén González padre del nuevo Ministro del Interior era parte de los conocedores de los secretos del andinismo, una de las explicaciones del nombramiento del nombramiento del joven político. Otro ministro, el pedagogo Alejandro Fuenmayor había sido sustituido por el jurista Gustavo Herrera, pero en el retiro del educador hubo otra motivación como fue la negativa del gobierno frente a su proposición, de proceder a la inmediata reapertura de la Universidad del zulia.
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Arengas de Sucre al Ejército Unido antes de la Batalla de Ayacucho
*Ocho de Diciembre de 1824 Cuartel General de Ayacucho.
“¡Compatriotas todos!
¡Estoy viendo las lanzas del diamante de Apure las de Mucuritas, Queseras del Medio, Calabozo, las de Pantanos de Vargas, Boyacá, Bomboná, de Carabobo las de Ibarra y las de Junín!
¿A quién podemos temer? Si a todas esas huestes realistas las hemos vencido y derrotado con valor, disciplina y heroísmo me acompañaste sin tito venciste en Pichincha, diste libertad a Colombia, hoy me acompañas en Ayacucho, también venceréis y daréis libertad al Perú, asegurando para siempre la independencia de América.
¡Acuérdate de Colombia de Simón Bolívar el Libertador, dame nuevas palmas y laureles, en las puntas de tu bayoneta y las lanzas, para ofrecerlas a ambos viva Colombia. Viva el Libertador! Soldados de los esfuerzos nuestros dependen la suerte de América del Sur otro día de gloria va a coronar nuestra admirable constancia.
El gran Simón Bolívar me ha prestado su rayo invencible, y la santa libertad me asegura desde el cielo que lo destrozaremos al común enemigo, nosotros acompañados de la providencia no nos dejaremos arrancar los laureles del triunfo, poco nos importa el número de sus hombres (10.000) somos infinitamente más que ellos porque Dios Omnipotente está con nosotros con su justicia, aquí estamos peruanos , colombianos, chilenos, argentinos, para sepultar a los españoles que por 300 años se apoderaron, nos dominaron y este campo será su sepulcro por siempre viva el Perú y la América redimida”.
-Antonio José de Sucre
https://plus.google.com/collection/UF_OeB
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ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS, DIÓGENES ESCALANTE Y LLEGADA AL PODER DE MEDINA ANGARITA
Disueltos los partidos políticos, desterrados sus dirigentes y confinados otros tantos, el partido nacionalista PARNAC como el Partido Agrario Nacional PAN, perdieron su favor y se extinguieron sin pena ni gloria. Para llenar el vacío que se presentaba en el campo estrictamente electoral, no político, el presidente López Contreras fundó en todo el país las llamadas Agrupaciones Cívicas Bolivarianas encargadas de presentar en la oportunidad de las elecciones de miembros de los consejos municipales y de diputados a las asambleas legislativas las listas oficiales elaboradas según la tradición, en el despacho del Presidente de la República que a su turno iban a elegir de otras listas también elaboradas en Miraflores a los senadores y diputados del Congreso Nacional, quienes a su vez reunidos en sesión conjunta elegían como Presidente de la República al candidato recomendado para que ejerciera las funciones del Jefe de Estado.
En un principio el Presidente López Contreras pensó ejercer sus funciones de Gran Elector de su sucesor recomendando al Congreso Nacional la candidatura de su coterráneo y condiscípulo en el colegio de La Grita, Diógenes Escalante. Muchos vínculos los unían además de la circunstancia de ser ambos nativos de Queniquea y de haberse graduado de bachilleres en la misma promoción. En Escalante pensó López Contreras en 1935 cuando fue a designar su gabinete y Escalante fue su primer ministro de Relaciones Interiores, luego desempeñó las funciones de Secretario General de la Presidencia y mientras sus amigos le asignaban la cuautoría del Programa de Febrero, sus enemigos y antiguos compañeros de causa, los gomecistas le adjudican gratuitamente la responsabilidad de los saqueos del 14 de febrero de 1936. Escalante representó a Venezuela durante más de 20 años en Londres, París, Ginebra y demostró ser un experto conocedor de los problemas internacionales y de los asuntos sociales económicos de la época, además Escalante ajeno a la vida del país durante 4 lustros, si era elegido presidente necesitaría el amparo militar y el apoyo político de su antecesor amigo y elector.
Pero según la versión de López Contreras entre sus propósitos y su realización se atravesaron como una muralla los planes del doctor Victorino Márquez Bustillos, a finales de 1940 inició Márquez bustillos una gran actividad congregando en reuniones de apariencia social a destacadas figuras del gomecismo vinculadas todavía con altos jefes y Oficiales del Ejército Nacional. Invitado por el presidente López Contreras a una conferencia en la Quebradita, Márquez Bustillos le manifestó que era adverso a la candidatura de cualquier civil: "Escalante, Pietri Rangel Lamus, Mendoza Gil, Borges o Parra Pérez". Y agrega: "necesariamente el grupo principal de generales gomecistas estaban inclinados a organizar una revolución si el nuevo Jefe de Estado no salía de sus compañeros y ése era el motivo para estar preparándose con elementos de guerra". "Ésa es la razón, dice López Contreras, para que los más destacados servidores de mi gobierno y yo nos inclinamos a escoger a un militar joven y ligado al ejército para recomendarlo como candidato a la presidencia de la República para el período 1941 a 1946 siendo señalado el general Isaías Medina angarita con cuya elección quedaría destruida la conspiración gomecista".
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#historiadeVenezuela #EleazarLópezContreras #MedinaAngarita #DiógenesEscalante
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MEDINA ANGARITA, TACHIRENSE PERO NO RESTAURADOR
Equivocado andaba el general López Contreras cuando atribuyen su libro “a la preponderancia de los extremistas de izquierda”, la razón del rompimiento con su sucesor y de la liquidación de un régimen político que había perdurado a lo largo de 45 años.
Otras fueron las razones de este distanciamiento y la señala en forma sencilla y acertada Nemecio Parada en sus crónicas sobre la presidencia de López Contreras y Medina angarita. A diferencia de Castro, Gómez y López Contreras, el tachirense Medina Angarita no podía sentirse heredero de la Revolución Liberal Restauradora que instaló a los tachirenses en el poder, pues su padre, el general Rosendo Medina, fue figura destacada del liberalismo amarillo y combatió contra Castro en la batalla de Nirgua. Además los Angarita fueron personas de primera importancia en la política tachirense durante la larga dominación amarilla que vino a liquidar a Castro en 1899. Por otra parte Medina Angarita no pudo crear vínculos de amistad en el Táchira, pues comenzando su adolescencia se trasladó a la capital de la República, para ingresar a la Academia Militar y el resto de su vida transcurrió en Caracas, ciudad a la que se vínculo espiritualmente. Sus amigos de juventud fueron Tito salas, Eduardo Rojas, Manuel Silveira, J.P. López Centeno, John Boulton, Félix Lairet, Diego Nucete Sardi entre otros. Caraqueños, orientales, llaneros que habían crecido en el seno de un país que vivía bajo el sopor de la paz gomecista. No había oportunidad para la aventura guerrillera, ni para sentir el encono del regionalismo cerril Y sí muchas horas para el entendimiento y la sencilla confraternidad. Eran otros tiempos, eran otros hombres. Y en la hora del gobierno más cerca de Manuel Silveira, de Rafael Vegas, de Félix Lairet, iba a estar el presidente Medina que de los generales y doctores que habían formado el círculo mayor de lo que del lopesismo en el gobierno.
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LEGADO DE ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS
Tomando en cuenta la falta de experiencia, la carencia de equipos humanos, la pobreza de los recursos fiscales, las fuerzas negativas de la tradición, presentes y poderosas, y la ausencia de la conciencia cívica en vastos sectores de la población, puede afirmarse que este período de la historia republicana es uno de los más fecundos en realizaciones, uno de los más importantes por la trascendencia de las formas políticas, económicas y sociales implantadas.
La creación de nuevas facultades en las universidades venezolanas, el envío al exterior de numerosos becarios destinado de manera especial a la formación del personal docente y profesional en Agronomía, Veterinaria, Geología; la construcción de locales para escuelas y liceos; la dotación de laboratorios y gavinetes; la creación de escuelas normales; la construcción de los edificios para los museos de Bellas Artes y de Ciencias Naturales; la fundación de la "Revista Nacional de Cultura"; la elevación de la educación artesanal al nivel de Educación Técnica Industrial; la creación de escuelas de tractoristas, demostradoras del hogar campesino y de la primera Norma Rural representaban un cambio trascendental en la actitud del Estado frente al problema educacional.
Muchas veces se ha hecho el recuento de otras realizaciones del gobierno de López Contreras, no menos importante desde el momento en que trataban de rescatar el tiempo perdido y liquidar el atraso venezolano. Se ha reseñado en esta lista trascendental la creación de los Ministerios de Trabajo, Comunicaciones, Agricultura y Cría y Sanidad y Asistencia Social; la creación del Banco Industrial de Venezuela; la del Consejo venezolano del Niño y la promulgación del Código de Menores; la creación del Instituto de Inmigración y Colonización; la ejecución de las primeras obras de riego realizadas en Venezuela; la Ley de la Contraloría General de la Nación; la creación del Instituto Nacional de Higiene y la erección del Hospital Antituberculoso de El Algodonal; las campañas contra la malaria, la tuberculosis que van dando fisonomía de país moderno a Venezuela.
Se empeñó así mismo López Contreras en la liquidación de los resabios regionalistas y aseguró la participación de hombres de todas las provincias en los cargos claves de la administración al mismo tiempo que fue terco en su propósito de despersonalizar la institución armada y liquidar para siempre el régimen afrentoso de servicios a particulares que tenían que prestar los jefes y soldados de las Fuerzas Armadas.
Frente a la intransigencia y al reclamo violento de la oposición de izquierda López Contreras disolvió a los partidos existentes (ORVE, PRP, FEV, OP) utilizando el método de los juicios y sentencias y alegando razones que Rómulo Betancourt calificó de "socarronas"; sometió a juicio a numerosos líderes políticos, sindicales y estudiantiles; la Corte Federal negó la legalización primero del PDN y después del PDV; dictó una un decreto de expulsión por el término de un año de los principales jefes de la oposición; el problema político ocasionado por el decreto de expulsión de los líderes de los partidos de izquierda determinó una crisis ministerial y la salida del General Régulo L. Olivares del gobierno, pero como es conocido, en ningún momento hubo durante su gestión, secuestrados ni torturados y al detenido político se le brindaban todas las garantías para que realizará su defensa. Se mantuvo la libertad de prensa y los gobernantes fueron el primer material de los caricaturistas.
Las realizaciones administrativas del presidente López Contreras fueron múltiples y todas de valor trascendental, desde luego que constituyen las bases del nuevo país. Pero con ser tan importante este aspecto de su obra tiene mayor valor en la historia de la democracia venezolana el hecho de haber iniciado el combate contra la tradición de abuso y personalismo que venían, no del régimen de Gómez, sino que remontaba sus orígenes a los mismos de la fundación de la República, el haber podido mantener y consolidar la paz se había logrado durante el gobierno de Gómez pero transformando la imagen y el concepto de Jefe de Estado, de amo y señor de la Nación en el representante del pueblo y el garante de las instituciones democráticas. Y su empeño en devolver la dignidad al hombre y los derechos al ciudadano.
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LA CONSTITUYENTE DE VALENCIA Y EL DESTIERRO DE BOLÍVAR
Mientras en Bogotá se reúne el Congreso Admirable con miras a ignorar la aspiración separatista de Venezuela, Caicedo, Encargado del Poder Ejecutivo, dirige al Congreso un mensaje sugiriendo que se convoque a una convención que proceda a efectuar la separación de las secciones en pugna. Algunos de los altos políticos colombianos empezaban a comprender los razonamientos de Caracas y Valencia.
En Valencia, el 6 de mayo, un Constituyente que agrupa sin distingos a hombres ya dentro de una orientación, el separatismo, comienza a darle expresión a lo venezolano. La porfía del gobierno colombiano en no apreciar en su verdad a la aspiración venezolana, concordaba con la palabra errada de todos aquellos políticos y militares que no viendo en el resultado de la Convención de Ocaña la manifestación de una realidad, excitaban a diario la ambición de Bolívar. Y éste, en decadencia, se negaba a comprender la razón que asistía a la oposición, con Santander a la cabeza, al plantear en Ocaña sus aspiraciones. Separación de Colombia, alzamientos en lima, en Ecuador, en Bogotá, sueños monarquistas de Urdaneta, rentas exhaustas, agricultura en abandono. Sobre el mosaico de ambiciones, Santander atizando a última hora ideas federalistas, con Páez, fortificando cada día su poder, con militares insurrectos, con el clima de desorden presidido por la irrefrexión, el Congreso de Colombia parecía no tener empeño en armonizar intereses, tal vez porque no entendían la actitud venezolana, en pie desde abril del 26, aunque invocando o realizando algo distinto. Con precisión admirable ha dicho Gil Fortoul: “Dictadura y anarquía son los términos que mejor caracterizan la existencia de la República desde 1826; dictadura donde se halla Bolívar, anarquía lejos de él”.
En el Constituyente de Valencia, la pasión enturbia y oscurece las palabras. Quintero, Fortique y Osío se destacan, mientras Vargas da la nota de mesura. Fruto de esa violencia fue el acuerdo que culmina el 28 de mayo, acuerdo infeliz que Yanes comunica al Congreso de Colombia: “Benéficas serán, sin duda, para uno y otro Estado, semejantes relaciones —dice Yanes aludiendo a las relaciones entre los dos pueblos—. No es fácil prever hasta dónde se extenderían sus útiles resultados; pero Venezuela, a quien una serie de males de todo género ha enseñado a ser prudente, que vé en el General Simón Bolívar él origen de ellos, y que tiembla todavía al considerar el riesgo que ha corrido de ser para siempre su patrimonio, protesta que no tendrán aquellos lugar mientras éste permanezca en el territorio de Colombia, declarándolo así el A Congreso en sesión del día 28”.
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EL VIOLENTO FIN DEL EXPERIMENTO DINÁSTICO CON EL ASESINATO DE JUAN CRISÓSTOMO GÓMEZ
La fórmula de unidad dinástica concebida por Juan Vicente Gómez para juntar bajo su sombra a “juanchistas” y “vicentistas” va a fracasar de manera rotunda en la hora en que recibe el aviso de que su hermano el general Juan C. Gómez, Primer Vicepresidente de la República ha sido asesinado a puñaladas en su lecho, en el Palacio de Miraflores, en la noche del 30 de junio de 1923. El Palacio Presidencial estaba permanente vigilado y en su recinto no tenían acceso sino militares de guardia y los criados de confianza. El crimen tuvo lugar cinco días antes de que se clausurara las sesiones del Congreso y cuando se afirmaba que Gómez viajaría al exterior por razones de salud o volvería a Maracay a sus labores de ganadero y sus quehaceres de Jefe del Ejército, dejando encargado a su hermano, el Primer Vicepresidente. Gómez no permitió la investigación forense y nisiquiera quiso que el féretro fuera colocado en capilla ardiente durante el día y la noche del 30, sino que ordenó su enterramiento en las horas de la tarde del mismo día de su asesinato. Unas personas aseguraban que el cuerpo tenía siete puñaladas, otros decían que tenía once y algunas llegaron a afirmar que primero había sido envenenado, colocando una sustancia tóxica en la bebida caliente que solía tomar el Vicepresidente antes de dormirse.
Desde un comienzo el crimen se calificó como dinástico y familiar, y se señaló como inspiradora a Dionisia Bello, madre de José Vicente Gómez, Segundo Vicepresidente de la República, y quien por razones íntimas se encontraba distanciada y disgustada tanto con el Presidente Gómez, como con su hermano Juan Crisóstomo. El gobierno acusó a la oposición en el exilio de planear el asesinato y los exiliados respondieron que Juan Crisóstomo Gómez no tenía la menor importancia dentro de la política nacional, ni ellos el menor interés en eliminarlo. Como la mayoría de estos crímenes, la verdad nunca se supo y sólo quedó la repetición de conocidas anécdotas. En su mensaje al Congreso de 1924, Gómez declaró que “el agente inmediato de que se valieron para la ejecución del torpe crimen fue Isidoro Barrientos, quien lo llevó a cabo por órgano de Rafael Andara, Juan Araguainamo, Custodio Prieto y Encarnación Mujica, los cuales se encuentran detenidos y a disposición de los Tribunales de Justicia”. Ninguno de los reos mencionados regresó al mundo de la libertad.
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UNA MONSTRUOSIDAD POLÍTICA
Entre otras muchas, una razón que influyó en la determinación del general Juan Vicente Gómez en hacerse reelegir Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército para el período constitucional 1922-1929. Durante el mes de octubre de 1921, una prostatitis puso al dictador al borde de la muerte, pues los médicos de confianza y cabezera no se atrevían a tratarlo como a un paciente. Ante la casi certeza de su muerte, el clan familiar se había dividido en banbdos que iban tornándose irreconciliables: "los juanchistas" o partidarios de la sucesión en cabeza de Juan Crisóstomo Gómez, hermano del Dictador y Gobernador del Distrito Federal y los "vicentistas" dispuestos a imponer como sucesor al hijo del dictador, general José Vicente Gómez, Inspector General del Ejército. En sus memorias militares, el General Eleazar López Contreras recuerda la peligrosa y profunda división y las amenazas que se cernían sobre quien no tomaba partido por uno u otro de los dos bandos gomecistas.
Para complacer al dictador, se reunió el Congreso Nacional y el 19 de junio de 1922, sancionó una reforma constitucional destinada a crear las Primeras y Segundas Vicepresidencias de la República eliminadas por recelo del mismo Gómez, en las cartas constitucionales de 1909 y 1914. La restauración de las dos Vicepresidencias tenían el propósito de "crear constitucionalmente la dictadura hereditaria en individuos de su familia". El Presidente de la República, el Primer y Segundo Vicepresidente eran elegidos por el Congreso Nacional en una misma sesión. El resultado de la votación fue el siguiente: general Juan Vicente Gómez, Presidente de la República; general Juan C. Gómez, Primer Vicepresidente y general José Vicente Gómez, Segundo Vicepresidente.
Santos. A Dominici, eminente médico, escritor, político y catedrático, fue uno de los actores de la Revolución Libertadora de 1902, contra la dictadura de Cipriano Castro y había representado al gobierno de Gómez en Berlín y más tarde en Washington con el carácter de Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario. En julio de 1922 Dominici renuncia a cargo y protesta contra las elecciones efectuadas por el Congreso Nacional y recaídas en el hermano y el hijo del dictador. Califica de dinástico el nuevo régimen implantado en el país. Y afirma: "...la elección de los Vicepresidentes recaídas en un hermano y en el hijo del Presidente de la República, ha sonado dentro y fuera del país como una provocación a nuevas contiendas civiles y apesadumbra el ánimo de propios y extraños con un sentimiento angustioso de desengaño. El hecho de que las tres personas llamadas a ocupar, siquiera eventualmente, la Primera Magistratura se hallen ligadas por la más estrecha consanguinidad, es único en la historia de los países democráticos, donde se le ha condenado siempre como una monstruosidad política".
Como medida compensatoria de su maniobra reeleccionista y dinástica, Gómez ordenó la libertad de numerosos presos políticos antes de iniciar su nuevo período presidencial. El espectáculo que constituyó en la Caracas de 1922 la libertad de centenares de secuestrados políticos lo relata José Rafael Pocaterra en sus "Memorias de un venezolano de la decadencia". La multitud agolpada en las calles que rodeaban la prisión de La Rotunda y la aparición de una fila de resucitado, pálidos y temblorosos. El anuncio de la libertad de los presos políticos se comunicó a todos los agentes diplomáticos y consulares de Venezuela y alcanzó amplia difusión internacional. Algunos aseguraron que la medida había sido tomada por presión del gobierno norteamericano y otros difundieron la conseja de que Gómez había hecho esta promesa en los días de su gravedad. Pero no todos los presos políticos lograron recuperar su libertad. Muchos permanecieron en los calabozos de La Rotunda y del Castillo de Puerto Cabello, entre otros Román Delgado Chalbaud que continuaría secuestrado hasta 1926.
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