Comenzamos nuestro viaje alrededor del mundo en Noviembre del 2010. Empezamos por Grecia y recorrimos Medio Oriente en tres meses, casi siempre por tierra. Después de visitar los territorios palestinos, ya en el 2011, dimos un salto grande hasta la casa del Taj Mahal y rodamos más de dos meses por la India, desde el Rajastán hasta Goa, desde Hampi hasta Rishikesh. Luego volamos a China. Allí, boquiabiertos e incomprendidos durante 5 semanas, avanzamos hacia el SudEste Asíatico para conocer Viet'Nam, Camboya, Tailandia y Malasia. En Agosto, tuvimos que volar otra vez y llegamos a Argentina. De Capital subimos hasta Asunción, después, por tierra también, a Santa Cruz y a La Paz. Finalmentellegamos al Perú, redeando el Titicaca. Sigue aquí los reportajes, anécdotas y secretos de viaje de dos peruanos que ya quieren darle otra vuelta al mundo. La idea es ver Más allá de tus Narices. Ya visitamos: Marruecos Grecia Turquía Egipto Jordania Israel Palestina India China Viet'Nam Camboya Tailandia Malasia <span class="st_sharethis_button" display...
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Por partida doble
Doblé la pijama al fin y la metí al fondo de la maleta, como convenciéndome de que todo había pasado y que tenía el control, otra vez. Salí a paso lento pero con mirada doblemente curiosa para no perderme de nada. Ni un sólo día menos de viaje. Estaba decidida. Había que disfrutar la vida por dos, de todas formas. Por fin podía conocer esa ciudad que intuía desde el cuarto del hospital con la horrible incertidumbre que tienen los enfermos y aunque le daría vueltas a Hue en triciclo, para evitar la fatiga y también una recaída, volvía -de nuevo- a viajar.
Empujada por las piernas de un vietnamita que jadeaba en estéreo para conseguir una propina extra, conocí las historias de la primera ciudad de VietNam, yendo de norte a sur, que guarda vivas las huellas de una guerra muy reciente. Hue está destruida. Dicen que está en reconstrucción, pero es más el daño en sus antiguos palacios, en su Ciudad Prohibida -y Púrpura- y en el recuerdo de su gente, que la restauración de su pasado. En Hue, gracias a las historias que se cuentan, imaginé por primera vez el cielo azul de VietNam, de color naranja. Lo vi lleno de aviones camuflados volando bajo, lo sentí furioso por el ruido de los motores en guerra. Vi la tierra bombardeada saltar por los aires con tanta fuerza que entendí el dolor que puede costar evitar una invasión, el esfuerzo de defenderse hasta con los dientes por más chiquito que uno sea. Y sin darme cuenta, ya no pensaba en la batalla que yo había librado. De pronto, paseando por el barrio antiguo de Hue, entre historias de un pasado bien presente, flores de loto nacidas desde lo más profundo y muros agujereados que sirven para la memoria -y de prueba-, mis aventuras eran lejanas e inofensivas. De pronto sentí que era mi día de suerte. Mi proceso de reconstrucción tenía el mejor de los pronósticos y los huecos de mis balas sanarían sin, casi, dejar huellas.
Es triste darse cuenta que a veces el dolor ajeno alivia el propio.
Que te mejores pronto, Hue.
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HUE
Varios meses desde Viet'Nam y miles de kilómetros, pero mi cerebro se ha quedado estancado en Hue. Un accidente, una desgracia, una gracia de la vida que poca risa dio. Un aprendizaje que no sé contar. Un asunto que no sé describir. Un capítulo inolvidable, un pasaje de viaje con un antes y un después. La definición de tantas cosas. La respuesta a mil preguntas. La salida, quizá.
Lo grabé como crónica hablada, lo narré al derecho y al revés. Lo escribí clarito. En blanco y en negrito. Lo borré, lo volví a escribir y lo guardé.
Algunas cosas no son publicables. O hay cosas que no quiero publicar.
Después de casi un año desde Viet'Nam y mirando atrás, hay por donde avanzar pero diferentemente. Sin sombra y con luz. Desde aquí y a la distancia. De lejos y de adentro.
De mi para ti.
Y para ti también.
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Camino a la Cochinchina
Entramos a Viet'Nam sin ojos, sin oídos y sin orientación. Los caminos mojados de lluvia, los arrozales inundados a tope, las casas delgadas y desgastadas -que me recordaban a Cuba- y las flores de loto por todas partes, nos daban pistas claras de dónde estábamos, mientras un ciclista con sombrero cónico nos lo confirmaba. Habíamos pasado la frontera y teníamos hacía una hora el sello de la República Socialista de Viet'Nam en nuestros pasaportes -y la impresión de la sonrisa vietnamita de bienvenida (tan lejana y a la vez tan cercana a la del chino que nos dio el adiós después de más de un mes en su país)-, pero estábamos perdidos igual. Por esas decisiones equivocadas de la vida, habíamos comprado algo así como "La Guía Azul del Sudeste Asiático" y solo con ojearla -quizás acostumbrados a "La Biblia"- nos sentíamos perdidos de verdad. Convencidos que nuestra mala compra nos haría viajar muy, pero muy mal, conseguimos copiar de otros compañeros de viaje unas cuantas referencias en nuestra libreta de notas y apuntamos como tarea urgente comprar una guía que nos guíe en serio. Haciendo apología a la Lonely Planet -y ya nos gustaría que nos patrocinen el espacio- quedamos convencidos que hasta ahora no se ha inventado un mejor manual para viajar y que hasta una copia -no tan mal hecha por suerte- no nos vendría mal. Contribuimos con la piratería sin cargo de conciencia y tiramos el otro ejemplar. Más tarde sabríamos que Viet'Nam es el país con las cifras más altas de piratería en el mundo y que habíamos sumado a su record un número más. Con facilidad aclaramos el camino a seguir y definimos nuestros siguientes pasos hacia la Cochinchina. Por su forma alargada tampoco habían muchas rutas qué tomar -de norte a sur o de sur a norte-, así que después de un primer encuentro cercano con Ho Chi Minh y la capital de un país que nos marcó la vida -y no es exageración-, acertamos en regalarnos el capricho de dormir un par de noches en una antigua embarcación de madera en el -mal llamado- Mar del sur de China. Rodeados de casi 2000 islas maravillosas nadamos, remamos y exploramos una de las 7 maravillas naturales del mundo, la Bahía de HaLong -que suena mucho mejor en inglés-: HaLong Bay.
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Paso sin mucha Amistad
Desde la ventana del tren que nos lleva a Viet'Nam, el sol acribilla incluso dentro del vagón con A/C. Por aquí han pasado comerciantes expertos en vender LoQueSea aprovechando el aburrimiento de los viajeros y han ofrecido, al punto de convencer a varios, hasta los objetos más innecesarios convertidos en necesidad. Toallas súper absorbentes sometidas con éxito a difíciles pruebas de agua, filtros anti nicotina para los chinos en quiebra, cepillos de dientes con ingeniería master-daster acompañados de pasta dentífrica para combatir las manchas más antiestéticas, lápices portaminas con varias minas irrompibles –cosa extraña si las minas no se rompen- y hasta juegos metálicos de lógica repartidos por las mesas, como para invitar a pasar el tiempo y de paso enganchar a los más cabezones y porfiados del vagón. A punta de choclos recién hervidos, sopas ramen en balde y frutas chinas de estación compartidas con los compañeros de asiento, entretuvimos nuestros estómagos mientras nos acercamos al Paso de la Amistad, nombre que le pusieron a la frontera que cerraron durante décadas pero que hace unos años, tanto chinos como vietnamitas, decidieron reabrir en pro del buen intercambio comercial, aunque la amistad aun esté en entredicho. Sin pistolas a la vista, con el único inconveniente de que el policía de frontera no había oído jamás el nombre de nuestro país, entramos caminando una calurosa y húmeda mañana a la República Socialista de Viet’Nam, el país que pese a haber vencido, tras sangrientas guerras, a las potencias más grandes de estos tiempos: EEUU, Francia y China, poco o nada sabe sobre nuestro Perú.
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Zài jiàn Zhongguo / Adiós China
Finalmente dejamos China. No porque queríamos sino porque nuestras cinco semanas en ese país se terminaron. Y se terminaron rápidamente. Aunque ampliamos nuestra visa por unos días para poder llegar a la frontera sin tanta prisa, el tiempo se nos hizo agua y conocer el Gigante a fondo quedó como una tarea, diría yo, de titanes.
Este video muestra lo que es China -Zhongguo- por dentro. Hasta en los barrios más ostentosos, siempre habrá una calle al estilo Nanning asomándose por allí. Con toda su desigualdad, con toda sus realidades plagadas de informalidad.
Adiós China. Hasta la próxima.
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De andenes y de pelos chinos
Para llegar a Longji, se viaja durante dos horas desde Guilín -una de las ciudades grandes que hay al sur del país- para ver las terrazas de arroz más famosas de China. Fotografiadas en cualquier momento del día, en todas las épocas del año y de todos los ángulos, casi siempre las fotos son maravillosas y hay inagotables postales de esa zona. Diría yo que Longji -aunque no encontramos información en nuestra Lonely Planet- es uno de los orgullos nacionales de China.
En realidad, las terrazas son iguales que nuestros andenes. Cumplen la misma función, aunque las terrazas son más fotogénicas. Se trata de la adaptación inteligente a un terreno montañoso para las necesidades agrícolas de, en este caso, una antigua minoría, que hasta hoy, 700 años después, vive en el mismo lugar y se mantiene de la misma actividad económica.
Sin embargo, Longji es más que dominar el vértigo para contemplar desde la cima cómo por siglos una geografía incómoda ha servido a esta minoría. Longji, es también conocer a las mujeres Yao, las valientes domadoras de estas montañas, que entre su vestimenta -un tanto andina-, la agilidad con la que caminan por los bordes de las terrazas y esos peculiares peinados que esconden metros de pelo, los andenes quedan preciosos como un telón de fondo único y muy chino.
La costumbre de las Yao es llevar metros de pelo encima. Todo el pelo que les ha crecido desde que nacieron y, en la medida de lo posible, largo hasta el suelo. La tradición es cortarse el pelo por primera vez cuando se convierten en mujeres -entre los 13 y los 18 años. Ese mechón lo guarda la abuela hasta el día de la boda de su nieta, cuando le corta por segunda y última vez en su vida el pelo que le ha crecido. Supuestamente, el día del casamiento todas las partes de pelo, unidas, forman un peinado ornamental muy parecido al que llevarán por el resto de su vida. Ese peinado que algunas, por la módica suma de 10 yuanes -un dólar-, se atreven a mostrar.
A veces, las mujeres Yao -las han visto quienes tienen suerte- se reúnen a los pies de las montañas y se lavan y peinan en el río, todas juntas, esas largas melenas. Dicen -los que han estado cerca- que es un espectáculo lleno de cantos y alegría.
A nosotros, la suerte nos llevó a tomar un té con ellas, a una de las casas de madera que han construido en la parte alta de la montaña y donde se reúnen en comunidad cada tarde, hombres a un lado y mujeres al otro. Me enseñaron a coser el detalle de unas telitas que se ponen sobre sus enormes moños - aunque luego descosieron mi parte-, y me invitaron deliciosas semillas de flor de lotto mientras conversábamos entre risas y señas. Nos entendimos bastante bien y, sin duda, fueron las chinas más simpáticas con las que conversé durante todo el viaje. Nuestra amistad cojeó por un momento cuando decidieron comparar el ancho de mis piernas con las suyas -¡cómo se reían!-, sin embargo todo mejoró cuando entendieron que las patiflacas eran ellas.
Aunque estan acostumbradas a los turistas y curiosos, una de las mujeres salió a despedirnos con más atención de la que esperábamos. Fue una despedida emocionante y muy cariñosa, de esas que continuan hasta que te pierden de vista. Tal vez fue en representación de las fantásticas mujeres de Longji. Tal vez lo hizo a título propio. En todo caso, fue un verdadero honor.
¡Larga vida para esta minoría llena de fuerza y energía!
Aquí algunas fotos de Longji
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Impression
Una de las recomendaciones básicas que nos hicieron cuando recién llegamos a China -exactamente en Xi'an-, fue ver, en Yangshuo casi en la frontera con Viet'Nam, la obra que presenta el director SanJie Liu, reconocido por su trabajo en la inauguración de Beijing 2008, con coloridas y multitudinarias coreografías de perfecta sincronía.
Sin embargo, no ibamos a ir, pues nuestro presupuesto de backpackers no encajaba con tremendo gasto, equivalente a tres noches de hotel. ¡Horror! Las lluvias en el sur del país también habían complicado la situación, pues al ser el escenario del espectáculo el río que atraviesa la ciudad, por exceso de caudal varias veces se había suspendido la función.
Una tarde, perdidos en el campo, encontramos entre las montañas de cuento unos cañones de luces enormes que apuntaban hacia arriba. De pronto el río apareció en su mejor ángulo y más allá otras montañas, también rodeadas de luces. Reconocimos las dimensiones del escenario, lo imaginamos de noche, todo iluminado de golpe y con cientos de personas actuando. No pudimos evitarlo, compramos los tickets y vimos Impression.
La historia contada en chino, no impidió comprender que la historia sucede en torno a la vida de los pescadores y agricultores de la zona, resaltando la cultura y el folklore de la región en todo momento. Por supuesto que la coordinación es al milímetro, sobre el río, es decir, sobre barquitas que mueven a los 600 actores -en su gran mayoría gente del campo- como si flotaran en el escenario, que es lo que en realidad hacen.
Mucho rojo, mucha armonía, muchas luces, música excepcional. Muy impresionante, de verdad.
Como suele suceder, no dejé de preguntarme ¿cómo no tenemos un espectáculo así en Perú, en uno de nuestros maravillosos escenarios naturales, con nuestra gente hermosa, con los colores de sus trajes típicos y con nuestros bailes y costumbres? Sería una parada obligatoria para todo turista, nacional e internacional. ¡Y podríamos cobrar un montón!
¿Algún SanJie peruano por allí?
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NI HAO China Rural
Por fin nos alejamos de las luces de neón y lo hicimos deslizándonos en un bamboo-boat hacia los primeros campos de arroz de China -y del Sudeste Asiático. Aunque en realidad el barco no era de bambú sino de tubos de PVC y el deslizamiento fue una competencia a motor entre botes llenos de turistas -¡el nuestro ganó!-, la sensación fue casi la misma, navegando a una buena velocidad sobre el río Li y entre montañas de impresión que no caben en fotos, y si caben no se les hacen justicia jamás. Son tan impresionantes esos muros de piedra y vegetación, que los billetes de 20 yuanes los muestran en su revés como un orgullo nacional, que definitivamente son.
Así se llega a Yangshuo, una ciudad tomada por viajeros hambrientos de naturaleza, que pasan días paseando en bicicleta por los arrozales y que no paran de explorar las distintas rutas montañosas hasta reinventar la típica foto del agricultor o agricultora, con sombrero cónico, dejándose la espalda en medio de los verdes campos.
Pero en Yangshuo no sólo se suspira cuando el viento peina las espigas como si las contara una a una, sino también si, como en nuestro caso, se vive con una familia china, en una especie de hostal pero a puerta cerrada.
La experiencia con la familia del Sr. Wei -chino de pura cepa que hasta perdió un dedo de niño en los arrozales- empieza cada día a las 8 de la mañana con clases de taichí en la calle -mientras su vecino, infaltable espectador, fuma y luce su estupenda pijama de dos cuerpos dorada. Luego, él mismo -el vecino no, sino el sr. Wei-, con ayuda de su esposa, alimenta a la tropa que pronto partirá a bicicletear o a caminar por los arrozales. Un desayuno con frutas de estación, miles de tostadas, mantequilla de maní y té chino. A las 6 en punto de la tarde, la mesa, para los hambrientos aventureros, estará servida con toda clase de deli-platillos sobre un "lazy susan" enorme que al terminar se vuelve el centro de una prolongada sobremesa de lo más variopinta.
Un día, después de ver cómo se preparaban los 15 platos que sirvieron esa noche, con ayuda del abuelo inclusive, el Sr. Wei -que es relativamente jóven pero le encanta que lo llamen Mister-, nos enseñó a escribir en chino. Clases de caligrafía con plumas, tinta china y papel de arroz. Descubrimos entonces, como se pronunciaban los nombres de nuestros países y de paso supimos que hasta ese momento ningún chino nos había entendido de donde veníamos. Pues Perú se dice Bi-luu, Canadá es Jánada, Francia es Fa-Guo, Inglaterra se dice In- Guo, Camboya es imposible de adivinar porque es Tiemposet y Chile es Chir-ly. Todo con esa cadencia en la última sílaba tan característica de las lenguas asiáticas, porque, sino, tampoco te entienden.
En fin, que nos quedamos 3 días más de lo pensado y aprovechamos para ver Impression, de Sanjie, el director de la inauguración de Beijing 2008. Un espectáculo en medio de las montañas y con 600 personas en escena, que hace pensar en las posibilidades que tienen países como Bi-Luu, con tanto potencial y arte.
Nos fuimos de Yangshuo con algo así como la bendición del Sr. Wei. Como si nos hubiera dado, con esa calma y parsimonia de maestro oriental, la aprobación para seguir nuestro camino. Y así seguimos.
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Por el sendero más peligroso del mundo
A Patrick, por impulsarme siempre a trepar alto.
Dicen que más de 100 personas mueren cada año subiendo la Montaña Hua, una de las cinco montañas sagradas del taoísmo. Dicen también que el gobierno chino oculta las cifras de sus muertos, como tantas cosas que oculta, sabe Dios por qué.
Nosotros subimos la montaña Hua. Trepamos unos siete kilómetros hacia arriba, durante unas ocho horas y lo hicimos practicamente sin comida y básicamente sin abrigo. Para más inri, lo hicimos de noche. Claro que nuestra hazaña nada tenía que ver con religión y muy poco con un trekking aventurero. Nuestra locura sucedió desde el desconocimiento absoluto, desde el atrevimiento que nace de la ignorancia. Y bueno, surgió también por una frase lapidaria que me lanzó Patrick, como buen hermano mayor que ya había visitado el lugar al que yo iba. ¡Tienes que trepar la montaña Hua, es alucinante, tienes que ir! Seguramente después de esa frase se olvidó de lo que había dicho, pero yo me lo tomé muy en serio e insistí, sin parar, para trepar la Montaña Hua.
El caso es que llegamos a las cinco de la tarde a la puerta por donde entran los escaladores. Nos habían recomendado comenzar antes de que caiga la noche para llegar a la cima al amanecer y como no sabíamos cómo era, hicimos caso. Rápidamente tuvimos compañeros de viaje, un par de chinos orates que la subían por segunda vez y que iban bien preparados con carpas, comida y abrigo.
Después de dos horas de caminata, estuve segura que Patrick no había trepado la bendita montaña, por lo menos no por ese camino. Alucinante no habría sido su descripción y estoy segura que me habría prevenido.
Yo ya arrastraba la lengua y los chicos que nos acompañaban aseguraban que todavía no había empezado lo difícil. Pasamos al lado de algunos puestos de comida. Se nos cruzaron algunos monjes en el camino. Vimos templos y también la primera puerta de cinco que había que cruzar. Según la leyenda, milenios atrás un dragón se había llevado a una princesa hasta la cima más alta. Invoqué al dragón agitadamente. Daba pena aunque no fuera princesa, pero igual no se apiadó de mi y hubo que seguir.
Un par de horas más tarde, cayó la noche y con ella llegaron las primeras cadenas de la montaña. En los senderos más escarpados, había que agarrarse de los eslabones más grandes -y fijos- con las dos manos, mientras los pies, ciegos, buscaban las pequeñas incisiones hechas en la piedra. Ayudados con linternas de minero y sudando la gota gorda, me arrepentí en voz alta de la excursión cuando de pronto apareció una inscripción en la piedra y en letras chinas. Según tradujeron nuestros amigos era un desafío: Si eres valiente continua por este sendero, si no lo eres, es tiempo de dar media vuelta.
El camino de regreso era bastante largo. Unas cuatro horas hacia abajo, por lo menos, y en el peor de los casos nos quedaban 4 horas más hacia arriba. Cuando estaba sacando cuentas entre mis fuerzas y las horas que tendría que bajar si seguía subiendo, a la vez que el mensaje chino retumbaba en mi cabeza, nos contaron que habían dos salidas al problema y entonces comprendimos todo. "A dos horas de aquí, en el pico norte -el más bajo de los cuatro que había que alcanzar- hay un refugio donde se puede pasar la noche. Además hasta allí también llega el teleférico. Pueden descansar unas horas y luego subir más para ver el amanecer". Nos convencieron en el acto, pero para mí su solución significaba mucho más que eso. Era la respuesta a un enigma que me había dado vueltas en la cabeza durante horas. Patrick había trepado si, pero lo había hecho en una cabina eléctrica y en quince minutos.
Subimos hasta nuestro refugio sin miedos ni preguntas. Nos despedimos de nuestros amigos que seguían hasta la cima más alta y compartimos habitacion con 6 chinos timberos y fumadores.
Nos despertamos a las cuatro y media de la madrugada. Subimos un par de cumbres más y el amanecer nos sorprendió sin mayor espectáculo. Bajamos ágilmente hasta el teleférico y de camino recordamos a Patrick, con mucho cariño claro. Procuré no recordar a su madre, o sea a mi madre, pues eso no hubiera tenido sentido alguno.
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Steve Jobs nos ha fallado
Somaticé mi desánimo. Mis músculos faciales se abandonaron a la depresión de quien se queda sin su brazo al mundo. La maldición del consumismo y su tiempo planificado de vida estaba irrumpiendo en medio de un hotel perdido en el sureste de China, a 20 horas en tren de cualquier solución posible y con las garantías vencidas. Ya sabía yo que Steve Jobs y su exclusivo invento no era merecedor de mi confianza durante un viaje tan largo. Ya sabía yo que tanta belleza no podía durar.
Cerca a los arrozales más espectaculares del mundo, una ciudad late aceleradamente y nosotros con un diccionario de imágenes bajo el brazo y mucha voluntad, buscábamos la solución 3b's para resucitar a la bonita de mi máquina. Las tiendas Apple solo tenían una respuesta: "Se tiene que cambiar la placa madre y el precio a pagar es de US$900."
Conseguimos entonces, a base de traducciones computarizadas del inglés al chino, que una despabilada muchacha nos dé las indicaciones para llegar a una especie de paraíso tecnológico -o la Av.Wilson de China-, en el tercer piso de un edificio oscurísimo, aun en construcción.
Conversamos con todos los que pudimos. Casi todo fue con señas y casi nadie decía convencido que lo intentaría, sólo un par de chinos con desarmadores enormes y pinta de carniceros más que de ingenieros. Habíamos perdido las esperanzas. De repente un chinito con cara de geniecillo se asomó a ver qué buscaban los foráneos, esos que tantas vueltas daban por ahí. Rápidamente abrió el google translate -y se abrió el cielo de paso- y durante unos cuarenta minutos, durante los cuales tocaba la laptop con manos de cirujano, nos explicó lo que haría. Confiamos en él. Le dejamos el trasto blanco con todas las esperanzas y nos despidió tecleando en chino algo que traducido al inglés decía: "I will do my best."
Cuando volvimos al día siguiente con tardanza nerviosa, Lui Yong: el mago, nos recibió sonriente. Me cogió de la mano y con emoción infantil señaló la máquina que nos esperaba encendida, como si nada le hubiera pasado nunca. Lo abrazamos y trajimos cervezas. Brindamos y nos invitó a su casa a comer con su familia. Les enseñamos fotos del viaje. Conversamos horas con traductores de por medio. Nos invitaron a quedarnos, no aceptamos.
Lui Yong y su esposa nos acompañaron a la puerta de nuestro hotel y nos despidieron diciéndonos: "I love You". Luego, nos dijo seguro que la portátil no iba a fallar otra vez.
Lamentablemente, un mes después falló.
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AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!!

Detesto el incumplimiento bloguero excusado en cowboyadas viajeras que por más atoro que causen, no evitan el silencio de semanas acumuladas en un cuaderno que, desordenadamente, guarda elucubraciones mentales que a veces no recuerdo tener, pero que aparecen -días después- inmortalizadas, esperando sin éxito hacerse eco fuera de su ensordecedor mundo rojo y rayado, Made in Taiwan.
Y detesto aun más, recordar cada día -varias veces casi siempre- que sigue pasando frente a mi una avalancha de imágenes, sensaciones, olores, gestos, sonidos, de un mundo completo, diferente y vibrante, tan amplio y lleno de detalles, imposibles de almacenar -en su totalidad- en esta débil memoria, que pese a las ayudas externas de dispositivos varios, tiende a borrar -o por lo menos ocultar- casi todo con el tiempo, o lo que es peor, tiende a asimilar con tal naturalidad lo nuevo e impresionante, que parece, con el pasar de los días, que ya no hay nada importante que contar.
Así que así. El inmediatismo es inminente y el retraso vergonzoso. No hay salida.
Desde Angkor en bicicleta -¡grande Camboya!-, movidos por una mágica tormenta de sensaciones que cura cualquier aburrimiento hacia la vida...¡Volvemos!
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No money no honey No chicken no curry No wife no life No toilet, no shower Full power 24 hours!
Tuc-tuc driver
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Puedo haber visitado la Muralla China, la famosa plaza de Tianan'men, el Mercado de la Seda -donde comerciantes chinas literalmente te convencen a jalones para que les compres algo-, y hasta los impresionantes Guerreros de Terracota -explorando cada uno de ellos-, pero nada me deja más boquiabierta que las chicas chinas con clara tendencia Animé que se pasean por las calles actuando timidez, disfrazadas con gasas que vuelan románticas al viento, mientras hacen equilibrio sobre insufribles taconazos. Las mismas que lucen orondas moretones de amor en el cuello que se dejan ver cuando los rulos falsos adornados de brillos son movidos detrás de sus hombros con practicada sensualidad. Poco les falta para cargar el perro de Paris Hilton en un brazo y mucho para pronunciar una sola palabra en inglés. Sin embargo su grado de Fashion Victims llega tan alto, que no dudan en usar gafas híper modernas SIN cristal a la vez que posan en cualquier esquina -sin sentido aparente- mientras hacen un yamuyvisto peace&love con los dedos.
Cualquiera diría que la foto en cuestión me hace escribir con el hígado y que la rabia me sale por los dedos, pero nada más lejos. Me consuela que hasta el fan #1 de la moda asíatica que aparece sobre estas líneas se vio desanimado después de tanta exageración. Y eso ya es mucho decir.
Poniéndonos serios, ese consumismo infrenable, esa necesidad de vestir cada día algo nuevo y de marca, donde los peinados lucen siempre de peluquería y las pieles de porcelana - a punta de cremas faciales blanqueadoras (valga la redundancia)-, eso es China en pleno 2011. El país comunista que ha activado su economía a costa de fabricar de todo y vender aún más, es una copia futurista de todo lo que occidente ha creado durante las últimas décadas -aunque rechazado en los últimos años- pero con obediencia oriental y exageración pueblerina.
Así, el país de las sopas Ramen, hoy ciega a punta de luces de neón a sus visitantes, mientras que pescados, mariscos y anfibios nadan en baldes en las puertas de los restaurantes frecuentados por elegantísimas mujeres en color pastel que compiten en delgadez con sus acompañantes, también modernos galanes que ostentan orgullosos sus barbas de un solo pelo.
Un país que vive en la cumbre de las potencias mundiales, mientras todavía se fuma en los ascensores y donde aseguran los estudiosos, que los jóvenes de ahora, prácticamente, no cuestionan la política de su país. No sorprende en absoluto, ya que queda claro que los jóvenes chinos estan muy entretenidos persiguiendo el último grito de la moda. Cualquiera que este sea.
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AutoBombo
Un aumento inesperado de seguidores en una de las redes sociales que Foncho nutre cada día con imágenes de nuestro viaje, nos dio la voz de alerta. Alguien había sabido reconocer el generoso talento que hace más de siete meses inspira casi de manera anónima a unos cuantos seguidores y lo había recomendado con nombre y apellido en un artículo para los más enterados de internet.
"@cholutions: viajero incansable alrededor del mundo, es increíble la cantidad de lugares que ha visitado".
Así comenzaba la lista donde se recomendaban las fotos de diez usuarios de #instagram en español, indispensables a seguir. Diez usuarios que armados sólo con un teléfono consiguen instantáneas difíciles de mejorar.
La galería de fotos completa de @cholutions se puede ver pinchando aquí o en la barra lateral de este blog, en Galería de Fotos.
De más está decir, que nos honra profundamente contar con tremendo artista en Más Allá de Tus Narices.
¡Felicitaciones!
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Sucedió en Bollywood
Y sucedió hace algunos meses, pero recién ha sido el estreno de "Thank You" fuera de la India.
Nos encontraron por la calle. Nos organizaron un día De Película. Y volvimos a la realidad con algunas rupias en el bolsillo, pero sobretodo con una experiencia bollywoodense que sorprendió más de la cuenta.
Aunque fue divertido, para tanta maravilla que se ve en pantallas, las instalaciones de la industria de cine más grande del mundo, puedo decir que se caen a pedazos. Estuvimos todo el día a la espera de una grabación que se realizó en no más de 15 minutos y al final de cuentas a algunos no se nos vio ni el pelo. Si quieren intentarlo, la escena completa de la película esta aquí.
Así es la vida del artista.
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De Internet y otros demonios chinos
Muy poco entiendo de los límites que pueden imponer los estados en cuestiones de internet, pero durante el tiempo que hemos estado en China navegar por la red ha sido un verdadero desastre. No se puede ver ni un solo blog -ni el nuestro, con lo cual nutrirlo ha sido una tarea muy difícil-, y tampoco se puede entrar en las redes sociales como YouTube o Facebook, ni Twitter.
En los hostales donde dormimos, han sido varios los intentos -con tanto freak que anda suelto por el mundo- de saltar la seguridad China y acceder a los portales que prohiben visitar. Para ello se usan VPNs (Virtual Private Networks- normalmente de pago), servidores proxy (con conexión limitada y que alertan que de haber entrado a esa página alguien debe estar siguiendo tus pasos) y páginas como tomatopeople.com o proxymice.com que con suerte logran una versión simplificada de los mensajes en Facebook, por poner un ejemplo. Ninguno de estos intentos permitieron seguir las elecciones peruanas en vivo, ni siquiera minuto a minuto, y subir los vídeos producidos por nosotros fue siempre imposible.
Y así es el control chino, incómodo e inapelable como en las dictaduras suele ser.
De todas maneras nosotros sólo somos visitantes. Sabíamos, gracias al vencimiento de nuestra visa, que saldríamos pronto y que nuestras libertades volverían -aunque Vietnam guarda un poco más de lo mismo. Sin embargo quienes viven en China sienten que la censura no tiene límites, qué no acabará nunca y quienes logran ver y contar lo que tanto pretende esconder el gobierno, han sido amenazados, desaparecidos o asustados.
Durante las Olimpiadas en Beijing, hace 3 años -podrán confirmar esto los enterados de la blogosfera- hubo muchos bloggers chinos que por unos meses sencillamente desaparecieron de la red (y tal vez hasta de sus casas). Dos meses antes de los Juegos y 2 meses después no se oyó de ellos ni una sola queja, ni una sola palabra. Eran comunicadores que el mundo esperaba escuchar durante esos meses en que la atención estaba puesta en el gigante asiático. Pero reinó el silencio. Hasta hoy no se sabe qué paso esos días.
Ni siquiera se pudo levantar la voz sobre las interminables injusticias cometidas en el Tíbet. China tiene a las potencias más grandes como socios estratégicos y como los negocios en estas épocas son tan importantes, nadie ha osado levantar polvo sobre un tema que le saca ronchas a los seguidores de Mao. Hoy por hoy, como turista, entrar en la región tibetana es una hazaña que cuesta un par de miles de dólares -por una semana/ por persona- y sólo se puede hacer mediante agencias oficiales de viajes que incluyen esos insoportables guías que pasean al visitante por dónde al gobierno se le antoja permitir. Así, del Tíbet se visitan unos pocos templos -los pocos que quedan en pie- y unas cuantas calles antiguas ya engullidas por el modernismo que caracteriza al resto de China. Un espanto siempre, pero mucho peor en medio de una ciudad tan mística, tan espiritual.
De todas formas, aunque se afine el olfato, las autoridades han logrado que estos atropellos sean casi imperceptibles en una visita de un mes o dos. China -desde sus grandes ciudades- parece un país en armonía, parece estar en perfecto orden. Aparte de ser ridículamente moderno y consumista hasta el hartazgo, se puede decir que las técnicas chinas funcionan tal y como ellos quieren, el país camina como lo tienen calculado.
La molestia de tener un acceso limitado a la red, al final de cuentas es sólo eso, una molestia. A ver como nos trata Vietnam.
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Terracota Warriors
Hubo un emperador en China, que se valió tanto de su ejército para lograr todo lo que hizo que, paralelamente a la unificación de todas las ciudades con una Gran Muralla y otros cambios en la historia de su país, esclavizó a miles de hombres para que fabricaran soldados de barro en tamaño real para que sigan luchando junto a él después de su muerte.
Cada uno de los ejemplares, en formación de batalla, fue colocado en largos pasadizos subterráneos, hace más de dos milenios, para esperar, silencioso, que le llegase la hora.
A cambio, un campesino de la zona que cavaba un pozo - en 1974- descubrió el escondite de miles de ellos, cerca de la gran tumba del emperador.
Los arqueólogos no daban crédito, por supuesto. Qin Shi Huang ya era conocido como uno de los fundadores de la historia de su país. Su tumba era escandalosa para la época, se dice que 100 ríos de mercurio la protegen por dentro de la tierra y se sabía que entre 300 y 700 mil hombres trabajaron en ella, pero el ejército terracota era una sorpresa que superaba cualquier delirio de grandeza. Su verdadera obra maestra. 7000 guerreros -casi todos armados aunque las lanzas, los arcos y las flechas de madera desaparecieron con el paso del tiempo. Los acompañan caballos, carrozas de bronce -que están en el museo al lado- y cada uno de los soldados es distinto del otro, en rango y en rasgos. Incluso cada uno de los peinados, cada uniforme, sus gestos y hasta las suelas de los zapatos de los que están arrodillados, difieren entre si.
Los chinos dicen sin dudar que esta es la octava maravilla del mundo.
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