Don't wanna be here? Send us removal request.
Photo

Cuando la historia contemporánea de USA se cuenta en portadas continuas. Nada es casualidad.
0 notes
Text
El terrorismo y el silencio son cómplices.
La palabra terrorismo la vengo escuchando desde que tengo uso de razón. Desde Munich 1972 cuando unos terroristas habían tomado de rehenes a un equipo de deportistas en medio de las Olimpiadas. Lo sorprendente fue que a pesar de haber terminado de forma desastrosa el rescate, unos días después, los juegos olímpicos siguieron como si nada, ¿cómo iban a detener un evento mundial por un problema de medio oriente?; el terrorismo era algo lejano de gente ajena, en lugares remotos.
Cuando a alguien le preguntabas sobre terrorismo, te decían que es algo que s��lo aparecía en las noticias o en alguna película; hasta que en el 92 y en el 94 dos bombas hicieron que el terrorismo -para un servidor- tuviera nombres, caras, lugares y calles que uno caminó desde siempre.
Tengo dos recuerdos presentes de esos dos atentados en Buenos Aires; el primero, una llamada de larga distancia con mi amigo Gaby Droblas para tratar de darle algo de esperanza e intentar que un milagro le regresara a su hermana Marcela, fallecida en la embajada de Israel; y el segundo, ver a todo un país marchando en señal de repudio por las ochenta víctimas de AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina): sin importar si los que murieron eran judíos, católicos o musulmanes, habían muerto argentinos.
A partir de esas fechas, me ha tocado ver un sin número de atentados y en su mayoría eran de gente lejana, de lugares imposibles de identificar en un mapa, hasta que llegaron los atentados de las torres gemelas; en ese momento el concepto de atentando se iba a transformar en una forma de manifestación mediática; cuanto más espectacular era el atentado más en"rockstars" se transformaban los terroristas, se imprimían posters con sus caras, los nombraban héroes en sus pueblos y sus apellidos serían venerados por siempre. Los mediocres habían encontrado una forma de tener las primeras planas de las noticias sin necesidad de hacer algo relevante como escribir un libro, crear una vacuna, ganar una carrera de cien metros o un Oscar por una actuación, grabar un disco, etc.; lo único que tenían que hacer es matar y matarse. Sigo pensando que para asesinar e inmolarse hay que tener muchos “huevos”; ahora, imagínense el potencial de esos adolescentes bien canalizados por sus papás o sus comunidades desde niños, no tengo duda que las portadas de los periódicos no estarían sus caras como buscados o abatidos, estarían aplaudidos y admirados por su talento, o simplemente muy conformes con quienes son.
Cuando los actos terroristas comenzaron a ser parte de lo cotidiano, lo anecdótico es que lograron digitalizar la solidaridad en redes: “Fuerza con Londres", "No olvidemos Siria", “ Todos somos Francia”, etc.; es más, ya existen aplicaciones con filtros de banderas de todos los países para que a los pocos segundos de una noticia trágica ya estemos posando con nuestra foto habitual pero con los colores del país en cuestión, mismas duran unos días y después se reemplazan por fotos de vacaciones, “selfies", mascotas y la vida sigue adelante como si nada.
Hace unos días, unos "pendejos" entre 17 y 22 años, decidieron transformase en “rockstars” matando a trece e hiriendo a más de ochenta. Hoy la redes se invadieron con los colores del equipo de fútbol Barcelona como si esos fueran los colores de la ciudad, porque estamos tan mediatizados que creemos que la vida es fútbol y el nivel cultural digital no nos da para diferenciar goles con ciudades. El tema es que en un mes, tres meses o un año, volverá a suceder otro acto criminal como éste y lo único que haremos es llamar locos a los locos, desmarcar a las religiones, preferencias sociales, partidistas o raciales diciendo que "no son todos así".
No podemos seguir en esta rutina frívola en donde todo el mundo cree que un acto terrorista es algo que le pasa a alguien en otro lugar y nosotros seamos simples activistas de smartphones. Es hora de meterle presión a los buenos para que demuestren que realmente son buenos. Así es, una prueba que nos confronte a nosotros mismos, porque los malos ya tienen justificación social para ser malos.
¿Cómo creo que los buenos podemos comenzar a presionar a los buenos?
De una manera sencilla: si los terroristas pertenecen a alguna religión, posición ideología o política, creencia racial, etc. que sus líderes convoquen a una manifestación y movilización pública para repudiar el acto, que los familiares de los terroristas declaren que sus hijos, hermanos o esposos no representan sus valores y que así no se los educó, que sus amigos los repudien y los señalen de la forma más cruda que pueda existir, porque cuando el círculo cercano se desmarca de los "malos” públicamente, todos vamos a comenzar a creer que realmente eran unos locos; pero si hay silencio de su círculo íntimo, hay complicidad.
Con respecto al último atentado en España, me encantaría ver a la comunidad musulmana patrocinando e invitando a todo el país a una marcha masiva para repudiar a estos enfermos de odio que en nombre de su religión matan. Una manifestación encabezada por quienes conocían a los terroristas para que nos quede muy claro la frase que tanto se utiliza después de los atentados “No todos somos así”, porque si realmente no todos somos así no deberíamos tener problemas de decirlo públicamente. Sería un acto de valor dentro del dolor y la vergüenza que debe significar ver a uno de los tuyos cometiendo un acto terrorista.
Si a estos "hijos de puta" porque antes de terroristas eso son, “Unos hijos de puta” se los aísla desde su círculo social, sería un buen primer paso para creer que sí son unos” locos solitarios” y que realmente “No todos somos así”, de esta forma comenzaríamos a estar mas atentos a la gente que nos rodea, porque detrás de un comentario racista, xenófobo o intolerante, una historia puede terminar conduciendo una camioneta en medio de una rambla repleta de gente buena.
0 notes