Tumgik
mesax2 · 11 years
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mesax2 · 11 years
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Muchacho kirchnerista
Salí con un chico de la JP. ¿Sushi o tradicional?, me preguntó cuando subí al Renault gris y encaró para Palermo. Entramos a un lugar de pastas palermitaliano entre cool y desprolijo El pibe que atendía la mesa --es mucho llamarlo mozo-- tenía los pelos teñidos de rojo. Pedimos tinto chocamos las copas sonaba de fondo un cover en vivo de Floyd. Gran parte de la noche se habló de política, claro me contó la historia de su militancia nacionalista. Habló de los pibes de Consti que duermen en la calle de la biblioteca popular de las ventajas del modelo con inclusión social. Citó a Gramsci y a Schopenhauer mientras fumaba un cigarrillo tras otro usó mucho la expresión “el tejido social”. Justificó los personalismos con datos históricos. San Martín, Rosas, Perón y Menem Yo comía helado de dulce de leche. Ay, chico militante de los cuadros de Cristina, ¿qué te pasa que no podés conversar de otra cosa? ¿Que si te hablo de The Cure en Alemania lo relacionás enseguida con Kiss y con Mauricio? ¿Por qué no te podés concentrar en los sorrentinos caprese? Y hablar de comidas favoritas de vacaciones de libros de discos. Los viernes a la noche no se hicieron para debates sociopolíticos. ¿En qué lugar te dejará la historia chico de la JP que te sumaste a la lucha después de los 30? Ay chico de la JP recibido en universidad privada, ¿por qué la militancia invade esta noche primaveral que es nuestra y nos deja desunidos y desorganizados? Chico de la JP mejor invitame un trago vayamos a pasear por las calles de Colegiales que huelen a tilo llevame a un lugar donde no importen ni Clarín ni Cristina inventemos nuestro propio relato hagamos justicia social con nuestras soledades redistribuyamos el amor que lo demás son detalles.
(Una colaboración de Debi Mazzola @NadaMasPreciado)
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mesax2 · 11 years
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Fue
No tengo estadísticas (mentira, sí tengo, nunca las publicaría), pero creo que en el lugar donde mejor me fue fue en Levitar. No sé ni cuándo fui la primera vez. Ahí la llevé a M., que no funcionó. Yo era joven e inexperto, todavía tomaba cerveza había elegido mal los sillones y sobre todo la había elegido mal a M. Lo mismo con C., pésima elección. También fui con J. en un after del after al que la arrastré de los pelos, a ella y su amiga, para mentirle y ganarle por cansancio hasta que dijera que sí, que íbamos a casa, pero a dormir, eh, sólo a dormir. Íbamos seguido con M., otra M. cuando yo no sabía lo que era una buena barra (ella no me había enseñado) y tampoco sabía que gracias a eso íbamos a terminar siendo novios y alcohólicos. La pasé muy bien ahí con unas amigas (pero *amigas* amigas) una noche que me perdía en los baños y me quiso levantar una moza, creo no me acuerdo de casi nada y ya eran como las ocho de la mañana. La vez que mejor me fue, lejos, fue con M. otra distinta a las dos anteriores. (o capaz era la misma) Ella no hablaba una palabra de español. (Yo tampoco) Pero estaba tan buena que no me importaba nada y decía cualquier cosa con tal de que me diera un beso. Cuando se fue al baño unos cinco pibes que estaban parados cerca la miraron a ella me miraron a mí la miraron a ella me miraron a mí hasta que les expliqué que yo tampoco entendía por qué me estaba dando bola.
(Una colaboración de Facundo Falduto @elfaco)
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mesax2 · 11 years
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Un dos tres va
Llevé a tres chicos a dadá tres dos uno uno es alto y moreno otro se quería casar y el tercero habló en portugés se hizo el lindo me sacó a bailar ese es el que más me gusta.
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mesax2 · 11 years
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We'll always have Paris.
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mesax2 · 12 years
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Para cuando todavía quede tiempo
Algún día entrá en el kiosco de Santa Fé y Suipacha a las tres de la mañana comprá un paquete de fideos tocá timbre en el edificio de arriba en el noveno piso A que te reciba con ganas que prenda la ducha si es que bailaste en patas que te las lave con jabón se meta con vos un rato hasta que los dedos estén arrugados ahí se puede salir del agua tirar un colchón en el suelo una sola plaza para dos vos ponete una remera grande quedate en bombacha acostate quedate en tu lugar con vista a la cocina americana dejá hacer con poco coman mirando la tele un televisor grande así pueden escuchar bien mirar videos de Thom Yorke de Lou Reed o ver a las bailarinas de Marcelo Tinelli que sea ese el menú durante algún tiempo anterior al sushi y al desengaño como para quedarse con esa idea de ustedes
 un paquete de fideos 
una cebolla, un morrón 
y que nunca falte crema.
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mesax2 · 12 years
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Me invitó a salir
acepto de una o me hago la difícil? si me dice de vernos en la semana es de trampa? y si me dice fin de semana no tiene amigos? dónde iremos? si sugiere que elija yo? uno que me guste o uno barato? qué me pongo? tacos si/no? si me pongo tacos, doy gato? y si es petizo? encaje o algodón? me depilo todo? le gustará peladita? y si quedo de 8? y si él es pelado? si me viene? producida o casual? vestido o jean? pastillas o chicles de menta? quiero que me busque? y si me dice de encontrarnos en el lugar me va a molestar? me hago la linda y llego tarde? *obvio* si se pone camisa es que le importo? y si la camisa es negra? *finísimo* qué pido? si es algo caro lo espanto? hablo mucho o me hago la misteriosa? si hablamos de hijos me hago la canchera? le digo que no quiero? le digo que si? lo espanto? y si me habla de la ex? y si es un rata y no paga? vamos a medias? *las bolas* saco la billetera o no? se notará el enojo en la cara? y si es lento? y no me encaja un beso? y si me pregunta si me puede dar un beso? *si* lo invito a subir? si no tiene forros? tengo en casa? le digo que tengo o es de trola? le toco el bulto o es de trola? y si tiene micropene? y si la tiene gorda? corta? doblada? y si no se le para? y si me dice que la pasó muy bien? cuando te dice que la pasó bien no llama más? y si no llama más? y si no le gusto?
(Con la colaboración de Milagros Bermúdez)
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mesax2 · 12 years
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Qué, cómo, dónde, cuándo
A dónde la invito? Vamos a cenar, o a almorzar o a tomar un café? Un lugar caro o no tan caro? Le digo de un viernes o mejor un miércoles o un jueves? La paso a buscar o nos encontramos ahí? Qué me pongo?  Camisa o remera? Si me pongo camisa será demasiado formal? Si es remera, blanca básica? Zapatos o zapatillas?  Me afeito? Me pongo perfume? Llevo forros? O es mala suerte? Llego puntual o algunos minutos tarde? Si llego tarde le pido disculpas? Le digo que está muy linda? Hago algún comentario sobre su ropa? Sobre sus zapatos? Llevo chicles? O pastillas? Si le ofrezco pensará que le quiero decir que tiene mal aliento? Le sugiero qué pedir o la dejo que se tome su tiempo? El vino lo elijo yo sin preguntar o le pregunto? Hago algún comentario del vino o queda pedante? Quién lo prueba? Cuántos chistes hago? Me hago el canchero o más bien serio? Apoyo los codos sobre la mesa? De qué empezamos a hablar?  Le pido “contame un poco de vos”? Le pregunto de la familia o de los amigos, o de las dos cosas? Del trabajo? De cine o de música? La dejo hablar todo el tiempo? Hablamos de política? Y si nunca estamos de acuerdo? Le digo que tiene razón o discuto? Le pido probar su plato? Hablo mucho de mí? Y si parezco un denso?  Y si se estanca la conversación? Hago chistes sobre mí mismo? Menciono o no menciono a alguna ex novia? Encuentro alguna excusa para tocarle la mano? Me levanto para ir al baño? Y si no quiere compartir el postre? Invito yo? Si no me deja invitarla? Cuánta propina dejo? Y si nos emborrachamos? La invito a mi casa? Insisto si dice que no? Y si dice que está cansada? Y si no quiere que la acompañe a su casa? Si no pone música significa algo? Y si estoy nervioso? Queda tierno decirlo? Queda bien quedar tierno? Si tiene un gato o un perro? Si no tiene? Si me ofrece un café? Y si no sé qué decir? Y si empiezo a decir boludeces? Se justifican las boludeces si son para un beso? Y si soy muy lento? Qué hago si el beso es incómodo? Y si chocamos los dientes? Si me corre la cara qué digo? Me enojo? Si no me gusta su olor? Le muerdo el labio? Hay que besar el cuello? Hay que ir rápido? Si no me deja tocarle las tetas? Si tardo mucho en tratar de tocarle las tetas? Me saco yo el cinturón o espero? Pregunto si tiene forros? Y si no tiene? Qué hago si no se me para? Voy al baño si me hago pis? Si hace mucho calor? Si no está bueno? Si me quedo dormido? Si ella se queda dormida? La puedo abrazar? Y besarle el hombro? Me quedo a dormir? Me escapo? Y si preparo el desayuno? Y si me gusta?
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mesax2 · 12 years
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Sepan que si usamos camisa es un acto de amor
Ese viernes iba apurado cruzando la plaza del obelisco desde el centro hacia el norte. Tenía que llegar a casa a las dos y media y encontrarme con ella para ir a almorzar. Era un gran día de primavera y volvía de mi recorrida de los lunes, miércoles y viernes por los juzgados en lo contencioso-administrativo del microcentro y alrededores. Los conocía casi todos y todavía me acordaba la cara de los guardias en las puertas y de los ascensoristas. Tengo mucha facilidad para recordar caras pero mi cara no parece ser muy recordada en general. A veces me da la sensación de que eso me da un poco de ventaja.
El sol de las dos calentaba más de lo normal y me había remangado la camisa. Era una camisa Dufour color celeste que habíamos comprado juntos y usaba cuando me tenía que vestir bien. La usé por ejemplo en una presentación en el hotel El Conquistador, sobre la calle Esmeralda, frente a un salón repleto de distribuidores de Tango. La organizadora llevaba traje negro, el pelo lacio recto y tenía las tetas operadas. La usé también la primera vez que tuve que dar una clase en la facultad y un tiempo más tarde para ir a las tres de la mañana al departamento de una socióloga divorciada 10 años mayor que yo. Con esa camisa me enseñó a planchar camisas mi tía abuela Lucía en su casa de la calle Lavalle, en Vicente López. Hay que empezar por las mangas, teniendo cuidado de no marcar los botones con la plancha y respetando los dobleces del puño. Seguir por el frente, la espalda y por último el cuello (del lado de atrás). Las camisas de algodón se sienten muy bien, solía decir Lucía, pero son las más difíciles de planchar. Probablemente la haya visitado ese fin de semana aprovechando el buen tiempo para darme una vuelta por el bajo. (Años más tarde a Lucía le descubrieron Alzheimer, o demencia, la diferencia es trivial, y ya no recuerda la camisa ni mi nombre. Sí se acuerda de las pocas vacaciones que pasó en Mar del Plata, cuando no había tantos edificios sobre la avenida Colón. No es un mal recuerdo para ser el único.)
Cuando me llamó para que nos viéramos, la semana anterior a ese viernes, fue como ganar algo. Me hizo acordar a cuando se casó mi tía Dolores. El casamiento era al aire el libre un sábado a la mañana y el viernes a la noche diluviaba. Yo dije que no se preocuparan que el sábado iba a ser "un día espectacular". Creo que aposté y todo. Gané, obvio. Esta vez fue algo así. Duró poco igual porque enseguida pensé que no tenía que ilusionarme y porque además esa satisfacción era inválida. Ahora iba caminando mirando el piso tratando de identificar las baldosas flojas que pisás y el agua te arruina el pantalón, es tremendo, y calculando qué cosas debería y no debería decir esa tarde; cuándo reírme, qué preguntar y qué no. En la cabeza el inventario de todas las recomendaciones: no dar lástima, estar de buen humor, no preguntar si está, o estuvo, con alguien, evitar dar demasiados detalles de mi vida estos últimos meses separados. Dejar un manto de duda, mostrar cierta indiferencia. Esto último no lo entendí bien en su momento, pero dos amigas, que no se conocen entre sí y a quiénes quería mucho, coincidieron en la sugerencia. Tampoco se me podía ocurrir decir que la extrañaba (claro que la extrañaba) y lo importante era la actitud, por sobre todas las cosas. Vaya uno a saber. Llegué a casa con tiempo justo para subir, dejar las cosas, mirarme al espejo y acomodarme la camisa y al toque sonó el portero. En el ascensor me crucé al vecino de ojos claros que una vez, viéndome con un disco de Satie en la mano, me contó que a él cuando era chiquito le ponían canciones de Satie para dormir. 
Del otro lado de la puerta de vidrio me esperaba con una sonrisa, el pelo bien rubio para un costado y las manos juntas al centro sosteniendo una bolsa de Paula Cahen D'Anvers. Tenía esa pollera color arena que se había hecho con tela de gabardina, de mantel, medio barata, comprada en Once. Tenía unos cuadrados bordados y la usaba del revés, así que quedaban a la vista unos flecos espaciados que replicaban el vaivén de toda la pollera al caminar. Las hermanas la jodieron bastante pero bien que un tiempo después se la pidieron prestada. Todo lo que me gustaba estaba igual. Después de un saludo corto y un par de segundos de incomodidad me acordé de todo y dije bueno vamos que no vamos a encontrar ningún lugar para comer. Caminamos por Darregueyra hasta Uriarte, ahí donde se forma un triángulo semejante al de unas cuadras más adelante, una placita que todavía guardaba los bancos de madera, y enfilamos para Borges hablando de lo que habíamos hecho esa mañana. Palermo no era todavía lo que sería en unos años y nos costó encontrar un lugar. En la esquina de Borges y Pasaje Russel se nos acabaron los temas y las ganas de seguir caminando y entramos en un restaurant con nombre de vino que no tenía nada de imaginación. No era probablemente un buen día ese viernes, pero a fin de cuentas el almuerzo era una excusa, casi siempre lo es en estos casos. Bien podríamos haber salido a caminar o a merendar a un lugar mejor y más tranquilos un fin de semana. Pero éramos chicos muy ocupados, siempre habíamos sido. Y además, si te llama la chica que te gusta y te invita a almorzar tal día a tal hora, qué, ¿vas a pensar, chequear la agenda? Suspendés todo.   
Pedimos, sin mirar demasiado la carta, un plato de sorrentinos con salsa cuatro quesos y un plato de ñoquis de espinaca con crema de puerros. Una copa de vino y agua. El salón estaba vacío y no nos molestó nadie durante todo el almuerzo. Apenas si el mozo se hizo notar, como si el pan, la manteca y los platos hubiesen ido apareciendo solos sobre la mesa. La conversación fue y vino entre ponerse al día sobre detalles del presente que evocaban irremediablemente el pasado (qué tal anda Lily, ah se fue de viaje tu hermano nomás, cosas así), supongo que eso es básico, y muchas otras cosas que no entendí bien y me acuerdo poco. Ahora pienso y en realidad creo que estaba queriendo decirme que me extrañaba pero que le podía salir mal. En ese momento no presté mucha atención o no fui lo suficientemente suspicaz. Hay que entender, no era el momento de considerar la contingencia, o no para mí. Long story short, como le gusta decir a un amigo que casi no habla inglés. Nos habíamos conocido un verano en el mar, o para ser más preciso a 25 metros del mar. No era para mí, pero siempre fui un cabeza dura. Cuando me animé, con total falta de timing, como siempre, le pregunté si quería ser mi novia. Fue un domingo de vacaciones de invierno, en un Sauro de la calle Güemes en Mar del Plata y era el día del amigo. Me dijo que sí, fue mía bastante tiempo y después un día no quiso ser más. Entonces ahora, otra vez en otro lugar bastante de mierda y en un día inoportuno, decime vos si querés ser mi novia otra vez y después vemos el resto. Pero lo cierto es que eso no pasó. Me dio explicaciones como si fuera su novio y me pidió consejos sobre qué hacer conmigo como si fuera un amigo, y yo no era su novio y en lugar de ser un amigo fui un ex novio que la extrañaba. Se nota la falta de criterio ¿no? Pero no se pueden tomar decisiones con una rubia de ojos celestes mirándote fijo, hay que salir corriendo antes de que sea demasiado tarde. Un error puede haber sido precisamente no haber salido corriendo, haber en cambio salido caminando y haber dejado que me estampara un beso sobre Pasaje Russel.
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mesax2 · 12 years
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Malvón
En un barrio nac & pop me invitaste un brunch un qué? un desayuno no no es almuerzo postre a veces no hay esta es la parte que yo menos entiendo me dijiste te quiero y por qué lo hacés te acordaste del mensaje en el celular dijiste las chicas lindas e inteligentes no necesitan no te das cuenta mientras yo agarraba el pimentero al revés volviéndome más y más cuestionable pero no estoy enojado la vamos a arreglar hermosa dijiste tomamos granola, pan dulce de maíz huevos revueltos nos cabía el quilombo ese día te fuiste de viaje y decidiste dónde habrá sido en un coffee shop en Amsterdam con la cabeza inclinada la mejilla derecha apoyada en una mano tu cara en azules por el brillo de la mac que capaz sí estabas enojado como los pibes que se enamoraron de la señora de pelo rojo y hoy se desencantan por cadena nacional el amor es un brunch un absurdo cuento de domingo a las once se supone que entre un plato y otro hay que leer el diario y esperar a que lo dulce termine en salado.
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mesax2 · 12 years
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Uno
Aquí me tienes, le dijo el hombre a la chica en el bar del hotel, con casi cuarenta años, una módica reputación, algo de dinero en el banco, una dirección accesible, un número de teléfono fácil de conseguir, esta expresión que te parece distintiva, la mano apoyada en esta mesa que sin duda es real, alguien bastante real si uno no se fija demasiado.
¿Acaso parezco, le dijo el hombre en el bar del hotel, a las tres de la tarde, a la chica que no tenía ningún lugar en especial adonde ir, un hombre que no sabe qué le pasa, o que en el fondo cree que su vida llegó a una especie de final?
Imagino que no.
Imagino que, en cualquier espejo, o para los ojos con los que me cruce, digamos una tarde como la de hoy, en un hotel así, parezco alguien confiado, seguro de sí mismo, que sabe adónde va y, dentro de lo razonable, es consciente de qué cabe esperar cuando llega, aunque si insistieras en preguntarme, apenas podría describirte ese destino secreto.
Pero existe. Tiene que existir. Tenemos que comportarnos como si existiera, ¿no?, adoptar el aire de quien se dirige decidido hacia alguna parte, cargando la leve preocupación del que debe llegar a una cita, la ilusión de que hay una estación terminal, un lugar en donde nos esperan, de que mientras estamos aquí tomando daiquiris y las alfombras amortiguan los pasos y la tarde se extingue, a ti y a mí nos aguardan en alguna parte, y que hay alguien muy importante que nos espera con impaciencia. Pero la verdad es que toda esta determinación es un poco falsa, ¿no?, y no tenemos ningún compromiso, no nos aguardan ni tienen la esperanza de vernos en ninguna parte, y no hay nadie, pero nadie, esperándonos, quizás nunca lo hubo, ni siquiera al principio, hace tiempo, cuando nos apurábamos más que ahora, cuando éramos más jóvenes -o al menos yo lo era; tú, por supuesto, aún eres relativamente joven; ¿qué edad tienes, veinticuatro, veinticinco?- y algo dentro de nosotros nos permitía creer, aunque fuera por un instante, que la intensidad de nuestra partida hacía necesaria la existencia de ese destino.
Así que ahora, cerca de los cuarenta, me digo que quizás no hay, nunca hubo, tal lugar, y estoy, no desilusionado sino solo lo contrario de ilusionado, lo cual ya es algo, o quizás no; y convivo con la sensación, muy difícil de describir, de pérdida permanente, de en algún momento haber cometido un error de esos que no pueden rectificarse, de haber hecho un gesto de esos que no pueden retractarse.
Pero eres bonita. Y son cerca de las cuatro. Y aquí están los cócteles sobre la mesa. Y en aquél espejo estamos reflejados los dos. El camarero vendrá cuando lo llamemos, el reloj hará tictac, la cuenta será pagada, la factura liquidada y la ciudad seguirá existiendo.
Al fin y al cabo, ¿no es lo que queremos?
Las cosas en su lugar; cierto orden, una sensación de bienestar, verdadera o falsa, una tarde en la que suceda algo.
Nada del otro mundo; nada realmente importante; un poco de placer sin siquiera un poco de culpa.
La culpa viene después, ¿no? La culpa llega al final del menú. Recién más tarde, cuando ya se le pagó al camarero y de todas formas queda un resto por saldar, entonces llegamos a la culpa, ¿no?
Es raro, le dijo el hombre a la chica: duermo bien y tengo buen apetito, y sin embargo siempre estoy cansado; tengo dolores de cabeza inexplicables en la espalda, que se me llena de nudos misteriosos; me duelen los ojos (aunque ya casi no leo y casi nunca voy al cine); y un gusto seco y áspero no se me va de la boca.
¿Y por qué, dijo el hombre, que le había prometido una historia, mirando y sonriéndole con rara circunspección a la chica que tenía todas las desventajas, por qué me siento así? ¿Qué se me perdió que parece imposible de recuperar? ¿Qué hice, dijo, para ser tan infeliz y al mismo tiempo no estar convencido de que esta infelicidad, que me define como una atmósfera, sea real o justificada?
Quizá, le dijo el hombre a la chica, con una mueca, eso sea lo que anda mal conmigo, si es que algo anda mal; ya no sé que significan las cosas; me cuesta identificarlas; me siento paralizado. Por un lado están los objetos que componen mi mundo, y por el otro estoy yo, alguien que ya no es capaz de nombrarlos, un ornitólogo al que las plumas de todos los pájaros le parecen idénticas, un jardinero cuyas flores son todas iguales. ¿Crees, dijo el hombre con seriedad, que ese sea mi mal, si se trata de un mal? ¿Mi enfermedad, en el caso de que sea una enfermedad?
Sí, dijo el hombre, con frecuencia me pregunto por qué doy la impresión de ser una persona muy triste aunque me empeño en que no estoy triste, en que se equivocan; pero cuando me miro en el espejo resulta que es cierto, mi cara está triste, mi cara está realmente triste, y me doy cuenta (y le sonrió a la chica, porque eran las cuatro y el día menguaba y ella era muy bonita, de a poco se había vuelto cada vez más bonita, lo cual era muy sorprendente) de que después de todo tienen razón, estoy triste, más triste de lo que yo mismo sé.
Empezó a contarle su historia.
Alfred Hayes, Los enamorados (1953)
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mesax2 · 12 years
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Alguien tiene que ceder
Esa soy yo y ese de al lado es Diego, en una mesa del microcentro, y eso que está al lado nuestro de minifalda y labios pintados de rojo es un maniquí. Alrededor podría haber más gente pero no la hay porque es domingo, fue idea mía, yo prefiero los domingos y Diego los viernes o los sábados, y los otros días no salimos, él también trabaja en una oficina. No hay acuerdo acerca del encanto del microcentro los fines de semana y sobre todo de noche, cuando se vacía, si le hubiera tocado elegir a Diego estaríamos comiendo en Puerto Madero. A mí en cambio Puerto Madero me pone depre, como los sillones de ecocuero blanco o las luces dicróicas, como las remeras de modal. Durante un tiempo mi papá buscó trabajo en Buenos Aires, yo todavía cursaba a la mañana, en el edificio de Marcelo T, nos encontrábamos alrededor del mediodía en Buquebús y caminábamos un rato hasta que él paraba, esa era la señal de entremos acá, que por lo general coincidía con el plato del día mas bebida mas postre o café más barato. Comer con Diego es un poco como comer con mi papá, con la diferencia de que puedo elegir dónde y la plata no es un problema para ninguno de los dos.
- Te traje acá porque está lleno de viejitos, como vos.
No es que Diego sea viejo, precisamente, aunque nunca antes salí con alguien de treinta y tres. Eso me divierte. Hay algunas cosas, sin embargo, rituales que Diego repite, algunos a diario, como pedir tres big mac o cenar budín de chocolate frente a la computadora, fumarse un pucho en ayunas a las siete de la mañana, y otros anuales. Veranear. Canasvieiras. Pero no te cansa ir siempre al mismo lugar, no te da curiosidad conocer otros países, otras ciudades le pregunto y contesta que si no es Canasvieiras es San Martín de los Andes, “San Martín es mi lugar en el mundo” dice y yo le creo. Me acuerdo del texto que me leyó una vez en su casa, está escribiendo un blog, si se cumplen sus sueños vivirá en una casa frente al lago, con su esposa, los chicos y un perro labrador. Después me muestra un libro, El Psicoanalista, de John Katzenbach. Ahí es cuando me doy cuenta: eventualmente va a querer que yo sea su esposa, no su mujer, su esposa, una palabra que a mí me hace rechinar los dientes.
En Filo estamos nosotros y un maniquí, algunas putas al fondo y el resto son brasileros. Podría ser sábado pero es domingo, nunca como sola los domingos. Como ñoquis con pasas de uva y salvia. Esa soy yo. Y el de al lado es Diego, los dos tomamos vino, eso está bueno. Sé que hay algunas cosas que van a pasar y otras cosas que no. Sí voy a ir a su departamento, sí vamos a coger y sí me voy a dormir antes que él mirando Los Simpsons en la televisión. Lo voy a dejar yo. No voy a ir a Canasvieiras, no voy a leer el libro que me regaló, definitivamente no se lo voy contar. De mi parte, eso. Me da paja el olor a cigarrillo y que haya cosas para cambiar, la primera noche que salimos me contó que escucha la Bersuit. Y Diego, bueno. Es friolento y ya no está para hostel, “a mí meteme en un resort cinco estrellas en una playa del Caribe y soy feliz”, dice. Es un tipo fachero, pienso, jugó en Velez de chico, eso se le nota en las piernas, y es caballero, habiendo tantas chicas que darían todo por una semana romántica en Floripa. Hago círculos con el dedo sobre el borde de la copa, tacho mentalmente Berlín, ¿cómo vamos a hacer? Yo no te patino la guita en taxis y resorts pero pido comida difícil de pronunciar, me levanto todos los días una hora antes si es necesario para llegar a desayunar en una mesa de las de verdad y el sur ya lo conozco. Diego: ¿vos te la bancás? Me pregunta si me sigue gustando el teatro, mete una mano en el bolsillo del blazer y saca dos entradas para ver a Fabio Posca.
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mesax2 · 12 years
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Güerrín va con diéresis
Hacía poco que se conocían cuando Gaby le dijo que él iba a gustar de su amiga Maia. Se lo dijo así a pesar de que tenían más de doce años hacía rato. Pasó poco tiempo desde este pronóstico hasta que pudo comprobar que Gaby tenía razón. Algunas personas simplemente tienen la habilidad de anticipar el amor. Fue en una fiesta de cumpleaños muy aburrida donde lo que más lo entretuvo fue estudiar la cara de Maia mientras veía cómo a ella le importaba muy poco lo que la gente a su alrededor discutía con mucha seriedad. Fue ese desinterés por las cosas importantes, o por quedar bien en las fiestas de cumpleaños, lo que más le gustó. Y los ojos verdes. Se sintió un cómplice cuando rechazó dos veces el ofrecimiento a comer torta de chocolate. Si además de ser rubia hubiese tenido pecas se habría enamorado ahí nomás. El otro detalle fue que tenía novio, de esos que vienen desde el colegio. Justo este había sobrevivido a las típicas separaciones de noviazgos heredados del secundario que acaecen alrededor de los veintiún años. 
Pasaron tres años de verse en fiestas de cumpleaños y en alguna que otra fiesta, de decirse "Qué linda que estás" "Vos también", la paciencia, hasta que una noche cuando ya se habían ido casi todos Gaby y sus amigas los dejaron solos del lado de afuera de la casa de Gaby, en la vereda. Él insistió en acompañarla hasta la casa, que estaba a unas cuadras, y ella finalmente aceptó. Después él no la dejó acompañarlo a la parada del ciento cuarenta y seis. No se animó a intentar besarla en la boca cuando se despidieron.
Maia estudiaba algo que no tenía nada que ver con la danza, pero lo que le gustaba era eso. Cuando la invitó a salir, entonces, no la invitó a tomar algo sino a una obra de danza contemporánea en el San Martín. Para los exégetas del amor que luego buscarán las razones y las causas, durante todo lo que duró la obra él hizo todo bien. No le tocó la mano, ni se dio vuelta para mirarla fijo de perfil, ni le hizo comentarios críticos sobre el sonido, ni se quejó por el fastidio del tipo que a dos butacas de distancia acompañaba la música con la punta del zapato contra el piso. A la salida estuvo muy ansioso por saber si le había gustado pero no fue muy insistente a la hora de averiguarlo.
Sugerir Güerrín para ir a cenar después de ir al teatro no es de lo más común ni de lo más romántico en una primera salida. Hay muchos riesgos. Puede quedar una hoja de orégano entre los dientes, puede que a alguno le guste mucho la napolitana con ajo, puede que el queso se estire demasiado y se desprenda y como una liana vaya a parar al centro de la camisa, puede que nunca se pongan de acuerdo en qué pedir. Y al terminar la ropa apesta a olor a comida. De alguna manera, también, estas cosas son pruebas. Por eso fue un alivio cuando ella respondió entusiasmada que hacía mucho tenía ganas de ir. Se sentaron al fondo del salón a la derecha y, después de unos minutos durante los cuales pasaron varios mozos con platos voladores gigantes de fainá, estuvieron de acuerdo en una fugazza con queso y una Quilmes Imperial. Comieron tranquilos, se miraron a los ojos, se hicieron reír y la cerveza se acabó rápido.   
Otras mesas en el salón se fijaron en ellos. Se hicieron conjeturas. Un estudiante de administración de empresas que había tenido un romance frustrado con una sueca que había conocido en una fiesta de sus amigos músicos le dijo a su novia que seguro ella era extranjera. Seguro que están así de distendidos porque como ella se va pronto lo único que les importa es este momento, no se preocupan por el futuro. Ya saben cómo es el futuro. Después hizo un silencio, bajó la cabeza y se terminó la porción de espinaca con salsa blanca. Otra pareja festejaba su aniversario de diez años de casados con una grande de muzzarella y agua tónica. Después de estudiarlos atentamente durante algunos minutos, se miraron sin decirse nada, sonrieron y se convencieron de que esos dos eran novios desde por lo menos los diecisiete. Una peluquera que aprovechaba la ausencia de su marido, viajante vendedor de corpiños Triumph, para salir con su amante (el supervisor de su marido) pensó que Maia también estaría aprovechando alguna oportunidad. Se sintió menos culpable.          
La cena no les pareció ni larga ni corta. Más bien estuvieron inconscientes del tiempo, como cuando uno está borracho o medio dormido. Dicen que horas más tarde alguien pasó y adivinó al amor haciéndoles besos y sonrisas a la sombra de una columna del Centro Cultural Rojas. 
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mesax2 · 12 years
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Sideral
Quedamos en encontrarnos una noche a las once en punto porque se venía el fin del mundo. O al menos eso era lo que se decía. El último capítulo de las redes sociales había anticipado tsunamis, fantasmas acuáticos que irrumpirían en las costas del Japón cobrándose una deuda contraída en 2004, adueñándose de todo. No hacía mucho que salíamos, a lo sumo un mes. Novios-novios fuimos después, de madrugada y en el contexto de su cuerpo frotándome suave y sostenidamente contra la mesada de la cocina, me preguntó querés ser mi novia y conteste que sí. Pero un mes atrás una noche a las once en punto se venía el fin del mundo y nosotros habíamos decidido recibirlo (celebrarlo) juntos.
Tomé el 39 ramal 3, el que agarra por Coronel Díaz y dobla en Honduras. Me bajé unas cuadras antes en procura del timing perfecto. La tierra podía abrirse en dos, me resultaba altamente atractiva la idea. Recibí un mensaje de texto: Te quiero apretar hasta el fin del mundo. Llegué cinco minutos antes de las once y uno antes que él. Apareció caminando, reconocí primero la campera negra de tela de avión que usaba cuando hacía frío pero no tanto. Todavía estábamos en la calle cuando dieron las once. Nada explotó. A lo mejor porque las once del mundo no son las once de Buenos Aires, pensé. Paciencia. Entramos en un pequeño restaurante llamado Phuket. Las mesas eran atendidas por una mujer amable, ella nos ubicó en una mesa minúscula de las del medio, la única sin ocupar. Ordenamos de entre los más baratos el vino sugerido, un blend de una bodega salteña cuyo nombre en adelante jamás lograría recordar. Brindamos, miré la pantalla del celular: once y treinta y tres, aun quedaba tiempo. Los platos llegaron cuando habíamos conseguido ya el traslado a la mesada baja en forma de barra que daba a la vereda. Nos pareció divertido comer en disposición lateral, codo con codo, observando mientras tanto lo que sucedía al otro lado de la ventana. Yo mantenía la esperanza, en cualquier momento se levantaría una ráfaga fuerte, los postes de luz comenzarían a desprenderse del pavimento, autos, perros caniche, señoras de tobillos gordos volarían por los aires en una danza centrífuga descomunal. Solo era cuestión de dominar la ansiedad. Esperar.
Terminé mi pad thai, no dejé ni rastros de maní. Robé lo que quedaba del curry de él. Quise asegurarme de que la cena se extendiera. -Pidamos un postre, ¿dale? -Compartimos unos buñuelos de banana con helado de menta, hermosa manera de llegar al fin. Él hablaba y yo escuchaba, no paraba de hablar, movía las manos con gracia, esas manos grandes en las que cabía mi cara. Yo sabía que lo hacía feliz, al menos más que antes, acaso más que él a mí. Y él estaba tan lindo. Me gustaba su torso largo, la foto que me devolvían en conjunto su camisa blanca a rayas azules finitas con la barba híbrida de unos días sin afeitar.
Casi la una de la mañana, la mujer amable se acerca, “estamos cerrando, chicos”. El contador había comenzado a patear en contra, mi cabeza despegó en modo parlante, conocía muy bien esa melodía en ascenso, el riff acústico superlativo de Space Oddity. Vamos, ¿qué están esperando? Es ahora o nunca, desatemos la tormenta, dale, kaboom.
Nos acostamos juntos con el peso de una caminata innecesaria, luego de varios Jager consumidos en un bar de la calle Guatemala. ¿Y si al día siguiente el planeta no era más que un desierto amarillento repleto de cráteres? Seguro soñé mucho esa noche. Dormí poco y le gané a la alarma. Amanecía, contra todo pronóstico, en una dimensión demasiado conocida. Ropa desparramada entre la silla y el suelo, dos envoltorios de Prime abiertos, la botella de agua al costado izquierdo del colchón. Bajé por la escalera, encendí la hornalla para el café, sintonicé FM Aspen. Estaban pasando Ashes to ashes.
Ashes to ashes, funk to funky                   We know Major Tom's a junkie                                Strung out on heaven's high                                                    Hitting an all time low.
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mesax2 · 12 years
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Two for the road (1967)
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mesax2 · 12 years
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En Sucre y Miñones pega el sol. Y el sándwich de bondiola
- Qué lindo está el día. Sol y frescor. Hoy te voy a llevar a un lugar que no te llevó nadie nunca. - "Te voy a llevar". Ahá. ¿Qué soy, un perro? - Bueeeeee, es una manera de decir que vamos a ir. - Sí… - No hinches. Además está perfecto. Es igual que cuando digo que te paso a buscar. O como cuando decís dame un beso. No decís démonos un beso, decís dame un beso. Entonces te doy un beso. O vení que te doy un beso. No tiene nada de malo, te quiero llevar a un lugar lindo. Así que te llevo.  - Jajajaja, qué tarado. ¡Es obvio que no es lo mismo!  - No, es mejor, porque además del beso vas a comer re rico. Dale, vamos que sino va a haber mucha gente. Con esto te enamorás. - Pero ya estoy enamorada de vos, tonto.  - Te enamorás más. 
Desde la esquina de Montañeses y Sucre hasta la de Sucre y Miñones hay tres cuadras. Sobre estas cuadras hay: un almacén, una embajada, un quiosco, una farmacia, un laboratorio de análisis clínicos, una panadería, un local de ropa, al lado de ese un negocio de collares, aros, anillos y regalos, varios edificios y alguna que otra casa que subsiste. Por culpa de los edificios y por dónde sale el sol, en invierno estas cuadras son, salvo algunos resquicios, de sombra. Pero la esquina de Sucre y Miñones no. 
- Llegamos. - ¿Acá es? Parece una verdulería.  - Era una verdulería. Ahora es una parrilla, pero no tiene nombre. ¿No está re bueno el toldo todo roto? - La verdad que no...  - No entendés nada. Mirá, ves ahí enfrente? Ahí se filmó Amorosa Soledad. - ¡Es verdad! Me encanta.  - Lo que te va a encantar es el sándwich de bondiola. Andá y fijate si hay lugar ahí al lado de la remisería que pega el sol. Mientras yo pido.  - Te quiero.  - ¿Te quiero? ¿Qué soy, un par de zapatos? - Tarado.  
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mesax2 · 12 years
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Reincidencia
Termina de arreglar el penúltimo botón sin prender de la camisa y se detiene con algo de extrañeza ante sus propios pies, las uñas de los pies. Un tono 23 Cerisette perfectamente interpretado. El campo visual abarca también la línea de las piernas, bastante más ligeras que la última vez que se vistió delante de alguien. Hace frío y no hay pantuflas, el piso de cemento alisado es frío, los techos altos del PH refuerzan esta sensación. Tantea la cama en busca del teléfono, intenta calcular cuánto tiempo pasó desde que se fue la luz del sol.
- Me tengo que ir, quedé en encontrarme con alguien. - ¿Ya? - Sí, ahora. Bueno... en un rato. - Está bien. Queda un muffin de naranja y amapola, podés agarrarlo. Ahí, en la bolsa encima del mueble. - Ahora no. Igual guardálo. Por ahí la próxima. *** Permanecieron en la puerta de Oui Oui desde las dos y pico hasta un poco pasadas las tres. 
- Los domingos al mediodía son así. Quizás si nos alejábamos de Palermo. - Yo te iba a decir eso mismo cuando me subí al auto, pero me dio fiaca proponer. Igual nunca antes había venido y escuché que el gravlax de salmón compensa. Por mí esperemos, eh. Cero drama.
Estaban a punto de cambiar de idea cuando de la puerta asomaron dos rubias nórdicas y atrás de ellas una chica de delantal floreado señalando que podían pasar del lado de adentro. Tomaron una esquina del final a la derecha, se sentaron en una mesa casi pegada al mostrador en el que se exhiben en frascos de distintos tamaños las galletas, los scones y las cosas de tomar el té. Ordenaron una jarra de limonada con menta y jengibre, una copa de vino, gravlax, huevos benedict. Hablaron poco. Al menos uno de los dos se cuestionó el reencuentro. Repasó para sí las cosas que tenían en común. Ray-Ban Wayfarer imitación. Sol en Virgo. Un hermano llamado Joaco.
- Casi que estamos merendando. - Sí. Fijate que me agarró sueño. - Disculpá, ¿me traés la cuenta? Y también dos de éstos de banana con nuez, y uno de naranja y amapola, para llevar.
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