Tumgik
Poco a poco el dolor va desprendiendose de mi piel.
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¿Qué tanto tienes que soportar para que se te trate con respeto? ¿Para que te quieran? El suicidio no es un acto romántico o poético, es el fin. Una desición delicada de la que no se volverá… ¿Cuánto se tiene que soportar para optar por ello? ¿Cuánto coraje para llevarlo a cabo?
La gente dice que es cobarde… No lo es, es difícil, doloroso y… Torturante creer que esa es la única opción, la única salida… La única forma de encontrar paz.
Te ofrecen ayuda… ¿Saben cómo se siente esa oferta? Cómo lástima… Como una broma, una burla… Te han destrozado tanto, tan duro que ya no crees en la sinceridad… En la bondad de tal acto.
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Yo esperando una mano que me ayudará, alguien que me salvará. Pero nadie sabía que la necesitaba, nadie sabía que me ahogaba, nadie sabía como me sentía.
Vaal
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“Deberías volver a tus dietas, estas mas gorda cada vez. No te descuides”
— Imaginen empezar la semana con un comentario así
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Normalicen amanecer con ganas de morirse sin que piensen que te quieres morir de verdad
Jajajdj
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garden twilight 
76/365
thank you @ponderation for all the love! 
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Un hombre dice:
Hey, jajaja, no sé cómo hacer esto.
Ok, soy Yeferson, tengo 18 años y vivo en Bogotá Colombia, físicamente mido 1.70m peso 69kg y no me considero feo, mentalmente soy una persona un poco madura, pero al igual un poco perdida en sus decisiones, me gusta bastante escuchar a las personas, pues iniciar una conversación no se me da bastante bien, soy bisexual y no tengo lío con que sean mayores o menores que yo, desde que sean interesantes pueden tener mi atención. Estudio biología, por ende en conversaciones conmigo pueden aprender cosas variadas y lindas sobre la vida, Me encanta viajar y de vez en cuando voy al gimnasio y a escalar la montaña. Me agradan los planes que incluyan arte en cualquiera de sus formas y planes totalmente inesperados. Espero que me ayuden a encontrar a alguien con quien pueda salir y pasar momentos agradables.
Muchas gracias <3
-Eros.
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Necesito que me pase algo bueno, algo lindo, algo que me mejore, algo que no se arruine, algo que me haga bien
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(I don’t post the above simply as a joke, though it is pretty funny: this review from Breitbart [!] oddly understands better than any other review I’ve read that Us is about red revolution. The reviewer is so anti-Marxist he ironically produces a mirrored or underground Marxist reading of the film, a vulgate version of what a Fred Jameson would say. But he misses the film’s ultimate significance when he dismisses its ending as well as the themes of race and gender. The political implication of Us does seem for most of its length to be that, in this era of the white bourgeoisie’s terminal decadence, only the black bourgeoisie—or, more specifically, the black bourgeoise—is smart, cultured, and beautiful enough to stave off or survive the coming insurgency. That is, until the conclusion, which reveals—this is not a plot spoiler, but a thematic spoiler—that they [or she] ought to be and anyway have all along been with the revolutionaries. Unless that is only the final horror, the last sick joke, per the twist-ending grammar of horror cinema [especially via the final shots’ Thriller and Friday the 13th allusions]. We’re left to wonder. Is this the having-it-both-ways boardroomed cynicism of commercial art or the rigorously intelligent irony of serious art? Speaking of bourgeois decadence, we may have lost the ability to tell: “We’re Americans.” A vote for the latter option, though: as Yeats said, out of the quarrel with others, we make rhetoric, but out of the quarrel with ourselves, we make poetry. While I liked Get Out well enough, it was rhetoric; Us is poetry.)
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Soy demasiado realista pero debo admitir que aunque siempre supe que me ibas a dejar, no me impidió quererte con todo el corazón.
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La psicóloga me sugirió dejar de pensarte… Dejé la terapia.
_mjavy_
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me descuidas 10 segundos y ya me siento insuficiente.
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Me tomaré un frasco de pastillas y me iré. Me iré con el poco amor que me queda.
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Tengo tanto miedo de enamorarme otra vez, tanto miedo de caer, de confiar otra vez, de darlo todo por alguien por que si no doy todo entonces no doy nada, y tengo miedo porque está generación es muy mala con las decisiones y el amor trata de sentimientos y decisión. Tenemos sentimientos por alguien y decidimos estar con esa persona. Pero no tomamos en cuenta que la decision es lo mas importante, porque los sentimientos cambian y mediante van cambiando yo decido si quiero coger lucha contigo o si hay que darte tu banda.
–Galleta 🍪
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l.
Abrí los ojos de golpe, desconocí el lugar. Me incorporé tranquilamente en el pequeño sillón de cuero que parecía estar en una sala de espera y volteé hacia todos lados esperando reconocer a alguien.
El lugar daba la impresión de estar apagado a pesar de la fuerte iluminación, con sus gigantescas paredes en escalas de grises hasta llegar al negro. El techo alto y escaleras elegantes justo pasando la puerta de entrada, una enorme y transparente puerta que terminaba por parecer invisible de no ser por los enormes pilares de mármol que se atravesaban justo en el centro. Unos pasos más adelante te encontrabas con pasillos divididos por pequeñas salas de espera y sus respectivas puertas grandes de madera a los costados. Mi sala también tenía una puerta al costado, pero con tanta incertidumbre no me había percatado de ello. Que curioso que las personas no naveguen por los pasillos siendo tan hermoso el sitio.
Personas… no había personas. Una recepcionista se distinguía a lo lejos, en la entrada. Nos separaba un ancho y largo pasillo. Y afuera, unos cuantos hombres parados al pie de la escalera, vestían elegantes trajes con corbata y tenían finta de estar esperando a alguien. Una diminuta barra se alcanza a ver al fondo de la sala y lo que parecía ser una cafetera, pensar en café me alborotó las ideas pero seguí observando para no perder tiempo. Aunque no estaba segura de que tan cierto era que el tiempo estuviera corriendo en ese preciso momento. Hacia enfrente topaba con una pared larga cubierta por una enredadera de hojas artificiales que llegaban al techo y a un lado una cascada preciosa sin nada más que su basta agua. Que tranquilidad me brindó el sonido del agua, aligeraba el hecho de que acababa de despertar en un lugar desconocido y sin recuerdos del por qué estaba ahí. ¿Por qué estaba ahí?…
Silencio; Demasiado silencio, excesivo silencio. Todas las puertas estaban cerradas y el agua parecía correr dentro de mi cabeza. Pasaba de un punto de relajación a otro donde dolía. Un poco más y la que caía es cascada sería yo. Después de algunos quince minutos observando desde el sillón decidí pararme y comenzar a caminar en busca de algo que me indicara que era y qué hacía dormida en la sala de espera. Fingí saber lo que hacía y me dirigí primero a la cascada para observar dentro, y lo que minutos antes creí que era sólo agua, terminó siendo una fuente. Había peces, piedras y monedas al fondo. Algunas figuras de ranas y otras tantas de tréboles. ¿Acaso pretendían hacerla parecer de la suerte?
Una cafetera. Recordé que había una cafetera. Busqué de nuevo la cafetera con la mirada y al ubicarla caminé despacio hasta ella asomando despistadamente la vista hacia adentro de los pequeños pasillos en busca de personas, las cuales claramente seguían ausentes. Llegué a la cafetera y como era de esperarse, había unos cuantos sobres y vasos detrás. Al no ver nada más, comencé a prepararme un café para reducir un poco la ansiedad que el ambiente me genaraba. Con el temor de que llegara algún guardia y me tomara por ladrona, intenté hacerlo lo más rápido posible para volver al sillón. Aunque no es mi culpa que no haya aquí donde diga que debo pagarlo. Ni mucho menos una persona que me lo indique. Podía ir a recepción y preguntarle a la chica, la cual moría de aburrimiento en su silla mientras miraba a los hombres que aún platicaban tranquilamente afuera pero preferí no entablar conversación con ella hasta saber exactamente dónde me encontraba, seguramente me tomaba por loca si le preguntaba dónde estábamos, a fin de cuenta, si estaba ahí era por algo, aún sin estar segura de por qué.
Divagué unos segundos sobre la situación hasta que me perdí buscando el azúcar… Maldición, no hay azúcar. Detesto el café sin azúcar. No quería tirarlo recién servido, que desperdicio. La única vez que tomé café sin azúcar llegué a casa con la mitad del cuerpo adolorido y un dolor de cabeza que en mi vida quería volver a sentir. Opté por ignorar que acababa de servir un café que no me tomaría y caminé con el vaso en la mano hacia la escalera. Preciosa escalera de caracol, enorme y elegante como las puertas, el barandal de madera con grabados a los costados y escalones de mármol color blanco que se degradaban conforme se perdía la luz. Luz… dios mío, ¿Dónde está la luz? Las escaleras daban para ambos lados, parecía estar parada en un piso intermedio y mirar hacia abajo era todo un espectáculo del terror. Un piso abajo parecía ser un sótano sin luz, con demasiadas cajas largas apiladas. Hacia arriba no presté demasiada atención, temía marearme si me quedaba demasiado tiempo, pero si no me equivoco, había unos cinco pisos más o menos, y de la misma forma, estaban todos sin luz. El piso en el que me encontraba vino a ser el único en todo el edificio que contaba con iluminación. Y aunque me habría gustado investigar por qué, me dí la vuelta y caminé en dirección a uno de los pasillos. El único que parecía tener la luz encendida, y que además estaba a un costado de la puerta que se encontraba en la sala sobre la cual desperté. Mientras caminaba dejé ir un sorbo al café olvidando por completo la falta de azúcar y al sentir el amargo y destestable sabor en mi boca me paré en seco y puse mi mano en mi cabeza. Carajo, ¡esto es horrible! Hice gestos con la cara y tocí haciendo un poco de ruido. La chica de la recepción por fin detuvo sus vueltas en la silla para preguntarme desde el otro lado del pasillo si me encontraba bien. Solté una sonrisa tan amarga como el trago de café que acababa de beber y seguí caminando hacia el pasillo, con suerte encontraba otra cafetera y un poco de azúcar, o ya al menos a una persona. Me adentré en el pasillo dejando atrás el gran salón de la entrada y me encontré en una habitación dividida a la mitad por una pared con enredadera como la que miré anteriormente. Esta era una sala un poco más privada. Había una mesa de centro, sillones y floreros sobre pequeños pilares en las esquinas. El techo era también más bajo, las paredes eran color rojo vino y había estatuas de animales adornando la barra que topaba con la enredadera. La luz era tenue. Tanto, que combinada con el amargo trago que pasé minutos atrás, comencé a sentir por fin el mareo ocasionado por el café. Sabía que no tardaría en hacer efecto, así que opté por salir de aquel sitio antes de que se intensificara. De regreso por el pasillo presté atención a las paredes. Mármol, de nuevo mármol. Tan increíblemente hermoso mármol. Color grisáceo como las paredes y tan limpio que podía verme reflejada en él.
Dios, realmente podía ver mi reflejo. Con tantas dudas e ideas en mi cabeza no me había detenido a mirarme ni una sola vez. Ahí estaba, parada ante el enorme e inigualable mármol viendo mi rostro chapeteado por la siesta de quién sabe cuantas horas que acababa de tomar. Y… ¿un vestido? Nunca fui fanática de los vestidos. ¿Qué tan importante debía ser esto para que yo usara un vestido? Tenía mangas largas transparentes y cuello en v. No estaba para nada cerca de llegar a la rodilla como he de suponer, y debajo llevaba unas medias negras que daban también paso a mis zapatos, que para variar, también eran negros. Esto no me sorprende, si bien tengo claro que nunca usaría vestido sin medias, tampoco tendría por qué cambiar el color de los zapatos. Era cómodo, pero incluso sabiendo que en el reflejo me encontraba yo, casi podía dudar de que estuviera completa al momento de vestirme. Me quedé unos minutos parada en el pasillo mirando mi cabello, mis manos, mi… agh, la luz. La estúpida luz me obligó a salir por completo del pasillo y el dolor de cabeza comenzaba a jugar con mis nervios. Maldito café, tenía que deshacerme de él antes de que olvidara de nuevo que no tenía azúcar. Pensé en dárselo a un vagabundo pero inmediatamente sonreí para mi misma cuando me sorprendí en la estúpida idea de encontrar a un vagabundo en aquel lugar. Jajaja, cómo un vagabundo. No podía contener la sonrisa mientras caminaba hacia afuera para encontrar un lugar donde tirarlo. Pasé por un lado de los señores de traje los cuales me miraron fríamente. Ignoré sus caras y mientras bajaba las escaleras sentí como el frío me cubría por completo el cuerpo, diablos, ¿por qué a mi yo amante de los vestidos no se le ocurrió ponerse un abrigo? Crucé el pequeño estacionamiento para encontrarme ya con la avenida. Miré hacia los lados, estaba vacío. La calle estaba casi abandonada de no ser por un par de carros estacionados afuera del edificio. De nueva cuenta, el entorno me obligaba a volver al gran salón de la entrada, al gran y cálido salón de la entrada. ¿Cómo qué hora sería? Busqué inútilmente en mis “bolsillos” para venir a enterarme de dos cosas… Una, que mi tonto vestido no tenía bolsillos y dos, tampoco traía conmigo mi celular. Genial, despierto en un enorme y bonito lugar vestida de muñeca y sin celular para ver la hora. Por el clima y la solitaria calle, deduje que serían al rededor de las 2-3 de la madrugada. Me dí la vuelta para subir de nuevo las escaleras y me encontré con el enorme edificio que minutos antes, sólo pude ver a través de la escalera de caracol sin luz. Tremendo, hermoso y apagado edificio con unas grandes letras plateadas que indicaban el nombre. Funeraria Emaús.
AleDramas
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Mezclas alcohólicas.
Nos enseñaron a no mezclar el alcohol con nada,
porque las cosas nunca terminaban bien cuando lo hacías,
pero nosotros somos de corazón rebelde
y donde nos ponen rayas, no nos importa cruzar.
Mezclamos un buen tequila con amor,
lo hicimos pensándonos inmortales,
no sabíamos que esa era la fórmula
para crear el océano que saca a flote
todas la verdades que nunca nos dijimos.
Juramos que nada nos ahogaría,
y ahora aquí estamos,
llevando hasta el cuello un mar de memorias
que hablan de como suena querernos sin decirlo.
-Falcón
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