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Una película que nunca llegué a montar, sobre hacerse un té mientras se estudian las películas de Straub-Huillet.
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Diarios XII
Enero 2021
En invierno, el aire de una habitación cerrada parece que ha sido cocinado por alguien torpe. Tiene olor a piel, a radiador electrico, a ausencia de un cuerpo y a exceso de enchufes. La cama lo diluye, y los placebos son sanos y no me dejan dormir.
Puede verse. Es un aire como una serpiente que ocupa enredada el espacio entre las paredes y yo tumbada, debajo. La esperanza queda lejos y el método. No hay método. En Tomares sábanas de franela y paredes cálidas; en Donostia, un edredón castigado y paredes frías. Guerras, colocar la mano, quedarte sin brazo y cada noche me quedo sin dientes. Cuánto más aprendo más me odio y no tengo el valor de decirme a mí misma que no quiero pensar, que solo quiero cantar a veces y otras veces dormir. Tener a alguien, huir, y ser libre, tener esperanzas, mentir. Antes encontraba a Dios y ahora a Marguerite Duras, a Cézanne, a una máquina que copia películas. Libros sin terminar, sin empezar, como todas las historias. Me toco el pelo, hundo la mano, y sin embargo, no sé qué haces tú. No he aprendido nada después de esto. Soy más pequeña, más estúpida, más débil. Y encima quiero dejar de fumar.
El valor de los objetos y de los lugares nunca pertenecieron a la mise-en-scène. El cine nunca puso las manos limpias en ningún sitio. Tiene muchos nombres: “la magia del objeto”, “elemento catalizador”, “recuerdo”. Si fuera completamente justa conmigo misma diría que es una cigarrera antigua, que es una camisa, un parque, un museo, una ciudad. Aun así sólo puedo hablar cuando sirve de algo, y como de costumbre, entre la palabra y yo no hay nada más que la experiencia. Más pequeña, más estúpida, más débil. Tengo un vacío en la garganta por el que se cuelan todas mis palabras y me quedo en la ausencia. Desaparecer es intencionado, a más el llanto, involuntario. No me gusta rodear los motivos con excusas. Es en este espacio, en este aire, donde estoy. Miro a la serpiente a los ojos y le pregunto a dónde ir. Esperar una respuesta sería de cobardes.
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Diarios XI: Cama sin hacer, Eugene Delacroix, 1827.
Cada línea, cada gesto. Ver el paso del tiempo y algunos sueños que aunque no sabemos cuales son, parece que los hemos acompañado. Un fondo que ni si quiera parece el de los ojos de alguien despierto. La persona que hace la cama limpia de manera afectiva todo lo que está por llegar.
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