Pensándolo bien, te diría que de ti aprendí el despertar de las flores, la paciencia del tiempo, la humildad del silencio. Es que en tu boca me enseñaste a apreciar las pausas de la lluvia. Y aunque a veces no te entienda, aprendí a quererte como si fuera tu mago, como si fueras tú mi magia, como si amarte fuera ese truco en el que muero por creer.