Estudiante de Derecho 💜📖 Filósofo 💡 Artista De La Vida, Payaso de oficio, humorista aficionado, líder Innato, Ñoño Intelectual, Ligera Cojera, Modestamente Arrogante, Poeta Y Escritor
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Retoñar: Reproducirse lo que había dejado de ser o estaba amortiguado.
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“No me importa un carajo”, una expresión que muchos de nosotros los mortales utilizamos más veces de lo que nos gustaría reconocer
Personalmente a mi SI me importaba un montón de carajos, TODOS a los que un humano puede llegar a importarles
El Nihilismo nace desde aquel “exceso” de importancia a dichos carajos… Eventualmente tu cuerpo, mente y “Alma” se desgastan hasta el punto de asemejar una llanta Flácida o a un globo sin aire y ya no puedes aguantar ni sostener los carajos, no los de tu gente, no los del mundo y mucho menos los tuyos...
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Felicidad
"La Ignorancia por si misma no hace la felicidad, la felicidad es la conciencia de dicha ignorancia, es decir, la Indiferencia"
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Solitud
Con el tiempo he entendido que la soledad o el hecho de sentirse solo, o directamente vacío, forma inevitablemente parte de nuestra naturaleza. Son la más fiel demostración de que somos seres sensibles e inteligentes, más allá de nuestra imaginación si es que nos lo proponemos, es una función que viene de fábrica, propia de nuestra compleja existencia.
Mucho de lo que nos resultaría “normal” o cómodo de compartir con el resto, para ellos podría llegar a ser raro, incomprensible o hasta perturbador, muchas de las ideas e íntimos procesos de nuestras disparatadas mentes, son demasiado extráñanos, contradictorias, sutiles o hasta alarmantes como para revelárselas a cualquier persona.
Al final del día nos enfrentamos a elegir entre ser honesto o ser aceptado, creo que muchas personas, yo incluido presupuesto, escogemos en muchas ocasiones esta última, por mero sentido común.
Esto se debe a que comencé a darme cuenta que se necesita una inmensa cantidad de energía, para escuchar al otro entender al otro, soportar al otro, brindarle ayuda al otro, para así, aspirar a un mínimo grado de empatía e incluso simpatía para contemplar y absorber las experiencias de nuestros pares
Creo que es nuestro deber es morir solos, lo que significa, que nuestro dolor, es solo para nosotros y para absolutamente nadie más y es nuestra responsabilidad aguantar y seguir. Por supuesto que el resto puede darnos ánimos, pero en cada vida y para cada vida, es como si nosotros estuviéramos en medio del océano con el agua hasta el cuello o incluso hasta ahogándonos, mientras otros están -Por ahora- saludando alegremente desde la orilla en tierra firme, y lo único que nos mantiene a flote es que en algún momento estaremos en aquel mismo lugar, en la seguridad de la orilla, lejos de ese inmenso y abrumador océano
Hasta yo sé que es extremadamente poco probable, que alguien este leyendo la misma página del libro que nosotros, en el fondo siempre anhelaremos la congruencia más absoluta, pero en el fondo sabremos a ciencia cierta que habrá incontables disidencias, por el simple y lógico hecho de que “aparecimos” en esta tierra en distintos tiempos, somos productos de distintas familias, experiencias y simplemente no estamos hechos de lo mismo
Por ejemplo, ellos no estarán pensando lo mismo que nosotros al mirar el cielo estrellado, justo cuando nosotros pensamos en un pequeño verso de una oda al cielo que acabamos de inventar, los demás quizás recuerden algún momento traumático y/o doloroso que inevitablemente lo relacionan con el cielo estrellado o viceversa, a mis ojos es casi cómico, como la esencia misma de la realidad y nosotros no somos más que chistes vivientes que forman parte de una accidentada obra de teatro a la que llamamos “vida”
Es extremadamente probable que Jamás conozcamos a aquella persona que sea la mejor calificada para entendernos tanto como nos gustaría, pero lo que sí es seguro es que existen, quizás han pasado frente a nuestras narices o a un costado de nosotros y no nos percatamos en lo más mínimo, ni tuvimos la más mínima idea del posible potencial de conexión, o siendo un poco más descabellado dicha persona pudo haber muerto en Londres hace 2 semanas o no nacerá hasta el siglo 22.
Para mi tal idea no es conspiración alguna, solamente necesitamos, necesito y necesitare un poco más de suerte, y siendo honesto soy una persona dura y autocritica. Yo no me permito la dulce indulgencia de creer en la suerte, tengo la tendencia de asumir responsabilidad por absolutamente todo, al creer que “tengo el control” llegando a sentirme incluso como el infame titán Atlas cargando el peso del mundo en sus hombros, y al final del día la caída es mucho más estrepitosa y estruendosa de lo debió haber sido. Así mismo creía que la suerte la hacen los propios ganadores o vencedores, pero no siempre es así, la “suerte”, desde 3 semáforos verdes consecutivos o un ascensor que llega de inmediato, en el momento perfecto, cuando es estrictamente necesario, es una característica genuina de la existencia misma.
Constantemente me privo de toda justa consolación, desde caer de rodillas derrotado, hasta reventar en llanto, aunque sorprendentemente en este último tiempo lo he hecho por esas aquellas veces que no lo hice anteriormente, en donde tal actividad, como la de llorar ya no lo considero más no una señal de debilidad, sino todo lo contrario de fortaleza, de asumir que llegue a un límite que desconocía y que estoy próximo a superarlo.
No obstante, el sentimiento de soledad fácilmente puede empeorar, de la mano del ocio, mientras más pensativos somos, más analíticos somos, más perceptivos somos, mientras más filosofamos. Simplemente habrá menos personas que piensen como nosotros a nuestro alrededor, debido a que, por lo anterior es más difícil conectar con el resto, no es un mito romántico alguno, la soledad gran parte del tiempo, no más que un “impuesto” que debemos pagar para poseer una mente más compleja y avanzada que al final del día nos permita gradualmente concretar nuestras más profundas ambiciones.
Muchas veces se evita lo tedioso, y por lo tanto hay veces en que el deseo de desvestir a alguien es por mucho tiempo mucho más pragmático y urgente, que el deseo de una buena conversación, aunque no es de sorprenderse, el ser humano por definición es un animal emocional, visceral o pasional, antes que racional, nuestra racionalidad no es más que el instrumento para la interpretación e implantación de nuestro instinto, es propio de nuestra naturaleza y no hay de que avergonzarse.
De la misma manera, acabamos hipnotizados y enganchados en relaciones en donde no tenemos mucho que decir, porque simplemente estuvimos fiel y fatídicamente interesados en la forma de su nariz, en el vaivén de su pelo al viento, o en el color de sus excepcionales y absurdamente hermosos ojos.
Aun así, a pesar de todo esto, no deberíamos sentirnos intimidados o incomodos por nuestra ubicua y omnipotente soledad, pero eso no lo hace menos aterrador o más fácil de asumir, después de todo no es inherentemente nuestra culpa. Cierto grado de distancia y “mutua incomprensión” No es una señal de que nuestra vida va mal (Por mucho que así lo parezca), muy en el fondo de nuestras almas sabemos que es lo que deberíamos esperar desde el principio de la vida misma.
Tal como la última vez que lo hice hace ya algunos años, al identificar, reconocer y abrazar esta soledad, la creatividad sale a flote, de mil y una maneras como por ejemplo en este mismo momento, el hecho de escribir como una forma de desahogo, son actividades resultantes de haber comprendido que la gente a nuestro alrededor nunca nos comprenderá completamente y por mucha tristeza que ello me provoque simplemente es así y no hay otro camino.
La historia del arte, es registro de la gente quienes no pudieron encontrar a alguien en la proximidad que los entendiese o con quien simplemente hablar, sin embargo, nosotros hoy podemos tomar y decodificar su intimidad.
Bajo esta misma lógica la soledad nos hace más capaces de verdadera intimidad, por si eventualmente mejores oportunidades vienen, es un hecho indiscutible que eleva el dialogo con nosotros mismos, forja nuestra personalidad ya sea bajo el yugo del dolor o la dicha, ya no repetimos lo que el resto piensa, pensamos por nosotros mismos, desarrollamos un punto de vista propio lo que muchas veces es la causa de las personas se alejen de nosotros, al estar en constante contacto con nuestro cada vez mayor ego.
Pese a todo, puede que estemos aislados por ahora, pero “pronto” seremos capaces de generar enlaces más interesantes con quien sea que eventualmente nos encontremos, el verdadero conflicto nace desde los infames “donde y cuando”
La soledad nos torna elegantes y extrañamente atractivos, sugiere que hay más sobre nosotros que comprender, de lo que los patrones normales de discurso social pueden dictar, lo que, según yo, es algo de que lo que nos podemos enorgullecer. Una sensación de aislamiento, verdaderamente es como sospechamos, un impedimento para sentir, pero a cambio, perdemos el miedo a la deliciosa (pero peligrosa) virtud de la arrogancia, nos da un “signo” de profundidad.
Cunado admitimos nuestra soledad, estamos registrándonos en un club que incluye a las personas que conocemos, como en mi caso, en las historias de amor retorcidas de García Márquez, la lírica de Los Prisioneros, las enseñanzas de Friedrich Nietzsche, o la genialidad de Nicanor Parra. A fin de cuentas, en soledad entramos a una larga e ilustre tradición, nos encontramos sorprendentemente en gran e inmensa compañía
A la única conclusión que se puede llegar con todo esto es que, sobrellevar la soledad, es casi invariablemente mejor, que sufrir los compromisos de una comunión falsa. La soledad será solamente un que debamos pagar, por apropiarnos de una sincera y ambiciosa visión de cómo la compañía puede y debería ser.
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