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02
Los últimos dos meses han pasado demasiado rápido sin importar mucho que deseaba que el tiempo frene, para darme más tiempo para prepararme. Solo dos días hasta mi fiesta de compromiso. Madre estaba ocupada ordenando a los sirvientes alrededor, asegurándose que la casa estaba impecable y que nada saliera mal. Ni siquiera era una gran celebración. Solo nuestra familia, la familia de Jungkook y las familias de los propietarios jefes de Nueva York y Chicago fueron invitadas. Hodong dijo que era por razones de seguridad. La tregua todavía era demasiado reciente para arriesgarse a una reunión de cientos de invitados.
Me hubiera gustado que la cancelaran por completo. En lo que a mí concernía, no tenía que conocer a Jungkook hasta el día de nuestra boda. Jimin saltaba de arriba abajo en mi cama, con una mueca en su rostro. Tenía solo cinco años y tenía demasiada energía.
—¡Quiero jugar!
—Madre no quiere que corras por la casa. Todo debe estar perfecto para los invitados.
—¡Pero ni siquiera están aquí! —Gracias a Dios. Jungkook y el resto de los invitados de Nueva York llegarían mañana. Solo una noche más hasta que conozca a mi futuro esposo, un hombre que mató con sus propias manos. Cerré los ojos.
—¿Estás llorando otra vez? —Jimin saltó de la cama y se acercó a mí, deslizando su mano en la mía. Su cabello rubio oscuro era un desastre. Traté de aplacarlo pero Jimin apartó la cabeza.
—¿Qué quieres decir? —había intentado ocultar mis lágrimas de él. Sobre todo lloraba de noche cuando estaba protegida por la oscuridad.
—Lia dice que lloras todo el tiempo porque Jungkook te ha comprado.
Me quedé helada. Tendría que decirle a Lia que deje de decir esas cosas. Solo me metería en problemas.
—Él no me compró. —Mentirosa. Mentirosa.
—Da lo mismo —dijo Jennie desde la puerta, sorprendiéndome.
—Shhh. ¿Qué pasa si padre nos escucha?
Jennie se encogió de hombros.
—Sabe que odio que te vendiera como una vaca.
—Jen —advertí, haciendo un gesto hacia Jimin. Él miró hacia mí.
—No quiero que te vayas —susurró.
—No me iré por un largo tiempo, Minmi. —Pareció satisfecho con mi respuesta y la preocupación desapareció de su rostro y fue reemplazada por su expresión de estar tramando algo.
—¡Atrápame! —Gritó y salió corriendo, empujando a un lado a Jennie mientras corría como un rayo junto a ella.
Jennie corrió tras él.
—¡Voy a patear tu trasero, pequeño monstruo!
Me precipité hacia el pasillo. Lia asomó la cabeza fuera de su puerta y ella también corrió tras mi hermano y hermana. Madre me cortaría la cabeza si rompían otra reliquia familiar. Volé escaleras abajo. Jimin todavía se encuentra a la cabeza. Era rápido, pero Lia casi lo había atrapado mientras que Jennie y yo éramos demasiado lentas en los tacones que mi madre nos obligaba a usar para practicar. Jimin corrió hacia el pasillo que conducía al ala oeste de la casa y el resto de nosotras lo siguió. Quise gritarle que se detenga. La oficina de padre estaba en esta parte de la casa. Estaríamos en grandes problemas si nos sorprendía jugando. Se suponía que Jimin debía actuar como un hombre. ¿Qué niño de cinco años actuaba como un hombre?
Pasamos la puerta de padre y el alivio se apoderó de mí, pero luego tres hombres doblaron la esquina al final del pasillo. Separé mis labios para gritar una advertencia, pero ya era demasiado tarde. Jimin se detuvo en seco pero Lia colisionó con el hombre en el centro con toda su fuerza. La mayoría de las personas habrían perdido el equilibrio. La mayoría de las personas no median dos metros y no eran macizas como un toro.
Paré en seco mientras el tiempo parecía detenerse a mi alrededor. Jennie jadeó detrás de mí, pero mi mirada estaba congelada en mi futuro esposo. Miraba hacia la cabeza castaña de mi hermana pequeña, estabilizándola con sus fuertes manos. Manos que había utilizado para aplastar la garganta de un hombre.
—Julia —dije, mi voz aguda por el miedo. Nunca llamaba a mi hermana por su nombre completo a menos que estaba en problemas o que algo anduviera muy mal. Deseé ocultar mejor mi terror. Ahora todo el mundo me estaba mirando, incluido Jungkook. Sus fríos ojos azules me escanearon de pies a cabeza, deteniéndose en mi cabello.
Dios, era alto. Los hombres junto a él median más de un metro ochenta, pero él los eclipsaba. Sus manos todavía estaban sobre los hombros de Lia.
—Julia, ven aquí —dije con firmeza, extendiendo una mano. La quería lejos de Jungkook. Ella retrocedió y luego voló a mis brazos, enterrando su rostro contra mi hombro. Jungkook levantó una ceja negra.
—¡Ese es Jeon Jungkook! —dijo Jennie amablemente, sin molestarse en ocultar su disgusto. Jimin hizo un sonido similar a un gato salvaje enfurecido, arremetió contra Jungkook y comenzó a golpearle las piernas y el estómago con sus pequeños puños.
—¡Deja en paz a Lisa! ¡No la tendrás!
Mi corazón se detuvo en ese momento. El hombre junto a Jungkook dio un paso hacia adelante. El contorno de un arma de fuego era visible debajo de su chaleco. Tenía que ser el guardaespaldas de Jungkook, aunque realmente no entendía por qué necesitaría uno.
—No, Daesung —dijo Jungkook simplemente y el hombre volvió a su puesto. Jungkook capturó las manos de mi hermano en una de las suyas, deteniendo el asalto. Dudé que incluso sintiera los golpes. Empujé a Lia hacia Jennie, quien envolvió un brazo protector alrededor de ella, entonces me acerqué a Jungkook. Estaba completamente asustada, pero necesitaba alejar a Jimin de él. Tal vez Nueva York y Chicago estaban tratando de dejar su enemistad de lado, pero las alianzas se pueden romper en un abrir y cerrar de ojos. No sería la primera vez. Jungkook y sus hombres seguían siendo el enemigo.
—Qué cálida bienvenida recibimos. Esta es la infame hospitalidad de la Organización —dijo el otro hombre con Jungkook; tenía el mismo cabello negro pero sus ojos eran de un castaño claro. Era un par de centímetros más bajo que Jungkook y no tan ancho, pero era inequívoco que eran hermanos.
—Taehyung —dijo Jungkook en una voz baja que me hizo temblar. Jimin todavía estaba gruñendo y luchando como un animal salvaje, pero Jungkook lo sostenía a un brazo de distancia.
—Jimin —dije firmemente, agarrando su antebrazo—. Es suficiente. Esa no es la forma en que tratamos a los invitados.
Jimin se congeló y luego me miró por encima de su hombro.
—Él no es un invitado. Quiere robarte, Lisa.
Taehyung rio entre dientes.
—Esto es demasiado bueno. Me alegro que padre me convenciera de venir.
—Te lo ordenó —corrigió Jungkook, pero sin apartar sus ojos de mí. No pude devolverle la mirada. Mis mejillas ardían con fervor por su escrutinio. Mi padre y sus guardaespaldas se aseguraban que Jennie, Lia y yo no estuviéramos rodeadas de hombres muy a menudo, y aquellos que dejaban estar cerca de nosotras eran familiares o ancianos. Jungkook no era de la familia, ni anciano. Solo tenía cinco años más que yo, pero parecía un hombre y me hacía sentir como una niña pequeña en comparación.
Soltó a Jimin y tiré de él hacia mí, su espalda contra mis piernas. Crucé mis manos sobre su pequeño pecho jadeante. Él no dejó de mirar a Jungkook con ira. Deseé tener su valor, pero él era un niño, un heredero al título de mi padre. No se vería obligado a obedecer a nadie, salvo al Jefe. Podía permitirse la valentía.
—Lo siento —dije, aunque las palabras me supieron agrias—. Mi hermano no tenía la intención de ser irrespetuoso.
—¡Sí la tenía! —Gritó Jimin. Cubrí su boca con mi mano y él se retorció debajo de mi agarre, pero no lo dejé ir.
—No te disculpes —dijo Jenni bruscamente, ignorando la mirada de advertencia que le disparé—. No es culpa nuestra que él y sus escoltas ocupen tanto espacio en el pasillo. Por lo menos, Jimin dice la verdad. Todo el mundo piensa que necesita rebosar de cariño ya que él va a ser el Capo…
—¡Jenni! —Mi voz fue como un látigo. Ella cerró la boca con un chasquido, mirándome con los ojos como platos—. Lleva a Lia y a Jimin a sus habitaciones. Ahora.
—Pero… —Echó un vistazo a mis espaldas. Y me alegré que no pudiera ver la expresión de Jungkook.
—¡Ahora!
Agarró la mano de Jimin y lo arrastró lejos junto con Lia. No creí que el primer encuentro con mi futuro esposo pudiera haber salido peor. Reuniendo coraje, me enfrenté a él ya sus hombres. Esperaba ser recibida con furia, pero en su lugar me encontré con una sonrisa irónica en la cara de Jungkook. Mis mejillas ardían de vergüenza, y ahora que estaba sola con los tres hombres, los nervios retorcieron mi estómago. Madre se pondría furiosa si descubría que no me había vestido adecuadamente para mi primer encuentro con Jungkook. Llevaba puesto uno de mis vestidos hasta el tobillo favoritos con mangas que llegaban a mis codos y estaba silenciosamente feliz por la protección que toda la tela me ofrecía. Crucé los brazos frente a mi cuerpo, insegura de qué hacer.
—Me disculpo por mi hermana y hermano. Son… —Luché por una palabra además de rudos.
—Protectores contigo —dijo Jungkook simplemente. Incluso su voz era profunda, sin emociones—. Este es mi hermano Taehyung.
Los labios de Taehyung estaban extendidos en una gran sonrisa semi cuadrada. Agradecí que no intentara tomar mi mano. No creí que pudiese mantener mi compostura si uno de ellos se habiese movido más cerca.
—Y este es mi mano derecha, Daesung. —Él me dio el más breve asentimiento antes de regresar a su tarea de escanear el corredor. ¿Qué era lo que estaba esperando? No teníamos asesinos escondidos en trampillas secretas.
Puse mi atención en la barbilla de Jungkook y esperé que pareciera como si en realidad estuviese viendo sus ojos. Di un paso atrás.
—Debería ir con mis hermanos.
Jungkook tenía una expresión conocedora en su cara, pero no me importaba que él viera qué tan incómoda, qué tan asustada me había puesto. Sin esperar que me dé permiso, no era mi esposo ni mi prometido aún, me di la vuelta y rápidamente me fui, orgullosa de no haber caído en la urgencia de correr.

Madre jaló del vestido que padre había elegido para la ocasión. Para el espectáculo de carne, como Jenni lo llamaba. Aunque sin importar lo mucho que madre jale, el vestido no se hacía más largo. Me miré en el espejo con incertidumbre. Nunca había llevado nada tan revelador. El corrugado vestido negro se pegaba a mi trasero y cintura, terminando en lo alto de los muslos; la parte superior consistía en un corpiño semi completo hasta el cuello, con un hombro al desnudo y de adorno tres cinturillas.
—No puedo usar esto, madre.
Madre encontró mi mirada en el espejo. Su cabello estaba peinado hacia arriba esta vez; era unos pocos tonos más oscuro que el mío. Llevaba un elegante vestido largo hasta el piso. Deseé que me hubiesen permitido algo más modesto.
—Te ves como una mujer —susurró.
Gemí.
—Me veo como una puta.
—Las putas no pueden permitirse un vestido como ese.
Las amantes de mi padre tenían ropas que costaban más de lo que algunas personas gastaban en un carro. Madre puso sus manos en mi cintura.
—Tienes una cintura de avispa y el vestido hace que tus piernas se vean más largas. Estoy segura que Jungkook lo apreciará.
Miré el pequeño escote. Tenía pechos pequeños, que incluso el efecto push-up del corpiño no cambiaba. Era una quinceañera vestida para verse como mujer.
-Ten. —Madre me dio unos tacones negros de doce centímetros. Quizá alcanzaría la barbilla de Jungkook usándolos. Me deslicé en ellos. Madre forzó una sonrisa falsa en su cara y acomodó mi largo cabello—. Mantén tu cabeza en alto. Kim Gongyoo te llamó la más hermosa mujer de Chicago. Muéstrale a Jungkook y a su séquito que eres más hermosa que cualquier mujer en Nueva York también. Después de todo, Jungkook las conoce a casi todas. —La manera en que lo dijo me hizo estar segura que también había leído los artículos sobre las conquistas de Jungkook, o quizás padre le había dicho algo.
—Madre —dije vacilante, pero ella dio un paso atrás.
—Ahora ve. Iré después de ti, pero este es tu día. Deberías entrar al salón sola. Los hombres estarán esperando. Tu padre te presentará a Jungkook y luego iremos juntos al comedor para la cena. —Ya me lo había dicho docenas de veces.
Por un momento, quise tomar su mano y rogarle que me acompañe; en su lugar, me di la vuelta y salí de mi habitación. Agradecí que mi madre me hubiera forzado a llevar tacones las últimas semanas. Cuando estuve frente a la puerta del salón con chimenea en el primer piso del ala oeste, mi corazón estaba latiendo en mi garganta. Deseé que Jennie estuviera a mi lado, pero madre probablemente le había advertido que debía comportarse. Tenía que hacer esto sola. Se suponía que nadie robara el espectáculo de la futura esposa.
Miré la madera oscura de la puerta y consideré huir. Risas de hombre se escuchaban detrás de ella, mi padre y el Jefe. Un cuarto repleto de los más poderosos y peligrosos hombres en el país y se suponía que tenía que entrar. Un solitario cordero entre lobos. Sacudí la cabeza. Tenía que dejar de pensar así. Ya los había hecho esperar demasiado tiempo.
Agarré la manija y la bajé. Me deslicé dentro, aún sin mirar a nadie mientras cerraba la puerta. Reuniendo mi coraje, enfrenté la habitación. La conversación murió. ¿Se suponía que diga algo? Me estremecí y esperé que no podría verlo. Mi padre parecía como el gato que consiguió la crema. Mis ojos buscaron a Jungkook y su penetrante mirada me dejó helada. Contuve la respiración. Él dejó su vaso con líquido oscuro con un audible sonido metálico. Si nadie decía algo pronto, huiría de la habitación. Rápidamente escaneé las caras de los hombres allí reunidos. De Nueva York estaban Taehyung, Jungkook y Jeon Goongyoo, y dos guardaespaldas: Daesung y un hombre joven que no conocía. De la Organización de Chicago estaban mi padre, Kim Jungseok y su hijo, el futuro líder Kim Namjoon, así como Hodong y mi primo Seungri a quien odiaba con la fiera pasión de mil soles. Y a un lado estaba el pobre Jimin, quien llevaba un traje negro como todo el mundo allí. Podía ver que él quería correr hacía mí y buscar consuelo, pero sabía lo que padre diría de eso.
Padre finalmente se movió hacia mí, puso su mano en mi espalda y me guio hacia los hombres como un cordero hacia el sacrificio. El único hombre que parecía en verdad aburrido era Kim Namjoon; él solo tenía ojos para su whisky. Nuestra familia había ido al funeral de su esposa dos meses atrás. Un viudo en sus treinta. Podría haber sentido pena si no me asustara tanto, casi tanto como Jungkook me asustaba.
Por supuesto, padre me dirigió directamente hacia mi futuro esposo con una expresión desafiante, como si esperara que Jungkook se arrodillara con devoción. Por su expresión, Jungkook bien podría estar viendo una roca. Sus ojos azules eran duros y fríos cuando enfocaron a mi padre.
—Esta es mi hija, Lalisa.
Aparentemente, Jungkook no le había mencionado nuestro embarazoso encuentro.
Kim Jungseok habló:
—No prometí demasiado, ¿verdad?
Deseé que la tierra se abriera y me trague entera. Nunca había estado sometida a tanta… atención. La manera en que Seungri me miraba puso mi piel de gallina. Él había sido iniciado solo recientemente y había cumplido dieciocho dos semanas atrás.
Desde entonces, había sido incluso más desagradable que antes.
—No lo hiciste- dijo Jungkook simplemente.
Padre parecía obviamente desconcertado. Sin nadie viéndolo, Jimin se había colado detrás de mí y deslizó su mano en la mía. Bueno, Jungkook se había dado cuenta y estaba mirando a mi hermano, lo que provocó que su mirada quedara demasiado cerca de mis muslos desnudos. Me moví nerviosamente y Jungkook alejó la mirada.
—¿Quizá los futuros esposos quieren estar solos por unos pocos minutos? —Sugirió Jeon Goongyoo. Mis ojos se dirigieron bruscamente en su dirección y no logré ocultar mi sorpresa lo suficientemente rápido. Jungkook se dio cuenta pero no pareció que le importara. Mi padre sonrió y se dio la vuelta para irse. No lo podía creer.
—¿Debería quedarme? —Preguntó Hodong. Le di una rápida sonrisa, que desapareció cuando mi padre sacudió la cabeza.
—Dales unos pocos minutos a solas —dijo Jeon Goongyoo en realidad le guiñó a Junkook. Todos se fueron hasta que solo Jimin, Jungkook y yo nos quedamos.
—Jimin —llegó la fuerte voz de padre—. Sal de ahí ahora.
Jimin renuentemente dejó ir mi mano y se fue, pero no antes de enviarle a Jungkook la más mortal mirada que un niño de cinco años podía lograr. Los labios de Jungkook se arquearon. Luego la puerta se cerró y nos quedamos solos. ¿Qué había significado el guiño del padre de Jungkook?
Lancé una rápida mirada a Jungkook. Había estado en lo correcto: con mis tacones, la parte superior de mi cabeza alcanzaba su barbilla. Él miró afuera por la ventana. No me dio ni una sola mirada. Vestirme como una puta no había hecho que Jungkook se interesara más por mí. ¿Por qué lo haría? Había visto las mujeres con las que salía en Nueva York. Ellas habrían llenado el corpiño mucho mejor.
—¿Tú elegiste el vestido?
Salté, sorprendida de que hable. Su voz era profunda y calmada. ¿Alguna vez se emocionaba?
—No —admití—. Mi padre lo hizo.
La mandíbula de Jungkook se tensó. No podía leerlo y me estaba poniendo cada vez más nerviosa. Metió la mano en el interior de su chaqueta y por un ridículo segundo realmente pensé que estaba sacando un arma. En su lugar, sostuvo una caja negra en su mano. Se volvió hacia mí y miré fijamente su camisa negra. Camisa negra, corbata negra, chaqueta negra. Negro como su alma.
Este era un momento que millones de mujeres soñaban, pero me sentí fría cuando Jungkook abrió la caja. En el interior había un anillo de oro blanco con un diamante grande en el centro entre dos diamantes ligeramente más pequeños. No me moví.
Jungkook tendió su mano cuando la incomodidad entre nosotros alcanzó su pico máximo. Me sonrojé y extendí la mano. Me estremecí cuando su piel rozó la mía. Deslizó el anillo de compromiso en mi dedo, y luego me soltó.
—Gracias —me sentí obligada a decir las palabras e incluso mirarlo a la cara, que lucía impasible, aunque lo mismo no podía decirse de sus ojos. Se veían enojados. ¿Había hecho algo mal? Extendió su brazo y enlacé el mío con el suyo, dejando que me lleve fuera del salón, hacia el comedor. No hablamos. ¿Tal vez Jungkook estaba lo suficientemente decepcionado conmigo que cancelaría el compromiso? Pero no habría puesto el anillo en mi dedo si ese fuera el caso.
Cuando entramos al comedor, las mujeres de mi familia se han unido a los hombres. Los Jeon no han traído compañía femenina. Tal vez porque no confiaban en mi padre y los Kim lo suficiente para arriesgarse a traer mujeres a nuestra casa.
No podía culparlos. Tampoco confiaría en mi padre o el Jefe. Jungkook dejó caer su brazo y rápidamente me uní a mi madre y hermanas, que pretendieron admirar mi anillo. Jennie me dio una mirada. No sabía con qué la había amenazado mi madre para mantenerla callada. Podía decir que Jennie tenía un comentario crítico en la punta de la lengua. Sacudí la cabeza y ella puso los ojos en blanco. La cena pasó como un borrón. Los hombres discutieron negocios mientras las mujeres permanecían en silencio. Mis ojos se mantuvieron desviándose hacia el anillo en mi dedo. Se sintió demasiado pesado, demasiado apretado, demasiado todo. Jungkook me había marcado como su posesión.

Después de cenar, los hombres se trasladaron al salón para beber, fumar y hablar de cualquier otra cosa que necesitera ser discutida. Volví a mi habitación, pero no pude conciliar el sueño. Con el tiempo, me puse una bata encima del pijama, salí de mi habitación y bajé las escaleras. En un arrebato de locura, tomé el pasillo que conducía a la puerta secreta detrás de la pared en el salón. Mi Abuelo pensó que era necesario tener escapes secretos en la oficina y el salón con chimenea porque ahí es donde los hombres de la familia usualmente mantenían sus reuniones. Me pregunté, ¿qué pensó que pasaría con las mujeres después de que todos los hombres hubieran huido a través del pasadizo secreto?
Encontré a Jennie con los ojos presionados contra la mirilla de la puerta disimulada. Por supuesto, ella ya estaba allí. Se dio la vuelta, sus ojos muy abiertos, pero se relajó cuando me vio.
—¿Qué está pasando ahí dentro? —Pregunté en un susurro, preocupada de que los hombres en el salón puedan oírnos.
Jennie se movió a un lado, así que pude ver a través de la segunda mirilla.
—Casi todo el mundo ya se ha ido. Padre y Kim tienen detalles que discutir con Jeon Jungseok. Solo están Jungkook y su séquito ahora.
Bizqueé a través del agujero, lo que me dio una vista perfecta de las sillas llenas de gente alrededor de la chimenea. Jungkook se apoyaba contra la repisa de mármol de la chimenea, con las piernas cruzadas casualmente, un vaso de whisky en la mano. Su hermano Taehyung se recostaba en un sillón junto a él, sus piernas separadas y esa sonrisa lobuna en su rostro. Daesung y el segundo guarda espaldas que llamaron Hyunjin durante la cena se sentaba en el otro sillón. Hyunjin parecía ser de la misma edad de Taehyung, por lo tanto, alrededor de los dieciocho. Apenas hombres para el estándar de la sociedad, pero no en nuestro mundo.
—Podría haber sido peor —mencionó Taehyung, sonriendo. Podría no haber visto tan letal como Jungkook, pero algo en sus ojos me decía que solo era capaz de ocultarlo mejor—. Ella podría haber sido fea. Pero, mierda, tu pequeña prometida es una aparición. Ese vestido. Ese cuerpo. Ese cabello y rostro. —Taehyung silbó. Parecía queestaba provocando a su hermano a propósito.
—Es una niña —dijo Jungkook con desdén. La indignación se levantó en mí, pero sabía que debía estar contenta que no me viera como un hombre veía a una mujer.
—No se veía como una niña para mí oferta Taehyung, luego chasqueó la lengua. Le dio un codazo al hombre mayor, Daesung —. ¿Qué dices? ¿Jungkook está ciego?
Daesung se encogió de hombros con una mirada cautelosa hacia Jungkook.
—No la miré de cerca.
—¿Y tú, Hyunjin? ¿Tienes ojos funcionales en tu cabeza?
Hyunjin alzó la vista, y volvió a mirar abajo a su bebida. Taehyung echó la cabeza hacia atrás y rio.
—Maldición, Jungkook, ¿le dijiste a tus hombres que cortarías sus penes si miraban a esa chica? Ni siquiera estás casado con ella.
—Ella es mía —aclaro Jungkook en voz baja, enviando un escalofrío por mi espalda con su voz, por no hablar de sus ojos. Miró a Taehyung, quien sacudió la cabeza.
—Durante los próximos tres años, estarás en Nueva York y ella estará aquí. No puedes mantener siempre un ojo en ella, o tienes la intención de amenazar a cada hombre en la Organización. No puedes cortarles a todos sus penes. Tal vez Manoban conoce a unos eunucos que pueden mantenerla vigilada.
—Haré lo que tenga que hacer Jungkook, removiendo la bebida en su vaso — Daesung, encuentra a los dos idiotas que se supone deben proteger a Lisa. —La forma en que mi nombre salió de su lengua me hizo temblar. Ni siquiera sabía que tenía dos guardias ahora. Hodong siempre me había protegido a mí y a mis hermanas.
Daesung se alejó inmediatamente y regresó diez minutos después con Hodong y Seungri, ambos ofendidos por haber sido convocados como perros por alguien de Nueva York. Padre estaba un paso por detrás de ellos.
—¿Qué significa esto? —Preguntó padre.
—Quiero tener unas palabras con los hombres que eligió para proteger lo que es mío.
Jennie resopló a mi lado, pero yo la pellizqué. Nadie podía saber que estábamos escuchando esta conversación. A padre le daría un ataque si revelábamos la posición de su puerta secreta.
—Son buenos soldados, ambos. Seungri es el primo de Lisa y Hodong ha trabajado para mí por casi dos décadas.
—Me gustaría decidir por mí mismo si confío en ellos dijo Jungkook.
Contuve la respiración. Eso era lo más cercano a un insulto que podría decir sin llegar a insultar a mi padre abiertamente. Los labios de padre se tensaron, pero dio una breve inclinación de cabeza. Permaneció en la habitación. Jungkook se acercó a Hodong—. Oí que eres bueno con el cuchillo.
—El mejor —intervino padre. Un músculo en la mandíbula de Jungkook tembló.
—No tan bueno como su hermano, según los rumores —dijo Hodong con un gesto hacia Taehyung, quien le dedicó una sonrisa de tiburón—. Pero mejor que cualquier otro hombre en nuestro territorio —admitió Hodong finalmente.
—¿Estás casado?
Hodong asintió.
—Por veintiún años.
—Eso es mucho tiempo —interrumpió Taehyung—. Lisa debe verse muy deliciosa en comparación con tu vieja esposa.
Ahogué un jadeo.
La mano de Hodong se retorció un centímetro hacia la funda alrededor de su cintura. Todo el mundo lo vio. Padre espectáculo como un halcón, pero no interfirió. Hodong se aclaró la garganta.
—Conozco a Lisa desde su nacimiento. Ella es una niña.
—No será una niña durante mucho más tiempo —contestó Jungkook.
—Siempre será una niña ante mis ojos. Y soy fiel a mi esposa. —Hodong miró con furia a Taehyung—. Si insultas a mi mujer de nuevo, le pediré a tu padre permiso para desafiarte en una pelea con cuchillos para defender su honor y te mataré.
Esto terminaría mal.
Taehyung inclinó la cabeza.
—Podrías intentar. —Mostró sus blancos dientes—. Pero no tendrías éxito.
Jungkook cruzó los brazos, luego dio una inclinación de cabeza.
—Creo que eres una buena opción, Hodong.
Hodong dio un paso atrás, pero mantuvo su mirada fija en Taehyung, que no le hizo caso.
Los ojos de Jungkook se enfocaron en Seungri y dejó caer la civilidad que había envuelto al monstruo en su interior hasta ese momento. Se movió tan cerca de Seungri que mi primo tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para devolverle la mirada. Seungri intentó mantener una expresión arrogante y segura de sí mismo, pero se veía como un cachorro Chihuahua tratando de impresionar a un tigre de Bengala. Jungkook y él bien podrían haber sido de dos especies diferentes.
—Él es de la familia. ¿Honestamente vas a acusarlo por tener interés en mi hija?
—Vi cómo veías a Lisa —dijoJungkook, sin apartar los ojos de Seungri ni un momento.
—Como un melocotón jugoso que quieres follarte —agregó Taehyung, disfrutando de esto mucho más de lo necesario.
Los ojos de Seungri se lanzaron hacia mi padre, en busca de ayuda.
—No lo niegues. Conozco el deseo cuando lo veo. Y tú quieres a Lisa —gruñó Jungkook. Seungri no lo negó—. Si descubro que la estás mirando así de nuevo. Si me entero que estás en una habitación a solas con ella. Si averiguo que tocas aunque sea su mano, te mataré.
Seungri se puso rojo.
—Tú no eres miembro de la Organización. Nadie te dirá nada incluso si la violo. Podría iniciarla para ti. —Dios, Seungri, cierra la boca. ¿No podía ver el asesinato en los ojos de Jungkook? —. Tal vez incluso lo filmaré para ti.
Antes de poder siquiera parpadear, Jungkook había tirado al suelo a Seungri y clavaba una rodilla en su columna vertebral, uno de los brazos de mi primo retorcido hacia atrás. Seungri luchó y maldijo, pero Jungkook lo contuvo rápido. Una de sus manos se apoderó de la muñeca de Seungri mientras alcanzaba debajo de su chaleco con la otra, sacando un cuchillo.
Mis piernas se volvieron débiles.
—Vete ahora —le dije a Jennie en un susurro. Ella no escuchó.
Aparta la mirada, Lisa.
Pero no podía. Padre seguramente detendría a Jungkook. Pero la expresión de padre era de disgusto a medida que observaba a Seungri. Los ojos de Jungkook buscaron la mirada de padre; Seungri no era su soldado. Este ni siquiera era su territorio. El honor exigía que obtuviera permiso del Consigliere, y cuando mi padre asintió, él bajó el cuchillo y cortó el meñique de Seungri. Los gritos resonaron en mis oídos a medida que mi visión se volvía negra. Mordí mi puño para sofocar el sonido. Jennie no lo hizo. Ella dejó escapar un chillido que podría haber despertado a los muertos antes de vomitar. Al menos, se había girado y apuntó lejos de mí. Su vómito se derramó por los escalones.
Detrás de las puertas, reinó el silencio. Nos habían escuchado. Agarré la parte superior de los brazos de Jennie cuando la puerta secreta se abrió de golpe, revelando el rostro furioso de padre. Detrás de él estaban de pie Daesung y Hyunjin, ambos con sus armas preparadas. Cuando nos vieron a Jennie ya mí, las devolvieron a sus fundas bajo sus chaquetas. Jennie no lloró. Pocas veces lo hacía, pero su rostro estaba pálido y se apoyaba pesadamente contra mí. Si no la hubiera sostenido, mis propias piernas se habrían desplomado. Pero tenía que ser fuerte por ella.
—Por supuesto—dijo padre entre dientes, frunciéndole el ceño a Jennie—. Debí haber sabido que eras tú causando problemas otra vez. —La apartó violentamente de mí y la lanzó dentro del salón, levantó la mano y la golpeó con fuerza en el rostro.
Di un paso en su dirección para protegerla y padre levantó su brazo de nuevo. Me preparé para el golpe, pero Jungkook atrapó la mano de mi padre con su mano izquierda. Su mano derecha todavía estaba agarrando el cuchillo que había usado para cortar el dedo de Seungri. El cuchillo y la mano de Jungkook estaban cubiertos de sangre. Mis ojos se ampliaron. Padre era el dueño de la casa, el dueño de todos nosotros. La intervención de Jungkook era un insulto contra el honor de mi padre.
Hodong sacó su cuchillo y padre puso la mano en su arma. Taehyung, Daesung y Hyunjin habían sacado sus propias armas. Seungri estaba acurrucado en el suelo, inclinado sobre su mano, sus quejidos siendo el único sonido en la habitación. ¿Había habido alguna vez un compromiso rojo?
—No era mi intención faltarle el respeto —aclaro Jungkook tranquilamente como si la guerra entre Nueva York y Chicago no estuviera en un punto de estallar—. Pero Lisa ya no es su responsabilidad. Perdió su derecho a castigarla cuando la hizo mi prometida. Ella es mía para lidiar ahora.
Padre bajó la mirada al anillo en mi dedo, y luego inclinó la cabeza. Jungkook soltó su muñeca, y los otros hombres en la habitación se relajaron ligeramente, pero no guardaron sus armas.
—Eso es cierto. —Dio un paso atrás e hizo un gesto hacia mí—. Entonces, ¿te gustaría el honor de hacerla entrar en razón?
La dura mirada de Jungkook se fijó en mí y dejé de respirar.
—Ella no me desobedeció.
Los labios de padre se estrecharon.
—Tienes razón. Pero como yo lo veo, Lisa estará viviendo bajo mi techo hasta la boda y ya que el honor me impide levantar la mano contra ella, tendré que encontrar otra manera de hacer que me obedezca. —Fulminó a Jennie con la mirada y la golpeó una segunda vez—. Por cada una de tus malas acciones, Lisa, tu hermana aceptará el castigo en tu lugar. Apreté los labios, con las lágrimas escociendo en mis ojos. No miré a Jungkook o a padre, no hasta que pudiera encontrar una manera de ocultar mi odio de ellos.
—Hodong, lleva a Jennie ya Lisa a sus habitaciones y asegúrate que se queden allí. —Hodong enfundó su cuchillo y nos hizo un gesto para que lo siguiéramos. Pasé junto a mi padre, arrastrando a Jennie conmigo, quien tenía la cabeza gacha. Se puso rígida cuando pasamos por encima de la sangre en el piso de madera y el dedo cortado yaciendo abandonado sobre este. Mis ojos se desviaron hacia Seungri quien estaba aferrándose a su herida para detener el sangrado. Sus manos, su camisa y sus pantalones estaban cubiertos de sangre. Jennie tuvo arcadas como si fuera a vomitar de nuevo.
—No —dije con firmeza—. Mírame.
Ella apartó los ojos de la sangre y se encontró con mi mirada. Había lágrimas en sus ojos y su labio inferior tenía un corte que estaba goteando sangre en su barbilla y camisón. Mi mano sobre la de ella se tensó. Estoy aquí para ti. Nuestras miradas encontradas parecieron ser su única ancla a medida que Hodong nos guiaba fuera de la habitación.
—Mujeres —dijo mi padre en tono de burla—. Ni siquiera pueden soportar ver un poco de sangre. —Prácticamente podía sentir la mirada de Jungkook perforando mi espalda antes de que la puerta se cerrara. Jennie se limpió el labio sangrando mientras nos apresurábamos detrás de Hodong a través del pasillo y por las escaleras.
—Lo odio —murmuró—. Los odio a todos.
—Shh. —No quería que hable así delante de Hodong. Él se preocupaba por nosotras, pero era el soldado de mi padre de los pies a la cabeza. Me detuvo cuando quise seguir a Jennie a su habitación. No quería que estuviera sola esta noche. Y tampoco quería estar sola.
—Escuchaste lo que dijo tu padre.
Miré a Hodong.
—Necesito ayudar a Jennie con su labio.
Hodong sacudió la cabeza.
—No es nada. Ustedes dos juntas en una habitación siempre traen problemas. ¿Crees que es sabio irritar a tu padre más esta noche? —Hodong cerró la puerta de Jennie y suavemente me empujó en dirección a mi habitación contigua a la suya.
Di un paso dentro, luego me giré hacia él.
—Una habitación llena de hombres adultos observando a un hombre golpear a una chica indefensa, ese es el famoso valor de los hombres de la mafia.
—Tu futuro esposo detuvo a tu padre.
—De golpearme a mí, no a Jennie.
Hodong sonrió como si fuera una niña estúpida.
—Jungkook podría gobernar Nueva York, pero esto es Chicago y tu padre es el Consigliere.
—Admiras a Jungkook —dije con incredulidad—. Lo viste cortar el dedo de Seungri y lo admiras.
—Tu primo tiene suerte que El Tenazas no le cortó otra cosa. Jungkook hizo lo que todo hombre habría hecho.
Tal vez todo hombre en nuestro mundo.
Hodong palmeó mi cabeza como si fuera un gatito adorable.
—Ve a dormir.
—¿Vigilarás mi puerta toda la noche para asegurarte que no me escape de nuevo? —Pregunté desafiante.
—Mejor te acostumbras a ello. Ahora que Jungkook ha puesto un anillo en tu dedo, se asegurará que siempre estés vigilada.
Cerré la puerta de golpe. Vigilada. Incluso desde lejos Jungkook estaría controlando mi vida. Había pensado que mi vida seguiría como solía ser hasta la boda, pero, ¿cómo podría serlo cuando todo el mundo sabía lo que el anillo en mi dedo significaba? El meñique de Seungri era una señal, una advertencia. Jungkook había hecho su reclamo sobre mí y lo haría cumplir a sangre fría.
No apagué las luces esa noche, preocupada de que la oscuridad traiga de regreso imágenes de sangre y extremidades cortadas. De todos modos vinieron.
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01.

Tres Años Antes.
Me acurrucaba en el sillón de nuestra biblioteca, leyendo, cuando un golpe sonó. La cabeza de Lia descansaba en mi regazo y ni siquiera se movió cuando la puerta de madera oscura se abrió y nuestra madre intervino, su cabello rubio recogido con fuerza y anudado en un firme moño en la parte posterior de su cabeza. Madre estaba pálida, su rostro contraído por la preocupación.
—¿Pasó algo? —pregunté.
Ella sonrió, pero era su sonrisa falsa.
—Tu padre quiere hablar contigo en su oficina.
Me moví con cuidado de debajo de la cabeza de Lia y la acomodé en la tumbona. Ella atrajo las piernas contra su cuerpo. Era pequeña para una niña de once años de edad, pero yo tampoco era exactamente alta con un metro sesenta y siete. Ninguna de las mujeres de nuestra familia lo era.
Madre evitó mis ojos cuando avancé hacia ella.
—¿Estoy en problemas? —No sabía lo que podía haber hecho mal. Por lo general, Lia y yo éramos las obedientes; Jennie era la que siempre rompía las reglas y era castigada.
—De prisa. No dejes que tu padre espere —dijo madre simplemente.Tenía el estómago en nudos cuando llegué frente a la oficina de papá. Después de un momento reprimiendo mis nervios, llamé.
—Adelante.
Entré, obligando a mi cara a lucir cuidadosamente reservada. Padre estaba sentado detrás de su escritorio de caoba en un amplio sillón de cuero negro; detrás de él se alzaban estantes de caoba llenos de libros que padre nunca había leído, pero que escondían una entrada secreta al sótano y un pasillo que conducía fuera de las instalaciones.
Levantó la vista de una pila de hojas, su cabello gris peinado hacia atrás.
—Siéntate.
Me hundí en una de las sillas frente a su escritorio y crucé las manos en mi regazo, tratando de no morderme el labio inferior. Padre odiaba eso. Esperé a que empezara a hablar. Tenía una extraña expresión en su rostro a medida que me escrutaba.
—La Bratva y la Tríada están tratando de reclamar nuestros territorios. Son cada vez más audaces. Tenemos más suerte que la familia de Las Vegas que también tiene que lidiar con los mexicanos, pero no podemos seguir ignorando por más tiempo la amenaza que los rusos y los taiwaneses representan.
La confusión me invadió. Padre nunca hablaba de negocios con nosotras. Las chicas no tenían que saber de los detalles más delicados del negocio de la mafia. Sabía que no debía interrumpirlo.
—Tenemos que poner nuestra rivalidad con la familia de Nueva York a un lado y combinar fuerzas si queremos luchar contra la Bratva y la Tríada. —¿Paz con la familia? Padre y todos los demás miembros de la Organización de Chicago odiaban a la familia. Se habían estado matando entre sí durante décadas y solo recientemente decidieron ignorarse mutuamente a favor de matar a los miembros de otras organizaciones criminales, como la Bratva y la Tríada—. No hay un vínculo más fuerte que la sangre. Al menos la familia entiende eso bien.
Fruncí el ceño.
—Nacido en sangre. Jurado en sangre. Ese es su lema.
Asentí, pero mi confusión solo aumentó.
—Ayer me reuní con Jeon Goongyoo. —¿Padre se reunió con el Capo dei Capi, el jefe de la mafia de Nueva York? Un encuentro entre Nueva York y Chicago no había tenido lugar en una década y la última vez no había terminado bien. Todavía se conoce como el Jueves Sangriento. Y padre no era ni siquiera el Jefe. Era solo el Consigliere, el asesor de Yongmoo que gobernaba la Organización en ese entonces y con ello la delincuencia en el Medio Oeste.
—Hemos acordado que, para que la paz sea una opción, tenemos que convertirnos en una sola familia. —Los ojos de padre se clavaron en mí y de repente ya no quise escuchar lo demás que tenía que decir—. Jeon y yo acordamos que te cases con su hijo mayor Jungkook, el futuro Capo dei Capi de la familia.
Sentí como si estuviera cayendo en picada.
—¿Por qué yo?
—Jeon y Jungseok han estado hablando por teléfono varias veces en las últimas semanas, y Jeon quería a la chica más hermosa para su hijo. Por supuesto, no podíamos darle a la hija de uno de nuestros soldados. Jungseok no tiene hijas, de modo que dijo que eras la chica más bella disponible.
Jennie era igual de hermosa, pero más joven. Eso probablemente la salvó.
—Hay tantas otras chicas hermosas —dije ahogadamente. No podía respirar. Padre me miraba como si fuera su posesión más preciada.
—No hay muchas chicas asiáticas con el cabello como el tuyo. Jungseok lo describió como de oro. —Padre carcajeó—. Eres nuestra puerta a la familia de Nueva York.
—Pero, padre, tengo quince años. No puedo casarme.
Padre hizo un gesto desdeñoso.
—Si yo accediera, podrías hacerlo. ¿Qué nos importan las leyes?
Agarré los brazos de la silla con tanta fuerza que mis nudillos se volvieron blancos, pero no sentí dolor. El entumecimiento se estaba abriendo paso a través de mi cuerpo.
—Pero le dije a Goongyoo que la boda tendría que esperar hasta que cumplas los dieciocho años. Tu madre se mostró inflexible en cuanto a ser mayor de edad y terminar la escuela. Jungseok dejó que le rogara.
Así que el Jefe le había dicho a mi padre que la boda tendría que esperar. Mi propio padre me habría arrojado a los brazos de mi futuro esposo ahora mismo. Mi esposo. Una oleada nauseabunda se estrelló sobre mí. Solo sabía dos cosas acerca de Jeon Jungkook; se convertiría en el jefe de la mafia de Nueva York una vez que su padre se retirara o muriera, y que consiguió su apodo de “Tenazas” al triturar la garganta de un hombre con sus manos desnudas. No sabía qué edad tenía. Mi prima Irene tuvo que casarse con un hombre treinta años mayor que ella. Jungkook no podía ser tan viejo, si su padre aún no se había retirado. Al menos, eso es lo que esperaba ¿Era cruel?
Había aplastado la garganta de un hombre. Será el jefe de la mafia de Nueva York.
—Padre —susurré—. Por favor, no me obligues a casarme con ese hombre.
La expresión de padre se tensó.
—Vas a casarte con Jeon Jungkook. Estreché la mano con su padre Goongyoo en cuanto a eso. Vas a ser una buena esposa para Jungkook, y cuando te reúnas con él para la fiesta de compromiso, vas actuar como una dama obediente.
—¿Fiesta de compromiso? —repetí. Mi voz sonaba distante, como si un velo nebuloso cubriera mis orejas.
—Por supuesto. Es una buena manera de establecer vínculos entre nuestras familias, y va a dar a Jungkook la oportunidad de ver lo que está obteniendo con el trato. No queremos decepcionarlo.
—¿Cuándo? —Me aclaré la garganta, pero el bulto permaneció inmóvil—. ¿Cuándo es la fiesta de compromiso?
—En agosto. No hemos fijado una fecha todavía.
Eso era en dos meses. Asentí, aturdida. Me encantaba leer novelas románticas y siempre que las parejas se casaban en ellas, había imaginado cómo sería mi boda. Siempre había imaginado que estaría llena de emoción y amor. Nada más que sueños vacíos de una niña estúpida.
—¿Entonces van a permitirme seguir asistiendo a la escuela —¿Incluso, qué importa si me gradúo? Nunca iría a la universidad, nunca trabajaría. Todo lo que tendría permitido hacer sería calentar la cama de mi marido. Mi garganta se apretó aún más y las lágrimas escocieron mis ojos, pero no las dejaría caer. Padre odiaba cuando perdíamos el control.
—Sí. Le dije a Jeon que asistes a una escuela católica para niñas, cosa que pareció complacerle.
Por supuesto que sí. No podía correr el riesgo de que me acercara ni remotamente a los niños.
—¿Eso es todo?
—Por ahora.

Salí de la oficina como si estuviera en trance. Había cumplido quince hacía cuatro meses. Mi cumpleaños se había sentido como un gran paso hacia mi futuro, y por eso había estado emocionada. Tonta de mí. Mi vida ya había terminado antes de comenzar. Todo estaba decidido para mí.
No podía dejar de llorar. Jennie acarició mi cabello mientras apoyaba mi cabeza en su regazo. Ella tenía trece años, solo dieciocho meses más joven que yo, pero hoy esos dieciocho meses significaban la diferencia entre la libertad y una vida en una prisión sin amor. Intenté muy duro no resentirme con ella por ello. No era su culpa.
—Podrías tratar de hablar con padre de nuevo. Tal vez cambie de opinión —dijo Jennie en voz baja.
—No lo hará.
—Tal vez madre será capaz de convencerlo.
Como si padre alguna vez dejaría a una mujer tomar una decisión por él.
—Nada de lo que cualquiera pueda decir o hacer hará alguna diferencia —dije miserablemente. No había visto a madre desde que me envió a la oficina de padre. Probablemente ni siquiera podía enfrentarme, sabiendo a lo que me había condenado.
—Pero Lili...
Levanté la cabeza y me sequé las lágrimas de mi cara. Jennie me miraba con sus ojos grises lastimosos, el mismo cielo nublado, como los míos. Pero donde mi cabello era rubio claro el de ella era de color rojo. Padre a veces le decía bruja; y no era con cariño.
—Ya estrechó la mano con el padre de Jungkook.
—¿Se reunieron?
Eso es lo que también me había preguntado. ¿Por qué había encontrado tiempo para reunirse con el jefe de la familia de Nueva York, pero no para contarme de sus planes de venderme como si fuera su mejor puta? Me sacudí la frustración y desesperación tratando de abrirse paso por mi cuerpo.
—Eso es lo que padre me dijo.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —dijo Jennie.
—No lo hay.
—Pero ni siquiera has conocido al chico. ¡Ni siquiera sabes cómo se ve! Podría ser feo, gordo y viejo.
Feo, gordo y viejo. Me hubiera gustado que esas fueran las únicas características de Jungkook de las que tendría que preocuparme.
—Vamos a Google. Tiene que haber fotos de él en Internet.
Jennie saltó y tomó mi laptop de mi escritorio, luego se sentó a mi lado, nuestros costados presionados uno contra otro. Encontramos varias fotos y artículos sobre Jungkook. Tenía los ojos verdes más fríos que jamás hubiera visto. Podía imaginar muy bien cómo esos ojos miraban hacia abajo a sus víctimas antes de poner una bala en sus cabezas.
—Es más alto que los demás —dijo Jennie con asombro. Así era; en todas las fotos que salía, era varios centímetros más alto que quien quiera que estuviera junto a él, y era musculoso. Eso probablemente explicaba por qué algunas personas lo llamaban el Toro a sus espaldas. Ese era el apodo que los artículos usaban, aunque también lo llamaban el heredero del empresario y dueño del club, Jeon Goongyoo. Empresario. Tal vez por fuera. Todo el mundo sabía lo que realmente era Jeon Goongyoo, pero por supuesto nadie era tan estúpido como para escribir sobre ello.
—Está con una chica nueva en cada foto.
Me quedé mirando la cara sin emoción alguna de mi futuro esposo. El periódico lo llamaba el soltero más deseado en Nueva York, heredero de cientos de millones de dólares. Heredero de un imperio de muerte y sangre, es lo que debería decir.
Jennie resopló.
—Dios, las chicas se lanzan a sus brazos. Supongo que es bien parecido.
—Se lo pueden quedar —dije con amargura. En nuestro mundo un exterior atractivo a menudo ocultaba al monstruo en su interior. Las chicas de sociedad solo veían su buena apariencia y riqueza. Pensaban que el aura de chico malo era un juego. Adulaban su carisma de depredador bien parecido, ya que irradiaba poder. Pero lo que no sabían, era que la sangre y la muerte acechaba debajo de la sonrisa arrogante.
Me puse de pie abruptamente.
—Necesito hablar con Hodong.
Hodong tenía casi cincuenta años y era el leal soldado de mi padre. También era el guardaespaldas de Jennie y mío. Él sabía todo de todos. Madre lo llamaba chismoso. Pero si alguien sabía más sobre Jungkook, ese era Hodong.
—Se convirtió en un hombre hecho y derecho a los once —dijo afilando su cuchillo en un molinillo como hacía todos los días. El olor a tomate y orégano llenaba la cocina, pero no me dio una sensación de confort como por lo general hacía. —¿A los once? —pregunté, tratando de mantener mi voz estable. La mayoría de las personas no se convertían en miembros plenamente iniciados de la mafia hasta los dieciséis años—. ¿Debido a su padre?
Hodong sonrió, revelando un incisivo de oro, e hizo una pausa en sus movimientos.
—¿Crees que se le hizo fácil porque es el hijo del Jefe? Mató a su primer hombre a los once, por eso se decidió que iniciara antes.
Jennie se quedó sin aliento.
—Es un monstruo.
Hodong se encogió de hombros.
—Es lo que tiene que ser. Para gobernar toda Nueva York, no puedes ser un mariquita. —Les dio una sonrisa de disculpa—. Una gallina
—¿Qué pasó? —No estaba segura de querer saber. Si Jungkook había matado a su primer hombre a los once, ¿cuántos más había matado en los nueve años transcurridos desde entonces?
Hodong negó con su cabeza afeitada, y se rascó la larga cicatriz que iba desde la sien hasta la barbilla. Era fornido, y no de buen parecido, pero mi madre me dijo que pocos eran más rápidos con un cuchillo que él. Nunca lo había visto pelear.
—No puedo decirlo. No estoy tan familiarizado con Nueva York.
Vi a nuestro cocinero mientras preparaba la cena, tratando de concentrarme en algo que no fuera mi estómago revuelto y mi miedo abrumador. Hodong estudió mi cara.
—Es un buen partido. Él será el hombre más poderoso en la Costa Este lo suficientemente pronto. Va a protegerte.
—¿Y quién me va a proteger de él? —susurré.
Hodong no dijo nada porque la respuesta era clara: nadie me podía proteger de Jungkook después de nuestra boda. No Hodong, y mucho menos mi padre si es que se sintiera inclinado a hacerlo. Las mujeres en nuestro mundo pertenecían a su marido. Eran de su propiedad para hacer frente de cualquier forma que les placiera.
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00.

Mis dedos temblaban como hojas al viento a medida que los levantaba, mis latidos tan rápidos como los de un colibrí. La fuerte mano de Jungkook era firme y estable cuando tomó la mía y puso el anillo en mi dedo. De oro blanco con veinte pequeños diamantes.
Lo que tiene intención de ser un signo de amor y devoción para otras parejas no era más que un testimonio de su propiedad sobre mí. Un recordatorio diario de la jaula de oro en la que estaría atrapada el resto de mi vida. Hasta que la muerte nos separe no era una promesa vacía como sucede con tantas otras parejas que entraban al sagrado vínculo del matrimonio. No había manera de salir de esta unión para mí. Era de Jungkook hasta el amargo final. Las últimas palabras del juramento que los hombres hacían cuando iniciaban en la mafia podrían muy bien haber sido el cierre de mi voto matrimonial: Entro con vida y tendré que salir muerta.
Debería haber corrido cuando aún tenía la oportunidad. Ahora, con cientos de rostros de las familias de Chicago y Nueva York observando detrás de nosotros, huir ya no era una opción. Tampoco el divorcio. La muerte era el único final aceptable para un matrimonio en nuestro mundo. Incluso si me las arreglaba para escapar de los ojos vigilantes de Jungkook así como de sus secuaces, la violación a nuestro acuerdo significaría la guerra. Nada de lo que mi padre pudiera decir impediría a la familia de Jungkook ejercer venganza por hacerles quedar en ridículo.
Mis sentimientos no importaban, nunca lo hicieron. Había estado creciendo en un mundo donde no se conceden opciones, especialmente a las mujeres.
Esta boda no iba del amor, la confianza o la elección. Iba sobre el deber y el honor, de hacer lo que se espera.
Un vínculo para asegurar la paz.
No era idiota. Sabía de qué otra cosa se trataba todo esto: dinero y poder. Ambos estaban disminuyendo desde que la Mafia Rusa “la Bratva”, la Tríada Taiwanesa, y otras organizaciones del crimen habían estado tratando de ampliar su influencia en nuestros territorios. Todas las familias italianas en los EE.UU necesitaban dejar a un lado sus luchas internas y trabajar juntas para vencer a sus enemigos. Debería estar honrada de casarme con el hijo mayor de la familia de Nueva York. Eso es lo que mi padre y cada otro pariente masculino habían intentado decirme desde mi compromiso con Jungkook. Lo sabía, y no era como si no hubiera tenido tiempo para prepararme para este momento exacto y, sin embargo, el miedo atenaza mi cuerpo encorsetado en un agarre implacable.
—Puede besar a la novia —dijo el sacerdote.
Levanté la cabeza. Cada par de ojos en el pabellón me escudriñó, esperando un destello de debilidad. Padre se pondría furioso si dejaba que mi terror se mostrara en mi expresión y la familia de Jungkook lo utilizaría contra nosotros. Pero había crecido en un mundo donde una máscara perfecta era la única protección que tenían las mujeres y no tuve problemas para adoptar una expresión plácida. Nadie sabría lo mucho que quería escapar. Nadie más que Jungkook. No podía esconderme de él, sin importar cuánto lo intentara. Mi cuerpo no paraba de temblar. A medida que mi mirada se encontraba con los ojos grises y fríos de Jungkook, me di cuenta que lo sabía. ¿Con qué frecuencia había infundido miedo en los demás? Reconocerlo era probablemente una segunda naturaleza para él. Se inclinó para cubrir los veinticinco centímetros que se elevaba por encima de mí. Sin ninguna señal de duda, miedo o vacilación en su rostro. Mis labios temblaron contra su boca a medida que sus ojos se clavaban en los míos.
Su mensaje era claro: Eres mía.
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