oh-pierce - Tumblr blog

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Sí, Greg ve un poco de él en algunas de las descripciones que da de Olivia, por eso no se lo va a negar, aún así, lo toma a la ligera y sonríe de lado— Sí, me han dejado por insoportable, no es muy difícil de sospechar —se encoge de hombros y vuelve a juntar tomates—. Al final tú y yo no somos tan distintos, eh. Y no desvíes la conversación hacia mí, te pregunté a ti si te habían dejado por eso y no respondiste, ¿todavía te cuesta admitirlo? —Puede hablar del tema con total tranquilidad porque todas esas relaciones fueron hace muchos años, ya superó todo tipo de ruptura amorosa que haya tenido a lo largo de la vida— ¿Con razón qué?

Solo un insoportable como Greg puede estar orgulloso al ser dejado por insoportable. Si no podría ser de otra manera—. No estoy desviando ninguna conversación, no es que con la guerra haya tenido tiempo a muchas parejas. —por qué le dice eso a él, si no es de su incumbencia. Pero ya qué, termina con las zanahorias, ajusta el costal y se va a recolectar maíz. No muy cerca de él, pero tampoco tan lejos para su desgracia—. Con razón. —se limita a repetir, la incógnita puede llegar a matar más que lo piensa y así lo deja. Que se muera y reviente de intriga.

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Greg alza las cejas en cuanto Olivia le hace las preguntas, ¿en serio quiere que empiece a decir razones por las que una pareja no la sorportaría? — Tú pediste que te cuente más, así que luego no te quejes —le advierte antes de comenzar—. No puedes tener una conversación sin soltar ironías para molestar a la otra persona, eres metida, malhumorada y tienes una tendencia a “sabelotodo” que no sería molesta si es que no la sacaras a relucir a cada rato —enumera sin titubear y deja de juntar los tomates para mirarla de frente con ambas manos apoyadas en las caderas— ¿Te soportaban así?

La advertencia ajena dice bastante. Se ve lo peor venir y aunque le encantaría mantener una postura con los brazos en jarra, para sostenerle la mirada de forma letal, decide seguir desquitándose con las pobres zanahorias hasta que él termine. Palabra a palabra, las muecas en su rostro se van transformando. Sonríe, se muerde el labio inferior, frunce el ceño, aprieta los labios, bufa y, finalmente, suelta una enorme risotada—. Te estás describiendo a ti mismo, ¿te diste cuenta? ¿tus parejas no te soportaban y te han dejado por todos esos motivos? —replica, esta vez sí detiene la tarea para mirarlo—. Con razón. —rechista entonces, como si de pronto la mayor de las verdades fuese expuesta delante suyo.

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Con los tomates tiene que tener mucho más cuidado, pues son frutas muy frágiles y pueden machucarse de nada. Además, toda la planta es muy sensible y debe tener cuidado al tratarla porque les tiene que seguir dando frutos más adelante. A este trabajo lo hace con las manos, no es muy difícil desprender el tomate de la planta, pues varios ya estaban listos para ser recogidos. Los pone con cuidado en una bolsa y sigue todo el proceso de manera circular.

Greg está tan concentrado en su labor que no nota que Olivia no le responde a la pregunta de inmediato, y recién se gira a verla cuando ella le pide que repita—. Eso. Si tus parejas te soportaban así. —le dice de nuevo sin temor alguno.

Llenar un costal de zanahorias no es impedimento. Hasta puede desquitarse en la labor, mientras mira a su compañero con una ceja alzada—. ¿Así cómo? Cuéntame más porque no entiendo a qué te refieres. —pronuncia, mientras mueve una zanahoria diestra y siniestra antes de tirarla con las demás sin reparo alguno—. ¿Qué es lo que tienen que soportar exactamente?

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— No, idiota. Vamos a terminar discutiendo como siempre —Frunce el ceño y mira la navaja, ¿cómo se le ocurre que iba a lanzársela de veras? Uf, él será el corto de temperamento, pero esta mujer es exasperante y casi tan exagerada como él.

Lo que hay más a la lejanía son las plantas de tomates, a las que Greg se dirige con rapidez porque quiere terminar el trabajo lo más pronto posible. Todavía les falta volver a sembrar algunos tubérculos y semillas de los vegetales que ya han cosechado—. ¿Tus novios te soportaban así? —Y esta pregunta no va tanto para molestarla, sino para saber de su vida amorosa. 

— ¿Y ahora estamos jugando a las damas? —cuestiona, rodando los ojos por vez mil. Le va a venir un viento y se va a quedar bizca si sigue así, vamos. 

Se pone de pie y va a buscar algo donde poner las zanahorias que va quitando. En eso, aprovecha para calmarse un poco y escucha la pregunta ajena—. ¿Qué dijiste? —le cuestiona, incrédula a lo que le dice su sentido de la audición. Sabe lo que escuchó, pero quiere que lo repita.

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Greg vuelve a suspirar, pero esta vez es por la insoportable de Olivia, que una vez más le da pie a comenzar a ponerse loco. Se muerde el labio inferior y forza una sonrisa para nada amigable—. Bueno, ¿sabes qué? Vete al diablo, no me gusta cocinar porque no soy bueno y punto —declara como palabra final al respecto. Además, después de TANTOS retos que recibió esa noche, ni loco vuelve a pisar la cocina para cocinar. Seguro varios lo mirarían con desconfianza y no lo dejarían tocar alimentos importantes— ¡Qué! ¡Barrer no le gusta a nadie! ¡Pero te digo que hasta prefiero eso antes que cocinar! —Y es así como lo dice. Barriendo no hay muchas maneras de cagarla. Los comentarios sarcásticos de la castaña le hacen hervir la sangre, y está por atinar a tirarle lo primero que tenga a mano, pero lo que tiene justo es una navaja y… no está tan enojado—. Olivia, no comiences una discusión porque sabes que podemos terminar mal —le avisa, y ahora la apunta con la navaja a propósito, ¿para verse más temerario? Quién sabe. Él no sabe tomarse los comentarios de ese tipo con gracia, para Greg siempre son ataques.

Ya terminó de juntar las naranjas. No eran tantas. Con suerte esas alcanzarán cortadas en cuartos si pretenden que toooodos allí prueben un poco de la primera tanda de frutos que dio la planta—. No se puede tener una charla de calidad contigo. —le recrimina tras algunos segundos.

Greg se irrita en tiempo récord, lo que para Olivia no es ninguna sorpresa. Con las explosiones se supera día a día y ella... ella mantiene su temple de momento. A ver si las zanahorias se estresan con ella discutiendo—. ¿Podemos terminar cómo? ¿Me vas a clavar la navaja? —le pregunta, alzando una ceja al ver el objeto con el que la está apuntando a la distancia. No le tiene miedo y lo demuestra con su postura.

Uf, habla de ella como si él fuese un encanto. Puede que tuviera algo de culpa, pero no todo el conflicto recaía sobre sus hombros y aunque quisiera gritárselo en la cara, no lo hace, solo lo mira con la nariz arrugada y bastante desagrado.

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Ah, cortaría una de esas naranjas en cuatro con la navaja ahora mismo con tal de probarlas… pero tienen prohibido comer las cosas que recolectan si no lo reparten para todos. Con un suspiro de decepción, tira la fruta en la bolsa correspondiente y sigue cortando otras.

— Que quisieras burlarte de mí siendo sarcástica —contesta con lo que a él le parece más razonable viniendo de ella—. ¡Por eso mismo! —responde mientras arroja otra naranja junto al resto— Yo no puedo hacer nada de cocina —Y es la pura verdad. Greg apesta en eso y punto. No hay vuelta que darle—. Hay cosas para las que uno es bueno y hay cosas para la que uno es malo, ¿o tú eres buena en todo? ¿No hay algo que no te salga bien por más que lo hayas intentado muchas veces? —Y revolea las manos mientras habla. Eso no sería peligroso para nada si es que no tuviera la navaja en mano. Si se le acerca alguien en ese momento, puede dejarle la Z del Zorro sin querer—. Hasta prefiero barrer, mira lo que te digo…

Ni un cumplido sincero este muchacho se toma bien. Olivia se concentra en hundir las manos en la tierra para no volver a rodar los ojos y lo deja parlotear, tanto como guste—. No, la verdad que no. —mentira—. Soy buena en todo, así que vas a tener que probar suerte otro día. —sigue, hablando con tanta calma que casi no parece que sus dichos huelen a mierda y patrañas. Qué más da—. Prefieres barrer, ¡WOW! ¡EL SACRIFICIO! —irónica, levanta la mirada y lo mira con falso asombro—. Lo mucho que puedes sufrir por la causa, me dejas boquiabierta. Eres admirable. —le está tomando el pelo, por si no se nota todavía.

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— Ya estaban todos organizados los que iban a arreglar, me agregaron a último momento como castigo —explica y se encoge de hombros. No sería la primera vez que le dan un castigo por ser como es y hacer lo que hace y decir lo que dice y… podría seguir enumerando razones por las que se las castiga a Greg. Ah, pero los castigos son razonables, la mitad del tiempo está haciendo cosas indebidas. 

Guarda las últimas calabazas en la bolsa y ahora se va a dar el gusto de recolectar las naranjas. ¡Se lo merece! Estuvo mucho tiempo esperando esas naranjas—. Deja de mentir —le reclama, porque es imposible que le hayan gustado las chuletas. Si hubieran estado acompañadas de algún vegetal acaramelado o un poco dulce, bueno… Pero eran a la parrilla. Él, personalmente, esa noche tomó su chuleta y la lavó tras sentirle el gusto. Le quedó casi fría pero al menos era un poco más pasable—. Tampoco quiero entrar, yo avisé que no sabía nada de cocina desde un principio y aún así hicieron oídos sordos… —Chasquea la lengua y suspira. Comienza a arrancar las naranjas del árbol, algunas están un poco verdes cerca del tallo, pero al tacto se sienten listas para comerse. Ojalá sean muy jugosas—. Mi madre era la única que cocinaba en casa y cocinaba muy bien, pero jamás me interesé por mirar cómo trabajaba. —Y sí que le hubiera servido mirarla cocinar. También le hubiera servido pasar más tiempo con ella, ya sea en la cocina o en cualquier otro ámbito del hogar.

Ah, unos recibían castigos tan geniales. Hasta envidia le da que a él le toque arreglar techos y a ella, cuando mete la pata, le den castigos cuestionables. Como cavar letrinas sanitarias, por ejemplo.

No dice nada, solo pone una mueca que habla por mil palabras y se agacha a trabajar en las dichosas zanahorias.

— No sé qué te hace creer que te diría si me parecieron horribles. Para mí estuvieron bien las chuletas. —sostiene, rodando los ojos y ni se molesta en mirarlo, está concentrada en su tarea—. No es como que estemos buscando gente con título de chef para cocinar, se hace lo que se puede. —le replica con algo de fastidio, porque cuando se pone así le da un poquito de nervio. Igualmente, dentro de todo, mantiene la compostura—. Yo aprendí viendo lo que hacen los demás aquí, no creo que tú hagas las cosas con mucha voluntad. —deja caer, que tampoco le parecía una ciencia lo que hacían y se conocían el uno al otro, lo suficiente.

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Greg resopla ante los planes de Olivia de querer intercambiar trabajos, él no tiene ganas de hacer lo que le tocó en la próxima y tampoco tiene ganas de cambiarlo por otra cosa. Lo único que le sale bien es estar en la computadora—. Limpieza. Y también me anotaron para arreglar unas averías en el techo de las habitaciones antes de que vuelva a llover. Eso lo haré sí o sí porque una de las goteras está casi sobre mi cama —le comunica mientras vuelve caminando a cortar y juntar las dos calabazas que le faltan. Por lo menos esas no son tan grandes como las primeras y no le van a romper su tan maltratada espalda. Uno de los tantos problemas que conlleva ser una rata de computadora—. Ya no me anotan en la cocina desde el problema con el azúcar. —Muchos ser refieren a ese problema como “La noche del azúcar”. Greg tenía que salar todas las chuletas de cerdo y, en vez de eso, las llenó de azúcar. A todas. Absolutamente todas. Solo se dieron cuenta de eso cuando las setenta y pico de personas que son allí empezaron a hacer caras feas al comer. Uno de los tantos días en los que Greg fue odiado. 

Olivia termina con las patatas y hace un nudo en aquel costal, que ha quedado bien cargado—. Oh, si necesitas una mano con eso, me avisas. —no es que él fuese su compañero favorito, pero las tareas de reparación le gustaban y no le molestaría hacerlo. 

Se sacude las manos contra la ropa, para remover la tierra más molesta y da un vistazo a los cultivos. Zanahorias. Las ve y allí se encamina, en lo que suelta una sonora risotada—. Creo que fui la única a la que le gustaron tus chuletas agridulces. —menciona, a ella le daba igual, estaban buenas—. Pero me parece razonable que te prohíban la entrada. —continua, poniendo una mueca burlona. Toda oportunidad para picarlo un poquito le viene bien.

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— Sí, ya he visto otras veces toda la preparación previa que tienen antes que construir el arma real… pero uno nunca sabe cuándo puede salir algo mal. La nitroglicerina es muy sensible al movimiento y están planeando meterla en armas… —sigue hablando mientras se da los últimos segundos de descanso antes de tomar las tres calabazas de nuevo— De todas formas ustedes son los que saben mejor del tema, yo solo soy un espectador que comenta —recuerda y se encoge de hombros. Al llegar a la parte donde están todas las bolsas, mete las hortalizas en una; así será más fácil de llevar, al menos a la rastra—. Varias sopas se pueden hacer con eso. Se puede usar hasta de cuenco donde meter la sopa.

No le hace falta reprender a Greg, porque él se pone en su lugar por su cuenta, así que Olivia solo espera que los demás vean los resultados y disfruten el verse beneficiados por ellos. Nada más—. Ya, se pueden hacer muchas cosas, por eso hay que insistir en hacer sopa. Si consigo quien me intercambie la cena, ya tengo planes.  —sostiene— ¿Tú qué tareas tienes el miércoles? —cuestiona, recordando que solo ella contestó a esa pregunta y nunca la devolvió. ¿Él tendría la cena? 

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— Ah, he estado hablando con *pj todavía inexistente* de eso, me ha contado lo que tenían planeado hacer. Está casi rozando la locura pretender hacer armas que disparen comprimidos de nitroglicerina y que no les explote todo en la cara apenas le dan al gatillo —comenta al recordar la charla que tuvo con uno de los mayores. Ya cortó tres calabazas, pero tiene problemas con levantarlas a las tres juntas con lo grandes y pesadas que son— ¿Esas armas son las que… —Para de hablar por unos segundos porque se le termina el aire a medio camino, que es donde tira a las tres hortalizas, si mal no calcula, una debe pesar unos cuatro kilos ¡o más!— las que quieres mejorar?

Maldita comezón. Olivia empieza a fruncir la nariz y parpadear repetidamente, mas al final se rinde y acaba rascándose la cara con la mano. No sin antes limpiarse algo de la suciedad en la ropa, claro está.

— Tenemos un prototipo. —menciona, muy segura de su trabajo y de lo que puede hacer si solo le dedica más horas a ello. Además tiene el alivio de que no le pica más la cara—. Tengo un modelo digital que sirve para hacer pruebas seguras, con el que quiero intentar hacer unos ajustes. —continúa, para luego levantar la vista. Entonces ve una de las calabazas que Greg saca—. Woah, hay que insistir que hagan una sopa con eso. —pide, porque de solo verla se ve tentada.

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— Le puse cinta aisladora, no la restauré como si fuera una pala nueva, en tres minutos se vuelve a romper —se queja por lo obvio que Olivia no parece ver en el problema que tienen con la herramienta de porquería—. Y encima tú fuiste más despectiva porque no quisiste volver a tomarla —le remarca antes de irse unos metros más lejos. Exactamente adonde están las calabazas. Todavía no crecieron muchas, pero las pocas que hay son tremendamente enormes, para Halloween hubieran sido ideales.

Greg se alegra de no tener que arrodillarse y ensuciarse tanto con estas hortalizas, pues puede cortar los cabos solo agachándose—. ¿Qué tarea te tocó para el miércoles? —pregunta desde la (remota) lejanía. Si dios es malo, puede que coincidan otra vez.

Olivia rechista, para luego rodar los ojos y carcajear ligeramente—. Yo estaba ocupada y no quería perder tiempo. —excusas son excusas, pero según ella más que poner pretextos está siendo resuelta y simple. Hace lo que tiene que hacer con lo que tiene, sin perder mucho tiempo. 

En ningún momento alza la mirada para ver a Greg, se encuentra acumulando patatas en uno de los costales para llevar los alimentos que tienen consigo.

— Creo que el desayuno, pero veré si cambio con algunos de los que les toca hacer la cena, porque quiero madrugar y trabajar en unas cosas. —explica—. Estamos intentando desarrollar unas mejoras en una serie de armas nuevas. —continua y, de pronto, empieza a mostrarse inquieta. Le pica la cara. Diablos. Sutilmente empieza a sacudir la cabeza, no quiere tocarse la cara con las manos tan mugrientas.

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— Con cosas que sean peligrosas para nosotros por el mal estado no deberíamos trabajar —sigue renegando antes de darse vuelta y encontrársela. Por supuesto que, apenas se pone de pie, camina a paso decidido hasta su compañera y le extiende la pala—. Vamos, toma esta y dame la mía —le insiste sin posibilidades de dar el brazo a torcer. Él no piensa usar la caca de pala esa, dejando la posibilidad de que se vuelva a quebrar y tenga que excavar con la mano. 

Aunque una idea (para él) brillante se le ocurre y de inmediato baja la mano—. ¿Sabes qué? Mejor tú te quedas juntando todas las patatas que quedan con esa pala y yo voy a recoger las calabazas. Nadie tiene que usar esta pala fea —Y, dicho eso con una actitud mucho más positiva, tira la herramienta casi obsoleta y va a buscar una navaja que le servirá para cortar los cabos.

Llega un punto en el que Olivia simplemente empieza a hacer oídos sordos y a dejar que Greg se queje. Si habla solo por mucho se va a callar y ella al final empieza a juntar las patatas como si nada.

Está bien que el joven se rinda. Después de todo ella no mostraba indicios de devolver la herramienta y los dos trabajando en áreas distintas pueden ser más efectivos—. No deberías ser tan despectivo con algo que tú mismo acabas de reparar. —lo pica, porque algún entretenimiento tiene que tener mientras trabajan. 

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Greg se toma tan a pecho el trabajo de arreglar la pala y tan metido está en eso, que jamás nota que Olivia le roba la propia y se va. Vuelve a embonar las dos partes de la herramienta rota, despega un extremo de cinta y comienza a enrollarla lo más fuerte que puede alrededor del mango—. Habría que conseguir herramientas en mejor estado, eso habría que hacer. Mira esta pala… ¡está toda oxidada! Si alguien se la clava le puede dar… tétanos o qué sé yo. Pero no es bueno —Y allí sigue el tarado, probando si la pala casi inservible vuelve a desprenderse o no, revolviendo pequeñas porciones de tierra a su alrededor—. Bueno, si la tratas con cuidado puedes seguir traba… ¡Eh, qué haces! —al ponerse de pie y ver que la castaña se fue a trabajar de nuevo, frunce el ceño y ya se pone propenso a molestarse—. Dame mi pala, Olivia, yo no trabajaré con esta porquería.

Greg hace su reflexión mientras Olivia se prepara para sacar sus patatas. Lo escucha, pero también está bastante relajada y hasta despreocupada—. Trabajamos con lo que hay, habrá que ver qué se puede conseguir y hacer. —dice, mirándolo de soslayo. El joven parece estar batallando un poco y tal vez debería intervenir pero es ridículo que dos estén arreglando una tonta pala. Uy, se dio cuenta—. ¡Optimizo el tiempo! —exclama, en su defensa—. Estabas encaprichado con arreglarla, yo te dejé...

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— Debe estar podrida, todas estas porquerías son muy viejas —refunfuña mientras sigue sacando papas intentando no clavarles la pala para no arruinarlas. Esta vez han salido muchas, lo que en el fondo le alegra porque quiere decir que no se quedarán cortos de papas y no tendrán que racionalizar como otras veces—. No, no. Con cinta aisladora o americana —la corrige antes de tomar la parte de la pala que voló hacia él e ir a la caja de herramientas—. Con el alambre no podrás ajustar mucho, es mejor muchas vueltas de cinta. Sino habrá que ir a buscar el pegamento, pero eso tardará más porque tendrás que dejar que seque —le explica mientras le saca el mango de madera de la mano—. Si no se arregla empiezas a excavar con esas manitos que dios te dio. Busca la cinta, reina del chiste —la corrige a la vez que inspecciona ese mango muy maltratado—. Esto está muy podrido, en cualquier momento se empieza a deshacer a pedazos la madera. Mañana haré otro mango. —observa con actitud reprobatoria.

Olivia no está en desacuerdo con las palabras ajenas y tampoco es demasiado cabeza dura con la momentánea solución que él da. De hecho, se muestra eficaz buscando la cinta y tendiéndosela, ya que tan interesado está con arreglarla. Acto seguido, se dirige a la pala que Greg estaba ocupando y, con esta en la mano, se va muy tranquila a seguir con lo que estaba haciendo. Se arrodilla ante la tierra y trabaja—. Habría que revisar el resto de herramientas, para que no le pase lo mismo a alguien más. —sugiere, no para ese momento pero sí el futuro. A ella no le molestaría hacerlo un día.

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— ¿A qué me quieres ayudar? ¿A arreglarme la mano o a rompérmela?  — pregunta entre la burla y la desconfianza, con Greg no siempre se puede ser sarcástico, hay veces en las que el filtro de sarcasmo no le funciona. Lleva la bolsa con pastos a un costado para que no moleste y vuelve al comienzo de la fila donde trabajó. Ahora puede correr la tierra ¡y juntar las papas!

Si bien está mirando hacia abajo, la visión periférica le permite ver que algo sale volando desde el lado de Olivia y le cae cerca a él—. ¡Qué hiciste! —se queja con el ceño fruncido. Encima que no tienen muchas herramientas para este tipo de trabajos, a la chica se le da por romper una. Se pone las manos llenas de tierra húmeda a los lados de la cintura y se irgue un poco en su posición de rodillas—. ¿Se quebró o solo se salió de su lugar? —pregunta entonces. Si es lo segundo, puede que lo puedan arreglar más o menos rápido, sino Olivia va a tener que escarbar con las manos, porque eso no la salvará de tener que hacer su parte.

Todavía bastante risueña, Olivia no alcanza a responder las preguntas ajenas. Tuerce los labios cuando ve que el metal cae cerca de su compañero y se encoge de hombros—. La madera del mango está un poco abierta, probablemente húmeda. —observa, dando vueltas el objeto para observarlo—. Quizá se puede ajustar de nuevo con un alambre o algo. —propone y acto seguido se dirige a la caja de materiales, buscando herramientas de ayuda para la reparación de la pala—. Si no se arregla me prestas la tuya y listo. —bromea en un tono muy serio, sabiendo que Greg la mandará muy lejos.

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— Pues esas antigüedades sí que eran llamativas. Muchas piezas pequeñas e infalibles de todas formas, mucho trabajo a mano por parte de los fabricantes. Todo lo que hoy hacen las máquinas por ser considerado muy minucioso, antes lo hacían personas… —Cuando Greg pensaba en el pasado, uno muy lejano como 1800, no se imaginaba a la gente con la inteligencia necesaria como para hacer cosas avanzadas, tecnología de su época, era algo que no le entraba en la cabeza, por eso le sorprendían tanto las cosas viejas en su momento. Luego empezó a sorprenderle todo lo futurístico del lado del software—. Nah. —responde respecto al agua, ¡él no podía encargarse de todo! Demasiado con que fue a buscar todas las herramientas.

Agradece tener guantes puestos cuando tiene que juntar la montaña de hierba con la mano para meterla en una bolsa de residuos, es pasto siempre está húmedo, no importa si haya llovido o no, y le da “cosa” tener que tener contacto directo—. ¿Pero qué harás en enfermería si no tienes ningún estudio en algo relacionado a la medicina? No creo que sepas lo que haces —Lo último lo dice burlón, pues cree que la castaña está muy convencida de sus habilidades, demasiado convencida… Y Greg está casi seguro que ella no tiene los conocimientos necesarios solo porque su madre fue enfermera. Mientras todos estos pensamientos pasan por su cabeza, Greg hace muecas de las que no es consciente—. Además ya tienes mucho trabajo con todo en lo que estás metida.

¡Exacto! —concuerda la muchacha, con un tono entusiasta y gesticula con las manos, para acompañar su exclamación. Luego, no tarda en chasquear la lengua. La respuesta ajena le da más sed por algún motivo, mas traga saliva y se lo aguanta. Tiene trabajo por delante, que acarrea hasta que hace un monto verde que se equipara al que ha realizado su compañero.

— Puedes romperte una mano cuando quieras y ver cómo te la arreglo. ¿Quieres? Te ayudo. —sugiere ante la desconfianza ajena y levanta la pala con la que ha estado trabajando hasta entonces. La alza confiada y de un movimiento rápido, lo que por algún motivo hace que la parte metálica se caiga. La castaña se queda con el mango en la mano y suelta una carcajada—. Mierda. —suelta, aún riendo.

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No sé qué tanto hubieran trabajado juntos. Él se encargaba de las cosas viejas y de colección, tú eres de lo tecnológico, a mi abuelo no le agradaba tanto eso. Nunca lo entendió, le dimos su propio teléfono móvil cuando murió mi abuela, a los dos días lo estrelló contra el suelo porque se le quedó sin batería, no sabía que había que cargarlo —Suspira y levanta las cejas, gente vieja… 

— No te amenazaré a menos que me des razones, tenlo en cuenta —Se encoge de hombros y prosigue con su trabajo. Quiere terminar con la parte de quitar hierbas rápido, así que se dispone a ir más ligero mientras Olivia le habla. Para cuando la chica terminó de contar la historia, Greg terminó con la fila en la que estaba y la siguiente, la única maleza que queda es la del lado de su compañera—. ¿Construían pequeños robots? —pregunta entonces, pues había visto en internet, hace años, a mucha gente haciendo pequeños dispositivos robóticos en sus casas, quizá Olivia era de esos. Toma el rastrillo y comienza a juntar todo lo que arrancó en una pila verde que crece y crece cada vez que amontona más hierba—. ¿Tu madre era doctora? —preguntas mientras se acerca a ella. No lo hace porque quiere, sino porque debe juntar la maleza que ella ya quitó.

La muchacha empieza a sacudir la cabeza de lado a lado, en negativa. Por supuesto que es de lo tecnológico, pero su necesidad de aprendizaje nunca se ha estancado en nada. Hubiese estado feliz reparando cualquier cosa—. Oh, creo que soy admiradora de tu abuelo. —bromea, pues la anécdota del móvil le arranca una carcajada ligera—. No solo me gustan las computadoras, me gusta aprender como funcionan las cosas... creo que los mecanismos antiguos son muy interesantes. —añade, como información complementaria. Acto seguido, toma una buena bocanada de aire, suspira y se seca el rostro con el dorso de la mano—. ¿Trajiste agua? —cuestiona, quizá...

Lejos de intimidarse, Olivia parece inmutable ante las amenazas ajenas y en su lugar continúa trabajando—. ¿Algo así? —contesta con una pregunta. La verdad es que solían construir cosas tontas y en un momento dejaron de hacerlo, por falta de tiempo primero y luego... bueno... esa historia que ya conocían todos allí—. Enfermera. —la mejor. Lo fue hasta su último día—. Por ella es que siempre creo que me puedo meter en la división de enfermería y sus asuntos, un día van a terminar haciendo lo contrario a su deber y me van a lanzar algo por la cabeza, pero yo sé lo que hago. —explica, con una media sonrisa. Le interesan muy poco las consecuencias de sus actos, seguirá entrometiéndose en labores ajenas si cree que puede ayudar. ¡Es útil! ¿Por qué se va a reprimir?