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Jean Paul Gaultier spring 2025 couture

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Maria Petrova

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Domenico Beccafumi - Saint Agnes. Detail. 1507

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Simone de Beauvoir, from Diary of a Philosophy Student: Volume 1, 1926-27

Text ID: my solitude is an intoxication: I am, I'm in control, I love myself, and I scorn everything else.

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Simone de Beauvoir, from Diary of a Philosophy Student: Volume 1, 1926-27

Text ID: I observe how much I have matured since last year despite my belief that I was losing myself, how something strong was born from the painful experiences survived and from the numerous minutes that I believed were wasted.

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Crimson Peak (2015), dir. Guillermo Del Toro

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THE NOTEBOOK (2004) dir. Nick Cassavetes » deleted scene, “Allie Confronts Noah in Bathroom”

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Joy Sullivan, from Instructions for Traveling West: Poems; “Howl”

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había estado dos días enteros trabajando en una casa del tamaño de su antebrazo, de dos pisos y techos abovedados, con columnas protegiendo inútilmente la entrada ovalada. tomaba las piezas pequeñas de cartón que adornaban la fachada con pinzas metálicas y las pegaba con la cantidad justa de silicona, sin manchas, sin arrugas, sin errores. todo estaba en su lugar, había dejado secar la pintura beige lo suficiente para que las huellas de sus dedos no quedarán impresas en el material y había dibujado tapices floreados en las paredes interiores de la casa, que hacían juego con las alfombras de tela que había confeccionado con la medida precisa del área del suelo de cada habitación.

justo al colocar la última pieza de la casa, un pequeño farol que colgaba sobre la puerta principal, sintió que el estómago le rugía por haberlo abandonado por completo durante el tiempo en que estuvo absorta en su pequeña creación. sin embargo, la satisfacción de lo realizado le alzaba dentro de la cabeza una torre de piezas de madera perfectamente apiladas la una sobre la otra, imponente y protectora, tan estable como sus nervios en ese instante, como un pequeño trofeo por haberse entregado por tanto tiempo a la meticulosidad de su empresa.

después, con la cabeza higienizada, se dirigió a la cocina a buscar algo qué comer. el frío le recorrió la espina dorsal y bastó mirar hacia afuera para comprobar el clima; la ventana estaba salpicada por las violentas gotas de lluvia y se habían empañado ligeramente los vidrios gracias a la baja temperatura y la densidad de la niebla circundante. se abrazó, sintiéndose la piel de gallina bajo las palmas de la mano, y se detuvo justo en frente del comedor, en donde reposaba un bol ovalado de color borgoña con bordes ondulados de vidrio, brillante y perfectamente dispuesto en el centro de la mesa, con manzanas, mandarinas y peras que había dejado allí justo antes de perderse en la construcción de su casita. en aquel momento, una mosca sobrevolaba la fruta que se descomponía lentamente en el lujoso recipiente.

las cáscaras de las mandarinas se veían moteadas de moho y despedían un olor fuerte y húmedo, mientras que las manzanas y las peras tenían manchas cafés untadas de una ligera baba brillante y pegajosa, que se sumaba al festival de olores de podredumbre que atraía a las moscas y cualquier otro bicho que estuviese ansioso por un poco de comida descompuesta. el zumbido de la mosca le alteró los nervios, y pudo sentir como los músculos de la espalda se le contraían y corría por ellos un escalofrío interminable. se quedó allí un rato, frenada e inmóvil frente al comedor, observando la escena en frente suyo que irrumpía con el orden y la asepsia del resto de la estancia. notó un ligero tambaleo en las piezas robustas de la torre de marfil de su cabeza, aquellas que dentro de sus anchos muros resguardaban su paciencia, sus nervios y su apetito y garantizaban el control de cualquier impulso. negó con la cabeza, rehusándose a perturbar la paz en la que se encontraba, y se dirigió a la cocina en busca de una bolsa para tirar toda la fruta.

al regresar, el vuelo de la mosca que acechaba concentrada y determinada, captó su atención. sentía el aroma fétido apoderarse de sus pulmones, y por un momento deseó ser la mosca aquella, para al menos sacarle provecho a lo que ya no tenía remedio. tomó entre las manos una de las mandarinas, asqueándose por la sensación pegajosa de los poros anaranjados sobre su tacto, y le dedicó una mirada odiosa.

sintiéndose agitada por su propia negligencia en cuanto a la comida abandonada, apretó el pulgar sobre la cáscara blanda e hizo explotar uno de los gajos que contenía, haciendo que todo el néctar se deslizara lentamente por su mano, llegando sin prisa hasta su muñeca. sintió el tambaleo de su cabeza una vez más. había algo en la fruta que la estaba retando, o atrayendo, llamándola para que la destruyera. respiró hondo por diez segundos, intentando contener lo que sabía que se avecinaba, tratando de ignorar por completo la molestia y la ira que le provocaba aquello que tenía en frente. pero la mosca seguía ahí, y la fruta se podría un poco más por cada segundo que pasaba.

sus ojos escanearon el desastre entre su palma, y lo que había sido una mueca odiosa se transformó en ternura y delicadeza hacia el alimento y su jugo pútrido. por un momento, sintió que era la mandarina más hermosa que había visto, tanto así que su estómago soltó un gruñido, desesperado por probar el manjar que despedía tal aroma, y no tuvo más remedio que llevársela a la boca ansiosamente, sin tiempo siquiera para sacarle la cáscara, comiéndosela a mordiscos, sin reparar mucho en el sabor a jabón del moho que la cubría y la pelusa suave que bordeaba una de sus mejillas.

el jugo dulce se deslizaba entre sus labios hasta su mandíbula y su cuello, y sus manos sostenían con ansiedad y nerviosismo los trozos blandos de la pulpa pegajosa, llenas de la baba y manchadas por el color intenso del moho que parecía infectarla a ella también. la torre de marfil se había derrumbado por completo, y pieza por pieza los bloques caían al suelo causando un estrépito, rebotando contra sí mismos, sin ninguna mano que los rescatara de su inevitable descenso. el control se había esfumado, y ahora solo quedaba un escandaloso apetito por todo aquello que repelía en sus horas de contención. la fruta podrida, ante sus ojos, parecía un banquete que se veía en la obligación de devorar.

cuando acabó con la mandarina, se aventuró a probar las peras. no se molestó en retirar las semillas ni quitarle el tallo, y como si se viera amenazada por la presencia de la mosca depredadora y hambrienta, se la comió con rapidez, relamiéndose después el líquido que se había esparcido por sus dedos y entre sus anillos.

una a una acabó con todas las frutas, mientras saboreaba su momento de absoluta rebeldía, sintiendo el éxtasis recorrerle las venas angostas que pedían más y más de aquello. se había entregado por completo al placer de lo grotesco; se revolcaba y contoneaba dentro de sí misma por el maravilloso contacto con la fruta prohibida, aquella que en sus horas de gracia repudiaba.

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Kate moss for John Galliano

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Robert Mapplethorpe: Tulip & Thorn (1985)

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christian dior f/w 2006 haute couture

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shalom harlow reclined @ christian dior by john galliano spring 1997. ph. yves forestier

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