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palabrasdevida81 · 3 years
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¿Es pecado tener relaciones sexuales antes del matrimonio, con una persona a quien se ama?
Las relaciones sexuales antes del matrimonio son pecado. La Biblia tiene un nombre para las relaciones sexuales antes del matrimonio, las llama fornicación, un término de amplio significado, que básicamente denota todo uso del sexo fuera de lo establecido por Dios. Note lo que dice 1Corintios 6:18 “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” La voluntad de Dios es que hombres y mujeres en general huyan de la fornicación. Mientras más lejos mejor. El pecado de fornicación, a diferencia de cualquier otro pecado, es algo que atenta contra el propio cuerpo del que peca. Esto es una referencia a las funestas consecuencias del pecado de fornicación. Puede producir un embarazo no deseado, puede producir una enfermedad venérea, puede producir el temible mal del SIDA. Pero aparte del cuerpo, el pecado de fornicación produce efectos nocivos en el alma de la persona que fornica. Sobre todo deja una conciencia atormentada por un sentimiento de culpa. El pecado de fornicación produce también efectos nocivos en el espíritu de la persona que fornica porque es un obstáculo para la buena comunión con Dios. Es muy probable que Usted haya hecho referencia a todas estas cosas cuando respondió la pregunta de aquella joven. Solamente me gustaría hacer una reflexión sobre esa manera de pensar de muchos jóvenes y no pocos adultos, de que si un hombre y una mujer se aman, no hay problema con tener relaciones sexuales entre ellos sin haberse casado. Esto puede sonar muy razonable, muy natural, hasta muy puro, pero a los ojos de Dios no es razonable, ni natural, peor puro. Lo que pasa es que la llave para abrir el maravilloso mundo de compartir el espíritu, el alma y el cuerpo entre un hombre y una mujer no es el amor sino el matrimonio. No estoy diciendo que el amor no sea importante en la relación de pareja. El amor es indispensable para una buena relación de pareja, pero lo que marca el momento cuando una pareja puede compartir el sexo, no es el amor sino el matrimonio. Toda relación sexual fuera del matrimonio, aún entre personas que se aman entrañablemente, es condenada por Dios. Hablando de lo terrible de la fornicación, note lo que dice 1 Corintios 7:2 “pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada uno tenga su propio marido” Lo que está implicado en este texto, es que si un hombre tiene una relación sexual con alguien que no sea su legítima esposa, está cometiendo fornicación o adulterio. De igual manera, si una mujer tiene una relación sexual con alguien que no sea su legítimo esposo, está cometiendo fornicación o adulterio. El sexo en el matrimonio es puro. El sexo fuera del matrimonio es impuro. Una vez más se ve que la llave para abrir el maravilloso mundo de compartir sexualmente con una persona es el matrimonio, no el amor.
David Logacho
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palabrasdevida81 · 3 years
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Tu esposo debe ser tu mejor amigo
Hace unas semanas celebré el aniversario 25 desde que uní mi vida para siempre a la de mi mejor amigo. Pero a él no siempre lo vi así. Déjame explicarme.
No siempre pensé que mi esposo llevaría ese título, mi mejor amigo. Al comienzo de nuestra relación, yo pensaba de esta manera: esposo es esposo, amigos son amigos. Por alguna razón, ambas categorías estaban separadas en mi mente. Veía los dos roles como algo diferente y excluyentes uno del otro. Recuerdo que en algunas de nuestras conversaciones yo le decía que, aunque nuestra relación era muy importante para mí, yo necesitaba espacio para mis amistades, y que ese espacio era muy especial y no se podía invadir.
¡Qué equivocada estaba! Ahora miro atrás y me arrepiento de esas palabras. También le doy gracias a Dios porque mi esposo fue, y es, súper paciente conmigo y no prestó mucha atención a aquellos conceptos erróneos de su joven e inexperta esposa.
El espacio correcto en el corazón Verás, mi querida lectora, es cierto que cada cosa tiene su lugar y que, como decía mi abuela, el corazón es como un chicle: se estira y hay espacio para todos. Sin embargo, cuando de amistad se trata, nuestro esposo tiene que encabezar la lista. Eso no puede tener discusión. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios nos enseña que, al unir nuestras vidas en matrimonio, ahora somos una sola carne con nuestra cónyuge. Esta relación es la prioridad número uno luego del Señor.
En el libro más poético de la Biblia, Cantar de los Cantares, la esposa se refiere al esposo como su amigo: “Este es mi amado y este es mi amigo” (5:16, cursivas de la autora). El esposo encaja en ambas categorías.
¿Esto significa entonces que vamos a dejar a un lado a nuestras amigas? No, no quiero decir eso, pero sí quiero decir que ahora hablarás con tu esposo más que con tus amigas. Así, tal y como lo leíste. Un amigo es alguien en quien confiamos totalmente, alguien con quien podemos llorar o reír sin pena alguna. Amigo es alguien a quien podemos contar nuestras dudas, temores, triunfos, y fracasos. Amigo es aquel que, cuando nos equivoquemos, nos lo dirá sin deseos de herirnos; nos ayuda a crecer en nuestro caminar con Dios. De un amigo esperamos lealtad y sinceridad, nos sentimos seguras para ser vulnerables. ¿Estás de acuerdo? Entonces, obviamente, nuestro esposo, con quien ahora compartimos nuestra vida, debe convertirse en todo esto.
Cultiva el hábito de conversar con él y abrirle tu corazón porque, además, es el líder de tu hogar y escuchar su opinión, seguir su dirección, es el modelo de Dios para nosotras (Ef. 5:22-24). ¿Cómo hacerlo entonces? ¿Cómo llegar a tener esa clase de amistad y nivel de comunicación con nuestros esposos? Tenemos que ser intencionales.
A mi esposo y a mí nos gusta salir a caminar juntos. Como vivimos en lugar de clima muy caliente, hacerlo al anochecer nos resulta maravilloso, especialmente en el verano. Esas caminatas nos han traído mucho más que oxígeno a la sangre y consumo de calorías. Se han convertido en un tiempo en que podemos conversar sin interrupciones. Hablamos de asuntos importantes y otros no tanto. Comentamos lo que hicimos durante el día. Aprovechamos para hacer planes, compartir sueños. Miramos el vecindario, disfrutamos ver el sol desaparecer, y escuchar los sinsontes que son muy comunes donde vivimos.
Las caminatas se han convertido en un momento para reconectarnos el uno con el otro después de muchas horas separados por el trabajo y los quehaceres del día. Ese hábito inyecta vida a nuestra relación y ayuda grandemente a profundizar la comunicación.
Cuida la amistad en tu matrimonio Cuando los años pasan y las etapas en el matrimonio van cambiando, la amistad es la cualidad que permanecerá para siempre. Cuando ya las fuerzas falten, cuando quizá el calor físico se esté yendo y la pasión no pueda ser la misma, la amistad entre los dos les hará reír, recordar, y mantenerse fuertes. La amistad es inherente al amor. Pero una buena amistad se basa en una excelente comunicación.
Los buenos amigos se interesan por la vida del otro. Dedica tiempo a escuchar a tu esposo. Haz preguntas que vayan más allá de “¿cómo te fue en el trabajo?”. Pregúntale cómo puedes orar por él, qué inquieta su corazón. Y comparte tus peticiones con él.
Hoy, casi un cuarto de siglo después, puedo aseverar que Abel, mi esposo, es sin dudas mi mejor amigo terrenal. No hay nadie con quien disfrute más conversar, pasar tiempo. Con él también puedo llorar o reír sin reservas. Sí, todavía tengo amigas, todavía me gusta compartir con ellas, pero no cambio la amistad con mi esposo por ninguna otra. ¿Y sabes qué nos recuerda eso? Que no por casualidad el Señor compara su relación con nosotros con el matrimonio, porque esta relación es el reflejo más cercano de Cristo con su iglesia (Ef. 5:22-33). Él nos llamó amigos, y así nos ve también (Jn. 15:15). De modo que un matrimonio que refleja a Cristo es un testimonio de buena amistad: se compone de dos mejores amigos.
Cuando tú y tu cónyuge se conocieron, antes de ser novios, fueron amigos. Y la amistad no muere al casarnos, ¡crece! ¿Quieres un buen matrimonio? Cultiva la amistad, cuídala y priorízala.
Wendy Bello
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palabrasdevida81 · 3 years
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¿Por qué Dios permitió la poligamia? La mayoría de los lectores de la Biblia pronto se dan cuenta de que existe una tensión muy extraña entre la ética sexual de las Escrituras y las perversiones sexuales casi groseras de muchos de los personajes principales del Antiguo Testamento. Quizás el ejemplo más obvio involucra la ocurrencia algo frecuente de poligamia en el Antiguo Testamento, aun entre santos fieles como Abraham y David. Los escépticos modernos a veces señalan estos ejemplos como los casos en que la Biblia respalda la poligamia o, al menos, se muestra una complicidad poco crítica de las Escrituras con las prácticas culturales polígamas del antiguo Medio Oriente. Pero, ¿es este realmente el caso? Dados estos desafíos apologéticos y considerando el ritmo vertiginoso con el que la sociedad occidental se esfuerza por normalizar las relaciones poliamorosas, los cristianos deben comprender cómo las Escrituras promueven la normatividad de la monogamia y cómo esto encaja con los muchos santos polígamos que se encuentran en las páginas del Antiguo Testamento. Cómo las Escrituras hacen afirmaciones éticas En ninguna parte de las Escrituras se presentan la poligamia y el concubinato como parte del diseño de Dios para la creación o como moralmente lícitos. Si bien los escépticos modernos pueden sugerir que las Escrituras abrazan de una forma no crítica las prácticas polígamas y poliamorosas de las culturas antiguas, las enseñanzas reales de las Escrituras sugieren lo contrario. Lejos de ser cómplices de la desviación sexual de las culturas antiguas, desviación que dañaba y oprimía a mujeres y niños, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento defienden estrictamente la monogamia como norma. El centro de esta discusión es la manera en que derivamos los principios éticos de las Escrituras. Sí, las Escrituras registran actos de poligamia y concubinato entre los santos del Antiguo Testamento. Pero describir no es lo mismo que prescribir. Registrar una acción, aun la acción de alguien que es considerado en otros sentidos un “héroe” en la narrativa bíblica, no es en sí mismo un elogio a esa acción. Pocos personajes de las Escrituras se presentan tan heroicamente como los apóstoles, pero nadie sugiere que los escritores de los Evangelios quieren que imitemos la negación que Pedro hizo de Jesús. La Biblia no ofrece un código ético a través de historias aisladas de individuos ejemplares. Por el contrario, proporciona una historia completa que establece los propósitos de Dios para la humanidad en la creación, la forma en que la humanidad se ha rebelado contra esas normas y cómo Cristo restaura a la humanidad y, por su Espíritu, da nueva vida a los redimidos para que obedezcan la ley de Dios. Este enfoque en toda la Biblia del razonamiento ético no solo nos dice lo que Dios quiere de nosotros, sino que también proporciona el lente a través del cual podemos interpretar si debemos entender las acciones de los santos registradas en las Escrituras como virtuosas o malvadas. Jesús mismo modela este tipo de razonamiento ético bajo un enfoque holístico de la Biblia con respecto al sexo y el matrimonio. “Se acercaron algunos fariseos, y para poner a prueba a Jesús, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer. ‘¿Qué les mandó Moisés?’, les dijo Jesús. Ellos respondieron: ‘Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y repudiarla’. Entonces Jesús les dijo: ‘Por la dureza del corazón de ustedes, Moisés les escribió este mandamiento. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe’” (Marcos 10:2-9). Cristianos fieles y bien intencionados difieren exactamente acerca de lo que Jesús enseña sobre las condiciones legítimas de divorcio y nuevo matrimonio. No obstante, lo que es importante que veamos en este momento no es lo que Jesús está argumentando, sino cómo lo hace. Los fariseos quieren debatir acerca
de la jurisprudencia mosaica. Sin embargo, Jesús pasa por alto a Deuteronomio y en su lugar cita el relato de la creación en Génesis 2:24, enfatizando el papel normativo que juega el relato de la creación en el establecimiento de la ética y en la interpretación de las Escrituras posteriores. Jesús no ignora las leyes mosaicas; está feliz de comentarlas (Mr 10:5). Pero lo hace leyéndolas a la luz de toda la trama bíblica. Modela un enfoque bíblico exhaustivo del razonamiento ético. La monogamia en la trama bíblica En Génesis 1, Dios entrelaza pares complementarios en el tejido de la creación: cielo y tierra, mar y tierras secas, luz y oscuridad. Aun la secuencia de los días de la creación ofrece un par complementario: en los días uno al tres, Dios forma el cielo y la tierra, y en los días cuatro al seis, Él los llena. La complementariedad de la creación culmina con la creación de los portadores de la imagen de Dios como pareja complementaria: un hombre y una mujer. Tal y como Jesús enseña en Marcos 10, el relato de Dios creando a Eva y dándosela a Adán establece lo que es normativo para la sexualidad humana y el matrimonio. En el centro de la definición de matrimonio está la relación monógama entre un hombre y una mujer. Como escribe Moisés: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn 2:24). Este patrón de matrimonio establecido en la creación, un hombre y una mujer en un compromiso monógamo, es tanto ordenado como elogiado en el resto de las Escrituras. El séptimo mandamiento prohíbe el adulterio, es decir, la actividad sexual fuera de los límites del matrimonio (Éx 20:14). Deuteronomio le prohíbe al futuro rey de Israel, el israelita ideal y el nuevo Adán (cp. Sal 📷, tener muchas esposas (Dt 17:17). El Cantar de los Cantares despliega poéticamente la gloria del matrimonio y el sexo de una manera que alaba la monogamia complementaria. El Nuevo Testamento sigue el mismo patrón. Jesús, como hemos visto, afirma la bondad del diseño de Dios para la monogamia en Marcos 10. De manera similar, los ancianos de la iglesia, cuyas vidas deben servir como ejemplos de fidelidad para todos los cristianos (1 P 5:3), deben ser hombres de una sola mujer (1 Ti 3:2). Finalmente, en Efesios 5, Pablo muestra la lógica detrás del diseño de Dios para el matrimonio. Dios no instituyó de manera arbitraria la complementariedad y la monogamia en la creación. En cambio, estas características reflejan realidades celestiales, es decir, la relación de Cristo con su pueblo. Así como Cristo tiene una sola esposa, el matrimonio en la tierra testifica esa verdad. Cuatro retratos de poligamia Si las enseñanzas de la Biblia sobre la monogamia son tan claras, ¿por qué entonces son tantos los santos de Dios del Antiguo Testamento que practicaban la polígamia? La razón por la que las Escrituras registran tantos casos de poligamia y concubinato no es para respaldar estas acciones, sino para condenarlas y mostrar cuán destructiva resultó ser tal perversidad sexual. Considera los resultados de cuatro de las relaciones polígamas más notables de las Escrituras. LAMEC “Y conoció Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc. Caín edificó una ciudad y la llamó Enoc, como el nombre de su hijo. A Enoc le nació Irad. Irad fue padre de Mehujael, Mehujael fue padre de Metusael, y Metusael fue padre de Lamec. Lamec tomó para sí dos mujeres. El nombre de una era Ada, y el nombre de la otra, Zila… Lamec dijo a sus mujeres: ‘Ada y Zila, oigan mi voz; Mujeres de Lamec, Presten oído a mis palabras, Pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, Y a un muchacho por haberme pegado. Si siete veces es vengado Caín, Entonces Lamec lo será setenta veces siete’” (Génesis 4:17-19, 23-24). El primer polígamo de las Escrituras es Lamec, un hijo del linaje de Caín. Lamec no es un personaje ejemplar. Por el contrario, Moisés lo retrata como el típico representante del hombre malo del mundo prediluviano. En la línea de la simiente de la serpiente, Lamec es el epítome de la maldad humana, un hombre cuya
sed de sangre y violencia son exponencialmente peores que las de Caín. La mención de Moisés de las dos esposas de Lamec establece un marcado contraste entre el buen diseño de Dios en el jardín y la vida lejos de la presencia de Dios, al este del Edén (Gn 4:16). Esta historia del primer polígamo en las Escrituras establece que aquellos que siguen los caminos polígamos de Lamec no lo hacen por su rectitud, sino porque han abrazado de forma pecaminosa los caminos de la serpiente y han seguido el modelo de la simiente malvada de Caín (al menos en el área de la ética sexual). ABRAHAM “Sarai, mujer de Abram, no le había dado a luz hijo alguno. Pero ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar. Entonces Sarai dijo a Abram: ‘Mira, el Señor me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos’. Y Abram escuchó la voz de Sarai. Después de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer. Y Abram se llegó a Agar, y ella concibió. Cuando ella vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” (Génesis 16:1-4). El relato de Moisés en el que cuenta que Abram tomó a Agar como esposa (Gn 16:3) enfatiza la condena de la poligamia en las Escrituras. En esta historia, describe a Abram imitando la maldad del faraón que antes llevó a Sarai a su harén (Gn 12:10-20). En aquella historia, el faraón “tomó” a Sarai (Gn 12:15) mientras ella y Abram “pasaban un tiempo” en Egipto (Gn 12:10). En Génesis 16, estos mismos elementos resurgen, pero ahora Abram ocupa el lugar de Faraón. Así como el Faraón “tomó” a Sarai mientras ellos estaban en Egipto, ahora Abraham y Sarai “toman” a Agar la egipcia (un nombre que significa “forastera”) en la tierra de Canaán. Aún más, Moisés describe el pecado de Abram como una repetición del fracaso inicial de Adán en el jardín. Así como Adán escuchó la voz de su esposa (Gn 3:17) y cayó en pecado, también Abram “escuchó la voz de Sarai” (Gn 16:2). Cuando leemos esta historia a la luz de relatos anteriores, la descripción de Moisés de la poligamia de Abram claramente arroja juicio sobre sus acciones. En este momento, Abram no es mejor que el faraón pagano o el rebelde Adán. JACOB El relato de las esposas de Jacob (Lea y Raquel) y concubinas (Bilha y Zilpa) se encuentra en Génesis 29-50. Una vez más, existe abundante evidencia dentro del texto mismo de que Moisés quiere que sus lectores vean las acciones polígamas de Jacob como conducentes al dolor y la miseria. Solo necesitamos leer el relato del nombramiento de los hijos de Jacob en Génesis 30 para descubrir que la amargura y los celos entre las esposas rivales, así como su dolor, están contenidos en los mismos nombres de sus hijos. Estas rivalidades y el favoritismo de Jacob hacia Raquel y sus hijos siembran semillas de división que casi destruyen a la familia y al propio Jacob. Las consecuencias para la poligamia y el favoritismo de Jacob culminan con las acciones de los hijos de las esposas desfavorecidas, acciones similares a las de Caín, quienes casi matan a José (el hijo de la esposa favorecida) y finalmente lo venden como esclavo. Una vez más, Moisés describe la desviación de Jacob de la norma bíblica establecida en la creación como un camino de ruina, un pecado con consecuencias tan severas que resuenan a lo largo de las generaciones. DAVID Los relatos de la poligamia de David están contenidos entre 1 y 2 de Samuel. El narrador menciona a las nuevas esposas de David con total naturalidad (1 S 25:42-43; 2 S 3:2-5), pero eso no significa que sea indiferente hacia sus acciones. Deuteronomio 17, un pasaje al que el autor de 1 y 2 Samuel alude regularmente, prohíbe al rey de Israel tener varias esposas. Leído a la luz de ese pasaje, cada referencia a David tomando otra esposa tiene una nota siniestra, una que anticipa la próxima caída de David con Betsabé. En la narración de Betsabé, los pecados de poligamia de David (y el asesinato que surgió de su lujuria) finalmente lo alcanzan. Natán profetiza que
la espada no se apartará de su casa (2 S 12:10), una descripción adecuada del conflicto y la violencia que caracterizan a su familia por el resto de su vida. Su primer hijo con Betsabé muere, su hijo Amnón viola a su hija Tamar, su hijo Absalón asesina a Amnón y, finalmente, Absalón le da un golpe de estado. Una vez más, la descripción no significa prescripción. Al mismo tiempo, la forma en que los autores bíblicos eligen describir los eventos revela con frecuencia sus juicios sobre esas acciones. Los estudios de caso anteriores muestran que los autores bíblicos nunca elogian a los polígamos en el Antiguo Testamento, ni son indiferentes a ellos. En cambio, a menudo se esfuerzan por mostrar las consecuencias devastadoras al desviarse del patrón de monogamia establecido por Dios. El mismo patrón se aplica a otros polígamos, como Elcana, cuya poligamia conduce a la división y la lucha dentro de su familia (1 S 1:1-7), y Salomón, cuyas muchas esposas y concubinas lo llevan a la idolatría (1 R 11:1-8). ¿Qué debemos imitar? Las Escrituras presentan a los santos del Antiguo y Nuevo Testamento como modelos que debemos imitar (1 Co 11: 1; Stg 5:10-18). Dados los pecados sexuales indignantes de hombres como Abraham y David, nos preguntamos ¿cómo puede ser esto? Después de todo, una cosa es que los predicadores desafíen a los cristianos a “atreverse a ser un Daniel”, pero apuesto a que nunca te han animado a “esforzarte por ser un Sansón”. Si bien la Biblia anima a los cristianos a imitar a los santos del Antiguo Testamento, nunca lo hace de una manera no crítica o sin excepción alguna. Muchos de los personajes del Antiguo Testamento se presentan como ejemplos negativos (1 Co 10:6, 11; Heb 12:16). Además, con frecuencia el Nuevo Testamento sostiene la fe de los santos del Antiguo Testamento como la característica principal digna de atención y emulación (Heb 11), no su historial de comportamientos justos. ¿Qué pasa con los supuestos pasajes que respaldan la poligamia? Los escépticos a veces presentan algunos textos en las Escrituras que ellos sugieren que están respaldando la poligamia. Demos un vistazo breve a dos de los más admisibles. DEUTERONOMIO 21:15-17 Cuando Moisés enseña la ley de Dios a la generación de israelitas que está a punto de heredar la Tierra Prometida, dice: “Si un hombre tiene dos mujeres, una amada y otra aborrecida, y tanto la amada como la aborrecida le han dado hijos, si el primogénito es de la aborrecida, el día que reparta lo que tiene entre sus hijos, no puede él hacer primogénito al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito, sino que reconocerá al primogénito, al hijo de la aborrecida, dándole una porción doble de todo lo que tiene, porque él es el principio de su vigor; a él le pertenece el derecho de primogenitura”. Este mandato asume que los líderes y jueces de Israel se enfrentarán a la poligamia en la nación. Si ese es el caso, ¿este mandato no respalda implícitamente las relaciones polígamas? No exactamente. Esta legislación, como muchas otras en Éxodo y Deuteronomio, es jurisprudencia. Las leyes de casos no articulan los estándares ideales de rectitud. En cambio, brindan instrucciones para los jueces y líderes políticos de Israel sobre cómo gobernar con justicia a la luz de las situaciones profundamente quebrantadas y pecaminosas con las que probablemente se encontrarán. Ten en cuenta que el pasaje comienza con “Si un hombre tiene dos mujeres…” y no “Ya que un hombre puede tener dos mujeres…”. Sobre este mismo punto, consideremos las dos leyes de casos que siguen a esta: “Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre…” (Dt 21:18). “Si un hombre ha cometido pecado digno de muerte…“ (Dt 21:22). Obviamente, estos casos legales no recomiendan que los niños sean rebeldes o que los israelitas cometan crímenes arbitrarios. De la misma manera, Deuteronomio 21:15 no respalda la poligamia, sino que busca mitigar la división, la rivalidad y el quebrantamiento que surge de las uniones polígamas al proteger a la esposa
desfavorecida y a sus hijos del favoritismo del esposo. 2 SAMUEL 12:8 El profeta Natán le dice al rey David en nombre de Dios: “Yo también entregué a tu cuidado la casa de tu señor y las mujeres de tu señor, y te di la casa de Israel y de Judá; y si eso hubiera sido poco, te hubiera añadido muchas cosas como estas”. Algunos escépticos han sugerido que este versículo enseña que Dios bendijo a David al darle las esposas de Saúl. Pero esta afirmación es extraordinariamente superficial y se puede resolver con bastante rapidez. Este capítulo registra la reprensión de Natán a David después de su pecado con Betsabé (¡para nada el momento en que encontraríamos a un profeta respaldando la poligamia!). Mientras Natán repasa la bondad de Dios para con David, recuerda cómo Dios entregó “la casa … y las mujeres” de Saúl en manos de David. La idea que se transmite aquí no es que David tomó a las esposas de Saúl como suyas, sino que la casa real quedó bajo la autoridad de David. Además, aunque el autor de 1 y 2 Samuel no rehuye enumerar a las esposas de David, nunca enumera a ninguna de las esposas de Saúl entre las de David. Cuando dos se vuelven uno Las Escrituras fundamentan la monogamia en el orden de lo creado, ordenado por Dios mismo como una imagen de Cristo y su iglesia. Las descripciones de la poligamia y el concubinato en las Escrituras no anulan ese hecho. En cambio, revelan la fealdad y la angustia que acompañan a la actividad sexual fuera de los límites establecidos por Dios. Lejos de elogiar la poligamia, las narraciones de patriarcas y reyes polígamos en Israel revelan la devastación espiritual y familiar que está indisolublemente ligada a este pecado. Los autores bíblicos incluyen sus historias, no para inspirar a sus lectores, sino para advertirles. Mientras que los mandatos explícitos en las Escrituras le enseñan al pueblo de Dios que la poligamia está mal, las historias muestran que es desagradable, una espantosa perversión de uno de los mayores dones de Dios. Del fango y el lodo de las familias desintegradas de Abraham, Jacob y David, debemos ver la belleza y la bondad del diseño original de Dios: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn 2:24). Samuel Emadi
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palabrasdevida81 · 3 years
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¿Cómo deberían responder los cristianos al homosexualismo?
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Si usted ha visto o escuchado las noticias en los últimos años, en particular en los últimos días, se habrá dado cuenta que ha habido una creciente aceptación de la homosexualidad. Ya sea en el centro de un escándalo religioso, la corrupción política, adaptación de leyes o la redefinición de la palabra “matrimonio”, los intereses del homosexualismo han llegado a caracterizar el mundo moderno. No cabe duda alguna que el movimiento del homosexualismo ha tenido gran éxito.
Tristemente, algunos líderes cristianos han titubeado a la hora de hablar al respecto, y cierto numero de ellos ha llegado a aceptar el movimiento. Lo más triste es que cuando las iglesias se rehusan ha llamar el homosexualismo por lo que realmente es, un pecado, y cuando llaman a lo bueno malo y a lo malo bueno (Isaías 5:20), se olvidan que lo que está en juego son las almas de las persons.
Hace unos días escribí un artículo para pastores titulado “Pastores: cómo responder al homosexualismo” con el fin de ayudarlos a pastorear su congregación durante estos tiempos difíciles y confusos. Ahora me dirijo a la congregación en general. ¿Cómo deberíamos responder al homosexualismo? ¿Deberíamos dar lugar a la presión social y abrazar este movimiento? ¿O tal vez nuestra respuesta debería ser hostil, llena de odio y amargura?
Aquí hay seis puntos que recordar en estos momentos difíciles y llenos de confusión:
Mantenga un balance entre la condenación y la compasión. Aún cuando parezcan ser completamente opuestas, juntas las dos son esenciales para poder responder bíblicamente y con amor, cosa que todo pecador homosexual necesita desesperadamente. Como creyentes debemos actuar con amor y compasión, pero jamas debemos dejar a un lado lo que la Biblia dice acerca del pecado de homosexualismo. No importa cuanto amor quisiera extender a un pecador, su lealtad primeramente le pertenece al Señor y la exaltación de su gloria. Aquellos que defienden el homosexualismo van en contra de la voluntad de aquel que los creó, pues en el principio los creó Dios “varón y hembra” (Génesis 1:27; Mateo 19:4). Recuerde, la manera en la que demuestra que tiene verdadera compasión por una persona que peca de homosexualismo no es excusando su pecado sino compartiéndoles de la realidad del evangelio. Es crucial que se interprete correctamente los pasajes que hablan acerca del homosexualismo. El movimiento del homosexualismo ha hecho una excelente labor al manipular los pasajes bíblicos que hablan acerca del homosexualismo para justificar su pecado. Cuando le pregunta a un homosexual que es lo que piensa que la Biblia dice acerca de su pecado, normalmente responden con una interpretación completamente errónea e irracional, aun cuando muchos de ellos saben exactamente lo que la Palabra de Dios dice al respecto. Ellos han tenido gran éxito al distorsionar lo que la Biblia dice pues en el fondo buscan algo que les convenza de que lo que están haciendo no está mal, con tal de apaciguar sus conciencias que les acusan (Romanos 2:14-16). Como Jesús dijo “la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas (Juan 3:19-20). Estudie lo que la Biblia dice acerca del homosexualismo. Dios condena el homosexualismo. Él está completamente opuesto a este pecado y lo podemos verificar a través de toda la Escritura: desde los patriarcas (Génesis 19:1-28), la Ley de Moisés (Levítico 18:22; 20:13), los profetas (Ezequiel 16:46-50) hasta el Nuevo Testamento (Romanos 1:18-27; 1 Corintios 6:9-10; Judas 7-8). Dios rechaza por completo el homosexualismo porque va en contra del diseño que él dio a la humanidad al crear una relación complementaria entre un hombre y una mujer (Génesis 2:18-25; Mateo 19:4-6; Efesios 5:22-33). No se intimide por la presión de aquellos que promueven el homosexualismo y distorsionan el diseño de Dios. Ellos, muertos en sus delitos y transgresiones, celebran el pecado y atacan el señorío de Jesucristo sobre su creación con argumentos huecos y sin fundamento. Su rebelión es absurda. Por esta razón la Biblia nos recuerda: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10; cp. Galatas 5:19-21). Recuerde que un día Dios juzgará a todo ser. La Biblia nos dice que un día Dios llevará acabo un juicio final en contra de todo pecado y pecador, incluyendo a los homosexuales. Al interactuar con homosexuales y sus simpatizantes, debemos afirmar que la Biblia condena lo que están haciendo. Nuestra función no es maldecirlos, sino hablarles del evangelio y traer convicción de pecado con la mira a que se arrepientan y que vengan a la única fuente de esperanza y salvación por gracia por medio de la fe, Jesucristo. Hábleles del evangelio. Aquellos que practican el homosexualismo necesitan salvación. Ellos no están enfermos con alguna enfermedad y no necesitan terapia como si estuviesen condicionados psicológicamente. La persona homosexsual necesita perdón, pues el homosexualismo es un pecado (primera de Corintios 6 es sumamente claro acerca de las consecuencias eternas de todo aquel que practica el pecado de homosexualidad). Como pecadores necesitan
el evangelio y las buenas nuevas de salvación. No importa que tan grave sea el pecado que un incrédulo practique, Dios ofrece perdón, salvación y esperanza de vida eterna a cualquier persona que se arrepiente y cree en el Señor Jesús, aun si practican la homosexualidad. Es por eso que justo después de haber identificado a los homosexuales como parte de aquellos que “no heredarán el reino de Dios,” Pablo les recuerda: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11). Dios extiende una invitación a toda persona que practica el homosexualismo: que se arrepienta y venga a Cristo para salvación. Gracias a Dios, tanto la iglesia de Corinto en los días de Pablo, como en muchas iglesias alrededor del mundo, existen personas que un día fueron homosexuales y ahora han encontrado salvación en Jesús. Muchos que un día se encontraban lejos del evangelio, ahora están en iglesias (incluyendo la mía) adorando al Señor con un corazón renovado, al lado de ex fornicarios, adúlteros, idólatras, ladrones, borrachos, rebeldes y asesinos.
¿Cómo deberíamos responder entonces al movimiento del homosexualismo? Bíblicamente, confrontando con la verdad de la Escritura, la cual condena el homosexualismo y promete condenación eterna a aquellos que lo practican. Y ¿cómo deberíamos responder a aquellos individuos que practican el homosexualismo? Hablándoles del evangelio, compartiéndoles que la Biblia condena sus actos, pero que al mismo tiempo Dios tiene el poder de perdonar todo pecado a cualquiera que se arrepienta y crea en el Señor Jesucristo.
Hermanos, debemos ser fieles al Señor al responder al homosexualismo. Nunca olvide que nuestra lealtad debe ser a la Palabra de Dios. Haga esto y deje los resultados al Señor.
John MacArthur
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palabrasdevida81 · 3 years
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La necesidad de ser santo en lo privado
Una de las cosas más difíciles para el cristiano es ser fiel al Señor en la intimidad, en lo privado. Cuando nadie te ve, cuando estás solo en casa, relajado frente al televisor o la computadora, ¿estás siendo fiel a Dios? El cristiano debe vivir santamente tanto en lo público como en lo privado, tanto en el trabajo como en casa. Ya sea que hagas un deporte o que sostengas conversaciones con compañeros inconversos, debes ser fiel al Señor en todo momento.
Puede que te preguntes —como muchos— por qué razón es tan difícil tener una intimidad constante con Dios. Muchas respuestas podrían sugerirse, pero el meollo del asunto es que el cristiano no conoce a Dios lo suficiente. Ese es el punto de partida. En otras palabras, la falta de conocimiento de Dios es la fuente de su indiferencia. El hecho que un cristiano no conozca a Dios lo suficiente como para producir un cambio radical y constante en su vida hace emanar un desprecio constante hacia Dios y una falta de reverencia y temor que impacta cómo vive. El no cultivar en lo privado una relación real con Dios hará que el cristiano viva una doble vida. Además, si no eres consistente en tu relación con Dios, tampoco podrás vivir relaciones sinceras con el resto de las personas que te rodean. Si no actúas pronto, todo esto te llevará a una constante decadencia espiritual (Os. 4:6).
Muchos miran tu ejemplo No se puede ver de menos la necesidad de vivir vidas santas. No debe haber diferencia entre lo que sucede en la iglesia y en el resto de los lugares. El cristiano no debe vivir un doble estándar. No se puede ser amable y cariñoso el domingo por la mañana y ser grosero y áspero el resto de la semana. Debe haber consistencia todo el tiempo.
A menudo, muchos jóvenes manifiestan odiar la iglesia y todo lo que tenga que ver con «religión». Esto se debe a que desde chicos fueron testigos de una hipocresía sistemática bajo la cual muchos padres —y cristianos en general— no fueron consistentes en vivir en privado como lo hacían en público. Los niños observan y no pasan por alto nada. No se les puede engañar y se asegurarán de comprobar que sus padres, maestros y pastores realmente vivan lo que «predican». Más aún, este tipo de comportamiento refleja una inconsistencia con su posición en Cristo.
No se puede tomar a la ligera la relación con Dios. No se puede separar la vida «spiritual» de la «secular». No existe tal separación. No hay —ni debe haber— diferencia alguna. Todo en la vida debe ser para la gloria de Dios y debes por tanto buscar adorarlo en todo lo que hagas. Vive para Él de manera santa y piadosa, confiesa tu pecado a diario y busca conocerlo más y más.
Cuídate de nunca olvidar… El cristiano no puede olvidar la obra del Señor en su vida. No puede dejar de meditar en y agradecer al Señor por lo mucho que costó su salvación. Debe evitar volverse religioso y que se haga un callo tan grande que no le afecte en lo más mínimo vivir una doble vida. No olvides lo que Él hizo por ti (Dt. 8:11).
El ser humano olvida con facilidad. Por eso el cristiano debe cultivar un espíritu agradecido que recuerde las bondades de su Señor en todo tiempo (Sal. 103:2). Además, debe meditar continuamente en la palabra del Señor para que el Espíritu de Dios continúe renovando su mente. Solo este proceso constante hará que el cristiano sea fiel al Señor en la intimidad, sabiendo quién es él delante de Dios y quién es Dios.
No puedes engañar a Dios Jesús constantemente recriminaba a los escribas y fariseos acerca su vida íntima. Estos líderes religiosos hacían todo para ser vistos por otros (Mt. 23:6), pero sus vidas privadas dejaban mucho que desear. Les importaba más la apariencia que una vida sincera que honrara al Señor, a quien decían seguir y servir. Por eso Jesús los comparó con sepulcros blanqueados (Mt. 23:27). Eran hipócritas (Mt. 23:13–15) y honraban al Señor «con sus labios» (Is. 29:13), «pero su corazón [estaba] muy lejos de [Él]» (Mt.15:8; cf. Is. 29:13). El Señor aborrece la mentira y la hipocresía espiritual (Mt. 23:1–36). Él no puede ser engañado. Tampoco puede ser burlado (Gá. 6:7). Él conoce tu vida por completo y nada está oculto delante de Él (Sal. 139:1–24).
Si Dios todo lo sabe, ¿por qué a menudo el cristiano vive pensando que puede engañar a un Dios omnisciente? Muchas veces no es por falta de conocimiento, sino por frialdad espiritual. Esta condición hace que la conciencia del cristiano se cauterice. La conciencia cauterizada acalla la culpa, permitiendo seguir adelante sin reparo, sin un semáforo que diga cuándo se debe detener. Alguien así vive como hipnotizado, sin ser afectado, mientras vive una doble vida. Ante el mundo presenta una cara, pero en la intimidad deja la actuación a un lado. Esta doble vida —una doble moral como la de los fariseos y escribas— parece no estorbarle en lo más mínimo, incluso cuando está al tanto que Dios todo lo conoce y que no puede ser burlado.
Un cristiano no puede caracterizarse por vivir una vida doble. Debe haber consistencia. Debe haber persistencia. Debe haber voluntad. Es en lo privado donde la verdadera relación con el Señor se da. Ahí no hay fingimientos. No hay nada que pueda ser ocultado. Todo es expuesto. Es en la intimidad de tu hogar donde se forjará tu caminar cristiano. El carácter piadoso no comienza en la iglesia, dirigiendo un servicio, sirviendo a otros o abrazando a los desvalidos con una enorme sonrisa. No. El carácter piadoso comienza a forjarse en lo privado, donde nadie te ve.
¿Qué debes hacer? El cristiano debe examinarse continuamente. Debe ser sincero al reconocer su pecado delante del Señor. Una vez que ha reconocido su pecado, debe pedir perdón al Señor y anhelar verdaderamente un cambio, dependiendo del Señor en todo momento. El cristiano debe anhelar al Señor más de lo que anhela su propio pecado. Debe buscar insaciablemente la fuente de gozo eterna, ya que el gozo se encuentra solamente en Él. Si verdaderamente el cristiano disfrutase a Dios lo suficiente, pondría en mejor perspectiva su propio pecado. Todo hijo de Dios necesita cultivar a diario una relación de dependencia única con Dios donde Él sea la fuente de su gozo, deleite y satisfacción.
Es primordial que cada cristiano tenga una relación única y privada con el Señor. Esto no puede fingirse. No se trata de apariencias ni de acciones externas, sino de una relación personal e íntima con el Señor en la cual depende de Él únicamente. La dependencia de Él no es para lograr algo a favor, sino para ser transformado a su imagen. Se trata de pasar tiempo a solas con Él y hacer de esto un hábito. Es imposible vivir una vida santa en realidad sin disfrutar a diario junto a la fuente de vida eterna a solas, orando y leyendo la Escritura. Este patrón de vida transformará la mente del creyente (Ro. 12:2) para pensar adecuadamente (Fil. 4:8) y vivir adecuadamente (Ef. 4:1). Además, hará que el Espíritu Santo siga obrando la transformación que todo hijo de Dios anhela y que es consistente con su posición en Cristo (2 Co. 3:18).
Para ser transformado y vivir una vida santa en lo privado, debes vivir de manera consistente de acuerdo a lo que ya eres en Cristo. Eres su hijo y debes conducirte como uno. Para saber cómo conducirte debes acudir a su palabra constantemente y depender de Él en oración. John MacArthur afirma lo siguiente: «estudio su palabra para amarle, en el ejercicio más digno de nuestros afectos y para servirle, el propósito más honorable y encantador al que podemos dedicar nuestro tiempo y nuestros talentos»[1]. Encontrarás que tu vida tiene sentido, consistencia y valor a medida que le conozcas más y más. Además, el Señor será sumamente exaltado a medida caminas más y más en santidad, ya que no solo lo harás en lo privado sino que esto será muy evidente también en lo público. John Piper, en su libro «Hermanos, no somos profesionales», nos muestra de una forma muy sincera lo hay en su corazón y que debería ser un deseo genuino en cada creyente: amar y agradar a Cristo en lo privado y anhelar ser diferentes en este mundo caído[2]. Busca ser diferente a este mundo, anhela diferenciarte a la oscuridad. Busca constantemente la luz. Solo Cristo tiene la solución. Solo en Él está la vida. Sé honesto, reconoce tu pecado y sométete a tu Señor. Siente la miseria por tu pecado y ven a Él con un corazón sincero. Busca agradarle en todo, ya sea que alguien te vea o no.
Osvaldo Fuentes
#santo
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