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San Valentín
- Feliz san Valentín… gorda. –
- ¿…A quién llamas gorda? –
La kantonesa llevaba un rato observando a través de la puerta de la cocina a Mel, que estaba concentrado garabateando en un folio.
- Pues… a la gorda. Ya sabes… - Intentó gesticular con las manos a quién se refería, ante la confusa mirada de Ariel, sin demasiado éxito. – La… la rubia. Una que no conoces. –
- Ahá. Una rubia gorda… - La kantonesa se acercó a la mesa, inclinándose para ver el poema tardío de su compañero de piso. – No sé si la conozco, pero tienes una falta aquí… y este kanji está mal escrito… - Fue señalando con el índice - … y no creo que le vaya a gustar que la llames gorda. No es algo que les guste a las chicas, ¿sabes? –
- Ya… Bueno, al menos si la insulto, Alex se dignará a venir a partirme la cara. –
- ¿Alex? ¿Sigues con eso? –
El johtonés asintió con un resoplido cansado.
- No quiero que otro me la levante… ¿Y si acaba volviendo con su ex? –
- Euh… Pero eso es decisión suya. Además, ¿por qué te gusta siquiera? –
- Porque… es fuerte y está buenorra. No sé. –
- … eso suena a que sólo querías mojar. Iugh. – No pudo evitar arrugar la nariz al pensar en ello.
- … Joder, visto así parezco un degenerado. ¡Pero no es como si fuera detrás de CADA chica que veo…! –
- También ibas… como detrás de mí cuando nos conocimos. –
- Estás innegablemente buena. Pero eres bollo y lo asumo. –
- ¿Qué? –
- Salías con la yakuza, que era una pava, ¿no? –
- N-no… no funciona así. –
- ¿… no eres bollera? –
- ¿No? De todas formas, no me gustan las etiquetas… Digamos que… no me importa el género de la persona con la que salga si hay… sentimientos bonitos. –
- … ¿entonces no te gustan las tetas? –
- S-sí, me gustan. –
- ¿Y los rab-…? –
- ¡Calla! ¡No voy a hacer guarradas con nadie! ¡NO ESTOY PREPARADA! –
Antes de que el chico pudiera siquiera terminar la frase, Ariel ya se había encerrado en su cuarto, berreando algo sobre Miyabi.
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Un exeggcutor llamado Eggman.
Aquella mañana Mel estaba en su cuarto terminando de revisar su pequeño equipaje, meditando sobre si ya hacía el frío suficiente en Hoenn como para llevar chaqueta en aquella época del año, cuando pudo ver por el rabillo del ojo a su hermana pasando a hurtadillas por delante de la puerta.
- Oii, ¿dónde vas tan temprano, Pau? – Terminó de doblar la camiseta que tenía entre las manos, una de las que se compró con Alex, y se acercó a su hermana, que había dado un respingo al oír su nombre.
- ¿Yo? P-pues… ¡i-iba a sacar a Yasito! – Se apresuró en alcanzar la correa del can, que colgaba del pomo de la puerta de la entrada – Sí, eso. Íbamos a pasear. –
- Pero si... – Sacudió la cabeza. Aquello sonaba a excusa, pero ahora no tenía tiempo para ello. – Es igual. Dame un momento antes de salir, ¿quieres? Necesito hablar contigo. –
Pau, que ya temía la reprimenda por intentar salir de casa sin pedir permiso, ya estaba temblequeando en el sitio.
Mel entró en su cuarto, volviendo apenas unos minutos después con una fina carpeta entre las manos, y le hizo señas a la menor para que le siguiera. Ambos se sentaron en la mesa del salón, en la que solían comer entre semana, uno al lado del otro. El mayor abrió la carpeta y empezó a sacar lo que parecían formularios en teseliano.
- Sé que debería haberte preguntado, pero quería que fuese una sorpresa así que… ¡sorpresa! Encontré un sitio para que puedas estudiar… bueno, lo que quieras. Recuerdo que de peque querías ser enfermera, pero… well, llevo dos años sin verte y no sé si has cambiado de opinión. –
Pauline se quedó unos instantes en silencio, mirando con total incredulidad a su hermano, para después empezar a ojear los papeles.
- P-pero… esto es muy… es mucho dinero… –
- No te preocupes por eso. He… estado hablando con Madre, y parece que está dispuesta a darme algo de dinero. O prestarme, no sé. Sólo me ha dicho que si quiero algo que vaya a verla. –
- ¿Qué? N-no, no puedes ir… V-va… va a enfadarse mucho... –
El mayor posó la mano sobre el hombro de su hermana, en un intento de reconfortarla.
- No te preocupes, ¿vale? Lo peor que puede pasarme es que vuelva con las manos vacías. De todas formas… no parecía tan enfadada por teléfono. –
- ¿Y si intenta hacerte daño? ¿Y-y si no te deja volver? –
- Nah. Esas cosas no pasan, no estamos en una película teseliana de pokewood, duh. – Le dio un pequeño toque con el índice en la frente. – Además, que ni siquiera está en Johto. Hemos quedado en vernos en Hoenn, porque está de negocios y no sé qué…
¡AH! Antes de que se me olvide. Necesito que le eches un ojo a los oddish mientras estoy fuera, ¿vale? Te dejaré a Daisy para que te eche un cable. Aunque sólo estaré un par de días fuera, así que no creo que tengas que podarlos ni nada. –
Mel se pasó la siguiente media hora dejándole instrucciones sobre a quién llamar en caso de emergencia, cómo tenía que regar a los oddish y demás. Mientras tanto, ella parecía cada vez más nerviosa según pasaban los minutos, mirando el reloj de su gear cada poco.
- Onii-chan… –
- ¿Hm? –
- … no iba a sacar a pasear al perro. Había… había quedado… c-con un… amigo. –
- ¿Ah? –
- Y-y llego tarde… un poco… bastante… –
- … ay joder. ¡Vamos! Cálzate, que te acompaño o algo. – Ya estaba levantándose apresuradamente y cogiendo las zapatillas de ambos. - ¿Dónde has quedado? –
- E-en… la plaza. – Cogió las zapatillas que le pasaba su hermano, sacudió la cabeza y se apresuró en calzarse.
- AH, mierda, queda a tomar por culo. –
Aún con los cordones a medio atar, rebuscó en su bandolera, colgada del perchero de la entrada, y sacó la ball de su exeggcutor.
Mel se las apañó para que el pokémon usara teletransporte hasta la calle más cercana a la plaza, de tal manera que su hermana sólo tuviera que cruzar un paso de peatones hasta el lugar en el que había quedado. No quería avergonzarla delante de otros chavales, pero quería asegurarse de que llegara a tiempo al menos.
- Gracias, onii-chan~. – Dio un pequeño saltito para abrazar a su hermano, prácticamente susurrándole aquello, y cruzó la calle corriendo. El mayor se quedó observando cómo se marchaba la joven, sintiendo un agradable calor en el pecho.
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Tengo un proyecto, confía en mí
Sentado frente a un lujoso escritorio, un joven esperaba con cierto nerviosismo a que el hombre de bigote frondoso que se sentaba cómodamente en una especie de butaca al otro lado del escritorio terminara de leer los documentos que tenía entre las manos.
- Y dígame, señor Meloc… ¿para qué planea usar el dinero del crédito que solicita a nuestro banco? –
Era la quinta vez que escuchaba la misma pregunta en los últimos días, y aun así no podía evitar que nos nervios se apoderaran de él.
- Verá, mi hermana menor está en la edad de seguir estudiando. Y quisiera el dinero para poder pagarle la universidad… este año. –
El hombre volvió la vista a los documentos que tenía entre sus rechonchas manos, comprobando una y otra vez, con calma, que la tarjeta de entrenador que Mel había presentado como identificación no era falsa. Aunque más bien parecía que estuviera buscando algún minúsculo error en sus papeles, como quien corrige un crucigrama a medio hacer.
Mel aprovechó ese largo silencio para respirar profundamente, con disimulo, intentando calmarse. Había acudido a la cita con una camisa blanca, lo suficientemente tupida como para que no se transparentara y una corbata negra, unos vaqueros negros que le daban un aspecto informal y unos mocasines negros que le venían algo justos. A fin de cuentas, se los había prestado Ariel.
Las manecillas del imponente reloj que descansaba en la pared marcaron las doce del mediodía, y el banquero levantó la vista de sus papeles, como si ni siquiera recordara qué estaba haciendo hacía apenas unos instantes.
- Lo lamento, señor Meloc, pero… - empezó a decir el hombre, girando la muñeca para comprobar la hora en su carísimo reloj, casi dando la impresión de que estaba buscando una excusa para despachar con mayor rapidez al joven que tenía frente a él – me temo que sin un aval no podemos darle ningún crédito, ¿entiende? –
Ya era la quinta vez que oía esa misma respuesta. Las anteriores había replicado, pero no había conseguido nada. Suspiró con pesadez.
- ¿Está… totalmente seguro de que no me pueden financiar? Podría devolverles esa cantidad de dinero en… tres o cuatro años. –
- De ninguna manera. Sin un aval que nos asegure que su… pequeña floristería aguantará abierta en Porcelana… - el hombre se levantó de su asiento, emitiendo el característico quejido de quien sufre de dolor de espalda, y señaló la puerta de su despacho con un gesto de la mano – me temo que no puedo ayudarle. –
Sus nervios, que poco a poco se habían ido desvaneciendo, pronto fueron sustituidos por rabia al ver la facilidad con la que aquel hombre le señalaba la salida con esa falsa amabilidad. Rabia que debía leerse con facilidad cuando, al levantarse, apartó la silla con brusquedad y se dirigió a la puerta.
Miró durante unos instantes a aquel hombre, que buscaba a tientas de una manera muy mal disimulada el botón que daba la alarma a los guardias para que acudieran en su ayuda, pero no dijo nada, se limitó a coger aire y escupir, dejando un espeso gargajo sobre el suelo de moqueta, y cerrando con cuidado la puerta al salir.
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- ¿Hola? ¿Me podría pasar con Madame Meloc, por favor? Soy su hijo. […] Sí, espero. Gracias. –
Apoyado en la mampara de una cabina telefónica, Mel estaba intentando recurrir a su último recurso. Tras casi dos años sin dirigirle la palabra, le resultaba incluso humillante rebajarse a contactar con ella de este modo.
- Vaya, el hijo pródigo ha decidido dignarse a dar señales de vida. –
- Sí, bueno, es que… –
- Y seguro que quieres dinero. –
- Vaya, me lees como un libro abierto, Madre. –
- Y déjame adivinar… ya no puedes seguir vendiendo tu cuerpo… -
- Madre, no diga es-… -
- Porque siempre fuiste un niño feo y nadie te quiere. –
- No tiene nada que ve-… -
- Seguro que las drogas han hecho mella en ti. ¿Conservas tus extremidades? –
- ¡MADRE! –
Se escuchó una risa al otro lado del teléfono. La mujer había conseguido sacar de quicio a su retoño, cuyo rostro había empezado a enrojecer.
- Escucha, el dinero no es para mí, es para Pauline. Te acuerdas de que tenías otra hija, ¿no? –
La risa paró en seco, y Mel aprovechó el repentino silencio para explicarse.
- Bueno, la cosa es que he estado buscando una academia, pero mi sueldo no llega para poder pagarle la matrícula. No al menos hasta dentro de dos o tres años. Así que… como en el banco no quieren darme ningún crédito, pensé… en recurrir a mi muy querida Madre, a la cual adoro y no dudo en que me echaría una mano si realmente lo necesitara. –
Mel se tapó la boca con la mano libre, reprimiendo la arcada que le había provocado hacerle la pelota así a su madre. Si la tuviera frente a él quizás no sería capaz de aguantar el tipo.
- No sé, hijo… - respondió, tras unos segundos de silencio – Es algo demasiado importante como para hablarlo por teléfono. Muy frío… ¿Qué te parece si venís a visitarme y lo hablamos tranquilamente junto a un par de tazas de té? ¿Hm? –
Mel se tomó unos instantes para pensárselo, aunque sabía que no podía negarse.
- Claro, Madre. ¿Sigues viviendo en Iris? –
- No no, estoy de viaje en Hoenn, ya sabes, negocios. Dime tu número de cuenta para poder pasarte algo de dinero para los billetes. –
- Ah sí, claro, apunta… - recitó los números, colgando no mucho después, tras despedirse de su madre.
Con paso firme salió de la cabina y se dirigió a la parada de bus más cercana, saliendo de Fayenza en el siguiente bus.
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Mudanza 2/2
- ¿Ya podemos tener un kotatsu? –
Pauline estaba sentada en una de las sillas de la mesa del comedor, mirando cómo Ariel y Cherry intentaban meter un colchón viejo en el cuarto que iba a compartir con su hermano. Mientras tanto, Mel estaba sentado a su lado, mirando con pánico al pequeño growlithe que olisqueaba la alfombra nueva que había traído el chico.
- N-no la toques… nonono… -
La pequeña se giró hacia su hermano, con intención de repetir su pregunta, pero al verle de nuevo en su bucle de pánico decidió levantarse para acercarse a su nueva habitación. Mas al asomarse no pudo evitar arquear una ceja ante la escena.
- Bueno, pues al final ha entrado… Ya pensabas que no podríamos meter el colchón, ¿eh? – Ariel parecía estar dirigiéndose a la charizard que le había ayudado a cargar con el mueble, e incluso el pokémon parecía responderle.
- ¿Ariel-san? ¿Estás… ocupada? – La pequeña le dedicó una leve reverencia tras entrar al cuarto. – No quería… interrumpirte con tu… monólogo… -
- ¡Ah! No te preocupes, estaba hablando con Cherry. ¡Decía que dejáramos en colchón en el comedor! ¿Te lo puedes creer? –
La dragona pareció reírse, como si comprendiera la conversación, y salió del cuarto. La cara de Pauline en este punto era un cuadro.
- ¿Qué? ¿En Johto no habláis con los pokémon? – Sin darle mucha importancia, Ariel sacó sábanas del armario y empezó a colocarlas sobre el colchón.
- No… no de esa manera. Es decir, no responden. – Pauline se apresuró en ayudar a la mayor a hacer las camas. – Es asombroso, casi parece que te entienda. –
- Porque me entiende, duh. ¿Tu blissey no te entiende cuando le hablas? –
- Sí, pero… le entrené para ello. Responde ante ciertas palabras y gestos, órdenes simples… -
- ¡Ah! Pero yo no entrené a Cherry. Osea, la enseñamos a leer y eso, pero era de mi madre. –
- ¿Y por qué no sigue entrenándolo ella? ¿Te lo prestó… para conseguir medallas? –
La mayor negó con la cabeza, tomándose unos instantes para coger aire.
- Murió cuando yo tenía doce. Y ahora tengo veinticinco, así que… hace trece años. – Y continuó estirando las sábanas, como si nada. – Como Yasito y Cherry no tenían “entrenador” al irse mamá… decidimos que nos cuidaríamos entre nosotros. Vale, no, Yasito no es tan listo como un humano, es tonti como… bueno, un perrito. Y tiene cataratas, así que ten cuidado cuando vayas por el salón, ¿vale? Osea, para que no le pises, que no te puede esquivar. –
A Pauline se le resbalaron las sábanas entre los dedos, quedándose en shock durante unos segundos.
- Y-yo… lo siento… -
- ¡No te preocupes! Ahora Cherry hace las veces de mamá, dijo que quería… ¿terminar lo que ella empezó? O algo así. –
- P-pero… -
- No es como si no echara de menos a mamá, pero… sé que ella no querría que me quedara llorándola eternamente. ¡Tengo que salir adelante! – La mayor alzó los bracitos al terminar de estirar las sábanas, casi triunfal, para después buscar la almohada con la mirada. - ¿Habéis traído almohada o algo? Asumo que Mel dormirá aquí, porque… bueno, huele a chico. Es un colchón suciete. –
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Mientras tanto, Cherry y Mel estaban manteniendo un duelo de miradas, el uno porque estaba demasiado aterrado como para moverse, y la otra simplemente porque pensaba que era alguna especie de saludo.
- N-no me quemes… - Murmuró Mel, a un tris de echarse a llorar.
La dragona ladeó la cabeza, entre divertida y curiosa por su reacción. A pesar de su corta estatura, era bastante más corpulenta que un humano, y eso le había causado más de un problema al intentar pasar como otro humano, o al menos eso era lo que creía. Al ver que el chico empezaba a sollozar, dejó escapar un suspiro, negando con la cabeza. Cogió una de las esquinas de su delantal y la acercó hasta la cara del pelivioleta, secándole los lagrimones que habían empezado a rodar por sus mejillas. Antes de que el joven pudiera darse cuenta, la dragona ya se había escabullido a la cocina, momento en el que por fin logró respirar tranquilo.
- ¡Meeeeel…! ¿Dónde has puesto tu almohada? – Ariel se asomó al salón, buscando con la mirada al chico.
- Euhh… no tengo almohada. Traje… cojines… -
En cuanto se giró para buscar los mencionados cojines, se le escapó un pequeño chillido al ver al growlithe de Ariel revolcándose sobre éstos, que había dejado descuidados en el suelo junto a su alfombra.
- ¡Yasito! ¿Te gustan los cojines de Mel? ¿Huelen bien? –
El can dejó escapar un “woof”, alzando la cabecilla hacia donde creía que estaba su entrenadora, la cual lo alzó con facilidad, entre risillas.
- Perdona Mel, es que le gusta olisquear cosas nuevas… como todos los perretes, vaya. Por suerte este granujilla es tan viejito que ni se acuerda de cómo usar ascuas, ¿verdad Yasito bonito? – La joven puso al perrete contra el suelo, tumbándolo bocarriba, para rascarle la pancita mientras le hacía carantoñas.
Ya más tranquilo, el chico se levantó para recoger sus cosas del suelo, momento en el cual Cherry le trajo una taza de té, dedicándole lo que ella creía que era una sonrisa amable. Sonrisa que Mel interpretó como un gruñido amenazador.
Tras un chillido para nada masculino, se apresuró en recoger sus cosas del suelo y encerrarse en su cuarto.
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Mudanza 1/2
- … así que por eso no podemos tener un kotatsu. ¿Me estás escuchando? – - ¿Eh? Claro, onisan… No tenemos dinero. –
Mel y Pauline estaban sentados en el salón del pequeño apartamento del mayor. Él había colocado algunas cajas para que hicieran las veces de mesa, y ella había preparado té.
- Oye, Pau… ¿Estás enfadada conmigo? –
- ¿Ah? ¿Por qué iba a estarlo? –
- Ya sabes, por dejarte con madre cuando… - Al mayor le costaba simplemente hablar de ello, por lo que en aquel momento ni siquiera era capaz de mirar a su hermana, que llevaba un rato distraída, garabateando en un cuaderno.
- ¿Has hablado ya con Ariel-san? ¿Y con el casero? –
- ¿Qué? –
- Estás pagando demasiado por este piso, y el alquiler ni siquiera incluye agua y luz. Eso por no hablar de que la cama está apoyada sobre ladrillos. ¿Dónde están los muebles? –
- Ah, sobre eso… me dijeron que era una costumbre de aquí. Hospitalidad teseliana. –
- ¿Y te dieron sólo un colchón? –
- … no, el colchón lo compré yo. Me dolía la espalda de dormir en la alfombra. –
- Vale, eso explica… cosas. – Pauline cerró su cuaderno con un golpe seco y el ceño fruncido. Tras dar un último sorbo a su taza de té, se levantó y se dirigió a la entrada, con su cuaderno bajo el brazo.
- ¡Oye! ¿A dónde vas? Ya oíste a Alex, es peligroso salir sola… - A pesar de ello, no se levantó para frenar a su hermana, sabiendo que perfectamente que podía valerse por sí misma mucho mejor que él.
- No te preocupes, no saldré del edificio. El casero… vive justo encima, ¿verdad? – Señaló el techo, a lo que Mel simplemente asintió. Y la joven salió del apartamento sin más preámbulos.
Cerca de una hora después, la cual Mel había dedicado a terminar de empaquetar sus cosas, Pauline volvió al apartamento, con un grueso sobre entre las manos.
- Casero-san ha decidido devolvernos el dinero que has pagado de más… y no tiene ningún problema en que dejemos el piso. Todo esto a cambio de que no informemos a las autoridades, claro. Pero, aunque ha sido muy amable, estoy segura de que no va a cumplir con su parte. Así que deberíamos irnos… - Hace el gesto de mirar un reloj imaginario en su muñeca desnuda - … lo más pronto posible. No me sorprendería que fuera él quien nos denunciara a las autoridades acusándonos de ocupación. –
- ¿…qué? –
- Que te han engañado como un bobo. Y como somos extranjeros seguramente no duden en ejercer su derecho de… sacarnos violentamente de aquí. –
El pelivioleta se apresuró en recoger lo poco que quedaba, impresionado y asustado a partes iguales, tanto por las dotes sociales de su hermana como por la situación.
Un par de horas después, ya de noche, estaban llamando a la puerta del apartamento de Ariel.
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Un día cualquiera
Un día cualquiera, a media tarde, Mel recibió una llamada al gear. Estaba de rodillas, cambiándoles la tierra de los tiestos a sus oddish, así que acabó respondiendo a la llamada poniéndola en manos libres.
- Hey. Espero que no me llames por algo importante. – dejó escapar una risa, con tierra hasta los codos.
- ¿Qué? ¿Te pillo liadillo? – al otro lado del gear sonaba la voz de su compañera de academia, a la que no veía desde hacía semanas.
- Nah, estaba… con cosas de plantas. – coge a uno de los oddish que correteaba por el salón y lo deja sobre la tierra. – Dime.
- Uhh… sólo quería contarte cuchicheos… ¿Y merendar? Creo que queda helado en casa. –
- Nah, no puedo salir hoy. El curro me tiene un poco liado. –
- ¿Curro? Pensé que estabas estudiando… ¡Ah! ¿Aprobaste los exámenes finales? –
- Que va, estaban jodidos. Ahora ando en algo… un negocio con una amiga. –
- Uuuuuh, ¿tienes un ligue nuevo? Espera, ¿no eres gay? –
Mel se echó a reír como única respuesta, tardando algunos segundos en responder.
- Dos semanas fuera y ya me cambias de acera… Anda, vente y charlamos. Pero no traigas al growlithe, que me jode los tiestos. –
Cerca de una hora más tarde, Ariel y Mel estaban en el salón del pequeño apartamento de éste, sentados en el suelo sobre cojines. - … necesitas un sofá con urgencia. – dijo la chica, con el ceño fruncido.
- Nah, eres la primera visita que recibo desde que me mudé. Ya conseguiré una silla o algo para cuando vengas. Además, desde el sofá no podrías hacer esto. – deja sobre el regazo de la chica media docena de oddish, que dan saltitos sobre ella. La chica suelta un chillidito y les dedida algunos mimos.
- Vale, por partes. Uno, no soy gay, camino por medio de la calle, que es más cómodo. – le guiña un ojo a su compañera, apartando la mirada rápidamente. – y dos… curro criando oddish. Ya imaginas para qué. – señala uno de los oddish que dormita en su macetero, cuyas hojas han sido recortadas hace relativamente poco.
- Awwwn… ¡Rehabilitas pokémon huerfanitos! –
- …no exactamente. De todas formas, ¿qué me ibas a contar tú? –
- Ah, sí. ¡Me ha pasado algo super genial! – se lleva las manos a las mejillas, ilusionada. - ¡Tengo pareja! –
Mel aún tarda unos instantes en responder. Esa pequeña noticia le ha dado un vuelco al estómago, palideciendo ligeramente.
- Errr… V-vaya, qué… qué bien, ¿no? –
- Ouhh… No te desanimes, pronto… ¿encontrarás a alguien? – la chica le dio un par de palmaditas en la espalda, en un intento de consolarle.
- No joder, es que… Agh, pensé que eras bollera o algo así. Osea, que no está mal, pero… eso me apartaba del camino, ¿sabes? –
Y ahora es cuando Ariel se quedó sin palabras.
- B-bueno, técnicamente… estoy saliendo con una chica. ESPERA… ¿Yo… te gustaba… a ti? ¿Al popu de la academia? –
- Bueeeeno… Tampoco soy tan popular… - esquiva el tema como buenamente puede.
- Pero si siempre venían de otras academias a verte en el patio… -
- Ariel. Que me dedico a vender oddish. Vienen para eso. –
- […] Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah… Ahora tiene sentido… -
- Bueno, ¿y quién es la afortunada? –
- ¡Se llama Miyabi! Y-y es de Johto, así que hablamos en kantonés y es super guay y fuertota y-y-y-y… -
- Foto o no es real. –
- Noooooo… Si te lo enseño me la vas a quitar. –
- Uy sí, seguro que me hace caso. –
- Ya sé, yo te enseño la foto de Mii… y tú me enseñas la de tu amiga, ¿vale? –
- …pero si no tengo fotos de ella. –
- ¿No la sigues en ninguna red social o qué? Al menos dime su twooter. -
- Ah sí, calla, creo que tiene de eso. –
- Parece mentira que estudies programación, duh. –
- Calla, el desarrollo web es la polla. – le pasa su gear, con el perfil de la red social de turno de Alex en pantalla. Ariel se queda boquiabierta al verla.
- Mel. Oye Mel. –
- Qué. No te la voy a cambiar por la tuya, ¿eh? Me ponen mazo las rubias – ríe, bromeando, y hace amago de coger el gear de la pelimorada, que lo ha dejado sobre su regazo.
- ¡Que yo a esta la conozco! Es la… mejor amiga de mi compi de piso. Ex compi de piso. No sabía que también le iban los chicos… -
- Espera, ¿qué? ¿La conoces? ¿Conoces a sus colegas? Tienes que juntarme con ellos, así en plan casual. Aunque tienen pinta de ser normies. ¿Son normies? ¿Qué cosas le gustan? ¿La has visto en pijama? – Ariel arqueó una ceja ante la última pregunta. – Oye, no me mires así. ¿Es que ya no se hace eso de las pijamadas?
- Pues… la última vez que la vi estaba saliendo del cuarto de Co, con resaca. Hace como… ¿tres meses? ¿dos? No sé, antes de salir con Candy. –
- ¿Quién es Co? ¿Y Candy? Espera, esa me suena. Es tutuber de esas, ¿no? –
- Co… Corey era mi compi de piso, se fue hace tres semanas o así porque es idiota. – la joven hinchó los mofletes al recordarlo, enfurruñada. – Pero bueno, la sigo viendo en el curro, es una de las porteras. La del pelito negro con cara de matar gente, la que es más bajita.
… la otra es mi novia. – La expresión le cambió completamente al pensar en Miyabi, dejando escapar una sonrisa boba.
- … pero si en ese local sólo hay dos maromos en la puerta. Uno con pintas de yakuza y otro que parece sacado de un videojuego yanqui. –
- Nooooo. Son chicas. Pero tienen el pecho muy pequeño, por eso parecen chicos. Estás muy anticuado, ¿eh? –
Mel se inclinó hacia atrás, dejando escapar un suspiro. Qué pequeño y confuso era su pequeño mundo de repente.
Estaba inmerso en sus pensamientos, ordenando nuevas ideas, cuando la vocecilla de Ariel le devolvió a la realidad.
- ¿Y cuándo vas a volver a quedar con tu amiga? Te puedo dejar la habitación de Co si necesitas intimidad… porque supongo que no querrás que vea... – la joven miró a su alrededor, el frío suelo de mármol tenía manchas de tierra allá hasta donde alcanzaba la vista, y pequeños montones de ropa sucia se acumulaban bajo la única mesa del salón. – …tu palacio, ¿no? -
- ¿Qué tiene de malo? Sólo tengo que pasar la mopa un poco. –
- ¡Pero si no tienes ni un sofá! –
- No lo necesito, ya tengo la cama para dorm…-
- ¿¿Y dónde vais a besuquearos?? –
De repente se le subieron los colores, como si no hubiera contemplado la posibilidad.
- Errr… n-no, bueno, yo… -
- ¿Qué pasa? ¿No te gusta? –
- ¡Claro que me gusta! Pero yo… joder, que soy un mindundi. –
- De eso nada, eres un fucking desarrollador web, ¡hazte valer! – le dio un toquecito en el hombro con el puñito – Y cómprate un sofá, que pareces pobre. -
- Ariel, soy pobre, duh. –
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