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Enero gris
-Dedicado a mi hermano, Ricardo y a quien en vida fuera Bryan-                            
                                       Memorias de un 2011(o 12), escrito en mayo de 2017.
Eran los primeros días de enero, del año veinte once; recuerdo que el año había empezado de manera muy violenta en la colonia,  justo el primer día del año avisaron a casa que habían matado a uno de mis primos, aunque realmente no estábamos tan apegados a él, sin embargo era un tanto impactante el hecho que la violencia estuviera tocando la puerta, tan cerca de mi familia.  Era en esos escasos primeros días del año, cuando recuerdo que estaba con Wicho, Pulgar (Erick) en la casa de Cristian, aproximadamente las 4 de la tarde, como se acostumbraba en ese entonces, a juntarnos y hablar de cualquier tontería. Los chistes tan sofisticados de Cristian, la anarquía de Pulgar, los silencios incómodos de Wicho y mi característica apatía hacia todo. Era en esa tarde, quizá un domingo, en medio de esas pláticas efímeras, cuando los reflejos se activaron y vemos que frente a nosotros pasa corriendo Saúl, Richard, Daniel y  David (Hermano de Saúl), con la velocidad que se corre por alguna persecución de vida o muerte, con el habla corta, con los pulmones en la mano de la precipitada carrera que llevaban. Entre voz cortada y fatigada, logramos descifrar que nos habían gritado “Acaban de tirar en la tienda” (“La tienda” es una abarrotería donde patinaban uno de los grupos de Skaters de edad más pequeña de la colonia)    ”Le pegaron al Rodilla, cerote” (Era un vago apodo, desconozco su origen, pero que definía a Bryan, y que por respeto no seguiré utilizando ese sobre nombre). No habíamos terminado de descifrar lo que nos habían pasado diciendo, cuando nos pegamos a los demás para averiguar lo que nos hacía correr de  tal manera. A cada paso que iba dando mi mente empezaba a armar historias: “En la tienda se juntaban muchos de nuestros amigos, y entre ellos mi hermano pequeño, en ese entonces tenía 14 años, igual que Bryan. Ya sabíamos que ni los narcos ni los pandilleros nos querían porque aparentábamos ser grupos grandes y muy unidos, aunque en realidad sí lo éramos, nuestros grupos no eran tan radicales como ellos creían, pero no éramos mayor problema para ellos como para tener que dispara. Con forme las piernas acortaban su fuerza y el corazón se aceleraba cada vez más, en cada segundo, no dejaba de pensar en que mi hermano y en todos los chavitos que patinaban en esa calle.
Cruzamos la ultima calle para encontrar la carretera del que sin esperar a acercarnos tanto, nos dimos cuenta por la cantidad de gente que tapaba la calle, el ruido estrepitoso de las ambulancias, algunos de los muchachos que parecían huir del lugar a toda prisa, que el “acaban de tirar en la tienda” había sido algo muy trágico. Fuimos disminuyendo la velocidad de los pasos, encontrábamos niños llorando, señoras gritando con tal desesperación que te contagiaban ese pesar, aun cuando no sabíamos a ciencia cierta que había pasado. Empezamos abrir paso entre la gente, Cristian y Daniel me decían: Busquemos al Chato primero (Mi hermano pequeño). El corazón lo tenía en la mano, pensaba en mi primo que habían matado unos días antes (La violencia y la muerte está más cerca de lo que podría creer) ya tenía a cortos pazos el llanto en mis ojos, nadie decía con exactitud que pasaba, señoras totalmente desconocidas, llorando, decían “¿Qué podrían hacer esos pobres patojos?, no molestaban a nadie. Su único pecado era patinar” “Uno no los conocía pero los veía todos los días, ¿Qué tanto daño podrían causarle a alguien para que les  vengan a hacer esto?” empecé a preguntar a quien se atravesara si no habían visto a mi hermano y no daban razón. Como pudimos logramos llegar hasta la ambulancia que cerraba las puertas, marchándose rumbo a un hospital (según en ese momento mi conclusión).  Por un segundo pensé “¡No hay muertos!” era un trago amargo menos. Estando en el centro del bullicio de la gente, empecé a escuchar  llantos más fuertes, eran quizá los llantos más desgarradores que jamás había escuchado. Veía a Doña Tanía (Mamá de Bryan) gritando a viva voz “¡Mi bebé!”, “¿Porque a mi Bryan?” “¡Malditos!”. Al lado de la devastada, se encontraba su hija, llorando por su hermanito, con la voz totalmente quebrantada, temblorosa, abrazaba a mi hermano. Fue un momento lleno de impacto pero con mucha calma al poder ver a mi hermano sin ningún rasguño(al menos físico). Nos acercamos y sólo lo jale del brazo y lo abracé, su voz se quebró totalmente, solo se escuchaban palabras sollozante, me decía recostado en el hombro “¡Maje!, ¡Maje!, le dispararon a Bryan!” “¿Con quién voy a patinar ahora?”. Son palabras que tengo totalmente grabadas.  Para mí era un niño a quien le habían prohibido salir con otro, eran una especie de arrebato impredecible. “Tranquilo” le decía, “ya se lo llevaron al hospital, fijo en la noche ya tenemos noticias de él. Vamos a la casa, no sabemos por quien venían, ¡jalemos!”
Sólo podía llevarlo abrazado y tratando de consolar su pesar por su amigo. Llegando a la casa, con un poco de calma nos contó que al parecer le habían disparado 2 personas, tenía 5 disparos en todo el cuerpo; 2 en el pecho, uno en cada pierna y uno en el estomago.  También hubo otro herido, realmente no recuerdo su nombre real y no quiero usar su sobrenombre,  (aunque comúnmente la gente en las calles es más conocida por su nombre de pila que por su nombre real)a este segundo amigo tardamos semanas sin saber de él su familiares habían desaparecido, nadie sabía sobre su paradero. Había un rumor que vivían en un municipio llamado Villa Canales, (a unos 20 kilómetros de nuestra residencia).
Esa misma noche, el panorama se tornaba demasiado obscuro, era casi prescindible lo que venía después de enterarnos de tal atrocidad, sin embargo dejamos que el tiempo pasará y dejar el pesimismo por un lado. Nos llamábamos con otros amigos para averiguar noticas sobre la salud de Bryan, pero no fue sino pasado de las 10 de la noche de ese mismo trágico día, cuando los corazones se empezaban a calmar, la mayoría agradecidos de no haber frecuentado “La tienda” ese día, otros preguntándose la razón de tal baño de sangre a gente tan inocente. Minutos pasaban de las 10 cuando llamaron a mi hermano y únicamente puedo recordar como su cara de esperanza al escuchar la llamada se transformo en la del niño que hace varios años se lamentaba por algún juguete que no podía alcanzar, era una mirada de aflicción, sus hombros se desvanecieron y sus ojos se llenaron totalmente de lagrimas, su sonrisa había desaparecido totalmente. Había llanto, palabras entre cortadas. “¡Mama, se murió Bryan!” era lo poco que podía pronunciar, sus labios temblaban y todos los corazones que habíamos alrededor de él, nos desvanecimos en un mismo pesar. Mi madre, juntaba sus manos y miraba al techo, susurraba “¡Cristo bendito, recíbelo en tus manos!” no tenia mas fuerzas que para abrazar a mi hermano y decirle que llorara todo lo que quisiera. La agonía de Bryan había sido corta. Era una especie de consuelo. Todos en las calles llorábamos por tal perdida, nos dábamos pesares entre nosotros mismos, parecíamos desangrados todos del mismo brazo. Tristeza y coraje se apoderaba de nosotros. Ventiscas de venganza se atravesaban por nuestras cabezas. Ya no podíamos hacer nada. La tragedia había sucedido. El dolor y la pena, ya era parte de muchos kilómetros a la redonda. Se acercó la vela y aunque esas eventualidades siempre tienen el mismo semblante, este tenía algo distinto, parecía que habíamos muerto todos un poco, que así como esa inocente vida fue arrebatada, a nosotros también nos arrancaban un  poco de inocencia.
El otro amigo, víctima, del cual nos enteramos meses después que, había sufrido 8 impactos de bala. Había perdido una pierna y un brazo, vivió (si es que a eso se le puede llamar vida) a partir de ese día en silla de ruedas. No sale de su casa más que para necesidades de extrema obligación. Eso no era vivir, él no sabía quién debía estar más agradecido, si el por estar vivo o la familia de Bryan porque no tuvo la desdicha de quedar con las desgracias con las que el cargaba todos los días.
Las calles no se volvieron a ver igual, las patinetas, la tienda, mi hermano, enero, un luto casi permanente. La violencia había tocado la puerta de una casa gigante, con miles de habitantes.
El tiempo ha pasado, todos recordamos ese día, pero en doña Tania se notaba el vacio por la pérdida de su hijo, tal vacio fue tan grande como para tratar de llenarlo con otro hijo, con el mismo nombre, los mismos sobre nombres. Su habitación 6 años después sigue intacta, como el recuerdo del veinte once.
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Muerte De Un Modernista.
¡Ay de mí! sí me encontrara cara a cara con la muerte ¡Ay de mí!… Pero, ¿Por qué? ¿Porque he de temerle a la muerte? Sí tampoco sé que es sentirse vivo. Sí el sedentarismo nos cohíbe de la savia, allí, afuera de esta capsula llamada hogar. Sí  solo tengo una usanza en la cabeza que corrigen hasta mi manera de respirar. ¿Por qué he de temerle a la muerte? Sí a cada paso, a cada día, a cada momento la arena se agota y no me llena de vida, me acorta el tiempo, me destroza la esperanza.   ¿Por qué he de temerle a la muerte? Si estoy despierto con el deseo de no seguir viendo, de no seguir viviendo. Eso… ¿Eso es vivir? Ver como la jerarquía del buen vivir, deslumbra el brillo de la corona sobre la frente tiznada de los guajeros. (?) ¿Muerte? Porque he de esperarla sí yo mismo soy quien jalo del gatillo priorizando el criterio ajeno para sentirme más alguien, para seguir sintiendo mi aliento. ¿Por qué he de esperar a la muerte? Si yo, yo soy quien acomodo la orca en la garganta con cada frustrante aflicción, sí con cada lagrima apegada a lo roto me arranca el sosiego, culmina con mi existir.   ¿Por qué habremos de esperar a la muerte? Sí ella es impaciente, ya no es física; ella es cada jornada, desde la precipitosa chispa matinal hasta la última gota de vigilia. Ella solo es un ritual popular para mudarse desapercibida con cada cuerpo, con cada duelo.   ¡Ay de nuestra pálida vida! ¡Ay de mí! sí me encontrara cara a cara con la muerte ¡Ay de mí!…
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Tal cual un niño se regocija bajo la desmesura del sol, así mismo presiento tu distancia presente. Olvido; recordate de olvidarnos. Baja el mecapal con la carga llena de astillas. Mastica lento que las piedras no se muelen solas. ¡Ay, Dios! Tu manera de amar es la misma caricia de un zope hambriento. Si. Nos dejaste a la derecha del padre... Incados en maíces junta la madre. Bendito sea el caudal que diambula por las cerras y resbala humedad a mis ojos. Nos convertimos en montañas de carbón, ensuciando todo cuanto tocamos. Sobrantes de los cerdos, abono de orquídeas marchitas. Injusto o necesario... Que real es la vida y que doloroso fue soñar.
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“Déjenme Colgado”
-Tengo algunas penas en forma de piedras abajo los párpados; Cada vez que intento llorar se hacen polvo hasta volverse amanecer.
Tuve miles de adioses que no se quisieron detener, déjenme colgado, que esto de mis despedida soy el único autor.
-Se han empañado los cielos de este hogar. Dejaste tú taza a medias. todas las flores se olvidaron de florecer, los adornos de esta ciudad son pies colgando bajo las sillas. Ruleta rusa que brillas con tus colores, trajiste tristeza a este barco de papel
-Por fin conseguimos la paz(O el caos) Se acabaron los desvelos y los tragos amargos, descansen ustedes, que el infierno es un viajero que se instalo en mi cabeza. 
  Madre, descansa tus penas sin pensar más.
Padre, cuida el fusil y las semillas del campo. Que nadie llore si la casa está limpia.
Hay un árbol bailando en la cumbre de dios Abajo del equilibrio del mundo. Intercambien despedidas por encuentros del más puro amor. Que la voluntad no es perdida y Aquí no existe el tiempo ni la forma. Se destruyeron todas las maneras de ver más allá del ayer después que se nublan los dolores.
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Quisiera crecer tanto y llegar a hacerle sombra a la luna, darle un abrazo y ayudarla a sostenerse. Hacerle tantas preguntas que yo mismo me hago. ¿Sentirá lo mismo que nosotros cuando nos sentimos sólos? ¿Sus lunares serán ereditarios? ¿Tendra miedo a desaparecer? ¿Si la han visitado, habrá sentido invasión de su privacidad? ¿Cuándo se vuelve “Nueva”, en verdad se renueva? o ¿Es un trauma al mostrarse tan obscura? Quisiera que hablara y contara todos sus secretos, y sus aflicciones. Saber cuando tiene frío o si sufre de insomnio. Pobre de ella tan sola o ¿Dichosa de estarlo? ¡Vaya locura! ¿A caso importa? Por sí acaso, voy a dejarte la luz encendida, por si esta noche no podés dormir.
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“Romance de determinaciones intrascendentes”
Fume la ultima bocanada de humo y mañana se acabo ayer, Al lado de esta Ineludible manera de vivir y subyugar estas páginas escritas en murmullos. Junto a eso voy cavando mi propio mausoleo por preceptos enviados de entre las nubes. La única alternativa que queda es adueñarme de mi propio óbito La manera del hecho es indiferente, solo resta abandonar la mediocre manera de existir Y que el mismo humo que fumo arrope esta partida inevitable. Primaveras de lluvias pedregosas, inviernos  de alfombras naranjas.
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“De Werther a Carlota”
He de partir, alimento del suelo, Suprimir la zozobra de verte pasear por mis corredores Sin alma, poema de otro libro, lienzo de nuevos colores.
¿Cómo asimilo las hojas marchitas de este otoño? No hay forma de que tus manos puedan limpiar este llanto. Para siempre es muy pronto, hasta nunca ya fue. “Prometo no volver a rumear los dolores pasajeros que la suerte nos ofrece sin cesar, quiero gozar el presente y que lo pasado sea pasado para mi completo” Se acabo el consuelo. Necesito salir. Necesito huir Y correr a ocultarme muy lejos entre los campos. Adiós.
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“Anoche que no dormimos”
Una ventana y mil vueltas dentro de mi. Muerte, conciencia y epifanía del sentido sediento. Carne reflejada en tormento. Matá esta calma, cada vez mas blanda y mas efímera. Culmina conmigo y destruye los restos de tu vida, con la sombra de los techos inmersos en mis párpados. Despidete de la paz y carcome las venas. Las vidas que se fueron entre tus dedos
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